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6. Consejos de media noche.

Roscoe se sentó en el sofá de su sala; era media noche y él estaba despierto, con un vaso de leche en la mano. No había fáciles los días. Shelsy le rondaba en la cabeza… más que Shelsy, la forma en que había estado planeando decirle lo que sentía. Lo había practicado tantas veces que ya se le olvidaba. Y lo había considerado… había considerado mucho lo que Lorena había dicho. Melanie definitivamente no era tan mala… durante los último tres días ella se sentaba con él en cada clase que tenía, habían charlado sobre cosas que tenían en común; música, situaciones, los profesores que odiaban y a los que admiraban, tareas… si algo sabía de Melanie es que parecía ser la chica perfecta.

Se tomó el vaso de leche apresuradamente sin darse cuenta. Era una costumbre que tenía cuando no podía dormir, su padre también lo hacía. Lorena también estaba vagando por ahí a media noche pero eso era típico de ella.

Pensó que su padre estaba en viaje de negocios hasta que la puerta principal fue abierta con cuidado. Roscoe frunció el ceño pero no se levantó, esperó con los brazos cruzados hasta que el causante del ruido llegara hasta la sala.

—¡Auch! —escuchó una exclamación por parte del intruso—. Joder ¿por qué tenemos estas cosas en la puerta? —Roscoe ya sabía que se trataba de su padre. Lo oyó patear algo y supo luego que se trataba de una de las macetas que Lo tenía junto a la puerta.

Cuando el hombre llegó a la sala alargó la mano para encender la luz y casi brincó del susto cuando encontró a Roscoe sentado en el sofá, con una mirada perspicaz, entrecerrando los ojos. Oliver exclamó—: ¡Maldita sea, Roscoe! —se tocó el pecho y respiró—. ¿Qué estás haciendo ahí sentado, a esta hora de la noche?

—Es viernes… los viernes me desvelo —se encogió de hombros sin cambiar su expresión—. ¿Dónde estabas? —interrogó mirándolo. Traía una chaqueta jeans una camiseta azul con una chaqueta negra… no había estado en el trabajo, eso era seguro.

—En la oficina —dijo mirándose los pies—. Buenas noches —trató de escaparse corriendo hacia las escaleras.

—¡Papá! —Roscoe lo llamó—. Vuelve aquí —ordenó.

Oliver rodó los ojos y volvió a la sala.

—¿Qué pasa?

—Dime la verdad —exigió él.

—¿Qué verdad?

—Dónde estabas realmente.

Oliver se pasó una mano por el pelo y miró hacia la pared detrás del sofá.

—Con Frederick, en el bar ¿de acuerdo? —contestó.

—Ajá —Roscoe asintió—. ¿Frederick es travesti ahora? —interrogó de nuevo con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Qué? —Oliver levantó la mirada y frunció el ceño— ¡No! ¿Por qué lo dices?

—Porque tienes lápiz labial en el cuello ¿No te habías dado cuenta?

Roscoe levantó una ceja y Oliver rápidamente llevó su mano izquierda hacia su cuello, sobre la marca rojo pasión que figuraba en su cuello con la forma perfecta de unos labios. Se frotó el cuello con la manga de la chaqueta tratando de borrarla.

—Es… es… ¡Soy un hombre adulto ¿de acuerdo?! Tengo cuarenta y cinco jodidos años —Oliver levantó una mano y la agitó—. Puedo hacer lo que yo quiera, cuando yo quiera, con quien yo quiera ¿vale? ¡Esta es mi casa y puedo llegar tarde si me da la gana y con todo el cuerpo cubierto de rojo pasión ¿entendido?!

—Espera a que Lorena se entere —Roscoe soltó una carcajada.

—¡No te atrevas! —lo acusó con un dedo—. Roscoe… por favor.

—Vale… no le digo nada —asintió— pero dime, quien es la señorita labios escurridizos.

—Am… —su padre hizo una mueca— alguien, ya sabes, una chica.

—Me alegro, pensé que era Frederick —bromeó—. ¡Vamos, dime! —Roscoe se levantó y lo empujó.

Oliver lo miró y se encogió de hombros. Caminó hasta la cocina como si así se fuera a librar de su hijo… pero sabía que no era tan fácil. Roscoe había entrado en modo curioso y hasta que no le sacara todo acerca del asunto no descansaría. Oliver se sirvió un vaso de de agua y lo tomó lentamente, prolongando el tiempo para decirle la verdad a Roscoe. Se aclaró la garganta y se sentó en la barra. Roscoe lo miraba, con las manos apoyadas en el mesón y el único ruido que se oía era el de los grillos.

—¿Entonces…? —preguntó Roscoe—. ¿Con quién te estás acostando papá?

—Estoy saliendo con alguien… —corrió Oliver.

—¿En serio…? —esta vez enarcó ambas cejas con asombro—. ¿En citas y esas cosas… de verdad?

—Bueno… han sido solo dos semanas —se encogió de hombros y luego sonrió—. Dos maravillosas semanas… es fantástica.

—¿Y ya te acuestas con ella?

—Tengo cuarenta y cinco años, no tengo tiempo que perder ¿de acuerdo? —apuntó él—. El punto es que tu hermana me la presentó… aunque yo ya la conocía de algo. Nos llevamos bien, tuvimos una cita y bueno… ella es simplemente fantástica. Y no le molesta que tenga hijos, que viaje tanto y no es una caza fortunas ¡Es perfecta!

—¿Me vas a decir cómo se llama? —insistió el chico.

Oliver comenzó a jugar con las llaves en su mano.

—Ya la conoces —murmuró.

—Oh no…

—La señorita Warwick

—¡¿Qué?! —Roscoe abrió los ojos como si acabara de ver a un fantasma. Estaba completamente en shock—. ¿Qué tú qué? ¿Con quién? ¡¿Qué?!

—Elizabeth Warwick, yo… cuando dos personas se gustan…

—¡Que ya sé lo que has hecho, Oliver, no lo repitas! —se llevó una mano a la frente y negó con la cabeza—. Te has acostado con mi profesora de literatura ¿sabes lo bochornoso que es eso? Oliver, por Dios.

—Pareces mi madre, cálmate —su padre le golpeó el brazo con el puño cerrado, empujándolo—. Vamos, no es tan malo. Míralo de este modo: tal vez te consiga más dieces.

—Oh ¿Y si me va mal en deportes? —Roscoe puso sus manos sobre la mesa—. ¿Te vas a acostar con el entrenador Lafferty?

Roscoe se puso a pensar que realmente Lefferty podría estar encantado. Sin embargo, aun estaba indignado… su hermana como la nueva consejera, su padre acostándose con su profesora de literatura, ¿qué sigue? ¿Lo en la cafetería? ¿Mac como directora? ¿Ryan como conductor del autobús? Todo era una locura.

—Papá, ella es diez años menor que tú —le recordó Roscoe.

—¡Eso es una gran mentira! Ella es solo siete años menor que yo —le corrigió—. Oye, lo que importa es que esta relación probablemente funcione ¡Ni hablar de casarme de nuevo, eso nunca! Pero… tener una novia es genial, había olvidado lo que se sentía —se rió rascándose la parte posterior de la cabeza— ¿Y tú? ¿Cuándo le vas a decir a Shelsy? ¡Necesitas hacerlo pronto!

—No lo creo… no creo que sea conveniente —Roscoe negó con la cabeza—. Hay una chica… Melanie.

—¿En serio?

—Sí.

—Cuéntame sobre ella —Oliver apoyó su barbilla en la palma de su mano.

Roscoe le contó acerca de Melanie, de lo perfecta y correcta que era y de que le atraía un poco… de su extraño deseo de convertirlo en un tipo popular y de que no era tan mala como se veía. Oliver lo escuchó hablar mientras sonreía como el padre sabio que era. Roscoe rara vez hablaba de lo que le pasaba… si lo hacía era porque estaba bastante confundido y porque seguramente necesitase un consejo. Oliver lo sabía… la situación era todo un enredo; si le decía a Shelsy la verdad, eso probablemente explotara y si salía con Melanie, no sería justo para ella.

—Solo hay una cosa que hacer —Oliver levantó su dedo—: Díselo.

—No entiendo —Roscoe frunció el entrecejo.

—Dile a Shelsy lo que sientes —puntualizó él—. Díselo, Roscoe… porque si no lo haces, solo te harás daño a ti mismo y puede que a alguien más.

—Pero…

—Has estado poniendo peros por cinco años —Oliver era serio y le hablaba como si de un negocio se tratase, poniendo sus manos sobre la mesa como cuando explica—. Es hora de que madures; el primer paso es decirle a esa chica lo que sientes.

Roscoe tragó el nudo de su garganta.

—Has sido un chico terriblemente valiente todo este tiempo —continuó— ¿cómo es que tienes miedo de esto?

—Están en juego cinco años de amistad, no quiero perderla.

—Si ella es realmente tu amiga, no se irá —su padre le puso una mano sobre la espalda para reconfortarlo—. ¿Has pensado en esto como una verdadera prueba de amistad? Es decir, si ella no te quiere de esa manera, simplemente buscarán la manera de superarlo y si ella lo hace, serán felices juntos. Así debería funcionar.

—Bien —Roscoe asintió—. Se lo diré… la invitaré a ese baile, el de mañana.

—¡Perfecto! —Oliver saltó de su asiento y chocó sus manos con emoción—. Ahora voy a dormir, estoy exhausto.

—No dudo que no.

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