5. Aduladora.
«Hoy se lo voy a decir»
Shelsy pensaba frente al espejo de su habitación. Uno que otro día que despertaba con el valor suficiente, se paraba frente al espejo y pensaba en las mil maneras de acercarse a Roscoe y decirle lo que sentía, sin embargo, también pensaba en todas las maneras en las que él podría rechazarla. Lo había visto rechazar chicas antes… no era el chico más cuidadoso cuando de eso se trataba y sinceramente ella tenía miedo de que luego de decírselo él la evitara a toda costa, convirtiendo a su perfecta amistad en solo incómodos silencios y miradas de decepción.
Pasar la vida sin Roscoe queriéndola de la manera en que ella lo quería era muy malo… pero pasar la vida sin él en absoluto, simplemente sería espantoso. Shelsy no quería arriesgarse a perderlo.
Así que borró la idea de su cabeza. Caminó hasta la puerta de su habitación y la abrió. Cuando terminó de bajar las escaleras el sonido de su celular la distrajo: era un mensaje de Roscoe, ya estaba afuera. Ni siquiera se preocupó por el desayuno, se encargaría de eso luego. Siempre se emocionaba cuando él venía por ella, la hacía sentir muy especial… ella sabía que lo era, pero no de la manera en que quería.
Cuando pasaron con Noah se dieron cuenta de traía mala cara. Parecía que no había dormido en toda la noche.
—Mi hermana volvió de Barbados —murmuró Noah recostándose contra el asiento del copiloto—. Tiene un nuevo novio.
—¿Y por eso estás así? —le preguntó Shelsy.
—Lo trajo a casa porque mamá no estaba —Noah bostezó antes contestar—. Me dio cien dólares para que me callara… ya no hay respeto.
Shelsy y Roscoe se miraron y se echaron a reír. El pobre Noah se sentó de nuevo correctamente y se quedó mirándolos, preguntándose cómo era que no sentían esa tensión entre los dos. Noah podía sentirlo y él no tenía nada que ver ahí. Él sabía que debía proteger el secreto hasta que ellos estuviesen listos… de otra manera las cosas se iban a venir abajo y tal vez cada quien tomase su camino sin pensar realmente en lo que podrían hacerle a Noah. Si había una manera en que él quería a sus amigos era juntos… como amigos o como algo más, pero juntos.
(…)
—¡Roscoe! —Melanie levantó la mano y la agitó al verlo entrar a la clase de química—. ¿Quieres sentarte conmigo? —interrogó ella con una gran sonrisa y con su mano intentó empujar a Mason fuera de la silla—. Vete de aquí, ahora —masculló hacia su amigo con los dientes apretados.
—¿Y dónde se supone que me siente? —le preguntó él.
—¡Al fondo, no dejes sola a Shelsy! —le ordenó—. ¡Ve!
Logró sacar a Mason de la silla y entonces Roscoe se encogió de hombros y accedió a tomar el puesto. Shelsy estaba detrás de él y se quedó estática cuando lo vio sentarse junto a Melanie… pero ella misma le había dicho cosas buenas de ella, no podía quejarse. Por mucho que su estómago se retorciera y quisiera salir corriendo y esconderse en los baños llorando como nenita, Shelsy levantó la cara y fue a sentarse atrás, junto a Mason.
Mason miró a Shelsy y se dio cuenta de que estaba mirando a Melanie y a Roscoe. No estaban tan juntos, simplemente uno al lado del otro con varios centímetros de distancia. Cuando Melanie le puso la mano en el brazo a Roscoe, Shelsy se alarmó y apretó el lápiz.
—Tranquila —Mason le sonrió—. Melanie no va a comérselo.
—¿Qué? —Shelsy volteó a verlo—. Ah… no los estaba mirando.
Mason se encogió de hombros.
—Mi error, entonces.
Roscoe sentía a Melanie cada vez más cerca y trataba de que no le molestara. Melanie no era tan mala después de todo, como había dicho Lorena; tenía una bonita sonrisa y era realmente buen en química. Si Shelsy no existiera… a lo mejor podría salir con ella. Aun así ella seguía siendo su lista de razones por las que no ser popular.
—¿Consideraste lo de venir al baile de bienvenida? —preguntó ella.
—Oh… —Roscoe la miró—. No realmente… pero supongo que no sería tan malo si voy.
Pensó entonces que si podía llevar a Shelsy y pasar un tiempo a solas con ella, sería un bonus para él. Sonrió mientras se lo imaginaba… por supuesto, en la realidad no estaría ni cerca de ser tan bueno como en su mente.
—¡Genial! —exclamó ella—. Sabes… —Melanie jugó de nuevo con un mechón de su pelo— quisiera realmente que fueras… especialmente tú.
—¿Especialmente yo? —Roscoe levantó una ceja.
—Sí —ella asintió—. Me gustaría pasar tiempo contigo, creo que tenemos cosas en común.
—Pero si no me conoces —Roscoe bufó—. ¿Cómo sabes que tenemos cosas en común?
—Solo hay que verte —Melanie se rió—. Eres un líder nato, me encantaría ayudarte a explotar el potencial de líder que llevas contigo, si me dejas.
—¿De qué hablas exactamente?
—¿No lo has notado, Roscoe? —ella esbozó una sonrisa satisfecha cuando él la miró ladeando su cabeza—. Eres un gran chico; inteligente, guapo, carismático, atlético, ágil, astuto.
—¿Soy todo eso?
—¡Por supuesto! —ella se volvió a reír y alargó una mano para acariciar su brazo—. Eso y más… así que yo estaría encantada de convertirte en presidente de la clase y rey del baile de graduación. Hago campañas muy buenas… sería un plus que quisieras entrar en un equipo de deportes, porque entonces eso te da créditos y favorece en las solicitudes a la universidad.
—Sí, sé todo eso, Melanie —Roscoe asintió levantando una mano frente a ella— lo que no me queda claro es que quieres: ¿Qué salga contigo o hacer de mí un experimento?
—Ambos, si se puede —ella sonrió encantadoramente, lista para oír ese sí que tanto esperaba.
—No —sentenció Roscoe.
—¿Cómo que no?
—Lo lamento, cariño pero no soy uno de esos locos obsesos de la atención.
El timbre sonó, la clase había acabado y Melanie no había conseguido su objetivo. Roscoe salió con su mochila sobre su hombro antes de dirigirle una de esas sonrisas que te hacen querer ahorcarlo… Melanie entrecerró los ojos y abrió ligeramente la boca. Lo había dicho que no.
Le había dicho que no a ella.
Pues mejor, a Melanie le encantaban los retos. Así que salió en busca de él, dispuesta a convencerlo de algo, lo que fuera, con tal de no perderlo. No se iba a rendir así como así, no era esa clase de chica.
Roscoe se cruzó a su hermana camino a su casillero. Trató de ignorarla pero ella lo siguió alegremente hasta su destino, apoyándose contra los casilleros y cruzada de brazos. Lo miró con una sonrisa en sus labios carmín. El estar en Midwood luego de cinco años le traía muchos recuerdos a Blair; como cuando Eugene la acorralaba contra la pared y la besaba… definitivamente buenos tiempos.
—Oye, gracias por la lasaña, a Eugene le encantó —Blair alargó la manos para peinarle el cabello—. ¿Aun no te lo cortas?
Roscoe la detuvo y miró a los lados.
—¡No hagas eso! —exigió—. No eres mi madre, Blair.
—¿Cuándo mamá en su vida te hizo esto en público? —interrogó ella estrechando los ojos—. Hablando de mamá… el viernes quiere que vayamos a cenar con ella, estará en la ciudad.
Desde que Sabrina se había mudado a California se encargaba de viajar una vez al mes a Nueva York para visitar a sus hijos. Después del divorcio, ese era el acuerdo que tenían, una cena con ella era suficiente para ellos. Cuando se fue, Roscoe la había extrañado un poco, pero a medida que pasó el tiempo se fue acostumbrando a no verla cada dos semanas, alargó ese tiempo a un mes. Era algo irónico: jamás hablaron demasiado cuando vivían en la misma casa pero cada mes en ese pequeño restaurante en el centro, ellos tenían buenas conversaciones. Había sido Sabrina quien ayudó a Blair y Eugene a conseguir un apartamento en Palo Alto y también había aconsejado a Roscoe no lastimar tanto a Eugene cuando fue a defender a su hermana.
—Bien, supongo que iremos —se encogió de hombros.
Blair se quedó muy quieta y esperó a que él sacara sus libros y los guardara en la mochila. Cuando lo hizo se apresuró a llevar sus manos al cabello de Roscoe y tratar de arreglarlo por una milésima de segundo. Roscoe le sujetó las manos pero entonces Blair puso resistencia y trato de llegar a su pelo a toda costa… él la sujetaba y se encogía tratando de evitar que ella lo agarrase y Blair empujaba sus manos hacia adelante.
—¡Solo déjame peinarte, joder! —pidió ella.
—¡No me toques el cabello, no me toques, bruja! —le pidió él.
—Pareces un vagabundo ¡No dejaré que mi hermano se vea como un vagabundo! —Blair seguía intentándolo.
Empezaban a llamar la atención. Todo el mundo volteó a ver a la nueva consejera escolar y al chico Rain forcejeando en el pasillo. Incluso Melanie; le preguntó a alguien cual era el nombre de la nueva consejera escolar y cuando dijeron que se trataba de Blair Rain, ella sonrió para sí misma con una idea rondando en su cabeza.
—¿Pero qué dices? —Roscoe logró deshacerse de ella—. Estoy guapísimo, ¿no oyes lo que dicen las chicas? —él mismo se peinó un poco el cabello hacia atrás.
—De hecho lo hago, varias están locas por ti —aseguró Blair cruzándose de brazos—. Ya lo he oído, lo juro por mis Jimmy Shoo’s, las traes locas… para mí es como ¡Por Dios! ¿En serios les gustas? Eres… bueno, eres Roscoe. Súper obstinado, cerebrito irritante y cara de amargado todo el tiempo ¿a quién podría gustarle algo como eso?
Roscoe pensó en Melanie e hizo una mueca.
—Te sorprendería —él cerró el casillero y se volteó a ver a su hermana—. Te veo luego, tengo francés.
Blair chasqueó la lengua y se despidió con la mano.
Melanie aprovechó ese momento para acercarse a ella.
—¡Hola! —saludó a Blair efusivamente—. Debes ser la nueva consejera escolar. Cuando dijeron que eras joven, no me imaginé cuanto —se rió adorablemente tratando de parecer lo más casual posible—. ¡Oh por Dios! Me encantan tus Jimmy Shoo’s, son preciosos ¿Dónde los has conseguido?
—Mi novio me los ha regalado —ella se miró los zapatos color azul que Eugene le había regalado por su cumpleaños número veinte—. Disculpa ¿Cuál era tu nombre?
—Melanie Duncan —ella le ofreció una mano—. Es un gusto conocerte, conozco a tu hermano, Roscoe.
Blair asintió quedamente… ella sabía lo que se traía entre manos. Nadie saludaba a una consejera escolar así solo porque la ha visto en el pasillo y no tiene nada que hacer.
—Oh, vale ¿Y te gusta mi hermano? —Blair se cruzó de brazos y la miró por el rabillo del ojo mientras caminaban en dirección a su oficina.
—¿Qué? —Melanie se rió inocentemente—. No sé de qué hablas.
—Vamos, chica, que sé por qué haces —bufó Blair—. Quiero que sepas que caerme bien a mí, no hará que le caigas mejor a él.
—¡Oh vamos! —Melanie dejó caer sus manos a sus costados, sintiéndose derrotada—. ¿Y qué tengo que hacer entonces?
—Yo no lo conozco tan bien como para decirte que debes hacer —Blair se encogió de hombros—. Lo siento… pero te doy un consejo: jamás intentes peinarlo.
La rubia mayo caminó hasta la puerta de su oficina con la gracia que Melanie desearía tener; no cualquiera tenía piernas como esas. A lo mejor solo era cuestión de esperar. Miró las suyas y se dijo que no estaba tan mal. Blair se dio la vuelta antes de que abriera la puerta y movió su mano en un ademán.
—Vamos, Diego —dijo.
Melanie sintió como alguien rozó su brazo al pasar por su lado y entonces miró al chico de ropa negra que la dejaba siempre sin aliento. Él la miró con un atisbo de arrogancia y se rió momentáneamente, ocasionando que Melanie le arrancara la cabeza mentalmente.
—Aduladora —musitó Diego antes de entrar en la oficina con Blair
N/A: Lo sé, he tardado muchísimo en subir… pero bueno, estaba con cosas de la escuela y actualizando otras historias y… lo importante es que está acá. No sé cuando voy a volver a actualizar, so… eso lo dejo claro ahora. Cualquier otra pregunta curiosa de sus lindas mentecillas, háganla en mi Ask: @FixMyHopeRoss.
Menciónenme Twitter: @RossBabyDoll :D
No sé cuando me volví tan sociable. So… ¡Gracias por todos los votos y comentarios y visitas, son lo máximo, los quiero, los amo, los beso en cada cachete, los apapacho y les pego mi gripe… con amor! :D
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