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Pov: Luigi.


La mayoría del tiempo estaba siendo arrastrado. Y únicamente el pinchaso de un tridente, era lo que me obligaba a moverme.

—Podrían.... —tragando saliva. — Dejar de hacer eso. ¡Enserio!. Realmente me está doliendo mucho.

Ellos únicamente hicieron un extraño ruidito. Cosa que no termino de entender. Para luego ver, como uno de ellos, vistiendo una máscara completamente diferente a la del resto, hablo. —Ya estamos por llegar.— Era evidente en su gran mayoría, pero al saber que los pequeños encapuchados podían hablar. Tranquilizó un poco al de gorro verde. Dirigiendo ahora su vista a lo que parecía su destino. Un Castillo Flotante, una imponente fortaleza que desafiaba las leyes de la gravedad.

Sus torres puntiagudas se alzaban hacia el cielo, como garras amenazantes. Construido con ladrillos oscuros y grises, el castillo parecía fusionarse con el entorno rocoso y sombrío. La estructura, tan imponente como lo que imaginaba que sería su dueño, emanaba una aura de oscuridad y misterio.

A medida que me acercaba, podía sentir el viento soplando con fuerza, llevando consigo un eco siniestro. El castillo flotaba en el aire gracias a una compleja red de ingeniería, desafiando las leyes de la física. Caminar sobre las nubes que rodeaban sus cimientos era una experiencia surrealista y emocionante. No sabía si le impresionaba más la estadía gigante que de sus fauces salía lava. Oh el inmenso lago ardiente que había. Mil preguntas aparecían, y tratando de buscar una respuesta lógica, aparecía otra.

—Llegamos.
Dijo uno de los pequeños vestidos de rojo. El de la máscara negra, tomo la soga que estaba atada a mis muñecas y tiro de ellas. Mientras que detrás mío, era seguido por dos más. Quienes eran los últimos. Ya que el resto termino en marcharse en el extraño globo. Un quejido apareció, cuando recibi un fuerte tirón por parte del otro. El  terror apareció en mi, al momento de ver la gran cantidad de estatuas, y la gorra que tapaba gran parte de mi visión, solo provocaba que entrara más en pánico. El puente levadizo, con su crujido metálico, y entré en el interior del castillo. El aire estaba cargado de tensión, como si el propio edificio supiera que un intruso había irrumpido en su dominio. Las paredes estaban adornadas con retratos de lo que parecía ser el rey de esta isla, cada uno mostrando su malévola sonrisa y su mirada desafiante.

Avanzando por los pasillos oscuros, me encontré con trampas mortales y plataformas móviles que desafían el equilibrio, para cualquiera que decidiera entrar. Pero al momento de ver qué estábamos llegando a un borde, de una en una. Grandes rocas se colocabam enfrente creando un camino completamente nuevo, evitando, las llamas que danzaban en los fosos de lava, amenazando con consumirme si cometía un solo error. Las habitaciones estaban llenas de enemigos feroces que miraban desde las paredes, y al momento de hacer.contacto visual con ellos. Rápidamente se escondían, quién sabe . Puede que se vean pequeños pero parecian listos para atacar en cualquier momento.

Finalmente, llegué a la última sala, donde me esperaba el rey de los Koopas: Bowser. Su nombre me lo había aprendido, gracias a los pequeños esbirros que tiraban de mi, en un pequeño momento trate de imaginarme cómo sería, y era justo como lo esperaba una figura imponente se alzaba frente a mí, sus garras afiladas y su caparazón brillante. Y en todo lo que trataba de mirar. Un fuerte tirón hizo que perdiera el equilibrio, terminando en el suelo.

—Lo encontramos en las tierras oscuras.
   Mencionaron dando pasos atrás. Dejando al humano de sombrero verde comoletma nte solo.

— Déjen. Yo me encargaré.

Su voz era ronca y muy varonil. Y verlo levantarse de aquel trono. Era incluso mucho más grande, incluso verlo bajar por aquellas plataformas, el instinto de supervivencia apareció. Y al tratar de levantarme, una tortuga pequeña, vestida de un traje y gorro azul apareció de la nada a un costado. Y usando un pequeño báculo. Este, lo apunto en mi dirección, y ya no podía moverme. Este hizo que me elevará por un momento y a una gran velocidad me dejó enfrente. Estando casi a la misma altura que aquel rey.

— Dime. —tocando al humano con una de sus garras, dándole un pequeño empujón. Provocando que este diera un par de vueltas. — ¿Cuál es tu nombre?.

— Uh!... Luigi. — titubeando.

— No sé si sepas quién soy. — perfilandose una de sus garras.— Pero. Voy a casarme con una hermosa princesa y gobernar el mundo.

—¡Wow!... —nervioso.— ¡Yay!......

—Pero.... Tengo un pequeñito problemita.— acariciándolo.— Hay otro humano. Qué está caminando de reino en reino. Con mi esposa. El tiene un bigote, igual que el tuyo bonito. Dime. ¿Lo conoces?.

—No.... ¡no!. ¡No lo conozco!.

— ¡Oh...!. ¿te crees muy duro?. — sujetandole un pelo de la barba. — Veamos si esto te hace hablar.

— ¡Qué!. Enserio piensas, que conozco a todos los humanos, vestidos igual que yo. Usando una gorra con la inicial de su nombre y teniendo el mismo bigote. ¡Eso es muy loco!.

— ¡Bien!. — tomándolo con una mano. Mientras que con la otra, sujetaba la otra mitad del bigote. — ¡Dime!. ¿Tú lo conoces?. — gritando.

—¡Bien!. ¡Si!, ¡Si lo conozco!. El es mi hermano. Su nombre es Mario. Y es el mejor en todo el mundo.

— Y a la princesa. ¿Le parece atractivo?

— Yo eso no lo sé. —ya en estado de pánico. — Supongo que si. Si tiene un buen gusto.

Este con ira ya acumulada, termino arrancándole gran parte de este, y con brutalidad termino estampado en el suelo. Provocando un fuerte dolor, en muñecas, hombro y parte de su rostro.

— ¡Saquenlo de mi vista!. — mirando a los pequeños Shy-guy de máscara negra. — Encierrenlo en el calabozo. Veamos si ese tal Mario es tan rudo.

El suelo temblaba. Con cada paso que bowser daba alejándose, hasta el punto en que ya no lo vió en el horizonte. Ya que junto con el pequeño brujo, ambos se fueron levitando. Mientras sentía como pequeños toqueteos en todo el cuerpo, al ver con pequeña dificultan. Miraba, como aquellos, pequeños hombrecitos, lo levantaban.

Por alguna razón pensaba que sería arrastrado nuevamente, incluso ya tenía las muñecas en la posición para que las amarraran. Pero únicamente ponía nervioso al humano. Y con dificultad, este hizo que todos dejarán de caminar.

— Está bien... Puedo caminar. — cogeando un poco.

No entendía en qué momento. Aquellos pequeños hombres, caminaban al lado. Sin despegarse por completo, incluso hizo una pequeña prueba. Fingiendo caerse, y una sonrisa se dibujo en el rostro del plomero. Al ver que la gran mayoría de hombresitos. Estaban con las manos arriba, esperando agarrarlo.  ~Supongo... Qué no todos son malos aquí.~ Se decía a si mismo. Mientras seguía cogeando y era dirigido por aquellos pequeños hombrecitos vestidos de rojo.

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