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Puedo ayudarte, flor

El semblante serio de Damián se ve ligeramente interrumpido por la lástima que desprenden sus ojos.

- Verás, flor...- murmura. Estira los brazos por la mesa hasta que sus manos atrapan las mías.- Te voy a contar todo, ya es hora de que lo haga. Pero si tienes cualquier duda, por pequeña sea, necesito que me la hagas saber. ¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza. A estás alturas (y eso que no ha empezado a hablar) ya tengo más preguntas que durante estos días atrás.

- Necesito que tengas la mente muy, muy, muy abierta.- insiste.

- Damián, te vi. Vi a Kenia y tengo un puto tatuaje en el tobillo que me salió de la noche a la mañana. ¡Escucho los pensamientos de la gente! Créeme; tengo la mente más abierta de lo que me gustaría.

Damián suspira.

- Cuando el creador echó a Lucifer del cielo, él no fue el único en caer. Muchos caímos cayeron sin previo aviso, siendo acusados por diferentes tradiciones, e incluso de las que ni siquiera habían oída que fuesen un castigo.- Damián hace una pausa y me mira para comprobar que le sigo el hilo. Asiento en respuesta; lo que acaba de decirme no es nada nuevo.- Ahora empieza lo bueno.- murmura para sí.- Cuando los celestiales caímos...

- ¿Caísteis? Quieres decir que tu...- me siento morir. Damián no es un ángel, es un ángel caído, con lo cual...

- No. No soy un demonio.- aclara.- La gente habitúa a creer que somos iguales pero, en realidad, somos muy diferentes. En los caídos no reside mal, al menos, no uno como el que lleva a los demonios a hacer lo que hacen. Nosotros solo fuimos juzgados por no querer lo mismo que nuestro creador. Sin embargo, los demonios son la crueldad personificada. Se alimentan de vitalidad y... - ahoga sus propias palabras un segundo.- Joder... Ya la viste ayer.

Me pongo tensa en cuanto me da a entender que Kenia es un demonio. En realidad ya lo sabía, aunque no sabía que fuese tan literal.

Sin embargo, aunque la idea de haber sido amiga de un demonio durante tantos años de emisión vida, casi me supera, me mantengo firme. Damián suspira, creo que aliviado por lo bien que parece que me los estoy tomando.

- Sigue.- le animo.

- Cuando los caídos fuimos desterrados del cielo, fuimos liderados por Lucifer. Eso por un tiempo, claro.- la nostalgia se refleja en su mirada por un momento.- Al principio fuimos como una gran familia; todo era perfecto y apenas echábamos en falta nuestro antiguo hogar. Pero todo lo bueno acaba, y el principio de nuestro final comenzó cuando Lucifer se enamoró de Lilith.

» Se casaron, tuvieron dos hijas... Y de pronto, en menos de un año y cegado por el amor que le tenía a su mujer, Lucifer empezó a hacer claras distinciones hacia nosotros; ya no éramos una familia, éramos sus esclavos, sus soldados, sus comandantes...- Damián sacude la cabeza como si intentase borrar alguna imagen o recuerdo doloroso de su cabeza.- Esa familia era cruel, flor. Eran perversos, oscuros, y ansiaban vengarse de nuestros hermanos celestiales. Muchos de nosotros nos negamos a enfrentarnos a ellos, eran nuestros hermanos. Así que viendo que Lucifer obedecía órdenes de su mujer, y que se avecinaba una guerra... empezamos a organizarnos para huir de la ciudad.

» Los que pudimos huimos al mundo humano antes de que Lucifer nos asesinara por traición. Y los que no...- la voz de Damián se apaga por momentos y sus dedos me aprietan las manos. No sé qué recuerdo escabroso ataca su mente, pero por lo que me ha contado, intuyo que debió de ser horrible vivir aquello. Enredo mis dedos entre los suyos y los aprieto, demostrándole que estoy aquí y que puede tener mi apoyo.

- Obviamente, Lucifer, Lilith y todos los caídos que les siguieron, murieron en esa guerra. Fueron muchas las pérdidas, las familias y seres queridos que todos perdimos, pero supongo que nos alivió saber que Lucifer y Lilith estaban muertos y no volverían a organizar semejante masacre.

- Pero...- le interrumpo. Lo hago porque tengo una duda que aunque me da miedo, tengo que que aclarar.- sus hijas...

Sean hijas de quién sean, no puedo evitar sentirme mal por saber si vieron o no aquella masacre, o si tuvieron que presenciar la muerte de sus padres, o...

- No, no, no. Tranquila. Sus hijas eran apenas unas niñas cuando sucedió todo aquello. Los caídos que conseguimos huir de allí, volvimos a la ciudad y cuidamos de ellas. Eran muy jóvenes e inexpertas en todo, pero eran nuestras reinas al fin y al cabo. Hacer que formasen parte de esa nueva familia, era una manera de no cometer el mismo error que Lucifer cometió con nosotros, supongo.- esboza una media sonrisa triste.

Me siento apenada por toda esta historia. Imaginando a un Damián joven teniendo que huir de la ciudad donde creció y perdiendo a tantos seres queridos. Pero también me siento orgullosa de verle hablar de ese par de niñas que aun siendo sus padres los culpables de toda esa catástrofe, las cuidaron y criaron sin importarles nada.

- No te recomiendo hacer eso, flor.- advierte co seriedad.

- ¿El qué?- pregunto haciéndome la tonta, aunque ya sé de sobra que el condenado ha vuelto a hurgar en mi mente.

- Mirarme orgullosa por lo que hicimos ayudando a esas niñas.- replica.- Créeme, cometimos un error muy grave y se nos fue de control.- su mirada se vuelve dura, y su mandíbula se tensa tanto que hasta me parece escuchar el crujir de sus dientes.

No sé qué decir ni cómo reaccionar, la verdad. Así que me quedo mirándolo, inmóvil y a la espera de alguna explicación. Espero a que se relaje, y cuando sus ojos encuentran los míos, asiento levemente con la cabeza animándole a hablar.

- Lucy, la más pequeña de las dos, siempre mostró interés en vengarse por la muerte de sus padres. Al principio pensamos que se trataba de una reacción lógica pero, con el tiempo, a medida que iba creciendo... Se volvió incluso más perversa que sus padres.

» Su maldad no tenía límites, y su alma se tornó tan oscura, que incluso se enfrentó a su propia hermana por no desear lo mismo que ella.

Me quedo petrificada, asustada, con un nudo en la garganta y un incontrolable temblor en las manos. Damián me aprieta los dedos, muestra de apoyo y comprensión.

- No todo está perdido.- suspira.- Los caídos nos dividimos entre las hermanas. A Lucy le siguieron muy pocos, y los que le siguen solo lo hacen porque culpan a los celestiales de las muertes de sus queridos, en lugar de culpar a Lucifer.

No puedo entender cómo es posible que los mismo que sobrevivieron precisamente por no seguir a Lucifer en la lucha contra sus hermanos, ahora los culpen a ellos en lugar de al verdadero causante de la masacre. ¡Es que me suena ilógico!

- La sed de venganza es un sentimiento muy poderoso, flor.- Damián responde a mis dudas silenciosas.

Frunzo el ceño y le fulmino con la mirada. No me gusta que ande husmeando en mi cabeza. Pero, a pesar del enfado y la seriedad del asunto, él me dedica un ridículo mohín de inocencia inocencia, y yo no puedo evitar reírme.

No es momento de reír ni bromear, pero la actitud de Damián me ayuda a digerir esto y quitar buena parte de la tensión. He de admitir que Damián sabe cómo hacer más llevadera una conversación difícil y rara de narices.

- Bueno...- resoplo.- ¿Y qué hay de la otra hermana?

- Lirian es la hermana buena, por así decirlo.- Damián sonríe, y eso me tranquiliza.- Ella jamás quiso vengar a sus padres porque era plenamente consciente de que lo que les pasó, pasó precisamente por dejarse llevar por el odio. Así que ella fue la primera en posicionarse en contra de su hermana Lucy y dividir la ciudad y el reino. Pero tampoco es del todo buena, vaya. Aunque no sé cuáles son sus planes, no creo que sean buenos.

Entre toda esta historia, la mención de un reino, de una ciudad, y que Damián hable como si hubiese vivido todo en sus propias carnes, hace que se me ocurran varias preguntas que necesitan respuesta con urgencia.

- Damián... ¿Cuántos años tienes?

Damián se lleva una mano al corazón y fingiendo estar escandalizado.

- ¿Cómo me preguntas eso, flor? Es de mala educación.- se burla, y ambos nos echamos a reír.

- No, ahora en serio.- intento ponerme seria.

- Muchos más de lo que aparento, créeme.- confiesa, pero por la burla de sus ojos, creo que no piensa decirme cuántos exactamente.

- Entonces, deduzco que solo crecéis hasta una edad adulta y ya está, ¿no?- me aventuro a decir.

- Exacto, flore. Lo que vienen siendo entre unos 18 o 20 años.

Bueno, Damián no me va a decir su edad exacta, pero al menos es una respuesta, ¿no? Y ya que parece que es mi turno de preguntar, aprovecho para saciar mis dudas.

- ¿Dónde está esa ciudad de la que hablas? ¿Cómo es que hay un reino? ¿Cómo es que...?

- Oye, oye, oye.- me interrumpe riendo.- Tranquila, ¿vale? Déjame que primero te cuente la historia antes de hacer las preguntas.- arquea una ceja interrogante.

- Vale, las preguntas para el final.

- Las hermanas se dividieron y los habitantes de la ciudad también. Digamos que ahora hay dos reinos con dos reinas que se llevan a matar, literalmente. Supongo que ese fue el momento en el que todo empezó a ir de mal en peor, y la mierda salpicó a los humanos que hasta el momento vivieron felizmente en la ignorancia. Y...y ahí es donde entras tú.- su voz se apaga de repente. Su risa, la diversión en su mirada... Se apaga, todo se apaga, y mi cuerpo se tensa por la presión y el miedo de sus palabras.

¿Ahí es donde entro yo? ¿En serio? ¿En una guerra entre hermanas de quién sabe cuántos años y para nada humanas?

- Damián. Qué coño tengo que ver yo en eso.- inquiero, aunque la voz me tiembla.

- Lirian tiene todo un ejército de caídos bien entrenados para luchar contra Lucy, pero algo la retiene a hacerlo. Lucy en cambio, está aprovechando el momento para agrandar el suyo.

- ¿Y?

Damián frunce el ceño, pero sigue hablando.

- La mayor parte de los humanos están protegidos por celestiales pero...

- ¿Protegidos por los celestiales? ¿Te refieres a ángeles de la guarda?- el sarcasmo sale a relucir en todo su esplendor.- No me cuentes mentiras Damián, eso sí que no existe. Kenia intentó ahogarme en el lago y nadie estuvo allí para ayudarme.

Por fin. Acabo de acusar a Kenia en voz alta. Y con ello, una oleada de rabia e impotencia por recordar aquel momento, se desata en mi interior.

- Vete al grano y cuéntame la parte en la que cómo y por qué mi vida está en peligro.- exijo, bruta, salvaje, amenazadora... Demasiado fuera de lugar.

Pero es que la sola idea de saber la razón de por qué esa zorra ha intentado matarme, me vuelve loca.

La expresión molesta de Damián me deja saber que me he pasado al hablarle así. Él me está intentado explicar todo, y yo me estoy desquiciando. Quizá, esta es la reacción mas normal y humana. Quizá lo que no es normal ni lógico, es que haya estado encajando toda esta historia como si fuese algo de lo más normal. Aunque tampoco tengo opción de no creerlo, claro, porque ya he visto demasiadas cosas que evidencian la existencia de los ángeles y los demonios.

- Flor. Oye, tranquila, ¿vale? De momento le estás ganando. Te estás resistiendo, y ni siquiera sé cómo lo has conseguido.

- ¿Que yo qué?

- Verás, aunque no lo creas, lo celestiales protegen a los humanos. Aunque su poder no puede proteger a todos.- lo miro sin comprender.- Son los nacidos en cinco fechas específicas quienes están totalmente expuestos a ser dominados por demonios. Bueno... la realidad es que cada uno de los nacidos en esas fechas tenéis vuestro propio demonio interno. Lucy solo se encarga de incitarlo para reclutaros y que sirváis a su ejército. Por eso no te protegieron a ti, porque naciste un 12 de agosto y estás fueran de su alcance.

¡Oh dios mío!

¿Un ejército de humanos poseídos por sus propios demonios, luchando contra ángeles caídos? ¿Pero qué cojones es todo esto? ¿Cómo puede ser tan cruel esa mujer?

Me tomo unos segundos para respirar e intentar controlarme. Aferrándome a la idea de que perder el control y dejarme llevar por el miedo no es la solución, seguro que no. Además, Damián ha dicho que de momento le voy ganando la batalla y que no sabe cómo, y.... y yo tampoco, la verdad. Sobre todo, porque hasta ahora ni siquiera sabía que estaba peleando con alguien o con algo.

Un momento...

Esa sensación oscura que siempre amenaza con dominarme cuando me enfado; esa yo rebelde y peligrosa que siempre intento reprimir; esa cosa con la que peleo en mi interior; esa...

- Esa es Kenia incitando a tu demonio. Intenta oscurecer y reclutar tu alma para llevarte con Lucy.- explica Damián.- No sé cómo lo has hecho hasta ahora, pero sigue haciéndolo y mejora tu técnica. Porque si Kenia no lo consigue, Lucy enviará a otros, y aunque intentaré evitarlo, tendrás que estar preparada.

¿Cómo voy a hacerlo? Cada vez se me hace más y más difícil...

- Puedo ayudarte, flor.

- ¿Cómo?

- Solo tienes que mantenerte alejada. Dejarme que te mantenga todo lo alejada que no me has dejado hasta ahora.

Trago saliva con dificultad. Las palabras de Damián suenan casi como un ruego. Y aunque parte de mi quiere aceptar y dejar que él me proteja, otra buena parte de mí me asegura que esa no es la mejor opción. Tarde o temprano, como bien ha dicho él, vendrán más. Más, y seguramente peores que Kenia. Así que mi única salvación es aprender a protegerme por mí misma sin tener que depender de nadie.

Damián no puede estar veinticuatro horas cuidando de mí.

- No quiero que lo hagas, Damián. Quiero que me enseñes a defenderme. No puedes protegerme todo el día.

- Flor...- duda.- No es tan fácil como crees. Kenia solo es un emisario, una de sus comandantes. La serpiente no muere hasta que le cortas la cabeza, y créeme, Kenia no es la cabeza.

- Qué tengo que hacer.- insisto.- Dame una puta solución.- espero que la impotencia no se me note mucho.

Damián resopla frustrado, se pasa una mano por el pelo, incómodo. Me dedica una mirada triste, de lástima, niega con la cabeza como si estuviese desechando una idea alocada.

- Lo primero será eliminar al mensajero. Quizá así Lucy decida dejarte en paz, pero no es muy probable.- se acaricia la barbilla.

Me quedo en shock. ¿Eliminar a Kenia? ¿A la misma Kenia que en algún momento fue una de mis mejores amigas?

«No, no, no. Esa Kenia ya no existe.» Me recordó mi sentido común.

Y no puedo estar más de acuerdo con él. Duele, sí, claro que duele. Y aunque matar a alguien nunca ha entrado en mis planes, ahora tengo que hacerlo solo para poder salvarme. Sí. Lo haré. Tengi que poder hacerlo. Por mí.

- Enséñame a matar.

Damián me mira sorprendido por unos segundos, pero rápidamente se recompone y me dedica una media sonrisa plagada de algo que pude percibir como orgullo.

- La flor ya deja ver sus espinas...- ronronea divertido.

Cuando Damián aparca el coche en la en el aparcamiento del internado, me doy cuenta de que no he parado de dar vueltas a todo lo que me ha contado. No hemos hablado ninguna palabra, supongo que porque yo estaba demasiado liada intentado ordenar mi mente, y Damián ha decidido concederme ese espacio. Aún así, aunque creo que lo que me ha contado ya está más o menos absorbido hasta por la parte más incrédula de mi cerebro, te foto más preguntas.

- No me has contado nada acerca del tatuaje ni de por qué puedo escuchar las mentes de los demás o me curo rápido.

Damián suspira agotado, se frota los ojos con los dedos pulgar e índice y después su mirada se pierde en ningún lugar concreto del salpicadero de su coche.

- Eso solo son los primeros síntomas, tendrás más. ¿Recuerdas el día que te caíste en el bosque y te abriste la cabeza?- asiento.- Ese día, tu sangre hizo las veces bengala. Kenia vino aquí desde niña, con la misión de reclutar a todo el que pudiera para las tropas de Lucy. Lo intentó contigo pero, por alguna razón que ni siquiera yo puedo entender, no lo logró. Te resistes siempre, y eso te convierte en una especie de reto personal para Kenia, y un juego divertido para Lucy.

Trago saliva, nerviosa, temerosa, confundida. Aún no soy capaz de asumir eso de que tendré más síntomas, de hecho, estoy segura de que no podré soportarlo. Y ahora me entero de que soy un reto personal para ese par de locas.

- ¿Y el tatuaje?- intento apartar el miedo de mi mente.

- Como te he dicho antes, les resulta difícil oscurecer tu alma. Kenia ya lo ha intentado de todas las maneras posibles y, como última opción, hizo algo realmente arriesgado.- frunzo el ceño, totalmente confundida.- Verás, los nacidos en esas cinco fechas que te he dicho antes, están fuera de la protección celestial solo porque sus almas son más poderosas que las del resto de la humanidad. Sois más fuertes que cualquier humano. Digamos... Que tenéis un lado mortal y otro inmortal. Al ahogarte en el lago, lo que Kenia hizo fue empezar a despertar tu lado inmortal.

Ambos nos quedamos en silencio unos segundos. Mi mente funciona a mil por hora intentado asimilar toda la información con la mayor naturalidad posible, mientras que la lógica lucha por hacerse un hueco y dejarse oír entre toda esta historia.

No miro a Damián en ningún momento, pero puedo sentir el peso de su mirada a la espera de una reacción.

- No entiendo nada, Damián. No entiendo qué consigue matando mi lado mortal. No entiendo por qué va a por mí y no a por Dafne. Quiero decir, me alegro que no fuera a por Dafne pero...

- Shh. Tranquila. Es normal que no lo entiendas y te cueste asumirlo. No es fácil, es como intentar explicarle los colores a alguien que nació ciego.- Damián desliza la mano y me acaricia la mejilla.- Dafne no nació en ninguna de esas cinco fechas que te he mencionado antes.- el alivio al saber que Dafne está lejos de poder vivir o sentir todo lo que siento yo, me invade.- Lo que Kenia consiguió al matar tu lado mortal... Lo que hizo fue acercarte más a ella.

»Eso de oscurecer almas es la manera más sencilla y delicada. Pero matar tu lado mortal... Te hizo fuerte, poderosa. Y aun no sé ni por qué. No sé qué es lo que pretende contigo.

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