Siente cómo la vida escapa de su cuerpo, la sangre se siente seca en su rostro, sus ojos casi sin vida conectan con la vista de un hermoso cielo azul.

«Lo siento tanto, chicos. Al final, no era el más fuerte...»

Muere el mismo día en el que mató a Getō Suguru, en un día igual de cálido y hermoso.

Está en un aeropuerto, mirando a todas esas personas tan importantes, a todos aquellos a los que amó tanto, todos aquellos que murieron indirecta o directamente por su culpa.

Suguru está ahí. Su amado Suguru...

Los extraña tanto a todos. Está tan cansado de llevar el peso del mundo sobre sus hombros y todo lo que quiere es quedarse aquí para siempre y descansar.

Lo último que recuerda es haberse subido a un avión.

¿Eso fue real o un producto de su imaginación?

Cuando es consiente de nuevo el frío le congela hasta los huesos, la ropa húmeda por la nieve se pega a sus ropas, y tiene tanto frío. Está a punto de morir de hipotermia y no puede usar su Ritual Inverso para revertirlo, no puede usar el Infinito para no sentir.

Cuando abre los ojos le recibe un cielo gris y sin vida, llorando nieve sobre su cuerpo inerte.

No puede moverse, apenas puede respirar.

¿Está aquí sólo para morir otra vez?, ¿qué clase de castigo divino es éste?

Cuándo abre los ojos una vez más hay un par de orbes rojos como la sangre mirándole fijamente, la sorpresa pinta el rostro pálido y el chico de alborotados cabellos plateados suspira cuando sus miradas se conectan.

— Que bien, estás vivo —, dice con monotonía, pero alivio en su voz.

¿Está vivo?