¿Donde rayos?
Me despedí esa noche de David agradeciéndole la hermosa velada. Es un buen hombre, agradable y atento, pero no es Billy, y es a él quien mi corazón anhela. Me acuesto temiéndole al día de mañana.La mañana se levanta y yo no dormí bien.
¿Cómo hacerlo después de lo que escribí?¿ de lo que quedé?, ¿Cómo voy a mirarlo a la cara?Podría reportarme enferma pero si no es hoy será el jueves. Tarde o temprano lo veré. Así que, al mal paso darle prisa.
Llego al Instituto al que tanto me costo ingresar y que ahora estoy a un pelo (o mejor dicho a un beso) de perder. Saludo a David ( hoy no me detengo) y a Sara en el pasillo. Respiro hondo y entro.
Llegaron algunos... él aun no. Me siento y acomodo mis cosas. Les dirijo a los chicos algunas palabras amistosas. Y lo veo entrar ¿O cada día esta más lindo, o cada día me gusta más? Aun no lo decido.
Me dirige una miradita cómplice, y yo bajo la cabeza. Miro a otro lado. Espero un poco y al volverlo a ver, ahí está esa misma mirada y una sonrisa que la acompaña. Parece decirme "Tenemos un secreto"
Comienzo la clase con una prueba sorpresa. Escucho un "nooooo" generalizado. Pasan unos minutos; Jeremy se levanta y me pregunta algo, le explico con toda la paciencia que se merece. Es un poquito lento pero aplicado.
Los cuarenta y cinco minutos que les di para terminar la prueba están por terminar cuando Billy se levanta y viene hacia mí con la hoja en la mano.
«Si, claro. Podrías hacerla con los ojos cerrados»
—Seño—comienza, al llegar a mi escritorio—¿Puedo preguntarle algo?
Sus lindos ojos celestes brillan tanto.
—Si, Billy... ¿Qué?
—No entiendo algo—dice, acuclillándose para luego señalarme la hoja.
Miro donde señala para ver que es lo que no entiende.
"No entiendo como puede verse tan linda por las mañanas"
¿En serio?... ¿Por qué me hace esto? Voy a derretirme en el asiento.
—Es lógico, ¿no crees?—le respondo con un doble sentido más que obvio para él— Es lo que se necesita para captar la atención del lector.
—Oh si, ya lo veo. Pues captó mi atención hace mucho. Es una obra hermosa, perfecta—me dice.
Y entiendo, por supuesto. Suspiro (involuntariamente) y lo miro a los ojos.
¡Qué alguien me lo saque de enfrente o voy a terminar besándolo en medio de la clase!Misericordia divina...
Él me sonríe, se pone de pie y vuelve a su lugar.
¿Y cómo definir mi estado después de ese inicio? Ni hablar...¡Ansiedad extrema! Lo miro de a ratos con disimulo. A veces nuestras miradas chocan y mi pobre corazón se acelera cual motor de Formula 1. Noto la forma en que se humedece los labios con la lengua (no lo había notado antes) Parece una costumbre... una muy sexy.
«Cordura ven a mí» clamo en mis pensamientos. Pero mi cordura debe estar de vacaciones en Tahití, porque no aparece. No puedo huir, así que me quedo ahí. Entregada a el control total que tiene este hermoso joven sobre mi corazón, mi mente y mi cuerpo. Termina la hora y la prueba. Espero un poquito más a los rezagados.
¡¡¡Fin!!!.... ¿Dónde están las salidas de emergencia?
Todos salen, menos él y yo claro. ¿Por qué torturar solo un poco si el tiempo da para más?Se acerca hasta donde estoy. Otra vez se pone en cuclillas apoyando sus brazos en el escritorio.
—No me llego su respuesta ayer—me dice, iniciando mi calvario personal.
—Me quedé sin crédito—le respondo, mientras finjo que chequeo unos papeles.
—¿Y cuál era?—me pregunta con una sonrisa de lado.
—Si.
Mi respuesta es corta, simple y fatal. Los días contados desde el veredicto a la condena.
Él sonríe más, dejándome admirar esas perlas que tiene por dientes.
—¿En donde? Debe ser un lugar privado... para conversar.
Privado y pausa... Niño manipulador.
—Si, ¿qué tal el parque Central a las dos?
—¿Un parque, eh? Muy privado—dice mi caramelito y luego se ríe.
—Es para conversar. Así que sí, es perfecto.
—Muy bien, Seño, es una cita. Una indiscutible esta vez.
Busco sus ojos y de pronto lo siento tan cerca.
—Una cita, ok. Te veo luego—lo intento despedir, pero fracaso.
—¿Puedo pedirle algo?—me pregunta, y conozco bien esa cara de travesura.
—Si, ¿qué es?—Me dice caramelito, amo que lo haga—susurra.
La presión por las nubes, el corazón en la garganta, el pulso a mil... a diez mil. Me inclino para ver hacia afuera, asegurándome de que nadie este oyendo. Luego trago saliva y me acerco un poco más a él.
—Mi caramelito.
Billy se muerde los labios. Luego se levanta, camina hasta estar del otro lado del escritorio, se arrodilla a mi lado y poniendo su rostro junto al mío me dice al oído.
—Solo suyo, Seño.
Después de guiñarme un ojo, se levanta y se retira.
No encuentro una neurona que se conecte con otra para procesar un pensamiento coherente. Dos cosas. Si así comenzamos, ¿Cómo vamos a terminar?Y, ¿Dónde rayos te puedes esconder cuando ansías locamente que te encuentren?
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