Ayuda.
Mi primer día fue bastante tranquilo. Me dediqué a conocer a los chicos, a memorizarme sus nombres y a escucharlos. A su vez investigué un poco sobre sus gustos literarios, que no eran muchos.
Una jovencita llamada Cassandra, o Cassie como me dijo la llamara, de lentes de armazón rosado y actitud introvertida y callada, fue la primera en comentar sobre lo que había leído en vacaciones. La transformación que sufrió cuando comenzó a explayarse sobre el contenido de ese libro que tanto le había gustado me dejo muy asombrada. Era notoria su pasión por la lectura y su rauda imaginación. Pensé en que sería grandioso ayudarla a que ella también descubriera ese talento interior.
Mi otro punto de atención fue Bill, el tímido adolescente de ojos claros. Él parecia estar completamente incomodo durante la clase, como si deseara estar en cualquier otro lugar que no fuera allí. En realidad no me extrañaba mucho, las mudanzas afectaban mucho a los niños y jóvenes. El desarraigo de sus costumbres, el cambio de hábitos, de escuela, de amigos, suele ser todo un trama, y más en esa etapa de desarrollo tan crucial. Decidí hacer mi mejor intento para ayudarlo a salir de su claro ensimismamiento.
Al terminar la hora guarde mis cosas con parsimonia mientras los chicos salían del aula. Estaba tan concentrada en ello que me sobresalte cuando oí una voz muy cerca mí.
—Señorita Barlow.
Era Bill. Se estrujaba la manga de la camisa mientras me miraba. Se notaba que estaba nervioso.
—Bill, me asustaste, pensé que ya habían salido todos—le dije—¿Necesitas algo?
—Yo, bueno, eh...—comenzó a balbucear—yo quería decirle que, en mi otra escuela, en mi país...pertenecía a un grupo de lectura. Quizás, no sé, si usted tiene planeado hacer uno aquí, bueno, me gustaría participar. Si lo hace, claro, no es que deba pero, ya sabe, me gustaría.
Lo mire gratamente sorprendida. Los alumnos no solían venir a mi con esa clase de propuestas.
—Si Bill, por supuesto. No estaba dentro de mi programa pero me parece una excelente idea.
Él sonrió haciendo con ese gesto que se le iluminara todo el rostro. Se palmeó los muslos despacio y pude notar que tomó seguridad.
—Es Billy, señorita. Todos me dicen Billy, no Bill.
Espere que dijera algo como "Bill es mi padre" y ese tonto pensamiento me hizo sonreir.
—Billy será entonces—le dije—Te entiendo, mi nombre es Elizabeth pero desde niña me han dicho Lizzie.
Nos miramos por un pequeño momento en el cual creí oírlo suspirar.
—Bueno, muchas gracias señorita Barlow. Hasta mañana.
Su nariz respingada se arrugó al decir esto último. Se me hacía adorable, como un pequeño y asustadizo cachorro. Sería bueno ayudarlo a salir de la cueva en la que estaba.
—Hasta mañana, Billy. Y gracias a ti.
La noche me alcanzó con una porción de pizza en la mano y una película antigua en el televisor que estaba a pasos de mí. Estaba cansada. Ademas de enseñar Literatura en mi nuevo colegio también la enseñaba en una escuela pública, en este caso en primer año.
Sentada en mi desgastado sillón cerré los ojos dejando que mi mente volara un poco. Había tenido un buen día, un buen inicio, un buen comienzo. Estaba necesitada de lo nuevo. El pasado y sus recuerdos, y sus voces lejanas pero persistentes me habian hecho daño por mucho tiempo. Era hora de dejar de mirar hacia atrás.
Comenzaba a adormilarme cuando la imagen que se presentó ante mis ojos me despabiló.
Un par de ojos celestes mirándome con timidez.
—No, Lizzie, no lo hagas de nuevo—susurré en voz baja.
Y es que me conocía bien. Cuando comenzaba a pensar en un alumno más de la cuenta era porque ya lo había identificado como un posible "proyecto". Se que eso esta mal, por supuesto, las personas no son proyectos personales de nadie, pero a veces no lo podía evitar; la joven que sufría bullying por su peso, el estudiante con problemas de aprendizaje, el que tenia problemas de conducta, siempre encontraba a alguien a quien ayudar, y en ocasiones lo hacia. Aunque es verdad que muchas veces mi preocupación se malinterpretaba, o era molesta o simplemente era rechazada. No se porque lo hacia, tal vez era porque hubiera querido que años atrás alguien me ayudara, que viera mi dolor, que se preocupara y ocupara por indagar mas, mas que ¿esta todo bien Lizzie?, ¿sucede algo?
Lo hubiera deseado, pero no ocurrió. Mi soledad y yo transitamos nuestros dolorosos secretos en soledad, acompañados solo por la vergüenza.
Lloré un poco antes de dormirme ahí mismo en el sillón. Con la imagen de esos deslumbrantes ojos fijos en mi mente.
Por alguna razón que desconocía el día siguiente me desperté con mucha energía. Me duché y escogí de mi closet un par de jeans oscuros, unas botas de taco bajo, una camisa celeste cielo y una chaqueta de finísimas rayas grisáceas. Al pasar por el espejo de mi cuarto me detuve para observarme un poco mas en detalle. Mi cabello castaño rojizo estaba algo descolorido y clamaba por una visita a la peluquería, mis ojos verdes estaban muy brillantes esa mañana. No quise indagar en el porqué.
Antes de ingresar a mi aula, Clara, la profesora de Matemáticas, una mujer de mediana edad rolliza y muy risueña me dio la bienvenida que el día anterior no pudo darme. Aun con ese pequeñísimo retraso llegue antes que nadie. O eso pensé antes de ver quien se encontraba sentado al fondo. Billy, perdido bajo un gorro de lana que igual dejaba ver algunos de sus rulos rebeldes.
Cuando escuchó mis pasos acercarse hasta el escritorio se limpió con rapidez el rostro con la manga del uniforme.
Me dirigió una sonrisa tan apagada como su mirada. Me picó la curiosidad conocer la razón de su tristeza. Sé que podía ayudarlo, simplemente lo sabia.
"Personas, no proyectos Lizzie" me recordé.
Pero ya era tarde. Billy ya había sido "marcado" por mi anhelo de ayudar a otros. Casi casi se podría decir, que tenia una enorme X grabada en la frente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro