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↬Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 28↫

Compadecimiento.

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J. Jung Kook

     Bajamos en dirección al comedor nuevamente, solo se escuchaba una gran algarabía afuera de esas cuatro paredes, no quisiera estar adentro escuchando sus gritos y respuestas altaneras sin sentido, era inmaduro. Si mi padre no pudo hundirme en el pasado, no lo haría en la actualidad, tendría que ser más inteligente para ello.

     Soora tomaba mi mano con suma confianza, mientras yo hacía avanzar la silla de ruedas con los botones que tenía en el brazo derecho e íbamos a un ritmo poco apresurado; si fuera por mí, me hubiese dado la vuelta e ido a un lugar tranquilo muy lejos de aquí, dejando aquel fuego encendido y que poco a poco comenzara a extinguirse, sin preocuparme que podría quemar el interior de mi casa, total, era material, podría mandar a construir una casa mejor.

     —¿Estás bien? —pregunté deteniendo el paso de la silla de ruedas y en el mismo instante, dándole la vuelta a Soora para que me mirara.

     —Sí, ¿Por qué? ¿Tú no estás bien? —preguntó con aquella sonrisa que podría derretir cualquier corazón helado, mostrando una dulce sonrisa y su linda dentadura.

     —Estás un poco pálida, supongo que es por la situación. —asumí, pero me arrepentí minutos después— ¡SOORA!

     Mi esposa se tambaleó y con mi mano intenté atraerla a mí, a mi cuerpo, evitando que cayera al suelo afectando a nuestro bebé y su bienestar. Su torso y cabeza estaban en mis piernas, mientras sus piernas y pies estaban casi suspendidos en el aire. Acaricié su rostro pálido y la acurruqué más en mi pecho, analizando que podría haber pasado, pero algo me alertó más que cualquier cosa... sangre.

     Había mucha sangre escurrida en el suelo y entre sus piernas, respiré profundo, mirando como toda mi vida pasaba en cámara lenta, estaba perdiendo a la persona que realmente amaba. Tenía miedo y estaba paralizado, ¿Qué debía hacer? Estaba asustado y me veía como un cobarde, mientras mi esposa estaba desmayada casi en mi regazo con sangre saliendo de ella, ¿Estaría herida?

     —¡NANA, JENNA! —grité desesperado— ¡NECESITAMOS AYUDA!

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     ¿Qué era morir en vida? Podría resumirlo como la pérdida del entusiasmo y los escasos sentimientos de ilusión para enfrentar los días. Así me sentía en estos instantes de tortura y soledad.

     Ví a la doctora de emergencia, Yi Minyoung, acercándose a mí con una expresión triste, no importaba lo mucho que ella quisiera convencerme de que todo estaría bien, porque su moral y ética estaban comprometidas por su expresión facial.

     —¿Esposo de la Señora Jeon Han Soora? —preguntó resonando sus tacones negros a lo largo del pasillo.

     Me acerqué a ella en mi silla de ruedas, mientras le indicaba a Carlos por medio de una seña con mi mano izquierda que se quedara en su posición.

     —Sí. Soy Jeon Jung Kook —me presenté con suma preocupación, esperando aquel golpe bajo— ¿Qué tiene mi esposa? —no quería balbucear, ni andar con rodeos, no tenía tiempo para ello, ¿Y si le quedaban horas de vida? No sería un imbécil para perder el tiempo junto a ella.

     —Primero necesito que tome esta noticia con calma —sus palabras salían de su boca, mientras sus labios se movían a cámara lenta.

     —¿Estarán bien mi esposa y mi bebé? —mis palabras y preguntas salían temerosas de mis labios finos, esperando tener una repuesta positiva aunque fuera mentira.

     —Su esposa se encuentra estable y su bebé... —relamió sus labios con paciencia, dejándome un terror por dentro.

     —¿Qué pasó con mi bebé? —rogué en mi interior por su vida, aunque no era alguien religioso, creía en un Dios más allá de nuestro entendimiento y conocimiento.

     —Seré directa con usted, señor Jeon —tomó aire dejándome cada vez más impaciente—. Su esposa sufrió un aborto.

     El mundo se detuvo, todo estaba en pausa mientras mi cerebro intentaba obtener el significado de esa palabra.

     —¿Un aborto?

     —El aborto es la pérdida del embarazo —explicó afirmándome uno de mis tantos temores—. Normalmente, ocurre la pérdida de gestación de un embrión o feto que tenga menos de medio kilo o hasta la semana 22. En el caso de su esposa y la pérdida de su feto, era de un peso inferior e incompatible con la vida, también se le considera aborto —ella entrelazó sus manos, dándose aquel confort por darme tan dolorosa noticia.

     Mis manos comenzaban a sudar y mis ojos los sentía con cierta pesadez, ¿Acaso estaba sumergido en una pesadilla? Porque quería despertar de ella.

     —¿Fue inducido? ¿Alguien que quisiera dañar a mi esposa? —no tenía enemigos, pero desde que mi familia apareció, cualquier miembro podía ser sospechoso y al mismo tiempo, lograría lastimarme de la peor forma... Atachando su objetivo de la larga lista.

     —No, pero se pueden producir de ambas formas, espontánea como inducida. Sea cual sea el caso, el aborto concluye con la expulsión del feto a través del canal vaginal —explicó detalladamente, mientras pensaba en ¿Cómo estaría mi esposa? Si yo estaba impactado, ella debía estar en una severa depresión, acabamos de perder a nuestro bebé.

     —¿Cuál fue la suya? —pregunté con el corazón en la boca, ¿Y si no era lo que quería escuchar?

     —Fue espontánea, señor Jeon —Mi duda y sospecha habían sido disueltas, sintiéndome un poco aliviado.

     No tendría que mandar a matar a nadie.

     —¿Por qué ocurrió? —quería respuestas, no podía creer que mi bebé ya no estuviera... el producto de nuestro amor.

     —Hay que tener en cuenta que más de la mitad de los óvulos fecundados no son viables y se expulsan de forma espontánea; para la mayoría de las mujeres esto pasa desapercibido ya que los únicos signos que se dan de este hecho es un sangrado ligeramente mayor del habitual durante la menstruación.

     Cerré mis ojos, procesando la información dada, ¿Esto era una cámara escondida? Ya podría salir aquel camarógrafo y sorprenderme, estaba listo para levantarme y golpearlo a la cara.

     La miré sin saber que decir o como actuar, simplemente, dejé de procesar todo y abandonar el sitio en donde estaba de forma astral.

     ¿Cómo iba a ayudarla a superarlo si yo me estaba derrumbando por dentro? Era como intentar ayudar a un ciego a ver, sabiendo cual era su diagnóstico.

     Era patético.

     ¿Cómo podría verla a la cara y no sentirme culpable? Mi familia tenía la culpa, su presencia nos llevó a esto. Cada visita que tengo de su parte vienen acompañada de una gran desgracia.

     ¿Cómo podría ser su roca si ya estaba fracturado mi interior? Pronto sólo serían pedazos esparcidos por el suelo.

     No podría estar con ella.

     ¿Cómo podría? Ver su rostro con las mejillas rosadas de tanto llorar y decirle que todo estará bien era una vil mentira, nada estará bien.

     No ahora por ahora.

     —Lo lamento tanto, Señor Jeon. —me dedicó una mirada cargada de compadecimiento—. Debería estar con ella, lleva unos minutos despierta —habló la doctora sacandome de mi ensoñación.

     Miré mi regazo y habían unos pequeñas gotas adornando el pantalón de mi traje, entonces me dí cuenta que estaba llorando y que aún por mis mejillas se escurrían algunas lágrimas sin parar.

     —Sí, lléveme con mi esposa, por favor.

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