↬Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 22↫
No lo entiendes,
Soora.
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Y. Han Soora
—¿En dónde está? —pregunté al personal que estaba siendo interrogado por Nana, un cuchillo de la cocina es imposible que se pierda de la noche a la mañana en una propiedad privada— ¡¿En dónde está?! —quería descartar la idea de Jung Kook queriendo acabar con su vida.
—Señora Jeon, lamento decirle que nadie sabe en donde se encuentra el cuchillo, ni el señor Jeon —tragué saliva cuando una de las señoras de la limpieza me dirigió aquellas palabras.
Sabía que Jung Kook estaba en casa porque todos nuestros choferes estaban delante de mí siendo interrogados, pero no había señales de Jeon por ningún lado, había mucha tensión en el ambiente y más cuando tus hermanas mayores veían preocupadas la escena... ¿Qué se suponía que debía hacer? Yo no era nada, ni nadie; solo era Soora, la esposa que compró Jung Kook en una casa hogar, sin título, ni trabajo y menos, bienes propios.
Esperen... Si quisiera deshacerme de mi vida, ¿En dónde lo haría?
—El baño —susurré viendo hacia el suelo, ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
—¿Qué dice, señora Jeon? —nana me abrazó por detrás, dándome tranquilidad y confort, pero eso no era lo que necesitaba ahora.
—Él está en el baño de nuestra habitación —dije apartando las manos de Nana y le dediqué una mirada tranquilizadora.
—¡Vamos, debemos... —interrumpí al jefe del personal, el señor Min Dante.
—Por favor, quédense aquí, yo hablare con él —dí la orden y salí disparada en dirección a las escaleras, ni siquiera me importaba si habían escuchado o acatado mi orden, solo quería respirar con tranquilidad sabiendo que él estaba ahí y podría detener su acción.
Abrí la puerta con fuerza, sabía que había resonado en toda la propiedad, pero eso era lo de menos. Llegué a la puerta de su baño y como supuse no pude girar la perilla, estaba cerrada con llave y era porque posiblemente Jeon esté metido adentro atentando contra su propia vida.
—¿Jung Kook? —toqué dos veces la puerta, pero no obtuve respuesta—. Jung Kook, sé que estás ahí —la seguridad me invadía, yo sabía que él me escuchaba fuerte y claro.
—Vete, Soora —dijo desanimado detrás de la puerta y pude respirar con calma, recobrando el aliento de aquella carrera.
—Kook, ábreme, por favor —pedí con el corazón en la boca—. Esa no es la solución y lo sabes —tenía esperanza, pero no la abrió.
Estaba hablando sola, porque la persona que estaba detrás de aquella puerta tenía intenciones de ignorar mi persona y mis palabras.
—Lo es. Solo te compré para sentirme vivo, pero me equivoqué.
Sus palabras erizaron mi piel y no por lo lindo que fueran, si no por lo roto que se escuchaba al decirlas.
—Pensé que había cambiado tu vida —quizás me había equivocado.
—Lo hiciste, pero no es suficiente —un golpe seco se escuchó adentro, alarmandome por completo—. No soy suficiente.
—¿Por qué haces todo esto? —me recosté de la puerta, deslicé mi cuerpo y espalda por ella, sentándome en el frío suelo de madera— ¿Por qué me haces todo esto?
—Estoy cansado, frustrado y desesperado... Jamás volveré a caminar, Soora, es una realidad. Deja de darme falsas esperanzas... Todos me han dado la espalda, ya no importo, ni siquiera valgo lo mismo de antes —sus palabras salían duras y sentía como se le hacía un nudo en la garganta.
—No, no, no —negué a punto de derramar unas lágrimas, pero si lo hacía le daba más fuerzas para cometer tal acción suicida—. Escúchame, prometiste que lo harías si mi vida dependiera de ello ¡Y te estás rindiendo! —grité furiosa—. No lo hagas, por favor... Yo te lo pido —quizás arrodillarme delante de la puerta era inútil, pero aún no perdía la fe.
El silencio inundó la habitación y solo rezaba por no ver un hilo de sangre saliendo del interior del baño. Cerré mis ojos con fuerza, eliminando cualquier rastro de pensamientos negativos, dejando que al mismo tiempo se escuchara el click del seguro de la puerta, había sido abierta por Jeon desde el interior.
Abrí mis ojos y lo miré,e sentía aliviada, él estaba en su silla de ruedas con su típico traje con el que iba al trabajo, era azul marino con diseño en las manga de un azul más claro.
—Jamás vuelvas a arrodillarte delante de nadie, no te menosprecies de esa manera, Soora —soltó con molestia.
Me puse de pie y me lancé a sus brazos, aunque no fuese eso lo que él necesitaba, yo sí quería sentir los palpitos de su corazón y su calidez, no quería que fuese solo una simple ilusión.
—Cállate y abrázame —su rostro estaba literalmente pegado de mis pechos, pero en este momento era lo que menos importaba.
—¿No te sientes avergonzada? —lo miré un tanto desconcertada—. Tus pechos son cómodos —los colores invadieron la piel de mis mejillas... Pensaba que no se había dado cuenta de ese pequeño detalle— y me llaman para devorarlos —vaya, Jeon había salido del baño con un mejor humor.
—Así no me vas a convencer de obviar la parte de llevarte con un especialista —dejé un casto beso sobre sus labios y me fuí alejando de él, no iba a recompensarlo por sus acciones.
—No lo entiendes, Soora —su mirada se apagó de nuevo y me tensé, ¿Qué había pasado mientras yo no estaba ésta mañana?
—Ilumíname, Jeon —pedí tomando una de sus manos para encaminarnos hacia la salida de la habitación.
Su silla de ruedas iba a mi paso y al estar cerca de la puerta salimos por ella tomados de las manos en dirección al ascensor.
—Mis padres quieren venir a visitarme, a visitarnos —soltó con dificultad— y quieren conocerte —agachó su cabeza con arrepentimiento y vergüenza—. No quería que mi padre te hiciera algo y solo se me ocurrió acabar con mi vida, así dejarías de ser el punto principal de su visita —paré en seco antes de entrar al ascensor.
¿Él iba a quitarse la vida solo por mantenerme a salvo? Jeon estaba más loco de lo que pensaba y quisiera decir que no era por mí, pero sí, Jeon estaba loco por mí.
—Estás loco, Jung Kook, ¿Por qué no solo me consultaste? Hubiésemos buscado una solución juntos —insistí, estábamos casados y de alguna forma sentía el impulso de hacer algo por él también.
—¿Y cuál sería? —mostró aquella sonrisa burlona que tanto amaba y detestaba a la vez—. Ilumíname, Soora.
—Hagamos un bebé —solté como si no estuviera desesperada por tener relaciones sexuales con él.
—Estás loca, ¿Ahora? —me miró inexpresivo por mis palabras.
—Ahora.
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—¿Estás segura de todo esto? Luego de la penetración ya no serás... virgen y no habrá vuelta atrás, Soora —él estaba asustado y podía verlo a través de sus hermosos ojos, no sólo porque fuera mi primera vez, si no, que él no quería lastimarme y dejar un mal recuerdo.
Habíamos explicado al personal que el cuchillo había sido extraviado por el mismo Jeon al terminar de comerse una manzana roja ésta mañana, algunos creyeron el relato que habíamos contado, pero otros sólo asintieron por educación, mientras en sus cabezas buscaban otras respuestas que nos negábamos de dar.
Después de almorzar y luego de cenar, le pedí ayuda a Carlos para que subiera a mi esposo a su cómoda cama, mientras en ese momento yo me arreglaba y vestía con una lencería de encaje roja, quería que Jung Kook me deseara y comiera con los ojos, sin dejar de recorrer toda la extensión de mi piel con sus ojos ansiosos.
El episodio de ésta mañana me hizo darme cuenta que las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, sin importar que dolor o felicidad deje en aquella persona, sólo cambia sin avisar.
Jamás me había sentido tan desesperada por salvar a alguien que comenzaba a querer y menos por un motivo tan tonto para mí, pero tan significativo para él; desde ese momento comprendí que cada uno tiene consigo sus demonios y lo sobre llevábamos de diferentes maneras.
—Estoy segura, quiero que seas el primero en todo, Jung Kook —solté saliendo de la puerta del baño de la forma más sensual que se me había ocurrido—. No quiero a nadie más.
Sus ojos no dejaban de seguirme y me sentía poderosa.
Él estaba en medio de la cama sin camisa y posiblemente, sin ropa interior, cubierto por la sábana de nuestra cama. Llegué al extremo de la cama matrimonial y subí con cuidado, no quería que se hundiera mientras caminaba hacia él, seguí hasta subirme en la parte de su cadera, ambas de mis piernas estaban a los lado de su cuerpo y mi intimidad estaba muy cerca de la suya, sólo nos separaba dos finas telas, la de las sábanas y la de mis bragas de lencería.
—¿Qué estamos haciendo, Soora? —sus manos subieron por mis piernas hasta quedar en mis caderas.
—Haremos un bebé, Jung Kook, ya te lo había dicho —estaba un poco enfadada, nunca había anhelado tanto éste momento, de principio sólo me aterraba.
—¿Segura?
Alcé una ceja y con mis manos comencé a acariciar su duro pecho, a mi antojo y sin que nadie pudiera juzgarme.
—Si vuelves a repetirlo, en serio me voy a lamentar de este momento.
Era mentira, pero sería más fácil si él se callara un rato y se dejara llevar por el momento, haciéndonos uno y disfrutar de nuestros cuerpo, de la cercanía y del placer que pronto sentiríamos.
Sabía que mis hermanas estaban en casa, pero eso no nos detendría o por lo menos, no a mí, tenía pensado gemir a los cuatro vientos y disfrutar al máximo la primera vez de mi orgasmo.
—Entonces, ven aquí —sus veloces manos me atrajeron a su boca con poca delicadeza, chocando nuestras bocas con deseo.
Jamás me había sentido tan excitada, bueno, nunca me había excitado antes y menos por un hombre, ni aunque estuviese muy bueno como para comerlo sólo con los dedos.
Sus manos estaban en mi nuca intensificando el beso; sentí sus manos bajar por mi espalda, justo en el broche del sostén de encaje y no lo negaré, me tensé un poco al sentir como aquella prenda comenzaba a abandonar mi cuerpo.
Alcé mis brazos un poco, haciendo más fácil su acción de desaparecer dicha lencería. Por inercia, mis caderas comenzaron a moverse a un leve compás encima de él sintiendo algo extraño crecer debajo de mí, aunque sabía que era su polla, también me refería al deseo que tenía de ser... Penetrada.
—Dios, Soora... Me vendré sin siquiera haberte penetrado —comentó al finalizar el beso, sus ojos brillaban y mis deseos de continuar se intensificaban.
—No quiero que te contegas, Kook. Ni sé lo que hago —confesé avergonzada.
—Jamás te haría daño, Soora —sus ojos eran los de un lindo cachorrito, miedoso de hacer algo malo.
—Lo sé —sabía que no me trataba como a las demás, pero también quería sentir lo que era un buen sexo o un gran polvo.
—Por eso, quisiera empezar contigo algo leve, con un exquisito frote de sexos —al escuchar sus palabras salir de forma discreta me hice la desentendida—. Que frotes tu vagina contra la longitud de mi polla... haciendo fricción —alcé una ceja, ¿Por qué le ponía nervioso decir una parte del cuerpo? Él era el especialista en sexo y le daba miedo ser como es conmigo.
—Está bien, Kook —dije de forma sumisa, aún no sabía cómo le gustaba ser montado o si tenía alguna fantasía, pero pronto lo descubriría.
Me alcé un poco encima de él y desaté los nudos que le había hecho a la lencería de abajo, aventandola por algún rincón justo después de poder deslizarla delante de mi cuerpo sin cuidado y ahora sólo quedaba la sábana que estorbaba, Jeon leyó mi mente y con cuidado me recostó en su pecho, mientras ambos quitabamos las sábanas de su cuerpo. Al volver a mi posición inicial pude sentir aquel gran trozo de carne rozar con mi apretada intimidad.
—Solo debes moverte un poco encima de mi polla y... Ahgg, Soora —aquel gemido o jadeo de su parte era música para mis oídos.
Su erección estaba contra su abdomen y sin más comencé a frotarme contra su polla, deslizando los labios de mi vagina desde la base de su polla hasta casi la punta, estaba ardiendo en llamas y tenía unas cuantas venas sobresalientes incitandome a moverme un poco más rápido.
Mis pechos rebotaban un poco con el movimiento y como si lo invitara, Jeon tomó ambos de mis pechos con sus manos y comenzó a masajearlos, sacándome unos cuantos gemidos y a la vez, aumentaba lo mojada que estaba.
Dios, Jung Kook era grandioso y aún no estaba dentro de mí.
Estaba empezando a cansarme ¿Y cómo no? Tenía una gran extensión de carne bastante deseable, así que me aferré a los hombros de mi esposo para sostenerme, cuando lo hice me aterré, podía sentir la cabeza del miembro de Jung Kook casi en la entrada de mi intimidad, pero sus manos en mis caderas me hicieron relajarme un poco, supongo que él también lo había sentido.
—Podemos parar, solo si...
Sus palabras quedaron en el aire, ataqué sus labios con emoción, por ahora me gustaba todo lo que estábamos haciendo. Él me hacía sentir segura y querida, no podría pedir más que eso.
—Cariño —me llamó al juntar nuestras frentes luego de aquel fogoso beso.
Lo miré en respuesta, me faltaba el aliento como para poder responderle con palabras.
Sentí sus manos en mi cintura y sabía lo que se avecinaba, tendría que autopenetrarme con cuidado de no desgarrarme y en cierta forma, habíamos llegado a la parte que me preocupaba. No quería derramar ninguna lágrima frente a él por el dolor que he de sentir allí abajo.
—Acuéstate con las piernas abiertas encima de mi pecho —aquella petición no me la esperaba.
—¿Por qué? —cuestioné con extrañeza.
—Voy a prepararte, no quiero que te duele más de lo necesario —su acción y palabras me parecieron más que tiernas.
Besé de nuevo sus labios con ternura, nunca dejó de preocuparse por mí. Hice lo que me había pedido, tenía mi trasero en la mitad de su pecho y ambos de mis pies al lado de su cabeza, totalmente expuesta ante él.
Sus dedos recorrieron mis labios vaginales, una y otra vez, luego para acercarse a mi clítoris haciendo movimiebtos circulares, sintiendo una gran corriente eléctrica de placer.
—Dios... Kook —era inevitable no gemir ante esos dedos mágicos.
Un dedo amenazó con entrar, pero confiaba en él y sus experiencias, al estar dentro de mí sentí una pequeña invasión nada dolorosa, todo lo contrario, era muy placentera. Lo metía y sacaba como todo un experto, al cabo de unos minutos sentí la presencia de otro dedo dentro de mí y al mismo tiempo un incómodo dolor, pero nada que no pudiera soportar.
—Estás tan mojada, cielo —y vaya que lo estaba, podía escuchar mi humedad y más cuando los dedos de Jung Kook entraban.
Gemir y gemir, estaba disfrutando como nunca y sólo eran unos hábiles dedos dentro de mí.
—Estás lista, preciosa. —comentó y con vergüenza me levanté con cuidado de su pecho, volviendo a la posición anterior.
Al mirarlo, pude observar como metía en su boca aquellos dedos que habían estado dentro de mí hace unos segundos.
—Eres exquisita —su acción me excitó. Mi esposo me había probado—. Ahora comenzaremos con lo bueno —comentó con paciencia—. Levántate un poco y dirigiré la punta de mi polla hacia la entrada de tu vagina, te autopenetrarás poco a poco y si duele, paras —explicó con lujos y detalles.
Me elevé como había descrito y sentí la punta de su pene en mi entrada siendo dirigido por él, sin pensarlo demasiado, sólo me dejé caer poco a poco. Una de las manos de mi esposo me ayudaba a autopenetrarme y la otra estaba en mi cadera, recordándome que él estaba aquí conmigo.
El dolor se hizo presente y más cuando bajaba por su longitud, la sentía adentrarse como pudiese en mi interior y sin quererlo de ese modo, una lágrima se deslizó por mi mejilla; Jung Kook se dió cuenta de lo que pasaba y me recostó a medio camino sobre su pecho para acariciar mi cabello que estaba sujeto en una coleta alta.
—Lo siento por no ser el que te penetre con dulzura y cuidado —su otra mano estaba en mi espalda, dibujando símbolos extraños en ella—. Lamento todo este dolor, Soora.
Aún con su media erección dentro de mí seguí bajando, necesita tenerlo completamente dentro de mí.
—Es fantástico, tú eres fantástico, Kook —dije sin entrecortar mis palabras, lo menos que quería era que se sintiera culpable.
Al tenerlo adentro por completo besé su pecho y él soltó un suspiro, yo estaba muy estrecha y sentía como apretaba su polla con mi interior.
—Joder... Soora... Estás demasiado apretada —sentía como su polla crecía en mi interior.
—Y tu tan grande —reí reincorporandome, apoyándome de su pecho.
—¿Estás lista?
—Más que lista —dije al sentarme sobre él.
Jeon comenzó a balancear mis caderas hacia adelante y hacia atrás con lentitud. Dios, podía jurar que él había tocado un punto allá abajo, porque de un instante a otro comencé a gemir sin control y para ser mi primera vez, no encontraba la forma de quedarme callada. Cada caricia, penetración o simple roce me hacía gemir y no sabía si eso era algo bueno, pero sabía que no iba a dejar de hacerlo.
Empecé a moverme hacia atrás y hacia adelante por mi cuenta, montandolo cada vez más rápido... Ya no podía parar, quería llegar al éxtasis total, venirme encima de él y Jeon dentro de mí.
—Con... Calma... Ahgg, Soora —jadeó sin control.
Sabía que ambos estábamos casi por llegar, así que aumenté mis movimientos intentando parecer una experta en lo que hacía. Un gran cosquilleo se estaba comenzando a hacer presente y sabía que pronto me vendría sobre él, al mirarlo a los ojos y concentrarme en ellos pude darme cuenta que mi esposo también estaba por correrse dentro de mí.
—Me vengo... ¡Soora! —gimió y no pude seguir moviendo, yo también estaba llegando al éxtasis.
—¡Kook! —dije después de él, soltando un gran gemido, para caer luego sobre su duro pecho.
Comencé a sentir como su semen caliente me llenaba por dentro y como mis fluidos se deslizaban a lo largo de su pene.
—Sin dudas... La mejor experiencia —soltó acariciando mi espalda y recobrando el aliento.
—Descargaste bastante semen dentro de mí... —besé su pecho con ternura, era una sensación única poder hacerlo sin condón.
—Me excitas mucho.
Reí ante su comentario.
—Cállate —pedí con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Qué tal les pareció éste capítulo?
Gracias por leer❤️
Corregido: 22/06/2024.
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