
No quiero amigas
—Buen día alteza, me retiro —caminé rápido, estoy enojada.
Recorría las calles, mi sombra me acompaña, el sonido de mis pasos anuncia mi presencia, el viento frio de la noche me recuerda esos días con mi familia, son momentos que guardo en mi memoria y me dan felicidad.
Varios seguidores del Tirano planearon la caída de este reino: envenenaron a los caballeros, contaminaron el agua, la población enfermaba y moría. Pensando que eran los hombres de mi padre ... nos atacaron.
Mi padre escondió a todos los niños y bebés que pudo. Los gritos eran horribles, las risas de los caballeros eran muy retumbantes.
Un grito me saca de los recuerdos y veo a un hombre siendo asaltado por tres en uno de los callejones oscuros, saco la espada y los enfrento. No pueden conmigo, tal vez sea mi furia. A uno le quito la máscara y su rostro es de un hombre viejo de ojos rojos, cabello negro.
—¡Por ustedes siguen tratando a los Oscuros como asesinos!
Intentó enterrarme una navaja, pero me di cuenta y lo inmovilicé, se ríe.
—Lo llevamos en la sangre, no se puede contener.
—Yo sé que es solo pretexto para no cambiar —no vi y otro me golpeó con una piedra en la cabeza.
Me derrumbé y los vi alejarse, debí noquearlos. Respiro mientras la cabeza me palpita, el sujeto que atacaron me puso un pedazo de su camisa en mi herida y se fue a pedir ayuda.
—Lo siento, no presté atención a esta zona —es Braulio. No lo había pensado, es cierto, debería estar vigilando.
Me llevó a casa y mis hermanos se apuraron a atenderme, pues el duque los educó para actuar ante cualquier herida.
—Tu hermano estaría orgulloso de ti, ya te contienes —me dice Braulio.
En la mina los niños que empezaban a comportarse agresivos con otros yo los golpeaba. Mi hermano me detenía antes de herirlos gravemente: "Papá y mamá no fueron como los monstruos que aquí nos cuentan, no lo olvides".
—Cállate o me desquitaré contigo.
—No de nuevo por favor —sonríe.
Ahora sus ojos azules y cabello no me provocan, pero me recordaba tanto al hombre que mató a mi padre, por eso lo golpeaba sin razón.
Recuerdo que al tardarse mi padre en volver me asomé por el escondite y vi a un hombre de armadura dorada pelear con varios guardias, al lado estaba la cabeza sangrante de mi padre. Los caballeros se quitaron los cascos, sus cabellos rubios volaban con el viento, tenían sangre por todas partes y se reían. "Maten a todos".
Me volví a esconder, estuvimos por dos días, pero nos encontraron. El de la armadura dorada nos vio como algo desagradable y ordenó llevarnos a las minas.
Nos daban platos con sangre. Papá siempre nos dijo que de la sangre se alimentan las enfermedades. Como hija del rey exigí otra cosa. Me vieron extrañados, pensaban que comíamos ese líquido mal oliente y plagado de moscas.
Desperté y me palpitaba la cabeza.
—No es tan grave, pero lo mejor es que te quedes en casa hermana.
—No puedo, debo ir a trabajar —me levanto—, regresaré temprano.
—Ten —me da mi hermana una infusión.
Llegué al entrenamiento.
—Te ves pálida.
—Deja de hablar y vamos a las calles peligrosas.
Fue un día tranquilo, repartí comida a los niños y visitamos al médico para que nos entregara la lista de medicinas que necesita.
—¡Hermana! —la pequeña me recibió muy emocionada—. ¡Vino la princesa Aldara!
—Bienvenida —estaba vestida de civil, pero su postura revelaba su educación.
—La llevaré de inmediato a palacio.
—Espera vine a visitarte, supe de tu herida.
—¿Cómo?
—El primo Braulio la trajo.
¿Qué?, se conocen. Siempre creí que solo la veía de lejos.
—Ven, debes descansar, tratar la herida y comeremos.
No sé qué decir, estoy incómoda por su presencia.
Mi hermana preparó la mesa y sirvió.
—¿Dónde está Lucio?
—Fue a entrenar con Braulio —respondió la princesa con una gran sonrisa—. Pero seguro ya van a llegar.
—¿Hablando de nosotros?
—Sí, no deben salir seguido de casa, hay peligros ahí afuera —le digo molesta.
—Tranquila, no te enojes, estaba conmigo, no permitiría que le pasara nada.
—Fue algo irresponsable, están bajo mi cuidado no el tuyo.
—¿Por qué estás tan molesta? —Braulio me mira intentando entender mi reacción.
—Mejor comamos hermana, lo necesitas.
Comimos, no dejaba de ver como Braulio y la princesa se sonreían tanto. ¿Por qué mi casa?, si querían coquetear así debieron irse al parque o cerca del rio para tener más intimidad.
—Primo, ¿cómo conoces a la princesa?
El duque les dijo que es su primo, pero es mentira. Solo sé que su familia murió y lo llevaron a la mina por eso.
—La defendí de unos ladrones cuando llegó al reino y mantuvimos contacto.
—Es bueno con la espada, cuando sea reina le pediré a mi esposo que lo reclute —ella pone su mano sobre la de él, luego Braulio la toma y besa el dorso.
Me levanto.
—No quiero ser grosera, pero ya esta por oscurecer, si averiguan que no está ...
—No importa, no me vigilan, es más quiero quedarme aquí esta noche.
—¡Siiiiiiiiiiii!, ¿podría peinar tu cabello?
—Claro pequeña.
Mi hermana la lleva al tocador, se ve que se divierten peinando.
—Tranquila, de verdad no habrá problemas. La prefieren muerta, por eso no la buscarán.
—Eso espero.
—Vamos, únete a ellas, te hará bien tener una amiga.
—Es rubia.
—¿Y eso qué?
—Sabes bien que piensan de los que son como yo. Cuando lo vea puede mandarme a matar.
—No lo creo, tiene un corazón muy lindo, es incapaz de eso.
—Parece que la conoces mucho.
—He sido su compañía desde que llegó, por las noches me escabullo y platicamos nuestros problemas.
—Me describes escenas de amantes, ¿acaso la consuelas cuando llora?, ¿acaricias su cabello para tranquilizarla?
—Somos amigos, no exageres, escuchándolo de ti si suena extraño, pero no lo hago con otros propósitos.
—Debo dormir, no quiero estar platicando con ella, tengo trabajo real no como ella que debe pasarse el día entre fiestas de té y lecciones en su habitación.
Me fui a mi cama y en silencio empecé a llorar. Se ve que se quieren, no creo que solo como amigos. Cuando sea su caballero será fácil verse, esconderán su relación sin problema.
Desperté y la princesa nos dio regalos antes de irse. A mi hermana un broche, a mi hermano una daga y a mí un anillo. Estoy harta de tenerla aquí, es tan linda y amable, es difícil odiarla pero al recordar sus palabras mi desprecio a ella regresa y no me permite verla como a una persona agradable.
—Llegas tarde —de nuevo, mi compañero diciéndome lo obvio.
—Lo sé, así que atácame ya.
—No lo creo, te han asignado como guardia de la hermana de la reina.
No quiero lidiar con esa mujer, pero ¿cómo negarme a una orden directa?
Camino por el palacio hasta su jardín.
—Hola hermosa, siéntate, ¿quieres un pedazo de pastel o galletas?
—Deje los tontos cumplidos, dígame lo que quiere.
—Querida, que agresiva. Pero bueno, de esto depende la vida de tus hermanos.
—¿Qué quiere que haga?
—Dentro de poco el trono pasará a manos de uno de los hijos del rey.
—¿Y qué?
—El primer príncipe asistirá a una cacería, vestirá de armadura dorada —tomó su té—. Quiero que lo mates.
—Eso será para mí una muerte segura.
—Todo esta arreglado, los que sabemos no te delataremos. Será nuestro secreto a cambio de no matar a tus "padres y hermanos" —me da una carta—. Dentro está el día y la ubicación —la retiene—, si no se anuncia su muerte entonces ordenaré el ataque inmediato a tu familia.
—Lo entiendo.
No me sorprende. El príncipe es hijo de la primera esposa que murió envenenada, después de eso el rey se volvió a casar con otra mujer, bueno con varias, solo que no me importa eso, así que evito esas historias, solo sé que el otro hijo es de la mujer favorita.
Lo haré por mi familia, me han dado mucho y es lo menos que puedo hacer: protegerlos.
—Me retiro, con su permiso.
—A partir de mañana te entrenará el mejor, te espero temprano.
Me fui. Me alejé de esa mesa repleta de postres que se burlaban de mí: un ambiente dulce para ordenarme algo peligroso.
—Elvira —la princesa me tomó del brazo y me arrastró hasta su cuarto de entrenamiento—. ¿Qué te pidió la duquesa?
—Es confidencial.
—No confío en ella.
—Hasta luego —le digo de forma cortante.
No entiendo porque quiere meterse en mi vida. Yo no quiero ser su amiga, solo cumplí con mi trabajo, la recibí en mi casa por mi hermana de lo contrario la hubiera devuelto inmediatamente.
—No —se para frente a mí y alza su espada—. Dime que harás para esa mujer.
—No quiero pelear su alteza. Estoy de mal humor y la podría lastimar.
—Quiero respuestas.
Me ataca y me defiendo, pero no me siento bien, mis movimientos son lentos, ha rasgado un poco mi uniforme y me derriba al suelo. Rompe mi antifaz y cierro los ojos, me cubro con el brazo.
—¿Qué pasa?, ¿la luz es demasiado para ti?, si me dices que pasa cerraré las cortinas —no digo nada—. Creí que éramos amigas —lo dice pausado y en voz baja.
—¿Serías amiga de un monstruo como yo? —quiero reírme ante su ignorancia.
—No eres un monstruo.
Me quito el brazo del rostro y abro los ojos. Ella empieza a temblar.
—Eres una mezcla, tienes sangre de los oscuros.
Jajaja. Me acerco un poco a ella. Si viera mi cabello seguro se desmaya, si supiera quien es mi abuelo capaz muere de la impresión.
—¿Tomarás mi sangre? —solo tiembla.
Me acerco a ella, no se mueve, solo cierra los ojos.
—Tengo cosas que hacer su alteza. Manténgase lejos de mí —le digo en el oído y me voy.
Me cubro con mi capa la cara y salgo.
Llegué a casa y mis hermanos ya estaban dormidos.
—Fuiste muy grosera con la princesa —Braulio estaba sentado en mi cama.
—No me molestes.
—Ella de verdad te vio como una amiga.
—¿Es mi culpa?, yo no hice nada para que lo creyera.
—Compusiste la composta, la protegiste del plan de Leonor sobre el té y aceptaste ser su compañera de práctica.
—Primero, estaba bajo mi cuidado; segundo, lo que le pasara a ella sería mi culpa y recibiría un castigo si le ocurría algo; terceo, solo cumplo ordenes.
—Podrías ser su amiga, la vi feliz en este tiempo contigo.
—Se asustó al verme.
—Yo también me asusté al conocerte y me golpeabas cuando te veía o descubrías que estaba cerca. Tu presencia es así, impacta la primera vez, pero no eres como esos monstruos, eres agradable, mi amiga.
—Vete, es suficiente. Mis hermanos son los únicos rubios que me importan y protegeré.
—¿Dónde quedo yo?
—Eres el aprendiz de mi padre, te agradezco tu apoyo cuando ayudaste a escapar a mis compañeros de la mina, estoy en deuda contigo, pero lo mejor es que nos dejemos de hablar.
—¿Qué pasó hoy?, pareces diferente.
—Me preparo para algo importante, debo dejar salir un poco del monstruo que tanto temen. Entre menos personas cerca de mí es mejor. Quiero estar sola, vete.
—No eres un monstruo, el Tirano, sí lo es y sus descendientes murieron en ese ataque, ya no hay que temer.
—Sonríes por ese día —me molestó la breve sonrisa que apareció.
—Eran un peligro los adultos, por eso debían morir.
—¡Cállate!, mis padres no eran así, ¡eran los seguidores del Tirano quienes inculparon al rey!
—Eras muy pequeña, seguro tu cerebro solo guardó las mentiras que te decían.
—¡Veteeeeeeeeeee!, a fin de cuentas, seguro eres descendiente de alguno de esos rubios asesinos.
El silencio nos rodeo.
—No quería despedirme así de ti. También tengo cosas que hacer antes de ser nombrado el guardia de la princesa —abrió la puerta y antes de salir—. Tal vez la próxima vez que nos veamos me odies más, pero recuerda que aprecio tu cercanía, has sido un gran apoyo, desde ese día —me besó la mejilla y se fue antes de que pudiera golpearlo.
No sé a qué día se refiere, solo recuerdo las golpizas y que no se defendía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro