Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

SS. La determinación de una chica común.

Era una tarde común dentro de la ciudad de Orario. La gente cruzaba por las calles con prisa, mientras el sol poco a poco se escondía por el horizonte, a punto de darle recibimiento a la noche.

Los negocios a lo largo de la gran capital del mundo empezaban a retirarse, en señal de una jornada laboral finalizada, dándole espacio a los siguientes puestos que los reemplazarían. Era una rutina común entre aquellas personas que se dedicaban a esa labor.

No todos los que llegan ahí pretender ser aventureros. Muchos de fuera solo buscan una vida mejor, la paz y estabilidad que anhelan los motiva a ir.

Una vida sin emociones fuertes, viendo desde lejos, en un papel secundario, casi terciario, a las grandes figuras que se desarrollaban en el mismo espacio que ellos.

Sin soñar más allá de lo que pueden alcanzar, sin pretender tomar más de lo que sus manos les permiten almacenar.

Una existencia sencilla, rozando la monotonía, que era suficiente para quienes la vivían.

Sin embargo, así estuvieses conforme con lo que elegiste, aunque los arrepentimientos no existan en tu interior, siempre, sin importar tu posición, te cuestionarás... "¿Qué pasaría si hubiese tomado otro camino?"

Y bueno... eso es lo que le sucedía actualmente a la protagonista de este relato.

En el rincón de la plaza del amor, sitio que alberga esa emoción pura y hermosa en cada pareja que decide adentrarse a sus territorios, se hallaba un puesto en particular de una familia para nada especial, como el resto que se albergaban ahí.

Se trataba de un negocio sencillo, administrado por una pareja con edad considerable, quienes estaban sentados tras el mostrador, abrazándose cálidamente con cierto cansancio luego de horas y horas, que parecían interminables, de trabajo.

-Lamentamos no poder ayudarte-Se disculpó el hombre, limpiándose el sudor de la frente mientras se dirigía a una joven que iba de lado a lado guardando la mercancía no vendida.

Esta última se giró, como si estuviese reluciente y llena de energía. Lucía la flor de su juventud con propiedad, dibujando en sus labios esa sonrisa inherente que no ha desaparecido desde que su vida dio un giro de 180º hace unas semanas.

-¡No te preocupes papá! ¡Puedo hacer esto y más!-Respondió la chica, revelando su parentesco con el dueño.

Una risa de diversión salió de los labios de la mujer que, por obvias razones, era la madre de ella y esposa de él.

-Fufufufu. Me pregunto ¿Qué te hace no conocer el cansancio? O mejor dicho... ¿Quién?-Musitó la mujer, cubriendo su boca con la mano para ocultar su diversión.

La castaña se detuvo de repente con un montón de ramos de flores en los brazos. Su reacción ante esta pregunta se resumió en un sonrojo exponencial que le hizo sacar vapor de la cabeza y acelerar el paso una vez sacudida su cabeza.

-¡N-No se trata de lo que crees, mamá! Solo pienso que es bueno que nos esforcemos mucho. Hay personas allá afuera que dan todo de sí para sostener su estilo de vida y cuidar de los demás. Si nosotros con papeles menos importantes no hacemos lo mismo... ¿En qué nos convierte?-Se excusó, sin embargo, no pudo evitar imaginar a un hombre, un chico de cabellera blanca, cuando pronunció su respuesta. Aquel que ha habitado su cabeza sin pagar renta desde que lo conoció.

Se volvió a sonrojar, dejando caer los ramos de flores multicolores en una mesa para ir por el resto y darles la espalda a sus padres para evitar la insistencia en ese tema

"Bell-Sama..." Lo nombró en su mente, mordiéndose el labio inferior mientras sentía que de su pecho se le saldría el corazón por lo rápido que éste latía tan solo al nombrarlo.

Presionó los párpados contra sus ojos y volvió a sacudir la cabeza, palmeándose las mejillas con fuerza para proseguir.

Una semana había pasado desde que finalizó el juego de guerra. Ella observó a detalle el conflicto, rogando por la victoria de aquel hombre que fue su salvador cuando se le separó de su familia por culpa del millonario Terry Cervantes en una artimaña inmoral y tramposa en contra de su padre.

No se perdió ningún detalle. Vio todo de principio a fin. Alegría, miedo, terror y alivio. Un cúmulo de emociones la azotaron por el espectáculo tan vistoso y a su vez grotesco que finalizó con el albino victorioso contra la familia de ese dios pervertido, derrotando a la criatura inhumana y asquerosa que se presentó como el jefe final.

La admisión de la chica solo aumentó. No obstante, a su vez, una idea surcaba por su mente, una que la apenaba y entristecía.

Aquella noche, en la que cruzaba por "La señora de la abundancia" en busca de un encargo que su familia le realizó, se topó con él.

Bell Cranel estaba a pocos metros delante suyo. Ese cabello blanco y puro como si mismo, los ojos rojos como faroles que atraen a cualquier a y la sonrisa radiante que haría palidecer a cualquier gema preciosa se acercaba a su posición.

La desesperación e indecisión la traicionó, mirando a todas partes en busca de una salida. Pero, tomando aire y relajándose, comprendió que lo mejor era guardar la calma y felicitarlo apropiadamente por su victoria. Era lo menos que podía hacer.

Acomodó su cabello, planchándolos con sus palmas. Aplanó las arrugas de su atuendo del mismo modo, aclaró la garganta y se dispuso a dar un paso adelante para que se encontraran.

Sin embargo, al disponerse a avanzar, una voz la detuvo, haciéndola vacilar y casi tropezar.

-¡Bell!-Del restaurante a su lado, una mujer, desesperada y llena de ansias salió, abriendo la puerta de un golpe, casi desprendiéndola de las bisagras.

Se trataba de...

-La esposa...-Musitó, notando la presencia de la hermosa elfo de cabellera verde de una longitud cercana a sus hombros y con raíces rubias.

La elfo, mostrándose preocupada y con varias camareras más yendo detrás suyo, se apresuró hasta alcanzar a su marido, lanzándosele encima.

-¡Ryuu!-Reclamaron las camareras.

-¡Eres un tonto! ¡¿Qué planeabas hacer si te superaba en fuerza?!-Gritó Ryuu, con Bell tirado en el suelo y mostrándose una mueca de dolor.

De poco en poco el resto de personas que casi siempre acompañaban al joven se acercó, destacando a las hermosas mujeres que parecían cercanas a ella. Como aquella médico de la familia Dian Cecht, la capitana de la familia Ganesha y varias pertenecientes a la familia Loki.

Los labios de Anna, que se habían separado previo a la interrupción para dirigirse al albino, se unieron nuevamente.

Su mano, que se extendió como si tratara de alcanzarlo, bajó hasta ponerse al costado de su muslo.

Bajó la cabeza, derrotada, desistiendo en su intento de darle su felicitación.

Con una fuerte punzada en el corazón al verlo tan cercano a esa elfo, solo pudo darle la espalda y salir corriendo de ahí.

Las luces de las calles lucían borrosas. Quizás por las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

Chocaba con las personas que estaban ahí mismo. La tristeza la inundaba.

"¿En qué estaba pensando? Es obvio que no merezco siquiera acercarme a él..." Pensaba, dejando salir su frustración.

Lo supo desde el principio. No era merecedora de ese hombre. Por eso no insistió cuando la esposa se negó.

Su amor a primera vista no trascendió. Murió tan pronto este nació.

Y ella lo sabía. Era perfectamente consciente de que vivían en dos mundos diferentes. Bell Cranel es una prominente figura, un héroe que tarde o temprano ascenderá en la escala de poder dentro de la ciudad de Orario.

Es alguien admirado que se codea con las personas más importantes de donde están.

Anna solo era... una florista que tuvo la suerte de haberlo conocido.

Sus labios temblaron. No podía abandonar ese estado decaído y doloroso.

El hombre del que se enamoró jamás se fijaría en ella. Ese romance quizás era banal, incluso ni siquiera podría decírsele amor debido a la breve interacción que tuvieron, pero tan solo recordar a su noble caballero destruyendo todo para salvarla, como una princesa encerrada en la torre que perdió la esperanza hasta que un príncipe apareció, su corazón no podía evitar acelerarse y ella alegrarse.

"Solo soy una chica común. No destaco en nada. No soy ni la mas hermosa y mucho menos estamos en el mismo mundo..." Se dijo a sí misma, derramando las lágrimas antes acumuladas hasta que estas se deslizaron por sus pómulos, bajando hasta las mejillas y cayendo precipitadamente al suelo desde el mentón.

Era una innegable realidad. Nadie podría poner en duda eso. Si se le preguntara a un habitante común cuál sería la pareja ideal del Héroe de Babel, el nombre de Anna Claes no sería siquiera mencionado ni recordado.

Entre más rápido lo aceptara... menor sería la decepción.

Además, ya es un hombre casado. No quiere interferir en ese matrimonio porque sabe que saldría perdiendo. No se compara en lo absoluto a esas bellas hadas de bosque llamadas elfo.

Su andar fue disminuyendo, empezando casi a trotar y ya solo caminar.

Seguía con la cabeza agachada, sola de pie en medio de la calle.

"Si... no es posible..." Concluyó, decaída.

No existía un mundo en el que Bell Cranel se enamore de Anna Claes. La sola existencia de ese pensamiento rosaba los tildes de la ridiculez.

Sus caminos eran diferentes. Los destinos no coincidían.

Pero aún así... a pesar de que la lógica le negara amarlo, no podía evitarlo. No se rige en el corazón. No escogemos a quien entregárselo.

Enderezó la espalda, limpiando sus lágrimas con las mangas de su ropa para despejar la humedad que la cubría.

La respiración regresó a la normalidad. Los síntomas de antes fueron un ataque de nervios que se apaciguó. Eso no quitaba que las piernas le dolieran y el aliento le faltara.

-Jeje... soy una tonta-Se dijo a sí misma, soltando una risa de desprecio.

-Solo era felicitarlo ¿Qué mas daba? No seremos pareja nunca, pero no significa que deba ignorarlo ¿Verdad?-Musitó, sintiéndose terrible por huir.

Se giró, mirando al camino por el que regresó, cuestionándose si volver.

-Fui impulsiva... ¿Qué tiene de malo que abrace a su esposa?-Se rascó la nuca, sintiéndose como una tonta.

-No tengo derecho siquiera a sentir celos. Es ridículo-Añadió.

Los aires se habían apaciguado. Con la mente fría no pudo evitar comprender lo estúpido que fue su actuar que, si bien no fue presenciado por nadie, eso no quitaba que le avergonzara.

"He de regresar. ¡Sí! Terminaré lo que me propuse" Pensó, respirando hondo y retomando su decisión.

Se decidió, frunciendo el ceño, cerrando el puño y disponiéndose a volver a donde Bell Cranel se hallaba.

Sin embargo, algo extraño sucedió. Justo cuando abrió los ojos y quiso dar el primer paso hacia adelante, la figura del albino apareció delante de sus narices.

Los ojos de la chica se abrieron en demasía, como dos platos.

-Al fin te alcancé, Anna. ¿Por qué saliste corriendo?-Le cuestionó el joven, ladeando la cabeza sin lucir cansado en lo más mínimo a pesar de que recorrieron la misma distancia.

"¿Are? ¿Me lo estaré imaginando?" Se cuestionó la fémina, sosteniendo su barbilla.

-Si es una ilusión, es demasiado real-Comunicó, extrañada y extendiendo la mano para tocarlo.

-¿Uh? ¿Visión? ¿Qué? ¡Auch!-Cuestionó el conejo hasta que su mejilla fue pellizcada.

La ceja de la castaña se levantó, sudando de sí se trataba de una manifestación de su mente que la sumía a la locura. En pocas palabras, creía que comenzaba a volverse loca de amor en el sentido más literal del término.

-Es suave, demasiado suave-Expresó, como si estuviera en trance hasta que la mano del joven se posó encima de la suya.

-A-Anna, por favor no me pellizque-Le pidió, retirándola de su rostro.

Si... en definitiva no era una ilusión. La piel en la chica se empezó a teñir de un color rojo semejante al del vino, mostrándose sonrojada, ruborizada, una pizca de la vergüenza por la que cruzaba una vez caída en cuenta de su error.

-¡¿Fueh?! ¡¿B-Bell-Sama?!-Gritó, dando un par de pasos hacia atrás y casi cayendo de espaldas. No obstante...

Una mano se deslizó detrás de su cintura, sosteniéndola y evitando que tropezara, causando que quedara colgando inclinada hacia atrás.

-Cuidado-El propio Bell la había interceptado antes de que siquiera sintiese que sus piernas se elevaran en el aire y recibiera un golpe.

Los ojos de la chica se centraron en los escarlata de él, que la veía de forma calma y despreocupada.

Fueron unos segundos. Unos simples segundos en los que estuvieron en esa posición antes de que fuese levantada. Sin embargo... Anna sintió que fue eterno.

Todo el mundo a su alrededor fue excluido de su propia realidad delirante y repleta de emoción.

Las facciones del albino inundaron su cabeza con destello de luces que lo hacían lucir más apuesto de lo que era en realidad.

Las luces color ámbar en las calles acentuaron la escena como una película romántica de los años 70's. La aparente tranquilidad que por fin había alcanzado la pobre florista desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Te encuentras bien?-Cuestionó el conejo, sacándola de esa burbuja.

Ella sacudió la cabeza de lado a lado para disipar su imaginación, asintiendo repetidamente.

-¡S-Sí! Discúlpeme Bell-Sama. Es que estaba pensando en usted y de repente apareció delante mío, eso me asustó-Se disculpó, inclinándose en arrepentimiento por la reacción exagerada.

"Si... si es Bell... un momento ¿Qué fue lo que dije?" Cayó en cuenta muy tarde de lo directas y comprometedoras que fueron sus palabras al responderle.

-¿Are? ¿Pensabas en mi?-El conejo ladeó la cabeza, extrañado.

-¡N-No es lo que piensas! ¡Pensaba en ti pero p-porque ganaste el juego de guerra!-La mente de Anna proceso rápidamente una excusa que le evitaría la vergüenza mientras negaba con las manos llena de vehemencia. Eso no quitaba gesticulara de pésima manera, delatando su inquietud.

-¡S-Sí! Me lo imaginé. Cuando te vi en el bar y te me quedaste viendo supuse que fue por eso. Lamento no haberme acercado a ti, pero Ryuu se me tiró encima sin darme la oportunidad de hablarte. Todo fue demasiado repentino-Explicó el muchacho, rascándose la nuca y soltando una risita, creyendo la historia de la humana.

-Fufufufu sí, así es-Respondió Anna con su sonrisa habitual.

...

"Espera... ¿Me vio?" Tras una breve pausa en la que las ideas se le conectaron y analizó cómo se debía lo dicho anteriormente, se cuestionó.

-Fue difícil separarme de ellos para venir aquí. Pero cuando vi que saliste corriendo sentí la necesidad de ir detrás de ti y fui capaz alcanzarte-Comentó Bell, sonriéndole de forma dulce.

-¿S-Sentiste la necesidad de ir detrás de mí...?-Interrogó la castaña, sonrojada y delirante, queriendo asegurarse de que escuchó correctamente la desvergonzada declaración.

Recibió un asentimiento breve como contestación.

-Parecía que tenías algo importante qué decirme. Quisiera oírlo-Aclaró, comportándose de forma amable.

El pecho de la castaña se aceleró nuevamente. El corazón saltaba de felicidad y está le era transmitida. Sus labios temblorosos formaron una sonrisa irregular que parecía una calle repleta de curvas y breves secciones llanas.

-Yo... quería...-Dio inicio. Pero antes de finalizar, un recuerdo la visitó.

"-¡Ah! Te refieres a Ryuu. Ella en realidad no es...-".

Aquella respuesta que fue cortada la última vez que se vieron la había dejado delirante sobre lo que significaba, sobre lo que quiso dar a entender.

Día y noche se cuestionaba si era un asunto importante. Formulaba teorías, incluso tuvo dudas de si en realidad Bell y Ryuu eran esposos.

Ha escuchado los rumores que corren por las calles. Esos que dicen que el albino es un vil mujeriego de múltiples parejas. Sin embargo, se ha mantenido reacia a aceptarlos.

Y aquella escena de esa noche se lo confirmó. O al menos eso intuía.

No obstante... ¿Y si se equivocaba?

Posó el puño encima de su pecho, dándose la calma necesaria para proseguir ante la expectante mirada del chico.

-Bell-Sama... felicidades por haber ganado el juego de guerra-Expresó.

-¿Oh? Muchas gracias Anna-Como si no esperara esa contestación, el albino se sorprendió, devolviéndole de inmediato el gesto de amabilidad.

Los dos permanecieron en silencio, mirándose el uno al otro mientras el flujo de gente no se detenía.

Pasaron los segundos en un silencio que parecía eterno, cargado de una incomodidad palpable. Sin embargo, Anna permanecía tranquila, casi ajena a cualquier tensión.

-S-Supongo que debo regresar...-Musitó Bell, rompiendo finalmente la quietud.

Antes de que pudiera girarse por completo para marcharse y concluir su despedida, Anna lo interrumpió con un movimiento inesperado. Se dio la vuelta, mostrándole la espalda por un instante antes de mirarlo por encima del hombro. Sus ojos brillaban con determinación, y una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro.

-Además... lo amo, Bell-sama. Me enamoré de usted cuando me rescató-Declaró, segura, con una voz libre de vergüenza o reservas.

El joven que recibió la confesión la miró fijamente, sorprendido y sin saber cómo reaccionar.

Su corazón dio un vuelco mientras intentaba procesar esas palabras. Quiso responder, pero su voz no acudió a él. Todo su cuerpo quedó anclado al suelo, incapaz de moverse.

La castaña, consciente de su desconcierto, sonrió con alegría y alivio. Sin esperar una respuesta, giró sobre sus talones y comenzó a alejarse. Sus pasos eran ligeros, casi como si flotara, y una emoción radiante iluminaba su rostro mientras desaparecía en la distancia.

Bell se quedó ahí, con el pecho agitado y las palabras de Anna resonando en su mente. ¿Qué debía hacer ahora?

-¡Anna, espera...!-Gritó, reaccionando con rapidez.

Antes de que la chica pudiera dar más de unos pasos, sintió una mano cálida rodeando su muñeca. Se detuvo en seco, y al girarse, encontró a Bell mirándola con intensidad, aunque su expresión mostraba una mezcla de preocupación y duda.

Ella lo miró con suavidad, pero sacudió la cabeza.

-No necesita decir nada, Bell-sama. No esperaba una respuesta. Solo quería sacar este sentimiento de mi interior. No pretendo separarlo de su esposa, jamás lo haría-Explicó, con una sinceridad desbordante.

Por un instante, esto pareció desconcertarlo. Entonces, negó rápidamente con la cabeza.

-¿Esposa? No tengo ninguna esposa. Si te refieres a Ryuu, solo fingimos serlo para colarnos al distrito del entretenimiento-Aclaró.

Fue entonces que la castaña lo miró, completamente pasmada por la revelación.

-¿Q-Qué? ¿Es en serio?-Preguntó, de forma casi infantil, como si le costara procesar lo que acababa de escuchar.

Todavía sujetando suavemente su muñeca, el albino lo confirmó, asintiendo.

-Sí, es verdad-Repitió, reafirmando lo que ella escuchó.

El rubor en las mejillas de Anna se intensificó al punto de parecer que iba a encenderse. Llevó una mano a su rostro, claramente avergonzada, mientras intentaba evitar su mirada.

-Oh, no...-Musitó para sí misma.

-Me confesé porque creía que era imposible que Bell-sama dejara a su esposa por mí... pero ahora...-Balbuceaba, sonando arrepentida y a punto de sufrir un infarto.

Él abrió la boca, intentando decir algo, pero ella levantó una mano para interrumpirlo, todavía sin atreverse a mirarlo directamente.

-¡Espera un momento, por favor! ¡Dame otra oportunidad de confesarte!-Exclamó, agitada.

-¿Otra... oportunidad?-Repitió Bell, perplejo.

Sin darle tiempo a reaccionar, la chica se soltó del agarre y salió corriendo, con su cabello ondeando tras de ella.

-¡No cuenta! ¡La confesión de ahora no cuenta!-Reclamó a la distancia, mientras se alejaba a toda prisa.

Bell se quedó allí, inmóvil, con los ojos muy abiertos y una clara confusión pintada en su rostro.

-¿Qué acaba de pasar...?-Cuestionó para sí mismo.

Anna corría sin rumbo fijo, con los pensamientos atropellándose en su mente.

"¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hice?!" Una y otra vez se repetía la misma pregunta.

Cuando finalmente llegó a su casa, jadeante y con el rostro aún encendido, sus padres la recibieron en la entrada.

-¿Cumpliste con el encargo, Anna?-Preguntó su madre, pero ella los ignoró por completo debido a su estado.

Sin detenerse, subió corriendo las escaleras y se encerró en su habitación. La puerta se cerró con un golpe seco, dejando a sus padres intercambiando miradas de confusión.

-¿Qué le pasó?-Preguntaron al unísono, intercambiando miradas

En la soledad de su cuarto, Anna dejó caer su espalda contra la puerta y se cubrió el rostro con ambas manos. Todo volvía a su mente como un torbellino.

La confesión, las palabras de Bell, y la revelación que la había dejado atónita.

-No está casado...-Repitió, y su corazón dio un vuelco, acelerándose a un ritmo que casi le dolía.

La esperanza comenzó a germinar en su interior, tímida pero creciente.

-Si no está casado, eso significa que yo...-Creyó, sintiendo cómo la idea la envolvía, aunque rápidamente negó con la cabeza para ahuyentarla.

-No. Soy solo una chica común-Se dijo en voz baja, abrazándose las piernas mientras permanecía sentada en el suelo.

-El hecho de que no esté casado no cambia nada. Seguimos viviendo en mundos diferentes-Agregó.

El cuarto quedó en silencio, roto únicamente por el suave latido de su corazón y su respiración. Anna, decaída y ansiosa, miraba el suelo con el ceño fruncido, como si buscara respuestas en las sombras que la rodeaban.

Sin embargo, una pregunta resonó como un eco en su mente, como si el mundo mismo se la susurrara.

"¿Una chica común no tiene derecho a soñar?L

Levantó la cabeza de golpe, y sus ojos brillaron con una nueva determinación.

-No puedo rendirme-Se dijo, poniéndose de pie con firmeza.

-Si lo amo, ¿por qué debería detenerme aquí?-Cuestionó, comenzando a caminar por su cuarto, hablando consigo misma, llenándose de valor.

-La fama, las clases sociales, los mundos diferentes... nada de eso importa en el amor. No importa si soy una chica común. Si realmente lo amo, debo luchar por mis sentimientos-Se convencía a sí misma.

Se detuvo frente a la ventana, mirando el cielo nocturno con una sonrisa decidida.

Era una declaración simple, inquebrantable.

Era... la determinación de una chica común.

Si, eso fue lo que pasó y la razón por la que ella había estado animada desde esos últimos días.

Anna sostenía varios ramos de flores entre sus brazos, el aroma dulce llenando el aire a su alrededor. Su rostro estaba teñido de un rubor leve mientras murmuraba para sí misma.

-Lo dije hace unos días, ¿cierto? Que no me rendiría...-Habló, ajustando torpemente las flores. Bajó la mirada, apretando los labios con cierta inseguridad

-Pero aún no he tenido el valor de ir a buscar a Bell-sama para... para intentarlo-Se lamentó, llorando internamente.

Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de la figura que se acercaba hasta que una voz masculina, familiar y cálida, rompió su trance.

-¿Anna?-La nombraron.

El corazón de la chica dio un salto, y su cuerpo reaccionó antes que su mente. Se giró rápidamente, sus ojos brillando de ilusión.

-¡Bell-sama! ¿Eh?-Gritó con entusiasmo, apenas conteniendo el impulso de correr hacia él.

Sin embargo, al verlo, su emoción se desvaneció casi al instante. Bell estaba allí, pero no estaba solo.

A su lado, una hermosa elfa de cabellera castaña, con proporciones que resaltaban su elegancia, lo acompañaba.

La chica abrazaba su brazo con naturalidad, apoyando la cabeza en su hombro con una amplia sonrisa que dejaba ver lo cómoda que estaba. La mirada de la elfa brillaba con un afecto inconfundible, y el leve sonrojo en el rostro de Bell no hacía más que reforzar la escena.

Anna sintió que el peso de los ramos en sus brazos aumentaba de repente, como si toda su fuerza la abandonara. Su mirada perdió el brillo de un momento atrás.

-¿A-Are? ¿Otra chica?-Sus labios se separaron, siendo lo único que pudieron articular ante el choque emocional y de información.

Fue ahí donde entendió que quizás, para una chica común como Anna, conquistar el corazón de quien ama sería mucho más difícil de lo que había imaginado...

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo como ya es costumbre.

Si no quedó claro, esta mini historia transcurre en los días previos a la mudanza a la nueva mansión, el mismo día que Alicia se le confiesa a Bell y este acepta.

En fin, déjenme sus opiniones.

¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?

Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro