Capítulo 40.
La peliazul lo olfateó, causándole un escalofrío.
-Con esto lo confirmo...-Susurró.
-¡E-Espe...! ¡Gah!-Queriendo defenderse, el conejo trato de soltarse, pero...
*¡PLAZ!*
"¿Uh? ¿Q-Qué? Todo se está volviendo oscuro. Shakti ¿Qué fue lo que me hiciste...?" Ese resquicio de conciencia no pudo procesar lo ocurrido.
Había recibido un golpe con la mano abierta que le fue dado en el cuello, noqueándolo.
Antes de que cayera al suelo, la domadora rodeó su cuerpo con el brazo derecho, como un costal de papas.
-Fuiste al distrito del placer...-Declaró, mirándolo como una completa escoria.
Los ojos de Shakti se volvieron opacos, una expresión severa y blanca apareció en su rostro, mostrándose decepcionada y sobretodo, molesta.
"¡E-Espera, Shakti! ¡Esto tiene una explicación! ¡Permíteme decírtela!" Pensó el albino, intento expresarlo, pero sus labios no sufrían movimiento y mucho menos su garganta emitía algún sonido. Eran los atisbos de consciencia del pobre conejo que trataban de salvarse el pellejo ante su novia, pero ésta no escucharía motivos ni razones de ellos. En parte, claro, porque era incapaz de hablar.
Debido a la confianza que le tenía a Shakti al ser la novia más madura y calma en situaciones críticas, la que más confianza le mostraba cuando cometía faltas que fácilmente podrían ser malinterpretadas, se relajó y no previó que eso sucedería. Bajó la guardia y ese fue el error.
Sentía una presión en el abdomen, producida por la unión del hombro de la peliazul a esa misma zona y la gravedad de la misma. Al estar en un estado desfallecido, casi desmayado, tu cuerpo se relaja en demasía y dejas caer todo el peso del mismo a cualquier superficie que, de no ser plana, sufrirá puede causarte malestar al despertar.
"Esto es malo, esto es muy malo. Trato de moverme pero no me es posible. Veo el camino pasar, las losetas de las calles en diferentes patrones borrosos, mi cuerpo siendo agitado con vehemencia, como si ella estuviese corriendo conmigo sin consideración de cómo me sacudo de lado a lado, pero no consigo identificar a dónde nos dirigimos. Si la lógica no me falla, seguramente me llevará con el resto de las chicas y ahí acabará la existencia de Bell Cranel. Debo hacer algo, sé que de no anteponerme y explicarles lo sucedido, seré mínimamente castrado..." Su mente aún encendida trataba de activar al resto del cuerpo. No obstante, el impacto en la nuca fungió como si un interruptor fuese presionado para apagarlo. Le quedaban pocos minutos de lucidez hasta que... todo se volviera plena y perpetua oscuridad.
Y eso era lo que exactamente empezaba a ocurrir.
Su visión se volvía aún más borrosa, los alrededores, que antes percibía vivos y repletos de luz, se volvieron opacos. Los bordes de su visión fueron cubiertos de negrura color mate.
Todas las funciones no vitales de su organismo se veían apagadas, como un estado de reposos que... no deseaba ignorar. Han sido días muy largos los últimos. Se ha mantenido despierto casi cuarenta y ocho horas seguidas sin tomar una pequeña siesta. Ir en contra de las funciones biológicas no se conseguiría con mera fuerza de voluntad.
Sus párpados caían. La silueta de sus pestañas la cubrían como hilos de paja atravesándose en su campo de visión. Era... un desmayo muy hermoso para lo que en verdad le esperaba cuando eso terminara, cuando la relajación se disipara y tuviese que enfrentar la furia de cinco mujeres ante una escena que seguramente exagerarán en su imaginación mientras aguardan a que él recupere la consciencia.
Aunque no había mucho por hacer, se dejó llevar y por fin su mente se apagó, cayendo en lo que se podría describir como un pacífico y profundo sueño.
Sin embargo, algo extraño sucedió, algo que no previó y que se desenvolvió en la ultima milésima de segundo previa.
Y fue que...
"¡Tristán!"
Una voz emitiera ese nombre, haciendo eco como si se hallara en un sitio enorme y cubierto, como si hubiese alguna superficie en la que las ondas de sonido pudiesen chocar para reflejarse, provocando que se repitiese incesantemente, en menor tonalidad que la inicial, aquel extraño nombre.
"¡TRISTÁN!"
Ahora, más fuerte que antes, el grito estalló, acelerando el pecho del oyente y despertándolo de golpe en... en un extraño sitio que parecía el mismo espacio, la enorme nada que rodea al planeta, que rige al universo.
"¿Tristán...?" Bell cuestionó, abriendo los ojos de repente, hallándose en la situación antes descrita.
Sus ojos rojos como rubíes brillaron ligeramente. Miró hacia abajo, a sus pies, y estos se movían con lentitud, como si estuviese sumergido en el mar y el oleaje lo empujara ligeramente, más no lo suficientemente fuerte como para quitarlo de su posición.
Su pecho se sentía presionado. Su respiración era pesada. La entrada de aire a sus pulmones era dificultada, como si lo que entraba por el canal nasal fuese dentro, semejante al agua.
A pesar de esos síntomas, sentía que flotaba, como una pluma cayendo a la intemperie, planeando con el flujo del aire en la total oscuridad, en ese mundo repleto de negrura e inhóspito donde él fungía como el único habitante.
Era parecido al punto con mayor profundidad en el mar. Nada se escapaba, ni la luz penetraba y entraba. No obstante, podía moverse libremente, flotaba sin rumbo fijo, como un espectro, un ente de otro mundo para el que las leyes de la física no aplicaban.
-¿Qué es este sitio? ¿Es mi mundo de los sueños? Recuerdo que era más colorido la última vez que lo visité. Ahí había una cama y estaba acostado con Airmid, además... No, un momento, eso no fue un sueño, en verdad sucedió, solo que estaba medio dormido y supuse que lo imaginé. Demonios ¿Cuánto tiempo llevo sin dormir?-Se dijo a sí mismo, propagando su mención, cosa que, de ser verdaderamente la nada, no sería posible ya que las ondas de sonido han de ser transportadas por la materia.
Las preguntas no dejaban de brotar como una semilla a punto de madurar.
Desconcierto, inquietud, alerta. Eran tres emociones que lo mantenían al filo del asiento, aguardado por lo que podría suceder.
-Dudo que Shakti tenga poderes espacio-temporales. Así que por lógica esto verdaderamente es un sueño. Pero ¿Acaso olvidé como soñar? ¡Se supone que es automático!-Gritó, continuando con las interrogantes.
En fin, volteaba a todas partes en busca de una señal, de un atisbo de existencia, animada o inanimada que lo pudiese guiar, que le permitiera tomar un rumbo y dirección, convirtiendo la experiencia en algo un tanto placentero previo a la inminente muerte.
Todo lucía extraño y poco familiar. Era una emoción desconocida para él. Las cosas eran tenebrosas, el silencio perpetuo sumiría en miedo a cualquier persona, no obstante, era acompañado con una paz indescriptible que la ausencia de ruido trae consigo. Una nada tranquila y sin estrés, decorada con ausencia de desdicha y penas.
-Hablando de Shakti... ella me noqueó. ¡Hmph! ¡Cuando le explique la verdad vendrá a disculparse conmigo! Ya que eso suceda la castigaré negándole besos por una semana. No he hecho nada malo y no merezco ser juzgado sin pruebas-Dijo, inflando el pecho, las mejillas, y posando ambas manos en la cadera para engrandecer su ego.
Aunque claro, no tenía en cuenta que para ser capaz de aclarar el asunto, primero debería sobrevivir a lo que sus novias le harán y que, claro, se le permitía siquiera hablar.
La peliazul actuó de manera repentina sin cabida al beneficio de la duda. ¿Qué le aseguraba que eso no se repitiera?
Un escalofrío subió por su espalda, helándola, congelándola. Una gota de sudor se deslizó lentamente desde su frente hasta la ceja, dejando un camino helado comparable al de su espina dorsal.
-Esto digo, sin embargo ¿Qué motivo creíble puedes darle que justifique mi entrada al distrito del placer? Muchas veces las imágenes valen más que mil palabras y yo estoy repleto de "Imágenes". Mi ropa desaliñada, el olor a afrodisíaco y los cientos de testigos visuales de anoche que presenciaron mi huida de las garras de esas calenturientas amazonas que deseaban un pedazo de mi. Sí... definitivamente la muerte parece un destino menos cruel que enfrentarlas...-La confianza de antes desapareció, se disipó como el algodón en el agua, convirtiéndose en terror absoluto a despertar.
"Mejor me quedo" Pensó, queriendo huir de ese final a vísperas de ocurrir.
-Se lo dirá al resto. Comprobarán el olor con la mancha de la chaqueta y confirmarán las sospechas. Airmid se encara de curar maldiciones y envenenamientos, dudo que no conozca el olor de un afrodisíaco. A partir de ahí se formularán las conjeturas. Mi única esperanza es que María crea en mí y me defienda de la ira de las demás. ¡Mi hermosa novia, por favor defiéndeme! ¡De ti dependo!-Incluso en los sueños donde se supone que la relajación reina, no era capa de mantenerse sereno en lo absoluto. Ese es el problema cuando eres plenamente consciente de que estás en uno. La ignorancia es una dicha.
-Esto sin contar que no están Riveria, Alicia y Tiona. Por Tiona no me preocupo porque siempre me apoyará. La situación es distinta tratándose de Riveria y Alicia... ellas sin dudas son capaces de congelarme, clavarme flechas, mientras me gritan infiel y van al distrito del placer para hacerlo en pedazos, matando lo que se cruce a su paso. ¡PERDÓN ABUELO! ¡NO PUDE RESISTIRME Y AÑADÍ A YANDERES AL HAREM!-Se disculpó con profundidad mientras la imagen del hombre de la tercera edad cruzaba por su mente, negando con la cabeza con clara descripción al ser ignorado cuando le compartió las cuatro grandes reglas de tener un harem.
Cualquier pesadilla era menos mala que la realidad, eso era seguro.
Siguió moviéndose, como si nadara. Mantener despejada la mente era lo mejor, así quizás olvidaría sus penas.
Descubrir qué era ahí lo ocuparía y, con suerte, saldría de ahí y aparecería en otro escenario menos tétrico. Quizás uno en el que duerma con sus ocho novias en la misma cama y hagan cosas traviesas.
Si, son cosas que no dice y sí piensa. Pretender que a un mocoso que creció bajo el ala del dios más pervertido de la existencia no se le pegarían esas malas mañas es ser demasiado crédulo. Aunque claro, lo que lo diferenciaba era su Preciado autocontrol que lo ha mantenido vivo en situaciones de carácter sexual, el claro ejemplo era lo ocurrido con Haruhime y el afrodisíaco, de haberse rendido haría una cosa de la que se arrepentiría y que no tendría excusa a la hora de enfrentar a sus novias. En ese aspecto tenía la consciencia tranquila.
Perdido en sus estúpidos pensamientos que no llevaban a nada, que solo le daban vuelta al mismo asunto, recibió otro llamado, erizándole la piel por lo repentino del mismo.
-¡Tristán!-Aquel nombre era pronunciado nuevamente ir una voz tenue y audible. Lejana, pero apreciable por los agudos sentidos del aventurero.
Volteó instintivamente, un reflejo arraigado a su ser, como si no fuese la primera vez que reacciona a un llamado como ese, a la persona que lo busca.
-¿Por qué...?-No pudo terminar de expresar su pregunta, ya que de pronto sintió un aumento de temperatura acompañada de la inquietud de su corazón. Esa combinación de síntomas lo abordaban, lo frenaban, imposibilitaban, amarrando un grueso nudo en su garganta, silenciándolo.
Una emoción semejante a la de familiaridad lo invadió al escuchar la voz femenina pronunciar aquel nombre que no era el propio.
-Tristán...-Apenas se distinguía entre el silencio opresivo que lo rodeaba, pero resonaba en su mente con una claridad inquietante. Era como el eco de un recuerdo perdido, uno que le envolvía en una nostalgia indescriptible, un sentimiento tan ajeno como visceral, que le aceleró el corazón y le dejó sin aliento por un instante. Había algo en esas sílabas, una conexión oculta, enterrada en lo más profundo de su ser, que tiraba de él con la urgencia de una vieja deuda pendiente, un asunto pasado sin resolver... una pérdida de antaño.
Enfocó la atención hacia el origen del sonido, con los sentidos agudizados, tensos, como si esperara encontrar algo imposible de ignorar, algo que... añoraba ser encontrado y él también deseaba hallar.
En la oscuridad que lo envolvía, divisó un atisbo de luz. Un pequeño punto brillante que titilaba débilmente a lo lejos, como un faro perdido en un mar de penumbra. Era tenue, apenas una chispa que podía pasar fácilmente desapercibido en la completa nada que lo tragaba, pero era lo suficiente para romper la negrura absoluta que lo rodeaba, suficiente para atraer su mirada y retenerla, llamarla.
Una luminiscencia naranja se abrió paso en la penumbra, temblorosa y vacilante, pero persistente. Brillaba con suavidad, como la última brasa de una fogata a punto de apagarse, ofreciendo una reconfortante calidez que lo atraía, parecido a una fogata en un frío invierno que helaba la piel y cristalizaba el espíritu.
-¿Qué es lo que yo...?-Musitaba.
No entendía por qué, pero su cuerpo comenzó a avanzar hacia esta sin ninguna clase de control. Parecía hipnotizado, maravillado. Sus movimientos eran fluidos, similares a los de un animal nadando en aguas profundas, deslizándose con una naturalidad casi instintiva. Como si hubiera nacido para moverse así, como si supiera que ese era el camino que debía seguir, que ese era el momento que en su corta existencia hubiese esperado por alcanzar.
Era una atracción inexplicable, más allá de cualquier lógica, una fuerza que lo guiaba hacia la luz con la promesa de respuestas que su mente no podía articular. Cada brazada lo acercaba más, y con cada metro que avanzaba, la luz se hacía más brillante, más intensa, empujando las sombras hacia atrás.
-Tristán...-La extraña presencia desconocida hasta el momento continuaba repitiendo el nombre y a medida que se acercaba, las palabras se volvían más claras, más nítidas.
-¡... TRISTÁN...!-Había en ellas un tono suplicante, una desesperación que retumbaba en su pecho, creando un nudo en su garganta que le generaba empatía.
No eran solo palabras; eran un grito de angustia contenido en un susurro, una súplica desesperada que parecía romperse al ser pronunciada, como si le costara demasiado esfuerzo mantener la calma. Esa voz temblaba con una mezcla de emociones que lo sacudían en lo más profundo, como si reconociera la tristeza y la esperanza entrelazadas en cada sílaba.
El simple sonido de esa voz era suficiente para que el latido de su corazón se tornara irregular, cada vez más rápido, siendo incapaz de sostener la calma ante aquel llamado, pasando de largo que, en efecto, no era él a quien se le buscaba.
Su nombre era Bell Cranel... ¿Verdad? No Tristán.
Sin saber cómo, sus labios pronunciaron un nombre, uno que no parecía haber salido de su propia voluntad. Parecía que su ser hubiera sido tomado por otra fuerza. Fue apenas un murmullo, pero lo suficiente para que el aire a su alrededor vibrara y el simple acto de decirlo hubiera desatado algo poderoso.
-Isolda...-Susurró, y la palabra se desvaneció en la inmensidad, pero no antes de haber dejado una marca profunda en su interior, encendiendo una chispa a algo adormecido en su interior.
Parecía que miles de endorfinas se liberaran en su mente, inundándolo de una emoción indescriptible, cálida y electrizante, deleitante. El simple hecho de decir aquel nombre lo llenó de alegría.
Una parte perdida de sí mismo había regresado, un fragmento de su ser que no sabía que estaba incompleto. Era un alivio extraño, casi doloroso, parecido al primer aliento después de haber estado demasiado tiempo bajo el agua.
La luz naranja que lo rodeaba pareció brillar con más intensidad al oírlo, reaccionando en respuesta a sus palabras, expandiéndose y llenándolo de una sensación que le recorría la piel como la brisa de una tarde de verano.
La distancia se acortaba, y su cuerpo se sumergía en ella, recibiéndola al igual que a los primeros rayos del sol al amanecer.
Poco a poco, la figura difuminada al otro lado de la misma se volvía más clara, revelando los rasgos de una mujer. A medida que la neblina se disipaba, una imagen cada vez más nítida emergía, arrastrándolo fuera del mundo de los sueños hacia algo diferente.
Era lo que se podría llamar la segunda etapa de un sueño, la continuación de un desmayo que no quería terminar, como si estuviera cruzando el umbral hacia un lugar donde el tiempo y la realidad se difuminaban, entremezclándose en un todo confuso y fascinante, irreal y a la vez... nostálgico.
Estaba seguro de una cosa y era de que quien buscaba al tal Tristán con tato apremio era una mujer.
No solo por la figura esbelta que se perfilaba en la luz, sino por la forma en que su presencia llenaba el espacio, como si todo a su alrededor se hubiera creado solo para que ella existiera allí, en un lugar recóndito de su memoria.
Dos esmeraldas brillaban en su rostro aún cubierto por las sombras, relucientes y vivas, como piedras preciosas bañadas por el sol. Eran sus ojos, verdes y resplandecientes, que parecían mirar directamente a su alma. No era simplemente el color lo que lo maravillada, también la intensidad de esa mirada, la manera en que esos ojos buscaban los suyos con una mezcla de anhelo y desesperación. Parecía que quisieran decirle algo que las palabras nunca podrían expresar por completo, que aún teniendo el tiempo del mundo no se podría emitir.
Había una historia allí, una historia que él, o tal vez una persona relacionada a él, conocía pero que no podía recordar, una historia que resonaba en lo más profundo de su ser, como el eco de un sueño olvidado que empezaba a ser oído, a ser tomado en cuenta.
Una cabellera dorada y ondulada caía sobre sus hombros, radiante como el oro, suave y delicada cual la seda. El brillo cálido de la luz anaranjada que poco a poco se perdía acentuaba los matices dorados de su pelo, haciéndolo parecer casi irreal, como si se moviera por su propia cuenta, flotando en el aire alrededor de ella. Era una visión hipnótica, que le hacía olvidar por un momento todo lo demás, incluso el dolor que sentía en el pecho, incluso la confusión que nublaba su mente.
-Tristán...-El nombre fue pronunciado una vez más, y esta vez sintió que ese llamado era para él, que no se trataba de un error. La manera en que la mujer lo decía, entre lágrimas, con esa dulzura quebrada por la urgencia, lo dejó paralizado.
"¿Por qué resuena tan profundo en mi ser? ¿Por qué sentía que era la clave de algo que había olvidado pero que era crucial recordar? No, la mejor pregunta es... ¿Quién es ella?" Cuestionó en lo profundo de su mente, desconociendo la figura a escasos centímetros de su rostro.
-No, yo soy...-Antes que nada quiso aclarar el malentendido, buscando corregirla, pero su voz se quebró, su pensamiento fue interrumpido por palabras que no controlaba.
Fue como si algo en su interior hubiera tomado el control de su lengua, obligándolo a responder distinto a lo que planeaba en un principio, emitiendo palabras que han estado esperando a ser dichas durante mucho tiempo.
-Soy yo, Isolda...-Dijo, y en ese momento, todo pareció detenerse.
La luz, la oscuridad, el tiempo, todo se suspendió por un instante infinito. Aquello resonó en el aire como el tañido de una campana, claras y rotundas, llenas de una certeza que él mismo no podía comprender.
Los ojos del conejo se abrieron de par en par.
"¿Qué está ocurriendo?" Se preguntó. Pero cada cosa que quería gesticular no escapaba de su subconsciente.
Era como ser un espectador atrapado en su propio cuerpo, prisionero de sí mismo, o al menos, eso creía. Sentía su piel, su voz, pero no era quien hablaba, no era él sentía.
La sensación se parecía a estar sumergido en un sueño del que no podía despertar, atrapado en una historia que no había elegido pero de la que no podía escapar.
La mujer continuó acercándose, revelando su espléndida belleza, una imagen tan perfecta que parecía imposible. Sus ojos brillaban cristalinos, cargados de emoción, casi al borde de las lágrimas, y en ellos vio reflejado el que pretendía ser su propio rostro, uno que no reconocía como suyo.
Su piel blanca estaba manchada de sangre, un rojo oscuro que contrastaba con su palidez, y el olor metálico invadió su nariz.
Era un olor penetrante, acre, que lo hizo estremecerse. Cada respiración se asemejaba a una herida que se abría más conforme inhalaba.
Gotas escarlatas teñían el rostro que no le pertenecía, pero en el que experimentaba todo como si fuese suyo.
Sentía la calidez de la sangre, el peso de las lágrimas que no eran suyas, la desesperación que lo ahogaba sin ser capaz de explicarla. Era un dolor compartido, una tristeza que lo abrumaba, como si todo el sufrimiento del mundo se concentrara en aquel momento, en aquellos ojos verdes que le miraban con una ternura devastadora mientras sus lágrimas caían una a una encima de sus mejillas luego de un largo recorrido que las tiraba en caída libre desde el mentón.
De repente, el escenario cambió.
Ya no estaba en la calidez de la luz, un lugar inocuo y despejado, sino en un bosque en ruinas, envuelto en un aire pesado que olía a ceniza.
El humo ascendía en espirales lentas hacia un cielo gris y cargado de nubes, mientras una fina lluvia caía, fría y sin vida, empapando la tierra devastada. Las gotas eran heladas, resbalando sobre su piel como agujas diminutas, calando en sus huesos y profundizando la sensación de abandono que lo rodeaba.
Un dolor agudo y abrasador lo consumía por completo. No había un solo músculo que no le doliera, ni una articulación que no protestara. Su cuerpo entero era una masa de carne adolorida, tensa y rígida, como si cada fibra se hubiera estirado más allá de su límite. Sin embargo, ninguna parte estaba rota, y eso solo hacía el dolor más inexplicable, más angustiante, aunado a que, si eso era un sueño... ¿Cómo era posible sentir dolor?
El muchacho trató de encontrar sentido a lo que ocurría, pero cada vez se sentía más perdido.
"¿Por qué me veo así?" Su mente era un torbellino de confusión, cuestionando incluso quién era.
Quien se reflejaba en los ojos de la mujer no era él, sino un hombre joven de aspecto desconocido. Aunque sus facciones eran juveniles, había algo en su expresión que revelaba experiencia y sufrimiento.
Su cabello era largo, rojo y húmedo, pegándose desordenadamente a su rostro. Este hombre parecía fuerte, pero también desgastado, con la piel sucia y lastimada, como si hubiera estado librando una batalla que recién conoció el final.
Esa nueva apariencia distaba completamente del albino de ojos rojos que nuestro conejo protagonista normalmente veía cuando se miraba al espejo.
"Este no soy yo... No, mas importante ¿Quién es ella?. No tengo memorias de una mujer parecida a ella. Es más, de habérmela siquiera topado, dudo mucho que pudiera olvidarla" Pensó, pero sus labios no se movieron. Las palabras se ahogaron en su garganta, incapaz de articularlas. Intentó moverse, sintiendo la urgencia de buscar respuestas, pero su cuerpo no le respondía. Continuaba atrapado, inmóvil, su papel a desempeñar era meramente el del espectador.
No la conocía, no la había visto nunca, jamás se conocieron, pero, de alguna manera, estar en presencia de la fémina, le producía cierta familiaridad y tristeza que apresaba su corazón, que le propinaba un dolor punzante. El mirarla llorar lo aprisionaba en una cárcel de tristeza y melancolía perecedera que lo confundía, lo aturdía.
Desesperado, recorrió el lugar con la mirada hasta donde ésta le alcanzaba. Apenas podía girar la cabeza, pero su vista periférica le reveló una escena macabra. Alrededor de ellos, se extendía una pila de cadáveres, cuerpos sin vida esparcidos por el suelo, como si fueran hojas caídas en otoño. Algunos estaban destrozados, otros aún parecían aferrarse a los últimos vestigios de vida, pero todos compartían una misma expresión vacía, un eco de muerte que lo hizo estremecer.
Bajó la mirada y vio su propio cuerpo cubierto de heridas. Flechas incrustadas se asomaban entre su carne, perforando la piel en varios lugares. Había profundos cortes por todas partes, sangrando lentamente, dejando escapar hilos oscuros que se mezclaban con la lluvia. Cada gota que tocaba sus heridas escocía, como si se tratara de un ácido frío, haciéndole sentir cada latido como un martillo sobre sus costilla.
Y eso no era todo... una mancha púrpura de gran tamaño empezaba a recorrer su piel. Su mejilla se teñía de ese color, entumeciéndola por fuera y proveyéndolo de un potente ardor igual al del fuego en el interior.
Los efectos de eso, los síntomas que manifestaba, lucían extremadamente parecidos a los del... veneno.
"Yo, suponiendo que se trata de mí... ¿Fui envenenado? ¿El veneno es el que está acabando con mi vida?!¿De qué manera? Entendería que las heridas estuvieran matándome, pero... no parece ser ese el caso" Pensó, notando que las aperturas en su carne se cerraban, dejando solamente cicatrices delgadas y finas, junto a las manchas de sangre que antes se había derramado.
Pero... un grito lo sacó de su análisis de forma abrupta.
-¡¿POR QUÉ EL VENENO SIGUE DISEMINÁNDOSE?! ¡¿POR QUÉ?!-Vociferó con vehemencia la rubia, cubierta de lágrimas, emitiendo una luz esmeralda semejante a sus hermosos ojos desde sus manos, forzándose a usar cada minúsculo gramo de... ¿Magia de curación? Que su cuerpo le permitiese.
-Oh... mi hermosa princesa... ¿O debería decir reina...? Luces igual de hermosa que el día que ese idiota nos separó... pero tú no puedes estar aquí... ¿Verdad? Ha de ser un sueño... o quizás ya estoy muerto y un bello ángel descendió de los cielos para llevarme, adoptando tu apariencia para no negarme...-Dijo el pelirrojo, sonriendo con dificultad. Las comisuras de sus labios se curveaban en un esfuerzo hercúleo, inhumano, forzándolas.
-¡DEJA DE DECIR TONTERÍAS, TRISTÁN! ¡T-TENGO QUE CURARTE! ¡TENGO QUE ELIMINAR ESE VENENO!-La mujer, ignorando las palabras dulces del hombre, se centró en la curación del mismo, mandando todo su flujo de magia a las manos, potenciando el encantamiento.
-¿No te he dicho que luces radiante cuando te moles...? ¡PUAH!-Tristán quiso darle otro halago a su amada, pero antes de finalizar su retórica pregunta, tosió sangre, manchando de rojo su boca, tiñendo de escarlata sus dientes.
-¡YA NO GASTES ENERGÍA!-Isolda, suplicante, lagrimeante, le suplicó, con una vena inflándose en su frente por el enojo que le causaba la irresponsabilidad del hombre ante esta crítica situación.
Una risa contenida, que alternaba con una tos controlada al mantener cerrados sus labios, se originó en él, a quien le divertía las reacciones de la chica.
Todo esto confundía al albino, que continuaba observándolos sin pleno conocimiento del contexto en el que se hallaba, la persona que lo albergaba y... la mujer que trataba de auxiliarlo.
"No puede ser posible... Isolda y Tristán... sé que es demasiado obvio, pero... ¿Por qué estoy teniendo estas visiones?" Se cuestionó, comenzando a creer que verdaderamente eran los protagonistas de uno de los cuentos que se le habían relatado en su infancia. Las ilustraciones plasmadas en el papel distaban en demasía de sus verdaderas apariencias.
-Isolda...-Él volvió a nombrarla, extendiendo la mano hacia la mejilla de la susodicha y sujetándola con suavidad, manchándola de su propia sangre, marcando sus dedos en la enrojecida y húmeda piel, producto del llanto incesante de dolor.
Ella, respondiendo al llamado, reaccionando al tacto, volteó a su dirección, fijó su mirada en la de él, chocando, haciendo contacto visual.
Los cansados párpados se levantaron, revelando el par de ojos anaranjados del héroe, que observaban con encanto, deleite, disfrute, y calma los de la mujer que amó, que resplandecían cristalizados en una tonalidad verde limón que lo hipnotizaban como si fuera la primera vez.
A pesar de la distancia y el tiempo que los atacó, que les impidió seguir disfrutando plenamente su romance, las emociones que una vez sintió se quedaron grabadas en lo profundo de sus almas, marcando sus corazones.
Podrían haber pasado miles de años y... Tristán seguiría amándola.
-¡NO TE ATREVAS A DECIRLO! ¡NO ME RENDIRÉ! ¡TE CURARÉ! ¡DEFINITIVAMENTE TE CURARÉ!-Ella apartó la mirada, presionando sus párpados contra sus ojos, nublándole la vista para ignorarlo. Era plenamente consciente de lo que el joven le pediría y... ¡NO LO HARÍA!
-Isolda...-Volvió a pronunciar su nombre. Los labios se abrieron y movieron nuevamente con profundo esfuerzo, siendo el preámbulo de lo que pintaba para ser sus últimas palabras.
Su piel empezaba a convertirse en pequeñas islas de color normal rodeadas de un enorme mar púrpura.
Sus pulmones empezaban a fallar. El corazón reducía su ritmo, provocando que incluso la sangre que expulsaba el mismo no llegara al resto de extremidades, entumiéndolas, durmiéndolas, trayéndole la sensación de que estas faltaban. No obstante, su mano derecha, esa mano que no abandonaba la mejilla de la rubia, se mantuvo firme y extendida, como si no sufriera las consecuencias.
Un hilo de sangre salió de la nariz de Isolda, abrió con dificultad el ojo izquierdo ya que del lado derecho la cabeza empezaba a dolerle, el cerebro se desgastaba, provocando síntomas similares a lo que actualmente se conoce como...
"Mind cero..." Dijo el albino, reconociéndolo.
-¿Por qué no puedo eliminar el veneno? ¿Por qué...? ¿Por qué...? ¡¿Por qué cuando por primera vez necesitas mi ayuda no soy suficiente?!-Se lamentaba Isolda, bajando la cabeza, mordiendo su labio, emitiendo una voz entrecortada que combinaba con el nudo en la garganta perecedero que le rasgaba por dentro.
Ha estado gritando por horas. Gritaba el nombre de aquel hombre descansando en su regazo, lo vociferaba desde antes de siquiera llegar al campo de batalla donde se le informó que fue emboscado tras ser envenenado.
Recorrió varios kilómetros, llamándolo con el corazón y las emociones a tope, pero el mensaje no alcanzaba al remitente.
-No mueras... no mueras... sé que debí luchar... cancelar mi compromiso... pero... pero...-Las lágrimas eran enmascaradas por la lluvia.
Sus palabras salían después de cada esnifeo, pausadas, profundas, acentuadas.
El cansancio en los párpados del héroe se presentó nuevamente, cayendo, cegándolo.
Mantenía su cálida sonrisa, mostrándola como una máscara para tranquilizar a su amada cuando, en el fondo, muy en el fondo...
"Tampoco quiere separarse de su lado..." Expresó Bell, al filo de su asiento, en una silla de primera fila del deprimente espectáculo, de la dolorosa despedida.
-La primera... noche... que pasé lejos de ti... la primera noche cuando nos separamos... desperté de un sueño... idéntico a esto... uno en el que... nos reencontrábamos... para decirnos adiós...-El dedo pulgar del pelirrojo se frotaba con familiaridad y delicadeza en la piel de su chica.
Ella lo escuchaba atentamente. El brillo de la magia comenzaba a apagarse.
-No supe lo que significaba... no hasta ahora... no obstante... me di cuenta de algo... y fue que... me aferraría a ese instante...-Musitó.
-Me aferraría a la posibilidad... de verte otra vez...-Añadió.
-Y así fue... desde ese día... a sabiendas de que... ese sueño podría ser real... me propuse sobrevivir a cualquier conflicto... hasta ver tu hermoso rostro nuevamente...-Continuaba, tragando saliva, llenándose de sangre sus pulmones, propinándole un ardor indescriptible en la espalda y los órganos.
-Amarte cada noche... como si fuera la última... así el mundo se acabará... mi esperanza no se apagaría... era mi único deseo... y lo estoy cumpliendo, Isolda...-Expresó.
La luz de la magia de curación se apagó. La mente de la fémina daba vueltas, pero su fuerza de voluntad le impedía desmayarse. No ahora, no aquí... ¡NO CUANDO SU HÉROE ESTABA MURIENDO!
-Mi único arrepentimiento... es no haber bailado contigo cuando me lo propusiste... esa noche...-Susurró, mostrando sus agotados ojos anaranjados, semejantes al ámbar, nuevamente.
-Bailemos cuando te mejores... sigue luchando... no te rindas... si vuelves a mi... prometo dejar todo y mantenerme a tu lado. Bailaremos al lado de la fogata, usaré se vestido que me dijiste que te encanta, compartiremos un picnic en el campo de flores que tanto amábamos...-Isolda posó su propia mano encima de la de él, separándola y rodeándola con ambas, llorando, suplicante, queriendo apelar al sentimentalismo.
-Es... una enorme oferta... ¿El único requisito es no morir...? Creo... que puedo hacer eso...-Sonrió de forma burlona, respondió de ese mismo modo. Sabía que no le quedaba mucho tiempo, era consciente de su inminente fin, motivo por el cual no planeaba aceptarlo.
-Sí... ¡Es lo único que pido a cambio! ¿Sabes? Soy una mujer casada, si me escapara con el ex guardia de mi esposo mi imagen seria manchada, pero... no me importaría que eso sucediera si te mantuvieras a mi lado-La rubia se reía al principio de su respuesta, declarando de forma irónica el hecho de su matrimonio, el cual fue arreglado antes de que tuviera memoria.
No se arrepentía de que fuese desposada, no se arrepentía porque... esa fue la razón por la que conoció al verdadero amor de su vida.
Ese viaje de regreso a Cornualles... aquella poción de amor que dio inicio a todo, esa droga que, una vez que se unieron, no fue necesaria para prevalecer esos sentimientos de amor puro y verdadero.
-Podemos ir a los sitios que no visitamos... besarnos en los lugares más hermosos de este mundo... compartir memorias invaluables... solo... solo tienes que sobrevivir... solo tienes que quedarte conmigo... no me abandones... por favor no me abandones...-Rogó Isolda, temblando en su agarre.
-Isolda...-El héroe miró al cielo nublado. Las gotas caían en sus ojos, convirtiendo su visión en un borrón cristalino y difuminado.
No... no podía prometerle algo que no cumpliría.
-Como espuma que besa la roca, mi amor por ti, Isolda, se desborda...-Decía palabras sin sentido, cambiando el tema de conversación.
-Una fuerza salvaje que no se doma, bruma que nunca abandona...-.
Era... era un poema, uno de los muchos que le había escrito desde que se separaron. Si tuviese el tiempo... le dedicaría todos y cada uno. Pero... decidió relatarle el que, a su gusto, fue el que más le encantaría.
-Como el mar que canta bajo la luna, tu nombre se mece en mi boca... y en la tormenta, tu risa es mi fortuna, mi anhelo que nunca sofoca...-Su voz era débil, reflejando su estado físico. Un susurro tortuoso pero que a su vez, comunicaba algo realmente hermoso.
La chica no lo comprendía, sin embargo, tampoco lo interrumpía.
El pelirrojo inclinó la cabeza, viéndola nuevamente. La parte principal, la que más esfuerzo había puesto para escribirlo estaba siendo alcanzada.
-Isolda, eres sol en mi noche fría... y yo, un peregrino perdido, busco en tus ojos la alegría, mi hogar... en tu pecho escondido-Quitó su mano de las de ella, señalando su pecho, apuntando al corazón.
-Déjame ser el viento que te abraza... el eco que en tu corazón resuena, y en esta travesía, sin miedo ni pausa, que el destino nos vuelva a encadenar... Que nuestras almas... se vuelvan a encontrar-Finalizó.
La mujer sonrió, inclinando la cabeza, riendo.
-Es... es hermoso, Tristán. Te dije que, si ponías todo tu empeño en ello, podrías escribir una verdadera pieza de arte con tus poemas-Declaró, volviendo a agarrarle la mano y pegándola a su pecho mientras le regalaba sus halagos por el poema.
-Me alegra... que te haya gustado...-Dijo el joven, guiñándole el ojo. Incluso moribundo no perdía la oportunidad de agitar el corazón de su hermosa rubia.
-Isolda La Blonda... fue afortunado... de ser amado... y haber sujetado hasta mi último aliento, tu suave y delicada mano...-Expresó.
-Porque... de nuestra historia, en la que héroes y reyes existían, en la que se me consideró como la definición de valentía... tú siempre fuiste... la... verdadera... heroína...-Concluyó.
Los pulmones de Tristán se llenaban de sangre, y cada respiración se volvía un esfuerzo desesperado, agónico. Tosía violentamente, expulsando la sangre que se acumulaba en su boca, tiñendo sus labios de un rojo oscuro que contrastaba con la palidez de su piel. Cada jadeo era más débil que el anterior, como si el aire se negara a entrar en sus pulmones, dejando solo un dolor ardiente que se extendía por todo su cuerpo.
Sus oídos no se hallaban en un estado mejor. Un silbido potente los inutilizaba, lo ensordecían.
Los gritos de Isolda se volvieron más desesperados, casi histéricos, como si alzar la voz pudiera detener lo inevitable. Sus palabras se rompían al salir, desgarradas por el llanto, y cada grito llevaba el peso de una súplica. Su voz se hacía pedazos, quedándose casi afónica mientras rogaba que él no la abandonara, que no la dejara sola en aquel lugar o al menos... eso era lo que él pensaba ya que sus palabras se ahogaban en el silencio, perdidas en la lluvia que caía sin cesar, empapando el mundo a su alrededor y sofocando cada intento de aferrarse a la vida.
Nada funcionaba. Tristán sentía cómo la fuerza se escapaba de su cuerpo, como si estuviera siendo arrastrado lentamente a un abismo del que no había retorno. Sus párpados, pesados, cayeron sobre sus ojos, cerrándose como una cortina que ponía fin a la escena.
Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas, mezclándose con la lluvia fría que caía sobre su rostro, y antes de que siquiera pudieran escapar, se deslizaban hacia sus ojos, borrando la última visión de un mundo que se desvanecía ante él. Todo era borroso, confuso, como un sueño que se desintegraba poco a poco. El agotamiento era total, aplastante, y la cercanía a la muerte apagaba el brillo que aún quedaba en su alma.
Él... quienquiera que fuera... estaba muriendo. Sentía que su identidad se disolvía, que los recuerdos y pensamientos se apagaban uno por uno, como luces que se extinguen en la distancia. No había nada que pudiera hacer para detenerlo, solo aceptar el dolor creciente que lo consumía por dentro.
-¡TRISTÁN!-El grito de Isolda resonó como una explosión, un último intento de aferrarse a él, de mantenerlo anclado a la vida. Se hundió en la oscuridad que lo envolvía, arrastrándolo con ella.
Cuando todo quedó en completa negrura, ese grito reverberó en el vacío, fuerte y claro, como si hubiera sido grabado en el mismo tejido de la realidad. Fue un eco que atravesó la nada, sacudiendo las sombras que lo rodeaban, haciendo temblar el silencio opresivo, llenándolo de una tristeza que parecía infinita.
Ese nombramiento, ese último atisbo del pasado fue suficiente para que...
-¡AH!-.
Bell despertara sobresaltado con su respiración entrecortada y errática.
Los pulmones se llenaban de aire con dificultad, semejante a lo que sintió en el cuerpo de aquel héroe, como si aún estuviera atrapado en la visión, luchando por escapar de la sensación opresiva que lo había envuelto.
Su pecho subía y bajaba rápido, golpeando contra las costillas con un ritmo frenético, y cada latido resonaba en su cabeza, recordándole la desesperación que acababa de experimentar.
Sus ojos, abiertos de par en par, vagaban por la habitación, buscando algo que lo anclara a la realidad. Miraba de un lado a otro, tratando de encontrar algún indicio de que todo había sido solo un mal sueño. Pero nada parecía claro, nada le daba la certeza de estar despierto. Había una urgencia en su mirada, una desesperación palpable, como si aún estuviera atrapado en el caos de la visión, incapaz de distinguir lo que era real de lo que no lo era.
El miedo lo mantenía inquieto, moviéndose sin descanso, buscando respuestas que no llegaban. Sentía su piel fría y húmeda, sus manos temblando ligeramente. Su mente, sin embargo, estaba llena de preguntas, miles de ellas que se agolpaban en su cabeza, tratando de salir todas al mismo tiempo. Pero cuando intentaba darles forma, se desvanecían, dejándolo con la boca abierta y sin palabras. Era como si el impacto de lo que había visto lo hubiera dejado aturdido, incapaz de articular sus propios pensamientos.
Cada segundo que pasaba lo encontraba recuperando un poco más de control, sintiendo cómo su corazón desaceleraba y sus pulmones tomaban el aire con más facilidad. Tragó saliva, notando la sequedad en su boca, como si hubiera estado gritando o llorando en silencio.
A medida que su respiración se normalizaba, y la calma comenzaba a regresar, no obstante, en el ambiente a su alrededor, algo lo puso en alerta.
La incomodidad se convirtió en desconcierto, y el desconcierto, lentamente, en miedo.
-¿Qué hacen mis muñecas y tobillos amarrados a la silla?-Cuestionó con incredulidad, sin una explicación que responda su duda.
Volvió a mirar a su alrededor, esta vez con una consciencia más clara de su situación. Estaba seguro de que todo hubiera terminado, recuperó suficiente lucidez como para darse cuenta de que estaba, al menos en un 80%, en el mundo real.
-¿Qué demonios es este lugar tan tétrico?-Interrogó.
Se encontraba en un cuarto oscuro, en el que la única fuente de luz era un bombillo solitario, colgando del techo, de luz amarillenta que formaba un círculo pequeño, una especie de burbuja luminosa en medio de la negrura.
Podía ver a su alrededor en un radio de unos cuantos metros, pero más allá de eso, no había nada. La falta de visibilidad incrementaba su inquietud.
No había ventanas, ni puertas visibles, solo cajas que vislumbró al agudizar su sentido de la vista.
-¿Es la mansión? Parece una habitación de mi mansión. El tapiz y los decorados lucen idénticos...-Murmuró Bell, extrañado por la familiaridad del entorno. A pesar de eso, sentía que algo estaba fuera de lugar.
Intentó liberarse de las sogas que le ataban las muñecas, pero no lograba deshacerse de ellas. El sudor le caía en los ojos, irritándolos, y tenía que cerrarlos de vez en cuando para aliviar el escozor.
-¿Por qué demonios no puedo soltarme? ¿De qué están hechas estas sogas?-Se preguntó mientras volvía a forcejear, haciendo que la silla rechinara contra el suelo, provocando un ruido agudo, desagradable.
La silla se inclinó hacia adelante de manera abrupta, y Bell apenas tuvo tiempo de pensar que el impacto dolería antes de que su rostro golpeara el suelo con fuerza. Un gruñido ahogado escapó de sus labios, seguido de quejidos de dolor. Sentía el ardor extendiéndose por la piel, un golpe seco que resonó en su cabeza como una campanada sorda.
-Creo que me rompí algo-Expresó para sí mismo, mientras trataba de moverse.
Intentó levantarse, pero las sogas mantenían sus brazos firmemente atados, y la silla seguía entera, sin un solo rasguño. Aunque había caído de una manera que debería haberla dañado, el mueble permanecía sin fisuras o siquiera rasgaduras. Si romper las sogas ya se había mostrado imposible, partir la silla tampoco parecía una opción.
Mientras seguía forcejeando, dispuesto a intentarlo de nuevo, el sonido de bisagras viejas y oxidadas rechinando rompió el silencio.
Se congeló al instante, la tensión endureció sus músculos. Todo su cuerpo se quedó rígido mientras el ruido de la puerta abriéndose llenaba la habitación.
Su mente se apresuraba a procesar lo que acababa de escuchar, parecudo al preludio de lo inminente.
-¡Lesh advierto que cuando eshcape de aquí she arrepeniran!-Dijo de forma desafiante, aunque las palabras se arrastraban de manera extraña por el suelo, medio deformadas por tener la cara aplastada contra este.
No tenía la firmeza que pretendía, y la posición incómoda le impedía hablar con claridad.
El sonido de pasos lo recibió. Estaba acercándose lentamente, pero el albino no podía ver más allá de la cintura del intruso. Cuando aquel extraño habló, su tono formal y tranquilo hizo que un escalofrío le recorriera la espina dorsal, helándole de la cintura a la médula.
-Airmid-sama, Bell-Sama ha despertado...-Informó la hasta hace unos segundos desconocida presencia, como si anunciara algo de importancia a su superior.
El corazón del chico comenzó a latir más rápido, al reconocer esa peculiar forma de hablar y referirse a los demás, identificando su identidad.
-¿Maria? ¿Maria, eres tú? ¡¿Qué es lo que pasa?! ¡¿Por qué estoy aquí?! ¡Hiii!-Gritó con desesperación.
Mezclaba ansiedad y alivio. Ansiedad por la forma tan tétrica en la que la mujer, normalmente tranquila, le hablaba y se presentaba a la escena, y alivio, ya que era la mejor opción a encontrarse en esta situación, la que menos peligro representaba, o al menos esa era la percepción que tenía, el pedestal en el que la ponía.
Intentaba convencerse de que la situación no era tan grave como parecía. Cuando la figura femenina se acercó y comenzó a levantar la silla, él la miró con ojos amplios y asustados, intentando encontrar respuestas en su rostro, el cual no se mostraba en su totalidad ante la cegadora luz que chocaba en el suyo.
Mientras la silla volvía a una posición más estable, Bell no perdió el tiempo en lanzar una ráfaga de preguntas.
-¡Maria, habla! ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué me tienen atado? ¿Es esto algún tipo de secuestro exprés o algo así? ¡Porque si es para obligarme a hacer algo con ustedes, no tengo problema, pero las sogas están demasiado ajustadas!-Ni en situaciones como esa abandonaba su estúpido sentido del humor, razón por la cual más de una vez ha sido reprendido.
Seguía apresurado y lleno de incomodidad. Pero nada que no pudiera manejar. Con la cuidadora a su lado, las cosas no harían otra cosa más que mejorar... ¿Verdad?
-En serio, si querían jugar a algo de rol ¡Podrían haberme dado una pista antes! No tengo idea de cómo actuar en estas situaciones, ¡Pero disfruto los juegos de rol tanto como cualquiera!-Hablaba rápido, casi sin tomar aire, como si sus palabras pudieran disolver el nudo de nervios que sentía en el pecho.
-Y, ya saben... comprendo que a veces me traten mal y entiendo que en contadas ocasiones me lo merezco, sin embargo, esta vez se les está yendo de las manos. ¡Vamos, chicas, no me digan que esto es en serio!-Vociferó con vehemencia, notablemente irritado.
-Ara~ Ara~ ¿Dice que nosotras lo tratamos mal?-La interrogante llenó la sala.
La habitación quedó en silencio tras sus palabras, tensando cada músculo del cuerpo inmovilizado del conejo, sumiéndolo en terror, emoción que reemplazaba el momentáneo alivio y la confianza que se pronunciada en su ser.
La mujer, sin pronunciar otra palabra, se quedó ahí, observándolo en silencio. Su falta de reacción, su quietud, acentuó el pánico creciente al interior de su novio.
Esa energía "Ara~ Ara~" era diferente a la que normalmente emitía con su aura de mujer madura, de una Milf que Bell amaba en demasía, tanto así que no tendría ningún problema en decirle "Mami".
-¿En serio tiene el descaro de reclamarnos un mal trato? No creí que usted, de todas las personas, sería un hipócrita, Bell-Sama-Manteniendo el tono respetuoso al referirse a él, la cuidadora atacó con frialdad y fiereza de un modo tan único que infundía una nueva clase de miedo en los corazones de los lectores.
"Tengo un terrible presentimiento de esto" El conejo sudo frío. Una vez que su vista volvió a acostumbrarse a la poca contaminación lumínica del medio, identificó los rasgos que se dibujaban en la castaña, rasgos completamente neutros y en blanco, como una muñeca de porcelana inexpresiva sin la capacidad de parpadear.
Aquella mujer que dio inicio a todo, que lo ha acompañado desde su segunda semana en Orario, esa bella dama, refinada y complaciente, quien lo recibía con una sonrisa después de cada día cansado, aventura tortuosa, que lo despedía como una esposa viendo partir a su amado a un conflicto sin igual cada mañana que abandonaba su hogar, había desaparecido, alguien se la había robado, dejando un cascarón vacío que no era ni la sombra de lo que fue.
El joven tragó saliva, temblando del miedo y sonriendo nerviosamente. Solo eso fue necesario para comprender el enorme embrollo en el que se vio sumergido. No se exageraba al decir que el alma se le salía del cuerpo. Aunque en su caso el término correcto es "Las almas".
"No metas el pene en una loca..." Alguna de las almas en su interior tuvo un breve flashback y prefirió romper momentáneamente el vínculo que le permitía observar lo mismo que el albino para no revivir traumas.
-¿Ara~? Usted normalmente no se mantiene callado tanto tiempo, Bell-Sama. ¿Acaso no sabía que es usted quien nos trata mal?-María posó la mano en su mejilla, viéndolo de forma despectiva en una posición superior, a una altura mayor.
El albino bajó la cabeza. No se disponía a emitir sonido alguno que pudiese estallar el conflicto.
"Regla número 23 del manual del harem. Si tu mujer está enojada, mantente sereno y no hables. Hay uno 75% de probabilidad de embarrarla de peor manera si no estas seguro de qué palabras emplear para apaciguar los ánimos" Asintió, arrugando las cejas con decisión.
La cuidadora suspiró, dándole la espalda y disponiéndose a abandonar la habitación para cumplir una tarea que le fue encomendada. Al parecer... el llamado a la belleza de cabellera plateada no fue recibido, así que le correspondía ir directamente y traerla.
-Bell-Sama, yo... espero que no tenga ningún arrepentimiento en esta vida. De todas maneras, siempre le agradeceré por lo que nos entregó, así que rogaré por su alma para que alcance la absolución y el descanso eterno-Dijo. Estaba enojada, se notaba en la forma tan severa y violenta en la que cerraba los puños, agitándolos en clara frustración. Sin embargo, su personalidad bondadosa le impedía desearle lo peor a cualquier persona. Era un ser de luz, agradecida, que sin importar el mal, no guardaría rencores.
Su andar vaciló, sus pasos ya no sonaron, el avance fue mínimo hasta que se detuvo por completo. Ella... todavía tenía cosas que decirle a su amado novio.
Miró al suelo. Sus mechones castaños colgaron como péndulos, moviéndose adelante y atrás con gracia y delicadeza, como todo lo que realizaba.
Titubeaba, buscando las palabras correctas que expresaran lo que sentía. Ordenando las ideas para plasmar de buena mensaje el mensaje que le comunicaría.
No era para nada sencillo. Por primera vez no se comportaba como una adulta, si no como una jovencita que ha recibido un duro golpe por parte de quien ama, de la persona a la que le entregó el corazón y con quien había entrelazado su vida.
Después de unos cuantos segundos de duda, vacilación, dio inicio.
-Sé... que debido a la posición que ostento en esta múltiple relación me es estrictamente arrogante prohibirle cumplir sus necesidades, incluso yo, a mi edad, siento que no soy capaz de satisfacerlo como es debido. Pero... usted ha sido muy cruel, demasiado cruel. No solo conmigo, si no con todas nosotras. Ninguna se hubiese negado a ayudarlo de habérnoslo pedido. Con miedo o ansiedad, también me habría entregado a usted. Sin embargo... después de lo de esta noche, comprendí qué hay cosas que aun estando relegada a un papel secundario en el amorío, no puedo perdonar...-Sonaba herida, decepcionada. Cada palabra era una estaca en el corazón, en el ánimo, en la felicidad del joven de cabello blanco que la oía atentamente con un nudo en la garganta que se engrosaba conforme el desprecio y la tristeza se esclarecía como el agua limpia en el diálogo de la cuidadora, que se rompía y se hallaba al borde del llanto luego de la conclusión del mismo.
Quería abrazarla, consolarla, disculparse, a pesar de no estar al tanto de lo que hizo mal. ¿A eso se refieren cuando dicen que no puedes estar preparado para una relación si no estás dispuesto a disculparte por cosas que no hiciste? Por lo pronto, la respuesta parece ser un "Sí".
-María... ¿Qué se supone que hice? ¿De qué se me acusa? Jamás cometería un acto tan vil e insensible como el herirlas. Las amo con cada fibra de mi corazón. Preferiría morir, ser asesinado, antes que causarles alguna clase de malestar, antes de ser el responsable de que sus lágrimas se derramen-Decía de forma sincera, compartiendo mediante la empatía la pena de la castaña, tratando de limpiar su nombre en parte, aunque la mayoría de sus intenciones se centraban en aliviar la tristeza de su amada. No quería... no soportaba... verla en ese estado y sería una herida grave... escucharla romper en escandaloso llanto.
La fémina volteó de repente. Las lágrimas se arrastraron en ese movimiento.
-Bell-Sama...-Lo nombró, cediendo a las dulces palabras.
No obstante... eso no duraría mucho.
-¿Qué te parece, Shakti? Ese insensible idiota, desperdicio de aire y espacio, ha hecho llorar a la pura y pulcra Maria que lo defendió mientras ideábamos cómo torturarlo. Y de no ser suficiente, la endulza con frases bonitas y dulces, mintiéndole a la cara... ¿Por qué mejor no te vas a morir, Bell? O mejor aún... te mandamos...-Arruinando cualquier atisbo de avance en la cuidadora, una tercera persona se presentó en la sala. Su sombra fue visible a la distancia y digamos que... con esa apariencia difuminada e imponente, aunado al tono despectivo, colérico, era complicado no adivinar de quien se trataba.
"Canastas de maldiciones. Esto ha pasado de dificultad media a dios de la guerra" Bell supo a lo que se enfrentaba. A nada más y nada menos que.., a la reina de su enorme harem.
-Tienes mucha razón, Airmid. No se me ocurre otra forma de referirnos a él que "Maldita escoria" o "Remedo de hombre". Que un ser despreciable con anhelos de héroe haga llorar a una mujer lo ama mucho y quien se ha desvivido apoyándolo desde el principio es algo ciertamente imperdonable, un pecado grave, y merece ser juzgado de ese modo. Aunque, siendo sinceras, esa falla, ese error, está lejos de ser la peor decisión que ha tomado en las últimas horas...-Declaró la peliazul antes mencionada por la sanadora, haciendo su entrada y potenciando el temor ya de por sí enorme en el conejo.
Ella entró y se acercó a Maria para rodearla en un abrazo, permitiéndole llorar encima de su pecho, consolándola como una madre a su dolida hija, una escena cuanto menos curiosa si se tiene en cuenta que esta última es mayor que la propia domadora por varios años de diferencia. Pero yo, como buen autor, aprendo de mis errores y he decidido no volver a hacer mención de la edad de las mujeres. La última vez fui congelado por mami Riveria.
En fin, continuando. Un frío sudor bajó por el muerto cuerpo del conejo, no había zona de su organismo que no sudara a mares. Si le dieran un par de días en ese estado, podría inundar la ciudad o morir por deshidratación. Lo que ocurriese primero.
Y ya no sólo era por la imponente presencia de las dos miembros más peligrosas de su harem, no. Esa emoción era motivada, despertada, porque recordó un minúsculo detalle que se perdió ante el desmayo.
A su memoria regresó... el motivo por el que estaban enojadas.
"Si, definitivamente soy un idiota. La visión que tuve con Tristán e Isolda me hizo olvidar que..." Su hilo de pensamiento fue interrumpido por una cuarta mujer.
-Pero ya que pareces aturdido, confundido, como si sufrieras de amnesia, te aclararemos el panorama...-Ahora fue Daphne la que se presentó con los brazos cruzados, levantando y bajando los dedos en su antebrazo con fuerza, y velocidad, emitiendo un sonido único.
-Tú, Bell Cranel... fuiste...-Si cuatro féminas no eran suficientes, una quita se les unió.
Un click sonó. La habitación fue iluminada por completo.
-Al distrito del placer...-Dijeron al unísono, potenciando el nivel de amenaza a límites desconocidos.
Pero, lo que más llamó su atención fueron las expresiones en los rostros de las cinco. Esos ojos opacos, muertos, sin vida, que apuntaban a él como si hurgaran en su alma para consumirla como un demonio, los labios relajados que generaban distintas impresiones menos calma y la ligera inclinación de sus cabezas que las hacía lucir más amenazantes.
"Oh... estoy demasiado jodido" Dijo Bell en su subconsciente, perdiendo cualquier esperanza.
Las cinco mujeres de su harem que se hallaban en Orario actualmente, dado que Riveria, Tiona y Alicia estaban en el calabozo y Bache en Telskyura, se asemejaban a la detallada descripción que se dio de Ondina en el relato heroico del héroe Fulland.
"¿I-Incluso Cassandra me ve como escoria?" Le sorprendió que la serena, inquieta y con baja autoestima peliazul abandonará esos rasgos, mostrando una versión impropia de sí misma.
-El distrito del placer... mi amado Bell fue al distrito del placer...-Airmid repitió eso, dando pasos pesados y lentos a su dirección mientras un mechón de su cabello entraba a su boca y con una de sus manos, en específico su dedo índice derecho, hacia rizos en otro de los mechones de su cabellera color plata.
El destino había sido marcado, su muerte sellada. La parca extendió uno de sus largos, fríos y esqueléticos dedos para tocarlo, poniendo fin a cualquier atisbo de esperanza.
El albino, impresionantemente, palideció.
Sintió un cosquilleo, un enorme agujero en el estómago que devoraba toda su calma y escupía inquietud.
Por algún motivo que desconocía, los pasos de Airmid se escuchaban más estruendosos que de costumbre. No parecía que estuviese haciendo la fuerza suficiente para generar tal ruido. No obstante, en una situación como esa, detalles insignificantes como esos pasan desapercibidos.
-Dinos... antes de dar nuestro veredicto...-El flequillo del cabello tapó los ojos violeta de la sanadora, estando a escasos centímetros del conejo que la miraba como un enorme ser enfrentando a una hormiga. Sobra decir quien era quien.
Una de sus manos estaba detrás suyo, la otra, yacía cerrada, como si hubiese un objeto del tamaño de la palma en el interior.
"¿Qué es lo que...? ¡UGHHHHHHH!" El pensamiento del chico fue interrumpido abruptamente cuando un dolor agudo en la entrepierna, en los riñones, en toda parte del abdomen para abajo, lo azotó.
Bell bajó la mirada y notó, con horror, que el pie de Airmid, el cual estaba recubierto por un tacón puntiagudo, se encontraba directamente sobre su entrepierna.
-¡UGHHHH!-Gimió el albino, quien quedó completamente rojo. Venas se marcaban en su frente, conteniendo el grito de dolor mientras arqueaba la espalda hacia adelante.
"¡SÓBATE!" Dijo una de las almas del conejo, tapándose la cara para no verlo.
La presión aumentaba lentamente, lo que le arrancó un jadeo de dolor y sorpresa. Airmid no parecía tener intención de retirarlo; de hecho, comenzó a presionar con una precisión casi quirúrgica, girando el pie de manera amenazante, como si estuviera aplastando a una cucaracha.
-¡¿QUÉ HACÍAS EN EL DISTRITO DEL PLACER?!-Gritó Airmid, llena furia contenida.
Cada palabra iba acompañada de un movimiento en su tacón, añadiendo una dosis de dolor adicional que hacía que gimiera y se retorciera en la silla.
-Agh... ¡E-Espera, esto es un malentendido!-Alcanzó a decir, con la voz entrecortada y la cara contrayéndose por el dolor. Intentaba explicarse, pero cada intento era interrumpido por un nuevo giro del tacón de Airmid, que claramente no estaba dispuesta a dejarlo escapar tan fácilmente.
-¡UGHHHHHHH!-Eso era más de lo que el pobre joven podía soportar e infló sus pulmones con aire, preparándose para gritar. Sin embargo, cuando su boca se abrió, un objeto fue introducido en la misma, silenciándolo.
-Levantarle la voz a tu ama está prohibido. Los perros deben ser dóciles y comportarse. No quiero escuchar tus ladridos-Declaró la médico en una posición de superioridad marcada.
¿Qué era lo que usó para silenciarlo? Bueno, según la lengua del albino que rozaba con la superficie del material del que se componía, se trataba de un objeto hecho de tela con un sabor extraño, salado. Pudo observar de igual manera que era de color negro y se parecía al... ¿Al calzón de encaje que Airmid se puso cuando abandonaron la sede de la familia Dian Cecht?
-Quédate quieto-Ordenó la mujer, como si se dirigiera a un animal.
"¿D-Dónde...? ¡¿DÓNDE QUEDÓ LA AIRMID DÓCIL Y ARMONIOSA DE AYER?!" Gritó internamente, llorando con desespero y vergüenza por tener esa prenda interior en su boca, como si la noche anterior no hubiese tenido otra cosa de la peliplateada dentro.
La respuesta a esa estúpida pregunta vino al segundo. La razón era obvia.
"Ah sí, el distrito del placer. Todo esto es causado porque creen que fui al distrito del placer. Si la confusión se mantiene de este modo seguirán malentendiéndolo lo que se traduce a mayor tortura para esta pobre alma inocente" Dijo mentalmente, jadeando y entumecido de la cintura para abajo, lo que era como un regalo en esas instancias.
-A-Airmid... si me dejarás explicarte... ¡AHHH!-Musitó el chico, pero...
*¡SLASH!*
El sonido del látigo resonó en la habitación, cortando el aire y alcanzándole el pecho en un movimiento veloz. El golpe no fue lo suficientemente profundo para hacer brotar sangre, pero sí para desgarrar su camisa y dejar una línea de ardor sobre la piel, arrancándole un quejido ahogado mientras el dolor recorría su cuerpo.
Levantó la mirada hacia la sanadora, quien lo observaba desde arriba con una expresión despectiva, como si estuviera ante algo insignificante.
"¿E-Es un jodido látigo?" Incrédulo, preguntó.
Con un movimiento pausado, ella enrolló el arma, luego retiró la prenda de encaje de su boca, y finalmente levantó su tacón de la entrepierna del prisionero, dándole un respiro.
"Admito que eso fácilmente podría excitarme si estuviéramos en una distinta situación" Los fetiches que guardaba profundamente mostraban señales de existencia. Por obvias razones los enterró ya que resultaría contraproducente proseguir con esa forma de pensar.
Sacudiendo la cabeza para borrar esas ideas, reemplazó esas extrañas emociones por completa frustración.
-¡YA DÉJENME HABLAR!-Volviendo a respirar, el chico se quejó.
-¿Are? ¿Qué te dije sobre levantar la voz? Parece que necesitas otra reprimenda...-La peliplateada se preparo para volver a golpearlo, pero...
-¡Un momento, Airmid-Sama!-María interfirió, impidiéndolo y posándose en medio de ambos para impedirlo.
-¿Uh? ¿Qué sucede?-Cuestionó la médico.
-¿Que qué sucede? ¡Nunca hablamos de usar armas! ¡Es demasiado incluso para nosotras! ¡Sobretodo para nosotras! Es más ¿De dónde sacaste esa cosa? El mío sigue en mi cintura-Dijo Shakti, uniéndose a la defensa con la cuidadora, fungiendo como las voces de la razón en esa locura, mirando en su costado que su arma continuaba enrollada en donde la dejó, lo que significaba que el que estaba en manos de la sanadora era de su propiedad.
-¿Esto? Lo compré hace unos días. Pensaba usarlo con Bell, aunque no de esta manera y no bajo este contexto-Respondió Airmid como si fuese lo más normal del mundo.
-¿Eh? ¿No lo vamos a herir? ¿Entonces por qué me pediste mi estoque, Cassandra?-Intervino Daphne, confundida.
-P-Para lucir amenazante...-Balbuceó la peliazul, desviando la mirada al decirlo. Sin embargo, la evasión en sus ojos la delataba; claramente su intención era mucho más agresiva que solo intimidar.
Mientras las chicas discutían, la víctima observaba la escena con una mezcla de alivio y desconcierto. El ambiente había dado un giro inesperado, y aunque la intensidad y el peligro seguían presentes, la situación era un tanto menos amenazante que antes.
-A ver mis señoras ¿Qué están haciendo? Esto no era parte del plan. La idea era asustarlo un poco, interrogarlo... ¡No convertir esto en una sesión de tortura!-Argumentó la castaña.
La sanadora se encogió de hombros, como si la situación le resultara perfectamente normal.
-No es tortura, María. Solo estamos siendo... persuasivas-Argumentó.
La cuidadora rodó los ojos, exasperada.
-Persuasivas... claro ¿Y el látigo es parte de esa persuasión?-Le cuestionó Shakti, levantando la ceja y cruzándose de brazos, sin tragarse eso.
-Pues... creí que sería útil. Para intimidarlo-Cassandra, aún sosteniendo el estoque, evitó la mirada de las dos mujeres mientras murmuraba.
-¿Intimidarlo? No engañas a nadie, ibas completamente decidida a darle un buen susto ¿Verdad?-La domadora reveló las intenciones de la "Tímida" del grupo.
-Dame eso Cassandra-Daphne le quiso arrebatar el arma, también dándose cuenta de que quizás estaban sobrepasando la línea entre lo legal e ilegal, pero su amiga se aferró a esta como si su vida dependiera de ello.
-¡En fin! ¡El objetivo de esto es interrogar a Bell-Sama sin hacerle tanto daño!-María alzó la voz, recuperando el control de la conversación.
Una gota de sudor le recorrió la frente al inquieto, quizás harto, albino mientras pensaba para sí mismo.
"¿Sin hacerme tanto daño? Ya decídanse ¿Planean lastimarme o no?" La falta de claridad le molestaba más que cualquier herida exterior.
El espectáculo era surrealista, como si estuviera presenciando una parodia o una comedia de enredos. Desde su posición, la escena frente a él parecía sacada de una película cómica donde los villanos no lograban ponerse de acuerdo para derrotar al héroe.
-¡Ay, no entiendo tanto drama! Recuerden que yo puedo curarlo después de cortarlo, golpearlo o herirlo ¡Da igual si nos pasamos!-Exclamó Airmid, rompiendo la discusión con un sólido argumento, despreocupada.
La calma momentánea en Bell fue reemplazada por un escalofrío, sintiendo que su vida volvía a pender de un hilo.
Las demás asintieron, como si ese "detalle" hubiera aclarado cualquier duda en sus mentes. Una sonrisa siniestra se dibujó en los rostros de todas, y el peligro volvió a latir en el aire.
-Es cierto...-Comentó Shakti, cargada de convicción mientras miraba a su novio con una determinación que no auguraba nada bueno.
Cassandra sacó el estoque que Daphne le había prestado y lo mantuvo al frente, con un mechón de cabello pegado en su mejilla, dándole una apariencia extrañamente teatral. Por otro lado, la pelirroja se tronó los nudillos, lista para lo que parecía ser un "interrogatorio" poco ortodoxo, a la vieja escuela.
-Bien, Bell-sama-María, la única que no tenía la intención de dañarlo, comenzó.
-Continuemos. Díganos...-Dijo, no obstante...
*¡SLASH!*
El látigo de Airmid volvió a impactar en el pecho del chico antes de que pudiera formular la pregunta, dejando una nueva marca en su piel.
-¡UGHHHHHHHHHH!-Él apenas tuvo tiempo de jadear antes de que la voz de María estallara.
-¡Airmid-sama! ¡Se supone que antes debe hacerle una pregunta!-Le recriminó la cuidadora.
Ella la miró con un encogimiento de hombros.
-Oh... ya veo-Respondió, entendiendo la instrucción. Como jamás ha formado parte de un interrogatorio, no estaba al tanto de las reglas.
Entonces, girándose de nuevo hacia el conejo retorcido en dolor, repitió la acción.
-¡Dime, Bell! ¿Has fantaseado con los pechos de María?-Interrogó.
-¿Q-Qué...? ¿Eso que tiene que...? ¡AHHHH!-El muchacho levantó la ceja y..
*¡SLASH!*
Otro latigazo cayó sobre él, arrancándole un gemido de dolor y sorpresa
-¡Pero sobre lo del distrito del placer! ¡No sobre mí!-Gritó Maria, indignada.
-¡Y-Ya no me golpeen! ¡Esto se está volviendo ridículo!-Chilló la víctima.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, la punta del estoque de la yandere peliazul se posó justo en su cuello, lo suficientemente cerca para que cualquier movimiento o palabra adicional fuera imprudente.
-Bell... no estás en posición de exigir nada aquí. Airmid, permíteme continuar-Dijo, lanzando una mirada gélida hacia la reina del harem, con un brillo vacío en los ojos, casi como si esperara su bendición para llevar a cabo sus propios deseos.
Impresionada por ese estado, catatónica por decir menos, Airmid asintió y ella regresó la atención al desafortunado cercano a la muerte.
El muchacho tragó saliva, sintiendo el roce frío del metal contra su manzana de Adán.
-Tú nos prometiste hacernos felices...-Murmuró Cassandra, carente de vida y brillo en su expresión.
-En mis sueños, vi que cumplías esa promesa. ¿Por qué interrumpiste esa hermosa visión? Dijiste que nos amabas. Si me lo hubieras pedido, me habría entregado a ti sin dudarlo, mi primera vez sería tuya y podrías hacerme lo que quisieras en la cama, destrozarme, hacerme pedir más. No necesitabas recurrir al distrito del placer...-Dijo quitada de la vergüenza que una vez la caracterizó. Mencionando una de las visiones que tuvo y que a su parecer fue interrumpida. También añadía unos detalles picantes a los que ninguno pudo evitar reaccionar.
Incapaz de soportar el peso de su mirada y la absurda acusación, el albino explotó.
-¡Y-Yo no hice nada de lo que están pensando en el distrito del placer! ¡Todo es un enorme malentendido!-Repitió por segunda ocasión esa respuesta que tanto se esforzaba en volver a emitir entre tantas interrupciones previas.
Antes de que pudiera continuar defendiendo su inocencia, ella dejó caer el estoque y, con manos firmes, tomó el rostro de Bell entre sus dedos, obligándolo a mirarla directamente. Sus ojos opacos se dilataron, y una sonrisa inquietante se dibujó en su rostro.
-Me da miedo... ¿Qué le hicieron a la chica que conozco desde hace más de diez años?-Mustió Daphne desde lo lejos, escondiéndose detrás de Shakti, Airmid, y María, incapaz de reconocer a la amiga que tenía frente a ella.
-¿E-En serio? ¿Lo dices en serio?-Cuestionó Cassandra, de forma tierna e ilusionada, creyéndole, recuperando la luz.
"¡Al fin estoy siendo escuchado! ¡Vamos Cassandra! ¡Apóyame!" El interrogado celebró internamente, alegrándose profusamente.
Aunque eso no duró mucho...
-E-Entonces... ¡Las culpables son esas pecaminosas mujeres! ¡Debemos matar a todas las prostitutas del distrito del placer! Seguramente te hicieron algo que no recuerdas. ¡Sí, eso tiene más sentido! Tú jamás harías algo que nos hiriera por voluntad propia. Un baño de sangre será justo lo que ese sitio necesita...-Dijo la peliazul, dirigiendo su furia a otro objetivo y empatizando con el conejo en la historia que se inventaba.
-Cassandra, agradezco que creas en mí, pero estás tomando un camino... igual de extremo y equivocado-El albino intentó razonar con voz temblorosa.
-¿Por qué lo dices?-Cassandra replicó, recuperando la actitud de segundos antes.
-¿Por qué te niegas a que las mate? ¿Acaso... me mentiste? ¿Sí lo hiciste con alguna de ellas? De ser ese el caso puedo perdonarte, no obstante, debes decirme el nombre de la mujer para que la mate con mis propias manos...-Inclinó la cabeza, infundiendo presión.
-¡NO ME REFIERO A ESO!-Protestó el novio, exasperado.
Shakti, viendo la situación descontrolarse, suspiró y tiró de ella, apartándola con fuerza.
-Creo que nos estamos desviando del tema-Dijo, tomando el control con la firmeza que el caos necesitaba.
Reemplazó a Cassandra, poniéndose al frente del resto.
Posó su bota encima del borde de la silla, a escasos centímetros de la entrepierna del conejo que se contrajo al creer que nuevamente lo pisarían ahí. El casquillo del calzado rozaba la zanahoria suprema de forma rígida, dura.
En esa posición, flexionó la rodilla, aproximándose, reduciendo la distancia entre sus caras al mismo tiempo que estiraba la mano, alcanzando la altura suficiente como para jalar el cable del que colgaba la lámpara al centro de la habitación, apuntándola hacia el chico en una escena típica de interrogatorios en películas de Hollywood.
Con la mano libre, en supino, introdujo los dedos en el exterior del cuello de la camisa negra del muchacho, cerrando el puño y tirando de la misma hacia adelante.
Esnifó como lo hizo antes de noquearlo en las calles de Orario, volviendo a confirmar su sospecha.
-El olor que desprendes es inconfundible. El suave aroma de un afrodisíaco, aún diluido, puede ser identificado si un aventurero experimentado con los sentidos finamente entrenados lo huele. Puede ser fácilmente confundible con el olor de la miel, pero el atraparte en el acto, saliendo del distrito del placer, descarta esa posibilidad. Tú, quien orgullosamente presumo como mi novio, usó un jodido afrodisíaco. No soy una idiota, no nos tildes como tal. Si confiesas tu crimen, la condena no será tan severa, así que te sugiero soltar la sopa con nombres y burdeles-La domadora, como parte de la policía de Orario, como capitana de la familia Ganesha, ha sido participe en incontables interrogatorios, por lo que conocía el eficiente método de sembrar duda y discordia en los criminales para que hablaran, técnica que empleaba en este caso.
Desde la inexpresividad hasta la actitud encaradora, sumado a su rectitud. Detalles inocuos y en blanco, como una hoja de papel, la misma tranquilidad en sus palabras aunado a la falta de movimiento, manteniéndose rígida como un tronco. Cada aspecto, minúsculo en apariencia, aportaba a la sugestión, a la manipulación.
Sus años de experiencia en ese ámbito lo serían fácilmente influenciados por el sentimentalismo, el enojo, la... decepción, los celos, que la abordaban ante la culpabilidad de su pareja, su compañero de vida, a quien tanto le profesa su amor.
-¿Condena? Por favor, ya no me traten igual a un criminal. No he hecho nada malo... ¿Bajo qué cargos se me inculpa?-Interrogó Bell, suspirando pesadamente. En un principio se sentiría aplastado por la presión que su novia ejercía, aunque, ahora que ya ha pasado por aplastamiento de partes nobles, latigazos y amenazas con objetos punzocortantes, nada podía ser peor.
La peliazul bajó el pie, poniéndolo recto, en firmes, cruzándose de brazos.
-Se te acusa de haber cometido daño a propiedad privada. Ciertamente no podemos enjuiciarte por infidelidad ya que ninguna de nosotras está todavía casada contigo-Comunicó.
Signos de interrogación imaginarios aparecieron encima de la cabeza del chico, la cual de ladeada.
-¿Are?-Musitó.
-Rompiste el corazón y la confianza de cinco chicas que te aman. Esa es la propiedad privada que destruiste, maldita escoria insensible-Declaró Shakti de forma inmediata, aclarando el panorama, revelando el ¿Delito?
-Eso sin contar los otros tres que serán dañados cuando Riveria, Tiona y Alicia se enteren de lo que hiciste. Ahórrate el castigo de estas tres aceptando el nuestro-Añadió, erizando la piel del joven, quien le temía a la alta elfo.
Tragó saliva, dispuesto a negociar, aunque primero deseaba conocer la reprimenda de las cinco a pesar de no haber cometido ninguna falla, cosa que lleva tratando de aclarar desde que despertó de ese largo desmayo.
-Solo por curiosidad, no digo que sea culpable y de hecho sostengo mi inocencia, pero, en caso de que el veredicto sea el erróneo... ¿Qué clase de castigo me impondrían?-Cuestionó, desviando la mirada a la espera de la respuesta que no se hizo esperar.
-La castración, obviamente. Ni siquiera lo pondremos en tela de juicio-Contestó a Airmid, asomándose al costado de la espalda de la capitana de la familia Ganesha con los ojos vueltos llamas, ardiendo por el desenfreno te deseo de venganza y sangre.
-¡Hey! ¡Eso sí que no! Él t-todavía no lo hace conmigo-Interrumpió Shakti, tocando sus dedos índices entre sí, ruborizándose y desviando la mirada. Su tono avergonzado contradecía lo seria y fuerte que intentaba lucir.
El conejo, habiendo escuchado suficiente, se miró abajo.
"¿El hecho de que no lo haya hecho con ella aún es la única razón por la que se niega a esa estúpida sugerencia y el motivo por el que mi Bell Jr sigue en su lugar?" Pensó con preocupación, y sin poder evitarlo, centró la atención a su entrepierna.
"Saldremos ilesos de esta amiguito. Te lo prometo" Una cálida lágrima rodó por su mejilla, jurándose a sí mismo que protegería lo que lo vuelve hombre.
Sin previo aviso, los dedos de la peliazul se clavaron en sus mejillas. Lo sostuvo firmemente por el mentón, acercando su rostro al de ella, forzándolo a mirarla a los ojos.
-Te sugiero que te concentres más en defenderte... en lugar de aceptar una condena. Porque si no cooperas, tendré que usar otros métodos para hacerte hablar...-Su voz adquirió una suavidad irónica, casi seductora. Y con un guiño, le sonrió de una forma que era tan inquietante como encantadora.
"¿Por qué... me estoy excitando?" Se cuestión Bell, horrorizado al notar que aquella amenaza de su novia, en vez de espantarlo, lo atrapaba. Había algo en su mirada segura, en ese poder con el que lo tenía bajo control, que le resultaba extrañamente atractivo.
Sacudió la cabeza, intentando librarse de aquel pensamiento traicionero.
"No, Bell, no sigas por ahí" Se regañó a sí mismo, haciendo todo lo posible por sofocar aquel fetiche peligroso que, de seguir alimentándolo, seguramente lo condenaría en un futuro que no parecía muy lejano.
-¿Cuántas veces debo decirles que no se trata de eso? Yo no fui al distrito del placer con ese objetivo...-Dijo con complicaciones a la hora de gesticular las palabras dado que los movimientos de su mandíbula se vean limitados por la fuerza que su amada novia ejercía en ella.
-¡No te creo nada! ¡Mentiroso! ¡Eres un mentiroso! ¡Un maldito mentiroso! Justo la noche siguiente de que tú y yo lo hicimos... fuiste a ese lugar...-Airmid apartó a Shakti de un empujón al costado, agarrando de la camisa al chico y sacudiéndolo mientras su tristeza salía a flote.
Ya no había odio, si no... agravio. Ella... se sintió insuficiente.
La sanadora dejó caer la cabeza y empezó a sollozar, las lágrimas brotaban sin freno, deslizándose por sus mejillas.
-¿E-Es que acaso... acaso te sentiste insatisfecho conmigo, Bell?-Le preguntó en un abogado murmullo entrecortado.
La expresión de sorpresa se dibujó en el albino quien... no esperaba verla de ese modo.
-¿Fue que no me moví lo suficiente? ¿O esperabas que... que hiciéramos más? Si querías algo distinto ¿Por qué no me lo pediste? Yo... pude haberme esforzado más... más rondas, lo que quisieras. Pero... no necesitabas ir a buscar a otra si estaba insatisfecho...-Se quebraba, sintiéndose traicionada, usada... como un objeto.
-No... era necesario cambiarme...-Tembló, frunciendo el ceño, dándole golpes ligeros en el pecho a su novio que conforme avanzaban perdían fuerza.
El novio de la chica sintió una punzada en el pecho y respondió de inmediato, para arreglar ese embrollo. Le dolía... verla llorar.
-¡Airmid, no es eso! Al contrario... yo estaba convencido de que el que falló fui yo, que no estuve a la altura para ti. Mi amor, esa noche fue... fue la más feliz de mi vida. Fuiste perfecta... y si alguien no cumplió, fui yo-Declaró, quitado de la pena. No podía ser limitado por emociones banales cuando una de las mujeres a las que manaba sufría.
-Es por eso... que jamás te dañaría, nunca las dañaría. Como le dije a Maria, prefiero morir antes que cometer un acto que les traiga tristeza y desdicha... yo las amo, las amo con mi corazón, desde lo profundo de mi alma. El día que decidí unirme a ustedes, me prometí llenarlas de dicha, sonrisas, felicidad... es por eso que... ¡Por favor les pido que crean en mi!-Vociferó, contagiándose con el sensible ambiente, llorando de igual manera que la sanadora.
Ella levantó la mirada, con sus ojos rojos de tanto llorar, pero una chispa de alivio se encendió en su rostro.
-¿L-Lo dices en serio, Bell...?-Quiso confirmarlo. Sus labios temblaban, pero al fin esbozó una sonrisa tímida, como si su dolor comenzara a disiparse.
Él asintió con firmeza, devolviéndole la mirada con sinceridad. Y en ese corto instante, toda la desconfianza y las dudas parecieron desvanecerse.
Y, por un pequeño resquicio, en segundos, se asomó el modo tiento e imprudente de la medico, haciendo su triunfal retorno para beneficio del albino.
Aunque, por desgracia y mala suerte...
*¡PLAZ!*
Este fue efímero. ¿El motivo? Pues...
-¡No permitas que un par de palabras bonitas y sonrisitas coquetas te convenzan! ¡Es una mentira! ¡Ese tonto no hubiese ido al distrito del placer si nos amara!-Daphne le dio un fuerte zape en la nuca que le empujó la cabeza hacia adelante, desactivando el modo imprudente de la médico ante una sacudida de sistema, mostrándose reacia al convencimiento del albino.
La peliplateada miró a la pelirroja con una lagrimita bajándole del pómulo por el dolor que el impacto le causó. Tras ese breve intercambio, regresó la atención al atado novio quien todavía mantenía la esperanza de que la reina del harem continuara creyéndole.
-¡Ujum! Como te decía... ¡Eres un maldito perro infiel y mentiroso! ¡Pena de muerte!-Sus cejas se arrugaron, el ceño se le frunció y cualquier atisbo de fe se perdió con esas simples palabras, rompiendo la tranquilidad y la paciencia del juzgado, quien ya tildaba de ridícula la situación.
-¡LLEVO CASI MEDIA HORA TRATÁNDOLES DE DECIR QUE NO ES ASÍ! ¡¿POR QUÉ NO ME DEJAN HABLAR?! ¡TODO ESTO SE PODRÍA ARREGLAR SI ME LO PERMITIERAN!-Estalló en enojo, una emoción extraña y aparentemente inocua en Bell hasta que se estimula lo suficiente para salir a relucir.
Su pecho se distendía, se inflaba y desinflaba, al tomar grandes bocanadas de aire porque el grito vació el aire de sus pulmones de un jalón.
-Perdónenme por perder los estribos, es que he tenido suficiente de esto...-Prontamente se disculpó, dado que no fue su intención hablarles de ese modo, no obstante, se percató tarde de que aquello resultó contraproducente.
El silencio que se instaló tras el arrebato de Bell solo aumentó la tensión en la habitación, las miradas de las chicas se le clavaron, intensificando aquella amenaza casi palpable, tangible, que las rodeaba. Emanaban en cada poro un aura inquietante, combinando determinación con una nada sutil intimidación.
"T-Tal vez lo arruiné..." Dijo mentalmente, arrepentido de lo que dijo e hizo.
-Si vuelves a gritarnos no nos importará que no lo hayas hecho con Shakti, te castraremos-Expresó Daphne en un tono gélido que congelaba simbólicamente el espíritu del conejo, quien agachó la cabeza, temeroso.
Sus pasos, uno a uno, se sincronizaban con el acelerado corazón de este último.
-Aclarado eso... más te vale que respondas la maldita pregunta... ¿Qué hiciste en el distrito del placer? Puedes decírmelo, no hay manera de que nos enojemos más... ¿O quieres jugarle la cola al león?-Su mano se aferró a su cabello, tirando hacia atrás para que él mantuviera la vista despejada y no escapara de las fuertes y constantes amenazas, típico de una mujer sádica deleitándose del sufrimiento ajeno que le estaba infundiendo.
-H-Hai...-Balbuceó, sintiéndose como un niño regañado.
La idea de intentar de convencerlas de lo contrario a lo que se le acusaba se esfumaba; dios lo abandonó y junto consigo la ansiada misericordia. Lo único que quedaba era el potencial destructivo y severo de esas mujeres.
"No se puede razonar con estas mujeres. Sé que en varias ocasiones dije de broma que mis novias me dominaban, pero no había dimensionado lo real que era esa declaración hasta ahora. En efecto, mis novias me dominan y de ellas depende si salgo entero de esta habitación. Supongo que seguiré el flujo de los acontecimientos para descubrir a donde me llevará y si acaso me salvará" Pensó, resignado a no replicar. Perdió el brillo en los ojos y entre un suspiro, soltó una risa falta de alegría.
-¡Ah! Y si no nos lo dices...-Comenzó Cassandra, interrumpiendo de nuevo, captando la atención de todos.
Esa forma de iniciar las condicionantes despertaba el lado más violento del conejo, quien vio en su frente una gota de sudor bajando y una vena inflándose de sangre. En su evidente frustración, gritó mentalmente porque si lo pronunciaba al exterior, era condena de muerte segura.
"¡¿POR QUÉ NADIE ME ESCUCHA?! ¡YA DIJE QUE CONFESARÉ TODO Y SIGUEN AMENAZANDOME!" Sintió una mezcla de exasperación y fatiga; estaba atrapado en una guerra de conflictos.
La peliazul se acercó y, casi de modo teatral, dando pequeños saltos conforme la distancia se reducía, sacó un sobre color amarillo del bolsillo de la domadora, arrebatándoselo con tal sutileza que esta última no se dio cuenta hasta que lo vio en sus manos.
Lo sostuvo frente a él, sonriendo triunfal, como si en la palma de su mano se hallara su arma secreta.
-Te mostraremos una foto comprometedora que hará que desees desaparecer en el mejor de los caso. En el peor, bueno... espero que no hayas desayunado, mi amor-Habló, con una sonrisa insinuante.
-¿Foto comprometedora?-Murmuró el conejo, agudizando los ojos, reflejando el interés y mostrándose confuso. Su curiosidad lo traicionaba, tratando de descifrar a qué se refería.
"¿Qué podría ser peor de lo que ya me hicieron? No se me ocurre nada. Además, qué terrorífica es Cassandra ¿De este modo se comportan las mujeres recatadas y aparentemente inocentes? ¿O es que mi novia le teme al abandono que claramente no cometeré? Las relaciones son complicadas, mucho más si son múltiples... pero... no puedo hacer nada, me enamoré de ellas así que he de aceptar las consecuencias" Pensó. La ceja le temblaba como una especie de tic nervioso. También abordó el tema de la anterior hija de Apolo y las motivaciones de esa actitud severa y reacia ante las cosas que amenazaban su romance con él.
En apariencia, la chica compartía similitudes en el comportamiento con cierta chica de cabello dorado a la que se le conocía como la santa de una novela ligera sobre un mob con nombre del rey de la selva con un robot que reencarnó en un videojuego y trata de conquistar a la reina del país en el que volvió a nacer.
"Si no captan la referencia, nos referimos a Olivia de Mobuseka" Dijimos al público Bell y yo, mirando a la cámara.
-¡Ay!-El quejido provino del protagonista de la historia, rompiendo su conexión con la cuarta pared.
-Haznos caso...-Daphne tiró de su cabello nuevamente para que abandonara su repentina distracción.
-O-Okey. Díganme ¿A qué se refieren? O mejor aún ¿Qué demonios es una foto y cómo puede ser comprometedora?-Preguntó, regresando a la conversación. El desconocimiento del peliblanco ante el término desconcertó a las presentes. Aunque no se le podía culpar, vivió lejos de la civilización desde que nació, rodeado de la tierra y el campo junto su abuelo.
Ellas intercambiaron miradas y se levantaron de hombros, dejándolo pasar.
-Esto no importa. El punto es que... Ilta tiene contactos. Como una amazona, es obvio que conoce a algunas del distrito del placer. Un puñado de ellas son espías dentro de la familia Ishtar...-Comenzó Shakti, sonriendo tétricamente como si disfrutara de la incomodidad que le infundía.
No era necesario añadir diálogos extra. Eso bastaba para que el joven sintiera un nudo en el estómago y vacío en el abdomen.
-Han habido mejoras tecnológicas en otros continentes. Si bien no se ha puesto a la venta aquí en Orario, Ishtar-Sama compró una herramienta interesante en una de sus escapadas de la ciudad. Es como una caja con un lente sin uso en batalla, sin embargo, eso no le quita lo útil. El nombre que recibe es "Cámara"-Daphne se le único a la capitana de la familia Ganesha en el acoso, asomándose desde su espalda como un topo saliendo de su madriguera.
-S-Sigue hablando...-Dijo Bell, intrigado, tragando saliva, titubeando, y sobretodo, sin detenerlas. La curiosidad mataría al gato, o en este caso, al conejo blanco.
La mujer con el sobre movía de derecha a izquierda el antes mencionado, asintiendo repetidamente, disfrutando del preámbulo a la ansiada revelación.
-Su función es sencilla. Al tratarse de un objeto inanimado, es capaz de hacer retratos en papeles miniatura, sin importar lo mórbidos que estos lleguen a ser. Solo es necesario que una persona esté dispuesta a accionarla y en segundos obtendrá el dibujo-Agregó Airmid suavemente con las manos en la espalda, estirando sus pies, tocando el suelo con el talón, repitiendo esa infantilidad, divirtiéndose.
Las expresivas cejas blancas del muchacho se elevaron, sin entender el potencial devastador de lo que describían.
-¿Por qué eso debería aterrarme?-Preguntó, manteniendo la calma. No obstante, cometió un error... esa aparente inocencia en el cuestionamiento fue interpretado como un intento torpe de desafiarlas.
Las chicas abrieron en la totalidad de su circunferencia los ojos significativamente, oyéndolo como una falta de respeto, una respuesta temeraria y, en especial, arrogante.
La expresión de María se torció en molestia, peor que las demás, impresionante viniendo de ella. Motivada por esa desbordante emoción, se aproximó, arrebatándole la foto a Cassandra violentamente, casi arrancándolo de sus fríos dedos.
-Ara~ Ara~ ¿Es así, Bell-Sama?-El inicio le dio mala espina. La castaña acarició suavemente su mejilla, dejando caer sus párpados sin revelar lo terriblemente opacos que estaban sus hermosos ojos color de olivo.
"Si... en definitiva podía ser peor..." Concluyó Bell, entumecido de pies a cabeza y preparándose para lo que lo aguardaba.
No se tomarían la molestia de darle detalles de aquel artefacto mágico, aparentemente indefenso, si no fuesen capaces de convertirla en una herramienta de tortura.
-Existe una mujer en el distrito del placer que es hija de Ishtar-Sama. Si no me equivoco se trata de la capitana de su familia. Si nos dices la verdad, no reaccionarás a lo que te mostraremos. Sin embargo, de ser el caso contrario... significará que te atrapamos-La cordura del conejo se rompió al recibir esa introducción.
"C-Capitana de la familia Ishtar... no... no puede ser posible..." Vio con terror el sobre.
-Parece que este trozo de papel ha logrado su cometido, por ahora...-Sonrió la cuidadora antes de proseguir.
-Se trata de una mujer sapo, una prostituta que sinceramente, a pesar de no considerarme muy agraciada y hermosa, no encontré otro adjetivo a la hora de describirla que... increíblemente horrible...-Comentó.
El estómago de Bell se revolvía. La imagen de la persona ala que se refería le causaba náuseas.
"No... no es posible... es..." Se mareó.
-Por lo que Ilta-Sama nos dijo, la primera en probar la nueva adquisición de Ishtar-Sama fue ella. Y, desde mi desconocimiento e incomodidad, conseguimos la evidencia. Lo extraño recae en que... en el dibujo no porta ninguna prenda...-Finalizó, haciendo palidecer a la víctima. Ningún método de tortura se le asemejaba al actual.
Fue entonces que María levantó la parte superior de la fotografía, revelando solo el rostro de la mujer. La reacción de su novio fue instantánea.
"¡A-ALEJA ESO DE MI VISTA! ¡BLURGH!-Exclamó, inflando las mejillas, al borde de vomitar al recordar a esa extraña que lo había seguido en la noche y que por poco lo corrompe y seca.
La visión le revolvía el estómago de un modo insoportable.
-¡ES CULPABLE! ¡CULPABLEEEEEEEE!-Gritó la castaña, no necesitando otra prueba, señalándolo con el dedo, convencida de su culpabilidad.
-¡GLUP! ¡N-NO ES LO QUE CREEN, MALDITA SEA!-Replicó el acusado después de tratarse el vómito para replicar, visiblemente asqueado por el sabor.
No podía soportar el tormento psicológico que aquel pequeño trozo de papel representaba; había soportado bastante, pero esto estaba sobrepasando todos sus límites. ¿Acaso no habían escuchado cuando dijo que cooperaría desde el inicio?
Finalmente, tras un profundo respiro, bajó la cabeza, cansado y al borde del llanto.
-Y-Yo No hice nada... el olor a afrodisíaco... no es culpa mía...-Musitó, traumado.
Esto tocó las fibras del corazón de la domadora de cabellera azul, quien empatizó con él y tuvo la sensación de que sobrepasaron la línea.
Interponiéndose entre la cuidadora y el aventurero, se dispuso a calmar las aguas y darle el beneficio de la duda a este último. Nadie que no estuviese convencido de su inocencia soportaría tal tormento y mantendría su versión de la historia.
-Guarda eso y escuchémoslo. Yo... también confío en que nos dirá la verdad-Le dio el voto de confianza. Un poco tarde, pero se lo dio.
Las demás asintieron, teniendo la misma impresión.
"Shakti-Sama..." Lloró el chico, admirando en demasía y exceso a su amada pareja, agradecido por la breve tregua. Cuando se libere, prometió que la abrazaría y llenaría de besos. Luego de cepillarse los dientes, claro está, si no ese gesto sería de todo menos romántico, al contrario, daría muchísimo asco.
Por fin, habiendo obtenido un silencio permisivo, una quietud tranquilizadora, suspiró en paz antes de dar inicio a su versión de los hechos en este juicio cruel y unilateral al que se le sometió injustamente.
-Todo comenzó cuando me echaron de la mansión...-Ya calmado, partió desde ese punto.
Fue entonces que narró brevemente cómo había terminado en el distrito del placer.
Explicó que todo comenzó cuando dejó la mansión a pedido de sus novias que deseaban tener una "Conversación de chicas" sin previo aviso, lo cual lo dejó sin muchas opciones de qué hacer ese día.
Cansado, queriendo dormir, no tuvo de otra que encontrar algún sitio en paz y, de ser posible, visitar a una conocida. Primero menciona que considero ir al bar, pero descartó la idea tajantemente.
-S-Si me presentaba sin haber tomado una ducha, Anya y Chloe hubiesen reconocido mi... olor...-Miró de reojo a Airmid al decir aquello. Ella ladeó la cabeza con confusión.
-Se refiere a que las feromonas que soltaron la noche pasada delatarían lo ocurrido en su cuarto, Airmid-Sama-Discretamente, María le susurró el contexto, provocando que se ruborizara del mismo modo que su pareja.
-¡Ujum! E-Entiendo, prosigue-Dijo la peliplateada, pidiéndole que prosiguiera y no se detuviera ahí. Ya que se desactivó el modo imprudente, ventilar ese asunto con el resto la avergonzaba. No obstante, ya en este punto ¿Qué detalle no conocerán el resto de las novias?
-Como iba diciendo, descarté ir a "La señora de la abundancia", así que quise pasar por el gremio para saludar a Eina, pero estaba ocupada, demasiado ocupada...-Expresó con una gota d sudor bajándole de la frente al recordar a la semi elfo gritando a diestra y siniestra mientras terminaba el papeleo que no realizó por la semana completa que estuvo sin trabajar. Ya era demasiado bueno que Royman no la despidiera al abandonar sus labores e irse a pelear en un juego de guerra. Obviamente habría consecuencias.
"Ahora que lo pienso, eso explica por qué no me la he topado fuera del gremio" Pensó en se detalle el joven, pero por la breve pausa las chicas le indicaron con una simple movimiento de manos, que no se detuviera o le saldría caro.
-Así que la idea de verla la descarté. Y entonces, mientras caminaba por la fuente....-Parecía que el verdadero inicio del relato, o al menos la parte que les interesaba, se presentaría, por lo que las novias se inclinaron adelante para acentuar su interés. Y no estaban equivocadas.
En ese momento, producto de la causalidad, el conejo mencionó que se encontró con Welf y Lili escondiéndose entre los edificios, como si estuviesen en una misión de espionaje. Claramente esto se le hizo extraño y fue a por ellos para preguntarles lo que hacían.
Después de que le dijeron que se callara y no arruinara las cosas, se le informó sobre la misión que los reunía y añadieron que notaron algo extraño en el comportamiento de Mikoto y Chigusa, compañeras de party de los tres, o al menos así fue la última vez que el joven entró al calabozo.
Una vez esclarecidas las intenciones, ellos le preguntaron si quería unírseles, a lo que sin muchas dudas él aceptó. Se propusieron seguirlas a la distancia y vigilar sus acciones en busca de respuestas.
-¿Por qué aceptaste?-Cuestionó Shakti, frotándose los párpados.
-Por mera curiosidad. En mi defensa, me dejaron a mi suerte sin supervisión ni algún medio con el cual distraerme. Así que en parte esto es culpa suya...-Respondía el albino hasta que un puño golpeó al aire, a un costado de su cabeza, despeinándolo por el aire empujado.
-¿Decías? No escuché bien. Habla más claro, querido-Con la ceja temblando y una sonrisa que demostraba de todo menos felicidad, la peliazul le pidió que se repitiese.
-N-Nada...-El cobarde albino desistió, ignorando el asunto por el bien de sí mismo.
Aclaró que las orientales sí parecían actuar de manera sospechosa. Luego de unos cuantos minutos en los que tomaban varios caminos extraños, callejones que conectaban calles distantes, como si planearan perder a cualquier persona que las reconociera, por fin se dirigieron inesperadamente al distrito del placer y detrás de ellas, el trío de idiotas.
-Al principio desconocía la verdadera naturaleza de ese lugar, pero Welf y Lili no tardaron en explicarme lo que allí ocurría, advirtiéndome de los riesgos que conllevaría acompañarlos por ahí...-Si su mano estuviese desamarrada se daría un palmazo en la cara por su estúpida decisión.
*¡PLAZ!*
-¡UGH! ¡¿POR QUÉ HACES ESO?!-Interrogó el albino al sentir una palma abierta impactándole en la cara. Su piel se enrojeció dejando la marca del fuerte impacto.
-Perdón, perdón. Tuve el presentimiento de que querías hacerlo y no quería que me arrebataran el placer de ello-Respondió la responsable, tratándose ni más ni menos que la pelirroja del grupo, la bella y explosiva Daphne que todavía no olvidaba ni perdonaba la visita de su novio a ese burdel.
"Idiota, tanto insististe en que fuese tu novia y me llenaste de palabras bonitas para que me traiciones así. Más te vale asumir la responsabilidad" Se cruzó de brazos, inflando su mejilla en un tierno puchero que nadie esperaría presenciar en una mujer con el carácter tan volátil y el rostro tan amenazante de la fémina. Ya saben, son cosas que solo el grandioso conejo puede conseguir sacar de las mujeres que lo rodean.
-Ya, ya-Cassandra le dio palmadas en la espalda, agarrándola del antebrazo y alejándola antes de que le soltara otro manotazo.
Y claro, no perdió la oportunidad para mostrar su expresión Yandere ante el albino, murmurándole una condición.
-Si nos mientes, mataré a las prostitutas de ese burdel...-Dijo, dibujando una línea en su cuello.
"¿D-Dónde quedó el tierno cachorro dócil ? Lo extraño" Pensó, refiriéndose a la personalidad original de la peliazul, llorando internamente.
Exhaló triste y siguió hablando.
-A pesar de las advertencias e impulsado por un sentido de responsabilidad al tratarse de dos compañeras que arriesgaron su vida por culpa mía, también algo de imprudencia ya que supongo que es inherente de mí, decidí acompañar a ambos y seguirlas en busca de una explicación. Sabíamos perfectamente que no estarían ahí sin un motivo de peso-Dijo, serio y recto. A pesar de que no supo cómo terminó esa visita de las orientales ya que se separó de ellos demasiado rápido, nadie le quitaba la seguridad de que se trataba de un malentendido y había motivos ocultos en el arribo de las féminas.
-Estuvimos siguiéndolas a una distancia segura para no ser atrapados. Sí, hubieron mujeres que se me insinuaron ¡Pero las rechacé! También Lili y Welf me defendieron como los buenos amigos que son-Mencionó, haciendo énfasis en la declinación de las propuestas.
"¿Como buenos amigos o por su sentido se autopreservación?" Todas pusieron cara de póker, leyendo detrás de las intenciones del herrero y la soporte.
-Durante la persecución un grupo de hombres las rodeó y me separé para intentar rescatarlas, pero en ese impulso y por azares del destino, justo dio la hora del "Servicio" que sinceramente desconozco a qué se refiere. El flujo de personas en el distrito me arrastró por el llamado como una ola en el mar hasta el interior de un burdel y una de loas prostitutas me jaló adentro, cerrando la puerta. Yo les dije que salvaran a Mikoto y Chigusa y se olvidaran de mi. Fue en ese momento que nos separamos y mi martirio empezó...-Añadió. Poco a poco el ambiente en la oscura habitación se tornó pesado, como miles de toneladas de granito cayera en la espalda del joven que todavía se mostraba depresivo y traumado por lo que se desarrolló a partir de eso.
-¡Entonces tú...!-Airmid alzó la voz en un reclamo, incrédula, juzgándolo y fulminándolo sin oír completa la historia.
-¡Pero fue en contra de mi voluntad y no hice nada!-Exclamó Bell, interrumpiéndola con desesperación, no permitiendo que el odio regresara.
-¡Huí de ahí y hasta destruí una pared para escapar! ¡Una de las mujeres se me montó encima mientras corría y metió el afrodisíaco en mi bolsillo sin que me diera cuenta, y se rompió!-La intensidad de el vehemente grito resonó en la habitación, y por un momento, incluso Airmid se quedó en silencio, con el ceño fruncido, procesando sus palabras.
El aire estaba cargado, y aunque él aún intentaba defenderse, sus explicaciones parecían solo sembrar más dudas en las chicas que lo rodeaban.
El chico respiró hondo y continuó, buscando sostener su defensa, siendo su propio abogado.
-Allí encontré a Hermes...-El nombre del dios viajero fue pronunciado, observando con cuidado las reacciones de las chicas ya que tienen opiniones divididas del susodicho.
-Puede ser mi testigo. Si quieren, lo llamo y les confirmará que no hice nada indebido. De hecho, él mismo me interrogó en el distrito alegando a que era una escoria de hombre por ir a ese sitio cuando, b-bueno, tengo una relación cercana con Asfi...-Añadió, frenando sus palabras, atorándolas cuando el nombre de la capitana de la familia del dios antes mencionado fue pronunciado, cuando salió de sus labios. Obviamente estaba enamorado de ella, de eso no había lugar a dudas. Incluso las novias del conejo lo sabían perfectamente y de hecho no se negaban a la idea, la peliceleste fue una pieza fundamental en la victoria contra Apolo.
-¿Hermes-Sama?-Murmuró Daphne con una sonrisa complicada, mientras las demás intercambiaban miradas de complicidad.
"No te pongas nervioso, idiota. Todas sabemos que Asfi será tu novia tarde o temprano" El pensar fue colectivo, como una mente colmena, levantando una ceja, aunque no intervinieron en el relato.
-El punto es que él les puede confirmar mi inocencia. Y se preguntarán por qué no regresé después de eso y la respuesta es sencilla ¡Fui perseguido en las calles del distrito otra vez! ¡Las mujeres del burdel salieron a buscarme!-Él cambió el tema, ignorando la insinuación que les dio y siguió, alzando la voz.
-De verdad, solo trataba de salir de ahí, huí lejos de ellas para perderlas. Pero mientras corría, me atraparon tres Amazonas y me llevaron a la sede de la Familia Ishtar-Explicó, esforzándose por mantener la calma.
La piel se les puso de gallina a las novias. Esa información no fue mencionada por Ilta cuando fue a Belit Babili en busca de pistas del por qué los Al Miraj atacaron el distrito del placer y, como objetivo secundario, reunir pistas que relacionaran al muchacho en la escena.
-¿La Familia Ishtar?-Repitió Airmid, con ojos entrecerrados.
-¿Y qué más, Bell-Sama?-Cuestiono Maria del mismo modo, siendo una calca de la médico.
-A-Ahí fue donde vi a... esa cosa-Admitió Bell, señalando con un temblor al sobre en manos de Cassandra quien lo recuperó mientras la domadora que se lo arrebató estaba distraída.
-La mujer sapo de la foto... esa abominación...-Agregó con una mueca de disgusto, náuseas y la piel tornándosela verde de nuevo. Incluso sintió que el contenido de su estómago nuevamente se le subía por el esófago hasta la garganta, por lo que cerró la boca para contener el vómito en caso de que éste saliera.
-¿Y cómo fue exactamente que escapaste ileso de ese sitio? Las Amazonas de ese sitio no son sencillas de evitar, mucho menos si caíste en su sede-Preguntó Shakti, cruzando los brazos como si pusiera en duda cada palabra.
-Me aproveché de la pequeña riña entre las que me capturaron y... eso. Estaban discutiendo sobre quién tendría el derecho de llevarme a la cama primero y, mientras eso sucedía, me escabullí de ahí, pero fui visto y otra vez tuve que correr por mi vida. Si no fuese porque su muy bueno huyendo... no estaría aquí con ustedes y probablemente tendría un cuchillo en las manos apuntándome la garganta para terminar con este sufrimiento...-La visión del conejo se oscureció ante una visible desdicha y miedo de imaginarse ese escenario tétrico en el que solo hallaría paz poniendo fin a su vida. No hay arrepentimientos si no se tiene pulso.
Ahora fue Maria quien se acercó y le dio un par de palmadas en la espalda para consolarlo.
-Al salir de la sede, que por cierto les destruí la puerta de entrada de un golpe, subí a los techos y huí por ahí para tener una mejor visión del distrito y encontrar la salida. Me bastaba con llegar a las murallas y de ahí darle la vuelta a la ciudad hasta regresar aquí, pero el destino, la casualidad o la mala suerte no me beneficiaron ese día y di un paso en falso en el techo del mismo burdel del principio. El techo se rompió y caí al interior. Para evitar que se percataran de mi presencia, entré a una de las habitaciones y, para complicar las cosas... había u-una chica-Mencionó, relatando su maravillosa escapada de las garras de esas morenas hambrientas de carne fresca y sedientas del líquido blanco vital del hombre.
-¿Una qué?-Le interrogaron.
El ambiente cambió cuando mencionó lo siguiente, su tono involuntariamente más bajo.
-Había... una chica ahí...-Repitió, consciente de que era peligroso mencionarlo, pero era más riesgoso ignorarlo debido a la importancia que la susodicha tendría adelante.
Todas agudizaron la mirada al notar el leve sonrojo en su rostro.
-Así que una chica...-Repitió Cassandra, con el cabello cubriéndole la mitad superior del rostro, ya no solo el costado izquierdo como era costumbre en este.
-Sí... su nombre era Haruhime-Respondió Bell, bajando la vista con algo de incomodidad.
-Ella pensó que yo era un cliente, pero al ver mi clavícula... se desmayó-Ignoró los detalles picantes y la admiración que tuvo por la belleza de la chica para evitar conflictos e interrupciones. El desarrollo del intercambio de información era idóneo y no quería alterarlo con menciones indiferentes.
El silencio se alargó, y aunque él esperaba que esto aclarara su inocencia, las chicas parecían aún más dudosas.
-¿Desmayarse por ver una clavícula? ¿En serio? ¿Crees que nacimos ayer. ¿En qué mundo una prostituta se desmayaría por eso?-Murmuró Maria, escéptica, posándose nuevamente enfrente suyo.
-Esas cosas no pasan... especialmente en un lugar así-Concordó Daphne, arrugando sus muy expresivas cejas que de algún modo extraño le gustaban al albino. Un fetiche nuevo tal vez.
Las miradas seguían juzgándolo, intensas y desconfiadas. Y aunque decía la verdad, la duda sembrada empezaba a florecer como una semilla ya madura.
Tras esto, intentando ordenar los recuerdos caóticos de aquella noche en el distrito, prosiguió.
-Antes de que Haruhime se desmayara... ella... bueno, me empujó al futón. Fue un movimiento tan brusco que el frasco de afrodisíaco en mi bolsillo se rompió por el impacto y nos percatamos hasta que fue demasiado tarde-Las chicas seguían cada palabra con incredulidad y expectación, preparándose para castigarlo de ser necesario, pero Shakti estiró la mano para detenerlas y frenar esas intenciones asesinas que se acrecentaban conforme los segundos en silencio vio transcurrían sin información.
-Y antes de que el efecto del afrodisíaco pudiera hacer algo... yo mismo terminé noqueado. No quise faltarle al respeto, tampoco... cometer una acción que pudiese herirlas, por lo que a pura fuerza de voluntad me golpeé en la cara para noquearme y de ese modo evitar sucumbir a los efectos de esa maldita poción-Miró de reojo su mejilla aún inflamada y levemente caliente.
-¿Te desmayaste?-Cuestionó Daphne, dudosa de la veracidad de ese hecho.
-Sí... al despertar, Aisha estaba en la habitación. Tenía una espada larga y me apuntaba directamente al cuello. Ni siquiera tuve tiempo para procesar lo sucedido, solo me atacó con la intención de matar y me dediqué a esquivarle los ataques-Continuó, sintiendo un leve temblor al recordar la intensidad de la mirada de la amazona y esas latentes intenciones asesinas.
-Parecía convencida de que había hecho algo terrible. Creía que... había abusado de Haruhime. Y no la culpo porque cuando me noqueé, mi labio se rompió y tiré sangre en el futón. Ella creyó que la sangre era de su "Hermanita" al perder su primera vez. Sí, sorprendentemente Haruhime es un caso especial, una "Prostituta Virgen", y sacó conclusiones rápidamente sin permitirme contarle lo sucedido hasta que también ella se despertó-Comentó, un poco contrariado. No podía albergar enojo hacia la morena ya que en el mundo existen personas malas que podrían haberse aprovechado de la renard al estar inconsciente. Por suerte, tal vez... destino, fue Bell quien estuvo a su lado y la respetó.
Y... también una verdadera escoria hubiese cedido a la tentación que les proveía el afrodisíaco. Si no se está en sus cinco sentidos, hacer el amor con una mujer bajo efectos de sustancias que alteren su percepción de las cosas sería, efectivamente, un violación.
Él... no podía hacerle eso. No... ¿Repetiría ese suceso? ¿Por qué tenía la sensación de que en algún momento hizo un acto semejante a ese?
Negó con la cabeza, deshaciéndose de ese intrascendente hilo de pensamiento para centrarse en la conversación.
-Tuve que pelear por mi vida. Aisha no escuchaba razones y fue una pelea bastante... intensa. No portaba ningún arma y seguía mareado por el afrodisíaco. Por fortuna, en medio de todo el caos, unos Al Miraj aparecieron, abriendo un agujero en la pared del burdel que daba al callejón-Reveló. La expresión en sus novias no tuvo precio.
-¿Al Miraj? ¿Qué demonios hacían entrando a los edificios? Por lo que se me informó solo atacaron a los miembros de la familia Ishtar en las calles-Repitió Shakti, dudosa, comentando la información que poseía del caso.
Para confirmarle lo anterior, el joven asintió, aunque su frustración creció cuando notó la dirección de la mirada de Shakti, quien lo examinaba con escepticismo.
-Sí, esos mismos... y antes de que pregunten, no, no tengo el poder de controlarlos ni de llamarlos. Fue pura causalidad que aparecieran a salvarme. O... eso creía...-Respondió con un tono seco, agotado de esa asociación constante entre su apariencia y los Al Miraj por sus ojos rojos y su cabello blanco.
-Ellos entraron y... bueno, fue algo surrealista, pero me defendieron como si entendieran lo que estaba pasando. Incluso siguieron mis órdenes cuando les pedí que se retiraran-Dijo, apenado.
-Fufufufu quizás te nombraron su rey y no te enteraste-Comentó Airmid, cubriendo su boca con el puño para soltar una divertida risita.
-¡N-No hay manera de que ese sea el caso! ¡Sé que parezco un conejo pero no lo soy!-Replicó el albino.
Las otras chicas se burlaron también. Eso tuvo un efecto positivo en el ambiente al aligerarlo en diversión y júbilo, teniendo como centro del espectáculo al nada alegre muchacho.
"Mamá Alfia, ahora también odio mis ojos rojos. Si tuviera la oportunidad de verte otra vez, aceptaría que me los arrancaras como tantas veces amenazaste" Pensó, rememorando el odio que su madrastra le tenía a ese rasgo facial del joven y las constantes palabras despectivas hacia este.
Una vez pasada la bulla, las novias intercambiaron miradas entre sí, evaluando cada palabra y sopesando la veracidad del relato mientras él, sintiéndose expuesto y vulnerable, continuó, esforzándose en mantener la compostura.
-De alguna manera, Haruhime y Aisha me acompañaron hasta la salida al amanecer... y no, ¡Hubo ninguna clase de contacto físico entre nosotros!-Exclamó, percibiendo las intenciones maliciosas de algunas.
-Durante la noche y madrugada, por fortuna, encontramos gustos similares, por lo que conversamos sobre cuentos de héroes y...-La calma que antes profesaba, demostraba, se diluyó como la azúcar en el agua.
De repente, un recuerdo específico surgió en su mente, y su rostro se tiñó de suave rubor. La imagen de la renard y la amazona despidiéndose conforme se alejaba, su frenado a media calle y la media vuelta para encararlas se proyectó a manera de película en su cabeza, hipnotizándolo.
-Y... bueno, en la salida del burdel, digamos que... volví a guiarme por mi imprudencia, tomando una decisión que podrá parecerles estúpida ¡Sin embargo! ¡Es noble y carente de segundas intenciones!-Su tono bajó, dudó, para después subir, atrapado en aquel momento, riendo nerviosamente pero sin causarle gracia a ninguna de las presentes.
-¿Qué fue exactamente lo que les prometiste a esas dos mujeres...? No queremos mentiras...-Hablaron al unísono con sincronización y coordinación perfecta, como si fuesen una sola persona.
Mientras tanto, atrás, Cassandra alzó la mano para atraer su atención, señalando de nuevo la foto con un leve gesto de amenaza.
-Les... ¡LES PROMETÍ SACARLAS DE AHÍ! ¡A AMBAS!-Exclamó Bell, con el corazón latiendo acelerado y el rostro lleno de desesperación.
-Ay, ibas tan bien...-Le reconoció Airmid, cediendo a su furia y...
*¡PLAZ!*
El sonido cortante de un latigazo cruzó la habitación cuando la punta del látigo que la médico todavía sostenía de ser necesario emplearlo, tuvo razón, le rozó la mejilla, dejando una línea roja en su piel de la cual se deslizó una gota de sangre, contraria a la primera vez que lo usó en su contra. Se notaba que ahora sí infundió la fuerza necesaria para atravesar las capas superficiales de la piel.
-¡NO ES POR LO QUE CREEN! ¡YA NO ME GOLPEEN!-Protestó el albino, retrocediendo, al arrastrar la silla hacia atrás, pero fue inútil.
Apenas terminó de decirlo cuando...
*¡SLASH!*
El estoque de Cassandra lo alcanzó en el pecho, dejando una línea rasgada sobre su camisa que se abrió, revelando su tonificado cuerpo que en otras condiciones llamaría la atención de sus novias con un carácter lujurioso.
-¡ESTÁN EQUIVOCADAS! ¡EN SERIO! ¡LO HICE PORQUE...! ¡PUAH!-Intentó defenderse, pero un puñetazo de Daphne interrumpió su réplica, empujándolo hacia atrás y casi tirándolo de la silla.
El golpe fue tan fuerte que incluso la madera crujió y las patas se arrastraron, causando un chillido desagradable que solo él escuchó.
-Idiota...-Lo criticó Maria, antes de abofetearlo sin piedad y que...
*¡PLAZ!*
*¡PLAZ!*
Dos impactos certeros al derecho y al revés le hicieron salivar. Si bien la fuerza no se comparaba con las otras mujeres dado su condición de humana normal sin un falna que potenciara sus capacidades físicas, lo sintió.
-Siendo sinceros ¿Qué reacción esperabas de nosotras? Dudo que haya una forma poco culpable de admitir abiertamente que quieres sacar a dos prostitutas de los burdeles sin que parezca que te gustaron-Le Susurró la domadora al oído, luego de observar la escena con resignación.
-N-No fue esa mi intención... puedo jurarlo... por... mi madre...-Respondió el conejo, agotado, herido, cansado.
Complicada, sin saber qué hacer, ella le dio el beneficio de la duda a Bell.
-Sé que posiblemente me arrepentiré de preguntar, está en ti que no suceda. Dinos... ¿Por qué les prometiste eso? O mejor aún ¿Cuál es tu objetivo?-Interrogó, resignada a lo que vendría a continuación aunque velando por la verdad por parte de su novio.
"En serio te amo Shakti" La peliazul subió muchos CranelCoins canjeables con su novio.
-Porque...-Bell miró hacia el suelo, recordando la tristeza en los ojos de Haruhime y Aisha. Aquella expresión marcada por un dolor silencioso, por un sufrimiento que no habían podido ocultar. Un solo vistazo a esos hermosos ojos nublados por el trauma le fue suficiente para convencerse de que... una historia triste, un pasado inmerecido, las apenaba.
Y, como el héroe que es, el que desea ser, en el que busca convertirse, no puede ignorarlas.
Un héroe ayuda a quienes considera que están en peligro. Un acto hipócrita guiado meramente por su propia percepción, por su egoísmo y deseos sin tomar en cuenta la opinión de los demás, lo que quieren o lo que creen querer.
Los héroes son hipócritas... no importa cuántos han habido y cuáles han sido, tampoco los sucesores de estos mismos. Siempre serán hipócritas.
Y esa misma hipocresías llevó a Bell a querer salvar a la amazona y la renard. Egoísmo puro.
-No merecen estar ahí...-Expresó, sin mirar a nadie. Nadie se lo dijo, tampoco podría asegurarlo, pero confiaba en que ese era la realidad de ambas.
Impresionadas por la respuesta, sin convencerse aún de lo noble en esa acción, se acercaron, se frotaron los párpados coordinadas, la misma reacción, siendo el preámbulo.
-Por favor, explícate...-Le exigieron al unísono, un tanto comprensivas.
-Aisha... Haruhime...-Los nombres de las postitutas salieron de su boca con una emoción que apenas pudo contener. Pero antes de poder continuar, como ya parecía costumbre....
*¡CRASH!*
Los interrumpieron, rompiendo la puerta del cuarto que se fragmentó en miles pedazos, atrayendo la atención de los que se hallaban en el interior en un instante, alterando de golpe la tensión acumulada en el cuarto y permitiendo que la luz del pasillo se filtrara.
-¡NO MATEN A BELL! ¡HAY UNA EXPLICACIÓN DE TODO!-Exclamó Welf, irrumpiendo con firmeza, seguido de Lili, Mikoto y Chigusa, quienes entraron detrás suyo urgentemente.
Las miradas chocaron, el cuarteto de aventureros se congeló, palideció, al notar la escena. Bell estaba atado, con los brazos y piernas inmovilizados por fuertes sogas que raspaban su piel, mientras que Airmid sostenía un látigo en una mano y Cassandra todavía sostenía el estoque de su amiga aunado al extraño sobre amarillo.
Parpadearon, parpaderaon varias veces con la esperanza de que al abrir los ojos nuevamente todo se esfumara como un extraño sueño, una visión.
La pequeña soporte, asimilando lentamente la escena, dio un paso atrás y se escondió detrás de la pared aledaña.
-L-Lili cree que... estamos interrumpiendo...-Dijo, riendo nerviosamente y sintiendo que sus mejillas se sonrojaban al ver la erótica situación.
-Vendremos en otro momento...-Añadió, alejándose poco a poco, intentando retroceder para huir, pero Mikoto, seria, la sujetó de la manga, evitando que escapara.
-¡No sean tontos! ¡Recuerden a lo que hemos venido! ¡Hay que ayudarlo, no abandonarlo!-La oriental los regañó.
-P-Pero esa clase de juegos de dominatrix y sadomasoquismo no son algo que debamos presenciar... están en un juego de rol, hay que respetar los fetiches de cada persona-Argumentó Welf.
-¡ESO NO ES LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ! ¡NO SE ATREVAN A HUIR!-Gritó Bell en un aullido suplicante de ayuda.
-¿Está seguro, Bell-Sama? La verdad es que no me sorprendería viniendo de usted y de Airmid-Sama...-Lili río nerviosamente.
-¡QUÉ NO ES ASÍ! ¡ESTÁN EQUIVOCADOS!-Insistió.
Al ver la situación, Mikoto tiró a los cuatro al suelo en una posición de dogeza, con las frentes pegadas al piso y las manos extendidas en señal de disculpa.
Habían escuchado rumores de que Shakti se llevó a Bell inconsciente, y habían llegado preparados para defenderlo del intento de asesinato de sus novias. No obstante, no se esperaban, ni de cerca, una escena tan... particular.
Parecía extraída de una obra de teatro de dudosa moralidad, y la incomodidad era evidente en sus rostros.
-Perdónanos, Bell-Dono. Te metí en este lío. Todo fue culpa mía...-Desde el suelo, Mikoto levantó un poco la cabeza y habló con voz seria.
-¡Nos disculpamos por haberlo obligado a visitar ese sitio por su preocupación!-Prosiguió la segunda oriental
Los murmullos de disculpa fueron seguidos de asentimientos apenados.
-Nuestra intención fue ir a ese sitio para confirmar los rumores de que una amiga nuestra fue vista ahí. No esperábamos que usted se viera involucrado-Dijo la pelinegra con apariencia samurai. Su tono se volvió más suave, manifestando nostalgia y culpa que se reflejaban en sus palabras.
Tras esto, volvieron a ponerse de pie mientras Chigusa asintió junto a ella.
-Es nuestra amiga de la infancia. La conocemos desde que tenemos memoria-Mencionó la relación que compartían con esa amiga.
-Ella... significaba mucho para nosotras, y solo queríamos encontrarla-Añadió, casi en un susurro, como era costumbre en sus respuestas casi insonoras.
El albino buscó confirmación por parte de la hobbit y el herrero, quienes ya estaban al tanto de esa información que se les compartió esa misma noche en la que se separaron y se lo confirmaron con un pulgar arriba.
-No fue nuestra intención meterlo en este embrollo, Bell-Dono-Reiteró Mikoto, ahora solamente inclinándose ante el muchacho que todavía seguía amarrado a la silla.
-Solo queríamos buscar a Haruhime...-Prosiguió, pronunciando repentinamente el nombre de la susodicha.
El nombre de "Haruhime" resonó en la habitación como un eco, y en ese momento todas las miradas se tornaron hacia Bell dado que él estaba recibiendo los profundos arrepentimientos de las chicas. No obstante, este no reaccionó, quedando en un completo shock
-Creo que, con esto, al menos queda claro que la mayoría de la historia es real, ¿No?-Dijo Shakti, interrumpiendo y mirando a las demás novia, mientras se frotaba los párpados con desdén, como si ya sintiera la migraña que todo esto le estaba provocando.
El entendimiento fue total, así que las armas cayeron al suelo y en ellas apareció otra emoción... arrepentimiento.
Pero el conejo no guardaba ningún rencor por el momento dado que su concentración se centró en otro asunto. Ignoró las palabras de Shakti, viendo hacia la oriental, con una chispa de inquietud.
-Mikoto... ¿Dijiste Haruhime?-Le preguntó, tratando de confirmar lo que escuchó.
Ella lo miró, ladeando la cabeza para después,en un impulso, levantarse, caminar hacia su dirección, abriéndose paso entre la barrera de novias y tomarlo de la camisa, acercando su rostro al suyo.
-¡S-Sí, Bell-Dono! ¡¿Por qué?! ¡.La ha encontrado?! ¡Se la topó en el distrito del placer?!-La intensidad en la fémina provocó que el albino dudara por un momento.
Recordó el rostro de Haruhime, su tristeza, su expresión melancólica que reflejaba años de sufrimiento acumulado.
-Sí... la encontré-Confesó con sinceridad.
El agarre de Mikoto en su camisa se aflojó levemente, aunque sus ojos, púrpura, se tornaban cada vez más vidriosos, a punto de romperse a llorar. Sus piernas vacilaron, se volvieron débiles ante el alivio, no obstante, también la acompañaba la angustia de saber que su amiga estaba allí, en ese lugar.
-Iré por té, mis señoras... va a ser una tarde larga. Los espero en la sala-Consciente de lo que se avecinaba, María les dio una breve reverencia antes de retirarse de la habitación.
Quiso entregarle la foto del pecado que le quitó a Cassandra en las manos de la capitana de la familia Ganesha antes de partir sin que esta se diera cuenta, por lo que él sobre cayó al suelo precipitadamente. Al confiar en que sería atrapada, lo ignoró.
Fue como una señal para que el resto se movilizara. La primera en hacerlo fue Airmid, quien se acercó al joven, comenzando a curar las heridas de su rostro y torso evitando el contacto visual.
-P-Perdón amor, yo... cometí un error... soy una tonta...-Se disculpó y un nudo se le formaba en la garganta, lo cual le impedía hablar claramente.
Las siguientes fueron Cassandra y Daphne, las cuales desataban las sogas que lo mantenían amarrado para darle esa libertad que tanto ansiaba.
-P-Por favor no me abandones... por favor no me abandones... no me odies...-Repetía la peliazul cerca de romper en llanto, lo cual reflejaba su arrepentimiento total y puro.
-Por favor perdóname, Bell. Es la primera vez que tengo sentimientos como estos y entré en pánico... ¿A esto se le llama celos? Yo... ¡Te lo compensaré!-La pelirroja también se mostró arrepentida. Sus mejillas adoptaron el mismo color de su cabello.
Una primeriza en el amor, falta de experiencia en el manejo de emociones, era difícil culparla. De hecho, podría decirse que era difícil culparlas a todas de sobrereaccionar.
¿Qué pensarías si te dijeran que tu pareja olía a afrodisíaco y salió del distrito del placer? Eso sí, lo que hicieron tras eso no tiene justificación, por lo que... quizás su pareja quiera una recompensa por los daños físicos y psicológicos...
Hablando de este último quien por fin probaba la liberación, se acercó al par de orientales, tropezándose por el entumecimiento en las piernas al estar tantas horas sentando y con los pies presionados, impidiendo el flujo de sangre.
-Mikoto, Chigusa... yo encontré a Haruhime-Repitió, acentuando esa irrefutable verdad.
Saliendo del shock que eso representaba dado que no tenían la esperanza de que ese rumor fuese verdad, las dos chicas se abalanzaron hacia él, tomándolo por los hombros.
-¡¿Dónde la vio, Bell-Dono?! ¡¿Cómo está?! ¡Por favor denos detalles!-Gritaron al unísono, sacudiéndolo de adelante a atrás, mareándolo.
-¡L-Les contaré todo... p-pero mejor vamos a la sala. Ahí podremos hablar con calma!-Dijo Bell, sintiendo que el mundo le daba vueltas y sus ojos se convertían en remolinos.
Las heridas de su cuerpo estaban casi sanadas por la magia de la curandera, sin embargo, todavía sentía el ardor en las muñecas y los tobillos, eso no desaparecía.
-Si no lo sueltan se morirá antes de responderles-Welf posó las manos en un hombro de cada chica para detenerlas.
-H-Hai...-Las orientales se calmaron, asintiendo. Dejaron que su ansiedad las dominara y no consideraron el estado de quien hace unos segundos estaba siendo torturado.
Durante la salida de la habitación, Bell, aún descalzo, sintió algo extraño bajo su pie. Se agachó para levantarlo, pero al verlo, sus ojos se abrieron con horror.
-¡AHHHHHHHHHHHHHHH!-Gritó, lanzando el objeto al suelo, y en un acto reflejo, vomitó al ver la imagen, para luego desmayarse de inmediato.
-¿Eh?-Welf, curioso, se acercó para ver qué era lo que había causado el grito. Al recogerlo, sus ojos se abrieron de par en par, y...
-¡AHHHHHHHHHHHHH!-Soltó un grito similar antes de caer desmayada junto al chico.
-¡LA FOTO!-Vociferó Shakti, corriendo hacia ellos con rapidez. Cerró los ojos, tomó la foto y, sin dudarlo, la rompió en pedazos antes de que alguien más pudiera verla.
-¿Qué acaba de pasar?-Preguntaron el par de orientales y la hobbit, perplejas.
La domadora se interpuso entre ellos y los restos, intentando ocultar cualquier rastro de la imagen.
-Nada. Absolutamente nada importante-Dijo, intentando sonar serena.
-V-Voy a tener pesadillas... era... ¡BURG!-El albino, aún en el suelo rodeado de sus propios desechos y pálido como el papel, Musitó entre arcadas, volviendo a vomitar mientras las demás lo rodeaban, algunas tratando de consolarlo y otras, como Shakti, lamentando internamente el caos.
Un par de horas transcurrió después de aquel traumático incidente que provocó un desastre asqueroso y maloliente en el cuarto que se usaba de bodega, donde las novias del conejo lo escondieron para interrogarlo.
La intención de extraerle información cesó cuando la historia que les contó resultó ser verídica, dejándolas sin ninguna clase de duda sobre la inocencia del albino, dudas que tras el incidente se convirtieron en profundo arrepentimiento por el mal rato que le hicieron pasar a su novio.
Prosiguiendo. La escena en la sala de la mansión era cuánto menos curiosa.
Cuando la foto fue observada por los dos hombres, sufrieron de un constante vomito que no cesó hasta que la prueba del mayor pecado existente hacia la creación de los Dioses fue eliminada. Nos referimos a... ¡AL POBRE PEDAZO DE PAPEL EN EL QUE GRABARON TAN HORRIBLE ESCENA! ¡¿QUIÉN FUE EL IDIOTA QUE LE PERMITIÓ ESO A LA ASQUEROSA MUJER SAPO?! ¡MERECE PENA DE MUERTE!
Disculpen, el señor autor aquí presente perdió los estribos. Claramente tuvo que imaginarse la escena y la imagen residual fue de todo menos agradable.
Como relataba, estos sufrieron los platos rotos sin deberla ni romperla.
En uno de los sillones de la amplia sala de estar de la mansión, Airmid, expiando sus pecados de cierto modo, yacía sentada al borde del mismo mientras su amado Bell estaba acostado a lo largo del mismo con su cabeza descansando en los suaves y bien formados muslos de la médico, consolándolo con palabras dulces y mutuo entendimiento. Aunque, desgraciadamente, nuestro conejo protagonista no contaba con las ganas para disfrutar ese placer único de la vida, quizás eso cambie en otro momento. Las almohadas de regazo no pueden borrar lo que fue grabado con fuego en su cabeza.
Estaba chupando su dedo pulgar, en posición fetal, hecho bolita y temblando.
La reina del harem le acariciaba delicadamente el cabello, en un intento de traerle calma, de apaciguar su mente y corazón, después de que le limpiaron la boca con un paño húmedo al igual que lo cambiaron de ropa para que el olor no se impregnara en la misma y de ese modo proceder a lavarla rápidamente.
-Ya, ya. Ya pasó querido. Esa mujer fea no va venir a buscarte. Te protegeré-Dijo, como una madre lo haría si su hijo le externara su preocupación por un monstruo en el armario.
-¡Es más! Si te portas bien, te compraré tu comida favorita para cenar-Expresó de forma tierna, levantando el dedo para enfatizarlo.
Era una estrategia simple y muy conocida que las madres aplicaban. Dar una recompensa con el único fin de exigir buen comportamiento era típico en la maternidad. Sorprendentemente, funcionaba igual en el conejo.
-¿En serio?-Preguntó el chico con los ojos vidriosos, girando ligeramente para estar boca arriba y ya no a un costado.
-Sí, en serio-Respondió la médico, acariciándole la frente y sonriéndole.
-Q-Quiero comida de "La señora de la abundancia"... lo que sea está bien...-Contestó el joven.
La forma tan dulce en la que hablaba, dubitativo y pausado, le pareció tierno a la peliplateada.
"Si tuviera una cámara grabaría este momento en una foto" Se sonrojó ante la idea.
-Entonces te traeremos la mejor comida de ahí. Un banquete que te sacie, amor-Prometió.
-¿D-De verdad?-Insistió Bell, tratando de ver a la cara a la peliplateada pero esto se le imposibilitaba porque entre la de ella y la suya había un par de melones que se lo impedían. Es más, el único rasgo que visualizaba era la frente.
-Sí, de verdad-Reafirmó esta última. Al hablar, sus pechos se movieron junto al ritmo de su respiración y la extensión de sus pulmones en una escena digna de reconocimiento, sobretodo, deleite.
"Tengo una novia muy sexy..." Pensó, sonriendo temblorosamente y olvidando por un segundo el disgusto.
Nadie podía negar que las mujeres que conformaban su numeroso harem eran bellezas sin igual.
"No obstante, si fuese Maria la que me diera una almohada de regazo, probablemente sus... 'Proporciones' cubrirían todo mi campo de visión" Añadió un dato innecesario a su diálogo interno, viendo de reojo a la humana de gran pechonalidad enfrente de la puerta de la mansión junto a Lili, quien se mostraba inquieta, dando pasos hacia atrás como si quisiera huir de la mujer madura. No obstante, su escape fue frustrado cuando ella, en un rápido movimiento y digno de un aventurero de primera clase, se posicionó detrás de la hobbit.
"¿De qué estarán hablando?" Se cuestionó.
-Rompieron la puerta de entrada de la mansión...-Una sonrisa hogareña, o aparentemente hogareña, que ocultaba un profundo enojo se dibujó en los labios de la castaña mientras le susurraba aquello al oído a la pobre soporte que nada tuvo que ver en esa destrucción.
Sus cabellos se erizaron, su piel se volvió de gallina, saltando hacia adelante y volteando por la sorpresa que ese rápido movimiento le había causado.
Maria emanaba una energía terrorífica que podría poner de rodillas a cualquier aventurero que se atreviera a entrar a sus dominios.
Y no era para menos. Para una mujer que ha vivido en la precariedad e inmundicia, racionando hasta un pedazo de pan para mantener los estómagos de sus hijos llenos, sin preocuparse por sí mismo, el que su nuevo y renovado hogar fuese dañado, destruido o alterado, la afectaba en demasía.
Una ama de casa protege su patrimonio de lo que sea y de quien sea.
Ella extendió la mano, aún sonriendo, como si le exigiera una compensación a la otra castaña, quien, temblando, metió la mano al interior de su capa y sacó de su cintura una bolsa repleta de valis. El metal de estas chocaba entre sí, haciendo el ruido característico de estos materiales al impactar con otros.
-L-Lili lo pagará...-A pesar de ser una tacaña de primera, cuidando cada vali como si su vida dependiera de ello, no le puso trabas a Maria y le entregó la cantidad suficiente para cubrir los daños a la propiedad.
"Lili le ha regateado al gremio, a esos cuervos sedientos de dinero. ¿Por qué...? ¿Por qué no pudo negarse a Maria-Sama?" Tragó saliva, cerrando la bolsa y regresándola a su sitio al ver la satisfacción de la susodicha.
"Bell-Sama... ¿Cómo es que trata con esas mujeres sin morir?" Interrogó la soporte, mirando aterrada al albino.
Por su parte, este ignoraba lo que sucedía.
"Gracias por ofrecerte a pagar los daños, Lili" Sí, el idiota definitivamente malentendió lo sucedido. La hobbit no fue voluntaria, sino obligada.
-Por cierto, Bell...-Airmid lo nombró, llamándole la atención.
Este se la otorgó, otra vez viendo el plano de antes donde los senos fungían como montañas que se interponían entre ambos como una pantalla negra.
-¿Sí?-Su respuesta ya no constaba de una combinación de miedo y cautela. Parece ser que los efectos de la tortura psicológica fueron eliminados de su sistema.
-A eso se le llama karma. En parte te merecías ese escarmiento-Comunicó la médico.
Si Bell pudiese verla se daría cuenta de que esta tenía las iris opacas cuando pronuncio aquello.
Una gota de sudor bajó de la frente del antes mencionado.
-¿K-Karma? ¿Me lo merecía? ¿Estás hablando en serio? Pero si soy inocente!-Replicó el joven, ofendido, antes de que el dedo delgado y con una tenue frialdad lo callara al posarse en sus labios.
-Eres inocente de los cargos en tu contra, cariño, pero no del daño emocional que tus actos nos produjeron-Manteniendo el aura de madre, como si lo que dijo no tuviese nada de malo y sin aceptar réplicas, siguió acariciándolo, hipnotizada por lo bien que eso se sentía.
A espaldas de la pareja, los tres infantes que habitaban también la mansión se asomaban por el pasillo, observando desde una distancia segura y para anda peligrosa, asomándose con curiosidad y algo de nerviosismo.
-María nos dijo que no saliéramos de nuestra habitación así escucháramos gritos y súplicas... ¿Será correcto desobedecerla?-Rye, el mayor, inclinó un poco la cabeza para ver mejor, mencionando aquello con temor de las represalias que podrían desembocarse de la desobediencia a su madre.
-No creo que sea peligroso. Te preocupas por nada-Respondió Roux, mostrándose sereno como ya era costumbre en su personalidad calma y un poco indiferente.
-Sí Rye. Todo saldrá bien-Fina concordó con el/la elfo.
-¿En serio? ¿Entonces por qué se esconden detrás de mi espalda y me empujan para que de el primer paso al exterior?-El castaño agudizó la mirada, juzgándolos porque las palabras de los otros dos infantes no concordaban con sus actos.
La Chienthrope y... Roux, se mantenían más cautelosos, pegados a la espalda del humano, usando su cuerpo como escudo en caso de que la cuidadora emergiera de las sombras en busca de escarmiento.
No hay cosa que de más miedo que una madre enojada y, si bien Maria no fue quien los dio a luz, desempeñaba ese rol como si en verdad lo fuese. Y nadie puede negar que lo es. Como dicen "Madre no es la que engendra, si no la que cría".
-¿Ya es seguro estar aquí?-Preguntó Rye en voz baja a la nada, impaciente y temeroso.
Para su suerte, fue escuchado por Daphne, quien estaba de pie cerca de ellos, haciéndoles un gesto para que guardaran silencio. Luego...
-Sí, pero no hagan mucho ruido. Con Bell aquí... es probable que todo se tuerza en un parpadeo-Les respondió en el mismo tono bajo, sin dejar de vigilar a los demás.
La peliplateada aprovechó el momento para cambiar de tema, repentinamente más avergonzada, con las mejillas levemente ruborizadas.
-Por cierto...-Inició, echándole un vistazo a Bell con cierta timidez.
-¿Uh? ¿Qué sucede?-Respondió el conejo con su habitual ingenuidad, aún algo aturdido pero con una expresión serena, como un niño arropado.
La chica, visiblemente incómoda, deslizó la mano entre su camisa y sacó, con lentitud, algo que había guardado en... ¿Entre sus pechos? ¿Qué tienen las mujeres con guardar cosas ahí?
En fin, el novio observaba, notando su nerviosismo y, aunque su mente empezaba a fantasear ligeramente con la situación, sus ojos se abrieron de golpe cuando vio lo que Airmid traía en las manos. Se trataba libro de bolsillo, ligeramente húmedo y desgastado en los bordes.
-¿El cuento de Fulland? ¿Por qué...?-Sin procesarlo, empezó a preguntar con confusión dado que ese relato le pertenecía y lo almacenaba en su habitación.
No obstante, la sanadora lo silenció al posar suavemente un dedo en sus labios por segunda ocasión, sin aceptar protestas.
-P-Planeaba usarlo como incentivo para que confesaras-Explicó. Su ceja temblaba y frotaba sus muslos, reflejando arrepentimiento por el castigo que planeaba cometer.
-Si te negabas o me enojaba tu respuesta... lo habría destruido. Hoja por hoja. Frente a ti. Y lo verías convertirse en cenizas-Aclaró.
La sangre se congeló en el rostro de Bell mientras sus ojos se agrandaban de terror, pensando en las consecuencias de esa amenaza.
"¿Es capaz de hacer eso? ¡Las mujeres dan miedo! ¡Es un libro edición limitada que me costó casi 200 mil valis en la librería! ¡Por culpa de él tuve que comer Jagamarukun por dos semanas!"Se dijo a sí mismo mentalmente, sintiendo un fuerte nudo de ansiedad en el estómago, mientras el horror de aquella idea le calaba los huesos.
-¡E-Eso es demasiado cruel incluso para lo que se me acusaba!-Gritó, mirando el libro como si su vida dependiera de su preservación.
-¡No era yo cuando lo tomé! ¡Es tu culpa por ir a ese sitio! ¡No tienes nada que hacer en el distrito del placer! ¡Jamás!-Aferrada a su versión y razón, típico de mujeres, lo contradijo, responsabilizándolo de los actos que ¡ELLA MISMA! cometió, avergonzada y ofendida, recordándole por qué había considerado tal excesiva consecuencia.
Justo en ese momento, Mikoto se acercó al grupo, interrumpiendo la discusión con una petición poco apropiada al contexto.
-Bell-Dono, ya que todo se apaciguó, ¿Me podría acompañar al burdel del distrito del placer donde vio a Haruhime?-Pidió, inclinándose.
La mirada que le dirigió la sanadora fue tan gélida y dura que la pobre oriental se congeló en su lugar, sintiendo de inmediato el peso de su error e imprudencia.
Dio un paso hacia atrás, comprendiendo que había cruzado una línea peligrosa.
-¿Es en serio...?-Le cuestionaron, cargada de desagrado que incluso hasta Bell intentó levantarse del regazo, intentando evitar ser el siguiente blanco de su ira, pero ella lo empujó por la frente para que regresara a su lugar en sus muslos y no huyera como un cobarde.
Al apoyo llegó Chigusa.
-¡N-No es lo que cree, Dea Saint! Nosotras... solo queremos ver a nuestra amiga de nuevo-Argumentó la oriental, ocultándose en su compañera, guiada por su instinto de supervivencia.
-No me convencerán de...-La susodicha se iba negar, pero no le fue posible.
-Antes que nada permítame escuchar los detalles. Mikoto, Chigusa, dijeron que conocen a Haruhime desde que son niñas. Lo que no entiendo fue por qué le perdieron la pista. Necesito más información-Bell, ahora sí, cambiando de actitud y sumergiéndose en el asunto más de lo debido dado que antes que nada deseaba conocer sobre la renard, se levantó del regazo de Airmid, tomando asiento en el sillón y encarándolas.
"Si... supongo que la etapa donde las decisiones las tomaba yo se esfumó y solo queda apoyar la imprudencia de mi novio" Pensó la peliplateada, riendo con ironía. Las cosas volvieron a su estado normal.
Las dos féminas intercambiaron una mirada nerviosa, reflejando inquietud, tristeza y resentimiento al revivir la larga historia de manera resumida en sus mentes.
Todos los presentes, incluyendo a las novias del conejo, los niños y a los miembros de la party, tomaron asiento en la enorme mesa del comedor para no perderse la conversación que se avecinaba.
Con tazas de té en mano, cortesía de Maria, el resto aguardó a que las relatoras de la historia se dignaran a empezar.
Estas parecían debatirse internamente sobre cómo comenzar. La relación que compartían con la renard era complicada, repleta de matices, historias paralelas y repleta de momentos que se podrían destacar por sí mismos para formar un relato completamente diferente. Todo dependía del enfoque que le dieran.
Finalmente, luego de una espera breve que pareció eterna, Mikoto rompió el silencio mostrando su marcada tristeza y mordiendo su labio, frustrada.
-Haruhime-Dono es nuestra amiga de la infancia, en efecto. Es una forma de ver las cosas, aunque, quizá, en realidad, es la mejor manera de describirla sería...-Musitaba sin terminar la oración, dejándola en el aire.
Suspiró.
-Las tres venimos del lejano oriente al igual que Ouka y Takemikazuchi-Sama. Nuestras familias tenían un estatus muy distinto allá... los Sanjouno, la familia de Haruhime-Dono, son emperadores de la región norte del continente, por lo que eso la convertía en una princesa y la futura emperatriz, a falta de un hermano varón-Esta fue una forma muy particular y pesada de iniciar. El golpe de información era choque ante cuanto menos.
Esa revelación dejó a los presentes atónitos.
-¿U-Una Princesa?-Preguntó Bell, interviniendo con rapidez.
-¡¿Una princesa?!-Los ojos de Fina brillaron intensamente, emocionada.
-Así como lo escuchan, Bell-Dono, Fina-Dono. Una princesa. Sin embargo... su vida no fue nada parecida a la que uno imaginaría-La pelinegra bajó la mirada al reafirmarse, no sin antes regalarle una sonrisa a la ilusionada Chienthrope que no dimensionaba las implicaciones que ese cargo representaban dado que la única versión que conocía era la de los cuentos de héroes y variaciones.
La... la imagen de Haruhime como una niña indefensa y desdichada cruzó su mente, recordando los días que pasaban juntas, los breves momentos de alegría compartidos, a pesar del entorno que las rodeaba. Esa imagen que... distaba en demasía de lo que una joven en su privilegiada posición debería representar.
-Sí...-Chigusa asintió, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras recordaba esos años.
-No entiendo ¿Cómo es posible que una princesa haya terminado en un burdel?-Shakti lanzó ese cuestionamiento que se alojaba en la cabeza del resto pero que nadie se dignaba a comunicar.
-¿Qué es un burdel?-Le preguntó Roux con su típica curiosidad a Maria, quien le tapó la boca con la mano.
-No son cosas que debas de saber a tu edad-Lo reprendió, recibiendo un asentimiento por su parte antes de quitarle la palma de encima. El/la elfo hizo como si cerrara un zíper en su boca
-¡Eso! ¿Por qué si se supone que sería la futura emperatriz de la región del norte, ahora es una prostituta?-Daphne acompañó a la domadora en esa interrogante.
-¿Qué es una prostitu...?-Ahora fue Fina quien no le permitió terminar esa oración a Rye.
-¡T-Tú no necesitas saber eso!-Le dijo, dándole un zape con su cola dorada y cruzándose de brazos mientras inflaba su mejilla.
"¿Ahora qué hice mal?" El castaño no entendió el enojo de la rubia.
Y yo como el escritor le digo a Rye "¡Bienvenido al mundo de los hombres!".
"¿Y tú cómo sabes eso, señorita?" La "madre" de la niña levantó la ceja, anotando mentalmente interrogarla en otro momento. Ese conocimiento no debería tenerlo una jovencita de su edad.
-Esa... esa es la razón por la que la estuvimos buscando en el distrito del placer, Bell, Shakti y Daphne-Dono-Mikoto tomó aire, preparándose para lo que venía.
-Hasta hace unos minutos, nosotras pensábamos que estaba muerta. Eso fue lo que se nos dijo la última vez que supimos de ella-Reveló.
Al oír esa palabra, un escalofrío recorrió la habitación. Ambas mujeres desviaron la mirada, enfocándose en sus tazas de té como si el líquido pudiera disipar el dolor que las embargaba, apenaba.
Cada uno observó sus expresiones depresivas. Las mejillas rojas, los ojos vidriosos de los que caían lágrimas tras desbordarse por los párpados inferiores les hicieron saber que ambas contenían años de sufrimiento y resentimiento.
-¿M-Muerta?-En shock, Airmid repitió.
Las orientales lo confirmaron al subir y bajar sus cabezas.
-Para sus padres, Haruhime nunca fue más que un estorbo. Desde que era una niña, nunca recibió un trato de afecto. Siempre estuvo sola, aislada, como si fuera invisible-Indicó Mikoto, mirando su taza de té que yacía intacta sin haberle dado un sorbo.
-Recuerdo una ocasión en la que nos reunimos para jugar en los jardines del palacio. Nos asustó verla cubierta de pequeños moretones, y cuando le preguntamos, dijo que se los merecía por ser 'maleducada'. Nos sonrió... como si de verdad creyera que todo aquello era su culpa...-Chigusa miraba sus propias manos, casi como si intentara borrarse de la piel la memoria de aquella infancia compartida, cuando el dolor de la inocente renard parecía impregnar cada rincón del frío y lúgubre edificio que se suponía que debería otorgarle la calidez de un hogar.
-Tuvimos la mala suerte de presenciar el tipo de relación que tenía con su madre. Cada vez que cometía el más pequeño error, ella la reprendía severamente, llegando incluso al daño físico. A veces por tropezar o por alzar la voz demasiado. Si tocaba algo que no debía, le pegaba en las manos con su abanico. Eran... cosas insignificantes que no ameritaba tal castigo, nimiedades propias de una niña que crecía y conocía un mundo repleto de misterios. Pero, a pesar de que le dolía el maltrato, de que se pusiese roja y su cola se erizara, ella solo asentía y se disculpaba, aceptando la culpa...-Mikoto, frustrada, apretando la oreja de la taza y agrietándola mientras fruncía el ceño de tal manera que si tuviera a la madre de la niña ahí la mataría, contó.
La boca de Cassandra se abrió. Su puño subió a su pecho y... los flashbacks del maltrato que recibió por parte de la familia Apolo la atormentaron.
Empezó a temblar, temblaba como si su temperatura corporal descendiera al mínimo.
-Tranquila, ya pasó-La pelirroja a su costado, su amiga, quien fue testigo de las noches tortuosas de la peliazul, la rodeó con su brazo, abrazándola y frotándole la espalda.
La cabeza de Cassandra se inclinó para reposarse en el hombro de Daphne. Ese par... comprendían por lo que la renard ha pasado. Apolo era similar al menos en ese ámbito, en la desmedida crueldad y los castigos injustificados.
Por su parte, Bell sintió un nudo en el estómago. Imaginaba a Haruhime como una pequeña princesa, llena de inocencia, sometida al desprecio de aquellos que debían protegerla. Instintivamente, mordió su labio para contenerse de correr a los burdeles en ese preciso instante.
-¿S-Su madre la trataba así? ¿P-Por qué? Se supone que una madre es la persona que... que más debería amarte en este mundo...-Tartamudeando, preguntó.
En su mente no tenía cabida el concepto del maltrato familiar por parte de una madre. Para quien vivió rodeado de amor desde su infancia por parte de quien se proclamó su madre tan pronto tuvo uso de consciencia, era imposible divisar un contexto tan violento y deprimente.
Si bien en sus entrenamientos a mamá Alfia se le pasaba la mano, nunca lo hirió con la intención de dañarlo severamente. Jamás dio un castigo por meramente existir o por cosas tan insignificantes como plasmaban.
-Sí, Bell-sama. Y no solo recibía ese trato por parte de la emperatriz. El emperador también la trataba de ese modo. Ellos nunca la amaron. Su madre la veía como un obstáculo, un error. Su padre la trataba como un peón en su juego político. Su único destino fue el que ellos decidieron, sin importarle su opinión. Cuando cumplió siete años, la enviaron sola al país del este, a la familia Gojouno, para casarla con el hijo de la familia quien era mayor por once años. A esa corta edad, la mandaron como si no fuera más que una moneda de cambio. Un objeto para mantener las amistades entre las dos grandes familias de las regiones norte y este-Explicó la pelinegra, despertando cada vez una mayor impresión en los oyentes que se hallaban al filo de la silla conforme más detalles se revelaban.
-¿A los siete años la comprometieron con un bastardo mayor de edad? ¿Cómo demonios pudieron hacerle algo así?-Welf, quien no conocía ese detalle, apretó los puños, juzgando severamente esa decisión.
-Lo sabemos. Le juro que lo mismo pensamos cuando nos enteramos. La mandaron sola, con apenas un par de guardias, sin una despedida, sin una palabra de aliento. Era como si ya no fuera su hija, sino un objeto que habían desechado-La segunda oriental concordó con el herrero, prosiguiendo y temblando.
-Jamás olvidaré lo emocionada que estaba al despedirse de nosotras. Nos abrazó sonriendo y saltando, diciendo ansiosamente que estaría de regreso pronto para jugar con nosotras. Nos prometió que en cinco días volvería... Pero el plazo se cumplió y... Haruhime nunca vino al jardín a jugar...-Mikoto esnifaba, se limpiaba el rastro de su llanto con las mangas de su kimono.
Las dos cerraron los ojos, recordando el vacío que dejaron aquellos días de espera.
-Pasó una semana. Luego dos. Después un mes... y no hubo ninguna noticia de su paradero. Solo llegó una carta de la familia Gojouno expresando su molestia al no haber arribado Haruhime a su palacio-Adicionó. Su cabello caía enfrente de su frente.
-¿Un secuestro?-Cuestionó Maria, sospechando que se trató de eso.
-No lo sabemos. Al principio pensamos que tal vez, en su primer y único acto de amor verdadero por ella, su familia estaría preocupada y enviarían a alguien a buscarla. Pero no fue así-En un susurro cargado de emociones, esa parte fue pronunciada desde lo profundo dolor que le causaba a Chigusa.
El ceño del albino se frunció, sintiendo gran frustración y amargura.
-¿No fue así? ¿No hicieron nada por buscarla?-Le era complicado no perder los estribos ante eso.
La rabia con la que las pelinegras confirmaron ese hecho era mayúscula.
-Para ellos, era como si Haruhime simplemente hubiera desaparecido, como si nunca hubiera existido. Tal como dije, la familia Gojouno informó que ella jamás había llegado a sus aposentos. La noticia se esparció hasta que alcanzó nuestros oídos. Quisimos ofrecernos para buscarla, Takemikazuchi-Sama alzó la mano para hacer el intento y... se nos prohibió. Sus padres... no movieron un dedo. No enviaron a ningún soldado. No pidieron explicaciones ni indagaron por respuestas sobre el paradero de su hija. Era como si no quisieran traerla de vuelta. Tal vez, en su mente, el destino ya les había hecho el "favor" de librarlos de la molestia de una hija no deseada-
El odio y la rabia en las palabras de Mikoto eran palpables. Cerró los ojos, dejando que sus emociones salieran en un grito que rompió el silencio.
-E-Ellos... ¡Ellos no hicieron nada por encontrarla! ¡Aceptaron su desaparición y siguieron con sus vidas como si nada! Como si Haruhime fuera solo un peón que hubieran retirado del tablero... no es justo... tratar así a una persona tan amable... tan dulce... no lo merecía... no...-Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, las mismas lágrimas que había reprimido durante años. Las dejó fluir libremente.
En silencio, Chigusa también dejó que sus propias lágrimas cayeran, compartiendo el punzante dolor que perforaba sus corazones como miles de agujas.
-M-Mikoto... estás alzando la voz... n-no es nuestra sede para comportarnos así...-Ella también quería gritar, romperse. Rememorar todo eso no era grato, y aún con eso, intentó calmarla, acariciando su espalda con delicadeza.
El par compartió una mirada, unidas un momento de consuelo en medio de la tormenta de recuerdos.
-Pueden llorar y gritar lo que deseen. Nunca es bueno almacenar tus emociones. Nadie las juzgará-Airmid se puso de pie, dándoles pase libre a manifestar del modo que deseen su sufrimiento.
-No... he de continuar...-Respondió entre pausas Mikoto, negándose.
-De-Después de un año, la dieron por muerta. Hicieron un funeral... sus padres incluso tuvieron el descaro de fingir que les importaba, derramando lágrimas falsas y pronunciando palabras vacías. Fue... un espectáculo grotesco. Es increíble lo que las personas pueden hacer para mantener las apariencias, lo mucho que llegan a mentir para no manchar sus reputaciones. No era mucho mayor que Haruhime, pero fue ese día en el que entendí que la maldad existe...-La expresión de repulsión en la oriental no se pudo ignorar. Profesaba un asco tremendo.
-Una niña pequeña, llena de vida y sueños, siendo abandonada por quienes debían protegerla...-Musitó Bell, entumecido de pies a cabeza.
Ninguna de las novias conocía a la protagonista del deprimente relato, a la víctima de tal historia repleta de desprecio, y... no necesitaban conocerla para que empatizaran con ella. Nadie en este mundo merece tal destino, que sus propios padres la traten como basura.
No puedes darle valor a una vida. Es de las pocas cosas existentes que son invaluables.
-Ellos en verdad no la amaron. Haruhime nunca fue más que una herramienta para sus ambiciones y, cuando esta desapareció, solamente la olvidaron-Chigusa, mirando al vacío, adicionó ese comentario.
-Su único refugio, desde pequeña, fueron los libros. Se sumergía en historias de héroes y de lugares lejanos, de personas que la amaban y la valoraban, aunque fuera solo en papel. Se perdía en su propio mundo de fantasía y nos hablaba de su más grande sueño... ser salvada por un príncipe que irrumpa en el palacio en un caballo y vistiendo una reluciente armadura...-La "Samurai" apoyó la espalda en la silla, observando el techo y dibujando una sonrisa melancólica al describir la escena.
Los dedos del conejo reaccionaron, contrayéndose. Esa última parte... la escuchó de la propia princesa renard
"-Desde que llegué aquí, he soñado con que, como en las historias donde una princesa es rescatada por un caballero blanco de buen porte, me salven. Que un héroe de buen corazón tome mi mano y me traiga la felicidad que tanto he añorado...-".
La melódica y añorante voz de la antes mencionada se repitió como una dulce melodía en su cabeza y... no pudo evitar contagiarse de la sonrisa que ostentaba orgullosamente a oriental.
Sin saberlo, esa misma noche, en la conversación para matar el tiempo mientras el amanecer llegaba, ella dio un grito desesperado por ayuda. Le compartió su gran anhelo y eso...
"Es por eso que... decidí salvarte...".
Le dio el último empujón de valor que requería.
¿Cómo puedes ver a la cara a esa inocente mujer añorando un rescate de ensueño y negárselo? ¿Qué clase de monstruo debes de ser para no lanzarte a por ella así no sepas la infinidad de conflictos que te esperarán del otro lado? Valdrá la pena. Si el resultado te favorece, la recompensa valdrá la pena. Otorgarle la libertad, conocer por fin la sonrisa sincera de ese rayo de sol mientras te agradece era la única recompensa que aceptarías después de esa enorme travesía.
Y, tal vez, el haberla conocido fuese obra del destino...
-Y a veces, cuando jugábamos, nos sonreía, pero... siempre parecía rota. Nunca era una sonrisa completa, verdadera, sincera. Era una sonrisa que ocultaba un sufrimiento profundo, un dolor que jamás compartía con nadie. Haruhime era alguien que lloraba sin derramar lágrimas... siempre mantenía esa serenidad, como si temiera romperse frente a los demás. Quizás temía que la juzgáramos al igual que sus padres lo hacían. O tal vez no se sentía merecedora de compartir su pena. También es posible que no quisiera molestar a los demás al considerarse a sí misma una carga...-Una mueca de contrariedad se manifestó en la llorosa pelinegra.
-Tonta... jamás fuiste una carga para nosotras... no hay forma de que lo seas...-El llanto de la segunda oriental se potenció, abrazándose a sí misma.
-Si tan sólo nos hubieses permitido extenderte una mano y sacarte de ahí... tu vida hubiese sido diferente... estarías aquí, con nosotras...-Mikoto se le unió, desarrollando la escena imaginariamente.
Un dolor silencioso envolvió la habitación.
Tras el paso del sentimentalismo y la pérdida, la tristeza residual se fue disipando cuando las lágrimas cesaron, en el preciso instante en que ya no había llanto que saliese, secándose como una esponja al sol.
Se sabía que, tarde o temprano, el par de orientales tendría que afrontar ese tema. Lo que no consideraron fue que... lo harían a posteriori de enterarse que esa amiga por la que sufrieron, que extrañaron con cada fibra de su ser, no falleció como les quisieron hacer pensar.
¿Y cómo lo supieron? ¿Qué les hizo visitar el distrito del placer específicamente para buscarla.
La respuesta que aclara el panorama la propia Mikoto puede dárselas.
-Sí... murió... esa versión es la que creímos todo este tiempo, la que nos hicieron tomar como verdad. No obstante, cuando estábamos en Rivira hace unas semanas, escuchamos un rumor por parte de un grupo de aventureros que la noche anterior visitó el distrito del placer. En otras circunstancias lo ignoraríamos dado que se trataba de una conversación ajena a nosotras que involucraba un tema que no nos incumbía y que sobretodo nos desagradaba. Sin embargo, ellos mencionaron que una prostituta nueva había aparecido en uno de los burdeles. La describieron como una mujer de belleza sin igual y un rostro que parecía tallado por los dioses, emitiendo una energía inocente que encantaba los corazones de quienes se la cruzaban-Expresó, haciendo hincapié en la descripción detallada que los extraños dieron.
"¿Are? Ciertamente Haruhime es increíblemente hermosa y esa definición le calza a la perfección, pero ¿Gracias a eso sospecharon que se trataba de ella?" Bell sostuvo su barbilla, dubitativo.
-Mencionaron que se trataba de... una renard. Eso fue suficiente para que nos decidiéramos a indagar a detalle. Cuando los interrogamos, nos confesaron que solo la han visto de lejos dado que el precio a pagar por una noche era demasiado alto, pocos podrían darse el lujo de invertir tal cantidad de dinero por ese "Fruto oriental puro y sin mordidas"-Chigusa añadió detalles que confirmaban lo que las orientó a tomar la decisión.
Esto todavía producía dudas en el joven, quien alzó la mano para interrumpir tal cual niño en clase.
-No entiendo ¿Por qué el hecho de que sea una renard las llevó a indagar en la veracidad de se rumor?-Cuestionó.
Todos los presentes negaron con la cabeza con desdén.
-Se trata de algo extremadamente obvio que debería saber pero que no sé porque no me crié dentro de la ciudad ¿Verdad?-Acostumbrado a la falta de conocimiento de lo que se considera normal en Orario, el albino dijo con sequedad.
-En efecto. Si no es en el lejano oriente, coincidir con un semi humano de la raza de los renard es extremadamente complicado. Se supone que nacen con enorme afinidad a la magia y son "valiosos" para ciertos clanes, por lo que procuran mantenerlos para conservar el linaje de sangre-Welf le aclaró, dando una breve introducción sobre la gran importancia de los hombres zorro.
-El último registro que se tuvo de uno data de la época de la familia Zeus. Un miembro de su familia pertenecía a uno de los clanes adyacentes de esa raza-Informó Shakti, confirmando lo dicho por el herrero.
-Y-Ya veo. Perdón por haberlas interrumpido-Bell se disculpó y les hizo una señal con la mano para que prosiguiesen.
Asintieron las pelinegras, golpeteando sus dedos en la mesa y haciendo memoria para no omitir aspectos importantes.
-Al principio fuimos escépticas. Hicimos un par de entrevistas a los visitantes o a quienes sabíamos que iban allá. De hecho, Hermes-Sama fue el que normalmente nos compartía información por sus constantes visitas-Una expresión de reproche que mostró en las novias del conejo, quienes agravaron su asco hacia ese dios por lo que Mikoto dijo.
"Mikoto, acabas de delatarlo. De enterarse Asfi, lo matará por dejarle todo el trabajo" Una risita nerviosa acompañada de sudor frío bajando por frente y espalda se produjeron en el joven al tener ese pensamiento.
Al dios viajero se le mancaba su reputación. Aunque esa cosa ha de estar igual de sucia que las cloacas de la ciudad. Además, no eran rumores, era la pura verdad.
-Los días pasaron y la emoción inicial desapareció poco a poco. Sucedió lo mismo que cuando una atracción de circo viene por primera vez. Toda la atención se le prestó hasta que la emoción se convirtió en indiferencia. Durante eso estuvimos sin saber nada más. No entramos al distrito del placer porque no conocíamos los riesgos que implicaban. Tratamos de abandonar el asunto y tomarlo como meros rumores sin fundamento. Al fin y al cabo, en teoría, la muerte de Haruhime se dio hace varios años. No obstante, la inquietud nos carcomía y nos hacía preguntarnos "¿Qué tal si es verdad y perdemos la oportunidad de reencontrarnos?" "¿Y si está aquí y por no esforzarnos, la perdemos nuevamente, la abandonamos como antes de su desaparición?" Se nos hizo imposible quitarnos eso de la mente-El dedo de la samurai se deslizó por la boca de la taza, mordiendo su labio inferior en frustración, un detalle que, a pesar de la seriedad, le hacía lucir... linda.
Claramente, Bell siendo el "Todas mías" se ruborizó, pero un codazo de Airmid en el costado lo sacó esos pensamientos de su cabeza.
-Si... cruza... por... tu... mente... hacerle... algo... Fulland... se... muere...-Susurró pausado y por palabras, helándole la espalda al señalar el cuento del mismo nombre que se hallaba resguardado en el bolsillo de su amado.
Contrario al resto de mujeres que potencialmente podrían unirse a la familia Cranel, la peliplateada veía en Mikoto una enorme amenaza, una mujer con gran potencial que podría apropiarse de todo el amor del novio y arrebatarle el puesto de reina del harem, por lo que era de las pocas que no aceptaría que se una.
-H-Hai...-Respondió el muchacho, agachándose y palmeándose las mejillas.
"Una bella mujer extranjera que es amable, buena en las tareas del hogar y además es demasiado leal a sus seres queridos, dándole un aire de madurez y responsabilidad, es como si todas nosotras nos combináramos en una sola persona. A eso hay que adicionarle su rudeza y fuerza como aventurera. Sin dudas, es la esposa ideal" La ceja de la médico tembló, haciendo énfasis en lo perfecta que era la chica oriental comparada al resto de las novias.
Y ¿Saben qué? No se equivoca ¡MIKOTO ES LA MEJOR WAIFU!
¡Ujum! Disculpen, me emocioné.
-Finalmente, la preocupación nos carcomía. No podíamos soportar quedarnos con la duda y no dar un extra para corroborar su ausencia. Así que, aunque nos daba miedo ese sitio, decidimos ir a comprobarlo nosotras mismas al distrito del placer. Pensamos que si había alguna mínima posibilidad, debíamos tomarla. No perdíamos nada-Ajena a la riña entre los tórtolos, Chigusa complementaba las oraciones de su compañera cuando esta se detenía para organizar lo que diría.
El par miró a Bell con determinación.
-Fuimos juntas a los burdeles, intentando averiguar algo, cualquier cosa. Caminamos por todo el lugar, como pudo observar mientras nos perseguía, Bell-Dono. Nuestra meta era investigar cada rincón donde decían que se había visto a una joven renard con un kimono rojo, sin embargo, tuvimos que detenernos cuando Welf-Dono y Lili-Dono nos interceptaron e informaron de su captura. Quisimos rescatarlo, pero cuando entramos al edificio usted ya no estaba ahí. Tras eso, rondamos el área aprovechando a entrevistar a los clientes y dueñas de los burdeles, una se negó a cooperar, la dueña del que usted entró, se nos hizo sospechoso aunque no hubo mucho que pudiésemos hacer para sacarle información. Agotados, nos retiramos y aguardamos a noticias de su paradero. Sin embargo...-La voz de Mikoto se volvió amarga, presionando los dientes que, de no ser porque estaban alineados de forma perfecta, perfecta como cada parte de su cuerpo, rechinarían.
-Ya se imaginan lo que conseguimos en la fallida visita. Fuera de la impresión que aquella amazona nos dejó, no encontramos rastro de nuestra amiga. Los rumores de hace unos días se disiparon, y la gente ya no mencionaba su nombre.
"¿Are? Si ahí es donde Haruhime estaba ¿Por qué la dueña lo ocultó?" También le extrañó al conejo, dado que fue ese sitio donde ambos tuvieron su encuentro de película.
-Nos hicimos a la idea de que tal vez solo había sido una coincidencia, o una mentira-Comentó Chigusa, rascando el costado de su cabello.
-Llegamos tarde... o al menos por eso nos lamentamos hasta hoy que, habiendo venido por lo del secuestro de Bell-Dono a manos de Shakti-Dono para explicarles a sus novias lo que en verdad pasó y no lo mataran, usted nos dijo que la encontró-Los ojos se centraron en el susodicho, quien yacía cruzado de brazos, asintiendo.
-Por favor díganos, Bell-Dono, ¿Está seguro de que se trataba de ella?-Cuestionó la samurai, poniendo toda su fe en lo que él respondería.
-Sí, así es-Firme y sin lugar a dudas, le contestaron.
-Ella misma me dijo su nombre. Haruhime Sanjouno. Vestía un kimono rojo... y sí, era una renard también. Ya que me han dicho que no es común encontrarse a alguien de esa raza, es obvio que se trata de la misma persona-Añadió a la respuesta.
Ambas mujeres intercambiaron una mirada, sosteniéndose de las manos, exaltadas, y en sus ojos apareció una chispa de esperanza y una ilusión contenida.
*¡PAM!*
-¡P-Por favor llévenos a donde la vio!-Exclamó Mikoto, llena de urgencia y azotando las manos en la mesa para acercarse al albino.
-¡S-Sí, por favor! ¡Queremos verla de nuevo! ¡Asegurarnos que es ella!-Se le unió Chigusa, adoptando la misma desesperación.
-Y-Yo...-Tartamudeando e inclinándose atrás, contactando con el respaldo de la silla, Bell, algo sorprendido por la súplica en el par aunque no era inesperado, sintiendo el peso de la insistencia que ahora recaía en él.
Acudió a sus novias, denotando incomodidad por lo que ellas pudiesen pensar de esa solicitud y la respuesta que diera. Recordemos que hace no más de una hora fue amarrado, torturado, física y psicológicamente, e interrogado, por lo que ahora era consciente en mayor medida de los riesgos que representaba ser impulsivo y aceptar la petición de las orientales. No quería que se repitiese la desagradable experiencia.
No obstante, cuando se dispuso a ello y desvió la mirada de lado a lado para observarlas, se percató de que cada una de ellas derramaba lágrimas como una presa desbordándose. Algunas consolaban a las otras, abrazándolas y calmándolas.
Por lo visto la historia de la renard tuvo mayor impacto del que previeron ¿Y cómo no lo tendría? Esa chica, desde que nació, fue repudiada por su propia familia, sometida a malos tratos sin que fuese capaz de protestar en contra. Cual quería empatizaría con ella y la trágica historia de su vida.
Y, de hecho, no fueron las únicas que recibieron el cúmulo de emociones como si fuese propio, no...
La manga del conejo fue tirada con delicadeza, llamándolo hacia abajo.
-Bell-Nii, el deber de un héroe es rescatar a una princesa en apuros ¿No es así?-El responsable fue Rye. Sus ojos brillaban con intensidad y sus palabras le conferían la responsabilidad de cumplir el rasgo característicos de quienes se atreven a ostentar el título de "Héroe", apelando al sentimentalismo.
Los labios del joven aventurero se separaron, vacilante e impresionado por esa declaración. Aquel niño valeroso que conoció hace pocos ayeres creía ciegamente en él, posaba su voluntad en que haría lo correcto sin pensarlo.
La participación de los infantes a los que ahora consideraba su nueva familia no cesó con el humano, el resto de sus hermanos se unieron para convencerlo.
-¡Bell-Nii! ¡Bell-Nii! ¡¿La rescatarás?! ¡Haruhime-Sama merece ser feliz?! ¡Ya quiero conocerla! ¡Me gustaría platicar con ella!-La cola dorada de Fina se movía de derecha a izquierda a gran velocidad, acentuando su emoción mientras aferraba ambas manos al brazo de su hermano mayor.
Y si ellos dos se aparecieron con esa solicitud, el/al elfo también lo haría. No podía quedarse atrás.
-¡Bell-Nii! Rescata a la princesa y dime... ¿Qué es una prostituta?-Roux, a su estilo característico de centrarse meramente en las cosas de su interés así sean ajenas a lo verdaderamente importante del tema, emitió su duda, rompiendo el momento.
*¡PLAZ!*
Maria le dio un zape en la nuca en reprimenda.
-No preguntes esa clase de cosas. Es de mala educación. A parte, todavía eres joven-Dijo la cuidadora, agitando el dedo de arriba a abajo mientras Roux se sujetaba con ambas manos el sitio del impacto con una lágrima bajándole de su inerte rostro.
Conforme los deseos de sus hermanitos lo alcanzaban, la seguridad en su respuesta se afianzaba.
Posando las manos encima de las rodillas, se impulsó arriba y empujó la silla con la parte trasera de las piernas al ponerse de pie de repente, sacando decisión desde los poros.
-Rye, Roux, Fina... salvaré a Haruhime. Mikoto, Chigusa, las llevaré a que tengan su ansiado reencuentro-Declaró, inflando el pecho y sonriendo en señal de que su meta era irrevocable.
Bell miró a sus novias con remordimiento y determinación en su rostro. Sabía que el tema de Haruhime era delicado, y que su insistencia en rescatarla podría ser motivo de frustración para ellas. Ante la completa atención de las chicas, dio un suspiro profundo, se armó de valor y comenzó a hablar.
-Sé que esto puede resultar incómodo para ustedes. Lo entiendo. Dar tanto de mi tiempo y esfuerzo por alguien que... que vive en el distrito del placer-Dijo, contrariado, incómodo al mencionar esas palabras.
-Podría parecerles insensato, incluso egoísta. Pero... siento en mi interior que no hacer nada sería injusto. Hay algo en Haruhime... en lo poco que he visto de ella, que me hace pensar que no merece lo que le está ocurriendo-Argumentó, volviendo a sentir el malestar en el pecho, ese que lo acompañó en la visión durante el desmayo, lo que provocó que, durante la oración, apretara ligeramente esa zona encima de su ardiente corazón.
Buscaba transmitirles la sinceridad de sus palabras a las féminas.
-Haruhime es... inocente. Lo siento, lo sé. Puede que piensen que estoy idealizando a alguien que ha pasado años en ese lugar, pero créanme... ella no pertenece a ese mundo. No merece ese destino cruel, no merece ser tratada como algo desechable. Tal vez...-Su voz tembló, los puños se cerraron, pero siguió adelante.
-Tal vez piensen que estoy siendo ingenuo, y no las culparía si se enojan conmigo por esto. No obstante, a pesar de las opiniones divididas y el rotundo rechazo a la idea... no voy a cambiar de parecer. No voy a abandonarla-Finalizó.
No pidió permiso, tampoco apoyo. Solo les informó sobre sus intenciones, simple y sencillamente les hizo saber que, así estuviesen de su lado o no, haría lo que tenía que hacer.
Por un momento, se hizo un silencio en la habitación. Bell bajó la mirada, consciente de que sus palabras podrían no ser del todo bien recibidas, aunque seguro de que había hecho lo correcto al ser honesto con ellas.
-Bell...-La voz suave de Airmid rompió la quietud. No sonaba enojada como uno intuiría. Al contrario, era como si expresara... comprensión.
La sanadora sonrió y volteó hacia las demás.
-¿Ven? Se los dije. Para Bell no hay vidas pequeñas ni grandes. Todas tienen la misma importancia y lucha por protegerlas-Dijo orgullosa, reconociendo el valor del hombre del que se enamoró.
-¿Eh? Eso quiere decir que...-Antes de concluir, las manos de la peliplateada se posaron encima de los hombros del albino para que, seguido de eso, se deslizaran detrás suyo y se cruzaran, reduciendo la distancia que los separaba.
De modo tierno, dulce, quizás seductor, sus rostros se acercaron. El cabello de la médico se inclinó junto a su propia cabeza, esbozando esa hermosa sonrisa que rara vez decoraba su rostro cuando se hallaba distanciada del ser al que ama.
-Comprendo tu preocupación. De mi parte no hay problema. Es más, te exijo que la rescates porque, de no hacerlo, no serías mi amado Bell que sin discriminación lucha por lo que es correcto, ese tonto conejo que me asusta por sus locuras, pero que siempre regresa a mi lado a contármelas-Expresó, soltando una risita y frotando su mejilla en su pecho como un gato marcando su territorio.
-La reina ha hablado-Comentó Daphne en apoyo a la médico.
Cassandra, quien aún se aferraba al hombro de la pelirroja como si fuera un polluelo buscando refugio, asintió tímidamente para concordar, usando el hombro de su amiga de pañuelo y limpiarse las lágrimas que le quedaban tras un prolongado llanto.
-Supongo que podría averiguar en el Gremio de qué manera sacarla de ahí, o a qué familia pertenece realmente-Dijo Shakti, decidida, mientras cruzaba los brazos.
-Si Haruhime tiene contacto con Aisha Belka, Ilta debe contar con información sobre ella dentro de la familia Ishtar-Prosiguió, considerando discutir el asunto con la sub capitana de la familia que también era una amazona y sostenía una relación cercana con las que habitaban en los burdeles.
Los ojos de Bell se iluminaron al oír a cada una de ellas. No esperaba esa disposición y, por un instante, el alivio se mezcló con la gratitud.
-Si Bell-Sama lo considera adecuado, no tengo razón para oponerme. Saque a esa chica de su prisión y tráigala con nosotros-Declaró Maria, con una sonrisa dulce y comprensiva, maternal hasta cierto punto, mientras posaba las manos sobre su pecho, calmando el ambiente y dejando claro su apoyo a lo que su amado novio eligiera.
La incondicional lealtad de las novias alborotaba las emociones del afortunado muchacho, tanto así que sus ojos comenzaron a humedecerse y, aunque intentó contenerse, las lágrimas resbalaron por sus mejillas. Rápidamente, las secó con la manga de su camisa, conmovido hasta el punto de quedar sin palabras.
-¡Muy bien! ¡Manos a la obra...!-Gritó con vehemencia, lleno de entusiasmo y energía.
Pero, en su emoción, al intentar moverse con ese ímpetu, tropezó torpemente con sus propios pies y cayó hacia adelante.
-¡BELL!-Exclamaron vehementemente al unísono, alarmadas.
Airmid fue la primera en acudir, arrodillándose a su lado con preocupación.
-Hum... todo me da vueltas...-Murmuró Bell, con los ojos medio cerrados y el rostro pálido.
-¿Cómo no estarías así, idiota? No has dormido nada en los últimos días entre la mudanza y las dos noches anteriores. A eso súmale que llevas despierto por más de veinticuatro horas-Le reprochó la sanadora con exasperación, siendo ayudada a levantarlo por Shakti.
La peliplateada sostenía su brazo con firmeza, aunque su voz tenía un tono que demostraba su preocupación genuina.
-¿V-Veinticuatro horas? ¿Pues qué hora es?-Cuestionó, confundido y notando las ojeras marcadas bajo sus ojos.
-Bell-Sama, ya anocheció. Estuvo desmayado varias horas-Explicó Maria, señalando la ventana al abrir la cortina.
Observando sorprendido cómo el cielo afuera se había oscurecido por completo, el desconcierto lo invadió. Recordaba haberse encontrado con Shakti al amanecer de ese mismo día y, justo antes de desmayarse, estaba seguro de que el sol apenas se asomaba en el horizonte.
"¿C-Cómo...? ¿Es en serio?" Interrogó mentalmente, aturdido y tratando de procesar haber perdido la noción del tiempo.
-Bell-Dono, si no se siente bien, podríamos ir a por Haruhime mañana a primera hora-Sugirió Mikoto, temiendo por la salud del albino.
-Ya hemos esperado más de diez años por ella; una noche no es nada. No queremos presionarlo y poner en riesgo su bienestar-Prosiguió.
Chigusa asintió a su lado, teniendo la misma preocupación.
-Pero...-Él intentó replicar, pero antes de que pudiera, la médico intervino.
-Ellas tienen razón, Bell, debes descansar. Es más, así quieras ir, no te lo permitiré hasta que duermas al menos ocho horas seguidas-Dijo Airmid con tono firme, elevando el puño y arrugando las cejas. Lucía como una madre.
"Airmid, serás una excelente mamá y yo un terrible padre..." Bell la halagó y se menospreció al mismo tiempo en su subconsciente.
-Un héroe no es un héroe sin el descanso adecuado, viejo. Incluso un monstruo como tú tiene límites-Habló Welf, dándole unas palmadas en el hombro y soltando una pequeña risa burlona, a lo que el chico, sin otro remedio, suspiró, dándose cuenta de que todos estaban en lo cierto.
-Creo que tienes razón...-Le cedió y, con resignación, asintió y se despidió del resto. Hicieron un acuerdo para reunirse a primera hora del día siguiente, en la fuente frente al gremio, y partir juntos al distrito del placer.
Al momento de despedirse, Mikoto y Chigusa inclinaron la cabeza levemente hacia él, mostrando respeto y gratitud.
-Descanse bien, Bell-Dono. Mañana nos veremos-Dijo la primera.
-Gracias por todo-Le siguió Chigusa.
-Nos vemos mañana-Respondió el conejo, devolviéndoles el gesto.
El herrero se acercó y le dio un amistoso golpe en el hombro.
-Cuídate, y trata de dormir de una vez ¿Quieres? No me imagino el gasto de energía que tantas novias provocan. Por eso soy hombre de una sola mujer-Se mofó, insinuante.
-No lo imagines. Te ahorrarás el estrés. Aunque es... lindo a su manera. Son únicas y las adoro con el corazón-Respondió, riendo y mirando a las miembros de su numeroso harem.
Lo mucho que las amaba no era propio de un mocoso que escogió el poliamor en vez de la monogamia. No juzguen un libro por la portada. Menos si la portada dice "¡HAREM DE SEXYS CHICAS!".
Finalmente, Lili se acercó a la ama de casa de la mansión, con miedo por lo discutido antes.
-M-Maria-Sama, Lili quiere disculparse nuevamente por lo de la puerta...-Dijo, rascándose la nuca.
La cuidadora le sonrió con amabilidad y comprensión.
-No se preocupe. Estoy segura de que fue sin intención. Además, la seguridad de Bell-Sama es lo más importante ahora, así que no guardo ningún rencor-Negó tomar represalias la castaña.
-¿Eh? S-Si supo que no fue intencional ¿Por qué pidió que le pagara?-Cuestionó en voz baja la soporte.
-¿Ara~? No pude oírla bien ¿Qué dijo?-La sonrisa cálida cambió a una amenazante.
-¡Lili no dijo nada! ¡Gracias por recibirnos y buenas noches!-La pobre hobbit sucumbió de nuevo ante esa terrorífica humana que en el papel no destacaba en nada, una persona común y corriente. A pesar de ello... asustaba igual que un aventurero.
Con las despedidas hechas, los visitantes se marcharon, dejando a Bell y a sus novias listos para el descanso, sabiendo que al amanecer darían el siguiente paso en su misión de rescate de Haruhime.
Una vez que todos partieron, el conejo exhaló con pesadez, recayendo el agotamiento sobre sí.
-Bueno... creo que iré a dormir. Ya es hora-Anunció, comenzando a dirigirse a su habitación.
Sin embargo, apenas avanzó unos pasos cuando Maria lo jaló de regreso.
-Antes tomarás una ducha, hueles a pecado-Le ordenó, frunciendo el ceño y tapándose la nariz.
-¿Pecado?-El chico arqueó una ceja, confundido.
-Yo más bien siento que huele a miel-Dijo Fina, sonriendo inocentemente mientras olfateaba en su dirección.
Airmid se apresuró a taparle la nariz a la niña, alarmada.
"¡No vaya a ser que los residuos del afrodisíaco la afecten! Sería un desastre... especialmente para Rye" Pensó para sí, mordiéndose el labio con preocupación. Su rostro se ruborizó al recordar el incidente del afrodisíaco, y colocó una mano en su mejilla mientras intentaba apartar esos pensamientos.
-Muy bien, muy bien. Iré a ducharme-No quiso discutir y cedió a la solicitud, aunque no podía evitar reír ante la exagerada reacción.
Tras asegurarles que seguiría sus indicaciones, subió las escaleras hacia el baño, pensando que tal vez ese aroma sí se había impregnado un poco más de lo que pensaba.
Sin saber que, en su ausencia, sus novias sonrieron maliciosamente y susurraron entre sí, planeando una sorpresa cuando saliera.
Luego de la reprimenda y orden de las novias, el joven albino que todavía mantenía los rastros de ese incidente con el frasco roto, se dirigió al enorme baño de hombres con el que la mansión contaba.
Su ropa fue retirada una a una. Sujetó la camisa y observó el enorme agujero en el pecho de la prenda oscura y soltó una risa repleta de nerviosismo.
"Cassandra, supongo que no eres la persona que creí. Aún así, te sigo amando" Pensó, sudando frío ante el nuevo panorama respecto a la peliazul. Aunque conoció un lado hasta hace unas horas inimaginable en ella, el amor que le profesaba no vacilaba.
Luego de que almacenó su ropa en una canasta, quedando en completa desnudez, entró a la ducha.
Primero se mojó el cabello bajo la regadera para después sumergirse en las aguas termales, dejando que el calor le aliviara el cuerpo, que le dolía de agotamiento. La paz que buscaba desde hace días, esos días ajetreados y apurados en los que conocer la quietud y la alegría del descanso lucían lejanos, parecía, al fin, alcanzarlo.
Cerró los ojos, entregándose a esa relajación. Los párpados le pesaban, las enormes bolsas negras en la parte superior de sus pómulos lo indicaban.
Y, sin advertencia, sus ojos rojos como la granada se volvieron de un suave tono anaranjado como la fruta.
Otra vez, idéntico a cuando se desmayó, el héroe de cuentos le enseñó parte de su historia.
Ya sin contrariedad o desespero, sabiendo a qué se atenía y aceptando recibir lo que Tristán le cediera, no opuso resistencia y una especie de película se proyectó.
"Quiero... conocer más sobre ustedes y por qué me enseñaste eso, Tristán. Con Argonauta y con David no sucedió. ¿Qué te hace diferente?" Cuestionó conforme su deseo se convertía en realidad.
Una imagen, borrosa, difuminada como si hubiese sido tomada con una vieja cámara fotográfica, apareció en su mente, una memoria ajena, acompañada por un eco en su confuso subconsciente.
Antes de siquiera vislumbrar un objeto, el escenario, las personas que oía lejanas, un diálogo resonó en su cabeza, un susurro lleno de melancolía. La repetición de esas palabras que presenció como un espectador dentro de su propio cuerpo horas atrás.
"-Mi único arrepentimiento... es no haber bailado contigo cuando me lo propusiste... esa noche...-".
Entonces, la escena cobró vida ante sus ojos...
Dentro de un gran salón iluminado solo por la tenue luz de lámparas flotantes, un hombre y una mujer bailaban. El hombre, de cabellera larga y pelirroja, vestía un traje oscuro con detalles dorados que resaltaban en el entorno sombrío. La mujer, de cabellos rubios y ondulados, llevaba un vestido lujoso en tonos de anaranjado profundo, tan largo que apenas rozaba el suelo. Ambos se movían en un lento vaivén, rodeados de un silencio solemne.
El joven se sintió arrastrado hacia esa proyección, como si el hombre pelirrojo y él fueran uno, justo igual a antes. La mujer, con una expresión repleta de encanto y una mirada llena de ternura, apoyaba la cabeza en el hombro del supuesto héroe mientras este se aferraba a ella, sosteniéndola delicadamente de la cintura, temiendo soltarla.
Sin entender cómo, Bell comenzó a imaginarse a sí mismo y a Haruhime en su lugar, reemplazándolos, adoptando el protagonismo.
Pasó de tener una visión en tercera persona a estar en primera. Los ojos de la renard, verdes y relucientes como las finas esmeraldas, brillaban con la misma ternura y nostalgia que la chica a la que se sobrepuso en la danza.
Y, contrario a la susodicha, Haruhime deslizó su brazo detrás de la espalda del muchacho para sentirlo más cerca y que el calor se le transmitiese. Parecía que encontrar la paz en ese abrazo fuera su mayor deseo.
Ambos, inmersos en esa danza imaginaria, se desplazaban despacio, como si cada paso estuviese planeado.
Podían sentir el calor del otro tan cerca. Los cabellos dorados rozaban el hombro de Bell y lo impregnaban de una fragancia floral y frutal, como la mismísima primavera donde las hermosas rosas recibían los rayos del sol en sus pétalos.
A pesar de no estar físicamente ahí, el peso que su cuerpo sentía era tan real como el latido de su propio corazón, y el aire que respiraba. Cada que daba una respiración tranquila se emitía el único sonido que lucía verdadero en esa fantasía.
La melancolía de la escena le atravesó el pecho, y...
-Haruhime...-En un susurro imperceptible, entre el ruido del agua alterándose por el brusco movimiento de las piernas del joven al levantarse, pronunció el nombre de la chica con la que soñó, como si al llamarla pudiera traerla al mundo real y transformar esa visión en un recuerdo propio. Deseando que estuviese ahí.
La conoció hace una noche, estuvieron en una situación comprometedora en la que su relación pudo llegar a un punto de no retorno de haber cruzado la línea.
Y a pesar de eso... en lo profundo de su corazón, encendido por el brillo blanco y a la vez multicolor de su alma, donde la llama anaranjada dominaba, tuvo el presentimiento de que, incluso antes de encontrarse, estuvo esperándola por miles de años, aguardando a que el destino conectara sus caminos de nuevo para... aliviar los arrepentimientos de otra vida.
Al abrir los ojos, la escena se desvaneció, dejándolo solo en las aguas termales, con un anhelo profundo y eterno, llenándolo de vacío al no querer que... la renard se fuese...
Cayó sentado al borde de la escalera de las termas, metiendo sus dedos en la base del cabello, tironeándola, frustrado.
El agua se deslizaba por su piel. Las gotas caían desde su cabeza, imapactando en las termas y causando un diminuto oleaje.
El vapor se condensaba en el techo, causando el efecto de una lluvia lenta y pausada, desoladora.
-Haruhime...-Repitió el nombre, sonriendo y a la vez llorando.
El color rojo no regresaba a la iris.
-Esta vez... nosotros...-Y como bueno inoportuno que era el conejo, retomó el control previo a la revelación del héroe que tomó su cuerpo.
El aire salió de sus pulmones para ser recuperado por bocanadas de aire ante la desesperación y el vértigo que le causó el cambio. Ya lo ha experimentado en distintas ocasiones en las que "Argonauta" y "Olna" deseaban momentos a solas. No era idiota, estaba plenamente consciente en esas interacciones que, por una extraña razón, presentía que cesarían tarde o temprano cuando... Lefiya...
Él sacudió la cabeza, retirándose de las aguas termales y agarrando una toalla para secarse.
Al frotarse la piel y retirar la humedad en la misma, no conseguía olvidar lo visto.
-Tristán... Isolda...-Nombró a los protagonistas.
Reconocía la escena presentada, idéntica al final de la historia que su abuelo había plasmado en el libro que de propia mano escribió que podría considerarse una versión extendida y completa de la leyenda original, a palabras de la misma renard cuando conversaron mientras esperaban al amanecer.
"¿Por qué las visiones me llevaron a ese lugar? ¿Qué es diferente a los otros héroes? ¿Cómo se relacionan Isolda y Haruhime?" Se cuestionó, apretando los dientes. El desconocimiento le molestaba.
Recordó a la princesa, al menos en la imagen que él había formado, en extremo parecida a Haruhime, tal como la vio en su sueño, antes de que sus rostros se intercambiaran durante el baile.
-Una princesa que emprendía un viaje para conocer a su prometido... Pero en la historia de Haruhime...-Comentó, suspirando, desamarrando el nudo en la garganta.
-No hubo un guardia que la cuidara y protegiera para que llegase sana a su destino. En cambio, su camino la llevó... al distrito del placer-Concluyó, cabizbajo, quebrándose.
Un presentimiento oscuro y una culpa creciente le abordaban en el pecho. La inocente y hermosa renard, tan vulnerable y sola, parecía atrapada en su propio destino trágico, y él sentía que, de algún modo, podría haber evitado tanto dolor en su vida con su sola presencia.
-Aisha trata de desempeñar ese papel ahora... pero, desde su perspectiva, parece que no es suficiente-Reconoció la labor de la amazona, haciendo una mueca de incomodidad y apretándose el pecho, arriba del corazón que no detenía su aceleración, presionándose contra las costillas.
Bell se levantó, amarrándose la toalla a la cintura mientras una resolución empezaba a formarse en su mente.
-Entonces... supongo que... es mi deber ser su Tristán-Su determinación iluminó sus ojos.
Tras esto, abrió el baño, permitiendo la salida del vapor. Ya habiendo tomado el baño, se dispuso a ir a su habitación y dormir porque en unas cuantas horas quizás no podría.
Estando frente a la puerta, giró la perilla y, al abrirla, se encontró con una escena digna de sus sueños, aunque totalmente inesperada en ese momento.
-¡Bienvenido, amor!-Cinco voces lo recibieron a su muy particular estilo, congelándolo en la entrada.
-¿Eh? ¿Q-Qué es lo que hacen aquí vestidas así? ¡P-Puedo ver todo!-Balbuceó Bell, sorprendido y tapándose la cara con las manos aunque abría los dedos para mirarlas.
-¡Hoy dormiremos contigo!-Dijo Airmid, quien lucía un camisón blanco y vaporoso que le daba un aire angelical. Su mirada cálida y su postura tranquila reflejaban esa dulzura y cercanía que solo aparecía con él. Cabe mencionar que también se mostraba... dócil, buscando disculparse.
Salto hacia adelante, tomándolo de las manos, emocionada. Sobra decir que fue la de la idea.
-¡Es nuestra forma de mostrarte nuestro arrepentimiento por lo mal que te tratamos en el interrogatorio! ¡Debimos confiar en ti y no sacar conclusiones apresuradas!-Agregó Shakti con una sonrisa segura, cruzada de brazos. Llevaba un conjunto de pijama de seda azul oscuro que resaltaba su figura atlética. El albino juraría que un six pack, un abdomen de lavadero, se vislumbraba entre la apertura que cerraban los botones.
Si bien la domadora enseñaba esa actitud, también reflejaba cierta ternura que pocas veces mostraba. O mejor dicho, nunca si su novio no se hallaba a su lado sin que halla testigos de por medio. En efecto, era una recatada mujer madura.
-¡Además de que queremos que olvides esa noche que pasaste con Haruhime! ¡Por si se te ocurre sernos infiel con ella!-Declaró Daphne, con el ceño fruncido como ya era costumbre en la irritable mujer, aunque también lucía titubeante.
La pelirroja llevaba una camiseta larga y cómoda que llegaba a sus muslos presionados por unos shorts ajustados, y, aunque intentaba mantener su actitud firme, sus ojos delataban un poco de nerviosismo por mostrarse de esa manera ante quien ya era su novio.
-¡Y no tienes d-derecho a negarte! ¡Te advierto q-que me muevo mucho al dormir!-Exclamó Cassandra, quien estaba pegada a Daphne, abrazándola con timidez aunque trataba de mostrarse coqueta, siguiendo el ejemplo de las primeras dos novias. Vestía un camisón de un delicado tono lavanda, sencillo, pero le daba un aspecto encantador e inocente, digno de ser usado por la belleza de cabellos azules.
-Espero no ser una molestia, Bell-Sama-Continuó María, sonrojada, con un vestido largo de color blanco decorada con encajes y resaltaba sus enormes atributos. También vestía un suéter de tonalidad rosácea que se deslizaba hasta su antebrazo y mostraba la piel de sus hombros.
Esas prendas contrastaban con su usual comportamiento tranquilo de la cuidadora. Parecía tener cierto nerviosismo en su mirada, pero no dejaba de sonreírle con afecto y juguetear con sus dedos.
Las miradas del resto de las novias se fijaron en los pechos que se sacudían ligeramente entre cada respiración. Sus ojos se volvieron opacos.
"Sí, sin dudas son enormes. Malditas bolsas de grasa. Además, su figura es hermosa y curveada ¿Cómo puede verse de ese modo? Es la mayor de nosotras y luce un cuerpo de mujer joven" Tuvieron el mismo pensar sobre ella expresado de distintas maneras, pero basado en opiniones similares
Los labios del conejo se separaron, abrumado por las declaraciones simultáneas de sus novias.
-¿Qué...? ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ?!-Exclamó, completamente desconcertado, al darse cuenta de las intenciones de todas.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Justo en el último capitulo dije que era el capítulo más largo que había escrito y vengo ahora con uno de... ¡¿32,000 palabras?! Me he superado otra vez.
También quería darles un enorme agradecimiento ya que...
*Suenan los tambores*
¡LLEGAMOS A LOS 25,000 VOTOS EN EL FIC!
En serio les agradezco por su constante apoyo a la serie, no sé qué haría sin ustedes y me hace feliz saber que les gusta lo que hago.
En fin ¿Valió la pena la espera?
Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo como ya es costumbre.
En fin, déjenme sus opiniones.
¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?
Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro