Capítulo 39.
En la mansión de la familia Cranel. Antes de lo ocurrido el capítulo anterior.
-¡Tengamos nuestra conversación sobre romance, chicas!-Airmid palmeó sus manos con emoción, esbozando una enorme sonrisa en su relajado y brillante rostro antes de arrastrar a Shakti hacia su asiento.
-Airmid, sé que estás en tu modo imprudente después de la noche que tuviste con Bell, pero tengo compromisos . Ilta me está esperando en Babel para hacer guardia-La peliazul se quejó, tratando de oponer resistencia, pero el agarre de la médico superaba con creces la fuerza que la nivel 5 le infundió a la dirección contraria.
-¡No seas amargada, Shakti! ¿Cuántas oportunidades habrá para que nos reunamos y platiquemos de amor? Bell me ha dicho que no tiendes a abrirte en estos temas con nadie más porque Ganesha se mofaría de ti e Ilta se la pasa quejándose de tu actitud de niña enamorada. ¡Aquí nadie te juzgará!-Declaró la peliplateada, revelando lo que se supone era un secreto entre la domadora y su pareja.
La ceja de la fémina se levantó y tembló, claramente irritada con su confidente.
"Mi amor, se supone que eso quedaría entre nosotros" Pensó, apretando su puño con ira.
-Mi señora, no creo que sea buena idea forzarla. Si ya tiene compromisos por cumplir, deberíamos respetarlo-María se interpuso, posando su mano sobre el agarre de la sanadora para separarlas, con sumo cuidado y respeto, claramente.
"Gracias María, siempre eres tan amable en una relación donde el carácter de todas es volátil" Agradeció mentalmente la capitana de la familia Ganesha aquella intervención. No era de extrañar que la novia en la que más confía el resto de las mismas sea ella, a pesar de su no muy sobresaliente presencia.
-Entiendo...-Airmid infló su mejilla y se cruzó de brazos, no tan de acuerdo con que su amiga se fuese, pero razonando sobre las responsabilidades que la misma tiene. No era para menos, su labor era imprescindible si se deseaba mantener el orden en Orario.
Shakti asintió, agradeciéndole su nula insistencia con ese simple gesto.
-Ya tendremos tiempo otro día, como en aquella ocasión en Melen-Posó la mano en el hombro de la chica que, ignorando su carácter fuerte de veces pasadas, sigue siendo menor que ella.
-S-Si se me permitiese hablar-Cassandra interrumpió. Su voz entrecortada y repleta de duda captó la atención de las tres féminas de pie enfrente suyo.
Las miradas se dirigieron a su persona, a la espera de lo que tendría que decir.
-A mí si me gustaría oír tu historia de amor, Shakti-Reveló, sonrojada y desviando la mirada de vez en cuando para no mantenerse fija en la cambiante expresión de la susodicha luego de oírla.
La dulzura en sus gestos le dio un subidón de azúcar a la que recibió aquel mensaje, ruborizándola y haciéndole abrir los ojos en demasía.
"Maldita sea. Soy demasiado débil a esos ojitos de perrito abandonado. A penas pude resistirme a los de Airmid y viene Cassandra a ponerlos también. Te culpo por eso, Ardee. ¡Siempre que querías que te comprara dulces después de que te gastabas tu paga de la semana aplicabas la misma estrategia!" Gritó internamente la humana, rememorando las ocasiones en la que su hermana acudía a ella por valis para después invertirlos en cientos de Jagamarukun, algo que... perfectamente haría cierta espadachín rubia de no tener una enorme deuda con la familia Gobniu.
Sus hombros cayeron, al igual que su cabeza que se inclinó hacia abajo. Dio un largo suspiro, en señal de rendición.
-Solo una hora-Susurró.
Una sonrisa se volvió a dibujar en Airmid, quien parecía irradiar luz.
-¡Genial! ¡Gracias Cassandra!-Le agradeció a la curandera, agarrando de nuevo el brazo de la domadora y obligándola a tomar asiento.
María vea la escena la distancia con cierta diversión, cubriendo su boca con la mano pero sus ojos cerrados y el movimiento en su torso demostraban una risita contenida.
-Es lindo tener una familia-Musitó, inclinando la cabeza a un costado con rubor en sus mejillas y una expresión amable, cariñosa y, sobretodo, repleta de agradecimiento.
"Y es por ti, Bell" Añadió en su subconsciente, avanzando hacia la mesa para tomar su asiento. Como novia del albino, esa platica también la incluía.
Fue entonces que, debido al patrullaje, la conversación dio inicio con Shakti, la cual poco a poco fue soltándose. Relató su vivencia el primer día que conoció a Bell en la entrada de la ciudad, siendo quien lo entrevistó para permitirle el paso a un mundo repleto de oportunidades.
-Su amabilidad y ojos repletos de esperanza, en ese momento y sin darme cuenta, me recordaron a Ardee. Quizás es por eso que, según Ganesha, estuve feliz varios días mientras realizaba mis labores-Sonrió levemente, viendo a la mesa mientras sostenía un vaso de cerámica con té humeante y delicioso que María había servido para todas.
Estaba perdida en el mundo de sus recuerdos. La felicidad que le traía revivir esas memorias llenaba de dicha su corazón, uno que se vio ennegrecido por el dolor de las pérdidas pasadas.
-Conocerlo fue un milagro. Una nueva oportunidad de proteger una luz de esperanza en este podrido mundo-Añadió.
Lo que debía ser un breve resumen de cómo se conocieron se convirtió en una historia repleta de detalles que brotaban sin detenimiento ni vergüenza. El ambiente que se compartía era idóneo para ello y tranquilizador. Una enorme confianza los abordaba, una que solo la cercanía con personas que te comprenden podrían proveerte.
-Y, después de la batalla contra los Barbarian, corrí a sus brazos y lo abracé, llorando en su hombro de alivio. El miedo de perderlo me abordó. Fue entonces que me pidió que dejase de ver a mi querida hermana en él. Fue difícil al principio, no mentiré que luego de que nos hiciésemos novios todavía el fantasma de mi hermana me seguía. Pero fue desapareciendo conforme conocía más a Bell, comprendiendo que eran dos personas completamente diferentes. Yo le estoy agradecida a Airmid, quien entendió lo que era mejor para mí y nos dio ese último empujón para convertirnos en pareja aun cuando yo misma me rendí, creyendo que el tiempo para mí ya había pasado-Una mirada de agradecimiento puro y verdadero se dirigió a la médico, quien infló su pecho repleta de orgullo de la decisión tomada hace varios ayeres.
-¡Waaaaaa! ¡Yo estuve ahí y aún así estoy llorando! ¡Te quiero, Shakti!-La imprudente peliplateada se lanzó a abrazar a la peliazul, quien puso la mano en su cara para distanciarla.
-Tampoco exageres-Le dijo, mientras ella se retorcía y quería abrirse paso para conseguir su objetivo.
Conforme eso sucedía, Cassandra y Daphne intercambiaban miradas, tragando saliva y ruborizándose. Para la segunda era demasiado meloso y dulce. Todavía no se acostumbraba a ser la novia de alguien, pero por algún motivo, algo dentro de sí sentía ciertos celos de la cercanía que las demás mostraban con su amado.
A Cassandra en cambio, le apenaba no cumplir las expectativas que las demás tenían sobre ella. Más teniendo en cuenta que todo apuntaba a que cada una tendría una historia así de hermosa.
-¡Es mi turno!-Desistiendo del abrazo, Airmid alzó las manos, pidiendo la atención de los comensales.
-Todo comenzó aquel día en que mi querida Shakti mandó a Bell al hospital de Dian, mi sede. Él cargaba en brazos a tres infantes heridos que estuvieron a punto de sufrir un secuestro por un miembro escoria de la familia Soma, esa basura de familia que merece todo lo peor del mundo-La forma en la que dio inicio confundió a las dos ex hijas de Apolo.
Ante la nula comprensión del par, la peliazul aclaró el punto.
-Yo fui quien evitó que Bell lo golpeara cual justiciero enmascarado de dudosa/nula moral. Debido a las heridas de Fina, Rye y Roux, le sugerí que lo mejor era que fuesen atendidos por un médico. Me preguntó sobre cuál era el más cercano y por la zona en la que se desenvolvió ese sucedo, el hospital más próximo era el de Dian Cecht-Explicó.
-¡Sí, por eso siempre te estaré agradecida! ¡Indirectamente eres la razón por la cual lo conocí!-Airmid volvió a intentar abrazarla pero recibió el mismo trato de antes.
-Mejor continúa con tu relato-Le dijeron.
-¡Hmph! ¡Eres cruel conmigo!-La sanadora hizo un puchero.
Volteó hacia el par de nuevas novias y prosiguió.
-Un hombre que está dispuesto a gastarse tanto dinero en quienes necesitan ayuda sin conocerlos ni escatimar en el precio es alguien que no puede ser malo. Yo siempre he tenido el pensamiento de que los aventureros, muy en el fondo, son seres motivados por el egoísmo y los placeres momentáneos. No obstante, estuve equivocada-Expresó, revelando su punto de vista sobre ese grupo de personas.
Ha visto ir y venir a cientos de pacientes. Familias permitiendo que sus miembros mueran por no querer invertir tanto en la salud de un bien reemplazable. Gente que piensa que una vida es meramente una herramienta de la que te deshaces cuando ya no funciona.
Como una curandera, valora la vida más que otra cosa. Que alguien las respetara tanto indirectamente llamó su atención.
-Para Bell no hay vidas pequeñas ni grandes. Todas tienen la misma importancia y lucha por protegerlas. Díganme ¿Cómo no enamorarse de alguien así? Es más, estoy segura de que si un monstruo pudiese hablar y sentir, él se cuestionaría si es correcto matarlo-La peliplateada estaba dispuesta a postear su vida a aquella situación fantasiosa e improbable.
Se sacudió de lado a lado, abrazándose a sí misma, imaginándose que era su amado.
"Alguien debería decirle que podemos verla" Pensó Daphne, sintiendo pena ajena por la matriarca
-Estás olvidando tu primera cita con él en las aguas termales-La hija de Ganesha le dio un par de codazos amables en el costado, riéndose pícaramente.
-¿Aguas termales? ¿Su primera cita fue en un baño de aguas termales?-Interrogó la pelirroja, adoptando el mismo color de su cabello en sus mejillas.
La peliazul no ocultaba su impresión, abriendo al boca en demasía y cubriéndola con la mano para no ser notada.
-¡Ay Shakti! ¡Me haces sonar como una pervertida!-La sanadora ni siquiera a intento negarlo. Solo agarró su rostro de lado a lado y se retorció.
"Increíble..." Declaró el dúo de féminas que desconocía ese hecho al unísono.
-Mi madre me decía que si querías enamorar a un hombre, debías hacerlo desde la primera cita para no permitirle dudar ¡Así que hice uso de mi aclamada figura para amarrarlo! No hay hombre que se resista a una mujer en traje de baño-Airmid explicó sus motivos, guiñándoles el ojo como si se tratara de un consejo a futuro.
-¡Es muy pronto para eso! ¿Verdad, Cassandra?-Daphne buscó el apoyo de su amiga, pero esta se sostenía la barbilla, considerándolo.
-S-Si un traje de baño tiene ese efecto... ¿La ropa interior funcionará igual?-Musitó.
-¡¿CASSANDRA?!-Replicó quien se hallaba a su lado, escuchándola.
El relato de la cita en las termales siguió su curso. No obvio ningún detalle, haciendo énfasis en lo lindo que era el albino ruborizándose cada que movía su pecho para hacer que él se lo viese.
-Al final, mientras regresábamos a mi sede... yo... ¡Lo besé!-Confesó.
-¡¿S-Se besaron sin ser novios?! ¡I-Inmoral!-Se quejó la pelirroja, aporreando las manos en la mesa y poniéndose de pie.
"Ya comienza a ser molesta tu inocencia, Daphne" La peliazul, quien normalmente es temerosa y reservada, se irritaba.
-Y a la mañana siguiente se volvieron novios. Es más, creo que, de quienes somos novias de Bell, ella ha sido la única que primero lo besó y luego formaron su relación-Agregó Shakti, remarcando ese detalle.
-¡¿Por qué te empeñas en hacerme quedar como una pervertida?!-Se quejó la peliplateada, pero su tono de voz difícilmente podría tomarse en serio.
Todas soltaron una risa, se divertían en esta convivencia espontánea. Seguramente, de estar aquí Tiona, disfrutaría compartir las historias. De estar Alicia, quizás acapararía la atención de todos, exagerando la propia. Y de estar presente Riveria, probablemente quiera imponer su romance y cómo para una elfo es más especial.
Cada una era única a su manera. Un grupo colorido y variado que se unió por una persona en común, una que, a su propio modo, aman de la misma forma e intensidad.
Ahora era el turno de María, aquella mujer que ha acompañado día y noche al joven.
Era curioso que, al ser la quinta novia y quien mayor interacción ha tenido con el albino, nunca se le haya dado la importancia que merecía.
Era como un personaje de fondo que solo participaba una que otra vez con diálogos breves, desapareciendo hasta el siguiente volumen. Sin embargo, ese no era el caso con la cuidadora.
-Ara~ No hay mucho que contar-Dijo, posando su mano en la mejilla y ladeando la cabeza, mostrando cierta preocupación.
Las demás insistieron. La importancia no radicaba en la forma en la que inicio su romance ni el instante en el que su amor floreció, si no en lo especial que ese sentimiento es para ella.
-Bell-Sama, como dijo Shakti, protegió a mis amados niños. He cuidado de Rye, Roux y Fina desde que sus padres fallecieron. Vi el dolor en sus rostros, la desesperanza y miedo a continuar. Era difícil levantarles el ánimo en un mundo que los había olvidado, en un mundo donde no tenían cabida ni lugar-Su historia con Bell no podía contarse sin esos tres jóvenes en ella.
El ambiente pasó de ser ligero y escandaloso a serio y melancólico.
-Si bien el trauma permaneció dentro suyo, lograba apaciguarlo. No obstante... cuando él llegó, cuando lo conocieron... por fin los vi genuinamente felices. Fue la primera vez que... no había ápice del pasado penando en ellos. Todo lo que pude hacer ante esto fue agradecerle profundamente, prometerle que dedicaría mi vida a ayudarlo-Rememoró el día en que se conocieron. Aquel día que quedó grabado en su interior y jamás olvidaría.
Esa sonrisa amable y despreocupada fue suficiente para comprenderlo... podía confiar en él.
-En ese instante supe que... las cosas mejorarían-Pequeñas lágrimas se deslizaban de las mejillas de la cuidadora. Airmid le proporcionó un pañuelo para secarlas.
-Gracias, mi señora-Dijo, con la voz entrecortada, aceptándolo y limpiándolas.
-Los días se volvieron más alegres. Nuestra situación fue mejorando y mis niños, mis hijos, encontraron lo que deseaban... una meta. Desde de eso Rye desea convertirse en un aventurero. Fina quiere ser una curandera como usted, Airmid-Sama. Roux... fufufu, quiere entrar al distrito escolar y superarse. Antes de conocerlo, no tenían sueños ni esperanza de un futuro mejor. Ahora... añoran el mañana. Y es gracias a Bell... soy muy afortunada de haberlo conocido... me siento feliz de poder compartir mi vida con la suya, cuando no es suficiente para compensarle por lo que nos ha entregado-Las palabras de María sensibilizaban el corazón de las presentes. Se les formaba un nudo en la garganta.
Ella las miró.
-Díganme... ¿Cómo podrías no enamorarte de Bell?-Interrogó.
Compartieron un asentimiento, estando de acuerdo con la castaña. Aquel albino ha sido un faro en la oscura existencia de varios. Ha iluminado la negrura de los traumas y les ha permitido continuar.
Después de ese breve instante en el que María resaltó, fue el turno de las invitadas principales.
Cassandra se encontraba dubitativa ante la atención sofocante de Shakti, Airmid y María, mientras Daphne permanecía cerca, con los brazos cruzados, observando en silencio.
"Ellas... ¿Me creerán?" Se cuestionó, con la mirada baja.
Al ver la amabilidad que estas mostraban, sus dudas desaparecían.
-Siempre he tenido sueños... pesadillas, en realidad-Empezó, con su voz temblorosa mientras posaba las manos encima de sus piernas, apretando la tela con cierto miedo.
-Cada noche, veo futuros caóticos. No importa lo que haga, esos sueños siempre se vuelven realidad. Y nadie me cree. Nunca lo hacen-Añadió, triste y decepcionada.
Shakti la miró con calma, aunque un atisbo de preocupación cruzó sus ojos.
-Y qué viste antes de conocerlo?-Preguntó Airmid suavemente, siempre intentando comprender la naturaleza frágil de la peliazul.
Ella apretó sus manos sobre sus rodillas.
-La noche antes de conocer a Bell...-Hizo una pausa y su cuerpo se suavizó ligeramente, dejando de tensarse.
-Esa vez no tuve una pesadilla. Fue la primera vez en años que soñé algo hermoso. No había caos, no había desastre. Por primera vez... no tuve miedo de despertar-La sinceridad en sus palabras y la alegría que estas emitían provocaban que fuese imposible no creerle.
Las otras mujeres intercambiaron miradas, notando la paz que ese recuerdo le traía, algo tan raro en ella.
-Y entonces, lo conocí-Continuó.
-Si bien supe de Bell antes, cuando lo vi por primera vez... fue como si todo encajara. Como si, por fin, hubiera encontrado la razón de esa calma-Prosiguió. La imagen de ese encuentro casual sin nada a resaltar aparentemente, cruzó por su mente.
Daphne, quien había permanecido callada hasta ese momento, soltó una risa seca.
-Siempre pensé que tus sueños eran disparates-Admitió con una sonrisa burlona, aunque sin mala intención.
Fue entonces que posó su brazo detrás de su espalda y le dio un par de palmadas.
-Pero supongo que algunas veces, hasta tú puedes tener razón-Declaró, despertando la sorpresa de su compañera, quien sonrió ligeramente, mirándola, y luego a las demás.
-Solo sé que... esa fue la única vez que desperté sin miedo. Y creo que tiene que ver con él... con Bell-Ese gesto... ese simple gesto de la pelirroja le hizo saber que todo estaría bien. Que nadie la tacharía de loca, que quizás a partir de ahora podría... confiar en las demás.
Las tres féminas la escucharon en silencio, compartiendo el peso de lo que vivía, y entendiendo que, tal vez, había más verdad en sus sueños de lo que jamás hubieran imaginado.
-Cassandra, cuando tengas otro de esos sueños, cuéntanos. Te creeremos por todas las veces en las que nadie lo hizo-Airmid posó su mano sobre la de ella y contestó, mostrándose maternal y comprensiva.
Los ojos de la peliazul comenzaron a llenarse de lágrimas al darse cuenta de que, por primera vez, no la miraban con escepticismo. Shakti, Airmid, María e incluso Daphne estaban escuchando... y, más importante aún, creían en ella. Era algo que jamás había experimentado, y las emociones que la embargaban la dejaron sin palabras por un momento.
-Gracias...-Susurró, con la voz temblorosa.
-Gracias por... creerme-Titubeaba, sin saber cómo expresar lo que sentía, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Las otras mujeres la miraban con comprensión, permitiéndole tomarse su tiempo.
-No saben lo que significa para mí...-Respiró hondo para controlar su voz.
-Todo lo que he visto, todo el caos... siempre quise evitarlo. Pero esa vez, ese sueño con Bell... me dio algo diferente. Me dio esperanza-Las manos que la peliplateada sostenía temblaban mientras recordaba.
-Fue por ese sueño que tuve el valor de enfrentarme al dios Apolo. Sabía que todos me dirían que estaba loca, pero no podía quedarme quieta. Vi un futuro esperanzador... un futuro junto a Bell. Y por primera vez, quise que ese sueño se hiciera realidad. Quise vivirlo, no solo verlo en mis visiones-Una irregular sonrisa, producto de los labios que se sacudían se dibujó en la fémina.
La sanadora, siempre calmada, sonrió con ternura, mientras María asentía, visiblemente conmovida. Shakti mantuvo una expresión firme, pero sus ojos mostraban el respeto que ahora sentía por ella. Incluso Daphne, quien siempre había sido la más incrédula, dejó de lado su habitual sarcasmo y la observó con alegría.
-Estoy... tan feliz de haber tomado esa decisión-Confesó.
-Por primera vez, no quiero que mis sueños sean solo advertencias de catástrofes. Quiero que esta visión se cumpla. Y estar con él... me hace sentir que todo es posible-Finalizó.
El aire en la habitación parecía más ligero, como si un peso se hubiera levantado del corazón de la joven. Por fin, había personas que no solo la escuchaban, sino que confiaban en ella, en sus profecías, y en el amor que compartían por su amado conejo blanco, ese que, al igual que las personas en esa habitación, creyeron en su palabra.
La atmósfera en la sala se relajara un poco pasados los minutos.Daphne, entendiendo la expectación a su persona, suspiró, comenzando a hablar.
-Bueno, supongo que es mi turno de contar cómo conocí a Bell-Dijo, con una sonrisa leve, aunque algo incómoda, como si no estuviera acostumbrada a hablar de sus sentimientos
-Fue cuando él acompañó a Cassandra a la sede de la Familia Apolo, el mismo día-Reveló.
Las demás la miraban con curiosidad, mientras Daphne hacía una pausa, recordando aquel día. También les divertía lo difícil que le resultaba relatarlo.
-Yo... le agradecí por haberla ayudado con las compras. Siempre se lo decía, que no debía salir sola, pero ella es más terca de lo que parece-Agregó, dándole un golpecito en la cabeza a la susodicha, que la miraba algo avergonzada.
-Y, bueno, m-mentiría si dijera que no me pareció lindo cuando lo vi por primera vez-Desvió la mirada, titubeando y tartamudeando de una forma linda, una que solo una chica de carácter fuerte podría mostrar.
-¡Pero para ser honesta... nunca me habían interesado esas cosas de romance, ni nada parecido! Siempre estuve enfocada en mi familia y en ser fuerte. No tenía tiempo para tonterías-Intentó justificarse, levantando la voz, como si eso pudiese borrar lo que dijo antes.
Las demás asintieron en silencio, entendiendo la naturaleza reservada de Daphne.
"Jeje es linda" Pensó la sanadora.
-Fue entonces cuando ocurrió lo de Apolo-Una parte sensible fue rememorada.
-Vi cómo insultaba y hería a Cassandra. Y, aunque siempre intentaba hacer algo, jamás pude reunir el valor para protegerla. Pero Bell... él hizo lo que yo no pude. La puso como su prioridad. La defendió sin dudarlo. Y en ese momento... mi primera impresión cambió radicalmente-Musitó. Su voz disminuía de volumen.
Entre el pensar y el actuar hay un gran tramo. Siempre tuvo la intención de cuidar lo mejor posible a su mejor amiga, pero el miedo a perderlo todo, el terror a quedarse sin nada, la dominaba, impidiéndole evitar los maltratos. En las noches lloraba lamentándose por su cobardía.
-Cuando me extendió la mano junto con Cassandra y me pidió que me fuera con ellos...-Daphne se detuvo un momento, como si le costara expresar lo que sentía.
-Algo dentro de mí me decía que esa era la mejor decisión. No sé cómo explicarlo... incluso ahora. Pero sentí que, tal vez, por primera vez en mucho tiempo, podía confiar en alguien más para cuidar de nosotras-Se cruzó de brazos nuevamente, su expresión era seria pero con un brillo especial en los ojos.
-Y si bien... aún no sé exactamente cómo ponerlo en palabras, creo que fue en ese momento cuando una chispa se encendió. Una chispa que ha seguido creciendo, día tras día-Concluyó.
La curandera la comprendió, mientras María asintió suavemente. Incluso Shakti parecía impresionada por la franqueza de la pelirroja, quien raramente hablaba de sus sentimientos.
Pero nada se comparaba con lo que sentía Cassandra en ese momento. Sus ojos aún brillantes por las lágrimas de antes, le mostraron un genuino agradecimiento por siempre pensar en ella, a pesar de que no tenía la responsabilidad de ello.
Pasaron unos segundos de silencio, pero el ambiente pronto cambió cuando Airmid, todavía con una sonrisa alegre, se inclinó hacia las demás. Sin ninguna intención de ser discreta, levantó la voz en tono juguetón.
-¡Bueno, ahora cuéntenme cómo fue que Bell les pidió ser sus novias!-Exclamó, rompiendo el momento serio de golpe.
Las dos chicas la miraron con sorpresa, mientras María se llevó una mano a la frente, tratando de mantener la calma.
-Mi señora, debería calmarse un poco. No es el mejor momento para preguntar eso, los sentimientos de ambas siguen siendo frescos-Del modo característico que usa la cuidadora para referirse al reto de novias, la reprendió.
La médico se encogió de hombros, riendo nerviosamente, aunque no arrepentida de su imprudencia.
-¡Solo tenía curiosidad!-Se defendió.
En medio del caos, Shakti, quien hasta entonces había permanecido en silencio, murmuró para sí misma, pensando en voz alta.
-¿Qué tan placentero es hacerlo con Bell...? Sigue actuando así y no parece que volverá a su estado normal pronto-Su comentario escapó antes de que pudiera detenerse.
Sin embargo, la médico, con sus sentidos agudizados por el momento, escuchó perfectamente. Sus ojos brillaron con travesura y lanzó una mirada a la domadora.
-¡Es increíblemente placentero! ¡Tanto que podrías morir de lo rico que se siente!-Los ojos púrpura se iluminaron como dos estrellas, respondiéndole la duda.
Las presentes se sonrojaron levemente, intentando mantener su compostura habitual.
"No debí pensar en voz alta..." Shakti sospechó lo que vendría.
Fue entonces que la primera en probar la zanahoria suprema comenzó a contar con entusiasmo cómo había sido su encuentro íntimo. Al principio, las demás solo escuchaban en silencio, pero a medida que avanzaba en los detalles, las mejillas de todas se fueron tornando rojas.
-Y entonces, justo cuando estábamos a punto de...-El relato erótico llegaba a su punto cumbre, pero antes de que pudiera mencionar cuando sus cuerpos se conectaron, Daphne la interrumpió de golpe, gritando con nerviosismo.
-¡Airmid, eso no es algo que deberías hablar tan casualmente!-La reprendió, con el rostro completamente encendido.
La peliplateada se mostró despreocupada.
-Vamos, Daphne, tarde o temprano todas tendrán su turno. Es mejor que lo sepan desde ahora-Replicó, mirándola juguetonamente.
Las demás, aún enrojecidas, no podían evitar sentirse avergonzadas ante el descaro de la sanadora. Aunque, de todas ellas, María parecía ser la única que mantenía su serenidad habitual. Su expresión no cambió mucho, y seguía observando con calma, lo cual no pasó desapercibido por las otras.
Cassandra fue la primera en notarlo.
-María... ¿Cómo es que no te afecta todo esto?-Le preguntó, sorprendida.
Las demás asintieron en acuerdo, centrando sus miradas curiosas en la cuidadora, quien tragó saliva, sintiendo el peso de sus miradas encima sin perder su compostura.
-M-Mis señoras... ¿De qué se me acusa?-Respondió con su tono tranquilo, aunque evidentemente nerviosa por la repentina atención.
La matriarca la miró con una sonrisa maliciosa, como si sospechara que ocultaba algo.
-Recién caigo en cuenta de que María ha estado viviendo con Bell casi desde que él llegó a la ciudad. Si alguien le conoce bien sus fetiches, debe ser ella-Shakti, al ponerse de pie, mencionó con serenidad pero con una clara intención inquisitiva.
Su comentario, aunque aparentemente casual, estaba cargado de curiosidad. Quería ver hasta qué punto conocía al albino. Ante esto, la susodicha desvió la mirada de inmediato mientras un escalofrío le recorría la espalda. Su reacción levantó las alarmas entre las demás.
-M-María, yo creí que eras una mujer seria y refinada-Las hipótesis Daphne no se hicieron esperar y la miró con decepción e impresión.
-¿C-Cómo fue que...?-Añadió Cassandra, sorprendida, incapaz de completar la pregunta que rondaba en su mente.
-María...-La voz de Airmid se quebró por la duda.
-¿No fui yo la primera vez de mi Bell? ¿Acaso me mintió?-Al realizar la pregunta, la alegría chispeante cambió por completo. Las hermosas joyas púrpura se volvieron opacas.
El cambio fue tan repentino y marcado que un frío temor se apoderó de la sala, especialmente de María, quien sintió el peso directa sobre su persona.
-Dime la verdad, no me enojaré-Pidió, mordiendo un mechón de su cabello plateado mientras inclinaba la cabeza de manera casi perturbadora, adoptando una postura digna de una Yandere.
La castaña, sonrojada y claramente avergonzada, reaccionó de inmediato, sacudiendo la cabeza con vehemencia.
-¡N-No es nada de lo que se imagina, Airmid-sama!-Replicó, evitando cualquier contacto visual.
Sin perder su aire inquietante, la sanadora entrecerró los ojos y contestócon un tono frío.
-¿Ah, no? No me sorprendería que fuera ese el caso. Solo hay que ver tus enormes atributos, fruto de tentación-La mención fue directa, pero antes de que la acusada pudiera responder, continuó, sin detenerse.
-Es más, mientras Bell y yo hacíamos el amor, le imploraba un beso con mis jadeos, pero...-Hizo una pausa dramática, señalando el pecho de la mujer.
-Siguió chupando mis pechos sin detenerse. Dime, ¿Eres tú quien le dio ese fetiche? ¿Tú y tus enormes tetas?-Declaró, mostrando repulsión por lo enormes que eran e inconscientemente el resto apuntó su atención a ese mismo sitio.
María, por su parte, no sabía dónde meterse.
-¡N-No te sientas tan especial! ¡Una aventurera como yo debe mantener su esbelta figura! ¡Esas cosas son solo bolas de grasa!-El comentario de la pelirroja, aunque cargado de frustración, reflejaba la incomodidad que sentía al notar la marcada diferencia entre todas ellas ya que era la que tenía el busto más pequeño, por lo que cruzó los brazos sobre éste para ocultar su derrota.
-¡P-Por favor no me insulte sin motivo, Daphne-sama!-Respondió María, casi al borde de las lágrimas, incapaz de manejar la presión que le imponían.
Cassandra, por su parte, se llevó un dedo al labio, pensativa, ajena al drama emocional.
-¿A Bell le gustan los pechos grandes? Quizás debería comer más carne...-Dijo con inocencia, sumergida en su propio análisis.
La hija de Ganesha, siempre racional, la veía, sosteniendo su barbilla mientras inclinaba la cabeza hacia abajo para observar mejor.
-Ahora que lo pienso, es la novia con mayor tamaño de pecho, superando a penas a Alicia y eso que es una elfo-Comentó.
-¡Y siempre usa ropa holgada! ¡De ese modo sorprendió a Bell!-Airmid apareció detrás de María.
Previo a que la antes mencionada pudiera reaccionar, dos manos se deslizaron hacia sus pechos, apretándolos y jugando con ellos sin ningún reparo.
-¡WAAAAAAH! ¡Airmid-sama, no haga eso!-Pidió, dando un brinco hacia atrás, con el rostro encendido de penal cubriéndose el cuerpo con desesperación. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, destrozada por la profunda humillación.
Se apartó rápidamente, desaliñada y completamente derrotada por el bochorno que le hacían pasar sus amigas.
-¡SUS TETAS SON SU PUNTO DÉBIL! ¡SEGURAMENTE SE VOLVIERON SENSIBLES DESPUÉS DE VARIAS NOCHES DE PASIÓN CON BELL! ¡ES CULPABLE!-La curandera la señaló, dando su veredicto y deseando sangre como penitencia.
-¡LE DIGO QUE NO ES ASÍ!-Gritó María, casi sin aliento.
-S-Solo déjeme explicarle. Yo sigo siendo virgen, no he hecho nada de eso con Bell-sama porque, debido a mi posición, no me considero digna de ser ni la primera ni la penúltima. P-Pero eso no significa que no haya... fantaseado con el día en que sea mi turno-Confesó, mientras su rostro mostraba una mezcla de vergüenza y cierta picardía. Por alguna motivo, su tono disminuyó en la última parte.
La habitación cayó en un silencio sepulcral.
-¿Solo era eso? ¿Por qué no empezaste por ahí?-Preguntó de forma retórica la matriarca, rompiendo el hielo y suspirando con alivio, enseñando cierto desinterés ahora que la idea que se formuló en su cabeza fueron meras suposiciones.
No obstante, la parte con la que finalizó su respuesta causó cierta curiosidad en ella, levantando la ceja y regresando a verla.
-¿Fantaseado?-Dijo la peliplateada.
Rostro e incluso orejas de la cuidadora se coloraron. Fue escuchada claramente por las presentes, quienes estaban anonadadas por la penosa revelación que se prestaba a miles de formas de interpretar, una más cochina que la anterior.
María sacudió su larga falda, aclaró su garganta y retomó su actitud serena, propia de su edad, al igual que posición.
"Si sigo gritando quedaré afónica. Estoy en un círculo de confianza y somos mujeres, por lo que no ha de haber problema" Se dijo a sí misma.
-Sí, fantaseado. Algunas noches, mientras duermo en mi habitación, aparece en mis sueños y algunas cosas suceden dentro de los mismos. Cuando despierto, estoy agitada y ansiosa, así que una cosa lleva a la otra y...-Estaba siendo muy difícil para la mujer controlarse y mantener la compostura a pesar de decidir sincerarse.
-¿Y eso qué tiene de malo? Te puedo asegurar que al menos la mitad de nosotras, si no es que más, ha hecho lo mismo pensando en Bell. Somos mujeres adultas María, no hay por qué avergonzarse-Airmid se mostró extrañamente comprensiva y quitada de la pena.
Vio de reojo a Shakti, quien se frotaba los párpados con desdén usando la yema de los dedos índice y pulgar.
-Era inevitable después de que casi te ganaba tu lugar como la primera vez de Bell tras lo sucedido en mi habitación. Pero de haber sabido que te vengarías por eso, confesando mis acciones nocturnas no te hubiese contado nada-La reprendió. Su ceja temblaba y sonreía mostrando varias emociones, ninguna de ellas era alegría.
-¡Hmph! ¡Eso te pasa por desafiar a la matriarca!-La sanadora infló su pecho, posando las manos en la cadera y levantando la frente con orgullo.
-¡Aguarden un momento!-Daphne irrumpió.
-Yo no he hecho nada de eso-La pelirroja era ajena a los deseos carnales de ese trío de mujeres calientes que se tocan a sí mismas cual piano embrujado.
Las tres intercambiaron miradas. Dos agacharon la cabeza, la tercera poco o nada le importó lo anterior.
-Y yo he estado durmiendo en la misma habitación con Cassandra desde que conocimos a Bell. Estoy segura de que tampoco...-Al buscar el apoyo y confirmación de la peliazul respecto a su nulo acto de autoplacer, se percató de que esta mordía su labio y miraba al suelo, frotando sus muslos entre sí mientras presionaba sus párpados a los ojos para suprimir lo que sea que la mente fantasiosa de la vidente le mostrara.
Su compañera palideció, quedando pasmada.
-C-Cassandra...-A duras penas la nombró, dando par de pasos atrás, como si no la reconociera, al mismo tiempo que deseaba que lo que sospechaba fuese falso.
-¡N-No pude evitarlo! ¡Vi en mis sueños el futuro y los dos estábamos desnudos!-Gritó la susodicha ruborizada de pies a cabeza, viéndose en la pecaminosa escena.
La confesión hizo que un estremecimiento recorriera a las presentes, pero Daphne fue la primera en reaccionar.
-¡MALDITA MUJER LUJURIOSA!-Exclamó, sujetándola por los hombros y sacudiéndola con fuerza.
-¡YO HE DORMIDO EN LA MISMA HABITACIÓN CONTIGO DESDE QUE SALIMOS DE LA FAMILIA APOLO! ¡¿EN QUÉ MOMENTO LO HICISTE?! No, más importante... ¡LO MÁS PROBABLE ES QUE YO ESTUVIERA AL LADO TUYO!-El desagrado en ella era palpable.
-¡F-Fue inevitable! ¡Ocurrió hace dos noches!-Se excusó mientras sucumbía al mareo.
-¿Dos noches...?-Las sacudidas se detuvieron de repente. Mostró una expresión de horror en su rostro.
-¡¿ENTONCES NO ERA UNA PESADILLA?! ¡YO CREÍ QUE ESTABAS AGITADA PORQUE TUVIERAS UNA PESADILLA! ¡INCLUSO PENSÉ EN CUBRIRTE CON UNA MANTA PARA CALMARTE!-La sorpresa seguía creciendo para la pelirroja, que no dejaba de asimilar los detalles.
-N-No he tenido pesadillas desde que Bell apareció en mi vida. Y qué bueno que no te me acercaste...-Murmuró Cassandra, riendo nerviosamente.
Daphne, al recordar algo, palideció.
-Un momento...-Susurró, horrorizada.
-¡¿ENTONCES LO QUE ESTABA EN LAS COLCHAS NO ERA SUDOR?!-La compañera de cuarto recordó otro detalle con el que se topó en la cama de su amiga el día que recolectó las colchas para lavarlas.
Shakti, con su característico sarcasmo, se burló suavemente.
-Qué chica tan pecaminosa...-Comentó con un tono juguetón.
-Sí, tan inocente que se ve. Sin dudas será una fiera cuando le toque probar a nuestro novio. Pero aún así, no pienso perder-Añadió Airmid, con una chispa de competitividad en sus ojos.
La peliazul agachó la cabeza, recordando fragmentos de su visión, la misma visión que algún día se haría realidad, llenándola de ansiedad. Sin embargo, un golpe en la nuca la devolvió a la realidad.
*¡PLAZ!*
-¡DEJA DE PENSAR COCHINADAS!-La interrumpieron.
"Mejor no le digo que en mi sueño ella también estaba" Pensó la vidente, frotándose el lugar donde había recibido el golpe, mientras un chichón se le formaba.
El ambiente, cargado por tantas revelaciones, finalmente se aligeró, y todas volvieron a sus asientos. La luna estaba en su punto más alto, iluminando la noche que ya había caído sobre la ciudad. El patrullaje de la capitana de la familia Ganesha se había postergado tanto que ya no tenía sentido salir. Resignada, aceptaría el turno nocturno.
Las mujeres continuaron conversando tranquilamente, perdiendo la noción del tiempo. Tan rápido transcurrieron las horas que las dos horas de prórroga que le habían dado a Bell para regresar a la mansión ya habían pasado. Ahora, hacía una hora de retraso y no había señales del albino en las cercanías.
Fue hasta que los temas de conversación se agotaron y el silencio invadió la sala, que las presentes comenzaron a inquietarse. Finalmente, empezaron a cuestionarse la ubicación de su amado.
-Oigan, ya se tardó en regresar ¿No creen?-Airmid, rompiendo el silencio, cuestionó.
-Sí... ya casi es medianoche y no ha vuelto. ¿Se habrá encontrado con amigos?-Shakti consideró la posibilidad, mirando por la ventana hacia la oscuridad.
-¿Qué amigos? Solo Finn y Gareth lo son, que yo sepa. Porque, si bien Bete se les une a veces, lo odia-Contestó la médico.
-Es amigo de los miembros de las familias Takemikazuchi y Hefesto. Quizás fue con ellos, no los ha frecuentado mucho últimamente-Mencionó María.
-Me ha hablado de su preocupación por descuidar su amistad-Agregó.
-Pero ¿a esta hora?-Intervino Daphne, arrugando la frente.
-Solo se me ocurre que haya ido a la Señora de la Abundancia, pero... él salió de aquí habiendo comido-Dio su teoría.
-¿A lo mejor fue al gremio con Eina? Él había dicho que quería tomar clases con ella-Añadió Cassandra, tímidamente.
Las miradas de las demás se clavaron en la vidente con incredulidad.
-¿Clases de qué? ¿Anatomía? Obviamente, suena a una excusa para verla. No me sorprendería que en unas semanas ella también se una al "club"-Bromeó la pelirroja, cruzando los brazos.
Shakti, pensativa, inclinó su silla hacia atrás, mirando el techo.
-Siento que debería aprovechar estas dos semanas en las que Riveria, Tiona y Alicia no estarán...-Musitó.
-Sí, la expedición de emergencia interrumpió sus planes. Alicia quería llevarlo a Melen nuevamente-La médico complementó el punto de vista.
-Esa muchacha es un tren sin frenos...-Comentó María, impresionada por lo directa que era la elfo.
Un incómodo silencio volvió a envolver el ambiente. Entonces, se rompió la tensión de golpe.
-¡Oh, vamos! ¡Todas sabemos que seguramente Bell se metió en otro problema!-Dijo la domadora, aporreando la mesa con las manos.
Las demás saltaron por la sorpresa, pero ninguna pudo negar esa realidad.
La responsable de poner en el aire ese hecho suspiró, frotándose los párpados con la yema de los dedos, agotada por el estrés constante que su novio le sigue causando.
-Iré a ver de qué se trata, ustedes descansen. De todos modos, debo hacer guardia nocturna, ya que perdí la de la tarde estando aquí-Dijo mientras se ponía de pie.
Las demás la miraron en silencio, asintiendo sin objetar. Sabían que habían retenido a la capitana demasiado tiempo, y no tenían intención de interferir más en su trabajo. Tras despedirse, la hija de Ganesha se dirigió hacia la salida de la mansión, mientras las otras la observaban alejarse.
Cuando salió, alzó la mirada hacia la luna. El silencio de la noche era interrumpido solo por sus propios pensamientos, mientras se preguntaba en qué clase de embrollo su novio se había metido esta vez.
-No ha pasado ni una semana desde lo de Apolo. Dame un descanso-No dudaba ni por un segundo que habrá problemas por venir. Y por algún motivo no podía dejar de sentirse responsable.
"Es culpa nuestra por dejarlo sin supervisión por mucho tiempo. Será un semental, pero sigue siendo un niño en algunos aspectos" Expresó en su subconsciente.
De repente, vio a varios aventureros corriendo a lo lejos, lo que la confundió por un momento. Aceleró el paso, tratando de alcanzar el origen del caos. En su recorrido, se topó con Ilta, quien estaba dando órdenes para cubrir la entrada al calabozo y evitar que más monstruos escaparan.
-¿Qué está pasando aquí?-Preguntó la peliazul, curiosa.
-¡No lo sé! Por alguna razón, cientos de Al Miraj armados han salido del calabozo y se dirigen al distrito del placer-Respondió la morena, señalando a la manada de conejos que se movían con agilidad al noreste de Orario.
-¿Al Miraj? ¿Distrito del placer?-Retroalimentó, comenzando a atar cabos.
"Seguro que este idiota no tiene el poder de controlar monstruos... Y tampoco iría al distrito del placer... si todavía quiere conservar su pene" Pensó, sacudiendo la cabeza, desechando esa conjetura.
-Parece que será una larga noche. Por cierto, si ves a Bell, avísame-Pidió antes de dirigirse hacia los monstruos para cazarlos.
-Ahora mismo lo estoy viendo, incluso repetido-Contestó la amazona con un tono burlón, refiriéndose a los conejos y la similitud que estos tienen con el albino.
-Muy graciosa-Finalizó la capitana, dejando atrás la conversación con la subcapitana, preparándose para lidiar con el caos nocturno.
En el distrito del placer. Punto de vista de Aisha.
-¡¿POR QUÉ MIERDA ESTAMOS SIENDO INVADIDAS POR AL MIRAJ?! ¡¿CÓMO DEMONIOS SALIERON DEL CALABOZO?! ¡SALEN HASTA DE DEBAJO DE LAS MALDITAS PIEDRAS!-Gritos desesperados y cargados de molestia eran expresados por cierta amazona de cabello cenizo mientras era atacada por varios grupos de monstruos semejantes a conejos.
Dirigió sus puños a estos, prácticamente destruyéndoles los huesos por cada golpe que les impactaba, matándolos en el acto y dejando detrás de ellos una piedra mágica seguido de la desaparición del cuerpo.
El distrito del placer estaba siendo atacado por la multitud de bestias. Los clientes que se hallaban recorriendo las calles aún sin adentrarse a los burdeles corrieron rápidamente con desesperación para evitarlos. Las puertas de los prostíbulos fueron cerradas para evitar que aquellos pequeños y peligrosos animales, que por alguna razón estaban armados y deseosos de sangre, causaran estragos y pérdidas monetarias a los edificios.
-¡NO TENGO IDEA! ¡ESTÁBAMOS BUSCANDO A ESE MALDITO MOCOSO QUE SE NOS ESCAPÓ Y APARECIERON DE LA ANDA! ¡SOLO CARGAN EN CONTRA NUESTRA!-Con un carácter y una emoción bastante similar a la mujer de antes, Aisha Belka, la amazona de la familia Ishtar, mientras su voz escalaba de volumen, blandía con fiereza su enorme espada Podao hasta los pequeños y escurridizos cuerpos de los Al Miraj, acabándolos con el simple roce de la hoja.
La búsqueda de Bell Cranel por parte de las calientes y deseosas hijas de Ishtar había cesado cuando, de la nada, la puerta de entrada del distrito del placer fue despedazada por una manada de los monstruos antes mencionado, yendo a por ellas en específico por alguna razón que ninguna de ellas conseguía comprender.
Para evitar que la situación escalará, dado que notaron que estos empezaron a apuntar a la sede de su familia, los mantuvieron a raya al mismo tiempo que recolectaban las gemas que dejaban a su paso, las cuales se regaban en el suelo en un espectáculo púrpura.
La atención de la amazona de vez en cuando se concentraba en los civiles, asegurándose de que ninguno sufriera daños. No obstante, no se explicaba el por qué, cuando los conejos se acercaban a personas ajenas a la familia Ishtar, estos solo los olían y se retiraban para pelear contra alguien que sí estuviese relacionado.
Estaban armados con palos afilados, pequeñas espadas de baja calidad que un aventurero novato perdería al huir dentro del calabozo al verse superado por los monstruos en su intención de aspirar a un piso más profundo de este, e incluso agarraban rocas, tablones de madera, etc. En resumen, usaban cualquier cosa como un arma para enfrentarse a ellas. ¿La razón? Aparentemente ninguna, el evento era demasiado extraño, ridículo y agotador que ni siquiera se les proporcionaba el tiempo para procesarlo.
Si bien la situación tenía perplejas y molestas a la mayoría de las personas en la zona, al menos había una que se estaba divirtiendo y le veía el lado bueno a esto.
-¡Kukuku! ¡¿Qué importa?! ¡Prácticamente una mina de valis vino a nosotras sin mover un dedo! ¡Dinero gratis! ¡Junten las piedras mágicas, deben ser al menos 500 hasta ahora!-La... ¿Saben qué? Me niego a decirle mujer, le diré directamente "Sapo" o por su nombre. Muy bien, Frine estaba agitando su enorme hacha con vehemencia de lado a lado. Cuando los Al Miraj colmaban altura de un gran salto para atacarla, esta lograba cortarlos en el aire, dejando divididos sus cuerpos flotando enfrente suyo y desapareciendo antes de caer.
Uno rápidamente corrió a su costado y quiso patearla, pero su cuerpo fue sujetado por las enormes y gordas manos con dedos de salchicha de aquel horrible ser peor que los monstruos del calabozo.
Los ojos del conejo se salieron de sus cuencas cuando se comenzó a ejercer fuerza en ellos, haciendo que sus órganos internos se aplastaran, huesos crujieran hasta que...
*¡PLAZ!*
Estallara por la presión, regando pedazos del cuerpo hecho pedazos en un baño de sangre.
Una sonrisa tétrica se dibujó en la capitana de la familia Ishtar, relamiéndose los labios por
Rápidamente vio hacia otro grupo de estos animales que estaban perplejos, parados frente a ella a varios metros de distancia, temblando de miedo. El agarre de sus patas a las armas vacilaba, a tal punto que algunos empezaron a tirarlas y tratar de huir. Otros en cambio la miraban aterrorizados.
Quienes vieran la situación concluirían sin dudarlo que la raíz de ese tenebroso sentimiento era el miedo a la muerte que es intrínseco e instintivo en todo ser vivo, pero estaba muy lejos de la realidad.
-¡K-Kyu! ¡Burg!-Uno de los conejos se puso verde de la cara y vomitó al costado, sintiendo un profundo asco por lo que estaba a sus narices.
-¡Kyu!-Otros agarraban sus largas orejas y las usaban para taparse los ojos y de ese modo no ver a tan abominable ser. Incluso tratándose de un monstruo existen los estándares de belleza y definitivamente Frine no entraba en el de las criaturas del calabozo.
-¡Pfffff! ¡Ni esas bestias toleran tu fealdad, horrible sapo de mierda!-Se mofó Aisha, sin tratar siquiera de contener la risa por lo que presenció mientras tenía algunos conejos mirándola fijamente con las mejillas sonrojadas. O así sería si el pelo no les cubriesen la piel.
Y no los culpo, cualquier cosa parece hermosa a comparación con... eso.
Claramente tenían una preferida y esa definitivamente no era la capitana de la familia.
Una vena se formó en la enorme frente de la susodicha, agarrando con fuerza su hacha y blandiéndola a una velocidad alarmante contra el grupo de Al Miraj de antes, repleta de cólera e intenciones asesinas.
*¡SLASH!*
En un espectáculo sanguinario que teñía las calles y paredes de rojo, los asesinó sin piedad. El suelo era hecho pedazos, los trozos de roca volaban al salir disparados por la fuerza que se le infundía a cada embate.
Sí, podrá ser horrible, pero nade era capaz de negar la enorme fuerza de la sapo, quien ostenta el nivel 5, estando a vísperas de las primeras clases.
Una vez finalizada su labor, con la espalda moviéndose irregularmente a consecuencia de su respiración acelerada, se dio la vuelta y en menos de un segundo se puso a un paso de la amazona que le había faltado el respeto.
-¡¿QUIÉN MIERDA TE CREES PARA HABLARME, ASÍ MOCOSA FLACUCHA Y SIN CARNE?!-La agarró del mentón con fuerza. La quijada crujió mientras Aisha intentaba apartarle la mano sin éxito.
-¡SUÉLTAME!-Incrustó sus uñas en la piel gruesa de Frine, sin poder penetrar lo suficiente para causarle dolor y que instintivamente ella dejara de asfixiarla.
-Kukukuku. Tienes una boca demasiado grande para una mocosa que no fue capaz de amarrar al hombre que trajo. ¿Qué? ¿Te rechazó? Supongo que debo estrecharle la mano porque nadie querría a una mujer como tú-Una dibuja siniestra acompañada de esa incómoda risa declaró aquello.
-¡Lo atraparé de nuevo, maldito sapo! ¡No importa cuánto tiempo me tome, lo encontraré y haré mío hasta que lo seque! ¡Y ni tú ni nade me lo quitará! ¡Ahora quítame las manos de encima, siento asco!-A pesar de la diferencia de fuerza entre una y otra, el espíritu de pelea de la amazona no titubeaba, digno de su raza, enorgulleciendo la propia fuerza de su enorme voluntad.
La gorda mano de la sapo se abrió, por fin soltándola. La arrogancia de la morena, quien cayó de rodillas, agarrándose la zona aplastada y respirando profundamente por la falta de aire que le hacía falta antes, le divertía. Una dolorosa tos la acompañó, demostrando que el daño había sido mínimo, pero que sí existió.
-Mientras ese niño se encuentre dentro del distrito del placer, no hay forma de que me ganes. Lo atraparé y usaré hasta que no quede ni una gota para ti. No obstante, como veo que tienes mucha confianza en ti, mocosa con aires de grandeza, te reto a encontrarlo. Si lo haces antes que yo, te dejaré en paz y harás lo que quieras con él sin que yo interfiera. Pero si yo gano...-Se agachó, posando el dedo debajo de la barbilla de la amazona y levantándole el mentón con clara arrogancia.
Un escalofrío recorrió la espalda de Aisha.
-Yo elegiré un hombre para ti. Tengo un conocido igual de hermoso que yo que moriría por conocerte-Los labios de la capitana fueron relamidos. Su intención descubierta y el desagrado de la retadora demostrando.
La cara de la morena fue fruncida, arrugando las cejas.
-¡Un momento!-Samira se interpuso entre ambas, empujando con su cuerpo el brazo de su capitana. Seguida de ella, Lena también hizo acto de presencia.
-¡No permitiremos eso! ¡Nosotras también queremos un pedazo de esa zanahoria que encantó a Dea Saint!-Vociferó la joven amazona, sacudiendo los brazos, inquieta porque ambas decidieron sacarlas de la competencia sin previo aviso.
-¡Kukuku! ¡Idiotas! ¡¿Acaso creen que están a mi nivel?! ¡No son ni mugre en la uña! ¡Entiendan su lugar! Solo acepto el reto de esta estúpida para humillarla, es el único placer que me trae. Ustedes no me causan ninguna clase de emoción-La arrogancia y narcisismo de Frine era incomparable. No veía como rivales dignas a ninguna mujer, mucho menos a las dos mujeres que querían entrar a la contienda.
-¡TCH!-Tanto Samira como Lena chasquearon la lengua, irritadas, sin poderle llevar la contraria. No mentía, en una competición física no existía comparación, serían brutalmente aplastadas. No se podían comparar a Aisha, mucho menos a Frine.
-¡Bleh!-Propio de su inmadurez, la última de éstas le sacó la lengua, sacando humos.
Agacharon la cabeza y se distanciaron del conflicto, como niños regañados. Conforme se alejaban, de reojo, la atención de la joven amazona fue captada en un breve destello, identificando una figura conocida a varios metros de su posición.
Este extraño a lo lejos venía acompañado de una mujer, cosa que ignoró.
-Es él...-Susurró para sí misma, con las mejillas sonrojadas y emocionada.
Miró a los alrededores, descartando que la siguieran y de ese modo le ganaran la oportunidad. Caminó lentamente y conforme abandonaba a sus compañeras, aceleraba el paso para sorprender a aquel sujeto.
Poco a poco Aisha se fue reintegrando. Su ritmo cardíaco y respiración se normalizaron, recogió la Podao del suelo y le dio la espalda a la sapo.
-Esa arrogancia tuya algún día te costará la vida. Espera... ya estuviste cerca una vez-El comentario al aire de esta última la hizo frenar en seco su andar.
La sonrisa maliciosa de la provocadora no se hizo esperar, reflejando sus negras y malas intenciones.
El agarre de la morena perdió fuerza. La espada larga temblaba.
Una vena se marcó en su frente y se dio la vuelta, queriendo avivar el conflicto. Sin embargo...
*¡SLASH!*
Frine no sería tan amable ahora.
En un parpadeo, aún cuando el largo cabello de la mujer se ondeaba al girar, un hacha se posicionó en su cuello, rebanando las finas hebras negras y haciendo que cayeran planeando al piso.
El filo del arma rasgó la piel del cuello. Un hilo fino de sangre se deslizó.
-Asegúrate de que esa zorra no haya sido atacada por los Al Miraj. Queramos o no, es de la familia y como vimos, nos estaban casando. Si algo le pasa a esa estúpida renard delirante, habiéndote comprometido a ser su protectora, sufrirás un destino peor que la muerte...-Dijo, aproximado su rostro al costado del de la amazona. Sus labios carnosos y gruesos se posaron a escasos centímetros de su oreja, separándose como antecedente de la pregunta que estaba a punto de emitir.
La piel de Aisha se erizó. Su ánimo de por sí decaído y dócil ante el miedo constante que su capitana le causaba se agravó.
-Aunque eso sería un premio para ti ¿No es así? La muerte es un final demasiado bueno para alguien que la ha buscado por mano propia y no ha podido. Lo peor que te podría pasar es no lograrlo ¿O quieres que te recuerde las consecuencias de tus actos el año pasado, heroína?-Susurró d e forma amenazante, despertando un terror profundo en la morena, quien abrió los ojos en demasía y soltó el arma, haciendo un ruido chirriante al impactares en la roca.
La actitud severa y temeraria cambió en un instante. Un temblor recorrió su cuerpo al recordar un episodio que había intentado suprimir por tanto tiempo. Su mente, sin querer, la arrastró de nuevo a esa escena, un recuerdo oscuro y doloroso que le causaba tormento.
Era el día de su castigo... Ishtar estaba allí, observándola con esa mirada fría y despiadada. El dolor, el disgusto, la violencia, el morbo, todo revivió y se sintió como una memoria fresca y vivida.
-Kukuku... ser drogado por el encanto de una diosa de la belleza no es algo que puedas olvidar-Las palabras de la mujer sapo, burlonas y crueles, resonaban en su mente, haciéndola estremecerse.
-C-Cállate...-Murmuró en respuesta, tartamudeando, desesperada por ahuyentar ese recuerdo.
-Tu garganta no ha sido cortada. Tu corazón todavía no recibe una puñalada con tu propia arma... y todo eso es por ella. Porque... si tú te vas, si la abandonas... nada nos impedirá cumplir nuestro cometido ¿Acaso estoy equivocada?-Interrogó, sabiendo la respuesta, pero queriendo oírlo de la propia Aisha, quien yacía estática, cabizbaja.
Sin embargo, sus pies ya se habían movido por instinto. Se dio la vuelta y salió corriendo, no sin antes agacharse para recoger su espada. Su corazón era acelerado, inquietándolo por segunda ocasión, mientras las lágrimas caían de su ojo al descubierto. Una sensación de náusea la invadió con fuerza, y sus pasos la guiaron a un callejón oscuro, ignorando el caos a su alrededor dado que el ataque de los Al Miraj todavía no cesaba, aunque eso le importaba poco o nada a consecuencia del ataque de pánico que la azotaba.
Una vez alcanzado el callejón, en completa solidad y lejos del desorden, allí, sin poder contenerse más, mostró su lado débil, y...
-¡BURGHHHHHH!-Vomitó.
Finalizado su vómito, la fuerza en sus agitadas piernas se vio mermada, y su cuerpo cayó al suelo, derrumbándose mientras apoyaba su espalda contra la pared, abrazando sus rodillas con desesperación. Sus ojos púrpura, normalmente brillantes y llenos de gallardía, se volvieron opacos.
La respiración era irregular, tal como antes, y con cada jadeo, el dolor del pasado se hacía más insoportable. Presionó sus párpados contra sus ojos, tratando de apagar las memorias que la asediaban sin descanso, esas que enterró en lo profundo de su subconsciente pero que volvieron a manifestarse por culpa de la amenaza de Frine, quien lo hizo con toda la intención de desequilibrarla, cosa que cumplí con creces. Pero, por mucho que lo intentara, esas imágenes, que cruzaban como fotogramas cada segundo en su cabeza seguían persiguiéndola, como una mala broma de su mente.
Miró su Podao y se tocó el cuello con la yema de sus dedos, manchándose de su propia sangre.
Tembló, aplastando la cara en sus muslos aún en posición fetal.
Su cerebro pasó otro recuerdo, varios de hecho. Unos que... era mejor mantener alejados porque...
El intento de suicidio no es un tema sencillo de abordar...
-Recuerda Aisha, lo haces por Haruhime... no te has rendido por Haruhime... tu hermanita, tu linda hermanita merece una vida mejor, un mañana... no puedes volver a fallar, no te puedes permitir perderla...-Esas palabras de apoyo para su adolorido ser se musitaban constantemente. El "Hazlo por Haruhime" sonaba repetidamente, buscando consuelo en esa meta, la única meta que le permitía continuar.
"Yo no importo, no me interesa morir y ser castigada, pero debe ser salvada..." Pensó, viéndose como una existencia de menor valor que el de la renard, a la cual quería entregarle un mañana.
Aisha dejó escapar un par de lágrimas mientras la imagen de su hermana menor, sonriendo con inocencia, le daba las fuerzas necesarias para continuar. Su desesperanza era alta, pero esa pequeña chispa de luz la mantenía en pie.
Agarró la espada del suelo y la observó de reojo. El recuerdo de aquel día, hacía un año, volvió a invadir su mente con brutalidad. Cerró los ojos, intentando bloquearlo, pero la imagen persistía. Frustrada, lanzó la espada al suelo con furia, dejando escapar un gruñido de impotencia.
-Maldita Frine... hacerme recordar eso...-Susurró entre dientes, deslizando los dedos entre su cabello, jalándolos, con una ira profunda que ardía en su pecho.
El rencor hacia la mujer sapo y hacia su diosa, Ishtar, era como una sombra oscura que la seguiría hasta el final. No desaparecería fácilmente, si es que lo hacía alguna vez. No hasta que... el día de su muerte llegue, el cual quizás no estaría muy alejado de ser realidad.
Se llevó el antebrazo a la boca, limpiando los restos de vómito, y frunció el ceño con determinación.
"Tengo una semana... solo una semana..." Pensó, susurrando para sí misma. La presión era palpable en cada fibra de su ser.
-Huir con ella... o morir en el intento... solo esos caminos me esperan-Expresó. Sabía que no tenía más opciones. Su destino estaba atado a proteger a su hermana, y esta vez no fallaría. Se levantó con una mirada llena de resolución, sus ojos encendidos de fiereza. El dolor que había sentido momentos atrás parecía lejano ahora.
-No hay... nadie que la salve... nadie que nos salve. Así que... ¡HARÉ MÍO ESE PAPEL!-Finalizó, gritando en la soledad del callejón mientras continuaba su andar, corriendo, dispuesta a liberar esa frustración de alguna manera antes de ver a Haruhime. No podría cargarle el peso de su depresión a ese ser de luz. Debía tragarse todo ese dolor, fingir ser fuerte por ambas. Ese era el deber de una hermana mayor, a pesar de que la sangre no sea compartida.
Recuperó la Podao y salió del callejón, sedienta de sangre.
Descargaba su furia contra los Al Miraj con una precisión devastadora. Cada criatura caía bajo su espada, su fiereza crecía a cada golpe, como si en cada corte expulsara sus emociones reprimidas, limpiando su mente, su alma, su ser.
La máscara que portaba, una sonrisa sádica y retorcida, ocultaba su dolor, transformando el sufrimiento en violencia.
Con cada bestia que abatía, su cuerpo se movía con más intensidad y dejaba de estar tenso, como si la batalla fuera el único escape para la tormenta interna que la consumía. Pero, a pesar de la máscara de crueldad, la pena seguía presente, agazapada detrás de sus ojos.
Pasaba el trago amargo, la pena del ayer, su fallo, para poder ser recibida por la chica que más quiere en este mundo con una sonrisa como es debida.
Se fue abriendo paso entre las esponjosas amenazas. Se fijó en uno de los burdeles de la zona media del distrito. Uno modesto que a lo lejos mostraba un enorme agujero en una de sus paredes, detalle que causó cierta inquietud en la amazona, quien apresuró el paso, temiendo que fuese hecho por los Al Miraj.
Cuando estuvo a cercanías de la entrada cerrada, sellada, del establecimiento...
*¡PAM!*
-¡HARUHIME!-Gritó el nombre de la rubia, preparándose para pelear de ser necesario.
Dio una fuerte patada que rompió el seguro del cerrojo. Cuando por fin estuvo dentro del lugar, se topó con las miradas asustadas, casi pasmadas, de las prostitutas que ahí trabajaban, quienes no esperaban tan escandalosa y repentina entrada.
-¡Oh! ¡Es Aisha!-Una de las trabajadoras dejó lo que estaba haciendo y, con felicidad rebosante, trotó hacia donde la susodicha se hallaba, recibiéndola.
-¡Aisha-Nee! ¡No esperábamos tu visita!-Otra más se le unió a la anterior, lanzándose a los brazos de la amazona para abrazarla.
-¿Eh? ¿Se encuentran bien? ¿No las atacó ningún monstruo?-Interrogó mientras su mejilla era frotada con la de la segunda chica de antes, mostrándose preocupada.
-¡En lo más mínimo! Ninguno de los conejos ha entrado aquí por alguna razón. Desconocemos la causa pero no nos quejamos-Una mujer, que parecía ser la dueña del burdel, se acercó a la morena, sonriéndole.
-Es bueno tenerte de nuevo aquí, mi niña-Saludó, posando su mano encima de su cabeza para acariciarla con suavidad.
-S-Sinope-Sama, ya no soy una niña para que me hagas esas cosas-Recriminó Aisha, posando su dedo al costado de la muñeca de la fémina para apartarla.
Ella cubrió su boca con la mano para guardar su risa.
-Ya sé, ya sé, lo siento. Es solo que aún no me acostumbro a verte así de grande. Los años no pasan en vano. Aunque no parece desagradarte del todo-Dijo, levantando las cejas de forma insinuante.
Una gota de sudor bajó de la frente de la chica.
-Es tu imaginación-Respondió.
-Fufufu, como digas... ¡Chicas~! ¡Aisha ha venido de visita~!-Con elocuente voz repleta de júbilo, la dueña dio aviso del arribo de una persona querida para cada trabajadora del lugar. En menos de un segundo todas salieron de sus habitaciones, así tuvieran clientes o no.
-¡AISHA-SAMAAAAAA!-Gritaron, corriendo a recibirla.
-¡E-Esperen! ¡Una por una! ¡UGH!-Se le tiraron encima, abrazándola.
Ante la enorme muestra de cariño, no pudo evitar sonreír, sintiéndose a gusto, sintiéndose amada.
Aisha era profundamente apreciada por las prostitutas del burdel, tanto así que la consideraban su familia. Las mujeres la adoraban por su generosidad.
Cuando el dinero escaseaba, no dudaba en adentrarse en el calabozo, arriesgando su vida para conseguir lo necesario para alimentarlas y mantener el lugar. En ocasiones, cuando los clientes se iban a otros burdeles, ella misma los atraía de vuelta, dejándolos en manos de sus compañeras.
Aunque no se sentía orgullosa de algunas de sus acciones, para ella, ese lugar era su hogar, y las mujeres que lo habitaban eran su verdadera familia.
Y se preguntarán por qué ese prostíbulo en específico tenía un valor extremadamente alto para la amazona. La respuesta es sencilla.
No se trataba, al menos no en su mayoría, de que ahí residiera Haruhime y que quisiera darle una vida cómoda. No, la importancia que ese edificio viejo con olor a afrodisíaco iba de años atrás.
"Estoy en casa, mamá..." Pensó, mirando en una de las paredes un retrato, el retrato de, según la dueña, era la madre de la morena.
Sí... ese sitio significaba tanto porque ahí nació, se creció y trabajó. En el mismo lugar que su madre antes que ella.
Nunca conoció el calor de una madre. La mujer que le dio la vida falleció al nacer ella, dejándola sola en un mundo frío y cruel. Desde pequeña, fue testigo de una realidad que no era apta para una niña, en un lugar donde la inocencia no tenía espacio para florecer. El burdel en el que creció se convirtió en su hogar, aunque no el tipo de hogar donde se sueña con un futuro brillante o con alcanzar grandes metas.
Aceptó su destino desde muy joven. Supo que los cuentos de princesas rescatadas por caballeros eran solo fantasías, fantasías sin cabida en la vida de mujeres de su posición. No habría un caballero blanco que llegara a salvarla, ni un héroe montado en un caballo que extendiera su mano hacia ella. Esa clase de final feliz no existía en su realidad, solo en las historias que cierta renard adora.
Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, albergaba una pequeña esperanza. No para ella, sino para Haruhime, su hermana menor en espíritu, quien, por su ternura, amabilidad, pureza y dulzura, merecía una vida mejor que la que tuvo y tiene. Deseaba con todo su ser que, al menos para la rubia, el destino le otorgara la vida feliz que tanto soñaba en esos relatos de ficción.
Cuando conoció a la renard por primera vez, la inocencia que esta emanaba la dejó deslumbrada. Era una pureza que la amazona no comprendía del todo, una cualidad que le era ajena en su propio mundo sombrío. Desde el primer encuentro, cuando ambas aún eran niñas, Aisha sintió una profunda envidia. Sus vidas eran radicalmente distintas, forjadas por circunstancias y contextos sociales opuestos. Verla lamentarse a cada instante la molestaba. Aunque su historia, vendida por sus propios padres por un crimen que no cometió, era trágica, sentía que su propio sufrimiento era aún mayor.
Le enojaba la sonrisa condescendiente que siempre dibujaba en sus labios, esa esperanza tenue que aún mantenía. No podía entender cómo alguien que todavía tenía posibilidades de ser feliz seguía aferrándose a ese dolor. En el fondo, lo que más la perturbaba era que, en realidad, quería ser como Haruhime. Quería ser tan pura y amable, tan libre de las sombras que la acosaban.
Con el tiempo, sin embargo, esa envidia se transformó en algo más profundo. La chica comenzó a ganarse su afecto. La amazona con el tiempo la vio como una hermana menor, una niña necesitada de protección. Su idiotez, como la llamaba, se convirtió en algo tierno, y su inocencia, en un tesoro que debía resguardar a toda costa.
Fue ese instinto protector lo que la llevó a romper las reglas aquella fatídica noche hace un año, desobedeciendo las órdenes de su diosa. Sabía que había perturbado planes mayores, pero lo único que importaba en ese momento era el juramento que se había hecho a sí misma: proteger a Haruhime, sin importar las terribles consecuencias.
-¿Te sientes bien?-Una joven prostituta le preguntó, al notar el gesto triste en su rostro.
Aisha, quien estaba perdida en sus pensamientos, permaneciendo en silencio y estática producto de la melancolía y nostalgia, sacudió la cabeza mientras sus captoras se ponían de pie nuevamente y le extendían la mano para levantarse.
-No es nada. Por cierto ¿Saben si Haruhime está en su habitación? Vine a ver como se encontraba porque creía que esos Al Miraj habían entrado al burdel, me alivia saber que no fue así-Preguntó, explicando los motivos de su visita mientras buscaba entre las trabajadoras a la rubia, sorprendiéndole su ausencia. Normalmente era la primera en correr a sus brazos cuando se avisaba que llegó.
Las mujeres intercambiaron miradas y rieron pícaramente.
-Está con un cliente en su habitación-Informó la encargada, apuntando hacia dicha dirección.
El ceño de la amazona fue fruncido, su molestia era evidente. Le enojaba que a pesar de la mala reputación de la rubia, todavía hubiesen clientes que trataran de tocarla.
Sin ocultar su muy marcado descontento, levantó la ceja, cruzándose de brazos, y dio un largo suspiró de cansancio.
-¿Otro cliente? No aprenden ¿Desde hace cuanto están allá?-Preguntó con cierto fastidio, negando con la cabeza, como si sabiendo el tiempo encerrados le proporcionará información sobre algo importante.
Las mujeres a su alrededor intercambiaron miradas nerviosas antes de responderle.
-Han pasado casi 5 minutos. Un récord para ella-Revelaron.
-¿Eh? Seguramente ya se desmayó. Iré a verla y tomaré el trabajo por ella-Dijo, como si fuese algo ya rutinario de lo que se había acostumbrado. Otra vez la protegería.
Una de las morenas se rió con cierta malicia antes de intervenir.
-Quizás no sea necesario, Aisha. Hemos escuchado jadeos y golpes dentro de la habitación-Reveló, causando un shock en la fémina.
Los ojos de Aisha se abrieron de par en par, su cuerpo se tensó inmediatamente. ¿Jadeos? No podía ser cierto.
-Sí, no parecía la voz de Haruhime de siempre. Quizás por fin encontró un hombre que no la hizo desmayarse. Tal vez... le gustó. Quizás lo pruebe después-Añadió otra, con un tono lascivo, mientras las demás asentían, compartiendo risitas.
La saliva goteaba de sus bocas al imaginar al "gran hombre" que, aparentemente, había conseguido la misión imposible de consumar el acto con la prostituta virgen, el apodo que la renard recibió, el cual no era un simple título, sino una verdad que ninguna de ellas esperaba que cambiara hasta que lo presenciaron.
Mientras aquellas mujeres se ahogaban en su retorcida fantasía, Aisha se llenó de furia.una rabia primitiva emergía desde lo más profundo de su ser.
-¡¿QUIÉN FUE EL MALDITO QUE MANCILLÓ A MI HERMANA?!-Gritó con vehemencia, llena de ira y desesperación. El control que siempre mantenía se desmoronaba.
Las otras mujeres, asustadas por su reacción, gritaron su nombre intentando detenerla, pero ella no las escuchaba. Sus pasos resonaban en el pasillo como si enormes piedras cayeran desde una gran altura. La determinación y la furia combinadas hacían que cada paso pareciera más pesado que el anterior, infundiendo miedo en los corazones de quienes la escucharan andar.
En menos de un segundo, se encontraba frente a la puerta. Sin pensarlo dos veces, agarró el borde de la misma y, con una fuerza descomunal, la tiró hacia un lado, abriéndola de golpe con una violencia que estremeció la estructura del lugar.
*¡PUM!*
Cuando esta se estrelló con el marco, casi se rompió, de no ser por los materiales de los que estaba hecho, siendo muy maleables.
-¡¿QUIÉN FUE EL MALDITO BASTARDO QUE LE QUITÓ LA PUREZA?! ¡SI ES CIERTO ESO, SI HERISTE A MI HERMANITA, TE CASTRARÉ COM UN CUCHILLO OXIDADO, HIJO DE PUTA!-La malhablada amazona gritó con fiereza, haciendo temblar el burdel. Su cara estaba completamente roja y venas se le marcaban en la frente, reflejando sus intenciones asesinas.
La furia quemaba en su pecho mientras avanzaba, pero, cuando su mirada finalmente se enfocó en la escena frente a ella, su cuerpo se quedó helado. La rabia y el odio que bullían en su interior se congelaron por la incredulidad y el shock.
La chica, jadeante y sonrojada, estaba debajo de un hombre, el supuesto cliente. Las sábanas que los envolvían estaban manchadas de sangre, y aquel sujeto tenía el rostro hundido en los redondos pechos de la renard.
-¡Ah~! ¡Eso fue maravilloso...~!-Como si estuviese embriagada por el placer, repetía esta última en múltiples ocasiones.
La amazona palideció, tambaleándose entre el enojo y la confusión.
-H-Haruhime... ¡¿EH?!-Balbuceó, todavía procesando la escena.
Sin embargo, sus ojos se abrieron aún más al reconocer al hombre sobre su hermana. Era el albino que había estado buscando toda la noche.
Otra sorpresa que no podía digerir.
Con el dedo índice, señaló lentamente al par, la indignación crecía dentro suyo.
Las delgadas piernas de la renard atrapaban la cadera del chico, pero algo en la imagen no cuadraba del todo. El joven aún llevaba la ropa interior puesta, lo que impedía ver si había... "completo contacto".
Sin embargo, una mancha de sangre en el costado de las sábanas, justo a la altura de la cintura de la fémina, confirmó sus peores sospechas. O al menos eso parecía.
-T-Tú... ¡TE MATARÉ!-Vociferó ronca de la ira, con su dedo aún temblando.
-Claro, primer quiero que me hagas lo mismo que a ella, obviamente... ¡PERO TE MATARÉ DESPUÉS!-Añadió extrañamente celosa, cosa que causó vacilación en su irritación.
En un momento el aire a su alrededor se llenó de tensión mientras olía algo dulce en el ambiente, un aroma que comenzaba a disiparse lentamente, nublando ligeramente su juicio.
Empezó a esnifar, como si reconociera la fragancia cual incienso.
Y no estaba equivocada... conocía el aroma.
Antes de reaccionar, notó a la renard cayendo lentamente sobre el futón. Sus ojos poco a poco se cerraban en señal de cansancio o extrema comodidad, ignorando el cuerpo desfallecido de Bell Cranel sobre el suyo. La somnolencia era un síntoma característico de...
-¡UN AFRODISÍACO! ¡ESE HIJO DE PERRA LA VIOLÓ! ¡LE CORTARÉ EL PENE!-El griterío no parecería terminar pronto.
Fue entonces que el sonido de las sábanas deslizándose captó su atención, acompañado de gruñidos y quejidos.
-Ugh...-Los brazos de Bell se posaron en la colcha, empujando hacia arriba para reintegrarse. Estaba despertando.
Una vez de rodillas, tambaleándose y viendo todo borroso...
*¡SLASH!*
La Podao de Aisha apuntó a su garganta, sin percatarse del peligro ni poder reaccionar a él a consecuencia de su estado. Pasaron unos cuantos segundos para que eso sucediera, para que cayera en cuenta de que lo decapitarían.
-¡¿EH?! ¡¿EH?! ¡¿Q-QUÉ PASA?!-Levantó los brazos, temeroso, sin entender lo que pasaba.
"¡Recién despierto y me apuntan con una espada! ¡¿Qué sucede?!" Gritó internamente.
Reconoció a la amazona en cuestión que le dirigía intenciones asesinas y el frío lo azotó.
Echó un vistazo a su alrededor, tratando de recordar lo ocurrido. Conforme analizaba cada aspecto, sus ojos rojos perdían brillo y el miedo aumentaba.
Fue entonces que, digno de cierto antihéroe que viste de rojo, miró a la pantalla, con una expresión de resignación y desesperación.
-Estarán preguntándose cómo acabé en esta situación tan comprometedora ¿Cierto?-Interrogó a los espectadores, estando de frente a ellos, lo cual permitió que un par de rasgos llamativos en su rostro salieran a relucir.
Su mejilla derecha estaba inflamada y roja. Era tal la inflamación de la misma que se formó una enorme bola en ella.
Y no era lo único. Su labio inferior había sido partido, exponiendo un hilo de sangre que se había secado minutos atrás.
¿Qué había pasado en esa habitación bajo los efectos del afrodisíaco? ¿Acaso la inocente renard no tenía nada de inocente? Bueno, las respuestas de eso se pueden obtener del afectado.
Minutos antes. Punto de vista de Bell.
El tubo en el que la sustancia se mantenía resguardada había sido roto, y los vapores comenzaban a llenar la habitación. El líquido se evaporaba lentamente, emitiendo un olor químico y penetrante que se mezclaba con el aire.
-Bell-Sama...-.
-Haruhime...-.
Dijeron los dos presentes al mismo tiempo, volteándose a ver de repente. Y en vez de sorpresa o incomodado, una emoción nueva e inesperada se presentó en sus sonrojados rostros.
El retumbar de sus corazones les impedía escuchar con claridad. Este sonaba cual tambor en sus oídos tan fuerte que empezaba a causarles cierto dolor en la cabeza, a eso se le debía añadir la sensación de sed y resequedad en la boca que les causaba inhalar los vapores del afrodisíaco.
No obstante, la combinación de esos factores era el menor de sus problemas en ese preciso instante.
"¿Q-Qué es esto? Es una sensación completamente diferente a las que he tenido antes. Tengo mucho calor en el pecho y la entrepierna. El tiempo parece pasar extremadamente lento y mi vista se ve afectada ¿Este es el poder de un afrodisíaco? ¿Estos son los efectos? N-No creo poder soportarlo" Pensó, cerrando los ojos de golpe.
La respiración irregular de la renard, aunado a la belleza que esta poseía, comenzaba a causar estragos en su mente. Posó la mano encima de donde se hallaba su corazón, presionándolo mientras buscaba consuelo en la completa oscuridad. Su aliento salía de su boca en una pequeña nube de vapor.
"¡D-Debo mantener la calma! ¡Contrólate, Bell!" Se ordenó a sí mismo, dándole la espalda a la rubia, apoyándose con una mano en el suelo de madera, intentando arrastrarse lejos de ella.
Cada segundo que pasaba con tan solo la dulce fragancia que despida el sensual cuerpo de Haruhime lo drogaba y lo llenaba de ideas impropias de su propia inocencia, aparente inocencia.
-¡UGH!-Mordió su labio, buscando auxilio en el dolor y que el calor que lo golpeaba desapareciera.
No obstante, a pesar de esa condición... no era ni por asomo al que peor le afectó aquel liquido rojizo.
-¡B-Bell-Sama!-La voz casi ahogada de la renard nombró al humano, agitada y claramente asustada por lo que estaba experimentado.
"P-Pero es una prostituta ¿No es así? ¿Cómo es que esta cosa le afecta?" Se cuestionó el conejo, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no voltear a su dirección, sin embargo, el cuerpo no obedecía a la mente y su cuello fue girando lentamente para presenciar el aspecto desaliñado y sediento de la fémina.
Ella estaba con el kimono colgando. La faja de la prenda estaba siendo desatada por sus manos, que parecían tener consciencia propia.
-¡C-Calor! ¡Ah~! ¡Siento mucho calor!-Le decía, cobrando sentido a que se dispusiera a desvestirse. Ese terrible aumento en su temperatura corporal era el causante de todo
El efecto del afrodisíaco no es solo despertar el libido en el caso del hombre, no, ocurría lo mismo en las mujeres.
La silueta sensual con zonas al descubierto, que dejaba a simple vista la blanca y perfecta piel de la rubia ponía a fantasear al albino, quien ya no pudo evitar mirarla fijamente. Su mente le empezaba a pasar una mala jugada. La ya dé por sí sobresaliente belleza de la prostituta en la habitación aumentó exponencialmente como si no fuese lo suficientemente estimulante su estado normal.
Eran tan hermosa que incluso podría considerarse una falta de respeto a los hombres intentar ignorarla. Su sensualidad eran grande, enorme. Si alguien dijera que se trataba de una deidad semi humana o una princesa de la raza de zorros no lo dudaría ni por un segundo.
El colmillo inferior del conejo delirante y deseoso se incrustó por dentro de su labio, empezando a derramar unas gotas de sangre que le deberían dejar un sabor desagradable en el papel, pero este fue antepuesto por el del afrodisíaco a pesar de que entró por vía inhalatoria.
-¡C-Cúbrete Haruhime!-Apartó la atención, moviendo la cabeza al costado con violencia. Pudo sentir los huesos del cuello tronando ante el repentino y brusco cambio de lugar.
"Estoy en una situación demasiado comprometedora. No sé si podré seguir manteniendo el control de mi mismo. Puedo ver a mi abuelo gritándome que complete la tarea y me le tire encima. No obstante... eso... Airmid... no... no es justo, la herirá" Debatía internamente, tratando de que la lógica lo arropara y el temor a herir a su novia, con quien recién ayer tuvo su noche especial, su primera vez, lo ayudara a calmar las ganas en el interior.
"¡RESISTE! ¡SÉ FUERTE!" Gritaba, dándose ánimos.
No sabía cuánto duraría el efecto de la poción. Tampoco si el mismo se potenciaba conforme mayor era la cantidad que entraba a su sistema. Estaba sin nada que le impida sucumbir a la locura. Aquella suerte de protagonista Harem virgen lo abandonó cuando Airmid le arrebató su inocencia por casi quince horas ininterrumpidas de las que solo recuerda las primeras cuatro.
Estaba solo contra sus más bajos instintos, encerrado con una mujer rebosante de belleza y que estaba drogada con lo mismo. Se le viese por donde se le viese, esta situación pintaba muy mal.
Agachó la cabeza, forzando sus músculos. Ahí fue donde cayó en cuenta que el calor no solo había tensado sus piernas y brazos, si no que igual despertó al pequeño Bell después de esa cansada siesta, mostrándose vigorosa y ahogado por la presión contra el pantalón. Era como si buscara respirar, salir al aire libre y sacar todas sus energías renovadas.
"Esto es malo. Si me quedo me matarán, si salgo, las amazonas de la familia Ishtar me verán y en este estado dudo poder negarme a sus propuestas. Piensa, Bell. ¡Cabeza fría! ¡Tanto la de arriba como la de abajo!" Cerró el puño, incrustándose las uñas en la palma y derramando algunas gotas de su propia sangre. Aunque, como en el caso anterior, el dolor no era un reemplazo idóneo para distraerse.
Sin darse cuenta, algunos pasos se escucharon enfrente suyo y se hicieron mas pesados conforme la distancia entre los dos cuerpos se reducía.
Las pequeñas y suaves manos de la renard se posaron con cuidado, delicadeza, a los lados del rostro del cabizbajo muchacho, causando que éste saltara de la impresión, erizándosele la piel.
Su cara fue levantada lentamente. La intención de la fémina era que hiciesen contacto visual nuevamente, cosa que su "cliente" quería evitar a toda costa.
Quería negarse, oponer resistencia, pero el movimiento ascendente y descendente de los pulgares de la chica, a manera de caricias, lo volvían débil a la voluntad de la misma.
-Bell-Sama...-Lo nombró. Las luces rojas detrás suyo acentuaron su silueta, mostrándola como un ángel brillante y radiante.
El susodicho tragó saliva, encantado con eso. No conseguía relajar sus párpados, los cuales se abrían de par en par a lo máximo de su capacidad, permitiéndole tener una imagen completa de la rubia, quien disfrutaba de la atención que le proporcionaban.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios. Su esponjosa cola se sacudía de lado a lado, emocionada. Aquellas hermosas joyas, las verdes esmeraldas, que tenía por ojos, se iluminaron cuando contactaron con los rubíes del hombre al que deseaba.
"¿Cómo es posible que una mirada pueda emitir inocencia y deseo? Se supone que son dos emociones demasiadas contrarias y distantes. O será que... ¿Solo Haruhime pueda hacerlo? Por alguna razón... se siente demasiado bien. Es un sentimiento único y placentero, no delirante y embriagante como la lujuria..."Describió, sumergido en el contacto visual.
Empezaba a ceder, sus defensas eran derrumbadas. No ayudaba que el movimiento perpetuo de esas suaves caricias redujera la velocidad, acentuando la fricción entre la yema de los dedos y la piel de las mejillas.
Bell abrió la boca, hipnotizado por ella. Lo tenso desaparecía. La voluntad de oponerse se desvanecía. Conforme los segundos pasaban, su mente fue nublándose y llenándose sólo de la rubia.
-Haruhime...-Posó las manos encima de las de la antes mencionada, llamándola con calma, nombrándola con tacto, deseo.
Esta, en respuesta, se limitó a sonreírle, inclinando la cabeza con esa aura de inocencia que no la abandonaba ni en un momento crítico como por el que estaban pasando.
Ese diminuto gesto fue suficiente para encender un interrumpir que debió permanecer apagado. Abrió la caja de Pandora que albergaba la lujuria de un joven que tiene como padre un soporte pervertido y un abuelo peor que este último quien, así insista en negarlo, lo dejó marcado con sus constantes enseñanzas sobre el sexo opuesto.
-¡HARUHIME!-Bell gritó el nombre y se inclinó hacia adelante de manera involuntaria, causando que ambos cayeran, debido a la gravedad y el impulso del movimiento, sobre el futón, jadeando profundamente, perdidos en el otro.
Los ojos de Haruhime lo miraban intensamente, su rostro seguía sonrojado por el calor y la droga. Su aliento dulce, con un sutil toque afrutado, golpeaba el rostro de Bell, quien mordía su labio con fuerza nuevamente, todavía luchando desesperadamente por controlar los impulsos que comenzaban a dominarlo. El delicado aroma a flores del cabello largo y sedoso de la kitsune encendía en él un deseo que nunca había experimentado.
Sus bocas estaban peligrosamente cercanas, tan próximas que podían sentir el calor del aliento del otro. El aroma combinado de ambos se hacía cada vez más fuerte, envolviendo sus sentidos en una mezcla embriagadora. Los labios de la rubia, carnosos y rojizos, temblaban de anticipación, suplicando silenciosamente por un beso. Cada vibración en ellos revelaba el ansia de unirse a los labios que tenía justo enfrente, en una unión inevitable.
El aire entre ambos se volvía más denso, cargado de una tensión palpable que hacía que sus cuerpos se sintieran más pesados, más vulnerables. La cercanía entre ellos era casi insoportable, como si una fuerza invisible los empujara a acortar aún más la distancia.
El calor de Haruhime envolvía a Bell por completo. Podía sentir el ligero temblor de su respiración, la forma en que su pecho subía y bajaba con rapidez. El contacto involuntario de sus piernas hacía que una corriente eléctrica recorriera su piel.
El deseo y la tentación estaban en cada pequeño movimiento.
Permanecieron en esa posición, sin que nadie actuara, sin que ninguno diera el paso siguiente, hasta que la chica rompió el hielo
-Bell-sama... si es con usted... no tendría problema...-Susurró con una voz suave y cargada de deseo. Las palabras estaban llenas de timidez, contrario a lo que transmitían. Lentamente, se relamió los labios, dejando que su mirada se clavara en los ojos de Bell con una intensidad que lo hizo estremecerse.
Con un movimiento fluido, rodeó su cuello con ambos brazos y sus manos se entrelazaron detrás de su nuca, asegurando el contacto mientras se dejaba caer hacia atrás, provocando que él fuera arrastrado con ella.
Piel y piel contactaron, el pecho de ambos fue presionado uno al otro, compartiendo el calor de sus cuerpos, irradiándolo a través de la delgada tela de sus ropas.
En otra acción igual de rápida que esa, las piernas de la rubia rodearon la cadera de Bell, quien sintió el agarre firme estas, dejándolo aprisionado y sin escapatoria.
Sus pensamientos debatían entre el deseo y la moral. Estaban tan cerca que podía sentir el cosquilleo de su aliento sobre su piel, lo que le hacía perder el control poco a poco.
Estaba completamente a su merced. En este escenario, así como en la vida real, el conejo se convertía en la presa del hambriento zorro.
-Resistir... no rendirme... no puedo caer en esto, no me perdonaré. Hacerles esto... a ellas... obligarte a ti a algo que no quieres... que solo deseas por el efecto del afrodisíaco... no es correcto...-Sus palabras salían pausadas y con dificultad. Emitir más de dos o tres palabras seguidas le causaban un extremo dolor. Su garganta empezaba a tensarse, provocando que sus cuerdas bucales dejaran de vibrar y la voz se apagara, como si se tratara de un mecanismo de la droga para que haya menos charla y más acción.
Se mordió mucho más fuerte el labio, ahora partiéndolo y lanzando un chorro de sangre que se deslizaba por la barbilla. Estaba en estado crítico donde un empujón lo arrojaría al completo vacío. Unas palabras, de ser las correctas, terminarían la tarea. Si la chica las decía, todo se acababa.
Ella volvió a agarrarle la cara y se mostró triste.
-Bell-Sama... ¿Acaso no le gusto? ¿No le atraigo?-Preguntó.
-¡POR SUPUESTO QUE ME GUSTAS Y ATRAES! ¡¿QUÉ CLASE DE HOMBRE NO SENTIRÍA ATRACCIÓN POR TI?!-La respuesta, aunque exagerada, borró las dudas y lo obligó actuar, mostrándose desesperado y en parte ofendido porque la renard pusiera en tela de juicio su sensualidad.
Si una cosa quedó clara tras eso es que definitivamente estaba encantado con la chica ¡¿Y como no estarlo?! ¡Haruhime podría estar abrigada de pies a cabeza bebiendo una tasa de chocolate caliente y aún así luciría estúpidamente sexy! ¡Es su naturaleza!
-Tienes una figura envidiable que rivaliza con cualquier belleza de la ciudad si no es que la supera. También tienes un trasero muy bien formado que, aunque no quise faltarte el respeto viéndolo, lo hice en un par de ocasiones. A eso añádele que tu forma de ser tan calma, refinada y respetuosa, acompañada de tu feminidad, fungen como un fuerte imán atrae hombres. No hay nadie del sexo masculino sobre la fas de la tierra que no caería bajo tus encantos. Por eso está siendo difícil no querer... devorarte...-A pesar de lo fuertemente presionadas que se hallaban sus cuerdas bucales, pudo explayarse en su explicación, una que no era necesaria pero que por alguna razón su orgullo como hombre le obligó a decir.
La expresión de la rubia cambió, mostrando sorpresa.
-Y... y... ¡TIENES UNOS HERMOSOS PECHOS QUE A PESAR DE ESTAR OCULTOS Y APLASTADOS POR EL KIMINO NO DEJAN DE VERSE ENORMES!-Sí, ahora no hablaba el orgullo de hombre, esa excesiva sinceridad era solamente del albino, aunque yo como narrador no sabría decir si se debe al afrodisíaco o solamente es demasiado idiota en las situaciones de alta presión.
Una sonrisa pícara y deseosa de dibujó en los rojizos labios temblorosos de Haruhime al oír eso. Como si estuviese encantada.
"Creo que hablé de más" Se dijo Bell en su subconsciente. Una gota de sudor le bajó de la frente, sabiendo que cometió un error.
-Así que te parecen llamativos mis pechos. Fufufu, en ese caso...-Susurró. El agarre de la nuca del conejo se soltó, liberando las manos de la chica quien, rápidamente, sostuvo las muñecas del joven para moverle las manos y que éste le sostuviera los pechos casi desnudos.
Su kimono se abría casi por completo, revelando esas hermosas esferas blancas con punta rosada sobresaliente.
-Eres libre de usarlos cuanto quieras, amo-Complementó. En sus ojos apareció una silueta de corazón, guiñándole uno de ellos y dándole paso libre a que libere su energía.
-¡Ugh!-Un quejido provino del conejo, quien sacó sangre de la nariz, una hemorragia nasal típica de anime cuando un personaje presencia o contacta el cuerpo desnudo de una mujer.
Los dedos del muchacho se hundían en las suaves esferas redondeadas y delicadas al tacto. Esto lo hipnotizó, impidiéndole razonar. Continuaba apretándolos desde la base, levantándolos y estirándolos.
Haruhime cubría su boca con el puño, cerrando los ojos y dejando que ese mar de emociones estimulantes se potenciaran, ahogándolas en placer.
Mientras tanto, la mente del albino divagaba.
"Son grandes. Más grandes que los de María y Alicia" Pensó Bell, sintiéndose inmediatamente culpable por hacer esa comparación.
Sus manos, casi por inercia, se movían con delicadeza, recorriendo aquellas suaves curvas que ahora sentía bajo sus dedos. La calidez que emanaban era casi abrumadora, y la respiración de quien se hallaba debajo suyo lo ponía aún más nervioso.
Hasta que, de repente...
-¡Ah~!-Un suave jadeo escapó de los labios de la renard, causando que el joven detuviera sus movimientos, con el corazón latiéndole en los oídos. Algo en su toque había provocado aquella reacción, un pequeño estremecimiento que lo dejó inmóvil por un instante.
Él... tocó los pezones rosados y erectos de la mujer zorro. Sus ásperos dedos la hicieron retorcerse de placer.
Un shock, semejante a una descarga eléctrica, recorrió de la base a la punta la columna del conejo.
-Si tanto quieres jugar con ellos, solo pídemelo-Sonrió la lujuriosa prostituta, actuando permisiva y dejando atrás esa pena de antes, como si se tratara de una persona completamente diferente.
Volvió a guiarlo. Sostuvo sus dedos índice y los dirigió a esas diminutas bolas rosadas ansiosas de ser tocadas.
El Kimono se había abierto. La faja estaba totalmente desamarrada. La poca tela que aún cubría el cuerpo de la chica se limitaba a tapar sus brazos y parte de su cintura, debido a la posición en la que se hallaba y la poca distancia que separaba su pelvis de la del muchacho.
Nuestro conejo protagonista hacía un esfuerzo sobrehumano para resistirse. Las fuerzas se perdieron, oponerse a ella era inútil.
-Tócalos-Le ordenaron al susodicho, casi de inmediato, como un niño obediente, usando el índice y pulgar...
-¡AHHHH~!-Los apretó. La espalda de Haruhime se curveó hacia arriba, arqueándola.
La mente sumamente concentrada de Bell hizo caso omiso al brusco movimiento. Se enfocó en presionar, girar, apretar, jugar con los pezones. Los gemidos de la chica subían de volumen, sacudiéndose sin control.
Empezó a frotar sus muslos, estirar los pies, como si intentara contener la salida de algo sin éxito dado que un líquido empezó a salir, empapando sus muslos, humedeciendo su ropa interior.
Gracias a esos movimientos irregulares en su cadera, aunado al hecho de que el pantalón del conejo apretaba fuertemente, provocando que cierto amiguito se extendiera y mostrara ansioso por salir, hubo un roce involuntario entre ambas partes...
-¡AHHHHHHHH~!-Cadera y espalda de la chica se curvearon más que antes por el espasmo y shock. Un enorme chorro salió disparado, empapando la ropa de ambos y las sábanas encima del futón. Bell jr había encontrado el clítoris de la renard...
Ella empezó a respirar de manera irregular, sus ojos de mantuvieron finos en el albino con ansias y anhelo.
Él en cambio, permanecía pasmado, sin procesarlo.
-Bell-sama...-Susurró la chica, temblando de emoción.
Con un gesto decidido, soltó las manos de Bell y las dirigió hacia el borde de su kimono. Lentamente, comenzó a descubrir su parte inferior, revelando su ropa interior. Con un movimiento sutil, deslizó la prenda a un lado, sin despojarse completamente de ella y exponiendo esa húmeda vagina que añoraba ser devorada. Agarró los pliegues de la misma y la abrió.
-P-Por favor...-Pidió. No eran necesarias más palabras. Con ese pedido era suficiente para que el denso muchacho comprendiera su hambre.
A pesar de que se sentía perdido y que la consciencia se le desvanecía, todavía luchaba por recuperar el control de sí mismo. Si se rendía... sucedería lo de la noche anterior con Airmid. Perdería el control hasta que se cansen los cuerpos, sin saber si la propia renard podría soportarlo ya que, a palabras de la peliplateada, usó magia de curación en repetidas ocasiones para mitigar los estragos de las violentas embestidas.
No obstante... era insuficiente...
Accedió al deseo de la prostituta virgen. Se puso de rodillas, recuperando la postura de la espalda y mirándola desde arriba. Su cabello blanco cubría la parte superior de su cara, tapándole los ojos y solo mostrando un leve brillo rojo entre las hebras.
Ante la expectación de la fémina... desabrochó el pantalón. Su miembro viríl por fin pudo respirar un poco.
A ritmo lento, despertando mayor deseo en la rubia, sostuvo el zíper y lo bajó.
Miles de cosa cruzaban por su subconsciente a manera de película. El debate de siempre.
La luz roja parpadeaba, recuperando y perdiendo el control como si de una luz con corto circuito se tratase, hasta que se mantuvo encendida. El zíper detuvo su recorrido a medio camino
"Yo... no puedo hacer esto. Estamos bajo el efecto de una droga, esta no eres tú. Eres una buena chica, alguien que sin dudas no merece que me aproveche de esto. Hacer esto que ninguno de nosotros realmente quiere... es incorrecto" Razonó.
"Además, traicionar la confianza de Airmid... de mi novias... las herirá. Si sucumbo ahora, justo la noche siguiente a que nuestro ansiado encuentro se desarrolló, sentirá que es insuficiente para mí. No quiero... que piense eso" Su monólogo interno le permitía anteponerse al afrodisíaco.
Vio a la renard. Su bello rostro derramaba un par de lágrimas. Una fuerte punzada impactó en su corazón cuando la miró en ese estado.
Entre la excitación y el éxtasis, cuando el placer carnal dominaba a la moral, notó miedo, un miedo profundo que se manifiestan en ella aún cuando su cuerpo y mente fueron dominados por el vapor de ese líquido rojo.
-La historia... se repite...-La actitud del albino cambió.
-Isolda...-Musitó.
Empezó a llorar.
"No... no puedo herirte..." Pensó.
El brillo rojo cambió, volviéndose naranja.
Se miró a sí mismo, sintiéndose escoria por lo que estaba a punto de permitir.
"Mi nombre es Tristán, caballero de la mesa redonda. Tengo el deber de protegerte, princesa..." El puño del conejo se iluminó. Su habilidad argonauta fue activada.
El aire se volvió espeso. La presión encima de sus hombros lo aplastaban.
-No hacerte sufrir ni llorar. Si un acto cometido te trae infelicidad, yo blandiré mi espada. Si una persona te hiere, defenderé tu honor-Se dijo a sí mismo, preparándose. Dejaba escapar el monólogo que se supone albergaba dentro.
Su mandíbula se tensó.
"Así sea el responsable, yo mismo lo castigaré" Añadió.
Una sonrisa se dibujó en él. Hicieron contacto visual.
Fue entonces que...
"No repetiré la historia. Por culpa mía, nuestro destino fue sellado, manchado por la tragedia. A pesar de que mi corazón te pertenece, debo evitar que vuelva a suceder..." Continuó.
"Esta vez... haré las cosas bien..." Finalizó y...
*¡PUM!*
-¡PUAH!-Se golpeó a sí mismo. Recibió el contundente impacto en el mentón, causando una herida abierta que derramó sangre. La fuerza lo dejó inconsciente, y cayó pesadamente sobre el vientre de Haruhime, mezclando su sangre con el kimono de la joven y derramando unas cuantas gotas más en el futón.
Ella, aún en estado de deseo y confusión, miró a Bell con asombro. A pesar de la situación, tomó su rostro con delicadeza, inclinó su espalda hacia adelante y lo besó suavemente.
El contacto provocó una reacción intensa en su abdomen, y una oleada de sensaciones la abatió. Casi de inmediato, se desplomó de espaldas en las sábanas, jadeante, mientras el suelo parecía retumbar.
-¡Ah~! ¡Eso fue maravilloso...~!-Concluyó.
Un fuerte estruendo y un destello de luz acompañaron el final del momento.
De regreso a la actualidad.
Habiendo recapitulado lo sucedido antes del arribo de la amazona, siendo amenazado por esta misma con un arma justo en la garganta e identificando las claras intenciones asesinas de su terrorífica rival, el albino tragó saliva instintivamente, sintiendo el roce de la afilada hoja abriéndose paso en las microscópicas capas de piel con suma facilidad, como si de un corte celular se tratase.
No podía darse la libertad de decirle cualquier estupidez. Cualquier respuesta, palabra o sonido podría costarle la vida de despertar el ya excesivamente alto enojo de la morena. Es increíble lo mucho que llega a reflejar un solo ojo al descubierto y, por algún motivo, tenia el presentimiento de que no sería la última vez que eso sucedería.
En alguna parte de la Torre de Babel, cierta mujer de cabellera plateada estornudó ante ello, ajena de lo que se desenvolvía.
Pero volviendo a lo importante...
"Vamos Bell, no hiciste nada malo. No hay razón por la cual sentirse culpable. Sé directo y espera a que Haruhime despierte para que apoye tu versión de la historia" Cerró los ojos, dibujando una sonrisa calmada y confiada. El que nada debe nada teme, o al menos eso dice el dicho.
Suspiró, sacando el aire por la nariz. Ese sentimiento de calma que lo ha abandonado desde que llegó al distrito del placer volvió a su interior y, ya de ese modo, se dispuso a emitir una contestación.
-Disculpa, pero...-Antes de proseguir en la oración, su pantalón cayó al suelo, dejándolo en ropa interior con una enorme erección apuntando a la amazona, quien bajó la mirada ante esto y abrió los ojos en demasía, mostrando sorpresa.
"M-Mátenme..." Bell lloró internamente ante el irrisorio accidente.
El ceño de Aisha se frunció aún más que antes después de unos segundos de impresión en los que permaneció casi boquiabierta, pero lo disimuló como una campeona para no desvelar ese lado pervertido intrínseco en su raza.
-¡NO CREAS QUE PODRÁS USAR ESO PARA CONVENCERME DE NO MATARTE, MALDITA ESCORIA!-Las mejillas ruborizadas de la mujer no coincidían con el enojo que intentaba aparentar.
-¡SOY INOCENTE DE LO QUE ME ACUSAS! ¡NO FUE ESA MI INTENCIÓN! ¡SE TRATA DE UN ACCIDENTE Y UN ENORME MALENTENDIDO!-La calma momentánea duró menos que hijo de la familia Freya sin ser apaleado por los ejecutivos, o sea, nada.
El grito fue emitido con tal fuerza que un fuerte ardor en las cuerdas bucales azotó al joven. El miedo se hizo presente de una forma tan marcada ante la situación desfavorable en la que se hallaba donde su vida corría peligro por algo de lo que no era responsable y que ni siquiera sucedió como la mente de la amazona se lo imaginaba.
Sus pies se movieron hacia atrás, buscando retomar una distancia segura que lo librara del peligro, pero...
-¡¿E-EH?!-Tropezó con el pantalón caído, dándose un golpe en el trasero al caer al suelo.
-¡MALA IDEA, MOCOSO!-Irritada por el intento de huida, la amazona atacó.
Las piernas del albino se abrieron para no ser contactado y...
*¡SLASH!*
La Podao se incrustó en el suelo, a unos escasos centímetros de su amiguito.
El miembro viril del joven tembló al igual que el resto de su cuerpo cuando se percató de la poca distancia que faltó para que prácticamente fuese castrado.
Alzo la cabeza para ver a Aisha, aun pasmado por ello.
-¡LA PRÓXIMA VEZ NO FALLARÉ!-Arremetió nuevamente, sacando la punta de su arma del tablón de madera.
"¡ESTA MUJER ESTÁ LOCA!" Gritó internamente el conejo, arrastrándose por el suelo de espaldas para no quitar su atención de la berserker destructora y falta de raciocinio que cargaba en contra suya.
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
Los tajos ascendentes, descendentes, horizontales y diagonales se movían a un ritmo alarmante que le costaba leer a nuestro conejo protagonista, quien,a puro instinto de supervivencia se movía para evitar la trayectoria.
La osada se incrustaba en muebles, haciéndolos pedazos el solo paso de la hoja. La madera de la habitación era rasgada como si se tratara de simples hojas de papel.
-¡DÉJAME EXPLICARTE!-Pedia el albino, poniéndose de pie al ver una pequeña apertura en los ataques, sin embargo...
*¡SLASH!*
-¡UGH!-A duras penas esquivó otro corte, el cual cruzó a escasos centímetros de su rostro.
Cuando empujó su tronco hacia atrás, sus mechones blancos permanecieron flotando en donde antes se hallaba, siendo rebanados por Aisha mientras estos caían precipitadamente al suelo, planeando como un ave.
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
La fuerza de la amazona era increíblemente grande. Las palabras difícilmente arreglarían el embrollo.
*¡SLASH!*
"No se parece en nada a la fuerza de Jacinto criatura. Sus movimientos son menos erráticos. Sin dudas es fuerte, no puedo seguir conteniéndome o si no me matará" Pensó el conejo, agudizando la mirada, potenciando sus sentidos y mejorando su fuerza.
Su cuerpo manifestaba el brillo blanco de su habilidad. Si bien su fuerza en estado base rivaliza con creces con un nivel 3 a finales de camino, a las vísperas de convertirse en nivel 4, no podía escatimar en esfuerzo contra su contrincante.
-¡TE TENGO!-Gritó Aisha, levantando ambos brazos sobre su cabeza y bajando la Podao en un tajo descendente en el que infundía gran parte de su fuerza.
*¡SLASH!*
La destrucción que se originó fue tal, que la pared de la habitación fue atravesada, causando un enorme agujero en la misma, el cual conectaba con el callejón por el que Bell había escapado horas antes.
La densa nube de polvo y los restos de escombros que se caían del aire, aunado a la posición incómoda en la que la chica quedó fue el escenario idóneo para que el muchacho contraatacara.
Los músculos de la morena se tensaron.
-¡TCH!-Chasqueó la lengua.
*¡PUM!*
Atrapó con su palma el puñetazo que le dirigieron, sintiendo una punzada y shock desde esa zona.
Sus cejas se arrugaron, frustrada de no haberle atinado el embate.
Fue entonces que el intercambio de golpes dio inicio. El idioma de las amazonas, la única lengua que hablan a la perfección no requería de palabras para emplearse.
El espíritu de lucha de la fémina se despertó al ver en él un rival digno, alimentando las intenciones asesinas que de por sí permanecían intactas.
*¡PUM!*
*¡CLANK!*
El puñetazo del albino fue bloqueado con la hoja de la espada, causando un chillido y empujando hacia atrás unos cuantos centímetros a la morena.
"Esa fuerza..." Le sorprendió. No cualquier podría hacerla retroceder de un solo golpe.
Su atacante saltó hacia atrás, retomando la distancia.
La expresión sería en el rostro del conejo mostraba una clara intención de detenerla, de defenderse. No actuaba de forma temerosa como antes.
Lo encaró, incrustando la espada a un lado de ella.
-¡JA! ¿Acaso piensas ganarme?-Empujó su cabello hacia atrás con arrogancia.
-No se trata de eso. Esto no es sobre si te gano o no. Quiero explicarte lo que sucedió, pero por lo que me has demostrado, eso es casi imposible si no te derroto-Bell respondió, poniéndose en guardia, aún sin pantalones, tratando de verse amenazante.
Una vena se marcó en la frente de la mujer, estallando en cólera.
-¡TÚ BUSCAS DERROTARME! ¡YO MATARTE! ¡ES POR ESO QUE PERDERÁS!-Vociferó, desencrustando la espada del suelo.
Una sonrisa retadora y burlona apareció en el joven.
La enrojecida cara de la amazona adoptó un color aún más potente.
*¡PUM!*
Atacó a gran velocidad, dispuesta a terminar con eso.
*¡SLASH!*
Su corte apuntó al brazo del conejo, pero rápidamente lo esquivó.
*¡SLASH!*
En su misma posición, aún inclina adelante, alzo los pies, infundiendo mucho poder en el contraataque. Sus brazos se tensaron. Los músculos se inflaron.
*¡SLASH!*
El techo fue despedazado.
Pero no contacto su objetivo.
*¡PUM!*
Antes de que volviera a tocar el suelo, fue recibida por un puñetazo certero en la boca del estómago, el cual amortiguó con ambas manos, dejando caer su espada.
*¡PUM!*
Pisó el mango de la Podao, elevándola y tomándola en el aire.
*¡SLASH!*
Lanzó otro corte, pero Bell se agachó y golpeó nuevamente en el cinturón.
El cuerpo de la fémina salió disparado unos cuantos metros. Para matar la velocidad, incrustó su espada en el suelo, desgarrándolo.
Ambos se se miraban fijamente.
-¡MALDITO MOCOSO!-Frustrada, la amazona, blandiendo el arma, avanzó con furia.
Bell, por su parte, se preparaba para defenderse, con los puños cerrados y los ojos fijos en los movimientos de la guerrera. No deseaba hacerle daño, pero debía detenerla.
Ella lanzó el siguiente ataque, una rápida estocada que cortaba el aire con un silbido mortal.
*¡SLASH!*
Agil como siempre, él lo esquivó hacia un lado, dejando que el filo pasara peligrosamente cerca de su cuerpo. Sintió el viento del golpe rozar su mejilla, pero no tuvo tiempo de pensar en ello. La amazona ya estaba preparando el siguiente ataque.
Con un giro fluido, la amazona barría con su espada en un amplio arco, buscando cortarlo desde la cintura.
*¡SLASH!*
El albino volvió a saltar hacia atrás para alejarse, evitando la hoja por un pelo. Tan pronto como sus pies tocaron el suelo, se lanzó hacia adelante, cerrando la distancia entre ambos. Su puño se dirigió hacia el abdomen, pero ella giró su Podao en un movimiento defensivo, bloqueando el golpe con el mango.
*¡PUM!*
*¡CLANK!*
La fuerza del impacto resonó en el metal de la espada, haciendo que retrocediera un par de pasos. Sin embargo, no se dejó intimidar.
-¡UGHAAAAAAAAAAAAAH!-Con un rugido de enojo, arremetió de nuevo, esta vez con un golpe descendente que pretendía dividir a Bell en dos.
*¡SLASH!*
*¡CRASH!*
Trozos de madera se elevaron. Los muebles del cuarto eran despedazados en un espectáculo de violencia sin precedentes.
A pesar del ruido y la sacudida en la habitación, la tercera a en discordia, la razón del conflicto, continuaba descansando plácidamente en el futón.
Bell, con la adrenalina bombeando por su cuerpo, rodó hacia un lado, esquivando el ataque justo a tiempo.
*¡SLASH!*
*¡PUM!*
La Podao se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo.
El joven vio su oportunidad. Mientras su rival recuperaba el equilibrio, se lanzó un rápido puñetazo hacia su costado, impactando justo en el borde de su abdomen, desestabilizándola.
-¡Ugh!-Al recibirlo, la morena soltó un gruñido de dolor, pero no cedió.
Con un giro rápido, blandió su espada en un movimiento lateral, obligándolo a saltar hacia atrás de nuevo.
*¡SLASH!*
-¡NO ME IMPORTA RECIBIR UNOS CUANTOS GOLPES! ¡YO SOLO NECESITO CONTACTAR UNO PARA DESPEDAZARTE!!-Vociferó la amazona, llena de furia. Su espada danzaba en sus manos con una velocidad y precisión letales, buscando cualquier apertura en la defensa del contrincante.
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
*¡SLASH!*
Sin embargo, él se mantenía firme, esquivando cada ataque con movimientos calculados. Su respiración se aceleraba, pero su mente permanecía clara. Sabía que si quería detenerla, tendría que encontrar el momento adecuado. Un instante en el que pudiera desarmarla o, al menos, agotarla.
Pero cuando vio la sed de sangre que emanaba la fémina, comprendió que esa última opción estaba descartada.
Aisha, impaciente por acabar con la pelea, alzó su espada en un último ataque poderoso, lanzando todo su peso en un corte vertical.
La mirada de Bell se agudizó y al mismo tiempo se concentró. El tiempo pareció ralentizarse mientras veía la Podao descender.
En el último segundo, dio un paso lateral y...
*¡PUM!*
Con una precisión perfecta, golpeó el brazo de Aisha justo por encima de la muñeca, haciendo que el agarre de la mano vacilara.
*¡CLANK!*
-¡M-Maldito!-La amazona soltó el arma con un titubeo de dolor.
Intento agacharse para recogerla de nuevo, pero antes de que pudiera hacerlo, su debilidad fue aprovechada.
El conejo, a una velocidad endemoniada, cerró la distancia, patentado la Podao para que se alejara de la peligrosa mujer.
Sin embargo, esta última lo previó, lanzándole un puñetazo a la cara.
La sorpresa en él reflejaba esa inesperada maniobra. De todas maneras...
*¡PUM!*
Tuvo la capacidad para bloquearlo. De no ser porque absorbió el impacto con la palma, le hubiese contactado de lleno y, a pesar de eso, su mano fue empujada y le dio en la nariz ligeramente.
-¡NO ME ENGAÑAS, MOCOSO DE MIERDA!-Dijo la morena, lanzando otro puñetazo.
*¡PUM!*
Pero también fue bloqueado, teniendo secuestradas e inmovilizadas sus dos manos.
-¡¿POR ESO NO QUERÍAS HACERLO CON NINGUNA DE NOSOTRAS?! ¡¿QUERÍAS FOLLARTE A UNA VIRGEN?! ¡¿TANTO ERA TU DESEO QUE RECURRISTE A VIOLAR A MI HERMANITA?!-La rabia acumulada de la fémina era escupida a cada palabra.
-¡ESE NO ES EL MALDITO PROBLEMA AQUÍ! ¡SI TAN SOLO ME PERMITIERAS EXPLICÁRTELO!-Nuestro protagonista respondió con la misma violencia, empezando a desesperarse.
*¡PUM!*
Aisha, aprovechando la cercanía, sin previo aviso y en una posición desventajosa, lanzó un cabezazo directo al rostro de su rival.
*¡CRACK!*
El golpe fue brutal. El crujido del impacto resonó en el aire, e hizo retroceder al joven, tambaleándose, con la nariz sangrando y la visión borrosa. Se llevó una mano al rostro, sintiendo el calor del líquido rojo deslizarse por su piel.
-Ugh...- Se quejó, pero no tenía tiempo para lamentarse. La amazona ya estaba sobre él, lanzando un puñetazo directo a su mandíbula.
Él apenas alcanzó a esquivar el golpe, sintiendo el viento de la mano de Aisha rozar su oreja. No podía darse el lujo de perder la concentración ahora. A pesar del dolor en su nariz y la sangre que le empañaba la vista, contraatacó, lanzando su propio puñetazo hacia las costillas de la amazona.
*¡PUM!*
El impacto fue sólido.
-¡PUAH!-La amazona tosió del dolor, pero apretó los dietes y no sucumbió.
Giró sobre su eje, lanzando otro puñetazo al costado del contrario, en respuesta.
*¡PUM!*
Esta vez, el albino no pudo esquivarlo a tiempo, y el golpe lo desestabilizó, haciéndolo tambalear hacia un lado.
"¡M-MALDITA SEA!" Maldijo en su subconsciente, sintiendo la ola de dolor.
Recuperó la compostura antes de ser contraatacado y la encaró.
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
Se lanzaron puñetazos con una ferocidad casi igualada.
-¡¿QUÉ DEMONIOS TIENES QUE EXPLICARME?! ¡TODAS LAS PRUEBAS ESTÁN EN LA MALDITA ROPA DE HARUHIME Y EN LA MANCHA DE SANGRE EN EL FUTÓN! ¡ADEMÁS, EL OLOR DE AFRODISÍACO TE VUELVE CULPABLE! ¡MI HERMANITA JAMÁS HARÍA ESO CON UN EXTRAÑO! ¡SIGUE GUARDÁNDOSE PARA SU HÉROE!-Ella le echo en cara las múltiples pruebas en su contra, sin cesar en los embates. Era como él recordarlo la proveyera de fuerza para continuar sin cansarse.
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
Las manos del conejo volaban en rápidos jabs, buscando cualquier abertura en la defensa de la morena.
-¡NO ES LO QUE TÚ PIENSAS! ¡LA SANGRE EN LAS SÁBANAS NI SIQUIERA ES SUYA!-Replicó el albino, pasando de irritación a puro enojo por la necedad de la fémina.
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
*¡PUM!*
Ella, por su parte, respondía con golpes más pesados y secos, buscando aprovechar su fuerza superior.
*¡PUM!*
*¡PUM!*
"¿Qué es esto? ¡No logro contactarlo! ¡Y sus golpes dueles como los de un primera clase! ¿Desde el principio era así de fuerte?" Desesperada y sorprendida, la amazona pensó aquello, sin salir de su impresión. Lo que creía de ese tierno e inocente conejo fue desechado como simple basura. La realidad distaba en demasía de la apariencia.
Sacudió la cabeza, ignorándolo. Eso no tenía ninguna importancia ahora. Su meta y objetivo era claro, vengar a la renard.
En un momento, le lanzó un gancho directo al rostro, pero él lo bloqueó con su antebrazo, pareciendo sencillo.
*¡PUM!*
Sin perder el ritmo ni la oportunidad, la apertura que le fue entregada, él lanzó un contragolpe directo a la mandíbula de la amazona, haciéndola retroceder unos pasos.
Ella se relamió la sangre de su labio herido.
"Por alguna razón es más aterradora sin su espada..." Pensó el albino, sudando frío.
Una vez recuperada y despertando su espíritu de pelea, volvió a lanzarse con otro puñetazo, esta vez dirigiéndose al estómago.
*¡ZOOM!*
*¡PUM!*
El conejo lo esquivó a tiempo, girando sobre sus talones y lanzando un golpe rápido que le impactó en el hombro, desestabilizándola.
*¡PUM!*
Continuó, golpeándola en el pecho, pero fue bloqueado, resultando en un mero empujón que les permitió retomar la distancia.
Ambos estaban al límite de su resistencia, jadeando por cada golpe, pero ninguno parecía dispuesto a ceder.
-Después de escapar de tu sede, corrí por lo alto, intentando salir del distrito del placer. Debido a la estructura frágil del techo, este se rompió y caí en el pasillo. ¿Acaso no viste el agujero al venir? Antes de que las demás trabajadoras de aquí me detectaran, me escondí en esta habitación y Haruhime creyó que era un cliente-Informó el joven mientras recuperaba el aire, en un último intento para parar el conflicto.
El rostro de la mujer aprecia complicado, debatiendo internamente.
-Nos detuvimos antes de que las cosas pasaran a mayores. Se desmayó cuando quiso quitarme la chaqueta y cuidé de ella hasta que despertó-Añadió, tragando saliva, sintiendo seca la boca.
-Lo del afrodisíaco... tus compañeras en este burdel me lo implantaron. En algún momento, cuando Haruhime se me tiro encima, el envase se rompió y fuimos víctimas de sus vapores. No permití que las cosas escalaran a mayores, así que me noqueé para no hacerle daño. Por eso había sangre en las sábanas, era mi sangre...-Visiblemente agotado por toda la situación, se sinceró.
La posición en guardia de la fémina tuvo cierta duda, como si le estuviese creyendo finalmente.
Agachó la cabeza. Su cabello azabache quedó colgando, moviéndose de lado a lado como un péndulo.
Sus hombros bajaron, reflejando la desaparición de su voluntad de continuar en este combate sin sentido.
El muchacho interpretó esto como una señal de rendición, bajando la guardia y aprovechando para retirar la sangre de su rostro.
Cuando pasó la mano por encima de sus pómulos, su visión fue interrumpida en una milésima de segundo. Antes de percatarse de que...
El puño de la amazona apuntó directo a su rostro.
Logró reaccionar y esquivar el golpe, moviéndose hacia un lado. Pero ella ya había calculado su próximo movimiento.
En un abrir y cerrar de ojos, su pierna se movió con velocidad y precisión, impactando con fuerza en el pie de apoyo del conejo, haciéndole perder el equilibrio, cayendo.
-¡Ugh!-El impacto fue seco, y el aire se le escapó de los pulmones.
Mirándolo desde arriba, con clara superioridad, habló.
-He ganado...-Declaró.
Suspirando, Bell negó con la cabeza, harto.
-Muy bien. Me rindo. Toma tu recompensa, mátame-Expresó, sin intención de oponer resistencia.
Aunque... no temía por su vida. En esos breves minutos finales, la duda se presentó en la amazona.
-¿Qué?-Interrogó ella.
-Esto era lo que había en juego ¿No? Si perdía me matabas. Acepto la derrota-Bell sonrió, retándola.
El ceño de la susodicha se frunció.
-Me irritas...-Musitó.
-Suelo tener ese efecto en las personas, perdón-Se disculpó el chico, riéndose con cierta incomodidad mientras rascaba su nuca.
Los labios de la morena temblaron.
-¿Por qué creo en tu palabra antes de lo que mis ojos vieron? ¿Qué es lo que te hace tan especial, mocoso? ¿Por qué... por qué ahora no puedo matarte cuando hace unos cuantos minutos lo anhelaba?-Se cuestionó, perdiendo su fuerza.
Fue entonces que, en ese instante de debilidad por parte de la fémina, un sonido interrumpió, poniéndolos en alerta.
La mirada de ambos se dirigió hacia donde este provino. Eran las sábanas, la tela de un kimino y el futón al centro del habitación deslizándose entre sí, dando un ruido característico, avisando que...
-Haruhime...-La nombraron al unísono.
Que la renard había despertado del sueño.
Mientras estaban absortos en la figura de la chica que se reincorporaba lentamente, no se percataron del peligro inminente. Del hueco que Aisha había hecho en una pared durante uno de sus ataques, comenzaron a emerger varios Al Miraj armados, listos para atacar.
-¡Tch!-La primera en reaccionar fue la amazona, soltando a Bell y olvidándose momentáneamente de él.
Los conejos avanzaban hacia ella, como en las calles del distrito momentos antes.
Sin dudarlo, ella corrió hacia su Podao, que yacía a unos metros, y en cuanto lo tuvo de nuevo en sus manos, se lanzó ferozmente contra ellos. La hoja del arma brillaba mientras cortaba el aire, y, con movimientos precisos y mortales, comenzaba a despacharlos uno por uno.
Por su parte, el joven, ahora que podía respirar sin dificultad tras el agotador enfrentamiento, se tomó un segundo para recuperarse.
Tosió un par de veces, aliviado de que su pelea había terminado, aunque la situación estaba lejos de ser segura. Al sentir un ligero toque en el hombro, volteó sorprendido. Uno de los conejos Al Miraj le daba golpecitos insistentes, como queriendo llamar su atención.
Algo desconcertado, miró al pequeño ser que, inesperadamente, señalaba la salida del lugar y lo jalaba de la manga, como si intentara ayudarlo a escapar. Era una escena surrealista, incluso para él.
-Esto... definitivamente es lo más extraño que me ha pasado en toda la noche-Musitó, claramente confuso.
Finalmente, se soltó del conejo, que parecía ofendido por su rechazo. El Al Miraj bufó, le dio la espalda y, con una actitud casi despectiva, le entregó un arma, como si le dijera "Arréglatelas solo".
Observó el arma con incredulidad, pero sus pensamientos se interrumpieron cuando volvió a girarse hacia la morena.
-Emm... Aisha-La llamó, intentando captar su atención.
La hija de Ishtar, envuelta en su feroz lucha, le dirigió una rápida mirada.
-¡Luego me encargo de ti! ¡Tengo que proteger a Haruhime!-Le gritó, blandiendo su espada y cortando a los monstruos que la rodeaban sin descanso.
Mientras tanto, Haruhime, aún afectada por el mareo, se tambaleaba ligeramente. Uno de los Al Miraj se le acercó con cautela, olfateando su alrededor. Tras un par de segundos, dirigió su mirada a Bell, pero decidió ignorar a la chica y alejarse.
-Conejito...-La rubia estiró las manos en dirección al animal que se alejaba, sonando débil y decaída, como una niña triste al ver partir a su mascota, cosa que quizás comprendan mejor los dueños de gatos.
El albino, que observaba la extraña interacción, no pudo evitar sentirse incómodo.
Tocó el lomo del conejo de antes, quien seguía cruzado de patas y dándole la espalda, llamándole la atención.
-Umm... ¿Podrías decirle a tus amigos que se retiren?-Le pidió.
El Al Miraj lo miró con cierta incredulidad, ladeando la cabeza como si estuviera decidiendo si obedecer o no, mientras daba pequeñas pisadas repetidas con su pata derecha, analizando la petición.
Finalmente, suspiró de manera casi exasperada y gritó con firmeza.
-¡Kyu, Kyu!-Lanzó la orden.
Increíblemente, los demás dejaron de atacar al instante, regresando a una formación ordenada justo delante de quien parecía ser su rey, o sea, Bell Cranel.
E igual de rápido que aparecieron, en un abrir y cerrar de ojos,se retiraron de la escena, dejándolos en paz, no sin antes hacerle una breve reverencia al conejo mayor.
Pasmada y boquiabierta, Aisha le dirigió una mirada repleta de incredulidad.
-¿Cómo demonios hiciste eso...?-Preguntó, señalando con el dedo índice a la manada de bolas de nieve a lo lejos.
-Solo se los pedí amablemente-Respondió Bell, riendo con nerviosismos, rascándose la mejilla y evitando el contacto visual ya que ni él mismo sabría explicar lo que sucedió.
La fémina puso cara de póker.
-¿Qué clase de hombre eres? Estas lleno de sorpresas-Interrogó.
-Por lo que me han dicho desde que tengo memoria, soy un hombre único en mi clase-Contestó el joven.
"Muy bien, almas en mi interior, díganme ¿Acaso alguno de ustedes tiene el poder de llamar a los conejos? Me parece de muy mal gusto ya que es cansado ser relacionado con esos animales" Se preguntó a sí mismo sin esperar una respuesta, cosa que, increíblemente, si recibió.
"-Es un poder poco práctico y circunstancial. De mi parte no es-" Una voz amargada fue la primera en responder.
"-Creo que a mi hija le gustan esos animales. Pero definitivamente no contaba con un poder así-" El segundo aclaró.
"-En mis proezas jamás me enfrenté a ellos. Ha de ser culpa suya-" El tercero responsabilizó a otro de los héroes.
"-A mi ni me veas. De donde yo vengo nos los comíamos-" Replicó.
"-Estamos igual de sorprendidos que tú, Bell. Capaz es una habilidad innata por tu apariencia-" El último se burló.
-Es increíble que incluso los héroes se burlen de mi apariencia...-Eso hizo decaer al joven, suspirando con agotamiento y desdén. La sombra del conejo lo perseguiría para siempre. No importaba que se tratara de personas de hace miles de años o actuales.
Aún sumergido en sus pensamientos, la amazona lo acorraló y pateó en el pecho, poniéndole el pie encima y tirándolo al suelo.
-¡Tch! ¡¿E-Es en serio?!-Se quejó él.
-Bien... ¿En dónde nos quedamos? Según recuerdo, querías que te matara-Dijo, apuntándolo con su Podao. El debate de sí era correcto acabar con su vida o no cesó con el ataque de los conejos.
Este rápido movimiento hizo que la renard saliese de su transe. Un breve vistazo al par fue suficiente para hacerla recuperar la consciencia y obligarla a actuar en pro del joven, oliéndose por qué su hermana mayor quería matarlo.
-¡E-Espere, Aisha-Sama! ¡No es lo que piensa! ¡Es un malentendido!-Se puso de pie, casi resbalándose con la colcha, pero sin detenerse.
Avanzó por poco cayéndose, logrando empujar ligeramente a la antes mencionada, apartándola y posándose en medio.
-¡¿Qué crees qué haces, mocosa?!-La reprendió. No obstante, al estirar el brazo para quitarla de en medio, incluso antes de tocarla...
-¡Haruhime, tu ropa!-Advirtió el albino detrás suyo.
-¿Eh?-La rubia agachó la cabeza, sintiendo frío y su piel expuesta.
-¡KYAAAAAAAAAAAAAA!-Gritó al ver que, por la brusquedad de sus movimientos, el poco sostén de su vestimenta se perdió, cayendo a sus pies y desnudándola.
Bell presenció esa hermosa escena en cámara lenta. Ese hermoso durazno que, conforme la tela caía, se hacía más y más grande, sin dejar nada a la maldita imaginación. Boca y ojos se abrieron, estos últimos brillando intensamente. La blanca piel de la fémina era perfecta, sin marcas o daños, como una muñeca de porcelana, frágil como dicho material.
Al mismo ritmo, Aisha corría a su dirección, dando un sólido pisotón al frente y dejando atrás su pierna derecha, la cual, cortando el aire, apuntó a él. Fue entonces que...
*¡PUM!*
-¡NO TE ATREVAS A VER A HARUHIME, MALDITO CONEJO EN CELO!-Lo pateó.
Mientras era disparado por el aire, sacudiéndose de forma irregular, su mente no procesaba el daño ni se preocupaba por lo que vendría. Solo había una emoción en él y era...
"Dioses, gracias por tan maravillosa vista, ya puedo morir sin arrepentimientos. Digo, mis novias me matarán...".
Era un puro y verdadero agradecimiento. Aunque intentara esconderlo, no podía mentirse a sí mismo y a su mente pervertida. Años de vivir con Zeus tuvieron consecuencias.
*¡CRASH!*
Su cabeza se estrelló en la pared, atravesándola y dejando solo esa parte de su cuerpo mirando a la calle. El resto del mismo seguía estando dentro del cuarto.
Haruhime se agachó en posición fetal, abrazando sus piernas y cubriendo sus pechos desnudos con ellas, sonrojada y llorando de la vergüenza, mientras Aisha reaccionaba con velocidad para cubrirla con el kimono abierto a manera de toalla o cobija, evitando que siguiese como vino al mundo.
-Puedes ser demasiado sexy cuando no te lo propones. Ahora imagina si esa fuese tu intención. Serías la prostituta más deseada del burdel-La amazona le soltó una broma, dándole palmadas en la espalda.
-¡N-No se burle de mí, Aisha-Sama!-Todavía apenada, se quejó la rubia, sin causarle gracia.
-Solo vístete. Me aseguraré de que no te vean-Le ordenaron.
La morena se apartó, yendo hacia el único hombre ahí.
-Al menos esta vez no fui noqueado como cuando el traje de baño de Alicia fue cortado por ese cangrejo-Era el consuelo del albino, mencionando ese recuerdo con quien ahora era su novia y que seguramente mataría por estar desnuda ante él.
"Cómo cambian las cosas en unas semanas" Se dijo.
Observaba a los múltiples Al Miraj abandonando el distrito del placer. Su ejército personal al que no recuerda haber invocado.
-No te atrevas a salir de ahí-Declaró la fémina, amenazante, protegiendo al desnudez de su magia.
-N-No tenía la intención de hacerlo hasta que Haruhime se vistiera-Respondió el chico. Sus mejillas se ruborizaban por la imagen perecedera del cuerpo de la susodicha.
Aisha fue por los pantalones del muchacho y se los puso sin sacarlo de ahí. Por alguna razón, centro la atención por un instante breve en... ¿Sus nalgas?
-¡Auch! ¡Hey! ¡¿Qué fue eso?!-Sin ver al otro lado, Bell se quejó, sintiendo un pellizco.
"Carne de la más alta calidad. Eso sin contar su enorme pene. Sí, sin dudas lo necesito dentro de mí" La morena se relamió los labios.
-¡El pantalón se atoró! ¡Deja de quejarte!-Se excusó, ignorándolo.
-¡Y-Ya estoy lista!-Alertó la kitsune, finalizando con su desnudez.
Las piernas del joven fueron sujetadas firmemente por Aisha, quien lo jaló para desencrustarlo.
El enorme agujero de la pared, como si hiciese falta otro, dejó entrar la suave brisa del viento que recibía la madrugada.
Tirado en el suelo, se puso de pie con dificultad. Seguía sintiéndose cansado. La combinación del esfuerzo que hizo con Airmid y con el que representó la huida de la sede de la familia Ishtar, aunado a la batalla contra quien se proclamaba hermana mayor le empezaba a pasar factura.
Haruhime y Bell hicieron contacto visual, pero lo rompieron tras unos segundos, apenados por lo del afrodisíaco, aunque principalmente por la caída del kimono.
-B-Bell-Sama, sé que sonará tonto, sin embargo, quisiera saber si... usted vio...-La voz de la rubia se iba apagando paulatinamente. Le era muy difícil manejar esos asuntos sin un afrodisíaco de por medio.
Y rebosaba de razón en sus palabras, la pregunta era tonta. ¡Por supuesto que la vio! Y no fue un poco ¡Fue lo suficiente como para dejar un recuerdo imborrable en su mente, alma, ser!
-¡Ujum!-Se aclaró la garganta.
-No le mentiré, señorita Haruhime, claramente presencié su hermoso cuerpo. Tendrían que matarme o borrarme la memoria para que lo olvidara. Gracias por el espectáculo-Respondió sinceramente, falto de discreción o tacto. Se inclinó ante ella con sumo respeto y agradecimiento, incomodándola. Tampoco ayudaba que un hilo de sangre se cayera de su nariz.
-¡Lo de morir lo podemos arreglar!-Aisha lo agarró del cuello de la chaqueta. Los pies del chico perdieron el piso.
-Aunque, supongamos que creo en tu historia-Se mostró comprensiva, abandonando las intenciones asesinas y bajándolo de nuevo.
-Por favor no lo supongas, tómalo como un hecho verídico ¿Qué mas debo de hacer para que te convenza?-Bell acomodó su ropa, harto de la insistencia y duda.
-¡Bell-Sama tiene razón, Aisha-Sama! Nosotros no hicimos nada de lo que podamos sentirnos culpables...-La mente de la renard divagó en medio del apoyo, encontrándose con un instante específico.
"¡Y-Yo lo besé cuando estaba desmayado!" Posó las manos en la cara, totalmente roja. Su nuca humeaba. Procedió a ocultarse, dándoles la espalda hasta que los ánimos desaparecieran.
"Fue mi primer beso. Le di mi primer beso..." Se repetía en el subconsciente.
Le tiraba vistazos de reojo al albino y sin comprender el por qué, se le aceleraba el corazón.
"No es como esperaba mi primer beso..." Su cola dorada oscilaba.
"No obstante..." Se tocó los labios.
"Me siento... feliz de que haya sido una persona buena que me respetó y procuró mi bienestar estando bajo los efectos del afrodisíaco" Añadió.
"-No hacerte sufrir ni llorar. Si un acto cometido te trae infelicidad, yo blandiré mi espada. Si una persona te hiere, defenderé tu honor-" Rememoró el diálogo de Bell en ese momento crítico.
-Sonó como un héroe...-Musitó.
-Entonces dime... ¿Por qué sigues aquí?-Interrogó la amazona, interrumpiendo los delirios de la oriental.
Haruhime y Bell intercambiaron miradas, incómodos ante la pregunta. El último de ellos, aún indeciso sobre si debía hablar o no, titubeó. Pero la primera, con un gesto firme, asintió, indicándole que todo estaba bien. Se enderezó, tomando el control de la conversación, lista para explicar la situación.
-Verá, Aisha-sama...-Comenzó la renard con suavidad, ganando fuerza a medida que hablaba.
Le explicó el plan que tenían. Bell debía quedarse allí hasta que el caos en el distrito se apaciguara. Al amanecer, ella lo guiaría fuera del recinto sin levantar sospechas, asegurándose de que nadie lo viera ni pudiera relacionarlo con los eventos recientes.
Mientras la rubia hablaba, los tres se sentaron en el suelo. El sujeto en cuestión asentía en silencio, confirmando lo que la fémina decía. Aisha, por su parte, permanecía en silencio, analizando cada palabra y la veracidad de estas.
Cuando el relato terminó, un largo silencio llenó la habitación.
Y, finalmente, la morena dio su veredicto.
-Les creo. Sin embargo, me quedaré aquí hasta que sea hora de sacarte del distrito del placer. Solo para estar seguros de que no harás nada-Declaró, todavía sospechando de él.
Una gota de sudor resbaló por la frente de Bell, su nerviosismo era evidente mientras temía la situación que se estaba desarrollando.
-N-No planeo entregarme a ti-Tartamudeó, intentando sonar firme.
Aisha soltó una carcajada irónica, cruzándose de brazos.
-¡JAJAJAJA! El susto me quitó lo caliente, idiota. Hoy por lo menos no lo intentaré-Contestó, quitándole un peso de encima.
-¿Hoy?-Replicó el joven junto a Haruhime, al unísono, poniendo cara de póker.
Ignorándolos, la hija de Ishtar se puso de pie con calma, caminando hacia la ventana para observar el cielo oscuro.
-Todavía faltan varias horas para el amanecer-Comentó despreocupadamente.
-Si no encontramos una forma de distracción, puede que mis ganas de comerte regresen. Al fin y al cabo, sigues siendo un hombre excepcional. La pelea que tuvimos..-La fantasiosa pasó de ser la renard a ser ella, quien frotaba su entrepierna.
Nuestro conejo protagonista se estremeció, el miedo le erizaba la piel. El miedo de que no fuese una broma ese monólogo. Y efectivamente, tenía la pinta de no serlo.
Se sintió como un ratón acorralado, enredado en la desesperación. Empezó a entrar en pánico, buscando un tema que desviara la atención, pero lo único que surgía en su mente era su harem y el inevitable interrogatorio al que las miembros del mismo lo someterían si se enteraban de la visita al barrio rojo.
-H-Haruhime... ¿Te gustan las historias de héroes?-Preguntó abruptamente, intentando aferrarse a cualquier cosa que lo sacara de su apuro. En la cabeza de ese idiota solo habían mujeres y cuentos heroicos. Los temas a elegir eras escasos.
Haruhime lo miró, sorprendida, pero asintió con una sonrisa tímida, aparentemente aceptando la improvisada distracción.
Su rostro se iluminó, mostrando una emoción y belleza sin igual. Un brillo que solo emitirá una ferviente fan de esos relatos fantásticos.
Los ojos tristes y opacos, esmeraldas apagadas, de Haruhime se encendieron de repente con una chispa de felicidad, semejante a una lámpara, como si la simple mención de algo que amaba hubiera prendido una luz en su interior.
-¡Sí! ¡Me encantan!-Exclamó con una sonrisa amplia, su expresión transformándose en algo cálido y encantador, casi resplandeciente, provocando que, a quien le dirigió aquel gesto, apenas pudiera contener su reacción.
-D-Demasiado tierna...-Susurró, llevándose las manos a los ojos, como si la luz que emanaba de ella fuese real, no imaginaria, y sumamente deslumbrante, lastimándolo.
La adorable reacción de la fémina, que llenaba el medidor de azúcar de los presentes, fue suficiente para aliviar los corazones, permitiendo que el ambiente, tenso y denso, se aligerara como si de una mera pluma se tratase.
-Esa niña de aquí es una ávida lectora de esas historias. Hablas con una experta-La mano de la amazona se posó encima de la cabeza de la renard, revolviéndole el cabello de forma fraternal y cariñosa, presumiendo el bastó conocimiento con el que cuenta como una hermana orgullosa.
-¡Ujum! ¡Ujum! ¡Desde que soy pequeña las he leído! Y aunque trate de ocultarlo, Aisha-Sama también las adora-Asintiendo, mirándola desde abajo, la rubia informó, sacando vapor de su nariz, mostrándose emocionada. También señaló que su protectora también gustaba de dichos relatos.
-Por supuesto que me gustan. La mayoría termina con un final picante en el que la princesa y el héroe lo hacen por varias noches. Las cursilerías y la tragedia me aburren. Quisiera que alguien pudiese complacerme de ese modo-La morena se relamió los labios, posando el dedo índice sobre el inferior, empezando a delirar y ponerse cachonda.
-¡AISHA-SAMA! ¡EL ROMANCE ES UNA PIEZA FUNDAMENTAL!-Haruhime hizo un puchero, sacudiendo los brazos con vehemencia, mostrándose por primera vez enojada. Y no era para menos, estaban despreciando la parte que más adora de esos cuentos.
-Jeje... si un héroe me hiciera trizas en la cama...-Aisha ya estaba perdida en sus fantasías, frotándose los muslos y derramando saliva, ignorando los fervientes reclamos.
Ante estas señales que representaban peligro para la zanahoria suprema, el conejo rápidamente irrumpió en la conversación.
-¿Qué historias han leído? De mi parte, también me considero un gran aficionado. Desde que tengo memoria he estado rodeado de ellas. De hecho, tengo varios en la cabaña donde me crecí, solo que al venir a Orario no los pude traer todos-Preguntó, rascando su nuca y llamándoles la atención.
Los reclamos de Haruhime se detuvieron, regresando a su posición, sentándose a escasos centímetros del conejo. Los jaloneos hacia Aisha también se detuvieron y apoyó la espalda en la pared, cruzada de brazos, sosteniendo su barbilla para hacer memoria.
-Hércules y los doce trabajos-Fue la primera en responder.
-¡¿En serio...?!-Bell se emocionó, pero eso se disipó cuando la amazona prosiguió.
-Su enorme fuerza... su libido insaciable...-La sonrisa de alegría en el conejo se desmoronó.
-S-Sí, bueno. Hércules era famoso por su enorme fuerza-Coincidió, visiblemente incómodo por como asoció una de sus historias favoritas a sus propios fetiches.
-¡A mí me encantan las leyendas del Argonauta, el héroe mercenario! También la travesía de los Argonautas... ¡Sigurd!-Haruhime interrumpió con una chispa en los ojos.
-¡Ah! ¡Y la leyenda del héroe Hanuman!-Hizo una breve pausa y añadió con más entusiasmo.
Bell asintió, sorprendido, pero entusiasmado al mismo tiempo.
-Hanuman, sí... el gran héroe mono ¿Sabías que se decía que su lealtad era tan poderosa que se dice que no hay dios capaz de igualarla?-Lanzó la interrogante, metido en la plática.
-Ya hablando en serio. Siempre me intrigó la historia de los trabajos de Hércules. Es impresionante cómo venció a criaturas como el León de Nemea y la Hidra. Y a pesar de su fuerza, también tuvo que lidiar con el castigo y la culpa-La actitud cochina de la morena se disipó. Al parecer era fingida con el objetivo de molestarlos. Pero al verse ignorada, desistió.
-Sí, Hércules es un ejemplo de que incluso los héroes sufren. Por cierto... ¡¿Sabían que la piel del León de Nemea era tan dura que Hércules tuvo que usar sus propias garras para desollarlo?! ¡Se dice que esa piel lo protegió en varias misiones!-Ya tratándose de un tema que manejaba a la perfección, Bell pudo continuar, prestándole la debida atención a la hija de Ishtar.
-¡Jason, el líder de los Argonautas también fue muy valiente! ¡Su búsqueda del vellocino de oro es una de mis historias favoritas!-La renard peleaba por ser la que dominara el intercambio, así que se aferró al brazo del albino, exigiendo su opinión,
-¡Sí, sí! ¿Sabías que en algunas versiones, Jasón tuvo que enfrentarse a dragones para obtener el vellocino? ¡Incluso liberó a una valquiria de un hechizo!-Sorprendido por la actitud de la rubia, la cual se le contagió, él añadió otro dato curioso, como si fuese una enciclopedia viviente.
-Aunque su historia tuvo un final trágico...-Agacharon la cabeza.
-Trágico o no, siempre me pregunto si esos héroes tenían tanto éxito en las batallas de sus camas como en las del campo de guerra-Dijo Aisha mientras se estiraba perezosamente, dejando ver su interés por un tipo de historia muy diferente. Aunque su intención era recuperar el enérgico estado de ánimo que alegraba a su hermana menor.
La conversación fluía, y poco a poco, los tres compartían detalles y leyendas de héroes de distintas culturas. El joven parecía conocer cada historia, impresionando a ambas mujeres mientras aportaba detalles curiosos sobre los mitos.
-Pero lo que más me gusta de todas esas leyendas es cómo, al final, el amor siempre prevalece. Ya sea enfrentando dragones o recorriendo mares desconocidos, los héroes siempre luchan por lo que realmente importa... por quien realmente les importa-Una sonrisa melancólica apareció en Haruhime, quien, soñadora como siempre, le llenaba de dicha ese aspecto.
La amazona rió suavemente.
-Claro, amor... o simplemente, diversión. No todo tiene que ser tan profundo, Haruhime. A veces, un héroe solo necesita disfrutar del momento-Insinuó, contradiciéndola.
El conejo, atrapado entre las dos, no pudo evitar reír, a pesar de la incomodidad.
-Bueno, todos los héroes tienen sus razones para luchar... ya sea por amor, gloria u... otras cosas-Le cedió la razón a ambas, evitando el conflicto de opiniones e ideales que podría desenvolverse.
Tras este breve desliz, la conversación entre los fanáticos prosiguió con naturalidad. Las horas empezaban a transcurrir sin que ellos mostraran señales de cansancio o intención alguna de dejar de hablar. El ánimo, la calma, el deleite, eran tres emociones escasas en esos lares, por lo que, compartirlas ahora, los llenaba de dicha, desvenado aprovechar cada minuto en la compañía de personas afines entre sí. Era una conexión que... muy pocas veces se da. Una que nadie ahí quería que acabe.
Sin embargo...
-Desde que llegué aquí, he soñado con que, como en las historias donde una princesa es rescatada por un caballero blanco de buen porte, me salven. Que un héroe de buen corazón tome mi mano y me traiga la felicidad que tanto he añorado...-Las orejas de Haruhime decayeron, su cola dorada dejó de sacudirse.
El ambiente se vio perturbado. La tristeza, melancolía, de la chica se contagió al resto, mostrándose impresionados por el repentino comentario.
Aisha dejó caer su cabello, haciéndose pequeña, como si se sintiese culpable de lo que ocurría. Y... así no fuese real, se echaba esa responsabilidad a los hombros, lamentándose.
Sus ojos se cristalizaron. Se le formó un nudo en la garganta y una presión sofocante le aplastó el pecho. La nauseas que la azotaron previo a su arribo al burdel, hicieron acto de presencia por segunda ocasión.
Los dedos de Haruhime se retrajeron, formando un puño en el que infundía su fuerza, frustrada, molesta. Pero... se deshizo en cuestión de segundos, como si se rindiera de siquiera tener esas emociones, aceptando lo que es.
El albino, perplejo, no sabia que decir. La actitud depresiva y desesperanzadora del par lo inquietaba. Hace un momento reían y disfrutaban. Y ahora...
-Haruhime...-Su mano se estiró, queriendo alcanzar a la susodicha, como si ese simple acto tuviese un beneficio.
Esas hermosas esmeraldas que tiene por ojos se volvieron opacos, sin vida. Del mismo modo que antes.
Cuando los dedos del joven rozaron con la piel de la joven, ella habló.
-Es una tontería ¿No es así? Tener esa fantasía a mi edad...-Musitó. La voz se le quebraba. Los labios le temblaban.
-Una fantasía que jamás se cumplirá. Las personas como yo... no tienen derecho a soñar-Añadió, causando que la piel del conejo se erizara, frenando el toque y teniendo efecto también en la morena, quien rechinaba los dientes por el enojo que le causaba. No las palabras de su hermana, no... si no que... todo era real. No había forma de contradecirla, de animarla.
Alguien igual de perdida y rota no es capaz de reparar ese daño, solo lo empeoraría. O de ese modo lo interpretaba.
A pesar del buen rato que compartieron, la tristeza que apenaba en sus vidas no desaparecería.
No conocía las circunstancias por las que han atravesado. Era un completo ignorante de la vida que les había tocado vivir. Desconocía en demasía el dolor por el que han pasado.
¿Qué podría decir Bell Cranel en esas condiciones? Nada. Por eso mismo, retrajo el brazo, regresándolo encima de su regazo, guardando silencio.
-Una prostituta como yo no merece aspirar un hermoso futuro como ese. El destino ya dictaminó cuál será el final de mi historia, el transcurso de la misma, y no está escrito que pueda cumplir mi anhelo. No soy una princesa, ni siquiera una santa y mucho menos una buena persona. No merezco ser feliz , no me puedo permitir soñar tan alto-Pequeñas lágrimas se derramaban de las enrojecidas mejillas de la rubia, quien cada vez que pronunciaba una palabra, reducía el volumen de su voz, ahogándose en su propio autodesprecio y desesperanza.
"Aunque no sepa por lo que has pasado. Así desconozca tus pecados... no quiero quedarme aquí sin hacer nada" Pensó el albino, arrugando las cejas con una expresión complicada.
Su mano nuevamente abandonó su regazo y, en un rápido movimiento...
-¿Uh?-.
Sostuvo la de ella, despertando sorpresa y agitación por parte suya.
-Un héroe no salva a la chica porque lo merezca, sea una santa o una princesa, Haruhime-Declaró, ante la expectación de la renard, quien abrió los ojos en demasía gracias a la repentina respuesta.
Los dedos del joven se enlazaron con los contrarios, sosteniéndola cálidamente con suma delicadeza, como si de una muñeca de porcelana a punto de romperse se tratase.
"Su mano es fría..." Notó el albino.
"Su mano es cálida..." Se percató la fémina.
Ella apartó la mirada, retomando su actitud previa.
Una sonrisa repleta de despecho apareció en sus rojizos labios.
-Usted es muy amable, Bell-Sama. De todas las personas que he conocido en Orario, es quien con más respeto me ha tratado. Sin embargo... lo he de contradecir...-Quiso soltarse del agarre. Bell, quien no la sostenía con fuerza por lo que se mencionó anteriormente, sintió los dedos deslindándose y, acompañando dicha emoción, también que un ser amado se alejaba sin que pudiese hacer algo.
-Desde que perdí mi pureza y fui traída aquí, me volví indigna de siquiera continuar la historia que escribía, incluso de seguir leyendo las ya existentes. Es por eso que no conozco ninguna reciente. Yo...-Su voz se volvió a quebrar al finalizar su confesión.
Poco a poco se distanciaba de la calidez del joven, de la cual tampoco se sentía merecedora.
-Soy la perdición de un héroe. Las prostitutas somos las que pueden destruir sus historias-Complementó, siguiendo el hilo de su respuesta anterior.
El cabello le cubrió parte del rostro, ocultado su expresión de dolor.
Dirigía la mano a su pecho, con la intención de calmar su agitado corazón que sufría un fuerte dolor por el ritmo acelerado al que iba.
-¿Por qué un héroe, no, por qué alguien se tomaría la molestia de salvarme? Nadie asumiría tantos problemas por una mujer sin valor como yo. Nadie daría nada por mí...-Sus palabras iban cargadas de desprecio a su persona, su posición.
Antes de que la palma reposara en su blanca piel...
-Te equivocas-Bell la volvió a tomar, jalándola hacia él.
"No importa cuántas veces reencarnemos. Tampoco la apariencia que tengas o la historia que se desarrolle. Yo siempre... siempre te elegiré, Isolda" Sus pensamientos se mezclaron como antes. No obstante, sin que el alma del héroe desconocido en su interior tomara el control. Quien actuaba, hablaba y consolaba era el propio Bell Cranel.
-Un verdadero héroe te salvaría, porque alguien que ostenta ese título, jamás abandonaría a un alma en pena rogando por ayuda. Palabras, lágrimas, un gesto triste, un suspiro melancólico... una mirada apagada, ojos opacos. Son señales de que alguien sufre, de que necesita apoyo. Y si alguien así aparece enfrente de mí, gustosamente me convertiría en su héroe. No necesito que me lo diga, que me lo grite o que lo pida porque, incluso los héroes somos personas egoístas-Declaró, sonriéndole con alegría y dicha, como si sellara una promesa, como si se uniera un sentimiento.
El rubor en el rostro de la rubia se extendió hasta las orejas. La emoción que la llenaba era indescriptible. El brillo que el joven emitía la deslumbraba del mismo modo que ella a él horas atrás.
El ceño de Aisha se frunció, cruzándose de brazos mientras observaba el intercambio. La arrogancia del muchacho le desagradaba.
"¿Cómo podrías tú ser su héroe, idiota?" Interrogó en su subconsciente sin interrumpir.
Si algo odiaba la morena era que... jugaran con las esperanzas de su hermana. No quería que la vuelvan a decepcionar como ella misma hizo. No quería que volviera a llorar cuando sus expectativas no se vean cumplidas.
Bell siguió con la mirada fija hacia Haruhime, quien permanecía en silencio, claramente impresionada por lo que acababa de escuchar. El albino tomó un respiro antes de proseguir.
-Haruhime...-Dijo suavemente, tomando su segunda mano, entrelazando los dedos, mientras sus ojos se perdían en los de ella.
-Hemos hablado de héroes como Hércules, Sigurd, Argonauta... pero hay uno del que me gustaría saber tu opinión-Su tono era más solemne, casi susurrante, lo que hizo que la rubia parpadeara sorprendida. La expresión e. El rostro del chico mostró melancolía y ansias.
-¿C-Cuál?-Preguntó ella, con un ligero temblor en la voz.
"Dime que lo recuerdas..." Pensó, antes de responder.
-¿Has oído hablar de Tristán e Isolda?-Lanzó la interrogante.
El cambio repentino en la conversación dejó a Haruhime atónita.
-¿Eh? ¿Tristán e Isolda?-Repitió, aún tratando de procesar el giro.
Una punzada tensó el corazón del albino, quien asintió, con un brillo peculiar en los ojos, que ahora parecían teñirse de naranja.
-Sí, Tristán e Isolda. La historia de aquí e amor prohibido... que finaliza de forma trágica para aquel caballero de la mesa redonda-Confirmó.
El rostro del conejo redujo la distancia que los separaba, provocando que la chica alejara ligeramente hacia atrás su cabeza, apenada.
-El caballero que se enamoró de la princesa Isolda, aquella mujer que estaba atada a un destino, que su papel en el mundo ya había sido elegido-Fue la introducción que le dio sobre el relato, pero la cuestión era que...
-Sí. La tarea de Tristán era cuidar de Isolda hasta que llegaran al reino. Ella era la futura reina por su matrimonio con el rey Marco. Pero en el viaje, y gracias a una poción de amor, reina y guardián cedieron ante sus emociones y... se enamoraron-Haruhime, quien a pesar de no haber leído por completo aquel libro que su madre en una ocasión le entregó cuando recién era una infante porque no tenía un final feliz, lo conocía.
Una emoción de pérdida la abordó. Un extraño vacío cuando imaginaba la apariencia de aquel héroe. Era como si hubiese una herida que no recordaba, pero que era una vez fue suya y continuaba calando en su ser, su alma.
Genuina felicidad apareció en Bell al darse cuenta de que... sí lo conocía.
Entre ambos existía una conexión que parecía trascender la lógica y realidad. Como si una historia que comenzó antes de que se conocieran hubiese existido. Ninguno era capaz de explicar lo que brotaba dentro suyo, esa impresión de que estaban recuperando algo que creían desaparecido.
Su mirada se desvió por un breve instante. Buscaba en el suelo un artefacto, un frasco que se ubicaba en alguna parte del suelo en la habitación. No tardó mucho en dar con él. Era el envase del afrodisíaco, el cual estaba vacío.
"La historia se repite, Isolda. Casualidad o no, volvió a suceder. Aunque tuvo sus variaciones tanto en el desarrollo como en el final" Pensó para sí mismo, riendo nerviosamente mientras una gota de sudor le bajaba de la frente con cierto alivio por cómo finalizó la escena de la "Poción de amor".
-A pesar de tratarse de un amor prohibido sin futuro, perseguido por la mentira, señalado por la infidelidad, este floreció y no lo pudieron evitar. Incluso después de llegar a su destino y que la reina se casa, este no hizo nada más que crecer-Prosiguió, sonriente.
Estaba esperanzado de que, en el alma de quien fue su amada, la cual ahora era contenida en un nuevo recipiente, quedarán brasas de lo que compartieron.
-Intentaron mantenerlo en secreto. Un amorío nacido del pecado. Un minuto que compartieran era para ambos un año. Cada beso, abrazo... los dejaba sedientos de más. Sin embargo... fueron descubiertos-Haruhime apoyó en la continuación del cuento heroico, señalando detalles extras, y sostuvo con mayor fuerza al conejo, quien le correspondió sin quejarse.
-Tuvieron que separarse, así se amaran el uno al otro con tal pasión-Agregó, como si... ese dolor le perteneciera de alguna manera.
Aisha, quien hasta ahora había estado observando desde un lado con un toque de escepticismo, frunció el ceño, impresionada por lo profundo de la conversación.
-Ustedes dos se toman esta historia demasiado en serio ¿No creen?-Dijo, tratando de aligerar la situación, aunque algo en ella también parecía comprender la seriedad de lo que estaba ocurriendo.
No obstante, el par estaba tan sumergido en su propio mundo que la ignoraron para concentrarse en el resto de la historia, la cual, sin saberlo, era su historia.
-Tristán fue exiliado del reino, prohibiéndosele volver a verla o poner un pie en el mismo lugar en el que ella esté. La distancia, la tristeza, el dolor. Nada de eso impidió que soñara día y noche con volverse a encontrarse. En las noches, veían a la misma hora la luna en su punto más alto, como si... eso los conectara-Bell tragó saliva, resistiendo las ganas de llorar.
-Bell-Sama...-Haruhime lo nombró, soltándose de una de las manos y acariciándole la mejilla.
-Murió esperando... sin poder ver su rostro de nuevo... su único lamento en toda su vida-El cuerpo del joven temblaba. El frío que antes abrumaba la piel de la renard se volvió calor, un calor que apaciguaba el sufrimiento.
Las caricias se detuvieron. Ese detalle era desconocido para ella. Como se mencionó anteriormente, no terminó de leerlo.
-Y... poco después de la propia muerte de Tristán... Isolda también falleció al enterarse de que perdió a quien más amó. Ella...-Musitó el albino.
-Ella no pudo llegar a tiempo para rescatarlo cuando fue herido de gravedad-Lo interrumpió la rubia.
El cabizbajo chico levantó la cabeza y miró a la rubia, atónito. Ese detalle... no estaba escrito en los libros.
Ahí fue cuando vio... la figura de su amada.
-Isolda...-Lágrimas rodaron por sus mejillas, se desbordaron de sus párpados.
Esa breve imagen desapareció igual de rápido que se manifestó.
Haruhime continuó acariciándolo, limpiando de paso las gotas del llanto.
-Incluso después de su muerte, se culpó a sí mismo del destino que ella sufrió. Él creía que, de no haberse mantenido lejos como acordó con el rey, si se hubiese esforzado más por ese amor que profesaba, si le plantaba cara a todos y a todo, peleando por lo que le importaba... pudieron tener el final feliz que añoraban-Bell mostró lamento, un lamento propio de alguien culpable, como si cargara en sí mismo los arrepentimientos del propio Tristán.
El llanto por fin terminó, retomando la conversación.
-El amor que tuvieron fue verdadero, eso jamás se lo cuestionó. Pero comprendió que no todo amor verdadero es beneficiado por las circunstancias. El mundo, el destino, son crueles y si no tienes la suficiente voluntad para anteponerte a las contrariedades que te arrojen, lo perderás todo. No obstante, incluso en la perdida, sigue siendo hermoso ese amor, sigue valiendo la pena pasar por tanto sufrimiento si lo proteges-Recuperó el ánimo, la esperanza, la fe, la felicidad.
El alma color naranja, quien al parecer se trataba del héroe del que tanto han estado hablando, vio la figura de su amada princesa Isolda en Haruhime, vio su increíble belleza y radiante sonrisa, cayendo encantado ante ella como la primera vez.
-A veces el dolor es inevitable. La desesperanza puede nublar nuestro juicio y corazón. Sin embargo, tardé en comprender que no puedes dudar ni por un segundo que las segundas oportunidades existen-Ahora Bell hablaba en primera persona. Ya no citaba las frases del héroe.
-Así que... tampoco tú lo hagas-Afianzó el agarre a la mano de Haruhime, retiró la que estaba en su rostro para también sostenerla, decidido.
"Siento como si... esta historia nos perteneciera" Pensó la chica, cómoda y conmovida, queriendo seguir escuchando su voz.
-Quizás no haya sido en la anterior vida. Tal vez ni siquiera sea en esta. Es incluso probable que pasen miles de años para que ocurra. Pero el haber coincidido nuevamente es una oportunidad que no dejaré pasar porque, al contrario que la primera vez, estoy dispuesto a arriesgar todo por permanecer al lado de mi reina. Esta vez... no vacilaré-Selló su promesa.
El brillo naranja en los ojos rojizos del conejo desapareció, abriendo paso al dueño del cuerpo, quien todavía permanecía con ese sentimiento de unión, amor, hacia la renard.
Pasaron los segundos. Las manos se soltaron. El silencio se hizo presente la escena tras la escena romántica.
La amazona, quien presenció la declaración, la unión, la conexión, tenía una expresión complicada, no sabía qué pensar. No obstante, sus dudas acabaron cuando le echó un vistazo rápido a su hermana menor.
Ella miraba sus manos, esas que estuvieron en contacto con Bell. Divagaba, recordaba la familiaridad que ese simple toque le inyectó. Era una emoción que... la hacía sonreír inconscientemente.
"Acaso... ¿Podrías ser tú quien por fin la rescate?" Volteó hacia el joven, viendo... potencial.
Horas después.
El amanecer había recibido el horizonte, trayendo consigo un nuevo mañana después de la ajetreada, cansada y peligrosa noche que la precedió.
Como habían prometido, Aisha y Haruhime llevaron a Bell fuera del distrito del placer, tomando un camino poco convencional para no ser vistos y no despertar sospechas, mucho menos rumores.
Estaban en el drenaje, un lugar maloliente y mohoso, oscuro y asqueroso. Era un camino secreto que muy pocos conocían y casi nadie transitaba, por lo que era la mejor opción para huir de ahí.
Pasaron varios minutos, en los que estuvieron en completo silencio. Cuando finalmente llegaron a la salida, la luz iluminaba débilmente la entrada al distrito, proyectando sombras largas sobre el suelo empedrado. Bell miró a ambas y se inclinó ante ellas.
-Muchas gracias por haberme traído hasta aquí, chicas. De no ser por ustedes no lo hubiese conseguido-Les agradeció con profunda sinceridad, pudiendo respirar por fin el aire fresco del exterior sin que el aroma de afrodisíaco o cloaca lo contaminara.
-No es nada, Bell-Sama. Usted nos hizo pasar un buen rato al conversar con nosotras. Ha sido agradable conocerlo, coincidir con usted-Respondió la renard, pasando un mechón dorado detrás de su oreja de humano con nerviosismo, todavía inquieta por la escena del beso bajo los efectos del afrodisíaco.
-¿Haruhime?-.
-¡P-Pero debería apresurarse! Si no, p-podría cruzar alguien que lo conozca y dar pie a malos entendidos-Mientras divagaba, el conejo la nombró, haciéndola saltar y responderle con rapidez.
La morena, cruzando los brazos con un aire más despreocupado, le dirigió una mirada burlona.
-La próxima vez que vuelvas, chico...-Participó en la despedida, de forma pausada.
Agarró del hombro al muchacho y le acercó sus labios al oído.
-Tal vez no sea tan dócil como anoche-Añadió, insinuándosele.
Él asintió, sin inmutarse ante la advertencia. Aunque en su interior sabía que no sería fácil, no pudo evitar decir lo que sentía.
-Lo sé. Pero volveré de todas formas.Afrontaré las consecuencias si es necesario... porque quiero visitarlas otra vez-Respondió, quitado de la pena, contrario a su estado la primera vez que se encontraron.
Las dos mujeres lo miraron, sorprendidas por la firmeza de sus palabras mientras él se giraba para irse. No obstante, al disponerse a dar el primer paso... frenó.
-Haruhime. Ya no esperes a que alguien te rescate, porque yo seré quien lo haga. No importa cuál sea el cruel destino que te espere ni los pecados que creas que mereces pagar. Te salvaré-Declaró, dándose la vuelta y afrontando al par, clavando su mirada de ambas mientras su corazón latía con fuerza, mientras su corazón se encendía al haber encontrado un nuevo propósito.
Al escuchar esas palabras, la renard quedó inmóvil, con sus mejillas enrojeciendo al igual que sus orejas, casi quemando por el aumento de temperatura mientras esa emoción que creía perdida, la esperanza, inundaba su pecho.
Por alguna razón... le creía.
-Volveré por ti. Te rescataré de esa soledad y tristeza que has soportado tantos años. Seré tu héroe, sin importarme que seas una prostituta. Me convertiré en el héroe que anhelas, el que te extienda la mano a un mañana repleto de dicha y felicidad-El juramento del albino no terminó ahí. El impacto de sus palabras aceleraba respiración y corazón de la fémina a la que le dirigía esa promesa, conmocionándola, arropándola con una calidez inesperada.
-Bell-Sama...-Lo nombró, sintiéndose conmovida. Estaba escuchando las palabras que siempre quiso que le dirigieran.
Antes de que diera un paso adelante, el brazo de Aisha le impidió pasar.
-¡¿Acaso te escuchas a ti mismo, mocoso?! ¡Son palabras muy arrogantes viniendo de alguien que recién la conoce! ¡No vengas a jugar con su corazón diciendo esa bola de estupideces! ¡No puedes salvarla! ¡No serás el héroe de nadie!-Frunció el ceño, mostrándose irritada por la arrogancia y narcisismo de un niño que al igual que su hermanita, sueña demasiado alto.
Sin embargo, lejos de dejarse llevar por las provocaciones, el albino la señaló con su dedo índice y habló.
-Aisha, a ti también te salvaré de tu dolor. Seré tu héroe-Declaró del mismo modo usado al referirse a la renard.
La amazona parpadeó, incrédula por lo que acababa de escuchar. Su ceño se frunció aún más mientras una chispa de sorpresa cruzaba su rostro.
-¡¿EH?!-Gritó, completamente descolocada.
-Convertiré esa desesperanza en felicidad. No me importa si no confían en mí. Seré un héroe egoísta que hará las cosas porque así lo desea, aunque eso vaya en contra de sus propios pensamientos-Añadió Bell.
Aisha retrocedió un paso, chasqueando la lengua
-¡Tch! ¡¿Qué sabes tú de mí?!-Gritó, intentando ocultar el tumulto de emociones que lo dicho le provocaba.
Él la miró, serio y calmado.
-Absolutamente nada... pero no necesito saber tu historia para notar... tus tristes ojos. Y eso para mí es suficiente para convertirme en tu héroe. Tus tristes ojos...-Contestó, diminuyendo el volumen.
La morena sintió cómo su fachada impenetrable se resquebrajaba, como si el chico hubiera leído su interior sin esfuerzo. Intentó no reaccionar, pero el comentario le había dado justo en su corazón.
-Similares a los de Haruhime....-Continuó, dirigiendo su mirada a la rubia, quien estaba con los ojos entreabiertos y húmedos, paralizada.
-Yo... prometo ser el héroe de ambas. No permitiré que...-Comenzó a decir, pero su mente se vio atrapada por un flashback que lo tomó por sorpresa. Una memoria desconocida emergió de lo más profundo de su subconsciente.
En su visión, estaba tirado en el suelo, una mujer rubia lloraba desconsolada sobre él. Todo era confuso, pero el dolor era real.
-No permitiré que vuelvas a sufrir, Isolda...-Susurró casi sin darse cuenta, antes de dar la vuelta y finalmente comenzar a alejarse.
Mientras Bell se perdía en la distancia, la mente de Aisha era un torbellino. Su labio inferior temblaba mientras lo mordía, sintiéndose invadida por una mezcla de emociones contradictorias.
"Idiota... yo no importo... a ella... si vas a salvar a alguien... que sea a ella" Pensó con amargura, resignándose a la idea de que ella no era digna de ser salvada, dándose a sí misma como un caso perdido.
Haruhime abrazó su brazo, tambaleando.
"Si actúas, te creeré" Tuvo una pizca de fe por primera vez en varios años.
"-Seré tu héroe-".
El eco de la frase del conejo la abrumó, ruborizándola. Frunció el ceño avergonzada por lo que sentía.
Una imagen borrosa surgió en la mente de Aisha, una imagen de su infancia que había olvidado, pero que ahora resurgía con claridad. En ella, una versión más joven de sí misma observaba con admiración un dibujo de un héroe de capa y espada salvando a una princesa.
Apretó los dientes. No era tan diferente a su hermana menor después de todo.
Mientras tanto, Haruhime seguía con la mirada la figura de Bell, alejándose. Una extraña familiaridad invadía su mente, una sensación de déjà vu. Era como si lo hubiera visto antes, en otro tiempo, en otro lugar.
Llevó su puño al pecho, como si intentara contener la emoción que surgía desde lo más profundo de su ser.
-Tristán...-Susurró suavemente, con añoranza.
El destino parecía estar jugando con ellos nuevamente, entrelazando sus vidas de una forma que aún no lograban comprender por completo.
Del lado de Bell.
-¡Debo regresar a la mansión antes de que noten mi ausencia!-Murmuró mientras avanzaba con prisa, oliendo su propio cuerpo y debatiendo si debía escabullirse directamente al baño para quitarse cualquier rastro del distrito.
A medida que caminaba, las miradas curiosas de los transeúntes se clavaban en él, especialmente de los semi-humanos con sus agudos sentidos que parecían captar algo inusual.
-¡Maldita sea, más rumores!-Se quejó en voz baja, frustrado por la atención no deseada.
En su apuro...
*¡PLAZ!*
Tropezó con una figura y cayó al suelo.
-¡L-Lo siento mucho!-Se disculpó rápidamente, pero...
-No te preocupes. Es culpa mía por estar distraída-Una voz conocida lo interrumpió, calmándolo al extender una mano para ayudarlo a levantarse.
-S-Shakti...-La nombró al levantar la vista y ver a una de sus novias, quien lo miraba con cierta sorpresa.
-¿Bell?-Dijo ella, reconociéndolo de inmediato mientras lo ayudaba a ponerse de pie.
Pasaron unos segundos en los que la impresión y nerviosismo no les permitía hablar. No obstante, la mirada de la peliazul se dirigió hacia lo que él había dejado atrás, evaluando la situación en silencio.
El albino tragó saliva, aterrado.
-El distrito del placer...-Musitó la fémina.
-¡N-No es lo que piensas! ¡Puedo explicarlo!-Interrumpió Bell, sacudiendo las manos, negando.
-Fufufufu no te preocupes amor. Sabes que puedes contar conmigo y soy la que más confía en ti. No hay manera de que hayas entrado a ese lugar-La humana se reía, desechando la idea de que su novio hubiese entrado a ese sitio. No le hacía sentido.
Su pareja suspiró, aliviado.
-Qué bueno que fuiste tú... en serio amo que me tengas tan alta estima, mi amor-Dijo el conejo, relajando el cuerpo y bajando los hombros.
-Lo sabes perfectamente, querido-Ella le guiñó el ojo, acercándosele.
De repente...
-¡¿E-Eh?! ¡¿Shakti?!-Lo abrazó, sorprendiéndolo.
Ella se aferraba a su cuerpo, como si hubiese extrañado tenerlo cerca, tenerlo en sus brazos, compartir su calor.
Incómodos, los transeúntes desviaron la atención y siguieron su camino.
Bell correspondió al abrazo.
"Supongo que me extrañó. Debo explicarle lo que sucedió lo más pronto..." Decía mentalmente, hasta que fue interrumpido.
*Snif*
La peliazul lo olfateó, causándole un escalofrío.
-Con esto lo confirmo...-Susurró.
-¡E-Espe...! ¡Gah!-Queriendo defenderse, el conejo trato de soltarse, pero...
*¡PLAZ!*
"¿Uh? ¿Q-Qué? Todo se está volviendo oscuro. Shakti ¿Qué fue lo que me hiciste...?" Ese resquicio de conciencia no pudo procesar lo ocurrido.
Había recibido un golpe con la mano abierta que le fue dado en el cuello, noqueándolo.
Antes de que cayera al suelo, la domadora rodeó su cuerpo con el brazo derecho, como un costal de papas.
-Fuiste al distrito del placer...-Declaró, mirándolo como una completa escoria.
Los ojos de Shakti se volvieron opacos, una expresión severa y blanca apareció en su rostro, mostrándose decepcionada y sobretodo, molesta.
Sin perder el tiempo, lo puso encima de su hombro para llevárselo de ahí, ante la mirada de todos, quienes sintieron un profundo miedo al presenciar la escena.
-Veamos qué opinan las demás. Sobretodo Airmid-Finalizó, cargándolo hacia la mansión.
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¡¿ESTE SERÁ EL FINAL DE BELL CRANEL?!
¡Wow! 27 600 palabras. Ha sido el capítulo más largo que he escrito para un fanfic. Espero que no se les haya hecho muy pesado.
¿Valió la pena la espera?
Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo como ya es costumbre.
En fin, déjenme sus opiniones.
¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?
Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.
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