2#: Patada de... ¿suerte?
BENJAMÍN
Era sábado. La competencia se haría a la la tarde. Faltaban algunas horas, así que tenía tiempo para mis estrategias. Estrategias que no incluyeran pensar en aquel rubio. Que no incluyeran pensar en sus labios, besos o provocaciones.
Llené mis pensamientos de otras cosas, tapándolo.
Con tan solo pensar las comidas que iba a preparar para ganarle, se me hacía agua en la boca. Le iba a ganar costara lo que costara. Bueno, no es como si podría morir por cocinar también.
Como me habían dicho que había que llevar los ingredientes, lo primero que hice, luego de ponerme el uniforme, fue dirigirme al supermercado para hacer las compras. Obviamente, luego me lo pagarían. Si no, ni loco aceptaba.
Cuando llegué allí, fui a recoger las cosas.
Mientras caminaba por los pasillos, me quedé pensando en mi enemigo. ¿En verdad era alguien digno para competir? Es decir, era un chef francés. Cuatro años mayor que yo. Y me había besado.
¿Él quería competir conmigo de verdad?
Al abrir los ojos, ya que estaba concentrado en mis sueños, me choqué con una chica muy bonita. Era rubia, con ojos celestes cristalizados y con hermosos labios rojos. ¿Era mi día de suerte?
—¡Lo siento! —exclamó ella, lo cual me devolvió al mundo.
—No pasa nada, solo ha sido un golpe... —le respondí, sonriendo— soy Benjamín.
Claro que no trataba de ligar, pero me gustaría ser su amigo. ¿Al menos uno haría daño? No me gustaría ser tan forever alone. Mucho menos cuando mi sexualidad estaba en juego. Tenía que aclarar mis dudas, ¿no?
—Soy Clara —se presentó agregando una pequeña sonrisa, la cual yo devolví, por supuesto.
—¿Eres chef? —preguntó ella señalando mi uniforme.
—Claro, justo ahora estoy comprando cosas para una competencia —aclaré.
—¡Oh! —exclamó ella—. Mi amigo también es chef, creo que comenzó esta semana a trabajar en un restaurante... —comentó, pero no logré escuchar nada. Me pareció que ella tenia un algo parecido a Charles, pero, no, no lo creo... ¿Por qué pensaba en él, de todos modos?—. Oh mira, allí está.
Ella señaló a mis espaldas. En cuanto me giré, pude ver al jodido de Charles junto con un pequeño de pelo rubio rizado y ojos celestes como los de la chica. ¿Acaso él...?
Oh, diablos.
Hombre casado, ¿no?
—Vaya... —murmuré, viendo que el imbécil se dirigía hacia donde estaba yo.
Él seguía vistiendo ridículamente: un gorro, una sudadera y unos jeans gastados. Sin embargo, ni siquiera tenía una marca de acné o algo en la cara. Incluso recordaba que sus manos eran mucho más suaves que las mías.
—¿Qué tal, Ben?
Desvíe la mirada al escuchar su pregunta. No quería volver a pensar en todo lo que había ocurrido.
—Bien.
—¡Oh, qué maravilla! ¿Ustedes se conocen?
Clara parecía emocionada por este suceso. Yo, al contrario. Si la Tierra podía tragarme allí, lo agradecería. Muchísimo. Después de todo, había tenido unas pequeñas segundas intenciones con la chica. El que apareciera Charles con un niño... bueno, daba a entender muchas cosas.
—Supongo que somos compañeros rivales de trabajo —explicó él con una sonrisa.
Traté de no hacer una mueca.
—Ajá...
El niño que estaba atrás de él me miró. Me llamó mucho la atención, por lo cual me incliné hacia su altura. Si era el niño entre ambos, la verdad había salido bien. Aunque, cómo no considerando que parecían dos modelos alemanes.
Incluso Charles tenía la piel como... bronceada. Es decir, no era pálido muerto como yo, sólo tenía un color cálido lindo.
—Hola, pequeño, soy Benjamín. ¿Cómo te llamas?
Luego de esa pregunta sencilla, él me miró a los ojos. Con un poco de timidez, se acercó a mí. No pude entender lo que planeaba, puesto que hacía mucho no me hablaba con un pequeño. Me caían bien, puesto que parecían más maduros que muchas personas mayores.
Quise preguntarle otra cosa, pero algo que me dio curiosidad me detuvo: hizo su mano puño, para luego llevarla hacia atrás y... estamparla contra mi entrepierna.
Sentí cómo el aire se me iba y caí de rodillas al suelo, tomándome esa zona con fuerza. ¿Cómo podría tener tanta fuerza un... maldito niñato? ¡¿A quién se le ocurría enseñarle el punto débil además?!
—¡Clarence!, ¡eres un niño malo! —Clara gritó.
Mientras, Charles largaba un millón de carcajadas. Ojalá se muriera asfixiado por su propia risa. ¿Qué había de malo con él?
—Sí... que es fuerte —comenté.
Tardé un rato para recuperarme y ponerme de pie.
—Lo sacó de mí —comentó Charles con tranquilidad, riendo.
Traté de no demostrar lo sorprendido que estaba. Entonces, ¿afirmaba que ese pequeño era su hijo? ¿Por qué, entonces, me había besado el día anterior? ¿Estaba..., estaba engañando a Clara?
Eso ya era demasiado.
—A...ah, lo suponía —bufé.
Me relajé lo suficiente y me dirigí a la caja registradora. Saludé a Clara, ignoré a Charles y despeiné a "Clarence" con los mínimos nervios posibles. No quería ser el mal tercio de una relación.
Debía alejarme todo lo suficiente.
Pagué lo mío y me fui al restaurante, donde se suponía que iba a hacer la competencia. Miré hacia atrás, solo por curiosidad en cuanto unos minutos pasaron. Charles me estaba siguiendo... de nuevo.
—¿Me sigues acosando? —pregunté en voz alta.
—¿Ah?, ¿de qué hablas, mocoso idiota? —Pareció que se enojó—. Solo voy a la competencia para romperte el trasero.
¡¿A qué iba ese cambio de humor de repente?! ¡Ayer no estaba así! ¿Por qué ahora me trataba mal?
Aunque, ¡¿qué importaba?! Era mejor si lo hacía. Quizá lo del día anterior sólo había sido una pesadilla de mi parte. Nada había sucedido.
Oh..., demonios. Casi estuve por olvidar eso. No era como si pudiera mantenerme alejado si era verdad que él tenía que ir por el mismo lado que yo.
—¿Desde cuando eres tan directo y enojón? —pregunté todavía caminando. Mis labios se movían solos—. Ah, cierto. Desde que te encontré con esa chica. Pensé que eras homosexual, después de lo de ay...
Paré de hablar al escucharme. No quería recordar ese beso, ya que fueron los treinta segundos más largos de mi maldita vida. Si podía evitar eso, mejor. No había que hablarlo, era inecesario.
Como ya dije, sólo fue un mal sueño.
—¿De lo de ayer? —completó la estúpida frase.
Lo único que me faltaba.
—Olvídalo —murmuré, largando un gruñido.
—¿Olvidar?, ¿de qué hablas? ¿Por qué olvidaría cuando nuestros labios se unieron? —prosiguió.
Me detuve, me di la media vuelta y lo miré a los ojos, casi enfocándonos con la mirada. Mi espalda sintió una corriente de arriba a abajo.
—No soy gay... —me quejé—. ¡Y tú ya tienes esposa e hijo! Deberías irte con ella. Sé fiel, al menos. No me des asco.
—Pareces celoso... —susurró con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¿Celoso de qué? —pregunté, sin entender—. Ya te lo he dicho: no soy gay. Ahora, vete con tu esposa, novia o lo que sea..., e hijo.
Estaba consciente de que en serio parecía celoso. Y eso que yo a él ni lo conocía. ¿Por qué debería estar celoso? Bueno, sabía que lo conocía de algún lado. ¡Agh! ¿Por qué no lograba recordarlo?
Era tedioso. ¿Alguien podría remover mi memoria, por favor?
—Celoso de ella. Claro está.
Me puse tenso al escucharlo. ¿Por qué decía tonterías? ¿Celoso de qué, si el beso incluso había sido forzado...?
—¡No estoy celoso! ¡Claro que no! —exclamé, hablando rápido.
Él sonrió de nuevo, con una sonrisa pícara. Me agarró del brazo sin que pudiera reaccionar ante ello, y me arrastró a un callejón oscuro que se encontraba a nuestra derecha.
—¿Que mierda haces? —pregunté mientras me arrastraba y me empujaba contra la pared.
Oh, no. No, no. No de nuevo. ¡¿Acaso planeaba hacerlo de vuelta?!
Me quedé inmóvil, en el lugar. Bueno, eso no tendría nada de malo. ¿O sí? Es decir, si él era casado y demás, tendría mucho que ver. Además, no debía dejarme besar tan fácil. Charles era lindo, pero... creo que el tener pito afectaba bastante mi imagen de atracción.
Intenté empujarlo, hasta que una frase me hizo detenerme:
—No deberías estar celoso. Ella es como mi hermana.
Me sonrojé. ¿Por qué me explicaba eso? No era necesario. Él era hombre y yo igual. No podíamos estar juntos. Algo estaba mal.
— Y el niño pequeño que viste, es su hijo, mi casi sobrino. Los acompañé a hacer compras porque ella no podía lidiar con las compras y con Clarence sola. —Se acercó a mi rostro—. Solamente soy tuyo, ¿bien?
"Tuyo". ¿A qué se refería con eso? Él no me conocía. Él no lo hacía. Sólo había visto un chico amargado con cara de enojo y arrugas por el estrés. Eso era todo.
Esa palabra era mucho.
Mordí mi labio con fuerza cuando comenzó a dejarme un camino de besos en mi cuello. Los cuales, notablemente, me hacían sentir extremadamente bien. Bien, Benjamín casi virgen, ¿sólo por unos besos caías?
Apretaba mi mandíbula, ya que no quería hacer ruido alguno. ¿En verdad se sentían tan bien estas cosas? ¿Por qué no había buscado alguna pareja antes para que me hiciera ello?
Ah, cierto. Responsabilidades.
Aún cuando trataba inconscientemente de darle patadas o cabezazos, me seguía teniendo inmóvil solo con sus brazos. ¿Por qué mi cuerpo se había vuelto rígido de nuevo? No, no estaba rígido. ¡Era como si estuviera dispuesto a él, en una jodida bandeja de plata!
¿Qué me estaba pasando?
No sentí que el mundo se me venía abajo, hasta que sus labios se posaron en un solo lugar y succionó con fuerza. Oh, no. No, no, no.
¡¿Era una marca?! ¡¿Me había dejado una maldita marca?!
Un pequeño gemido salió de mis labios sin mi consentimiento. Quise taparme la boca ante ello, pero seguía sin poder moverme.
Y... mierda. ¿Es en serio? ¡¿Cómo pude haber gemido?!
—Y tú, eres mío —susurró, regalándome un guiño.
Se acercó a mi rostro de nuevo, y abriendo mis labios con su pulgar mientras con una mano me tomaba de mis dos manos sosteniéndolas sobre mi cabeza, volvió a juntar sus labios con los míos.
Era... un poco placentero estar sometido de esa forma. Y ridículo. Completamente ridículo. ¡¿Cuál era la maldita necesidad?!
Y me besó. Me sometía a abrir mi boca más y más. Mi cuerpo seguía sin reaccionar. Adentró su lengua en mi boca, buscando la mía. No quería corresponderlo, no quería, ni quisiera hacerlo. Sin embargo, mi cuerpo reaccionaba de otra forma hacia aquel lunático pervertido.
Nuestras lenguas se rozaban una y otra vez. Algo de él me atraía, bien. Mi corazón y mi cuerpo parecían querer hacer un dúo en contra mía. Sin embargo, por suerte, mi mente fue más fuerte.
Así que, con lo inteligente que soy, le mordí su lengua. Hice que me suelte, y lo empujé lo más fuerte que pude.
Él chocó con unos botes de basura de metal. Me limpié la saliva de mi boca —un asco, la verdad—. No me preocupé ni me molesté hasta que lo vi con más detalle. Él no parecía moverse. Me pareció extraño eso; por lo que, cuando fui a ver si seguía vivo, estaba inconsciente.
—¡Genial! ¡Pude dejar a alguien inconsciente! —exclamé con alegría mientras me miraba mis poderosos músculos.
"Soy invencible", pensé.
Escuché unos ruidos provenientes de Charles. Él se estaba quejando del dolor. Salté de miedo, con sorpresa. Se ve que sí estaba consciente... un poco.
Me agaché para ver si estaba despierto. Y sí que lo estaba.
—¿Acaso quieres matarme, idiota? —gruñó, mientras me agarraba del cuello de mi uniforme.
—¡F-fue defensa propia, y también sin querer! —grité con nervios.
En mi voz se notaba eso. ¡Aparte, no tenía nada de qué quejarse! ¡Era un abuso lo que había hecho!
—No puedo levantarme, ayúdame a ir a mi casa.
Largó un quejido y extendió los brazos para que lo ayude. Traté de ignorarlo un poco. ¿Es en serio? ¿Pensaba que iba a hacerlo?
—¿Ah?, ¿por qué debería ayudarte luego de que intentaste violarme?
—No fue violación. Sólo un maldito beso. Ahora ayúdame a levantarme y llévame hasta mi casa. Al menos que quieras que llame a la policía.
Sacó su celular y me mostró que marcó 911.
Diablos. Lo que menos quería eran problemas. ¡Era obvio lo que pasaría! La autoridad se pondría del lado del pobre extranjero lastimado! No de la víctima verdadera que había sido casi obligada a tener un beso.
—Está bien, está bien. ¿No es mejor ir a un hospital? —pregunté levantándolo y poniendo una de sus manos en mis hombros.
—¿Para qué? Sólo llévame a mi casa.
—Está bien, ¿dónde queda?
—Dos cuadras a la derecha.
Él señaló hacia donde había dicho y fuimos caminando.
En todo el recorrido, que duró bastante debido que él se golpeo en la cadera y no podía caminar ni un jodido paso —seguro que no es la primera vez que le duele la cadera—, no hablamos. Y al llegar a su casa, me sorprendí de lo bonita que era; con rejas verdes, un lindo parque y un gran piso.
—W...wow —logré exclamar.
No me molestaría vivir allí. Es decir, era una enorme casa. Enorme. Quizá ocupaba la mitad de la manzana. ¿En serio vivía solo allí? ¿Tan rico era? ¿Y si lo convertía en mi sugar daddy sería malo?
¡No, Ben! Concéntrate. Nada de acosos.
—Toma las llaves y abre. Luego llévame a mi maldita cama para descansar.
Me dio las llaves.
—Eh... ¿no te importa que un extraño entre a tu casa con tranquilidad? —pregunté.
La verdad era muy jodido este tema. Entiendo que yo lo haya lastimado, pero fue culpa suya. ¿Quizá el dejarme libre en su casa enorme era una forma de recompensarme por sobrepasarse...?
Bueno, no tenía quejas. Estar un pequeño rato en una casa de lujo no me haríamal.
—Tú no eres un extraño para mí. Te lo dije unas millones de veces, ¿cuándo te va a entrar en la cabeza?
He ahí de nuevo esa frase. Sí, sí. Si no era un extraño para él, ¿por qué yo no lograba recordarlo?
Abrí la puerta. Él me señaló dónde estaba su cuarto y yo lo llevé hasta allí. Se sentó en su cama y me observó, esperando algo. Uff, que siga soñando.
—Está bien. Me voy. Y..., ah, perdón por lo de tu cadera, pero jódete. Por imbécil —exclamé mostrando mi dedo del medio.
Me encaminé hacia la puerta, para irme. Sin embargo, me tomó del brazo.
¿No podía dejarme hacer mi vida por un segundo?
—No te vayas —susurró.
—¿Ah?, ¿por qué no debería? —me quejé, zafando su agarre.
—Tú me lastimaste, deberías cuidarme, ¿verdad? —me dijo con ojos de cachorro.
Lo pensé un poco. Como dije: un día en una casa de lujo no me haría nada mal.
—Está bien, sólo hasta que te recuperes estaré aquí. Luego me largo. ¿De acuerdo, psicópata? Deberías estar agradecido de que tengo una buena humanidad.
Charles se inclinó, acercándose a mí. En instantes, estaba envuelto en sus brazos. Me estaba abrazando con fuerza... y... ¿cariño?
Aunque, esperen, ¿cuándo acepté acostarme en la misma cama con alguien que casi abusa de mí? Bueno, el "casi" porque no es como si hubiera forcejeado o denunciado a la policía.
—Estoy feliz, gracias. Eres mi suerte —susurró en mi oído.
IMAGEN:
Charles y Benjamín
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