En estas calles hay una pestilencia abrumadora, todo hiede a ella y me estoy asfixiando, como me asfixié esta tarde en sus cabellos, esos cabellos con los que me deja jugar mientras pretendemos que nunca nos vamos a despedir, que vamos a circular por estas calles hasta que el amor o uno de nosotros desfallezca, que la tarde no se termina, que sus padres no llegan, que todo el tiempo es nuestro y nosotros es para todo el tiempo, que esos besos torpes son solo el inicio de un descubrimiento, que este recuerdo que impregna todo este camino no se va a volver el mayor dolor que pueda sentir, que voy a sentir a alguien a mi lado cuando recorra esta ciudad en sus noches que nunca tienen estrellas, en estas calles donde hay de todo menos un abrazo, ese abrazo que sostuvimos por alivio momentáneo de saber que ambos nos queremos, pero quererse no es suficiente, nada es suficiente para borrar el halo que tiene este recorrido hacia mi casa donde no está ella, donde no ha estado y nunca estará, esta casa que no es mi hogar, porque el único hogar que construiré serán todos mis recuerdos con ella.