↬Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 01↫
La
elección.
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Y. Han Soora
¿El amor? El amor a veces se acaba, se agota y traiciona.
Jamás creí que las personas que se veían más enamoradas, que se entendían a la perfección y se acoplaban el uno al otro, podrían engañarse, herirse y lastimarse de una forma tan sofocante e hiriente que, lo único que lograron fue separar a una gran familia.
Mamá se había quedado con la casa que teníamos en Busan, era gigante, lujosa y con más de cinco habitaciones, esa era la que ocupabamos en navidad o en fechas importantes como nuestros cumpleaños, graduaciones u otras festividades. Mientras que papá se mudó a Seúl, a un apartamento con apenas tres habitaciones, pero era muy acogedor. La que era nuestra casa, en donde todo era felicidad, amor y paz, la vendieron luego del divorcio al mejor postor.
Decidir con quién me quedaría fue la tarea más sencilla del mundo, como si lo hubiesen planeado antes; me quedaba con mi mamá en Busan de lunes a jueves y con papá de viernes a domingos, pero algo ocurrió aquel viernes cuando yo apenas tenía siete años.
Todo cambió cuando mis padres me abandonaron en una casa hogar con un único dueño; la señora Lee Tatiana y sus tantos empleados. Me dejaron en aquel gran lugar y solo me dijeron unas pocas palabras antes de abandonarme: “Ya no te queremos en nuestra vida, eres nuestra mayor maldición y solo llegaste a destruirnos”.
Llorar todas aquellas noches fue mi gran consuelo, aunque la señora Lee era una buena mujer, estaba pendiente de todas mis necesidades básicas, tenía educación y sobre todo, me enseñaba a ser una gran mujer.
¿Por qué? Simple, ella nos entrenaba para ser la esposa de algún millonario, empresario o un deportista profesional con el propósito de darle un heredero digno a nuestro dueño, ni siquiera nos dejaban conocerlo antes, tener alguna interacción para ver qué podíamos lograr después de charlar o desarrollar algún tipo de sentimientos por él; solo nos elegían como si fuésemos un lindo cachorrito en busca de un nuevo hogar.
No era justo, pero tendríamos todo lo que nos merecíamos: lujos, joyas, grandes casas, apartamentos, viajes, dinero y según, felicidad. La señora Lee tenía en su hogar a quince chicas; siete de ellas llegaron a ser más que unas amigas con quien tenía una pijamada, pasaron a ser mis hermanas y sentir que aquello acabaría, dolía, muy en el fondo de mi corazón ya que, a los veinte años era cuando una mujer se volvía más fértil y esa indicadaba la hora exacta para que vinieran aquellos hombres en busca de una mujer para embarazar.
—¿Escucharon los rumores que andan por la mansión? —hablaba Yunnie, mientras yo veía por la ventana del comedor aquel hermoso jardín, jamás me cansaba de verlo.
—¡Sí, el famoso jugador de béisbol de los Yankees de Nueva York viene a por una de nosotras! —exclamó Rose con emoción, como si ser una cosa que podías pagar fuera tan gratificante.
—Pero escuché que se lesionó y dejó de jugar en Estados Unidos, volviendo a su país y viviendo en su gran mansión —Lynah debía unirse a la conversación o dejaría de ser ella.
Todo lo relacionado a un contrato, hombres, sexo, lujos, embarazos y muchos bebés, no era exactamente lo mío, así que ignorarlas viendo aquel colibrí junto a esas flores por el polen, era un gran refugio mental.
—¿Y qué importa? Mientras tenga dinero es mejor para nosotras, tendríamos todos los lujos del mundo —Lenay sonaba aún más emocionada que Rose, como si de un milagro se tratase.
—¿Hannie, en qué piensas? —pude reconocer aquella voz, era la de Jessica.
Al escuchar mi nombre giré bruscamente mi cuello para ver a las chicas que seguían sentadas en la mesa, tomando aquel té de manzanilla de las cinco de la tarde.
Era una costumbre.
—Tiene miedo de ser elegida —se burló Jenna junto a la risa de las demás chicas en el comedor.
Apuesto que sus risas resonaron en toda la gran mansión.
—Muy graciosa, Jenna, pero no tengo la menor intensión de escuchar sobre aquel ex-jugador lesionado, sólo no me interesa, no me llevará con él —estaba segura de que no sería así y no era precisamente por describirme como una chica fea, pero estaba algo pasada del peso ideal para mi estatura y no me vestía para impresionar.
—Vamos, Hannie, no quieres quedarte aquí hasta envejecer sin ser alguien importante en los medios visuales, ellos por lo menos nos dan esa oportunidad —Hardy entró a la conversación, todas sentían que su propósito era ser elegidas por un patán que las lastimaría.
¿Qué vida era esa? Porque era muy deprimente.
—¿Qué no lo ven? ¡Parecemos damas de compañía! —me puse de pie como si estuviera dando un gran discurso.
Sí, estaba inspirada, no me parecía justo vender nuestro cuerpo y alma al mejor postor.
Sin notarlo, vi como entró la mujer que más odiaba mi existencia, si fuera por ella ya me hubiese exterminado hace mucho tiempo atrás.
—Sí, pero tú eres de las feas —Connie se burló junto a su grupito de amigas—. Ni sé para que te preocupas, ni siquiera se fijará en tí.
En parte, era cierto, ¿Por qué un hombre tan adinerado se fijaría en alguien a quien denominaban obesa? No creo que quiera ser el hazme reír de los medios visuales y si les soy sincera, me alegraba por eso, no tendría que estar con alguien a quien realmente no amaba y que no amaré nunca.
Las cosas impuestas no funcionan.
—Fuera de aquí, Connie, es nuestra hora de tomar el té —Yunnie se puso de pie enfrentando a Connie.
Connie era rubia, alta y muy curvilínea, ni siquiera me sorprendería si el ex-jugador de béisbol la eligiera a ella.
En cambio, Yunnie era una morena, baja con cabello negro y californianas azules, claramente, ninguna de las dos eran coreanas, sólo sus padres las abandonaron aquí cuando escucharon de éste lugar.
—Uy, cierto que nos metimos con el feo bebé de mamá oso —Kelly habló defendiendo a su mejor amiga.
—Si no se van, no tendrán ni un cabello falso que lucir cuando llegue el señor Jeon —se puso de pie Jenna sin perder sus modales.
El resto de las chicas se quedaron viendo el espectáculo que las cuatro mujeres archienemigas estaban dando, incluyéndome, jamás me gustaría meterme con Jenna o Yunnie, son extremadamente peligrosas.
Y no exageraba. Las cosas iban a ponerse feas.
—¡Ven, aquí te espero! —soltó Connie con una risita burlona en su rostro.
Jenna no lo pensó dos veces y levantó un poco su vestido para caminar en su dirección con cierta velocidad, se notaba que estaba enojada, pero algo pasó sin previo aviso, la señora Lee apareció y tomó la mano de Jenna con decepción. Todas nos tensamos al ver la escena, mis hermanas y yo nos acomodamos mejor en la silla mostrando el respeto que se merecía nuestra "madre", mientras las otras chicas se pararon en su lugar muy erguidas.
—¡¿Qué es todo esto?! —la señora Lee estaba muy molesta y no creo que solo sea por el bofetón que Jenna le iba a propinar a Connie— ¡El señor Jeon está por llegar y ustedes lucen terribles! —suspiró pesadamente y frotó su cien, como si una idea le viniese a la mente.
—Lo lamento, señora Lee —Jenna estaba apenada, porque así no fue educada.
—Igual yo —habló Connie con la cabeza gacha.
—Nada de lamentos, ¡Vayan a ponerse el traje de baño más sexy que tengan y se quedan en la piscina para que el señor Jeon las detalle mejor! —ordenó firmemente.
¿Acaso escuché bien? No me iría a ponerme un traje de baño, ni loca mostraría mi cuerpo para que un extraño me escoja, me detalle bien o vea mis atributos. Me negaba a hacerlo.
—La que no obedezca tendrá un fuerte castigo, ahora ¡Fuera! —amenazó señalandonos con su dedo índice.
Las chicas comenzaron a levantarse de la mesa y solo decidí seguirlas, mientras las otras dejaron el gran comedor. Aunque sabía que era una mala idea hacer lo que la señora Lee pedía y no precisamente porque me viera horrible en traje de baño, solo no veía correcto mostrar los atributos de cada una de nosotras para ser elegida por un patán con hormonas alborotadas.
La necesidad tenía cara de perro.
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J. Jung Kook
—¿Está seguro de hacer esto, señor Jeon? —tragué saliva y asentí, no podía mentirle a la que fue mi nana por tantos años— No te creo, ¿Por qué haces todo esto?
—¿Qué más quieres que haga? Tengo un acuerdo con mi padre y debo darle un nieto en un año o la demanda será muy grande. Más grande que todos mis ingresos —miré por la ventana del auto la hermosa mansión de la señora Lee y sonreí, había tanta vida y color en su linda residencia.
—¿Y las mujeres que tenías?
Solté una carcajada.
—Gran chiste, Bianca. Soy parapléjico, nadie va a querer a un hombre paralizado de la cadera hacia abajo y por un milagro de Dios me funciona el pene para procrear —me crucé de brazos y me removí en el asiento del auto negro blindado de mi empleado.
—No te debes menospreciar por ser parapléjico... —la interrumpí.
—Yo mismo provoqué el accidente y ocasioné todo esto —me señalé—. Era grande, estaba en la cima, pero por ir a un bar a beber unos tragos, todo cambió y más cuando fuí aplastado dentro de mi convertible —suspiré pesadamente, mientras George estacionaba el auto—. De milagro no me desfiguré la cara.
—Pero el doctor dió aquel porcentaje de que era probable que pudieras volver a caminar con las terapias dentro de años —la miré y tomé su mano con delicadeza, estaba cansado de las mentiras de aquel Doctor.
Una mentira tras otra.
—Bianca, Dios no quiere que ese milagro me ocurra a mí, así que debo avanzar con lo que tengo —le dí un beso en la frente y George me hizo unas señas, indicandome que habíamos llegado.
Abrieron las puertas traseras del auto y George ayudó a Bianca a bajarse, tomando su mano, mientras Harry me ayudaba a sentarme en mi silla de ruedas.
Al mirar hacia el frente la señora Lee apareció con una sonrisa en su rostro, nos esperaba en la entrada de su gran mansión que, he de destacar, era muy hermosa, quizás tome nota y mande a construir una para mi futura esposa.
—Señor Jeon, siempre tan puntual, los medios no se equivocaban —me acerqué a ella en mi silla de ruedas y tomé su mano para besarla—. Y es todo un caballero.
—Gracias por sus halagos, señora Lee —le sonreí, mientras acomodaba mi cabello, aunque sabía que no iba a interactuar con ninguna de ellas, debía verme siempre guapo.
—Vengan por aquí, por favor.
La gran puerta se abrió, dejando a la vista un extenso pasillo con una alfombra roja en medio del piso de madera clara, las paredes blancas estaban adornadas por cuadros de paisajes con marcos dorados.
Mi Nana tomó mi mano y caminó siempre a mi lado, por fortuna, era de estatura baja y no hacía ningún esfuerzo para tomar mi mano que reposaba en los posa brazos de la silla, atravesamos el pasillo y pasamos unas cuantas puertas, pero la última de ellas era la más importante, estaba el gran despacho de la señora Lee.
Al ingresar en el, ella cerró la puerta y le puso seguro, evitando que alguien nos interrumpiera y alterara mi decisión.
Me indicó que me acercara al gran ventanal que tenía en el fondo y que me fijara cuidadosamente en todas esas hermosas mujeres que jugaban en la piscina sin preocupaciones, sin saber que una de ellas tendría que convivir conmigo por el resto de su vida. Conté quince chicas, todas tenían rasgos diferentes, cuerpos distintos y atributos nada similares, pero sólo una de ellas logró llamar mi atención.
Aquella chica que estaba sentada en la orilla de la piscina con una especie de camisón, disfrutando solo del paisaje que tenía en frente y era el hermoso jardín lleno de tulipanes, además, noté que era diferente a las demás, no intentaba impresionarme con un sexy y revelador traje de baño.
—Ella es perfecta —dije señalando a la chica— ¿Quién es ella? —pregunté detallandola un poco.
Sus ojos eran verdes oscuros, piel blanquecina como la porcelana y era probablemente de estatura baja, sus mejillas tomaban en cierto tiempo un color rojizo y su cabello largo castaño caía por sus hombros, espalda y tapaba sus pechos por encima del camisón.
La señora Lee se puso de pie, ya que se había sentado en su escritorio para buscar los papeles que debía firmar (los acuerdos y contratos), al acercarse a mí y fijar su vista en la chica que había escogido, abrió los ojos como platos.
—¿La del camisón blanco? —asentí con la cabeza— Su nombre es Young Han Soora, sus hermanas le dicen Hannie, nació en Busan un 11 de abril y sus padres la abandonaron a los siete años, ama pintar y es de gran carácter —giré mi silla para quedar frente a ella.
—¿Vírgen?
Ella asintió con algo de temor y tragó saliva, indicándome que era la única vírgen de sus hijas adoptivas.
—Debe ser muy cuidadoso al dirigirse hacia ella, no es fácil de tratar, tiende a discutir por todo y llorar por nada —asentí, debía ser cuidadoso con mis palabras.
Anotado.
—Perfecto, ¿Cuándo podré llevarla a casa conmigo?
—Hoy mismo, después de que firme los papeles y deje que ella se despida de sus hermanas.
—Perfecto, no aguanto las ganas de conocerla.
Holaaaaa! ¿Cómo están? Tenía tantas ganas de publicar ésta historia que no me aguanté. Con respecto a las otras historias que tengo, estoy preparando varios capítulos para publicarlos el mismo día, con eso quiero decir que no las voy a abandonar, pienso terminar cada una de ellas.
Espero y les guste tanto como a mí💕
Corregida: 23/03/2020.
Corregida: 25/09/2022.
Holaaaaa, muchas de ustedes me escribieron al privado y unas pocas al tablero preguntándome por esta historia, luego de pasar por revisión y algunos cambios, la he traído de vuelta... Espero les guste 😊
Gracias por leer❤️
Corregida: 26/07/2023
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