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Error #9: vertederos de información

Una obra cuyo trasfondo es particularmente complejo (un conflicto de poder con mil y un conspiraciones, por ejemplo) puede tentar al autor a recurrir a una exposición. Después de todo, si el lector no sabe qué es lo que está pasando, no disfrutará la obra, ¿verdad? Así que hay que orientarlo lo antes posible dándole un montón de datos, como el nombre de los últimos diez reyes, quién está casado con quién, qué chico es bastardo, quién envenenó a la tía del conde...

Sin darse cuenta, el autor transforma su historia en un vertedero de información.

EL ERROR

La exposición (ofrecer información “condensada”, por así decirlo) no es un error per se. Hay escritores que pueden exponer cosas interesantes con elocuencia, musicalidad y sin interrumpir la narrativa. Sin embargo, el resto de nosotros mortales elaboramos “vertederos de información” llenos de datos innecesarios que, para ser sincera, al lector le importan medio rábano. Además, interrumpen el ritmo de la historia. Pocas cosas resultan más irritantes para el lector que un vertedero.

He visto este error en casi todas las temáticas, pero es particularmente común en la fantasía y la ciencia ficción, géneros en los que el escritor construye mundos complejos. Como nos esforzamos tanto por crear un universo con mil y un elementos interesantes, sentimos la necesidad de narrar sobre guerras élficas que ocurrieron hace cinco mil años (que, por cierto, no tienen nada que ver con la historia actual).

CÓMO EVITARLO

No asumas que el lector no puede lidiar con una dosis de confusión; en otras palabras, no asumas que el lector es idiota. Es normal que alguien no entienda de qué va una historia al principio de esta. De hecho, un poco de confusión es saludable, porque la confusión añade intriga, y la intriga lleva a las personas a formar sus propias conjeturas. Esto no ocurriría si, desde el principio, el lector sabe de más.

Está bien desviarse un poco para que el lector observe otros detalles del mundo en el que está metido. Por ejemplo, si los personajes han terminado de montar campamento y están reunidos en torno a la hoguera, ¿por qué no aprovechar para contar historias leyendas? Eso te da la oportunidad de entretener al lector con algo diferente y estrechar los lazos entre los personajes. Matas dos pájaros de un solo tiro.

También ayuda dar información en trozos más pequeños, o dejar pistas para que el lector saque sus propias conclusiones. Porque la verdad, muchas veces ni siquiera es necesario explicar nada. En la novela La carretera de Cormac McCarthy, un padre y su hijo recorren una carretera empujando un carrito de compras. No sabemos sus nombres y las descripciones son más bien escasas, pero poco a poco se hace evidente que están en un mundo post-apocalíptico: no hay vegetación, solo comen comida enlatada, otros grupos de humanos se muestran violentos e incluso recurren al canibalismo.

McCarthy no se detiene a explicar nada. Sencillamente deja que los personajes actúen, y las acciones son muchas veces más elocuentes que cualquier exposición. Sin mencionar que para el lector, es más satisfactorio descubrir información de la mano de los personajes que leerla directamente del narrador en un vertedero de diez páginas.

Y por lo que más quieras, si vas a exponer (que no está mal), procura no hacerlo al principio. En una etapa tan temprana, conviene actuar primero y explicar después.

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