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Treinta🍃

- ¿Dónde está ese dolor de cabeza?- el joven Alfa refunfuñaba caminando por los pasillos con clara molestia.

De verdad que no entendía por qué estaba emparejado con ese Omega. Quería que la Luna le diera una respuesta, pero hasta ella parecía estarse burlando de él. Parecía disfrutar el hecho de que ese Omega haya cambiado su shampoo por crema para pasteles. Andaba sus cabellos platinados pegajosos y le daba una sensación extraña.

- El Omega Luna de la Manada está en el jardín...- le dijo uno de los mayordomos de la casa.

- Gracias y por favor pide que preparen otro baño para mí- dijo y se retiró. Iba a cazar a ese Omega, le estaba colmando la paciencia.

- Oh no, no vengas a enojarte conmigo, Alfa intruso- el Omega en cuanto lo olfateó, se levantó para enfrentar a quien sería su pareja dentro de muy poco.

- ¿Qué no me queje? ¿Intruso?- el Alfa miró confundido a quien sería su Omega. Ese Omega era un descarado, aunque trataban de no pasar los límites ambos colmaban la paciencia del otro. Una vez ya había hecho enojar al Omega al punto de convertirlo en una guerra de gruñidos y él durmiendo en el sofá de la sala. Ni siquiera sabía por qué su Lobo le hacía caso al Omega, habiendo tantas habitaciones vacías dentro de la mansión, su Lobo obedeció la orden del Omega, sobre dormir en el sofá...

- Estas perturbando mi tranquilidad en estos momentos- el Omega le miró serio y cruzandose de brazos.- Y no te quejes, o volverás a dormir fuera de mi habitación...

- ¡¿Tu habitación?! ¡Es nuestra habitación!- exclamó haciendo una pataleta. Ese Omega estaba loco- ¡Es una habitación compartida!

El Omega miraba al Alfa, con impaciencia. Ya estaba cansado de lo mismo, y la cercanía de su celo no ayudaba mucho, suspiró.

- No he terminado- habló el Alfa tomandolo del brazo tratando de ser cuidadoso.

- No tengo nada de que hablar contigo- respondió soltando el agarre que el Alfa había ejercido en su brazo. Y volvió a entrar a la mansión yendo directo a la habitación que supuestamente compartía con el Alfa.

Se encerró ante la mirada preocupada de muchas Betas, quienes no quisieron preguntar nada. A veces les preocupaba cuando los futuros Líderes tenían esas discusiones, aunque al principio era algo gracioso, algunas mujeres encargadas del servicio se preocupaban por la salud del Omega. Era mas delicado y aunque él trataba de mostrarse fuerte, creían que el Omega necesitaba a un Alfa diferente, claramente no era algo que pudieran decir en voz alta o con mucha gente alrededor pero sabía que la Luna sabía lo que hacía y no podían llevarle la contraria.

El Omega ya estando solo, se acostó en la cama, se sentía cansado y un poco agotado, así que optó por dormir en ese momento. No quería ver al Alfa. Y de seguir las cosas así terminarían arrancandose pelo por pelo.

El Alfa estaba en el jardín dando vueltas enojado y soltando algunas maldiciones. No sabía sí para él mismo o para el Omega o solo al viento.

- Sí me permite, Líder, dejeme darle un consejo- habló uno de los ancianos, el jardinero de la familia Min. Había estado allí desde que el Alfa joven tiene memoria- Esto es dificil, pero no le impida a su Lobo, ser él mismo con su Omega, deje que puedan conocerse, de no ser así no solo sufrirá usted, el Omega Líder podría morir al ver su rechazo...

El joven Alfa se sorprendió de escucharlo. Se quedó sin palabras, sabía muy dentro de él, que parecía para muchos quizás para las Manadas en general que ambos se rechazaban, y no querían verse ni en pintura, el Omega y él solo discutían hasta que uno de los dos se cansaba, y siempre, o la mayoría de ocasiones, su pareja era quien daba por terminada la discusión.

Suspiró pesado y haló con un poco de fuerza sus hebras platinadas. Se encaminó de nuevo hasta su despacho, aunque su padre seguía al mando, él tomaba algunas responsabilidades de la Manada. Manejaba algunos casos pequeños, y las relaciones con las demás Manadas.

Trató de despejar su mente con trabajo, procurando no pensar en su Omega. Ya estaba harto de seguir el mismo patrón cada día. Hacer una broma, discutir, volver a molestar y volver a discutir. Una vez su Omega terminaba sus clases de confección para poder elaborar el primer traje para su cachorro, él iba a molestarlo. Salió y le dieron aviso de que su baño estaba listo desde hace varios minutos atrás.

Agradeció y se dió un baño. Pensando, pero no solo él. Su lobo estaba algo agresivo con él por negarse al ir con su Omega, insistía que los necesitaba.

Por otro lado el Omega se quejaba, su celo al fin había llegado, y lo estaba matando. Su corazón se oprimió ante el deseo de llegar hasta el tonto Alfa al que iba a desposar. Su Omega pedía por su Alfa. El Omega lo supo, su lado animal, sus Lobos se habían reconocido. Su Lobo había visto esos ojos grises...

- Omega...- la voz del Alfa se escuchó desde afuera de la habitación. Justo lo que no necesitaba, bueno quizás sí pero no iba a dejarlo entrar. Ese Lobo apestoso no iba a poder entrar.

- ¡Vete! No estoy de humor para hablar contigo- dijo lo mas alto que pudo. Su Omega le pedía ir por el Alfa, pero no quería que lo tomara en ese momento, no deseba enlazarse tan pronto. No así.

- Déjame entrar...- súplico el Alfa con voz calmada, lo mas tranquila que pudo. El Omega solo dio la vuelta en su cama, encogiendose en su lugar.

El Alfa ya no escuchó nada, su Omega volvía a ignorarlo. Suspiró y se le ocurrió una idea, extraña y que jamás pensó que haría.

Entró a la habitación contigua y fue hasta el balcón. Se sujetó y tomó impulso hasta que saltó al balcón que daba a la habitación que compartía con su Omega. Entró y lo miró, retorciendose de dolor... su Omega lo necesita en ese momento.

- ¿Por qué no me dijiste?- susurró espantando al lobo que estaba en la cama con las cobijas hasta el cuello.

- ¿Qué haces aquí? Alejate...- le dijo molesto de que el aroma jengibre lo calmara.- No quiero que me tomes...

El Alfa sintió una punzada en su pecho, su Omega lo estaba rechazando. Torpe humano.

- Puedo calmarte...

- No quiero que lo hagas, sal de aquí...- le respondió sin quitar la molestia y dolor en su voz.

Contrario a lo que el Omega pidió, el Alfa se subió a la cama, y lo envolvió entre sus brazos. Le arrulló por unos minutos, su pareja trató de alejarlo y gritarle hasta de lo que se iba a morir.

- Sé que lo sientes también... nuestros Lobos se quieren- dijo el Alfa sin dejar de acariciar los cabellos claros de su Omega.- Perdoname... no debía agredirte de ninguna manera...

El Omega estaba sorprendido y oprimió un jadeo de dolor. Odiaba la sensación de suciedad que le daba el lubricante. Su aroma a manzanillas estaba adormeciendo un poco al Alfa.

- Yo también...- dijo al final, mas tranquilo- Perdón por mis bromas, yo realmente no sé que hacer, pero sí queremos que las Manadas funcionen hay que poner de nuestra parte... dentro de unos días nos casaremos...

- Por eso, hagamos una tregua, no tendrás que cumplir el rol de Omega conmigo, si no quieres, respetaré tu espacio y tu privacidad- declaró el Alfa.

- De acuerdo, es una tregua, aunque no creo que este sea un buen momento para hablar de esto- el Omega rió- Estoy pasando por mi celo, Alfa...

- Lo sé muy bien, debía intentar llegar a ti de alguna manera- el Alfa susurró- Siempre tienes algo que decir, me preocupé al no escucharte maldecirme tras la puerta...

El Omega solo asintió. Intentarían hacer las cosas bien, por sus Manadas y los demás Lobos, la Luna los había escogido por alguna razón para que permanecieran juntos.

Esa noche, para todos en la mansión fue diferente, algo cambió. No sabían qué, en exactitud, pero algo lo había hecho.

Y es que tanto Alfa y Omega, no se despegaron el resto de la noche. El Omega dormía mientras el Alfa vigiliba su sueño. No llegó a tocarlo, solo a darle su aroma para reconfontarlo y calmar sus malestares, luego pedirían los tés para su Omega.

Por el momento, la tranquilidad de ambos y esa cercanía tan sutil eran suficientes...

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