Capítulo 9. El Reto Posible
Jaime y Josemi, aún sin novedades del resto del grupo, se dirigieron al buffet restaurante en busca de algo que echarse a la boca. El descanso sería rápido: aún había cosas que hacer y la gente parecía tan involucrada en el concurso como ellos, por lo que existía la posibilidad de que se quedasen sin formas de sacar puntos. Al fin y al cabo, nadie debería querer morir.
En medio del silencioso almuerzo, un hombre al que Josemi no tuvo tiempo de reconocer le dejó una tarjeta sobre la mesa antes de seguir su camino. Jaime miró tras Josemi para observar la trayectoria del extraño sujeto, quien dejó una tarjeta similar en el resto de mesas ocupadas y abandonó el recinto.
El joven se apretó las gafas y tomó el objeto, que no era más que un folio de papel cortado meticulosamente en un pequeño rectángulo. Había algo escrito sobre este.
—"Estás invitado a la primera reunión de El Reto Posible, una asociación hecha para unir fuerzas entre jugadores y derrotar a los administradores de Cryptica" —leyó lo suficientemente alto como para que Jaime le escuchase—. "Nos vemos en las puertas del parque de atracciones a las 15:00."
Su amigo alzó su mirada, dedicándole una exagerada cara de asco y duda a Josemi.
—Qué patética es la gente con complejo de salvador —respondió—. Qué vas a hacer, reunir a los ochenta tontos que quedaremos y llevarlos a la oficina del jefe para decirle "ya no queremos jugar"?
—La verdad es que es bastante estúpido... pero me da curiosidad.
—Pf, no sé yo qué decirte.
—Es que tienes razón, una persona normal no se las daría de héroe cuando estamos a un error de...
—De morir. Habla claro, no vas a asustarme.
—Sí, eso —Josemi tragó saliva. La fría mentalidad de su amigo le preocupaba cada vez más—. Algún as tendrá bajo la manga, digo yo, para armar este espectáculo... ¿No?
—¿Quieres ir a ver o qué? Tenemos cosas mejores que hacer, Josemi.
—No quiero que nos asocien a ellos por si, no sé, los acaban castigando o algo. Pero quiero saber qué tienen que decir.
Jaime se cruzó de brazos con la vista al suelo, pensativo.
—Consigamos algún punto más cada uno de aquí a las tres y me lo pienso.
—Dalo por hecho.
La comida fue rápida y el resto de la hora pasó volando. El centro comercial aún estaba a medio explorar y, aunque algunos de los establecimientos que estaban abiertos en su primera investigación habían cerrado, había algunos otros aún abiertos. Tuvieron suerte de que la muerte no quisiera perseguirlos durante la primera hora de la tarde y lograsen rascar algunos puntos de un acertijo en la tienda de espejos que nadie había parecido poder resolver.
Entonces llegaron las tres y la pareja caminó en dirección a la entrada, aún cerrada, del parque de atracciones.
—Todavía me creo que nadie hubiese sido capaz de resolver aquel acertijo —replicó Jaime—. Vamos a tener fácil y todo llegar a la final, ¿eh?
—A ver... no todos son la mente maestra que eres tú —respondió con un tono sarcástico y una sonrisa pícara. Los comentarios pedantes de Jaime siempre le habían sido un dolor de huevos a Josemi, pero se había logrado acostumbrar.
Los dos jóvenes pudieron divisar en la distancia como lentamente se formaba un pequeño cúmulo de jugadores al reunirse más personas que, como ellos dos, se iban acercando.
—¿Nos metemos ahí en medio o prefieres que observemos de lejos? —preguntó Jaime.
—Vamos a acercarnos y quedarnos en la parte externa del corro, por si llega algún guarda poder salir corriendo —respondió con una sonrisilla.
—Nos pillarán igual, pero vale.
Una mano se posó sobre el hombro de Jaime, quien se volteó sin sobresalto alguno. A su lado se reveló Iván, quien saludó con la otra mano con un rostro animado.
—Buenas tardes —dijo el alto y pálido muchacho, mientras que Josemi no respondió y solo le dedicó una sonrisa—. Sigues vivo.
Iván asintió y devolvió la sonrisa.
—¿A ti también te llegó la invitación de ese chaval?
El sordomudo enseñó una carta similar a la que ellos habían recibido. Se notaba que habían sido hechas a mano, porque cada una era distinta e imperfecta a su manera. Josemi tampoco podía negar que, a pesar de todo, estaban bastante bien hechas. Iván a continuación enseñó una de las hojas de su libreta.
"Vine a cotillear y a reírme un rato. El que repartió las tarjetas tenía unas pintas de friki que daba pena verle."
—Qué basto eres —respondió Josemi, aguantándose la risa—. Pensaba que eras más... santo.
Iván se encogió de hombros.
El grupo escuchó un silbido que les llamó la atención y el silencio fue invadiendo el ambiente. Los presentes comenzaron a formar un arco frente a dos jugadores: 079 y 030. Este último llevaba en la mano una libreta gorda y vieja. Había algo en la mirada de aquellos dos sujetos que descolocaba a Josemi. No, en su mirada no: en todo el aura que emitían.
030 era un muchacho no mucho más alto que él, pero bastante más corpulento —aunque tampoco era muy complicado ser más ancho que Josemi—, con una sudadera atada a la cintura y un par de brazos peludos tatuados a la vista gracias a su camiseta remangada. Su pelo era liso y estaba bastante revuelto, gotas de sudor caían por su frente y su mirada parecía estar totalmente vacía, pero sus constantes movimientos de cabeza, analizando y observando a cada uno de los jugadores que lo rodeaban, demostraba que no estaba en Babia, sino preparándose el guión.
Por el contrario, 079 era una muchacha mucho más baja que él y, sorprendentemente, también más delgada que Josemi. No podía comprobarlo bien por el uniforme, pero podría estar perfectamente en los huesos. Estaba encorvada y con la cabeza tan agachada que no se le alcanzaban a ver los ojos, pero igualmente su largo pelo liso y oscuro parecía contar con un flequillo que igualmente le tapaba todo el rostro desde la mitad de los ojos hacia arriba. Por si no fuera poco su piel era blanca como la nieve. Eso, sumado a todo lo demás, la hacía parecer la niña de la curva.
—¡Bueno, bueno, pero qué de gente! —exclamó 030 con una perturbadora sonrisa, frotándose las manos—. Somos más de treinta, por lo que he contado. No sé si faltará alguien por venir, pero mejor que se incorpore a mitad de la charla. Hagamos esto rápido que seguro que tenéis cosas que hacer.
030 tragó saliva, se secó el sudor de la cara con el brazo y bajó su mirada a la libreta que sujetaba.
—Lo primero de todo, me llamo César y esta a mi derecha es Yolanda, que me ha estado ayudando con todo esto. Ahora sí, vamos a lo importante. Estáis aquí porque queréis saber qué es El Reto Posible, ¿verdad?
Nadie respondió, aunque César parecía estar esperando algo del público.
—Digamos que sí. Pues es muy sencillo, aunque ya lo adelanté en la tarjeta de invitación: es una pequeña rebelión que podríamos hacer los jugadores para destapar a los administradores de este concurso, salir de aquí y denunciarlos por secuestro, tortura y asesinato.
De nuevo, silencio, aunque Josemi juró escuchar una risilla en alguna parte del público.
—Está tonto perdido — murmuró Jaime, de brazos cruzados y tan estirado como siempre.
—Posiblemente os estaréis preguntando cómo unos simples jugadores sin poder alguno en este lugar vamos a poder darle la vuelta al tablero y colocarnos por encima de nuestros secuestradores. Y es normal, porque es una locura, pero siempre ha existido una forma en la que los débiles han podido dominar a los fuertes: la extorsión.
La voz de César se iba apagando conforme hablaba, como si cada vez quisiese ser escuchado menos por quien fuese que pudiese estar espiando —pese a que Josemi no había visto cámaras ni guardas cerca—.
—Tenemos información de uno de ellos. Solo queda tirar del hilo y saber si preferirán sacrificar a nuestra víctima o al proyecto entero.
Josemi y Jaime cruzaron miradas mezcladas de confusión y desconfianza.
—Yolanda, por favor, reparte estos papeles —César dejó caer sobre sus manos una serie de medios folios que tenía guardados en su libreta. Todos parecían tener escrito lo mismo, y la muchacha de aspecto preocupante se reincorporó para dejar uno de ellos en cada grupo de dos o tres jugadores.
Cuando llegó el turno de los dos chicos, ambos clavaron sus miradas en un texto:
"Gambit se llama Francisco Suárez y es uno de los mejores jugadores de ajedrez del mundo. Supimos que sería parte de este proyecto desde antes de participar en él, por lo que enviamos un mensaje a unos conocidos diciéndoles que si no dábamos señales de vida antes del cuarto día de concurso, mandasen a las autoridades a rastrear nuestro paradero. Hablaré con los administradores mañana para comunicarles esto, negociaré con ellos y si llegamos a un acuerdo que me deje satisfecho, les pediré mi móvil para enviar la señal de que todo está bien."
—¿Cómo coño sabían que ese chaval sería parte de esto? —susurró Josemi, que no parecía creerse lo que el texto decía, pero tampoco sabía si sería lo correcto tacharlo de bulo.
—Es una trola, hombre —respondió Jaime con el ceño fruncido y sin saber bien qué opinar del asunto.
César volvió a hablar cuando se aseguró de que todos habían leído el papel.
—Solo necesito una cosa de vosotros, y es que si la extorsión sale bien, hagáis todo lo que yo os pida.
Las voces de varios jugadores comenzaron a alzarse.
—Yo no quiero saber nada de esto —dijo Jaime antes de dejarle el papel a Iván, darse la vuelta e irse. Tras él se fueron otro puñado de jugadores—. Si después de este circo quieres seguir explorando, te espero en la sala común de los dormitorios.
Iván se quedó junto a Josemi, indeciso.
"Esto me huele mal. Y él tiene toda la pinta de que también huele mal.", escribió en su cuaderno antes de enseñárselo.
Josemi miró a su compañero en silencio, tratando de saber qué podría ser lo adecuado. Si César no mentía, quizá se estaba metiendo en un lío muy gordo, pero... el asunto era interesante.
—No sé qué decirte, Iván.
—Además, si os preguntáis que cómo voy a encontrarle y hablar con Gambit, os seré sincero: hay una forma de conseguirlo: jugando contra él. Hay una prueba secreta en el Sector 1 a la que solo podemos enfrentarnos un jugador a la vez. No os diré su ubicación, evidentemente, pero si la encontráis os deseo mucha suerte.
En cuanto César terminó aquella intervención, Iván salió corriendo sin siquiera avisar.
Josemi ahora estaba solo, rodeado de locos escuchando la charla de alguien más loco todavía. Y lo peor de todo es que no sabía que hacer con aquella información. ¿Y si era una trampa? ¿Y si era verdad, y realmente ese tío raro era capaz de sacar de ahí a todos?
Si realmente tuviese la capacidad de sacarles de allí, ¿lo haría? En medio de su espiral de pensamientos, una voz resonó en su mente con más fuerza que el resto.
"Tú les abandonaste para escapar, Josemi. Él hará lo mismo."
La visión del ingeniero se emborronó y, en medio de la charla que parecía no haber acabado, comenzó a dar empujones a su alrededor con el fin de salir de allí y se retiró a paso ligero en dirección a la sala común. Una vez más tranquilo, sin gente a su alrededor y con los edificios residenciales a la vista, suspiró y susurró para sus adentros.
—Necesito una lobotomía.
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