Capítulo 7. Día nuevo, sector nuevo
Josemi despertó con un sentimiento de vacío en el cuerpo. Apagó la alarma, se levantó con pereza y abrió las persianas para dejar entrar luz solar, suspirando cuando se encontró de nuevo frente al verde y solitario paisaje de colinas sin fin.
—Este lugar no debería recordarme a vosotros.
No más de media hora después, Josemi estaba pegando a la puerta de Celia. Al joven ingeniero no le costó tanto salir de la cama: al fin y al cabo, no era la primera persona que veía morir frente a sus ojos. Desgraciadamente, sabía que el resto de sus compañeros estarían demasiado asustados como para hacer como si nada. Era lo normal.
—¿Celia?
Quizá era demasiado temprano como para pedirle a su amiga estar despierta. Josemi no podía dormir y necesitaba una taza de café —o más— del buffet, pero tampoco quería ir solo. Isa estaría demasiado devastada como para salir y Lidia estaría durmiendo. Solo le quedaba una persona.
—Pasa, anda —Jaime abrió la puerta a su compañero, revelando una habitación como la de Josemi—. ¿Despierto tan temprano?
—Bueno, tuve un mal sueño y preferí quedarme despierto —explicó mientras cerraba la puerta. Josemi tenía unas notables ojeras bajo sus ojos.
—Me imagino. Yo tampoco he dormido del todo bien.
—Aun así eres el que más tranquilo está de todos.
—Bueno, es que... ya sabía que los eliminados morirían.
Josemi asintió, no tan sorprendido como Jaime esperaba.
—Te lo dijeron cuando saliste elegido como líder... Me lo imaginaba.
—Sí.
Había algo que al joven no le cuadraba.
—No sé si saberlo con un par de horas de antelación me hubiese ayudado a prepararme para el impacto.
—La diferencia es que a mí no me cogió desprevenido, eso es todo.
—Sí, supongo que ahí tienes razón.
También era digno de mención que Jaime siempre había sido una persona apática, pero no mostrar ningún tipo de preocupación ante la posible muerte de sus amigos y de él mismo no era normal. Y estaba seguro de que Jaime pensaba lo mismo de él, aunque sabía que jamás le preguntaría el por qué. Tampoco le diría la verdad.
—¿Vamos a desayunar? —preguntó Josemi.
—Solo si me ayudas a explorar un poco después.
Dicho y hecho. Una hora después y con un café y media tostada en el cuerpo, los dos jóvenes se pusieron rumbo a la puerta anteriormente cerrada que les separaba del resto de Cryptica. Como ambos habían intuido durante el desayuno, esta se encontraba ahora abierta.
—¿Podemos pasar? —preguntó Josemi, tratando de mirar qué había al otro lado.
—A ver, si está abierta será por algo.
Jaime comenzó a subir las escaleras que había al otro lado seguido de Josemi, dudoso de su seguridad. Ambos llegaron a un pequeño llano unos cuantos metros por encima del Sector 1, mucho menos natural y más urbanizado que los enormes campos de hierba por los que pasearon ayer. Aún rodeado de bosque y verjas eléctricas, Josemi podía contemplar en la distancia una pequeña feria y un edificio que se asemejaba a un centro comercial. Podía divisar a algún que otro jugador paseando y explorando el sitio.
—Con lo temprano que es y ya hay gente por aquí...
—Tenemos que darnos prisa —dijo Jaime—. Ahora que todo está sin tocar es nuestro momento de conseguir puntos.
—¿Sin avisar a los demás?
—Ya despertarán —dijo con un tono ligeramente borde—. Si esperamos a que vengan, perderemos tiempo. Y conociéndolas, no estarán en condiciones.
Josemi no estaba del todo convencido, pero en el fondo Jaime tenía razón: era mejor no perder tiempo y ganar ventaja, aunque le apenase que esto supusiera una desventaja a futuro para sus compañeras.
—Pero no quiero que se queden atrás...
—Primero nosotros, luego ellas. Ya las ayudaremos cuando salgan —respondió tajante, tras un suspiro.
Lo primero que hicieron fue entrar al centro comercial, un enorme edificio repleto de pequeños establecimientos repartidos por dos pisos. Aunque la mayoría estaban cerrados, algunos de ellos invitaban a entrar a su interior. Un vistazo general le hizo entender a Josemi que la mayoría de tiendas poseían alguna especie de acertijo dentro, pero había otras que no lo dejaban tan claro.
El duo se paró frente a una pequeña tienda de armas de airsoft. Después de toquetear las armas e investigar la habitación, se pararon frente al mostrador. Había una puerta a cada lado de este, ambas abiertas y con un cartel que indicaba explícitamente que solo una persona podía entrar en cada sala. Jaime miró a Josemi.
—¿Confías en mí?
—C... Claro ¿Cómo no?
—¿Quieres que entremos? Puede que haya un acertijo.
—Esto no parece un acertijo, Jaime... —dijo con la mirada fija en una de las puertas— Dijeron que podríamos encontrar otro tipo de pruebas. ¿Y si hacen que nos enfrentemos el uno al otro?
—Entonces que gane el mejor —dijo—, pero dudo que nos hagan participar en pruebas con un 50% de mortalidad desde el segundo día.
Josemi lo valoró, pero no se vio capaz.
—No. Lo siento mucho, pero no quiero verme en una situación peligrosa contigo.
—Puedo jugar yo —dijo una voz detrás de ellos.
El jugador 056, un muchacho alto y de espalda ancha estaba frente a ellos: llevaba un rato escuchando la conversación. Josemi no se veía muy atraído por la idea de dejar a su compañero participar en una prueba con un armario empotrado con tatuajes por todo el brazo y cara de mala hostia, pero sabía que no convencería a Jaime de lo contrario.
—Necesitamos puntos para seguir vivos, ¿verdad? —continuó— Venga, me apunto si no os la queréis jugar.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Josemi, sin mucha esperanza— Puedo jugar contigo si te sientes más seguro, no pasa nada.
—Estaré bien —Jaime miró a 056—. Vamos dentro.
El estirado joven entró en una de las habitaciones, cerrando la puerta tras él.
—Qué poco me gusta participar en juegos sin saber las reglas.
La puerta emitió un sonido metálico que le hizo saber a Jaime que había sido atrapado en su interior. Frente a él había una ventana cerrada que impedía ver a través de ella, y a su lado tenía una pantalla que comenzó a reproducir un video explicativo narrado por alguien cuya voz no reconoció.
Juego #004: Dilema
"Los jugadores han entrado cada uno en una pequeña sala, ambas están conectadas entre sí por un muro ahora cerrado. Una de ellas tiene dentro una pistola y el jugador que la vea tiene un minuto para decidir si cargarla o no. Esta decisión es secreta y, una vez tomada, debe pasar la pistola al otro jugador. La pared que divide las salas se abrirá y el segundo jugador deberá decidir a quién de los dos disparar.
Si el jugador se dispara a sí mismo con la pistola descargada, ambos ganarán el juego y recibirán un punto. Si dispara a su compañero, morirá por su desconfianza y el ganador recibirá un punto. Si la pistola está cargada, morirá el jugador que sea disparado y el ganador recibirá dos puntos."
—Vaya... —Jaime se percató de la ausencia de la pistola— La tienes tú, ¿verdad?
—Sí, la tengo yo —respondió a través de un altavoz—. No voy a cargarla, estate tranquilo.
—Habrá que verlo.
Aproximadamente un minuto después, la pared se abrió y ambos jugadores volvieron a verse las caras. 056 le pasó la pistola a Jaime, quien la sostuvo en sus manos durante unos segundos.
—¿No estaba cargada, decías?
—No, no lo está.
—Ya.
Jaime la manoseó un poco, dándole pequeñas sacudidas hacia arriba y hacia abajo.
—Este modelo está en el expositor de la tienda. Me encargué de valorar su peso antes de entrar, porque me veía venir que habría pistolas involucradas —explicó, con su mirada fija en el arma—. Es un revólver, así que para que sea una muerte segura, te habrán mandado a rellenar el tambor por completo. Una bala son unos 150 gramos, por lo que seis de ellas son 900, casi dos tercios del peso base del arma. Esta se nota que pesa más.
Jaime apuntó repentinamente a 056, quien por su expresión se notaba que estaba comenzando a asustarse, tanto que incluso tuvo el acto reflejo de taparse con una mano al ser apuntado.
—¡No has podido hacer todas esas cuentas en tan poco tiempo! Te prometo que... no está cargada. Dispara y lo verás.
—Tienes razón, la verdad es que no lo he hecho —dijo—. Pero tu reacción me ha parecido desmesurada. ¿De qué te asustarías si la pistola no estuviese cargada, si moriría yo al dispararte?
—Es lo que tiene que te apunten con un arma, ¿no?
—No sé, no sé... En fin, creo que te pasaste el dato de que, de no haber cargado la pistola, era una victoria segura para ti, disparase a quien disparase. Imagino que solo te ha interesado matar a alguien y llevarte el doble de puntos.
—Por favor, ¡no lo...!
Un tiro sacudió el establecimiento. El sonido asustó incluso a Josemi, quien esperaba fuera con impaciencia. Aquel disparo no ayudó al ingeniero a relajarse.
Quien salió de la habitación fue Jaime, pálido como la nieve. Josemi suspiró de alivio, aunque preocupado por lo que había escuchado.
—Es mejor que no entres.
—¿Tuviste que... matarle?
—Podríamos haber salido ambos, así que se ha matado él solito.
Josemi no supo qué más responder. El brazalete de Jaime emitió un pitido y un número tres se mostró en pantalla antes de ascender a un cinco.
—Parece que estos son mis puntos.
—Yo sigo con los cinco de ayer, entonces —recordó Josemi—. Gracias por darme tantos, por cierto.
—No es nada, gracias a ti por confiar en mí.
Jaime suspiró. No se lo había hecho saber explícitamente, pero Josemi sabía perfectamente que su compañero también estaba sufriendo. Detrás de aquella faceta de indiferencia sabía que se ocultaba alguien distinto, alguien que podría incluso guardar un secreto que Josemi no sabía si quería saber.
Quizá, después de todo, ellos dos no eran tan diferentes.
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