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Capítulo 4. Jugador Nº001

—¿Celia?

Una mano sacudió levemente el hombro de la ingeniera, haciéndola abrir los ojos para encontrarse entre hojas de apuntes llenos de complicadas ecuaciones.

—¿Te has quedado dormida en los tres minutos que he tardado en ir a por agua? —Josemi no ocultó su risa.

—Sí, ¿pasa algo? —Celia se reincorporó en el asiento— Tío, estoy hasta el coño de esta asignatura asquerosa, no la entiendo.

—Si supiese explicarte lo que yo he entendido podría ayudarte.

—Te explicas de culo. No entiendo como puedes tener matrícula en algunas asignaturas y no ser capaz de hacerle entender el temario a los demás.

— Cállate. Lo sé, pero por eso tuve una idea.

—Ajá.

—¿Sabes quién es Jaime?

—¿El rarito que se sienta solo en la primera fila?

—Ese, ese. En el parcial de física eléctrica sacó un 9,8. Vamos, seguro que puede echarnos una mano.

Celia se retocó su melena afro con cara de disconformidad.

—Rey, Jaime es el tipo de gente que te mira por encima del hombro y no te comparte sus apuntes ni aunque les pagues mil euros. Bueno, en ese caso igual sí, pero somos pobres.

—Es un bicho raro como nosotros —respondió—. Estoy segurísimo de que en realidad es buena gente y todo.

—Si quieres intentarlo...

Día 1, 18:23

Villa de Jugadores

No se podía decir que funcionó, pero por lo menos se ofreció a darles clase en los ratos libres. Celia tenía razón: Jaime era el pedante de turno, pero tuvo que admitir que parecía tener buenas intenciones, al menos las suficientes para poder integrarlo en su grupo de amigos. Aunque no consiguieron sus apuntes, Jaime se ofreció a darles clases en los ratos libres con los que, sorprendentemente, entendieron la mayoría del temario que no conseguían procesar en clase.

En realidad Josemi no necesitaba tanta ayuda: era otro prodigio del campo que solo flaqueaba en temas que aún no había tocado y, aun así, lograba comprenderlos con facilidad en su mayoría. Solo había un problema y era su procrastinación constante. Gracias a Jaime consiguió aprender a concentrarse, convirtiéndose en uno de los mejores de la clase —pero nunca el mejor, no le gustaba llamar la atención como a Jaime—, gastando incluso menos tiempo en estudiar que él. Josemi a veces le admiraba... y a veces tenía ganas de matarle.

—Vamos a dar una vuelta, anda —dijo Celia, poniéndose en pie.

—Pero Isa va a volver en 20 minutos.

—En 20 minutos nos da tiempo a volver —justificó—. Y si vuelve antes es porque encontró a Lidia, así que da lo mismo. Tenemos que investigar, no quiero que los demás jugadores encuentren cosas que les pongan en ventaja.

—Razón no te falta... Además, Jaime sigue por ahí perdido.

—De hecho, conociéndole estoy segura de que está investigando también. Eso, o se ha encerrado en su cuarto.

—Vale... —respondió, yendo tras ella— Vamos a dar una vuelta.

El sector 1, lugar donde aparentemente se encontraban, era un lugar amplio que no podía presumir de contar con demasiado entretenimiento. Más allá de la pequeña villa donde los jugadores vivían, el único lugar de interés era una pequeña puerta en el muro que les separaba del siguiente sector. Al este de la zona residencial también se apreciaba una pequeña porción del bosque invadía el valle.

—Los bosques suelen ser lugares misteriosos —indicó la ingeniera—, así que fijo que aquí hay algo.

—Sí, un cadáver.

—Ay, chiquillo...

El bosque era uno como otro cualquiera. Los árboles cubrían el cielo dándole un aspecto oscuro y cerrado, y el césped era más alto de lo que lo era en el exterior. No había ningún camino indicando hacia dónde ir, ni siquiera edificios a la vista. Solo el mismo muro que les mantenía al otro lado del resto de Cryptica.

—Mira.

Josemi señaló a una puerta en el muro.

—Ah, sí, es como la que vi.

Una pantalla sobre esta transmitía un número 5 en ella. El pomo, naturalmente, no giraba.

—Cinco... Sector cinco, imagino. ¿O cinco puntos?

—Nos hemos ido un poco lejos —Josemi revisó el televisor en busca de algún botón—. ¿Qué número ponía la otra puerta?

—Ninguno. La pantalla estaba apagada.

—Imagino que las habrán encendido ahora... —mientras hablaban el joven palpó la parte trasera de la pantalla. De un momento para otro, pareció encontrar algo— ¿Y esto?

Ahora había un papel entre sus manos: una pequeña nota escrita a mano sobre un trozo de papel arrancado.

"¡Hola! Si estáis leyendo esto es porque estáis investigando Cryptica. Menos mal, porque costó muchísimo diseñarla. Yo he pasado por aquí antes que vosotros, y me estoy dando una vuelta para ver si todo está en orden. Pasear solo por este bosque es un poco incómodo, pero también muy relajante. En fin, mi nombre es Riddle, veréis más notas mías por ahí porque hablar en persona no es lo mío. Un placer."

Celia y Josemi cruzaron miradas.

—¿Quién coño es este? —preguntó este último.

—Yo qué sé. Igual es uno de los administradores... Por su nombre y su forma de hablar de Cryptica.

—Es posible, sí. ¿Sabemos algo de ellos?

—¿De los líderes? Solo sabemos que son cinco y que uno de ellos es Gambit. Tiene pinta que él es el jefe.

—Creo que mencionó a un superior, así que debe ser algo como su mano derecha en todo caso.

—Quizá ese superior es Riddle.

—Dudo que el jefe de todo este concurso tenga tiempo de ir poniendo notitas por ahí.

—La verdad es que es un poco infantil, pero vamos... —Celia suspiró—. Ni idea. Podemos ir a mirar si en la otra puerta hay otra nota.

No, no la había, pero un puñado de gente estaba rondando la zona. Eran tantos que desde la distancia apenas se apreciaba. Poco a poco se hicieron paso hasta poder asomarse a la puerta la cual no mostraba un número como esperaban... sino una partida de ajedrez.

Y esa partida la estaba jugando alguien de gafas cuadradas, pelo castaño repeinado, alto y de complexión delgada como un palito. Lo que más destacaba era que sobre su uniforme llevaba una elegante camisa blanca.

—¿Jaime? —dijo Celia, casi de forma inconsciente.

—Un momento.

Celia le dedicó una expresión de asco y se cruzó de brazos mientras veía la partida. Parecía una partida contra una IA, porque solo estaba jugando él. Y en definitiva era una experta, porque desde el casi nulo conocimiento de ajedrez que Josemi tenía, aquello parecía una partida casi perfecta. Jaime no era un fan del ajedrez, pero se le daba bien. Si eso era una prueba, estaba claro que él era el único que la podría ganar.

Efectivamente, tras unos diez minutos consiguió el jaque mate. La gente de su alrededor comenzó a silbar, a lo que él respondió con una sonrisa incómoda mientras caminaba hacia ellos y se quitaba de en medio.

—Pero... —Celia no sabía ni qué decir— Chico, ¿quieres abrir la puerta?

—No se abre aún —dijo, mientras caminaba cada vez más rápido, obligando a sus amigos a prácticamente perseguirle—. Maldita puta gente, no se puede jugar tranquilo...

Josemi y Celia se miraron de reojo mientras veían a su amigo quejarse. Nada nuevo en él, pero esperaban algo más de entusiasmo al verles.

—Bueno, ¿ni un hola ni nada? —dijo el ingeniero.

—Sí, es una alegría veros de nuevo... Perdonad, estaba nervioso. Llevaba cinco partidas y cada vez jugaba peor por culpa de la presión de la gente. ¿Qué tal?

—Bien... —respondió Celia— Supongo que bien. ¿Y tú?

—Agobiado —Jaime se detuvo en seco para mirar a su alrededor—. Oye, ¿e Iván?

—¿Quién coño es ese? —la joven estaba perdiendo la paciencia. Podría haber preguntado por Isa o Lidia, pero había decidido preguntar por un desconocido.

—Un chaval con el que he estado desde que despertamos. Como no os vi y parecía majo, me quedé con él. Tampoco es plan de abandonarle ahora que nos hemos vuelto a juntar —Jaime no paraba de mirar hacia los lados—. Ah, ahí está.

Un renacuajo de pelo negro despeinado y de piel pecaminosa se hizo paso entre la marabunta de gente, caminando a paso ligero hacia el grupo. Cuando se colocó junto a su amigo, miró a los dos desconocidos y les saludó con la mano.

—Hola —dijo Josemi, sorprendido por su edad. No podía ser más mayor que Lidia—. ¿Tú eres Iván? Anda, si eres el número cinco... entonces eres de nuestro edificio.

Iván asintió con la cabeza.

—Es sordomudo —recalcó Jaime.

—¡Ostras, lo siento!

A continuación, negó con una sonrisa y dijo algo en lengua de señas.

—Dice que no te preocupes, que sabe leer labios. Aunque para comunicarse con vosotros va a ser complicado...

—¿Y tú desde cuándo sabes lengua de señas? —preguntó Celia, arqueando una ceja.

—Desde... ¿siempre? Mi primo es sordomudo.

—¿Qué me estás contando? No tenía ni idea.

—Pues ya lo sabes —Jaime sonrió—. ¿Y dónde están las hermanas?

—Isa salió a buscar a Lidia —respondió Josemi—. Por otra parte, de ella no sabemos nada. De hecho, deberíamos volver al punto de quedada.

—Ah, sí. Vamos con vosotros, si no os importa.

—Hombre, ya lo que faltaba —respondió Celia, dándole una palmada en el hombro y caminando hacia el banco.

Se notaba que la chica estaba molesta con el comportamiento de Jaime: nunca había sido una persona sencilla de tratar, y realmente Celia tampoco. Eran dos extremos totalmente distintos, lo que les llevaba a tener constantes roces que ponían al grupo en compromisos. Mientras que Josemi tendía a defender a Celia, Isa solía hacer lo contrario, y más de una vez el grupo se había visto dividido por varios días por ese tipo de discusiones. Josemi e Isa aprendieron con el tiempo a no meterse, sobre todo si solo eran cosas sin importancia. Lamentablemente, mostrarse tan frio en un entorno desconocido como lo era aquel, no era precisamente una cosa sin importancia.

Conforme llegaban a su destino el grupo divisó a Isa y Lidia caminando en dirección al mismo banco. Una sensación de alivio recorrió el cuerpo de los dos mejores amigos, quienes sonrieron y corrieron hacia ellas para evitarles una caminata.

—¡Ah, coño! —exclamó Isa, asustada por el brusco movimiento que Celia hizo al agarrarla de la cintura desde atrás. Al analizar que todo su grupo estaba junto de nuevo, Isa también sonrió— Pero si habéis encontrado a Jaime y todo...

—Decidimos aprovechar la media hora que dedicaste a buscar a Lidia —dijo Josemi, sonriendo.

Isa se dirigió a Jaime para saludarlo mientras que Lidia se quedó con los dos amigos de su hermana.

—¿Qué tal, Lidia? —preguntó Celia, feliz de verla— Casi le provocas un infarto a tu hermana. ¿Dónde has estado?

—Qué exagerada es... —respondió con un tono jocoso— Me fui a dar una vuelta después de despertar, nada más. En el teatro no os vi así que salí y... me fui a dar otra vuelta.

—Nena, no sé si es lo más prudente que podrías hacer vista la situación —le dijo Josemi, algo preocupado pero en gracia con su actitud. Definitivamente no se parecía en nada a su hermana.

—Ya, por eso mismo me fui. Estaba buscando una salida.

—No la hay —Celia se cruzó de brazos.

—Lo he podido comprobar. Pero, eh... Ya estoy con mi hermana, y veo que os habéis reunido todos, así que no hay problema.

Josemi se rió por lo bajo.

—Tienes razón... No hay problema.

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