Capítulo 11. Jaque mate
La puerta se cerró sola y Josemi pudo oír como se bloqueaba a sus espaldas. Se trataba de un estudio cuadrado con un ambiente rústico: dos de las paredes estaban forradas con estanterías llenas de libros y reliquias varias con aspecto caro. En el centro de la sala se apreciaba una mesa cuadrada tapada con una lona morada de aspecto suave.
Su objetivo estaba ahí, quieto como una estatua sentado frente a él en uno de los extremos de la mesa, mostrando una agradable sonrisa que Josemi no supo interpretar. Estar a solas con él imponía: ese mismo sujeto había estado explicándoles el juego mortal hace menos de un día, con ese aura de poder que le rodeaba y que a Josemi le perturbaba. No era una persona normal.
—Puede sentarse, ¿eh? —dijo Gambit señalando al asiento al otro lado de la gran mesa al ver que el jugador llevaba unos cuantos segundos sin moverse.
—Sí, perdón.
Nervioso, Josemi tomó asiento. Un silencio incómodo se formó en la habitación: el jugador tenía la mirada perdida y el administrador tan solo lo observaba, como si estuviese esperando una reacción por su parte.
—No muchos se han lanzado a mi desafío, ¿sabe?
—Ah, ¿no?
Gambit negó con la cabeza.
—No sé si será porque no me han encontrado o porque simplemente prefieren no jugársela, pero hasta ahora solo han sido tres personas.
—Imagino que nadie quiere arriesgarse a perder puntos el primer día, sobre todo cuando el cupo para el siguiente día es tan amplio. No es necesario jugar.
—Entonces, ¿por qué está aquí?
Pensativo, Josemi se rascó la barbilla mientras buscaba una respuesta.
—Honestamente... No estoy seguro. Quería conversar contigo. Y no me trate de usted si estamos a solas, me hace sentir viejo.
La mentalidad de Josemi pareció gustar al administrador, porque sonrió y asintió como respuesta. Tras una pausa de unos segundos, como si ambos estuviesen esperando a que el otro dijese algo, Gambit decidió poner comienzo.
—Podremos conversar más adelante. Pero por ahora, aquí tienes mi prueba. Se trata de una partida de ajedrez a medias. De hecho, está bastante cerca de ser concluida: con un solo movimiento podrías derrotarme —Gambit se cruzó de brazos mientras clavaba su mirada en la lona morada—. Tú juegas con las blancas, yo juego con las negras. ¿Sí?
Con un grácil movimiento, el joven levantó el mantel para revelar, evidentemente, un tablero de ajedrez con una característica bastante extraña: no había piezas sobre las casillas, y estas poseían grabados dorados con combinaciones de letras y números que confundieron a Josemi en su primer vistazo.
—¿Dónde están las fichas...?
—No todo iba a ser tan fácil como mover la pieza y ya, 009 —dijo con un tono pícaro—. Tienes quince minutos a partir de ahora.
—Joder...
Josemi analizó las casillas una a una. Letras, números, puntos y rayas colocadas en cada una de las casillas. Definitivamente seguían un patrón: lo que tenía que descubrir era cuál.
—Se nota que te gustan los códigos —dijo el jugador mientras ponía sobre la mesa los folletos de traducción de cifrados.
—Son interesantes —asintió—. Una forma sencilla de ocultar información a simple vista. Vi razonable centrar vuestra primera prueba en haceros entender cómo desencriptar.
—Tranquilo, yo por lo menos lo he entendido —contestó Josemi con un tono cansado. "Me van a salir los códigos hasta por las orejas", pensó para sí mismo.
La sala se sumió en silencio durante 5 minutos en los que el jugador iba de hoja en hoja, buscando información y apuntando lo que pudiese considerar importante. Había conseguido convertir los códigos en letras, una por casilla, que parecían seguir un patrón: solo había catorce letras diferentes, algunas mucho más repetidas que otras. Debía significar algo, quedaba saber el qué.
—Oye, Gambit. ¿Qué tienen que ver los códigos con el ajedrez? ¿Hay algún motivo por el que hayas escogido esta combinación de estéticas?
El administrador lo miró con confusión, sorprendido por la pregunta. Josemi no levantó la vista de sus documentos mientras esperaba respuesta.
—La verdad es que... No, el ajedrez no tiene nada que ver con la criptografía, o al menos no en una primera instancia. Pero hay algo en ambos que los hace fácil de combinar, no sé si me entiendes.
Josemi asintió con decisión. No terminaba de ver el punto de Gambit, pero suponía que era algo que solo él podría ver como creador de los puzzles y jugador de ajedrez.
—Otra pregunta, si no te importa.
—¿Sí?
—¿Por qué hacéis esto? —Josemi hizo una pausa, esperando que su rival contestase sin necesidad de extenderse, pero aquello no sucedió— Quiero decir, ¿qué ganáis metiéndonos aquí, haciéndonos participar en pruebas raras y matando a los perdedores? No lo entiendo, lo siento.
—Yo tampoco.
Extrañado, Josemi levantó la cabeza del tablero y observó el rostro notablemente incómodo de Gambit.
—¿Cómo que no?
—Pues eso, que no sé.
—¿No eres como la mano derecha del jefazo?
—Sí... —el administrador hizo una pausa— algo así, sí. Pero ser su mano derecha no hace que entienda o comparta sus motivos.
—No me lo creo.
—Supongo que no puedo hacer nada para hacer que me creas.
Josemi notaba algo raro en Gambit. Siempre fue bueno notando microgestos, y tenía claro que en él había algo sospechoso. Quizá no mentía, pero tenía que sacarle más información. Tenía un as en la manga que podría proporcionarle más información, pero la jugada podía salir o muy bien o muy mal.
El jugador miró el tablero con el acertijo a resolver: le quedaba la mitad del tiempo y su respuesta aún no era clara. Era arriesgarse a no completar el desafío a tiempo pero poder sacar información, o asegurarse los puntos y quedarse sin los datos que, definitivamente, no sacaría a los otros administradores. De todos, Gambit parecía el único accesible: era cercano, parecía atento y... Bueno, realmente era el único que había tenido más de una interacción con el grupo.
Un suspiro salió por su boca antes de atacar.
—¿Y por qué vuestros métodos son tan similares a los de Apeiro?
El rostro de Gambit se congeló. Bingo: algo sabía, ahora tocaba sonsacarle el qué.
—¿Y esa cara? —la boca de Josemi se tornó inevitablemente en una sonrisa— ¿Te suena de algo?
El ambiente estaba comenzando a tensarse. Gambit no parecía cómodo, pero Josemi no iba a dejar de atacar. El administrador giró levemente su cabeza a algún punto de la pared tras Josemi —posiblemente para observar alguna cámara que no vio al llegar— y, a continuación, se quitó las gafas para revelar unos enormes ojos verdes cuya expresión derrochaba una emoción negativa. Quizá tristeza, quizá decepción, incluso agonía. Gambit era más difícil de leer sin gafas que con gafas.
—Sí —dijo, entrecortadamente—. Apeiro tiene algo que ver en todo esto. Pero yo soy el que menos sabe de ellos, de verdad.
—¿No sabéis todos lo mismo?
—Como puedes ver, a nivel de información solo soy el eslabón más bajo. Enigma solo me contó lo necesario después de contratarme, aunque me he ido enterando de algunas cosas con el tiempo —Gambit soltó una risa que más que gracia, dio pena—. Puede que por eso sea el primero al que os enfrentáis.
—¿Y no... no quieres saber nada más? ¿No querrías saber algo más sobre la organización en torno a la que gira este juego de mierda?
—No, si te soy sincero. Vivo más feliz en la ignorancia.
Josemi tragó saliva, cada vez más consternado. El asunto pintaba peor cuanto más indagaba.
—Mira —el joven juntó sus manos y entrecruzó los dedos, mirando a los ojos al administrador por el que ahora casi que sentía lástima—. Puedo decirte algo que además a tu jefe le va a encantar saber, pero necesito que a cambio me respondas una pregunta.
La indecisión invadió la cabeza de Gambit por unos segundos que pasó con la mirada en el suelo. El tiempo corría para Josemi, y necesitaba una respuesta rápida por su parte, por lo que muy a su pesar presionó un poco más.
—Por favor, no nos queda mucho tiempo —pidió el jugador.
—Vale, está bien. Tú primero, ¿sí?
—¿Y cómo me fío de ti?
—Te tocará hacerlo si quieres información.
—En fin —Josemi suspiró, aceptando el trato—. ¿Sabes al menos qué es Apeiro?
—Una organización científica que no parece tener muy buena reputación.
—Algo así, sí. No sé mucho de ellos a día de hoy, pero conozco a alguien que ha trabajado con ellos. Puede que si tu jefe tiene algo que ver con Apeiro, le interese hablar con él.
—¿Y quién es esa persona?
Josemi levantó la mano.
—Sorpresa.
Gambit observó silenciosamente al jugador, con una expresión de completa confusión.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Pues lo que oyes.
—Eres consciente de que esta información llegará a Enigma, ¿verdad?
—No esperaba menos —respondió serenamente—. Ahora, dime tú. ¿Qué es la Hamartía?
Una vez más, el administrador quedó en silencio aunque, ahora, más preocupado que antes.
—¿Quién eres?
—Josemi, el jugador 009. ¿Tienes demencia o...?
—No te hagas el tonto. ¿Quién eres y cómo has acabado aquí?
—No soy nadie importante, coño. Y yo también quiero saber qué hago aquí.
Gambit no parecía estar seguro de que hacer, pero era un hombre de bien y había hecho una promesa.
—Este no es primer concurso que Enigma organiza —reveló—. Hubo uno peor.
—Ajá. No sé por qué no me sorprende.
—Ya. Lamento decirte que no puedo decir mucho más.
—Pero... ¿Qué importancia tiene ese concurso? ¿Y por qué tiene ese nombre tan raro?
—Se te acaba el tiempo. Tendrás que sobrevivir un tiempo más si quieres saber más cosas. Y currártelo, claro.
Josemi suspiró, mirando fijamente el tablero.
—¿Te rindes?
—Ah, qué va —Josemi señaló una casilla del tablero—. Hay que mover este alfil a la casilla C4. Así haría jaque mate, ¿no? Cada casilla poseía una letra codificada, y tras descodificarlo todo di con 12 letras diferentes. Qué casualidad que en el ajedrez hay 6 tipos de piezas... 12 si contamos las blancas y las negras como diferentes. Las letras no me decían nada, pero descubrí que rotando tres veces hacia delante y hacia atrás cada conjunto de siete respectivamente, daría con la verdadera combinación de letras. P para peón, C para caballo... Así con todas. El resto es solo tener conocimientos mínimos de ajedrez, supongo. Ha sido un acertijo muy divertido, pero no me va el ajedrez.
Gambit se recolocó las gafas. Pero su respuesta fue una sonrisa que al jugador no le pareció muy sincera. Estaba tratando de ocultar su asombro.
—No sé por qué dudé de ti —Gambit apuntó a Josemi con su mano, en busca de un estrechamiento de manos—. Bien jugado, en efecto me has ganado.
—Muchas gracias —respondió el jugador aceptando el gesto.
Un sonido interrumpió la escena, haciendo que Josemi apartase la vista de su rival para mirar a su brazalete, el origen del pitido.
Había ganado seis puntos. ¿Serían suficientes como para poder descansar hasta el día siguiente?
—Espero que esto haya merecido la pena —dijo el ingeniero, devolviendo su atención a Gambit.
—Creo que tan solo con la conversación que hemos tenido, a ambos nos ha merecido la pena habernos encontrado.
Josemi observó al muchacho en silencio, antes de levantarse con intención de irse.
—Eres raro.
—¿Por? —preguntó el administrador, tan confundido como sorprendido por su osadía.
—No pareces alguien que pueda estar a favor de matar a cien inocentes.
Gambit sonrió, aún sentado en su sitio.
—Espero que puedas perdonarme cuando sepas la verdad.
Josemi imitó su gesto.
—Habrá que verlo. Nuestra conversación no ha acabado, por cierto... —Josemi hizo una pausa que usó para mostrarle una sonrisa a su captor— Pero, por hoy al menos, te dejo tranquilo. Hasta pronto, Gambit.
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