Capítulo 10. Reencuentro
Los ojos de las tres chicas ya se habían adaptado a la oscuridad de aquel laberinto de tenues luces de neon. No era más que un tenebroso enmarañado de pasillos donde solo gobernaba el silencio. Paqui tenía razón: era un lugar seguro, al menos por lo que habían visto. El laberinto conectaba con tiendas del centro comercial que estaban cerradas desde fuera, lo que les permitió resolver algunas pruebas que, a pesar de ser fáciles y no dar una gran cantidad de puntos, también eran seguras. Isa estaba alerta, pero al menos más tranquila que cuando Celia la encontró por la mañana.
—Creo que estamos dando vueltas en círculo por el laberinto —dijo la joven de pelo afro—. Me estoy cansando, la verdad.
—Eh, esperad —dijo Lidia, desde un callejón sin salida en el que se había adentrado. La chica volvió con un papel en sus manos—. Mirad esto.
Era una nota escrita a mano. Celia la cogió y la analizó. Había visto esto en algún lado.
"Si estáis aquí es porque Paqui os ha camelado para bajar, ¿no? Dudo que nadie en su sano juicio, después de descubrir que están siendo asesinados, bajaría a un sótano oscuro y laberíntico. Pero la vieja tiene razón, es un lugar super tranquilo en comparación con el resto de pruebas de Cryptica. Esto es sentido común pero, os doy un consejito ya que estamos, cuanto menos quedéis más duras serán las pruebas. Aprovechad.
Firmado: Riddle"
Lidia clavó su mirada en la firma de la nota.
—¿Ese no es...?
—Uno de los administradores, sí —respondió Celia—. Ya encontramos Josemi y yo una nota de ese tío.
—¿Por qué nos iría dejando notas por ahí? ¿No es uno de los culpables de todo esto?
—Yo qué sé, Isa —Celia comenzó a caminar, esperando que sus amigas la siguiesen—. No entiendo qué gana ayudándonos.
—¿Nos podemos fiar acaso de lo que dice? —preguntó Isa, desconfiada.
—Hombre, a ver... No mentía cuando dijo que este laberinto era seguro.
—Eso es verdad, pero... No deja de ser uno de ellos.
—Da igual, no le deis vueltas. Vamos a buscar otra prueba, si es que queda alguna por ahí.
No mucho después, el trío se vio cegado por una luz al final de unas largas escaleras. No era la entrada del laberinto, sino unas diferentes que llevaban a lo que parecía el interior de una caseta de feria.
Las tres chicas miraron a su alrededor y, cuando se vieron frente a una montaña rusa, supieron que estaban en el interior del recinto ferial al este del sector 2. De alguna forma, el laberinto conectaba con su interior.
Lidia saltó al otro lado del mostrador de la caseta y echó un vistazo a su entorno.
—Sí, es la feria. ¡Tiene casetas de comida! —dijo, mientras caminaba a lo que parecía un puesto de algodón de azúcar.
—¡No te vayas muy lejos! —Isa sobrepasó el mostrador y la siguió.
La feria no era muy grande: solo había un par de filas de puestos de juegos y comida, un tiovivo, una montaña rusa y la gran noria en su centro. Filas de guirnaldas con banderines y guirnaldas apagadas bañaban el cielo con color y, aunque fuese un poco, felicidad. Era agradable... pero era tan solitario que era incómodo estar allí.
Isa y Lidia —quien llevaba un pequeño cubo de algodón de azúcar azul con ella— se acercaron a Celia.
—Vamos a ver si hay forma de salir de aquí sin volver a cruzar el laberinto —propuso Isa—. Me gustaría que nos reencontrásemos con Jaime y Josemi antes de seguir.
—Me parece bien —respondió su amiga—. Además, son como las tres de la tarde, tengo un hambre de cojones.
La feria no era muy grande, así que fue tan sencillo como seguir con la mirada la verja que rodeaba el lugar hasta finalmente dar con la salida. Se trataba de una puerta cerrada de la cual a unos metros se podía apreciar un pequeño cuadro de mandos. Lidia corrió hacia este para analizarlo, seguida por sus dos compañeras.
—Hay mucha gente reunida ahí —señaló Isa hacia una masa de gente a unos metros de la entrada—. ¿Habrá pasado algo?
—Salgamos de aquí para descubrirlo.
Tras aquellas palabras, Lidia pulsó un botón al que la puerta pareció responder con un sonido electrizante. Celia, sorprendida, se acercó a esta y le dio un empujón que hizo que se abriese.
—Pues ya estaría.
Las personas al otro lado de la verja se percataron poco a poco, acercándose a la escena. Celia dio un par de pasos atrás al darse cuenta de que le tocaría socializar, dejando a Isa por delante de ella.
El jugador 030 se acercó a la joven con una inquietante sonrisa.
—¿Habéis conseguido abrir el parque de atracciones? —César le ofreció una mano sudorosa, buscando estrecharlas con ella— Me alegra verlo, el centro comercial se estaba empezando a hacer pequeño.
—Sí... —Isa, en un incómodo gesto hecho por educación, le dio su mano lo más rápido que pudo— No ha sido nada.
—Mi nombre es César, encantado. No sé si te habrás enterado, pero soy el líder de una organización llamada El Reto Posible. ¿Tienes un momento para que os explique lo que hemos hablado en grupo hace un momento?
Celia divisó a Josemi en la distancia, alejado de la multitud. En cuanto se percató de que un señor sudoroso estaba incomodando a su amiga, se le ocurrió la excusa perfecta para salir de allí.
—Nos encantaría, pero tenemos prisa y un amigo nuestro nos está esperando —Celia señaló a Josemi—. Es ese de ahí. Veo que ha ido a vuestra reunioncilla, así que seguro que el nos lo puede explicar. ¡Un placer!
Antes de que César pudiese responder, Celia agarró a Isa de la muñeca y tiró de ella en dirección a su amigo.
—Qué tío más raro —dijo, ya lejos del hombre.
—¿Era un administrador?
—Qué coño va a ser un administrador. Dijo que era de El Reto Posible —respondió, remarcando la última palabra—. Tiene pinta de que se está montando alguna historia rara.
Josemi cruzó finalmente miradas con sus tres amigas, haciendo que se acercase a ellas. Celia pudo notar en él algo fuera de lugar, pero quizá no era momento de agobiarle con preguntas.
—¿Qué tal? —preguntó el ingeniero— Ya creía que no os vería hoy.
—Estás tú, chaval —respondió Celia—. Costó salir de la cama, pero ya estamos preparadas para dar por culo al resto de jugadores.
—¿Habéis hecho algo?
—Hemos conseguido un punto cada una y hemos abierto la entrada a la feria—respondió Isa—. No me puedo quejar.
—¿La feria? Qué arte tenéis —sonrió.
—Oye, ¿dónde está Jaime? —Isa parecía preocupada de nuevo.
—En la sala común del edificio. Tengo cosillas que contaros, venid y os cuento de camino.
—Pero... —murmuró Celia, tan bajo que no la escuchó nadie— Tengo hambre...
El grupo entró a la sala común de su edificio para encontrarse con Jaime e Iván sentados cada uno en un sillón. En cuanto le vieron aparecer ambos detuvieron su conversación para dedicarles su atención.
—Ya tardabais —dijo Jaime.
—Qué cálida bienvenida —respondió Celia—. Así que un friki quiere tumbar desde dentro a una organización con un nivel de tecnología y seguridad claramente inalcanzable por nosotros, ¿me he enterado bien?
—Sí, más o menos —el estirado joven asintió.
—Esta gente me da muy mal rollo —dijo Josemi mientras tomaba asiento.
—Lo sé, te lo dije —respondió—. Aunque parece que algo tienen en mente. Iván vino corriendo a contarme lo de la prueba secreta, y creo que me hago una idea de dónde puede estar.
Josemi tomó asiento y prestó atención.
—¿Te acuerdas de la puerta de "solo personal autorizado" en el segundo piso del edificio principal?—preguntó—. Estaba cerrada, pero no tenía ningún seguro echado que te impidiese abrirla y entrar.
—¿Insinúas que tenemos que entrar allí?
—Unos secuestradores con este nivel de tecnología definitivamente no dejarían una sección de personal autorizado a la vista de cien personas no supervisadas.
Jaime tenía razón.
—¿Vais a ir a por Gambit? —preguntó Celia, extrañada.
—Solo vamos a descubrir dónde se esconde —dijo Jaime—. Yo no pienso arriesgarme a nada, tengo puntos de sobra para pasar el día.
—Yo... —Celia miró su brazalete— creo que paso de ir. No tengo muchos puntos y me gustaría no tener que hacer mucho más por hoy.
—Nosotras dos también nos quedamos —dijo Isa.
—Yo si quiero ir —rebatió Lidia, frustrada.
—No. Quédate aquí hasta que ellos vuelvan. Luego veremos.
—Qué coñazo.
—Entonces, volvemos a ser solo tu y yo —Jaime miró a su compañero con una mirada pícara.
Iván tocó el hombro de Jaime y le hizo una seña.
—Ah, pues somos tres. ¿Vamos?
—Bueno... Venga.
A pesar de que Josemi aún tenía sus dudas, ambos se dirigieron al segundo piso del edificio central, tan desolado como siempre. A fin de cuentas solo había una puerta y estaba, técnicamente, prohibido el paso al otro lado. Pero el decidido ingeniero giró el pomo y la abrió, revelando un nuevo pasillo con una puerta negra al final de este. Un pequeño cartel dorado lo indicaba bien claro: se trataba de la oficina de Gambit. Destacaba una luz verde sobre la puerta, pero Josemi no le hizo mucho caso.
—¿Qué os dije?
—Tenías razón, sí, felicidades —Josemi se cruzó de brazos—. Venga, tú primero.
—Espera —Jaime señaló el letrero dorado. Había letra pequeña bajo el título—. Lee esto.
"Completa la prueba y duplica tus puntos. Falla y los perderás todos. Entrad solo si la luz es verde."
Josemi y Jaime cruzaron miradas.
—No necesito esos puntos —indicó el estirado joven con las manos en la cintura. Jaime miró a Iván— ¿Y tú qué?
El sordomudo negó con la cabeza y usó lengua de señas para hacerles saber que también pasaba del tema.
—Pues vámonos —prosiguió, antes de caminar de vuelta a la salida.
—No —Josemi agarró de la espalda de la camiseta a Jaime para llamar su atención—. Yo voy a entrar.
Jaime pareció no creerse lo que su amigo decía.
—¿Eres tonto o algo?
—Tengo que hablar con él. Es el segundo día, no creo que la prueba sea muy complicada, ¿verdad?
—¿Qué pretendes? ¿Avisarle de lo que pasa? ¿Interrogarle? Solo vas a meterte en más líos.
—Tengo un par de preguntas, eso es todo —respondió con calma—. Celia e Isa me han contado algo, y... Nada, da igual. Luego hablamos, ¿sí?
Jaime suspiró y negó con cierta confusión.
—Me vuelvo a la sala común —dijo, sin darle más vueltas—. Nos vemos allí.
El muchacho prosiguió su camino y Josemi se giró hacia la puerta. Tras soltar todos sus nervios con un largo suspiro, entró a la habitación.
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