Lee
Las calles están llenas de turistas. Pero es no era nada nuevo, tampoco sus bolsas de colores llenas de compras, ni sus extravagancias. Eso no nos importa mucho, solo importa lo que llevaban en sus bolsillos y carteras.
Para el anochecer Mat y yo teníamos nuestra cuota completa en monedas y joyas.
—Eres un payaso — me burlo con una mueca cuando le hizo un cómico saludo al heladero.
—Gracias — dice con una sonrisa brillante que imité cuando me dio mi helado, esos color verde ácido de 25 centavos. — ¿Crees que a Éter le importe?
Ya es otoño, pero Mat sigue con sus camisetas y pantalones cortos como un turista más, solo más desalineado. Yo prefiero las camisas.
—No creo que tiene que saber — me encojo de hombros.
Un susurro como el viento al pasar se apega a mi lado. Por instinto agarro la mano que intentaba meterse en mis bolsillos.
—Un ladrón no roba a otro ¿No te lo han dicho? — digo más frío de lo que tengo costumbre, más parecido a Tirso.
Me giro y mi fachada se cae en sorpresa. La niña que tengo al frente no pasa de los seis. Me mira con sus grandes ojos como carbón activado. Gruñe y trata de soltarse.
— Damon, suéltala , déjala irse — Mat toma mi mano, pero no cedo , ni a él ni a los tirones de la niña, no al instante. — Vamos amigo, tiene como seis años, déjala,
Sacudo la cabeza y suelto su muñeca tan pequeñita que parece frágil. No me importa quien sea, no quiero que siga ese camino
—Toma — le ofrezco la paleta — No se supone que coma azúcar de todas formas.
Veo la curiosidad en sus ojos como una chispa que trata de sofocar. Sus dedos titubean, pero me quitan la paleta de las manos,
—¿Por qué? — pregunta y de inmediato se mete la paleta a la boca.
No quiero que ella me recuerde a mí mismo. Nunca.
— Porque... — buscó ayuda en Mat. Ni yo entiendo del todo.
— Porque el doctor le dijo que podía comer muy muy poquita — Mat le enseña a lo que se refiere juntando sus dedos. — Así de azúcar.
La pequeña abre los ojos y los labios como si ahora entendiera todo.
— Soy Lee, pero Lee de niña, no el de niño — dice y todo formal extiende una mano melosa por helado derretido. — L- E-E ¿Entienden?
Río porque no sé qué más hacer. Es como un botón de colores en todos los sentidos. Me agacho para quedar a su altura.
—Yo soy Damon, pero tú puedes decirme Day — acepto su asquerosa mano.
Mat se agacha a mi lado.
—Y yo soy Mat, con una sola t — él también toma su mano. — Dinos Lee ¿Tienes a dónde ir?
Lee mira alrededor, de tambalea indecisa y con las mejillas sonrosadas asiente. Empieza a correr.
Miro a Mat, a la pequeña que se aleja y empiezo a correr detrás de ella. La seguimos por entre casas y callejones que llevan de vuelta a nuestro barrio.
Que intuya su historia no quiere decir que me guste.
El corazón me rebota como una pelota de tenis en el pecho y respirar me arde como si fumara igual que Diego. Mat me deja apóyeme en él cuando Lee se detiene finalmente frente a un callejón de casas viejas, descoloridas y llenas de rejas.
Una señora parada frente a la ventana de la esquinera nos regresa a ver y cierra las cortinas.
— ¿Tan mal nos vemos? — bromea Mat aunque no tengo el aire para reír aún.
—Esa es mi casa. Esa es mi mamá — Lee apunta a las puertas y las ventanas cerradas. Otra una piedra por la acera — Pero hoy no puedo entrar porque se me regó el jugo.
Me suelto de Mat y pongo una mano sobre su despeinada cabecita. El mundo no va a ser gentil con ella, no con el color de su piel y no sin dinero. Lo sé porque llevo un poco más de tiempo en este mundo, porque somos parecidos. Pero yo no voy a dejar que siga mis pasos.
—Entonces no vuelvas a entrar. Ven con nosotros — digo aunque suena a locura.
—Day, ¿Estás seguro de que Tirso va a estar de acuerdo con eso? — Pregunta Mat, más racional que yo.
—Me aceptó a mi ¿No? Y si no le gusta que le den, Lee se queda — digo con más confianza de la que siento.
Tirso no diría que no. No con esos ojos de obsidiana y esa sonrisa de colores. Si Tirso me enseñó a pelear de vuelta , también puedo pelear por esto.
— Bien, estoy contigo. ¿Lee? — Mat mira al cielo que empezó a oscurecerse.
— ¿Nunca tengo que volver ? — lee regresa a ver a la casa, luego a Mat y a mí. Negamos con la cabeza — Y ustedes ¿No se van a cansar de mí?
Me trago el nudo de mi garganta. Soy un hombre. Voy a asegurarme que ella tenga la vida que yo no tuve.
— Ya verás que Tirso y Andy van a estar felices. — Mat tiene razón, a Tirso le gustan los niños y a Andy le hacen falta amigas.
No importa si hay más bocas, más problemas. Todos ahí ya fuimos un problema para alguien ¿y que si lo somos? Al menos no estamos solos.
—Te prometo Lee, que no voy a dejarte— La levantó del suelo y empiezo a caminar.
Nunca debí romper esa promesa.
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