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26 Error

Camila

En un monitor tengo abierta la base de datos. Millones de usuarios con sus nombres, nombres de todo el mundo, desfilan como si se tratara de la rueda moscovita más rara del mundo.

Frente a mí tengo las instrucciones que deberían reflejarse en la pantalla que Day verá y que desparecen una vez cambio la pestaña a otra donde el código de desconexión empieza a correr. Mi atención debe estar en los errores que puedan saltar. Probar el código no era una opción, arreglarlo al mismo tiempo que lo ejecuto es lo más factible.

Letras infinitamente enlazadas se deslizan frente a ni en la eternidad de la hora que pasa en un minuto. Dejo de ver letras.

Aprovecho el minuto que tengo para ver que todo siga bien. El reloj está apagado pero el pulso de Damon se siente en su cuello como un tic tac reconfortante.

La pantalla se torna azul, una línea blanca persigue su cola en el centro. En blanco sobre el negro de la ventana de comando un mensaje lee: Proyecto<Linkverse> decomstruido.

Borré cada archivo, cada vestigio de lo que fue. Conevrtí las gafas en medidores, simples instrumentos medicos, algo que pudiese mantenerlos con vida hasta que despertarán en minutos, días, o semanas. Conservé los datos y los veo ahora, en su rueda giratoria, en el monitor a mi derecha.

Dejo los lentes a un lado y restriego mis ojos. Respiro el aire del silencio, de la luz que entra por la ventana y calienta mis manos. Silencio.

Vuelvo a colocarme los lentes. Imaginaba abrazar a Day cuando todo acabe y dormir unas doce horas. Suena perfecto.

Pero Day no ha despertado. Las gafas aún brillan sobre sus ojos, sobre su rostro como adormecido.

Busco su nombre entre los datos. Mis manos presionan las teclas incorrectas una y otra vez hasta que finalmente dan con el correcto. Damon Saade y su identificación en una serie de números que no me importan.

Hago tantos clicks sobre su nombre que al principio creo que colgué el programa.

Salgo. Vuelvo a entrar. Golpeo el monitor con una mano. Lo apago y lo vuelvo a encender ¿Qué pasa? Acabo de verlo. Está bien, tiene que estarlo. Las palabras siguen ahí. El negro hiriente sobre blanco, las palabras pre-progeandas por alguien décadas antes que yo:

ERROR 410: GONE

El acceso ya no existe, eliminado desde la fuente, totalmente. Busco el de Tirso, pero su usuario simplemente desapareció de la base de datos, igual que el de Valentina. Reviso mil veces en dos minutos que no pasan, como el reloj del apocalipsis un segundo antes de la media noche.

Estoy temblando, un presentimiento se vuelve un malestar en todo mi cuerpo. Un mensaje no leído, un residuo del programa destruido. La frase en el compilador, una línea de caracteres en naranja sobre negro que reemplaza mi mensaje. Dos palabras.

No. Tiene que ser algún tipo de falla en la base de datos, algún tipo de juego.

Pero es real. Las computadoras no hacen bromas, no importa cuánto tratemos de hacerlas humanas. No pueden sentir, no pueden llorar y no les importa gritarte la verdad que desesperadamente trato de negar.

Lanzo la silla hacia atrás. Las ruedas sobre la baldosa rompen el silencio y la silla estrellándose contra el escritorio de atrás lo hace pedazos. Tropiezo con el aire. Mis dedos buscan un pulso en el cuello de Damon, en sus muñecas. Arranco el reloj, las gafas se hacen trizas contra la pared.

Tiene los ojos cerrados como si estuviera en paz. ¿Es morir lo que quería? Es despertar de una pesadilla a otra.

¿Sabía qué estaba a punto de pasar? ¿Tuvo tiempo de entenderlo? ¿En qué estaba pensando cuando acepté esto?

Las dos palabras en el monitor, las que yo no me atrevo a decir y que ahora no salen de mis labios. Da igual, no hay quien las escuche.

Apoyo la cabeza en su pecho por un instante en que me parece que todavía hay vida allí. Pero no hay nada y no sé qué hacer y nada me importa ya.

¿Qué le voy a decir a Lee?

Estoy en el pico de una montaña con un tsunami que destruye todo a mis pies. Pero yo estoy arriba, tan alto que verlo es ver una caricatura de la realidad. No es real.

Y Tirso. ¿Cómo voy a decirle que su hermano, el que crió como un hijo, está muerto?

Tomo las llaves y el casco. Hace mucho no manejo y menos una moto, pero eso poco y nada importa. El sol brilla en las calles donde algunas personas vagan desconcertadas; zombies, fantasmas.

Me detengo frente al edificio y tiro del casco. Los lentes por poco salen volando. Valentina sale a la salida de emergencia y mira hacia abajo. Hay tanta confusión en las calles que la de mi hermana pasa desapercibida.

— ¿Tina? —la voz de Lee llama desde dentro—. ¿Llegaron? ¿Lo lograron?

Aparto la vista y cierro los ojos.

—No, Lee, no son ellos —miente Valentina, una mentira que no va a durar lo suficiente.

Tirso se asoma por el balcón. Basta que vea por el balcón para que baje corriendo las escaleras. Salta a la calle, aterriza sobre sus manos y sus rodillas y corre hacia mí.

Sus ojos son azules como eran los de Day. Su respiración agitada es el terror que no puedo sentir porque estoy bajo el agua y en mi montaña.

—Tirso, yo... —Pero no sé qué decir. Lo abrazo porque así tal vez duela menos—. Lo siento tanto. Esto es mi culpa.

Tirso se queda como uno más de los postes de luz. Valentina tira de él hacia atrás para mirarme y arrastrar la historia de mis labios cerrados por pegamento.

—Nena, ¿qué pasó?

—Necesitamos que alguien apague el sistema por dentro. Damon no quiso que vaya nadie más.

—No entiendo, Cami.

— Yo... no sabíamos que iba a pasar.—Las palabras son cascadas e hilos incoherentes como el millar de códigos en el Linkverse—. No sé qué pasó.

—Cami, ¿qué pasó con Damon? — Valentina intenta decirlo con calma, habla pausado.

—Decía Error y él... y no estaba respirando y no sabía qué hacer. Perdóname, Tirso, perdóname.

Tirso me pone las manos en los hombros para que me ancle a una realidad que se siente flotar, que no existe.

—Vamos —pide.

Sin casco, Tirso se sube frente a mí. Valentina supongo se quedará con Lee. Ojalá le cuente ella porque yo no puedo, no puedo decirle que su hermano rompió una promesa otra vez y que lo hizo por ella, por él mismo, porque no lo detuve. Ni siquiera puedo decirle que él no sabía lo que iba a pasar porque no estoy segura.

Dejo caer el casco sobre uno de los sillones del lobby. Tirso corre hacia la puerta entreabierta del pasillo

Camino detrás, un paso a la vez por una distancia que se extiende entre nosotros y un cuarto que está solo en un sueño, una pesadilla.

Tirso se arrodilla junto al sillón. Sus dedos buscan un pulso donde yo ya lo busqué. Me aferro al marco de la puerta como si eso pudiera sostenerme cuando el cuerpo de Tirso se sacude con un sollozo, cuando cierra los ojos y baja la cabeza, cuando se abraza al cuerpo del niño que alguna vez rescató.

Tirso le enseñó a tocar el piano. Damon hablaba de él como un niño habla de un superhéroe. En la sonrisa de Tirso veía la de Damon, pero ya no veo ninguna de las dos. Una fisura se abre en mi pecho y me recorre la garganta hasta los ojos, un abismo profundo que me grita que esta es la consecuencia de mis errores. Un desierto tan inmenso que ya no recuerdo que es el agua.

No debía ser asi.

Hay pasos detrás de mí. Me pego a la puerta cuando Valentina cruza el umbral. Lleva a Lee de la mano. Es un error. Es una niña. No debería ver esto. Pero no podemos ocultar la realidad.

No parece real.

Valentina se arrodilla junto a Tirso y habla despacio, trata de apartarlo de Damon para que respire. Dos hermanos. Es demasiado.

Lee se queda atrás, en la peurta junto a mi. Ya es más alta que yo. Su boca está entreabierta, sus ojos se llenan de lágrimas, sus mejillas se tiñen de rojo. Corre. Quisiera correr detrás de ella pero solo puedo aferrarme a la maldita puerta y rogar que sea todo una pesadilla.

El amor duele y duele demasiado.

Tiene que haber algún lugar donde ir, algo que hacer.

Corro pasillo abajo, sigo los pasos de Lee porque Day no habría querido que este sola.

Al final el pasillo Lee lanza los libros de la estantería al suelo.

—Mintió —grita sin regresar a verme.

Un libro se estrella contra la pared y el golpe hace eco en las puertas cerradas del pasillo.

—Lee —trato de decir a través de mil nudos y mil abismos.

—No —discute. Lagrimas transparentes caen y ella las limpia con desprecio—. Él me hizo una promesa. Él dijo... él dijo...

En su ira veo a Damon, veo su expresión en la terraza después de lo que Mat hizo. Veo el fuego que lucha por arder más fuerte porque tal vez así no tenga que derrumbarse.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —grita dirigiendo ese fuego a mi.

¿Cómo puedo estar tan tranquila? Porque ya no ne queda más que pedazos dentro. Ya no hay lagrimas porque no hay nadie para limpiarlas, porque la única persona que podría reconfortarme está muerta.

Damon está muerto.

El mundo da vueltas tan rapido que me siento caer. No atino a responderle a Lee, solo a huir.

Me refugio en el jardín, en las ramas de los árboles que se alzan al cielo y la música de un dispositivo. Tengo la estúpida idea de que eso podría mantenerme cerca de èl, de que el suéter que huele a canela puede sostenerme más de lo que me destruye.

—Cami — llama mi hermana desde abajo.

El sol de la tarde pinta un mosaico en el suelo. Me recuerda tiempos simples. Me refugio en los pliegues del suéter.

—Cami, está todo listo para... para los ritos finales —sigue mi hermana—. No te voy a obligar a bajar, pero creo que sería bueno si vienes.

Pero ni todos los ritos, ni ningún agujero en la tierra ni todas las flores del mundo hacen o pueden hacer que esto se sienta más real.

• • •

Estoy enojada y no sé si es contra mí o contra el Dios en el altar, con el que Day creció y con el que lo despedimos. No importa. No cambia nada. Nada va a cambiar.

Parada junto a Lee en un servicio recuerdo los días en que nos conocimos. Su sonrisa se difumina en mi memoria, en la luz de las velas encendidas en su nombre, en el color de las flores y el olor de la tierra.

La noche al salir es un caos de los pocos que ya han despertado. No sé donde encontraron alguien que oficiará el rito y no me importa. El viento trae con él una melodía lejana y la vida que regresa a un mundo callado por meses.

—Cami. —Tirso me extiende un sobre. Los demás caminan delante de nosotros—. Supongo que lo sabías, pero Day tenía una memoria electrónica. Me pareció un desperdicio enterrarla. Yo no sé usar estas cosas pero sé que la memoria es frágil y cuando el tiempo pasa nunca regresa. Tómala.

Cierro la mano sobre el sobre. Tirso se adelanta. Me quedo atrás en una banca perdida bajo una lámpara cualquiera. La memoria dentro es apenas un cuadrado negro pero por fuera todo electrónico parece una tontería. Tengo en mi mano el desastre que causaron mis tonterías

El tiempo avanza y ya no regresa. Pero yo no puedo seguirlo. Me quedé atrapada.

Un paso a la vez.

Si sólo pudiera enmendar las cosas antes de que sucedan. No habría inventado las gafas en primer lugar.

—Hola. —Lee se sienta junto a mí. Lleva un vestido negro y el reflejo de la tristeza como un velo sobre su alergia—. ¿Qué es eso?

—El pasado —susurro.

Hubo un tiempo en que no creía en lo imposible. Después pasó todo esto y desee que verdaderamente existiera lo imposible. Todas las cosas que en la ciencia decían no se podrían lograr: controlar la mente, cyborgs, viajes en el tiempo. Historias que leíamos como una fantasía más ya no parecen tan distantes. Sus tragedias están a mis pies y en mis manos. Sus logros son los míos.

—Lee, ¿crees que se puede volver en el tiempo?

—¿De qué hablas ? —Lee tiene una cara de confusión que me recuerda a la de Damon.

—Había un proyecto hace unos años. No estoy segura de por qué lo descontinuaron. Tal vez no traía suficiente dinero. —Giro la memoria en mis manos y la regreso al sobre. En teoría debería ser posible—. Pero los cálculos siguen ahí; no tendríamos que empezar de cero.

—Cami, creo que todavía estás en shock. —Lee alza las manos y sacude la cabeza.

Day solía creer que yo podía hacerlo todo. ¿Por qué no esto? Tiro de las mangas de mi chaqueta negra. Necesito hablar con él. Necesito saber que pasó y necesito corregir esto. No es justo. Damon no tenía por qué morir, y sus memorias no me bastan.

—Tal vez; pero, ¿y si de verdad fuera posible? 

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