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Y allí permanecieron, tomándose como si hubiesen pasado semanas y no solo días. Se besaban con la delicadeza que caracterizaba el miedo a perder y romper.
Chuuya se prendía del cuello de Dazai, y este último tenía ambas manos en la espalda ajena; una se deslizaba hacia la nuca mientras que otra se enroscaba alrededor de esa agraciada cintura. Sus respiraciones iban a la par y sus labios mantenían su unión. Las sensaciones se compartían, saltando de lado y causando en ellos esos mismos cosquilleos ridículos como si aún tuvieran dieciséis años, como si se hubiesen encapsulado a sí mismos en el tiempo con cada beso durante esos años. Como si el largo y sinuoso camino que debieron de recorrer se redujera a simples pasos, y no a un sufrimiento como realmente fue; con ese beso se prometían una vez más que lo volverían a recorrer, derecho y en reversa, si así fuese necesario.
Cada caricia representaba un remordimiento que se quitaban de encima; era su convicción de que su único pecado era amarse apasionadamente. Amar a un traidor era la única y gran deslealtad de Nakahara; amar a Chuuya era la única debilidad de un hombre que ya lo había perdido todo.
Cuando las manos de Dazai comenzaron a ponerse inquietas, su pareja sonrió contra sus labios y le susurró:
—La comida se va a enfriar.
—Ya está fría —murmuró, buscando fundir sus labios con los ajenos una vez más, moviendo su cabeza para encontrarlos, mientras que el otro, aún entre sus brazos, reía y esquivaba su tacto, girando su rostro de lado a lado, posicionando sus manos en su pecho, manteniéndolo alejado.
—Tú no has cocinado, bastardo —le sonrió con gracia, mirándolo con sus dulzura e indulgencia—. Así que, vamos a la mesa.
Dicho aquello, le dio un beso aún más corto que el anterior y se separó, sosteniendo los hombros de Osamu. Este suspiró y lo siguió hacia el comedor, donde reposaban los platos ya servidos en medio de los cubiertos. Chuuya se había esmerado hasta en colocar un bello mantel, de esos que no conocía, en abrir uno de sus mejores vinos, y algún que otro detalle que deseaba que su pareja no pasara desapercibido.
—Hasta encendiste velas, es de no creer —comentó una vez que su acompañante se sentó en su lugar, mientras observaba el romántico panorama—. Hoy no es nuestro aniversario, ¿a qué se deben estas cortesías de las cuales soy indigno?
—Si tuvieras que ser digno de algo para tenerlo, no me tendrías a mí —se burló con soberbia. Dazai solo rio mientras se sentaba frente a él, reconociendo que era verdad—. No tiene un motivo en específico. Solo pretendía embeberme en nosotros, utilizar estas dos semanas de descanso para recordar aquellas cosas que nos trajeron hasta este lugar hoy.
—No necesitas prepararme cenas ni flores, ni manteles ni velas, para que yo recuerde que te amo, Chuuya —afirmó, apoyando su mentón sobre sus manos y su codo sobre la mesa, otorgándole una mirada de afecto y una sonrisa que se meneaba entre la seducción y la ternura—. Por cierto, ¿cómo supiste que vendría?
—¿Qué clase de pareja hubiésemos sido en la mafia, si yo no hubiese aprendido a saber lo que pasa por tu retorcida mente?
—Por estas cosas me fascinas, Chuuuuuuya.
Se sonrieron con esa complicidad característica y comenzaron a cenar, charlando de sus tonterías y chismes; porque aunque Chuuya no compartía ningún tipo de información de importancia de la Port Mafia, sí disfrutaba de revelarle a Dazai todo tipo de chismes, pasando desde las perversidades diarias del mismísimo Mori hasta los rumores de Lagarto Negro.
—No puedes estar hablándome de Gin y Tachihara —se rio Dazai mientras tomaba su copa.
—¡Por supuesto que sí! —le comentó, entusiasmado—. ¡Yo los vi!
—Hablando de eso, ¿tú crees que Gin sepa algo de lo que urdimos entre tú y yo? —le preguntó, agitando su copa de vino frente a su nariz con delicadeza.
—No lo creo, dudo que Akutagawa le cuente algo —sopesó Chuuya, mirándole con curiosidad. Tomó un sorbo de su copa de vino y su semblante se tornó meditabundo—. Sabes, yo... no considero que él sea una persona de relaciones. Quiero decir, no está listo para estar en una.
—Eso es más que claro —asumió Dazai, escrutándolo con una súbita seriedad, cruzando sus piernas bajo la mesa y pausando su cena—. No se quiere a sí mismo, está repleto de rencor y rechazo y se siente inferior que los demás. Detesta a Atsushi porque dentro de sí teme que jamás podrá superarle, y no solo por eso, sino porque siente adversidad por su forma de desenvolverse en el mundo; ambos vivieron vidas similares, y no entiende cómo Atsushi tomó otro camino diferente al del odio.
—Gran parte de eso ha sido tu culpa —le espetó. Sus ojos lo fulminaban con severidad—. Si no fuera por el trato que le diste, no sentiría lo mismo al ver cómo tratas a Atsushi ahora. Justamente, vivieron vidas similares, ¿no? Entonces, ¿cómo explicas que a uno le diste la espalda y al otro le diste amparo?
—Lo sé, Chuuya —aclaró. Sabía que era el causante de muchas desgracias y destructor de muchas vidas. No obstante, si el otro quería liberarse, no le detendría.
—Puedo incluso, algún día, perdonarte el haberte ido de la mafia, pero jamás tendrás mi perdón ni mi consuelo por lo injusto que has sido con Akutagawa —anunció, frunciendo el ceño, afligido. Desvió su mirada hacia su copa y la apuró.
—Lo lamento —aseguró, bajando la mirada hacia su plato. No le expresaba explícitamente sus lamentos por lo ocurrido con Akutagawa, sino por el dolor que le estaba causando a la persona que amaba. No sería ni la primera ni la última vez que se arrepentía de algo en su vida. Haberse pasado al bando bueno nunca lo redimiría, ni mucho menos arreglaría todo lo que destrozó a su paso.
—No es ante mí que debes mostrar tus lamentos—masculló, irremediablemente molesto.
Mantuvieron unos minutos de silencio hasta que Chuuya suspiró, a sabiendas de que todo lo que le había escupido a Dazai eran cosas que él mismo sabía mejor que nadie; continuar con aquello era infructífero y no era del pasado sobre lo cuál debían discutir.
—De cualquier manera —murmuró, sin levantar su mirada—. Coincido con lo que dices. Es una persona inestable, aún más que tú.
—Acusa a Atsushi de buscar validación para vivir, mas él hace lo mismo a su manera —razonó, mirando su plato aún—.
—Entonces, te reitero mi pregunta de hace días atrás —comenzó, alzando su mirada para analizarlo nuevamente—. ¿Qué buscas conseguir con jugar a ser Eros?
—Mi subordinado es lo más parecido a un purificador —le comentó, mirándolo también. Su mirada, oscura y elocuente—. Es una persona capaz brindar lo mejor de sí y alumbrar la vida de cualquier persona solo con su presencia y su gran corazón. Desde la primera vez que los vi juntos supe que solo él podía forjarse un camino hacia la fría alma de Akutagawa; y, en cierta forma, contra viento y marea, lo está intentando incluso sin mis intervenciones —explicó. Chuuya supo que sus palabras eran sinceras. Se inclinó en la mesa y tomó la mano desocupada de su pareja—. No mentía cuando dije que me recuerda a nosotros; tú fuiste eso para mí, esa molestia que logró encontrar algo bueno en mí.
Chuuya recibió la mano de su pareja y la apretó con dulzura, enternecido ante sus palabras.
—Sabes, creo que ahora sí se enfrió la comida —murmuró con los sentimientos en los labios, profundizando su mirada en aquellos ojos que lo miraban con anhelo y blandura, entregados a su merced y cariño.
Dazai sonrió en respuesta, y eso fue todo. Los platos a medio comer, las velas resplandecientes y lejos de fallecer, las sillas corridas, Dazai y Chuuya de pie al lado de la mesa, tomándose nuevamente. Junto a la mesa había un sillón donde lo habían hecho cientos de veces, y donde esa noche sumarían una más.
Osamu tomaba la cintura ajena con ahínco, delineando su forma con los dedos y ansiándola con lujuria. Su pareja, por otro lado, sobre las puntas de sus pies, enrollando sus brazos a más no poder alrededor del cuello ajeno, apretándolo contra sí, buscando la mayor cercanía posible. Dazai notó su tambaleo debido a la forma en la que estaba parado tratando de alcanzar sus labios y sonrió. Entre beso y beso, el más alto los guió hacia el sillón y se arrojó sobre el mismo sin despegarse de su amante, quien quedó posicionado arriba suyo, como tanto les gustaba. A Dazai le encantaba sentirse dominado por Chuuya, y a este le encantaba sentir el control que ejercía sobre su pareja.
Se besaban con gran avidez y en cada beso se escurría el amor entre sus labios. Las caderas de Chuuya se movían con frenesí por inercia, buscando la erección de su pareja, insistiendo en conseguir la deseada fricción. Dazai se dejaba hacer y deshacer con los movimientos ajenos y, a su vez, recorría el torso de su pareja con toques impetuosos y arriesgados, despojando su torso sin siquiera darse cuenta, por simple costumbre; mientras se perdía en los besos y mordiscos, sus manos actuaban por su cuenta, acariciando la espalda del otro, sus caderas, su abdomen, su pecho, sus pezones. Adoraba sentir que todo aquello le pertenecía.
Chuuya jadeaba mientras perpetuaba sus movimientos. Sus actitudes también se desplegaban con naturalidad, encajando sus manos en los lugares que les gustaban a ambos; y de la misma forma, las vendas de Dazai estaban a la vista sin mayores obstáculos, y ni siquiera se habían percatado.
Se besaban y rompían el beso solo para abrir sus ojos y admirar la belleza de su acompañante, sonriendo en complicidad y suspirando sobre los labios ajenos antes de arremeter sonrientes una vez más.
Los dedos de Chuuya se enredaban en los cabellos de Dazai, y los de este último se marcaban en las caderas del otro, acelerando y desacelerando los movimientos en las maneras en las que sabía que les deleitaba. La piel de sus pechos pegándose cada vez más. Sus pelvis meciéndose a la par. Los besos. Los jadeos de ambos. Los toques. La necesidad.
Podían tener juegos previos y tener sesiones de muchas horas, mas aquella noche se caracterizaba porque ninguno de los dos deseaba aplazar la unión; esos últimos días habían sido impactantes para ambos y para su relación. Se querían aún más si era posible, a toda hora.
Chuuya gemía el nombre de Dazai en susurros lascivos, sintiéndose a la merced del placer simplemente por rozar su cuerpo con el de aquel hombre que amaba y le complacía a un nivel en que le hacía sentirse en el paraíso mismo. Gemía por sentir la erección ajena refregarse con descaro en su cuerpo.
Sonreía entre beso y beso aún acariciándole, mientras Dazai se deshacía de los pantalones de ambos, en búsqueda de más piel.
Se deseaban pasionalmente, y los sonidos que inundaban la sala de estar eran enloquecedores, y las esencias de ambos se volvían una sola. La lengua de Chuuya rogaba por sentir más el sabor de Osamu, y éste le daba todo de sí.
Entre toques y besos, sin reparar en el tiempo ni en sus propias acciones, ya se encontraban desnudos y Dazai dentro de su pareja. Chuuya le montaba moviéndose con elegancia y precisión, sintiendo esas delicadas manos aferrarse a él, y esos ojos oscuros penetrar en él aún mucho más que el mismísimo acto sexual. Y era, ciertamente, la parte más excitante. Se deslizaban el uno contra el otro a la perfección, gimiendo y entregándose. Era tomado por su antiguo compañero, quien le apretaba la espalda, acercándole a él, pegando sus torsos por pocos segundos para besarle con descaro y profundizar las estocadas.
Y así se tenían, así les gustaba sentirse, y así podían seguir toda la noche.
Porque el sexo era menester entre ellos, era pasional, era gratificante, era liberador. Siempre había sido así. Cuando eran adolescentes era una asiduidad, en cualquier lugar y momento puesto que compartían habitación en la Port Mafia y aquello era una gran ventaja para que no les faltase intimidad; claro que esta última no era de gran necesidad, debido a que podían incluso llegar a hacerlo en medio de una misión de bajo riesgo.
No obstante, luego de que Dazai abandonara la mafia, el sexo escaseó notoriamente. No solo por el tiempo que pasaron sin verse luego de aquel fatídico suceso, sino por la gran disminución de la frecuencia en la que se veían. Podían llegar a vivir tiempos con grandes ocupaciones donde solo podían verse un par de días en todo el mes, y eso significaba mantener una estricta castidad hasta cada encuentro. Porque, por supuesto, holgaba decir que ninguno de los dos se había encamado con nadie más, por más que así Dazai lo insinuase; cada uno había sido la primera, segunda, centésima y última vez del otro, y aunque sufriesen la lejanía y se lamentasen de vivir una vida ligeramente célibe de manera involuntaria, se sentían a gusto solo ante la idea de entregarse en cuerpo y alma al otro, y a nadie más.
Porque así se amoldaron y así lograron funcionar. No se trataba de una cuestión de fidelidad, compromiso o confianza, sino de un comportamiento natural, porque, por donde se mire, el hombre es un animal de costumbres. Y ellos estaban acostumbrados al otro. Dazai estaba acostumbrado a los delgados labios de Chuuya, a su actitud avasalladora y preponderante en la cama, a su cuerpo bien cuidado y agraciado, a sus gemidos y sus miradas lascivas; incluso aunque encontrara todos los demás atributos en alguien más, nada le satisfacía más que ver el placer reverberando en el mar de sus ojos, tan repletos de un amor desinteresado que le juraban que solo le pertenecían a él.
Chuuya, por su lado, estaba más que habituado a los refinados y atentos dedos de Dazai, a su toque inequívoco y firme, a acariciar su pecho vendado y sentir sus heridas, a la oscuridad fervorosa que perpetraba un crimen contra su cuerpo al escrutarlo con un deseo inminente. Un deseo que escondía un afecto infinito y que le hacía estremecerse.
Para Chuuya, Dazai era único y nadie podría brindarle lo que él le daba.
Y Dazai, mientras pudiese y fuese bienvenido, volvería siempre a Chuuya.
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No soy muy fan de escribir este tipo de cosas gráficas, pero lo consideré y lo considero necesario ya que la pareja de Soukoku me parece muy sexual y sensual, teniendo en cuenta ambas personalidades y la relación que trato de retratar.
Este capítulo ha sido de mis favoritos en mucho tiempo, de los que más he quedado satisfecha y a su vez de los que más me ha costado escribir, por simple capricho y detallismo.
Btw, la uni me está consumiendo la vida, así que si me tardo en actualizar es por eso :(
Gracias ♥
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