16
Las horas se escurrieron entre la negrura de la noche. Chuuya ya se había levantado y había comenzado con los preparativos cuando Dazai se arrastró escaleras abajo solo para echarse en el sofá.
—Si no vas a ayudar, considero que era mejor que permanecieras en la cama —siseó Chuuya, moviéndose de lado a lado, paseando frente al cadáver de Dazai—. Prefiero eso antes que verte holgazanear mientras yo me curto.
—Ya sabes que no puedo dormir cuando siento que te levantas, enano malvado —bostezó, estirándose y sin tomarse la molestia de abrir los ojos.
Chuuya no respondió. Si bien había sido soltado como una broma, ambos sabían que era así. Cuando pasaban los fines de semana juntos y Chuuya debía ir a trabajar, Dazai se despertaba irremediablemente al sentir su ausencia. Nakahara siempre había tomado eso como un capricho por parte del otro, mas con el tiempo se percató de que, tal vez, era algo inevitable, un evento que a ambos les dolía.
Un par de viajes hasta el baúl y de vuelta a la cabaña luego, echó a Dazai para que fuera a despertar a los niños y aseguró que les tocaba cerrar a ellos, que él esperaría en el auto.
Una vez hecho lo dicho, eran tres quienes se arrastraban escaleras abajo con los ojos pegoteados y cansinos. Dazai le arrojó la llave a Akutagawa para que él cerrara la puerta y salió pitando hacia el auto para evitar el frío.
Una vez cumplido aquello, Atsushi y Akutagawa, con vergüenza de solo mirarse y lo suficientemente adormilados como para analizarlo, subieron al auto y se mantuvieron escudriñando su propia ventanilla.
El viaje en aquella ocasión fue muy distinto del de ida; Dazai durmió la mayor parte y no emitió sonido alguno, Akutagawa no estuvo tieso mas sí descansó, y Atsushi se mareó, como de esperarse, pero Chuuya le había dejado unas cuántas bolsas, bebidas y porquerías para el malestar estomacal en su asiento.
Fue un viaje sin inconvenientes y sin paradas. Sin descansos para Chuuya y con exceso de siestas para los demás, a excepción de Atsushi que se debatía entre la pereza y ver a Akutagawa dormir; era un momento primoroso en el que podía verle sin el ceño fruncido y sus larguísimas y agraciadas pestañas que no había podido apreciar antes. Con el calor invadiendo sus mejillas, solo podía pensar que Akutagawa no estaría contento de saber que era inspeccionado de esa manera.
Ciertamente, otro pensamiento asaltó su mente, y era que no era un suceso ordinario que Akutagawa durmiera en un sitio así, por lo que se preguntó si había dormido realmente.
Por supuesto, Atsushi no sabía el millón de cosas que visitaron la mente de su acompañante la noche anterior, dejándole incapaz de descansar sin comenzar a sonreír y a cavilar sin descanso ni piedad.
Una vez que se avistaron las calles de Yokohama, Dazai despertó por un golpe en su rodilla. En código Doble Negro eso significaba: "¿cuál es el plan, maldito bastardo?"
—Llévalos a ellos primero —bostezó, desperezándose por centésima vez en el día—. Yo me quedaré contigo.
—¿Y a ti quién te ha invitado, maldito parásito? —le escupió, aún concentrado en su camino—. Debo volver a trabajar, así que...
—Patrañas, Chuuya, patrañas y más patrañas —le interrumpió, sonriente, observándole con los ojos entrecerrados por el sueño, luciendo tan atractivo como cada mañana que le veía junto a él—. Nos fuimos unos días antes de que se cumpliera la semana, así que tu licencia perdura. Ya no serán vacaciones en la nieve, pero serán vacaciones sobre Dazai, y estas no serán para descansar.
—Dazai-san —musito Atsushi desde su asiento con el rostro torcido—. ¿Cuál era la necesidad? Seguimos aquí.
—¡Atsushi! —exclamó el aludido, volteándose hacia los asientos traseros—. Así que estás despierto.
—Así es —bramó Chuuya en un tono de voz escalofriante.
Atsushi, con la psiquis aún más inestable que cuando subió a ese auto por primera vez, se limitó a echarse sobre su asiento y a rogar por llegar a su departamento lo antes posible.
Luego de unos minutos y unas vueltas, Chuuya estacionaba su auto frente a un edificio sobrio, amplio y, que pese a ser refinado, no era muy ostentoso.
—Oye, Chuuya, te has confundido —murmuró Dazai, observando el lugar que claramente le quedaba enorme a alguien como Atsushi.
—Así es, Chuuya-san —asintió Atsushi, escrutando la zona medianamente céntrica. Ya quisiera vivir allí—. Yo no vivo aquí.
—Tú no —alegó, ignorando a Dazai—, pero la princesa durmiente sí. ¡Akutagawa!
Ryuunosuke se sobresaltó en su lugar con intensidad al oír ese grito. Podía conciliar el sueño luego de una larga noche de sonrisas y cavilaciones, mas en un ambiente de charla discreta, no en medio de un griterío.
Abrió los ojos de golpe, cegándose en el proceso. Se tapó su rostro de manera inmediata y respiró profundamente. Movió sus dedos de manera que descubrieran uno de sus ojos, fríos y malhumorados.
—¿Sí, Chuuya-san? —masculló, rozando la irreverencia.
—Te toca bajarte —le indicó con un movimiento de cabeza.
Fue en ese momento en que se percató de que era verdad, al observar su departamento en la vereda del lado de la puerta de Atsushi. Se percató, asimismo, de que todos le observaban expectantes.
—Ábrame el baúl, Chuuya-san —fue su respuesta, atolondrándose como quien se despierta y no logra hilar dos ideas.
Acto seguido, abrió su puerta y se dirigió hacia la parte trasera para elevar la puerta y retirar su bolso. La dejó caer y oyó el sonido que indicaba que Chuuya la había desde su lugar.
Tomó su bolso y se encaminó a la vereda, frenando junto al auto para maniobrar un saludo veloz y cohibido al ser el centro de las miradas que salían por las ventanillas.
Al acabar su intento de saludo, le dirigió a Atsushi una última mirada fugaz, antes de toser frenéticamente y voltearse para deslizarse hacia la entrada del edificio a paso rápido.
Atsushi solo se limitó a atragantarse con su saliva y bajar la mirada. Dazai y Chuuya sonrieron con complicidad y el auto se movió para dejar al que restaba en su departamento. Cuando llegaron a su edificio destartalado, Chuuya echó a Dazai para que también fuese a su. Casa de una vez y por todas, mas fueron intentos vanos.
Mientras ellos zamarreaban en el auto, Atsushi ya se encontraba subiendo las escaleras sin importarle el bolso que abandonaba en ese baúl. Podía pedírselo a Dazai en otra ocasión; sin embargo, estaba más que cansado, y su superior y Chuuya empujándose en el auto no era lo mejor para su bienestar, y si debía esperar a que le abrieran la cajuela, se volvería viejo.
Atsushi suspiró mientras golpeaba la puerta, rogando que Kyouka estuviese despierta, y pensaba que, a pesar de que eran ellos a quienes llamaban niños, Doble Negro no se quedaba atrás.
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—Eres una maldita pesadilla —clamó Chuuya mientras apretaba el volante con violencia—. Eso es lo que eres; una pesadilla, un parásito y una lacra.
—Yo también te quiero, mi amor —soltó, altivo y sonriente. Ganar contra Chuuya era su mayor satisfacción—. ¿Qué vamos a comer?
—Tú te comerás mi puño, bastardo —farfulló, llegando a su zona.
—Prefiero comerme otra cosa...
—¡Que te calles de una vez! —exclamó, abriendo los ojos de golpe y empuñando los bordes del volante como si fuesen sus navajas.
Tan solo un par de minutos luego, en medio de una tensión más que tormentosa, mas nunca incómoda, Chuuya estacionó y se bajó de golpe, abrió el baúl y sacó dos bolsos.
—Toma esto —le arrojó el bolso en medio del rostro mientras cerraba el baúl.
—Oye —le llamó Dazai con la voz amortiguada por el gran bolso que apenas sostenía—. ¿No se supone que tú y yo habíamos llevado un solo bolso con nuestras cosillas?
—Pues sí, es ese que llevas tú —le respondió. Elevó su muñeca y le enseñó lo que sostenía—. Este es de Atsushi.
—Ya veo —se lamentó Dazai. Suspiró y le siguió a su pareja quien ya estaba entrando al edificio—. Oye, Chuuya.
—Qué.
—Esto de que hayamos llevado nuestras cosillas en un mismo bolso, es algo muy de matrimonio, ¿no te parece?
—Cállate y apúrate —fue su respuesta. Subió al ascensor y Dazai se aproximó.
—Pero es que así viajan las personas que están casadas o hace mucho tiempo —le sonrió Dazai—. ¿No es genial?
—Ya estamos hace mucho tiempo, por desgracia —le escupió, saliendo del ascensor y siendo seguido.
—Vamos, ¿qué, no te gustaría ser una dulce esposa? —se burló, siguiéndole el paso a quien ya abría la puerta del lugar.
—Si yo tuviera la desgracia de ser tu esposa, como tú dices, tendría el peor marido del mundo y quedaría viudo en dos días —le dijo con desinterés, cerrando la puerta una vez que Dazai pasó y echando el bolso a un lado—. Y ¿sabes la peor parte? No heredaría nada de un miserable que ni siquiera cuenta con seguro de vida y que gana menos que un niño con su mesada.
Dazai, quien ya se había librado del gran bolso en el primer rincón junto a sus zapatos, observó a Chuuya, que le miraba con los brazos cruzados frente a la puerta de la habitación, y lo recorrió de pies a cabeza.
—Eres tan cruel —comenzó a murmurar, acercándose a él a paso lento y con la barbilla aproximándose a su propio cuello—. Me encantas.
—¿A quién no? —contraatacó, sonriéndole como su aliado incondicional que era, sabiendo por donde iba el asunto.
—No me interesa a quiénes además de mí —le respondió, oscureciendo su mirada al punto de estremecer a Chuuya—, si al fin y al cabo, soy yo el único que puede hacer esto.
Estando ya frente a él, posicionó sus manos en las caderas ajenas y la delineó con la longitud de sus dedos, sintiendo el calor que emanaba el cuerpo de su pareja y siendo consciente del suyo propio y de su mismo sentir.
—Veo que estás ansioso —afirmó mientras se dejaba tomar y se aferraba a la piedra que colgaba del cuello de Dazai, moviendo sus ojos desde ese cuello a la oscuridad de esos ojos que le acechaban a la espera de unirse con los suyos.
—Luego del incidente no me has dejado tocarte ni un poco —aseveró, arrastrando los bordes de la camisa de Chuuya fuera del pantalón.
—Me sentía muy culpable —se sinceró, moviendo una de sus manos para ahuecarla en la mejilla de su pareja, concentrándose en unir sus miradas—. No deseaba que atravesaran esa experiencia, ni mucho menos que se enteraran de lo nuestro de esa manera.
—¿Lo nuestro? —enfatizó—, ¿qué es esa expresión tan cutre?
—Mucho tiempo creí que era solo lo mío, y no pienso volver a esa etapa —confesó, rompiendo la mirada para golpear su frente contra el pecho del otro.
—Nunca fue lo tuyo, Chuuya —murmuró, acariciándole la cabeza mientras la culpa de sus ojos se perdía en las paredes.
—Es fácil decir eso cuando nunca lo demostraste.
—Siempre dijiste que eras el único capaz de predecir mis movimientos y saber lo que pienso —declaró, aferrándose a él y apretándole más—. Por ende, siempre lo supiste.
—¿Eres tan rastrero que esa es tu patética defensa? —le cuestionó, oprimiendo la piedra a la que aún se sujetaba—. Estás echándome la culpa por no haber sabido leer tus crípticos sentimientos. Ni siquiera tú debías saber lo que sentías.
—Te equivocas —incluso aunque Chuuya no podía verle, sabía que estaba sonriendo—. Siempre supe que te quería.
Chuuya soltó la piedra y dirigió esa mano hacia la espalda de Dazai, abrazándole al mismo tiempo que con la otra mano le seguía sosteniendo la mejilla.
—¿Eso le dices a las mujeres? —musitó con una tímida sonrisa luchando por curvarse en sus labios.
—Con ellas ni siquiera hablo, Chuuya —aclaró, riendo con sutileza.
El aludido no comunicó respuesta, solo cerró su mano en un puño y la golpeó contra la espalda de Dazai, esa misma que acariciaba segundos antes.
—Ni siquiera hablan conmigo porque me ignoran —repuso, quejumbroso por el golpe, entrecerrando sus ojos y torciendo sus labios en una mueca—. Antes no era así; debe ser porque sienten mi aura de hombre casado.
—Ya deja ese asunto del matrimonio, me espantas con esas bromas estúpidas —le cortó—. Antes de decir esas tonterías deberías plantearte que es más que seguro que le has pedido suicidio doble al setenta por ciento de las damas de Yokohama y ya se corrió el rumor.
—Bueno, eso es una posibilidad.
Dicho aquello, Dazai, sonriendo ampliamente, se alejó un poco para tomar el mentón de Chuuya con las yemas de sus dedos y acercarle para besarle, con la fluidez que caracteriza a la seguridad de un movimiento.
Chuuya deslizó su mano que descansaba en esa espalda para acompañar e imitar a su otra mano que sostenía la mejilla de Dazai mientras le besaba con lentitud.
Dazai no dudó en tomar aquello como una señal de permiso para terminar de meter sus manos por debajo de la camisa de Chuuya, subiendo y bajando las manos, sintiendo cómo su pareja se revolvía bajo su toque y se dejaba mordisquear los labios.
Dazai llevó a Chuuya contra la pared junto a la puerta de la habitación, tocando más y desplazándose de golpe al cuello de Chuuya; aprovechando que le quedaban unos días antes de que volviera a trabajar, podía marcarle cuanto quisiera y degustar esa piel de lado a lado, perdiéndose en su perfume, lamiendo y besando ruidosamente, oprimiéndole más contra la pared. Chuuya se movía con impaciencia, frotando su cadera contra la rodilla que su pareja había puesto entre sus piernas, mordiéndose el labio y cerrando los ojos, porque le encantaba dejarse enajenar por Dazai y morir ante sus toques; y le ansiaba tanto como él.
—Acaso —titubeaba Chuuya, intercalando cada sílaba con un gemido mientras apretaba la cabeza de Dazai contra su cuello—, ¿planeas recrear la situación donde quedamos la otra vez?
—Sé que es tu posición favorita —susurró entre beso y beso, apropiándose de ese cuello.
En medio de la tardecita, se mantenían amándose como si fuese de noche, incluso aunque estuviesen adaptándose a la idea de quererse de día. Las persianas estaban cerradas, más cerradas que nunca, dejando que la luz se mantuviera lejos de ellos y de su tortuoso amor, porque Doble Negro había aprendido a amarse en la oscuridad.
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*yo evitando escribir smut porque me da paja*
besitos, les amo✨💕
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