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17| Estados Unidos

Antes de poder tocar la puerta del departamento de Jimin, mi celular comenzó a sonar en el bolsillo trasero de mi pantalón. En la pantalla se divisaba el nombre de mi madre, así que respiré lo más hondo que pude y me alejé un poco de la puerta para contestar —Hola Yoonie, tanto tiempo sin hablar, ¿cómo estás?

Yo negué con cabeza, mi mamá siempre exagera un poco las cosas. —Hablamos la semana pasada, ma. No ha pasado tanto tiempo.

—Ay ya lo sé —reclamó al otro lado de la línea—. Pero es que tampoco has venido a verme, y no he podido contarte la última desgracia que sufrió la familia Kim.

Los Kim eran los vecinos de enfrente de la casa de mi madre, eran una pareja de ancianos con tres hijos varones que los iban a visitar con bastante frecuencia, cuando yo todavía vivía ahí, recuerdo haberlos visto un par de veces. Solo uno de ellos recuerdo que tenia familia —¿Qué sucedió con ellos?—. Pregunté un tanto impaciente mirando la hora, le dije a Jimin que llegaría a las 10:30 para comenzar con el trabajo, pero entre que el ascensor no llegaba nunca y la llamada imprevista de mi madre, ya llevo casi 10 minutos de retraso.

—Hace dos días la señora Kim golpeó mi puerta porque necesitaba desahogarse —se escuchó un poco de interferencia al otro lado de la línea, pero la señal volvió rápidamente—. Y resulta que uno de sus hijo, ay, ¿cuál me dijo que era? ¿Te acuerdas como se llamaba el mayor de los hermanos, Yoonie? Era algo como Seok-

Me sujeté el puente de la nariz, adoraba a mi madre, pero siempre llamaba en los momentos menos oportunos —¿SeokJin? Creo que era algo así —respondí.

—!Sí! Que muchacho tan guapo, bueno pero resulta que le salió gay! ¿Puedes creerlo Yoonie? Alguien con su estatura, su sonrisa, perfectamente podría captar la atención de una señorita de buena familia.

Quedé suspendido en el aire con las palabras de mi madre, ella seguía hablando sobre el desperdicio que significa que alguien como él sea gay, pero yo había dejado de prestar atención con lo último que dijo.

—¿Yoonie? ¿Me escuchas? ¿Aló? Odio esta compañía de teléfono Yoongi, tienes que cambiarla, siempre se corta la señal-

—Sigo aquí —respondí para evitar que siguiera reclamando.

—Ay, menos mal, pensé que otra vez se habían robado los cables.

De un momento a otro, la puerta frente a mi se abrió, dejando ver a Jimin con una remera, pantalones cortos y sus característicos lentes negros. —Oh, Yoongi hyung, no sabía que estaba aquí.

—¿De quien es esa voz, Yoonie? ¿Es de alguna señorita? —preguntó mi madre al otro lado del teléfono. Yo cerré los ojos, frustrado, y le hice una seña de silencio a Jimin mientras tapaba el microfono de mi celular, no tengo idea a donde se dirige pero necesito disculparme por mi retraso. El se quedó en su lugar, esperando.

—No, mamá. Es mi jefe —respondí —Te voy a colgar porque necesito entrar al trabajo, mañana te llamo. Adiós.

Colgué antes de que pudiera decir algo más, y disfruté un segundo del silencio que entregaba el pasillo del edificio.

—¿Todo bien, hyung? —le oí preguntar, y las sensaciones de emoción y culpa volvieron a chocar dentro de mí. —Su rostro está un poco...rojo.

No había sentido el calor de mis mejillas hasta que Jimin lo mencionó, me llevé una mano a ellas para comprobar lo evidente, fueron demasiadas emociones en muy poco tiempo —Sí, sólo era mi madre —dejé el trípode apoyado en la pared para descansar mi hombro y rogar porque mi rostro vuelva a su color natural —Estaba a punto de golpear tu puerta cuando ella me llamó.

—Oh, está bien, de igual forma me levanté un poco tarde. —Se quedó observándome un tiempo, yo no podía sostenerle la mirada, con esos lentes se ve realmente sexy —De hecho...iba bajando a comprar algo para el desayuno, ¿quiere acompañarme?

Yo suspiré, ya más relajado. Jimin me ayudó a entrar las cosas a su departamento y luego salimos del edificio hasta el negocio -que parecía un mini mercado- que había a la vuelta de la calle principal. Compró frutas, algunas verduras y dos porciones de sopa, las cuales traían un agregado de arroz con kimchi. Ninguno de los dos habló demasiado, yo seguía procesando las palabras de mi madre, e imagino que Jimin pudo descifrar que algo sucedía, ya que tampoco indagó más de la cuenta, y aquello se lo agradecí internamente. Él no tenía porque enterarse de los comentarios homofóbicos de mi madre.

—¿Cómo sigue Minsoo? —pregunté una vez nos colocamos en la fila para pagar. Había bastante gente delante de nosotros, y solo una chica atendiendo la caja.

Jimin me sonrió, hasta entonces no me había dado cuenta de que traía un poco de labial transparente, dándole una tonalidad abultada y suave a sus labios —Hoy en la mañana me llamaron del hospital y me dijeron que se está recuperando bien —cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro —Aún no pueden darle el alta ya que necesitan quitarle el vendaje y hacerle unos exámenes para comprobar que la operación haya salido bien, y no tenga alguna secuela.

Mientras avanzábamos en la fila, Jimin me contaba sobre su hermana, quien al igual que él, ella llegó a Seúl con su abuela, buscando una mejor oportunidad de vida, lejos de su familia y de la religión a la que pertenecían cuando vivian en Busan. Sin embargo, ella no tomó las mejores decisiones, y una cosa tras otra, la llevaron a ser parte de un microtrafico de drogas ilegales. Cuando les cayó la policía, ella no tuvo forma de escapar, intentó huir a Estados Unidos junto a dos personas más, pero los atraparon en el paso fronterizo.

—Mi abuela intentó pedir que ella cumpliera su condena acá, en Corea, para que Minsoo pudiera visitarla, pero el gobierno de Estados Unidos se negó.

—¿Y Minsoo, sabe de su madre? —pregunté.

Jimin se quedó pensando un tiempo antes de responder —Mm...no en realidad, esto pasó hace bastante tiempo, Minsoo aún era un bebé, entonces ni siquiera la recuerda. Sabe que yo soy solo su tío, me ha preguntado pocas veces sobre sus padres

—Guardas demasiados secretos, Park Jimin —bromeé. Aquello lo hizo reír. Yo adoraba su sonrisa, tan genuina y libre de prejuicios.

Lo observé dejar las frutas y verduras en las balanzas, al parecer los dueños de la tienda lo conocían desde hace un tiempo, ya que mantuvieron una breve conversación. Jimin pagó todo y se despidió no sin antes agradecerles por la atención brindada, yo igual me despedí.

—¿Le parece si desayunamos y luego comenzamos a trabajar?— me preguntó.

—¿Ya tienes pedidos? —inquirí por mera curiosidad, yo solo tomaba las fotografías y se las enviaba ya editadas a un correo que el me dejó, Jimin era el que las administraba y distribuía.

Jimin apretó los labios en una fina línea —Le sorprendería saber que compran incluso en las madrugadas, aunque yo casi ni me entero de no ser porque veo la transacción en la mañana, ya que es contenido que tengo programado para enviarse en automático, aunque ellos no lo saben.

Con ellos se refiere a los compradores, él no lo aclara y yo tampoco necesito que lo haga. Al llegar a su departamento me recibe el olor característico de su perfume, descubrí que es una fragancia a la que podría acostumbrarme, si es que ya no lo estoy.

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