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02| ¡Un dineral!

—¡Kim Taehyung! ¿¡Dónde estás!? —el joven castaño pegó un brinco en su lugar al oír el grito medio histérico de una mujer provenir del interior de la cocina.

Dejó al gato en el suelo y levantó la mano izquierda como si estuviera saludando a alguien detrás de mi —¡Aquí, nona! —grita en respuesta.

Giro la cabeza y una chica rubia aparece en mi campo visual, va ataviada con un delantal blanco, al parecer es quién hace los cafés del local —¿Qué haces sentado ahí, Kim? ¿Por qué no estás en la caja? —llegó caminando hasta nuestro lado con los puños en la cadera y una mirada de regaño total. Su cabello rubio amarrado en una coleta alta le da un aspecto pulcro, casi llegaba a camuflarse con lo blanco del lugar.

—Por la misma razón que usted pudo salir de la barra, nona —el joven castaño apoyó los codos sobre la mesa, formando una sonrisa inocente. Sus brazos son gruesos, ojalá algún día pudiera tenerlos como él, lástima que el gimnasio no es lo mío, levanto una pesa y ya sudé lo equivalente a un mes completo—. No hay más clientes, él fue la última persona a la que atendí —dijo apuntándome con la barbilla.

—Bien, pero no vuelvas a descuidar la caja o le diré a la jefa lo que estás haciendo —auch, eso me recordó a la típica compañera de clases que siempre solía acusar a medio salón de esto y aquello. La misma que le recordaba al profesor que había dejado una tarea.

Taehyung rodó los ojos —Sí, nona, no se preocupe —luego de que la chica se haya ido sin dedicarme una pisca de atención, él volvió a fijar su vista en mí e hizo algo parecido a un puchero—. Debo irme a vigilar la caja, espero disfrutes tu comida.

Eso fue bastante extraño, las personas normales no suelen sentarse a hablar con alguien desconocido, por lo general solo sucede en las películas, y con la única intención de querer ver si pueden formar algún vínculo amoroso. Moví la cabeza para dejar de pensar en eso y volví a concentrarme en el celular, el mensaje de la oferta de trabajo seguía ahí, y en realidad no sabía cómo decirle que no, primero intenté con un: "No, gracias, ya tengo empleo" pero aquello sería una vil mentira, porque tener empleo es lo que más me urge en estos momentos, pero fotografiar a hombres semi desnudos nunca estuvo en mi lista de propósitos.

Seguí mirando el celular mientras me tomaba mi café, pensando en cómo rechazar la oferta sin sonar grosero, por más que me incomode ese tipo de chicos, la idea tampoco es denigrarlo por lo que hace con su cuerpo.

No tengo idea cómo, pero supongo que él notó mi duda, porque luego escribió:

Puedo contarle de qué forma calcularía su paga, por si tiene dudas sobre eso.

Yo bufé, si tan solo supiera que el dinero no es lo único que me preocupa. Mis ojos igualmente tendrán que ver cosas desagradables, ¿me pagará la terapia también? Seguí sin responder, hasta que no soporté más, me iban a salir raíces si seguía sin hacer nada, así que accedí a que me dijera cuánto es lo que se supone que voy a ganar si acepto la oferta.

Por cada imagen cobro 15098 wones, la cantidad mínima a pedir son tres imágenes, lo que equivaldría a 45294. De eso, el 30% es suyo, o sea 13588. Y por lo general, hay tres pedidos diarios con los que tengo que cumplir, por lo tanto, al día usted estaría ganando, 40764, y si suponemos que el mes tiene 30 días, mensual, recibiría, 1222943.

A esto se le suman los videos, los cuales tienen un costo mucho más alto, también puede ocurrir que durante el día no haya ningún pedido, pero muy pocas veces sucede.

La verdad de las cosas, es que estoy muy sorprendido con lo que llega a ganar la gente que vende este tipo de imágenes, mi paga ya es alta, y eso que solo es el 30%, él se queda con el 70% ¡un dineral! ¿a quién en su sano juicio se le ocurre renunciar? Ya entiendo porqué se preocupan tanto por su aspecto personal. De todas formas le dije que lo pensaría:

Le doy tres días.

Con esa sola línea, me dio la impresión de ser alguien exigente.

Recuerde informarme cualquier decisión que tome, para saber si tengo que buscar a alguien más.

Tres días parecen ser tiempo razonable para que por lo menos una empresa decida si me contrata o no, y si no llaman en tres días, no tendré otra opción más que aceptar la desagradable propuesta.

Lo extraño no es que me abriera la puerta al salir del local, lo extraño es que también me diera una tarjeta con un número telefónico justo en el medio. Lo miré a los ojos e intenté sonreírle, pero más que sonrisa, estoy seguro de que se vio como una mueca de espanto puro. —Eh...lo siento, yo no soy...bueno, ya sabes —me alejé un poco e intenté devolverle la tarjeta, no me interesaba mantener algún tipo de contacto con él.

—Oh, yo tampoco —me dijo.

—¿Qué?

El chico levanta una ceja, extrañado —Pensé que estábamos diciendo nuestra orientación sexual. ¿No era eso?

Yo abrí y cerré la boca, intentando encontrar algo que contestar —Ah, sí. Es decir, no quiero ofenderte, fuiste muy amable y todo, pero...la verdad es que no estoy interesado —volví a tenderle la tarjeta, pero él parecía no verla, en ningún momento hizo amago de querer aceptarla de vuelta.

—Yo no te he propuesto nada, tranquilo —murmura con el entrecejo fruncido, se le nota genuinamente confundido. Yo también lo estoy, y lo más probable es que mucho más que él, solo que aún no se da cuenta.

—Pero me diste un número telefónico —intento rebatir mientras sacudo la tarjeta a la altura de nuestros rostros.

—Oh, sí, es el número de la tienda, repartimos a domicilio también.

—Ah.

No sé si ya lo dije, o si ya se notó, pero pasar vergüenza es uno de mis pasatiempos favoritos. Él soltó una risa ligera, curvando los labios y moviendo la cabeza de un lado a otro, divertido. Dios, por un momento todo se había vuelto incómodo, tengo que dejar de decir cosas estúpidas, o derechamente, dejar de malinterpretar las acciones y palabras de otras personas.

—Pensé que era... —no pude terminar la frase, recién lo conozco, no es posible que haya pensado que estaba intentando coquetear conmigo, eso es ridículo.

—Sé lo que pensaste, pero no te preocupes, no pasa nada.

Doy un paso hacia afuera —Tampoco quiero que lo mal entiendas, no tengo nada en contra de las personas como tú —bien creo que no tuve que haber dicho eso, porque él ladeó la cabeza, volviendo a estar confundido.

—¿Como yo? ¿Cómo se supone que soy?

—Es decir, ay, esto es difícil —me alejé de la puerta, dispuesto a huir por la vereda de la calle hacia mi departamento lo más rápido posible —Tengo amigos a los que les gustan las personas de su mismo sexo, y no considero que sea un problema.

El chico volvió a sonreír, yo de verdad que no lo entiendo, por un momento pareciera que está a punto de golpearme, ¿y ahora de la nada está sonriendo otra vez? —A eso se le llama homosexualidad —se acercó un poco a mi rostro. —Y no hay nada de malo con decirlo en voz alta.

Trago grueso y asiento varias veces en respuesta —Sí, o sea no, no hay nada de malo —me golpeo la frente —Mejor me voy, te estás haciendo una muy mala imagen de mí.

Él asiente con los labios apretados en una fina línea, pero su rostro amable delata todo lo contrario, creo que nunca le enojó la sarta de estupideces que dije, solo sintió pena ajena por personas como yo. Al final nunca entendí si era o no gay, pero después de esta situación embarazosa, eso es lo de menos.

Quizás nunca vuelva a pisar "Dalí catcafe" por amor a la poca dignidad que me queda.

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