Capítulo 1
Dentro de una habitación plagada de rosa en las paredes, sábanas, artículos de belleza, posters y más, se encontraba la bellísima Tabatha, quien se despertó asustada tras haber soñado que estuvo a punto de asesinar a un joven adulto de cabello oscuro y ojos azules porque él la había incitado a cortarle parte de su dermis.
Ella intentaba analizar lo sucedido, pues desde hacía semanas que había comenzado a tener pesadillas extrañas.
Tabatha sintió la necesidad de sacarse la pijama para revisar si su cuerpo presentaba alguna anomalía.
Vistiendo solo un calzón azul pastel, la pelirrosa se estiró sobre su cama y con precisión, examinó cada centímetro de su parte inferior.
Sus dedos seguían igual, con las uñas pintadas de rosa; así que la joven escaló su mirada hacia sus piernas, las cuales lucían perfectamente lampiñas y blancas como siempre.
Ella suspiró, aliviada, hasta ese punto no había nada raro, pero antes de pasar a su abdomen, palpó las plantas de sus pies para llevarse la sorpresa de que estaban intactos. Tal vez, les hacía falta hidratación, mas, eso bien se podía arreglar con una ducha y crema.
Posicionándose frente al espejo de madera que daba a un costada de la cama, usó su vista biónica para detectar que su abdomen estaba bien, por lo que dirigió sus ojos a sus redondos y suaves pechos, a los cuales trataba con respeto.
Primero, ella posó sus manos sobre su seno derecho para rectificar que no hubiera ninguna bolita anormal, y después hizo lo mismo con el otro.
Ella admiró su busto, tan solo para sorprenderse con que sus areolas permanecían siendo cafés claras, y que sus pezones estaban un poco alzados, pero no le tomó importancia a ello.
La pelirrosa siguió su examen en su cuello, rostro, y por último, espalda.
Estando más tranquila de su estado físico, tomó algunas prendas y se dio un baño rápido, tranquila porque su mente le había jugado una mala pasada con respecto a que su sueño pudo haber sido una realidad a medias.
Ella se vistió con un pantalón de mezclilla, strapple de encaje y blusa rosa y corta con manga larga. Además, se colocó un collar de oro con un dije de serpiente para que combinara con los artes brillantes que traía.
Tabatha se sonrió, esperando el tiempo suficiente como para decidir cómo deseaba maquillarse.
—Así se hace, cariño —gimió una voz masculina dentro de su cabeza—. Sentir tus glúteos encima de mí, es lo mejor que me ha pasado en mi puta vida.
En ese momento, ella entró en pánico, por lo que interrumpiendo su sesión de maquillaje, ingresó al baño, debido a que identificó el flujo de un líquido en su zona baja.
Tras tomar un respiro bajó su pantalón y calzón, deleitándose con que estaban limpios, pero eso no explicaba algo acerca de lo que había sentido.
Segundos más tarde, limpió sus labios mayores e inferiores con papel, y olfateó.
Ella se asqueó antes de observar que por unos instantes tuvo lubricación vaginal, al estar pensando en que un hombre le rogaba por seguir complaciéndolo. ¿Cómo era posible sino recordaba haber tenido actividad sexual anoche?
Tabatha no le dio vuelta al asunto, tiró el papel dentro del bote de basura, y se lavó las manos para continuar maquillándose.
Ella concluyó su outfit, perfumándose para sentirse cómoda ante el hecho de que después de muchos años fuera del espectro amoroso, tendría una cita con un joven adulto atractivo.
—¿Cómo estarás vestido? —se preguntó Tabatha, acomodándose el cabello, intentando que los nervios no la traicionaran.
Saliendo de casa, ella se cuestionó si estuviera bien comentarle a su cita acerca de los extraños y tenebrosos sueños que tenía de vez en cuando.
Por un lado, si guardaba el secreto, ella estaría mintiendo; por el opuesto, al confesarle, él pudiera alejarse de ella porque consideraría que estaba loca.
Pese a su dicotomía, ella decidió no mencionar nada, a menos que entre la conversación surgiera un tema relacionado a lo que le sucedía.
Sin titubear, la pelirrosa se encaminó a la repostería en donde vería al muchacho que estaba ansioso de conocerla, pues ambos eran fanáticos de las películas de ciencia ficción.
Ella vagó por algunas calles residenciales con casas exactamente iguales, edificios blancos, jardines delanteros y cocheras. Así mismo, en la acera había árboles verdes, los cuales tenían montículos de hojas secas a un costado de ellos.
Ella disfrutó de aquel panorama, dado que la hacía rememorar los momentos en los que estaba en casa de sus padres.
Mientras hacía recuento de las pacíficas experiencias con sus ascendientes, ella llegó a una avenida diferente a la de su trabajo.
Donde se encontraba, había poco tránsito, peatones contados y un enorme parque frente a ella. Fue hasta que casi chocaba con un señalamiento que se percató de su ubicación.
Ella esperaba a que los semáforos se coordinaran para cruzar y continuar su camino, pero en ese lapso, un coche blanco se posó delante de ella. De inmediato, Tabatha se puso alerta, recurriendo a sacar su teléfono para llamar a la policía, en caso de que quisieran hacerle daño.
El cristal se deslizó hacia abajo y el conductor visualizó a la pelirrosa.
El joven era de cabellera oscura, musculoso, e iba vestido de modo casual, pero un poco formal como para indicar que se dirigía a encontrarse con alguien. Sin embargo, sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de Sol.
Procurando ser educado, él se dirigió a Myers: —Perdona la impertinencia, es solo que me recuerdas un poco a la hermosísima joven con quien tendré una cita hoy. De casualidad, ¿no te llamas Tabatha Myers, y eres amante de la lectura?
Tabatha se petrificó, el profundo timbre del joven era idéntica a la voz que recordó ella mientras se maquillaba.
El joven sonaba como con quien convivió sexualmente en un sueño. Aun así, no podía actuar extraño, así que le afirmó al joven que ella era Tabatha, una amante de la literatura.
Él parqueó el auto, abrió la puerta del auto y, entregándole una rosa, la ayudó a sentarse en el asiento del copiloto.
Ella se sintió alegre.
El destino la hacía encontrarse con un lindo joven con modales, quien se esmeró en tratarla como toda una reina, y le había dado un detalle para consentirla.
El pelinegro entró a su carro tras ver que ella se pusiera el cinturón.
Él se posó sobre su asiento, cerrando la puerta izquierda, esperando a que la bella chica de ojos esmeralda se sintiera cómoda con su presencia.
Cuando observó que ella estaba bien, quitó el freno y empezó a conducir hacia la repostería Miel & Café.
Tabatha quiso conocer un poco al conductor mientras viajaban, por lo que procedió a preguntarle su nombre y ocupación: —Bueno, ya que sabes cómo me llamo. Me gustaría que me dijeras quién eres y a qué te dedicas.
—Sí, con gusto. No es que stevguapo79 revele mucho —bromeó el joven, sin apartar la vista del camino—. Me llamo Jacob Stevens, soy arquitecto. De hecho, trabajo para la compañía Colorful Estate, ¿la conoces?
—Obvio que sí —rio ella, acariciando la rosa—. Ustedes fueron quienes construyeron la increíble Torre Morada, un lugar de ensueño, donde las historias suelen cobrar vida por sí solas... Es impresionante el magnífico trabajo que hacen.
Él se quitó los lentes, dejando al descubierto sus hermosos ojos azules.
Tabatha se quedó anonada ante el color de los iris de Jacob, pues le recordaban al océano y los días en que solía ir a la playa para relajarse.
Jacob notó que ella lo miraba y acarició su mejilla.
Ella se sonrojó, desviando la vista hacia otro lado, y comentando que prefería mantener cierta distancia interaccional hasta que platicaran más acerca de sus vidas.
Sorprendido, Jacob le confesó: —Hemos llegado a la cafetería, preciosa.
La pelirrosa corroboró lo que él le dijo, y abandonó el auto, esperando que su acompañante se subiera a la acera para entrar con ella al establecimiento cuya decoración era sencilla, pero cumplía la misión de avisarle al cliente cuál era su giro. De hecho, Tabatha sostuvo la rosa, evitando mantener contacto visual con Jacob.
Ellos entraron a Miel & Café, pidieron una mesa y se sentaron para continuar con la conversación que empezaron dentro del auto, pero la joven estaba tan nerviosa porque no dejaba de pensar en lo atractivo que era su cita.
«Dios Mío, él es el hombre más sexy que haya visto en años», murmuró Tabatha, al mismo tiempo que admiraba que Jacob regresaba de la barra con dos cafés.
Jacob le acercó un vaso a su cita, quien no dejaba de mirarlo asombrada de su belleza.
—Aprecio tu oferta, pero deseo conocerte un poco más antes de acostarme contigo —respondió ella, vacilando con la rosa.
Jacob alzó las cejas, pues él estaba impresionado de que por primera vez, una chica había descifrado el modo en que él expresaba un interés sexual hacia ella.
—¿Me pareces atractivo? Por Dios, sí —alegó Tabatha—, pero no me gustaría que nos precipitáramos, tengamos una noche loca, y que terminemos siendo efímeros en la vida del otro. No estoy en busca de una relación casual, quiero algo serio.
—Lo lamento —se disculpó el pelinegro, observando que ella se había puesto de pie—. Sí, también me pareces muy atractiva, sensual y sexy, sin embargo, estoy dispuesto a conocerte durante meses antes de iniciar una vida sexual contigo.
Tabatha accedió a continuar la cita.
Inmediatamente, buscaron un tema de conversación inicial y conforme pasaba la charla, ellos comenzaron a tomarse fotos juntos en diferentes partes de la repostería, demostrando en sus imágenes que el lugar era lindo.
Por dentro, había paredes blancas, aire acondicionado, mesas y sillas metálicas, dibujos de postres, y más.
A la par que ellos se sentaban de nuevo en la mesa, Jacob comentó: —Una cita no es suficiente para nosotros... Hace tres años que no he hecho clic con alguien.
—También me la pasé muy bien —coincidió ella, sonrosándose—. Creo que podríamos tener una segunda cita.
Ella estaba segura de que pronto podría ser honesto con él acerca de sus problemas, pero debía permanecer siendo prudente para no arruinar el momento.
—La cuenta —dijo la mesera, quien le entregó a Jacob el recibo de su consumo.
Él sacó su cartera y entregó el dinero exacto más propina, comentándole a su chica que era momento de retirarse de la repostería.
Tabatha se levantó, cargando con su flor.
Por otro lado, Jacob se aproximó hasta ella para que salieran juntos, pero antes de subir al carro, hizo una declaración.
—Me emociona la relación romántica que tendremos en un par de meses —reveló Jacob.
Ante dicho comentario, la pelirrosa no soltó palabra alguna, solo sonrió avergonzada.
Ella se subió al coche, esperando a que Jacob la siguiera y así fue.
Para ese instante, Tabatha sentía que su corazón latía al mil. Había algo dentro de ella que anhelaba pasar más tiempo con el joven pero no de la forma en que había planificado al principio.
Ansiosa y sin titubear, ella besó a Jacob en los labios cuando él ya había cerrado la puerta del conductor.
Lógicamente, como el pelinegro tenía muy presente el comentario de su cita, le preguntó si había cambiado de opinión, a lo que ella contestó que podría ser esa una posibilidad, pero no se la daría.
Él esbozó una sonrisa, conduciendo de regreso a casa de Tabatha.
De alguna forma, sabía que ella le había mentido cuando estaban en el establecimiento, aunque no iba a presionarla para que fuera honesta con él, pues todavía eran extraños.
Durante el trayecto, ellos continuaron hablando acerca de los pasatiempos que tenían en sus infancias, y la joven dijo que antes de leer, solía hacer pulseras con cinchos.
Apenas soltó su secreto, Jacob rio con ella.
Veinte minutos después, Tabatha llegó a su casa.
Ella no sabía cómo despedirse, sin embargo, tras quitarse el seguro, decidió besar a Jacob en los labios, y él le correspondió con ternura.
Ambos se apartaron ansiosos de reencontrarse de nuevo, y ella bajó del automóvil, siendo observada por el muchacho.
—¿Te gustaría entrar? —Tabatha se acercó a la puerta de su casa, procurando no ruborizarse.
—Con gusto —aceptó el pelinegro, ayudándola a revisar que nadie robó allí dentro.
Ella cerró la puerta con seguro, analizando que después de que él encendió las luces, él estaba bobo ante las tiernas decoraciones de la casa de Tabatha.
Redirigiendo los ojos hacia ella, Jacob besó a su cita.
Ella le consintió el nivel de cariño, rodeando su cuello con sus brazos, al mismo tiempo que él la tomó de la cintura, atento a cualquier deseo que ella tuviera para detener o intensificar el beso.
Poco a poco, el calor fue acuñando sus cuerpos, así que ellos debían decidir si se desnudaban o permitían que la sensación de fiebre aumentara más antes de ir a la segunda fase.
Una tortuosa brasa impactaba cada célula de sus cuerpos, como si se hubieran infectado con un virus pecaminoso que no hacía más que tentarlos, obligándolos a corresponder a una violación a lo moralmente correcto en una primera cita.
—¡Jacob! —chilló ella cuando él apretó uno de sus senos, a la par que besaba y lamía su cuello con tanta efusión y salvajismo que terminó por aumentar los gemidos de su compañera.
Jacob contenía sus deseos carnales, pero su pene había comenzado a ponerse duro y erecto.
Permitiéndose ceder ante sus necesidades fisiológicas, él desnudó a Tabatha, deslizando cada una de sus prendas con delicadeza, haciéndola cantar cada vez más.
Aquellos gritos, no hacían más que poner deseosa a Tabatha. Ella comenzaba a desear chupar la glande de Jacob.
Él arremetió contra la colcha y sábanas de Tabatha para depositar a la joven encima de la cama antes de sacarse la ropa y quedar en ropa interior.
Jacob continuó el beso.
Sus bocas se unieron, bailando al compás de la intensidad del momento, al mismo tiempo que él le arrebata el sostén a su cita.
Tabatha sintió cómo sus pechos eran estrujados y besados con profesionalismo por Jacob.
Él usó uno de sus dedos para frotar su clítoris encima de las pantaletas de la pelirrosa hasta que... ¡Ella tuvo un squirt!
Jacob recorrió la piel de la pelirrosa con su lengua y boca, rozando con calma cada una de sus zonas erógenas.
Él gozó el recorrido, pero ese placer acrecentó conforme escuchaba que la joven rogaba por más intensidad de las caricias, y solo entonces, el pelinegro le hizo sexo oral a su pareja.
La pelirrosa gimió el nombre de Jacob, anhelando que él ingresara su orificio con dos dedos.
Él obedeció a su chica, complaciéndola, procurando que no llegara al éxtasis antes de que él introdujera su pene dentro de su orificio vaginal.
Después de conseguir lubricación natural suficiente, Tabatha estaba preparada para ser penetrada por Jacob y unir sus cuerpos.
Él se quitó el bóxer cuando se colocó el condón que había guardado en uno de los bolsillos de su pantalón.
Tabatha observó el miembro de su pareja sexual. El pene no era enorme ni descomunal, medía catorce centímetros y era grueso.
—Te deseo adentro de mí —masculló ella, auto penetrándose con dos de sus dedos, y lamiéndolos después de sentir su semen caliente.
Jacob la detuvo, encimándose en ella.
Él la besó nuevamente, sin importarle que ella se comió su propio elixir blanquecino.
Sus cuerpos estaban tan calientes que el aire acondicionado había dejado de ser percibido por ambos.
—Penétrame —exigió Tabatha, clavando sus uñas en la espalda del pelinegro.
—¡Jacob! ¡Jacob! ¡Jacob! —gemía ella, al sentir que él la penetraba y generaba mucha fricción allí abajo.
Ellos transitaron una noche llena de pasión, erotismo y salvajismo, tomando en cuenta que querían probar con distintas posiciones del Kama Sutra, como por ejemplo, el tradicional 69 y el doblez (abrazaron sus piernas y juntaron sus pechos lo más que pudieron).
Por último, cuando Jacob eyaculó y ambos gimieron excitados y satisfechos, él retiró su pene de la vagina y se quitó el condón, amarrándolo antes de envolverlo en papel.
Tabatha se irguió.
—Quiero saborear tu pene, y que te corras en mi boca. Mi vagina no es lo único estrecho que puede complacerte —dijo ella, jugueteando el miembro de Jacob.
—No tienes por qué decirlo, solo hazlo... Todavía no estoy listo para terminar contigo —accedió él.
Ellos se posicionaron, permitiendo que ella metiera el pene dentro de su boca, al mismo tiempo que masajeaba los testículos de su acompañante.
Jacob gimió antes de acariciar y jalar el cabello de Tabatha.
Ella estaba lista para ejecutar la fase final de su plan pero, debía ser precavida o él se daría cuenta de sus oscuras intenciones.
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