¿Un clavo saca a otro clavo?
Siempre había escuchado a su alrededor, de boca de cada uno de sus amigos que habían tenido relaciones amorosas, que el enterarse de una traición era lo más doloroso del mundo. Él jamás había sufrido de eso, es por eso que cuando sus amigos se enfrascaban en sus anécdotas rompe corazones, él se sentía fuera de lugar.
¿Por qué?
Pues porque Park Jimin tenía la relación más perfecta del planeta tierra con Jeon Jungkook, su prometido; lo conoció apenas en preparatoria, cuando ambos no eran nada más que dos jóvenes pubertos buscando satisfacer su lívido. Pero los niños crecen, y ellos no sólo se enamoraron del sexo entre ellos, si no que también se enamoraron de sus almas. Jimin era el chico más feliz a su lado.
A solo una semana de casarse con él, seguía escuchando anécdotas rompe corazones; pero esta vez, de divorcios. Jodida mierda la que tenía que aguantar, él no tenía la culpa de que las parejas de sus amigos fueran infieles.
Es por eso que harto de tanta palabrería, se puso de pie y se disculpó antes de ir al baño, siendo esta una excusa para salir a tomar aire. Sacó su teléfono y marcó el número de su prometido, pero este no contestó.
Jeon Jungkook era un joven empresario, uno de los más jóvenes de Corea y con una fama considerable en ascenso, no era de extrañar que este no respondiera sus llamadas cuando posiblemente estuviese en una reunión. Volvió a llamar por última vez, y la llamada volvió a saltar al buzón. Dejó de insistir, y resignado, volvió a la reunión con sus amigos.
Escribió un par de textos a Jungkook antes de volver a sumergirse en la conversación de la rueda social, agradeciendo enormemente que esta vez hablaran de otra cosa.
—Pero aquí tenemos a nuestro mejor amigo, Park. Nunca pensé que te casarías tan pronto.
—Ni yo —se sinceró con un sonrojó notable—. Pero amo a Jungkook, y él me ama a mí, así que no soportamos esperar más la espera de unirnos formalmente.
—Ay, el amor —suspiró una de sus amigas—. Jungkookie se sacó la lotería contigo.
Con una sonrisa tímida bebió de su vaso, dejando que la bebida alcohólica relajara su garganta. Pasaron entre conversación y conversación. Volvió a sacar su teléfono y ojeó su chat con Jungkook, los mensajes ni siquiera habían caído a su chat. Frunció el entrecejo, habían pasado ya tres horas y no se comunicaba, normalmente eso no pasaba.
—Chicos, tengo que irme. Jungkook me está esperando en la empresa para ir a cenar. —Mintió
—¡Salúdalo de mi parte! —gritó uno de sus amigos, que también pertenecía al círculo social de su futuro esposo.
Salió de la casa y se montó en su auto, condujo con calma hasta la empresa de Jungkook. Al llegar, la recepcionista lo recibió con gran alegría, no era para menos que Park Jimin era el chico más dulce y agradable que pudiera existir. Profesaba amor, respeto y educación hasta por los poros; todos lo amaban.
Subió al ascensor y marcó el último piso, en donde únicamente se encontraba la oficina de su prometido. Caminó hasta llegar a la puerta de su oficina, cruzando un pequeño recibidor con sillas de espera y macetas con plantas que él mismo había mandado a poner para ambientar el lugar. La tabla digital al lado de la puerta le pedía una contraseña o bien, su huella dactilar.
Pero poco menos de un metro de distancia se detuvo, su respiración se atascó y su cerebro sufrió un estado de shock repentino. Desde donde se encontraba se podían escuchar gemidos y jadeos fuertes.
No, eso no podía estar pasando. No a él.
Puso su dedo en la tabla, y por la pequeña rendija de la puerta, el sonido se colaba aún más fuerte, esta vez intercalando el sonido obsceno de pieles chocando con fuerza y rapidez. Y la imagen más o menos fue clara.
Tapó su boca para no dejar salir un sollozo, su corazón empezó a latir lentamente y a sentirse pesado dentro de su pecho, las lágrimas amenazaron con salir, pero él las retuvo con todas sus fuerzas.
Su madre una vez le dijo: “No llores nunca por un hombre que no te dé tu lugar”
Esas palabras vinieron a su mente, e inmediatamente tomó su compostura imperturbable y entró. Aquellos dos hombres no pararon, ni siquiera notaron que había entrado. El corazón de Jimin se rompió por segunda vez, y sollozó en silencio cuando se fijó quién era el amante de su prometido. Nada más ni nada menos que Kim Taehyung.
Su mejor amigo.
Lo tenía contra el escritorio, de espaldas a él, clavándose en su interior como Jungkook jamás había hecho con él. El sexo con Jungkook siempre fué delicado, en realidad, se podría decir que siempre habían hecho el amor; pero en esos momentos, veía en él una completa bestia. Una bestia infeliz, desgraciada y desalmada que se estaba cogiendo a su ahora ex mejor amigo.
¿Habrá sido eso? ¿El hecho de no dejarse follar salvajemente por su prometido era lo que lo había llevado a hacer tal cosa?, No sabía, ni mucho menos le importaba. En uno de los sillones se divisó ropa tirada, y encima de ella el celular del mayor.
Caminó con tranquilidad, sus pasos resonaron con fuerza e hicieron evidente su presencia. La pareja paró todo acto sexual y con sus rostros pálidos observaron cómo Park tomaba el teléfono de Jungkook.
—J-Jimin… mi amor, déjame…
—Cállate —dijo con calma—. No te atrevas a decir la puta frase de: “déjame explicarte”.
Jimin jamás había dicho en su vida una sola mala palabra. Jungkook intentó acercarse a él, pero Jimin se volteó y extendió su mano.
—No te atrevas a acercarte a mi, mucho menos a tocarme con tus mugrosas manos.
—Jimin…
—Tú cierra la puta boca Kim —decía aquellas palabras tan tranquilamente, que asustaba a ambos mayores—. Lo esperaba de cualquier otra persona, ¿pero de tí?
Desbloqueó el celular de Jeon, bajó con su dedo la barra de notificaciones y sonrió con ironía. Desactivó aquella función e inmediatamente empezaron a caer las notificaciones de llamadas y mensajes.
El muy maldito hijo de puta lo tenía en modo avión. Ahora comprendía todo.
Aventó el aparato de regreso al sillón y suspiró, caminando hacia Taehyung, frente a él se quitó su anillo de compromiso y lo colocó encima del escritorio. Ninguno de los dos se atrevía a decir ni una sola palabra, era estúpido hacerlo.
—Felicidades. —Le dijo a Taehyung, con una sonrisa. Su ex mejor amigo siquiera se atrevió a levantar la mirada.
Viéndolos a ambos caminó hacia la puerta, volteandose por última vez los observó por unos segundos.
—Felicidades a ambos, espero que sean muy felices.
Y salió de aquella empresa, con el corazón roto y por primera vez dejando salir sus lágrimas. En su mente nada más pasaba una idea, emborracharse hasta caer.
Sus caderas se movían al compás de la música, su trasero se restregaba en el tubo anclado a la plataforma. En su cuerpo llevaba un traje blanco, pero por dentro del saco no había camisa alguna, solamente lo cubrían arneses del mismo color que su vestimenta. Era la vista más espectacular que cualquiera de los presentes pudieran presenciar.
Jimin no estaba borracho, y si lo estaba, era de dolor. Había bebido, si, pero no lo suficiente para no saber lo que hacía.
Era más que consiente que estaba dando el espectáculo más erótico que cualquiera pudiese ver. Se encargaría de culpar al inexistente estado de borrachera máxima que tenía, si es que acaso se creaban rumores de que el famoso heredero de empresas “Park”, Park Jimin, estaba prácticamente ofreciendo de a gratis un strepptease en uno de los bares exclusivos de la ciudad.
Sus caderas no dejaron de moverse, ya el sudor bajaba por su cuello y sus piernas empezaban a cansarse un poco. Enfocó su vista hacia al frente y entonces lo vió, en primera fila, sentado en una silla se encontraba un hombre que con sólo su mirada lo hizo saborear sus labios. Era demasiado guapo.
Su cabello largo y azabache caía en sus hombros, su piel pálida resplandecía en un rojo propio de las luces del club; su cuerpo, no lo había visto por completo, pero podría decir que era un maldito dios griego; y su labio fino y apetecible, se encontraba preso de sus dientes. Saboreando la imagen que se le estaba otorgando.
Jimin bajó de la plataforma a paso lento, sin despegar su mirada del hombre de mirada gatuna, una tan linda y tan sensual. Al llegar a él, sin vergüenza alguna tomó sus piernas y las separó, pegándose a ellas y bailando prácticamente solo para él.
Cuando la música cambió, sin importante ya nada, porque esa noche le daba exactamente igual absolutamente todo, pasó sus piernas por cado lado del hombre y se sentó en sus piernas, quedando a horcadas encima de él. El tipo tomó su cintura por debajo de su saco y ayudó a los movimientos que Jimin hacía sobre él. Un repentino mareo azotó el cuerpo del chico, dejándose caer en el pecho del hombre de vestimenta negra.
La realidad le golpeó, todo aquello lo estaba haciendo por despecho. Él nunca había tratado de seducir a un hombre, jamás había tenido que recurrir a eso porque toda su vida se había reducido a serle fiel a Jungkook. Pero ahora estaba sentado en las piernas de un desconocido, frotándose y viéndose como el más necesitado.
—Lo siento… yo no… —Intentó levantarse, pero el hombre no lo dejó.
—Cariño, se nota de sobra que no te dedicas a ganarte la vida de esta manera. No me malinterpretes, te mueves como un dios, pero esto no es lo tuyo —las piernas de Jimin temblaron y su cuerpo sintió los estragos de la voz de él.
—Señor, yo lo lamento, no sé qué estoy haciendo.
—No estás borracho, te vi desde que llegaste —el hombre se acercó a su cuello y besó este, haciéndolo jadear—. Si quieres divertirte, ven conmigo. Vamos a mi hotel y así me muestras todos los movimientos que puede hacer tu hermosa cintura.
El chico se encontraba extasiado, perdido en la cercanía de ese hombre. Sólo atinó a asentir despacio. El pelinegro tomó al joven de la mano y lo hizo ponerse de pie junto con él, lo guió a la salida y ambos entraron a la parte trasera de un auto. Este empezó a andar, y él hombre a su lado no perdió el tiempo para atraerlo hacia él.
—Dime tu nombre, hermosura.
—Jimin… ¿Y usted?
—Mi nombre es Yoongi, cariño. Grábatelo para que gimas mientras esté cogiéndote.
Los labios del pelinegro se pegaron a los suyos, la lengua de él se coló dentro de su boca robando su aliento. Inmediatamente su cuerpo reaccionó, su mano se apoyó en la nuca de él y sus piernas se apretaron inconscientemente por la excitación.
El auto se aparcó luego de algunos minutos, Yoongi no perdió más tiempo y atrajo al chico de cabello rosa fuera del vehículo y se encaminó hacia la entrada del hotel. Avanzaron por el vestíbulo, adentrándose ambos al ascensor. Yoongi volvió a retomar el beso. Jimin tuvo que ponerse de puntitas para poder alcanzar a estar un poco a su altura.
El más alto optó por tomar las piernas del menor y alzarlo en un movimiento rápido para que este enrollada sus piernas en su cintura.
Las puertas del ascensor se abrieron, y sin despegarse de él caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta de su habitación. Abrió con desespero, mientras el pequeño peli rosa se encargaba de besar su cuello. Cerró de una patada y se dirigió a la gran cama matrimonial que lo había hospedado desde el día anterior.
Se dejó caer con el chico entre sus barzos, sin pizca de delicadeza. Su cuerpo quedó pegado al suyo y con fiereza empezó a arrancar pieza por pieza las prendas que cubrían el esbelto cuerpo del menor. Jimin se sentía apenado, llegar a estar desnudo delante de otra persona era algo que no tenía cabida para él.
Sin embargo, ahí estaba. Desnudo completamente ante un completo desconocido, y teniendo la extraña necesidad de que este lo tomara de una vez. Removió sus caderas alzandolas para juntarlas con la entrepierna del hombre, guió su mano al broche de su pantalón y lo quitó con facilidad. Yoongi volvió a sus labios, y jimin se encargó de desabotonar la camisa oscura que cubría su magnífico cuerpo.
Pasó sus manos por su torso, casi al instante sintió un tirón en su miembro en respuesta a la sensación de la pálida piel en sus manos; ese hombre tenía un cuerpo perfecto, con los abdominales marcados, y sus piernas… diablos, jamás se había sentido tan excitado.
—Por favor…
—¿Qué quiere, preciosura? —la voz grave de él calentó aún más su sistema.
—A usted…
Sintió como recorría su mano hasta llegar a rozarla entre sus piernas. Un gemido agudo escapó de sus labios, Yoongi juraba jamás haber escuchado un sonido más tentador que ese; por lo que, dispuesto a querer seguir escuchando a ese hermoso chico, metió un primer dedo en su ano, haciendo círculos dentro de él, metiendo y sacándolo mientras se deleitaba de la forma en la que se retorcía y gemía debajo de él.
Un segundo se abrió paso en su interior. Las piernas flexionadas del peli rosa descansaron en la cama, totalmente abiertas para él. Yoongi se deslizó hacia abajo, encargándose de chupar y lamer cada pezón. Siguió bajando, hasta que su aliento chocó contra el pene de Jimin. Lamió desde la base hasta la punta, rodeando con su lengua el rosado glande sin dejar los movimientos en su interior, jugando con el líquido que empezaba a salir de su uretra, saboreando con ganas. Jimin debajo de él, sucumbió ante el pecado.
El pelinegro se levantó repentinamente y aferró sus dos manos a las piernas de él, alzando su cuerpo lo necesario para alinear su miembro en su ano. Con lentitud ingresó, Jimin arqueó su espalda e intentó cerrar sus piernas, inconscientemente pegándolas a los costados del hombre pálido que gruñó al sentir la perfecta estrechez estrangular su pene deliciosamente.
En definitiva ese hombre tenía un pene más grande que el de su ex.
Así inició el suave vaivén, hasta que las embestidas se volvieron rudas y fuertes. Cabía destacar, que Jimin jamás lo había hecho de esa forma tan ruda, pero le estaba volviendo loco, le estaba encantando.
La habitación se llenó de sus malas palabras, de sus ruegos por que el pelinegro le diera más duro, del sonido húmedo de la pelvis del hombre pegar contra él. De un momento a otro, se encontraba boca abajo y en cuatro, si antes sentía la rudeza de ese extraño, ahora le costaba el simple hecho mantener el equilibrio en sus brazos para no caer, pero no lo logró. Jimin cayó de cara al colchón.
—Aún más perfecto.
Su culo quedó alzado para Yoongi y con una sonrisa extasiada el mayor empezó embestidas más duras. Los gritos de Jimin morían en el colchón, y lo único que impedía que su cuerpo cayera rendido, eran las fuertes manos sujetando sus caderas y ayudando a aquella bestialidad con la que ese hombre lo estaba follando.
Yoongi acomodó el cuerpo del menor, acostándolo por completo en la cama y juntando sus piernas para seguir clavándose en él. A punto de terminar, Jimin pronunció entre quejidos su nombre; Yoongi tomó su cabello y lo levantó para quedar pegado a su torso.
—Vuelve a hacer eso. —Besó su cuello y en esa misma posición siguió embistiendo dando una y otra vez en el punto g del menor.
—¡Yoongi!
Entre temblores, los hilos blancos de su orgasmo mancharon las sábanas, y el semen de Yoongi terminó en lo profundo del menor.
Entre los espasmos de sus orgasmos terminaron acostados en la cama, totalmente rendidos. Yoongi volteó el cuerpo del peli rosa y lo estrechó en un cálido abrazo, besó su coronilla, sintiendo el dulce aroma de su perfume. Uno que no se borraría de su mente.
¿Qué mierda había hecho?
Estuvo tan consciente mientras lo hacía, todavía podía sentir las manos de ese hombre llamado Yoongi en su cuerpo. Incluso sus piernas estaban totalmente adoloridas. ¿Cómo no?, si no solo lo habían hecho una vez. Lo peor era que había disfrutado cada maldito segundo, había tenido los mejores orgasmos de toda su vida; cosa que jamás había sentido con Jeon.
Aún así, en cuanto sus ojos se abrieron no pudo evitar entrar en pánico al verlo a más detalle y ahora sin pizca de alcohol que nublara su vista. Salió de aquella habitación como alma que lleva el diablo. Por supuesto, no estaba borracho, pero no era consciente de los detalles que podría tomar en cuenta estando completamente sobrio, es por eso que se sorprendió muchísimo al salir de una suite del mejor hotel de Corea.
Intentó deshacerse de los recuerdos de la noche anterior, y como si nada hubiese pasado llegó a su casa, se duchó y vistió para salir rumbo a las empresas de su padre.
Jimin condujo con ansiedad hasta el enorme edificio, al entrar, cada persona que pasaba a su lado lo reverenciaban. No era de sorprenderse la hermosa apariencia del peli rosa, y al parecer esa mañana se había esmerado aún más. Claro, si ese día tendrían una reunión importante con el nuevo socio global de las empresas de su padre, que por desgracia, estaría beneficiando también a Jungkook, al estar ligado directamente a las acciones de la empresa.
—Hijo ¿Cómo amaneciste? —su padre lo interceptó antes de llegar a su oficina.
—Bien, papá. ¿Ya está aquí?
—Así es, estábamos esperándolos. Jungkook no tardará mucho en venir.
—¿Jungkook estará aquí? —preguntó con disgusto. Su padre se impresionó del tono de voz de su hijo hacia su prometido, pero no le dió tanta importancia.
—Lo estará, ¿porqué no te adelantas al salón de reuniones?. Dile a Jenny que te ponga al día.
—Okey.
Jimin se volteó y se dirigió hacia la sala de reuniones, al llegar, Jenny se encontraba acomodando carpetas en cada sitio donde se sentaría cada uno de ellos. Saludó, y ambos procedieron a charlar sobre la reunión y como ésta era de suma importancia para el futuro de todos. La puerta de la sala se abrió y apenas escuchó a su padre gesticular presentándole a su nuevo socio.
—Señor Min, le presento a mi hijo, Park Jimin.
Jimin se volteó, y su sonrisa se desvaneció casi de inmediato. Por otro lado, la de Yoongi se ensanchó al ver al chico peli rosa de sus sueños. Ambos tomaron sus manos, Jimin apartó la mirada sintiendo sus mejillas quemar.
Eso tenía que ser una maldita broma.
—Es un gusto, señor Min —dijo a penas, por educación.
—Créame que el gusto es mío, Park.
—Bueno, solamente falta que llegue… —el padre de Jimin detuvo sus palabras cuando la puerta se abrió y tras ella, Jungkook apareció.
Estaba jodido.
—Buenos días —saludó Jeon a su padre—. Buenos días, tío.
Jungkook se acercó a abrazar a Min Yoongi, las cosas no podrían ir peor. Jimin retrocedió con el corazón a mil situado en su garganta, hasta caer sentado en la silla que le correspondía.
—Cariño ¿Te encuentras bien? —Jungkook se acercó a él pero Jimin trató de alejarlo.
—¿Cariño? —por segunda vez la voz de Yoongi llegó a sus oídos.
—¡Oh, si! Quería aprovechar esta oportunidad para presentarte a Jimin. Tío, él es mi prometido, el hermoso chico del que te comenté.
—¿No es maravilloso? Todo quedará en familia —dijo su padre.
Jimin estaba a punto de sufrir un colapso, tomó el vaso de agua a su lado y lo bebió de un solo trago.
—Amor ¿Seguro que te sientes bien? Si quieres…
—No —Jimin se levantó recargándose de la mesa de vidrio. Suspirando y volteando hacia los tres presentes —. Lo siento papá, pero si este imbécil estará en el proyecto, yo me retiro —dijo apuntando a Jungkook.
—¡Jimin! ¿Pero qué te sucede?
Para esto, Yoongi se encontraba viendo todo con sorpresa. No esperaba absolutamente nada de lo que estaba presenciando.
—Cariño, cálmate ¿si?. Hablemos cuando todo termine.
—¿Hablar? Okey. Hablemos de como a una semana de casarnos te encontré cogiendo con mi mejor amigo en tu oficina. —Dijo cruzado de brazos.
—¿Jeon?
—Mi amor, no es lo que parece.
—¿Es eso cierto? —Yoongi intervino, con su voz seria observando al menor.
—Tío, yo…
—¿Es cierto? —Jungkook apartó la mirada.
—Si.
Jimin se sintió satisfecho con eso, ya no tenía más nada que hacer en ese lugar.
—Bueno, por obvias razones no habrá boda, y como dije antes, si él estará en el proyecto yo me desligo de cualquier compromiso con empresas Park.
—Hijo, pero… es tu patrimonio.
—Papá, mis ingresos no son solo de estas empresas. Tengo las mías propias, por mi no te preocupes.
Abrazó a su padre y besó su mejilla. Sin ver a nadie más caminó hacia la puerta, la mirada de los tres mayores estaban puestas en él, y un brillo en los ojos de su padre apareció al ver a su hijo frenar con el pomo de la puerta en la mano. Volteó hacia ellos y con una sonrisa dulce habló.
—Ah, por cierto, tu tío folla mucho mejor que tú.
Jungkook y su padre quedaron pasmados, y Yoongi no pudo evitar sonreír. Salió de esa sala directo al ascensor; no impediría que su padre destruyera sus proyectos por él, de todas formas sus empresas iban magníficamente bien, no tanto como las de su papá, pero el talento de él con las cuentas corría por sus venas. Y estaba seguro que en un futuro no muy lejano lograría igualar a su papá.
Tocó el botón para bajar al primer piso, pero antes que este cerrara alguien más entró, y esa persona lo acorraló contra la pared del ascensor. La mano pálida de Yoongi tocó el botón de emergencia, haciendo que este se detuviera.
—Así que… ¿Follo mejor que mi sobrino?
—Lo siento, no quise que nada de esto pasara. Él —Jimin frotó su rostro con sus manos, estaba a punto de flaquear ante las lágrimas—... él me humilló de la peor manera, solo quería que sintiera un poco de lo que yo sentí. No me detuve a pensar si eso le afectaría.
Yoongi apartó las pequeñas manos del rostro del peli rosa, acariciando con la suya su mejilla.
—No me afecta, cariño. Tengo que admitir que hasta me gustó.
El menor levantó su mirada y observó sus ojos. Era todo lo contrario a Jungkook, hasta podría jurar que ellos dos no tenían ningún parentesco; porque ese hombre lo veía con una pasión enloquecedora.
Yoongi se acercó a él, sus labios se encontraron necesitados en un beso lento que deseaban que nunca terminara. Los brazos del menor rodearon el cuello de Min, y los de Yoongi sostuvieron la cintura que la noche anterior lo había vuelto loco. Ambos se apartaron a causa de la falta de aire, dejando un pequeño hilo de saliva que aún unía sus bocas y que pronto se desvaneció.
—Park Jimin, ¿Te gustaría ir a cenar conmigo esta noche? Con la posibilidad de volver al hotel y disfrutar de tu cuerpo. Y tal vez… si aún quieres seguir con esto, podemos conocernos más.
Jimin sonrió. Sin embargo, negó.
—No
—¿No?
—¿Qué le parece si mejor vamos después a mi casa?
—Sería grandioso —respondió Yoongi renovando su sonrisa.
—Entonces si acepto, señor Min.
Volvieron a aquél beso ardiente, y sin posibilidad de detenerse ambos cayeron en la tentación de tener sexo en el elevador.
¿Un clavo saca a otro clavo?
Por supuesto que sí.
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