4 | En el desfiladero del olvido
—A ver si lo entiendo. —El talante de Kim Nam Joon, accionista de bolsa antaño conocido como Hermes, el único dios con el que había hablado a lo largo de los diferentes momentos de mi eternidad, se mostró dubitativo—. ¿Tuviste una visión al tocar al tal Jimin?
—Más o menos —asentí, consciente de lo extraño de mi revelación—. Le recordé en Argo.
—Pero esa civilizacion desapareció hace dos mil años.
—Lo sé.
Se hizo un breve silencio en el que mi acompañante se rascó el mentón, cada vez más extrañado ante la información, y yo, incómodo, regresé la vista a la bandeja del desayuno.
Me rugían las tripas porque en la cena del día anterior los enfermeros habían insistido en ofrecerme de nuevo el repulsivo pollo aguado pero lo que tenía delante no pintaba mucho mejor. Aquel vaso de líquido rojo me resultaba inquietante. Y del arroz que nadaba en el bol de caldo blanco que le acompañaba mejor ni hablar.
—Y, ¿estás seguro de que te hizo una petición? —Nam, como me había pedido que le llamara, regresó de sus pensamientos—. ¿No lo habrás confundido con otra persona parecida?
Negué con la cabeza. Confundir a alguien como Jimin era imposible. Su esencia lucía pura, deslumbrante. Los mortales no solían ser así.
—Es raro —concluyó.
—Por eso te he llamado. —Mareé con la cuchara los bultos hinchados del caldo, o como quisiera llamarse aquello—. Todo es anormal, empezando porque aparecí de repente aquí, en el hospital, y no sé por qué.
—Quizás... —Nam Joon titubeó—. Pues... Em... Puede... O no... E...
Fruncí el ceño, antes de levantar la vista del plato y taladrarle con la mirada. Admiraba su sagacidad e inteligencia para los análisis pero detestaba su modo vacilante a la hora de explicarse. Ni con milenios de vida cambiaba.
—Dilo de una vez —gruñí—. Tengo solo seis miserables días por delante para averiguar lo que pasa.
—Anda que también tu, hubieras flexibilizado un poco, que siempre vas a lo literal. Así te va.
La innecesaria intervención de Febo, dios del sol, que se había agenciado desde hacía ya una década el nombre de Kim Tae Hyung, un muchacho fallecido sin recursos al que había convertido en un exitoso cantante, me sentó peor que una patada en las costillas.
—¿Y tu por qué tienes que opinar? —Me giré hacia el rincón en donde permanecía sentado, estirado como un rey con su ropa de firma y porte atractivo, junto a la ventana—. Ni siquiera te he invocado y, sin embargo, aquí estás. —Y añadí—: ¿Por qué estás?
—Ay, Yoon Gi, me dueles. —Se llevó la mano al corazón—. Obvio que he he venido en honor a nuestra inquebrantable amistad.
—Hace más de trescientos años que no te hablo.
—Porque no se ha dado la ocasión —objetó, como si fuera algo evidente—. Pero no olvido que en Athenas tu templo estaba al lado del mío. Tienes un lugarcito privilegiado en mi corazón.
Pues, la verdad, prefería no tenerlo. En esa época me habían llovido los presentes, los rezos había sido incesantes y las peticiones se me habían acumulado pero también me había tragado la desgracia de tenerle a él, el más escandaloso, fiestero y bromista de todos los dioses, como vecino. Había sido insoportable.
—Quisiera poder decir lo mismo —contesté—. Pero lo cierto es que ha sido un descanso no verte.
—Si lo dices por las bromas, que sepas que he madurado.
—Seguro. —Abrió la boca pero, antes de que le diera tiempo a decir nada más, le retiré atención y regresé a Nam Joon, que nos observaba sin mudar su expresión meditabunda—. Entonces, ¿me das tu opinión o no?
—A ver... —carraspeó—. Mira, te podría decir que apareciste aquí debido al rezo que Jimin te hizo en su vida pasada pero, por otro lado, no lo veo claro porque lo cumpliste en su momento.
—O no. —Me mordí el carrillo, frustrado—. Quizás no pudiera. Es que de eso tampoco me acuerdo.
—¿Cómo dices?
—Recuerdo la ciudad y muchas de las cosas que hice allí pero a Jimin no —suspiré—. Por mucho que me esfuerce, si pienso en él me quedo en blanco.
—En ese caso... Es posible que... —Nam volvió a su titubeo—. Quizás... Sea cosa de... —De repente sacudió la cabeza, como si pretendiera apartarse las ideas de la cabeza—. No, creo que lo mejor es que no le des vueltas. Ya está.
Parpadeé.
—Céntrate en cumplir con la despedida que te pidió la familia Min para su hijo. Deja a un lado lo demás.
¿Eh? ¿Y ese repentino cambio?
—Coincido. —La voz de Tae Hyung volvió a resonar a mi espalda—. Haz caso a Nam. Si no te acuerdas de ese mortal, por algo será.
No me mostré de acuerdo. Insistí en que lo de mi amnesia era importante. En que Yoon Gi tenía la mente vacía. En que había encontrado una nota en donde parecía estar a punto de declararse. En que murió antes de hacerlo y de nuevo en el rezo de Jimin pero de nada sirvió. Ambos se limitaron a repetirme que lo adecuado era que me dedicara a cumplir con la plegaria actual porque ese era, al fin y al cabo, mi único deber como dios. Y, por supuesto, no dejaba de ser verdad.
Había aterrizado en aquel cuerpo gracias el rezo de un muchacho al que aún no había tenido ocasión de conocer y su plegaria nada tenía que ver con lo que me había encontrado después. Sin embargo, la perspectiva de quedarme quieto, con mil dudas acumuladas y otras tantas preguntas, me generaba demasiada intranquilidad. Por eso, en cuanto mis amigos se marcharon y pasé la revisión médica de la mañana, intenté interrogar con disimulo a los señores Min.
"Yoon Gi tenía veintinueve años" anoté, una vez solo. "A parte del rap y el café, su madre dice que era aficionado a realizar visitas culturales por diferentes lugares. Desconoce si le gustaba alguna persona; al parecer no solía hablar de casi nada. Vivía en un apartamento, solo. Trabajaba en una revista, en el área de corrección y edición de artículos. Estaban a punto de ascenderle como editor jefe".
Releí el párrafo. No era mucho pero, entre unas cosas y otras, creía poder empezar a hilar algo coherente. Abrí el archivo escrito por él.
"Por fin le he encontrado".
Estuvo buscando a alguien. Su madre decía que viajaba pero no lo hacía por simple gusto.
"Estoy asustado pero también eufórico. No puedo echarme para atrás, no paro de repetírmelo. No, de ninguna manera. Quiero estar con él".
Un chico.
Había estado buscando a un chico, suponía que durante bastante tiempo. Y temía que algo malo le pudiera pasar. ¿Algo como lo que al final le había ocurrido tal vez? Pero, ¿cómo podría haberlo previsto? ¿Y el joven? ¿Se trataba de Jimin? Ese humano me había ofrecido su alma hacía mucho a cambio de mi don. Esa era, con toda certeza, la razón de que hubiera aparecido ante Yoon Gi. Era la pareja que había debido elegir para él aunque, ¿después de dos mil años? ¿Y el pasado? ¿Qué había fallado?
—Hola, Yoon Gi.
El corazón me dio un salto inexplicable en el pecho.
—¿Cómo estás? —Los ojos amarronados de Jimin se asomaron por la puerta y se posaron en la bandeja del desayuno, que al final había optado por delegar, intacta, al rincón—. ¿Hoy tampoco vas a comer?
—No me gusta el zumo de tomate. —Me esforcé por acompasar la respiración—. Está asqueroso.
—Ahí no te voy a quitar la razón. —El chico me contestó con una sonrisa simpática—. A mí también me lo trajeron cuando me operaron de apendicitis y, ¡madre mía! Me puse más rojo al tomarlo que el color que tiene.
Una sensación agradable sustituyó a mis nervios. Una que no me resultaba desconocida pero a la que era incapaz de poner nombre.
—Admiro que fueras capaz de bebértelo —seguí la conversación—. Yo apenas he podido probarlo y eso que tengo hambre.
—Qué suerte entonces que se me haya ocurrido traer esto.
Observé, intrigado, cómo depositaba un par de envases en la mesita. Abrió el primero. Un delicioso humo con olor a gambas inundó la habitación.
—La he hecho yo. —La timidez empañó su voz—. No soy un gran cocinero pero me he esforzado.
Miré la sopa, anonadado, antes de regresar la atención a aquel mortal tan encantador y de nuevo a la sopa.
—Me sentía en deuda por lo de los cafés —se apresuró a justificarse—. Ayer los enfermeros dijeron que podías comer de todo así que se me ocurrió prepararte algo como muestra de gratitud. —Se llevó la mano a la nuca—. Aunque no sé si te vaya a gustar.
Pero... Si...
¡Por los primeros titanes! ¿Pero cómo no me iba a gustar? ¡Yo amaba las gambas! ¡Las amaba mucho!
—¡Gracias! —Me faltó tiempo para lanzarme a husmear el bol, con el pecho henchido en felicidad—. ¡Me encanta!
—¿Ah, sí? —El rostro se le iluminó. Las rayitas de sus ojos se ensancharon—. Entonces, ¿he acertado?
—¡Claro! ¡Es mi plato favorito desde el año mil quinien...! —me interrumpí, consciente de la metedura de pata—. Desde niño —corregí—. Es mi plato favorito desde niño.
—Eso me alivia porque he traído mucho. —Volvió a sonreír—. Así puedes cenarlo también.
Sí, podría. Pero no.
—¿Te importaría comer conmigo? —No fui consciente del todo de mi intención hasta que me escuché emitirla—. Solo si no lo has hecho aún y no tienes que irte, claro.
—Hoy no tengo que trabajar —contestó—. Y he comido algo pero puedo comer otra vez.
Se sentó junto a mi cama. No acostumbraba a sonreír pero lo hice al tenderle uno de los dos envases. Él me devolvió el gesto con una mirada avergonzada pero, tras varios comentarios tontos y sin sentido por mi parte, se relajó y me empezó a hablar con normalidad.
Así fue como nos enfrascamos en una animada conversación sobre gustos culinarios en la que descubrí que su presencia destilaba un ademán muy cálido. Observé más de cerca su espléndida aura. Averigüé que se reía con facilidad y que su compañía me resultaba especialmente agradable. Por resumirlo, me sentí bien por primera vez desde que había entrado en el cuerpo de Yoon Gi.
Hasta que me rozó la mano al recoger mi bol vacío y mi mente volvió a quedarse a oscuras.
Entonces experimenté dolor. Lágrimas resbalando por las mejillas. Una intensa rabia en el corazón. Odio. Y añoranza. Era como caminar al borde de un desfiladero que llevaba a la inmensidad de un vacío que parecía querer llevarme al olvido. Porque yo...
¿Quién era yo?
No lo sabía.
Ya no sabía nada.
—Eros. —El eco de la voz me devolvió al templo de Argo y a sus columnas regias e imponentes—. Te lo suplico. Ayúdame.
N/A: bueno, por acá les dejo capitulito, esperando que se encuentren bien y que hayan tenido un divertido Halloween. 🎃 Yo no hice nada especial porque tenía que estudiar 🤧
Les mando un abrazo virtual. 🫂
Gracias por estar aquí ❤️✨
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