LA RESURRECIÓN DEL ALBA
¿Cómo se debe sentir la vida y el aire sobre el rostro en un nuevo comienzo, después de un letargo malévolo y eclipsante, cuando no se tienen memorias sobre lo que se considera felicidad o como esta es definida, cuando nunca se ha sentido la verdadera vida, más que la suspensión de esta y el continuo discurrir de los días carentes de un sentido que se haya perdido?
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Las dudas se ciernen sobre la consciencia
Que recién ha contemplado un nuevo mundo,
No renacido ni encontrado,
Sino redescubierto, porque siempre estuvo allí
A la espera de la vida
Reencarnada en un cuerpo frágil y volátil,
Que cansado dormitaba y esperaba
La máxima iluminación de un sombrío camino,
Insolente en sus designios
Y tajante es sus decisiones.
Allí no habitaba la autorrealización,
No había más que un ser autómata,
Para quien un parpadeo se volvió su realidad,
Un sueño reparador ante la espera,
Dado por el alma sacrificada,
Es gracias al dolor que recorre e impregna
Todo aquello que en su exploración se encuentra,
Demoliendo el inhóspito sendero que se conocía.
Ahora el presente es posible
Como un remanente de fortaleza
De un pasado reformado y desfigurado
En actualidad y aliciente,
Brindado por el mundo que se presenta,
Como una llama torrencial
Que recorre e irradia
Los descubrimientos que se hallan,
Aspirantes en el tiempo predilecto
Para su revelación universal.
La luz trastoca al ser,
Se proclama como su guía,
Luego de haber llevado el manto nocturno
Como una capa fundida a sus entrañas,
Que se desprende dejando la piel expuesta
Ante la luz de la luna que baña sus heridas,
En compañía del danzar de las estrellas,
Como el recordatorio que marca las horas finales
Los instantes que pasaran a ser consumados
Por el imponente sol naciente,
Después del crepúsculo
Que se sofocará ante el inminente anuncio del alba.
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