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"DEUDAS DEL CORAZÓN"
Combatir con los constantes problemas desde que decidió dejar su hogar se había convertido en algo habitual, por no decir que se trataba de una rutina; día tras día abordar un problema más no era extraño. Tal vez se había acostumbrado.
Crecer en un ambiente en el que Jinwoo tuvo todas las comodidades y que la escasez jamás estuvo presente hizo que enfrentar la realidad fuera tan potente como el impacto de un camión a toda velocidad contra una pared. Aun cuando tuvo restricciones en su desarrollo, no lo consideró de mayor gravedad como para no hacerlo una persona funcional.
Quizás esa decisión apresurada de algún modo le ayudó a valorar muchas de su vida: cada won fue atesorado porque, en su caso, el dinero estaba fríamente calculado para pagar la serie de gastos que abarcaban el vivir en la capital con una novia cuya salud seguía siendo afectada, incapacitándole tener un ahorro fijo.
Sin embargo, al enfrentar aquel mundo que desconoció, sus prejuicios saltaban cada dos por tres. Hacer amigos sinceros y convivir de forma amena con gente que lo cansaba e irritaba, le hizo creer en un punto en que él no estaba hecho para ser social. Aborrecía el contacto físico o las emociones intensas que cegaban el raciocinio humano. No era porque no le habían enseñado a no tenerlas, las tenía porque era uno y solo las valoró cuando la conoció a ella. Park Yuna, su novia.
Ella le había mostrado el valor de las pequeñas cosas: aceptar las emociones como algo natural, los detalles que conformaban los altibajos como una oportunidad para ser una mejor versión de sí mismo; le enseñó a crecer como persona, a amar, a disfrutar la vida, a perdonar, a sanar, y un sin fin de cosas que llegó a cambiar porque Yuna le guió para abrazar sus defectos antes de mejorarlos.
Ella era luz en su vida y, por ende, lo más valioso que podía conservar.
Jinwoo debió suponer que las cosas iban demasiado bien para ser verdad. Deseo creer que la voluntad de amar a la persona que tenía a su lado, a pesar de provenir de diferentes clases sociales, le traería una bendición divina.
¡Qué tan equivocado estaba!
Para él, la felicidad fue una ilusión ingrata que le permitió creer en muchas posibilidades de prosperar. Se engañaba, convenciéndose de que sí, al poner mucho esfuerzo adjunto a buenas acciones, el universo mismo se encargaría de recompensarlo, pero no. Debió saber que algo malo venía. Él debió prepararse para enfrentar la realidad y no la fantasía que lo embriagaba cuando estaba con Yuna.
Él debió hacer algo antes de que la situación llegara hasta ese punto.
La impotencia de esas interrogantes: «¿Qué hubiera pasado, sí...?», lo mortificó los primeros meses que intentó pagar el tratamiento por su cuenta. La ayuda de los padres de su novia era escasa debido a que no contaban con los recursos y que muy apenas les alcanzaban para sobrevivir. Por lo que incluso, con la exuberante paga quincenal como bailarín principal en Eros, apenas podía cubrir sus gastos.
Había ocasiones en que incluso creyó que al racionar su alimentación podría hacer que el dinero dirigido al tratamiento pudiera rendir un poco más. Trató de encontrar otros empleos alternativos, pero ninguno era seguro; la paga era pésima, por lo que descargaba su frustración en un pequeño gimnasio enfocado en boxeo en el que solo se presentó a un trabajo temporal. Fue casi una bendición para él, pero luego empezó a frecuentarlo cuando el dueño, un hombre de avanzada edad, se lo permitió al ver la frustración plasmada en su cara.
Aunque le ofreció un empleo con un sueldo mínimo para que se encargara de la limpieza y mantenimiento de los equipos, el pago aun así no logró aminorar su malestar económico.
Pero al recordar la forma que Yuna sufría por su enfermedad, lo motivaba a levantarse cada mañana, en donde simplemente su cuerpo le pedía un poco de descanso, memorias que hasta la fecha aún le provocaban dolor; su corazón se quebraba en mil pedazos, una y otra vez. Con cada lágrima que su amada derramaba, su corazón se apretaba contra su pecho.
Hubo ocasiones en que Jinwoo imploró ayuda a cualquier divinidad para que tuviera compasión por ambos. Deseó que todo fuera un mal sueño del que pronto despertaría. Pero cada mañana que abría los ojos, era un inhumano puñetazo de realidad que lo hacía interrogarse: «¿Lograré hacerlo? ¿Podré pagar la mensualidad médica? ¿Qué pasará si les suspenden los medicamentos en caso de que me retrase? ¿Simplemente la perderé?»
La sola idea lo hacía enloquecer.
—Yuna, ¿cómo te sientes? —Tocó suavemente la puerta de la habitación compartida del diminuto apartamento que muy apenas se podía permitir. Al no recibir respuesta, apoyó la cabeza en la misma, soltando un suspiro pesado.
Ella había estado ahí durante una semana, sin querer verlo. Había tenido una recaída días atrás, en la que debieron ir al hospital más cercano pasada la madrugada. El doctor les mencionó que la infección urinaria solo era una pequeña parte de lo que era el problema, que debía tomar un tratamiento con prontitud o, si no, su vida podría verse en riesgo.
Desde entonces ha estado sumida en su propia tristeza, negándose a compartir su dolor con Jinwoo. Después de todo, una parte de ella se sentía culpable de ser una carga económica.
Sentía que no les estaba brindando lo que una pareja debería ofrecer en cualquier circunstancia: su cuerpo había cambiado; no tenían la misma energía en la intimidad a cómo solía serlo los años anteriores previos a ser diagnosticada. Poco a poco, no solo la enfermedad la estaba devorando en vida; consumía su relación alimentándose del alma de esta, creando profundas heridas que, quizás, solo si tal vez volviera a tener una parte de lo que alguna vez fue, sabía que nada volvería a ser lo mismo.
La idea de dejarlo ir pasó numerosas veces por sus pensamientos y, aunque una parte de ella sufriría la pérdida, sabía que atarlo a ella al tener una enfermedad incurable sería enterrarlo a una vida infeliz. Yuna era consciente de que el amor no lo era todo, que cuando algo era constantemente maltratado con altibajos, desgastaba hasta el sentimiento más puro.
¿Cuánto tiempo le tomaría a Jinwoo en dejarla de amar? No lo sabía.
—Iré a una entrevista de trabajo, sí. Si lo logró quedarme con el puesto, me pagarán muy bien, y tendremos dinero para todo lo que necesitemos. Te juro que haré que inicies tu tratamiento. Voy a dar lo mejor de mí —soltó Jinwoo con la voz gutural.
Quería darle lo mejor a la mujer que le enseñó a ser diferente. Anhelaba poder decirle que él haría todo, y que ella estaría bien, pero Yuna no deseaba verlo, y tampoco parecía quererlo escuchar.
Mordió su labio decepcionado, queriendo derribar la puerta para ver a su novia, quería abrazarla y estar a su lado, pero ella únicamente se alejaba más. Jinwoo solo podía observar cómo eso pasaba y se mantenía al límite, porque sabía respetar el claro mensaje que su pareja le estaba dando: Dame tiempo, por favor.
—Suerte en la entrevista. —Escuchó a Yuna al otro lado, primera oración que había dicho durante días.
Algo que a Jinwoo lo hizo sentir aliviado, porque había escuchado su voz, aquel tono aterciopelado que tanto le gustaba, y del que le brindó energía para luchar por aquel puesto de trabajo.
—Bien. No voy a fallar —expresó con determinación, mientras se acomodaba la camisa dentro del pantalón de vestir negro.
Era uno de sus tres únicos atuendos formales que tenía en su armario para ese tipo de ocasión.
El lugar solicitante era una cafetería cerca de una de las vías principales de la ciudad, pero para su sorpresa, no fue el único que había visto la solicitud de vacantes en la página de empleos que tenía en su aplicación. Contó un total de treinta y ocho cabezas presentes, con variantes de edad aguardando dentro del local. Sus ojos recorrieron la estancia y notó que el sitio era más pequeño de lo que las páginas oficiales mostraban.
Estos se toparon con un chico joven a su lado en el momento que tomó lugar en una silla libre. Las piernas de este se movían con nerviosismo mientras se pellizcaba lo que parecía ser un grano en la mejilla, algo que justificó las cicatrices de su cara. Tuvo la necesidad de apartarle la mano cuando vio sus dedos teñirse de rojos ante el maltrato cutáneo.
—¿Solamente están estas personas? —le preguntó directamente.
El chico dio un pequeño respingo, volviendo la atención a su persona. Jinwoo retuvo una sonrisa cuando notó que el tipo tuvo que levantar la barbilla para mirarlo a la cara. La manzana de adán del desconocido se movió con fuerza antes de sacudir con la cabeza con evidente aturdimiento.
—Tengo entendido que han estado entrevistando desde esta mañana, las personas que ves son en realidad una pequeña parte de la gente que ha venido —le respondió. Jinwoo frunció el ceño, ¿cómo sabía eso?
—¿Por qué...?
—He dado mi turno a las personas que van detrás de mí; aún no me siento preparado para la entrevista —le interrumpió el desconocido.
Jinwoo asintió lentamente mientras apoyaba los codos en las rodillas. Su vista fue a su currículum en una de sus manos para mirarlo de forma pensativa. ¿Qué probabilidad tendría en obtener el empleo? Si bien el local no era prestigioso, estaba seguro de que las personas que serían seleccionadas de algún modo habrían quedado bajo contactos entre empleados o el dueño mismo.
Después de todo, así se trataba la vida laboral; las conexiones facilitaban al más hábil a escalar los obstáculos, pero para personas como Jinwoo, sujetos cuyas conexiones quedaron atrás junto a sus padres, las cosas eran de otra forma. Tal vez su situación estaba igual que el chico a su lado.
Nombraron el número de su ficha asignada dos horas después de espera y, aunque la entrevista fue fluida y su currículum contaba con una larga experiencia de servicio al cliente por sus trabajos a medio tiempo, para cuando salió de la oficina tenía garantizado una cosa: no había obtenido el empleo.
Le echó un rápido vistazo al reloj que traía en la muñeca mientras se ataba los zapatos deportivos. Yuna yacía frente a él comiendo un plato de cereales, su cena, cuando no tenía apetito para comer algo más pesado.
Estaba ojerosa y pálida; su cabello corto era una maraña castaña sin forma alrededor de su cara ovalada. A simple vista había bajado peso. Detalle que mortificó a Jinwoo; aun así agradeció el hecho de que al menos aquel día se había levantado a comer. Cuando ambos acabaron de hacer lo suyo, Jinwoo lavó los platos y la ayudó a tumbarse en el sofá, donde se hallaba su almohada y dos sabanas.
—Voy a trabajar, princesa. Tú descansa y ve tu serie; me debes contar cómo va, ¿de acuerdo? —La castaña soltó una débil risa.
—Lo haré. Jinwoo le dio un beso en la frente, acomodando el cabello de la chica con los dedos.
—Recuerda llamarme en dado caso que pase algo en mi ausencia. Si en alguna circunstancia no te contesto en el cuarto tono, pide ayuda a la señora Park —le indicó señalando la pared que conectaba al apartamento de la vecina. Yuna soltó un pequeño bufido.
—De acuerdo, ve con cuidado. Te amo.
—Lo haré. Yo te amo a ti —le dio un corto beso en los labios antes de reincorporarse y ponerse la mochila en su hombro.
Después de caminar por unas cuantas calles abajo del conjunto de apartamentos, se introdujo a la estación de metro subterráneo y pasó la tarjeta por el escáner para pagar su tiquete. Aguardó a que este llegara mientras se acomodaba los audífonos en las orejas.
El tren tardó casi quince minutos en aparecer. Solía tomarlo para ir a su trabajo nocturno. En el camino siempre meditaba, tratando de calmar su mente y apagar cualquier sentimiento. Lo ayudaba a nublar las caras de los clientes y de sus compañeros cuando actuaba. Era su mecanismo para "sobrevivir".
Cuando llegó a su destino, treinta minutos más tarde, entró por las grandes y elegantes puertas. A pesar de que odiaba todo lo que venía relacionado con ese trabajo, no podía evitar admirar el hecho de que el establecimiento siempre estaba impecable.
Subió a la segunda planta donde, al cruzar por un par de pasillos, logró dar con aquellos camerinos de los bailarines. Un total de veinticuatro puertas en esa área. Al otro lado había uno similar para los demás, donde fue al principio uno de sus lugares asignados. Se detuvo en la puerta al final de éste, donde había una placa plateada con sus iniciales "K. JW".
Soltando un pesado suspiro, entró donde el aroma a cuero y el ambientador a canela le recibieron. Seguramente el personal de limpieza encargado había hecho su labor antes de su llegada. Aún faltaban dos horas para su función rutinaria, por lo que aprovechó para ensayar un poco en el camerino luego de hacer algunos calentamientos.
El cuerpo de Jinwoo se tensó al escuchar a alguien golpetear la puerta; se apresuró a ponerse el pantalón de cuero que usaría aquella noche para ponerse la bata que solían ponerle en el pequeño baño de su camerino encima, cubriendo su torso desnudo. El logo del club estaba impreso al costado izquierdo de su pecho cuando lo notó por el largo espejo incorporado en la pared.
—Adelante —informó en voz alta.
La puerta se abrió segundos más tarde. La cabellera oscura con mechas azuladas de Park Minjae aparecería en su campo de visión antes de que esta se abriera por completo, dejando a la vista al bailarín con una gran canasta de bebidas en sus brazos. Pasó de largo mientras silbaba una canción que Jinwoo desconoció.
—Los patrocinadores quieren que usemos el nuevo lanzamiento, por lo que me di de voluntario para traerte las bebidas al camerino —informó Park, de manera despreocupada, diciendo a medias la verdad, cuando en realidad muy pocos se atrevían a irrumpir el espacio de Kim Jinwoo.
El azabache le siguió con la mirada desde su ubicación, con el ceño fruncido.
—¿Esa no es la tarea del equipo asignado? —interrogó Jinwoo.
—En realidad, sí. Pero apenas llegaron. Por lo que les ayudé a repartirlo antes de que Eros abra —respondió el de mechas azules acuclillándose a la altura del pequeño refrigerador en un rincón.
Empezó a llenar este con las bebidas en conjunto con las botellas de agua y otras de preferencia del bailarín. Solo cuando terminó de hacer eso, sus ojos se reencontraron.
—Escuché que tu contrato con Eros termina hoy. —Jinwoo asintió en respuesta—. ¿Piensas renovarlo?
¿Dejar el único trabajo que le estaba brindando un sustento económico era una decisión arriesgada o estúpida?
Eros, a pesar de que era su profana motivación monetaria, le había brindado ciertas comodidades; había pasado por situaciones incómodas numerosas ocasiones en sus turnos y la comunicación entre sus colegas era casi nula. Por más que pensaba en ello, no había un motivo más allá de una necesidad económica que pudiera hacerlo aferrarse a ese oficio.
Su paga era tan buena como un salario de un médico si lo llegaba a pensar; aun así eso no lograba llenar el vacío que permanecía de forma constante en su pecho.
Jugueteó con la perforación de su labio con la lengua, meditando su pregunta. Minjae se reincorporó, soltando un pesado suspiro para agarrar la caja y mirarlo de nuevo.
—No tienes que darme una respuesta; a quien debes dársela es a él. —Por supuesto, era consciente de quién se refería: Hyusang-nim Lee.
Le vio marcharse sin esperar respuesta, cerrando la puerta detrás de él, dejando una extraña sensación en el camerino.
¿Realmente estaba considerando no renovar el contrato?
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