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"A LA LUZ DE LOS FUEGOS ARTIFICIALES"

Transcurrieron apenas diez minutos antes de que alguien llamara a su puerta. Con cierto nerviosismo, ajustó su ropa antes de acercarse para abrir. Al hacerlo, lo primero que se topó fueron los ojos enrojecidos del tatuado antes de encontrarse con el mismo cargando con numerosas bolsas, lo que lo motivó a fruncir el ceño.

—¿Qué es...?

—No he comido todavía; anhelo una cena de fin de año. —Jinwoo se apresuró a entrar, desestimando la mirada desconcertada del mayor, quien lo siguió tras cerrar la puerta. Mamá preparó comida casera. Quería que comieras algo hecho por ella.

—Jinwoo... —le interrumpió con sus ojos, llenándose de lágrimas—. Se acabó.

El contrario apretó los labios en respuesta con sus ojos, volviendo a tornarse acuosos.

—¿Dónde está la cocina? ¿Tienes microondas? Creo que se ha enfriado en el camino. —El nudo en la garganta de Jinwoo se volvió palpable, desgarrando no solo el corazón de Hyusang, sino también el suyo.

El rubio le siguió de cerca y observó cómo este empezaba a sacar las cosas, limpiándose ocasionalmente las lágrimas con el dorso de su abrigo. En ese momento, se debatía entre el deseo de consolarlo y el impulso de ignorar todas las circunstancias que les impedían estar juntos. Sin embargo, era consciente de que, si cedía a esa tentación, sus acciones podrían ser malinterpretadas por el tatuado, y no quería causarle más dolor del que ya le había infligido.

—Jinwoo-ssi...

—Mi madre es una excelente cocinera, y su pavo relleno es simplemente espectacular. Por eso, le he solicitado que nos envíe porciones adicionales. Papá te dio incluso su ración de ensalada de papa. A pesar de que es su favorita, quería compartirla contigo. —Hyusang mordió su labio, ahogando un sollozo mientras se aferraba a la tela de su camisa—. Quiero que comas algo hecho en casa. No has comido una deliciosa comida de fin de año desde que tu papá murió.

Hyusang asintió, permitiendo que las lágrimas brotaran finalmente de sus ojos, una tras otra. Tomó asiento frente a la barra. Jinwoo presentó ambos platos, colocando los cubiertos en las manos, pero se dio cuenta de que el rubio se negaba a mirarlo o a moverse. Incluso le pareció que había dejado de respirar, lo que intensificó las lágrimas que recorrían su rostro.

—¿Puedes comer esta noche conmigo, Kitten? ¿Puedes permitirme pasar el fin de año contigo? —Hyusang asintió ahogando un sollozo.

—Lo siento, lo siento tanto...

—Está bien, Hyung, abre la boca... —Le acercó la cucharada de ensalada a su boca y eso motivó a Hyusang a llorar con más intensidad—. Vamos, Hyung, papá, de seguro estará abrumado si sabe que no saboreas lo que te envió.

Hyusang levantó la mirada, causando que a Jinwoo le doliera el pecho al ver aquella mirada decaída.

—Perdóname, Jinwoo-ssi...

—No me llames así, Hyung, soy yo, tu conejito —interrumpió Jinwoo, con un leve puchero que provocó una risa algo torpe en la otra persona. Eso es... Tienes una sonrisa muy bonita. Siempre la has tenido, por favor, no llores que me estás destrozando.

—Jinwoo...

—No tengo nada que perdonarte; Hyung, me salvaste la vida, me salvaste de mí mismo. —Este se inclinó y limpió las mejillas contrarias, soltando un tembloroso suspiro—. ¿Quieres que realmente acepte tus disculpas? Come, por favor.

Este asintió con torpeza mientras se sorbía la nariz para finalmente comer por su cuenta.

La cena transcurrió en un silencio que ninguno de los dos pudo catalogar como bueno o malo. En un momento inolvidable, ambos se dedicaron a limpiar lo que había quedado desordenado y luego se acomodaron en el balcón, donde Hyusang apareció con un par de copas y una botella de Château Margaux. Ambos observaron en silencio la vista lejana de los edificios, como el sonar de los autos en un eco ahogado.

—Ahora que tengo un mayor control sobre mi vida, comprendo mejor lo que querías expresar acerca de la perspectiva de los edificios —Jinwoo dijo, rompiendo el silencio tras vaciar su copa de un solo trago—. Ahora no puedo evitar encontrar paz al tener vistas como estas y eso gracias a ti.

Hyusang sonrió, poniéndose a su lado.

—Me alegra que para este punto tengas el control de tu vida.

—Lo tengo y es gracias a ti —el tatuado recalcó.

—Tú realizaste una gran parte del trabajo, Kim; no fue fácil para ti desde el principio; deberías reconocerlo —Hyusang dijo, mientras tomaba un largo sorbo de su copa—. Jinwoo... ¿Alguna vez sentiste asco desde que comenzó este acuerdo entre tú y yo? —preguntó sin mirarle—. Al principio mi presencia por sí sola te causaba cierta repulsión, ¿sabes? Es posible que no lo supieras, pero tenías hábitos singulares cuando interactuabas con personas como yo. Cada vez que tenías el más mínimo contacto físico conmigo o con los bailarines, te limpiabas las manos. Nunca utilizaste los productos de higiene de tu camerino, y preferías recibir el pago directamente de la mesa en lugar de hacerlo de mano a mano.

Lo miró de reojo y Jinwoo alzó las cejas, sorprendido por el comentario, ya que era un detalle que ni él mismo había percibido.

—Llevo más tiempo observándote de lo que crees, Jinwoo. —Sonrió con debilidad.

—Sí, me resulta incómodo reconocer que esa persona era yo. El simple hecho de que lo recuerdes aumenta aún más mi vergüenza. —Se volteó un poco, quedando de lado, viendo el perfil del mayor—. Lamento que hayas tenido que pasar por momentos incómodos a mi causa, Hyung.

Hyusang negó con la cabeza. Jinwoo hizo una ligera mueca, ya que lo pensaba. La homofobia es absurdamente irracional. ¿Por qué debería molestarnos o incomodarnos el amor entre dos seres humanos? Era absurdo.

—Me arrepiento de haberte hecho sentir a ti y a los demás como basura. De verdad, Hyusang, debí haberme dado cuenta de mis acciones hace mucho tiempo. —Dio un pequeño respingo, pues una explosión de colores se asomó en el cielo. 

El mayor soltó una risita y volvió a su posición original, algo que motivó a Hyusang a sonreír por lo adorable que era el contrario.

—Está bien, lo entiendo, acepto tus disculpas. —Ambos se dedicaron una larga mirada, donde fue Jinwoo quien apartó la suya un minuto más tarde.

—A medida que pasan los meses, hay una pregunta que no deja de rondar mi mente cada vez que te miro: ¿Por qué yo, Hyung? ¿Qué te atrajo de mí, sabiendo que era cómo era?

—Si te soy sincero, no lo sé. Es una pregunta que me he hecho desde que te planteé esa propuesta: ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Qué es lo que puede ofrecerme que otro no pueda? ¿Qué es lo que lo hace tan especial como para tomar en cuenta sus prejuicios y sus problemas personales? Incluso había considerado darle la propuesta a otro bailarín de allí. —Mintió ligeramente, buscando provocarlo intencionadamente. Con un suspiro y una ligera inclinación de cabeza, mordió su labio inferior, lo cual tuvo el efecto deseado, ya que Jinwoo se inquietó, presionando su lengua contra su mejilla con evidente molestia—. Ese día en que me volviste a insistir, estaba considerando hablar con él. Había algo... Si no pude contigo, sabía que tal vez tendría oportunidad con él.

Jinwoo gruñó en respuesta dedicándole una mirada fulminante. Tensó todo su cuerpo y la mandíbula. No podría imaginarse a otro en su lugar. ¿Él se habría apegado tanto como con él mismo había hecho? ¿Hyusang sería feliz? Tal vez sería feliz con otro; en estos momentos no podía imaginárselo. Sus nudillos se hicieron blancos gracias a la fuerza que implementó cerrando ambos puños.

—Son dudas que jamás tendrán respuesta. —Hyusang bebió del vino que traía en mano—. La pregunta es, ¿por qué aceptaste? Con el aumento pudiste haber pagado su tratamiento a cuotas.

Jinwoo se concentró en mirar a un punto fijo.

—Al principio mi meta inicial era el dinero. Debía elegir o pagar los tratamientos o vivir cómodo, y elegí la vida de Yuna. —Tronó sus nudillos y su cuello, pues aquellos celos aún no abandonaban su cuerpo—. Cuando logré saldar una deuda, que tenía una tarjeta con el dinero extra, pude adelantar pagos incluso. Y lo más importante, pude empezar a ahorrar. Eso sin contar... la jodida curiosidad.

Enderezó su postura, tomó el vino de la mano de Hyusang y se terminó la copa, sorprendiendo al mismo.

—Traeré más. —Se llevó la copa, vertiendo líquido en esta. Hizo lo mismo con la suya y regresó para devolverle la suya—. Y como te decía, al final, me terminó gustando lo que tanto rechacé.

Tomó nuevamente una copa para inclinarse al balcón, poniendo el peso en sus codos sobre la barra de seguridad. Fue entonces que Hyusang notó la seriedad del más alto, por lo que soltó una risita.

—Estás más serio que de costumbre —dijo inclinando su cabeza y le brindó una caricia en la espalda baja—. Dame una sonrisita, ¿sí? A ver, muestra esos dientecitos que tienes. Solo bromeaba un poco, conejito; no hubo nadie más.

Jinwoo dio un sorbo a su copa mientras lo observaba de reojo. Su cercanía lo puso nervioso. Sabía que sus celos o cualquier emoción eran muy obvios gracias a su expresivo rostro. Iba a dar un pequeño paso hacia un costado, pero el toque de Hyusang lo tomó por sorpresa. Se vio obligado a mirar hacia arriba para evitar el contacto visual; si lo hacía, estaba seguro de que quedaría completamente desarmado.

—Jinwoo... Sonríe. —Las curvas de su boca lo traicionaron; estás queriendo alzarse para sonreír.

Escuchar al rubio hablarle así le resultaba gracioso, y nada más imaginar sus ojos grandes mirándolo lo debilitaban. Se arriesgó y lo miró, lo más serio que pudo y... Mierda. La mirada traviesa del mayor le provocó una arritmia descontrolada, su estómago revoloteó con mariposas y su corazón se inundó de calidez, pero en ese instante, la cruda realidad lo golpeó sin compasión. Lo iba a extrañar como el infierno. Echaría de menos cada instante compartido y la incertidumbre de lo que podría venir a continuación lo sobrecogía.

Sonrió con genuina calidez mientras dejaba su copa en la ancha barandilla de seguridad, y sus manos se posaron suavemente sobre sus mejillas, acariciándolas con ternura.

—No puedo molestarme nunca contigo. —Los fuegos artificiales se intensificaron un poco, miró la hora de su reloj; faltaban solo dos minutos.

Dos minutos.

—Hyung... —No pudo articular más palabras. Todas las palabras se quedaron estancadas en su garganta.

El nudo que se formó en su interior, provocado por el rubio, se volvió asfixiante. La presión en su pecho aumentaba con cada segundo que pasaba, como si una cuenta regresiva estuviera desgajando un abismo entre ellos.

—Conejito... —La voz de Hyusang también se rompió.

Una mezcla de risa y sollozos escapó de sus labios mientras acariciaba el rostro ajeno, contemplando con atención cada facción, admirando la simetría que formaba ese hermoso semblante que le robaba el aliento. No importaba cuántos años transcurrieran; desde el primer instante en que lo vio, ese hombre siempre le provocaría un cosquilleo en el estómago. Odio eso. Odió el tiempo, odió aquel acuerdo, odió aquella situación y, más que nadie, en especial, se odió a sí mismo.

Treinta, veintinueve, veintiocho...

—Una parte de mí se resistía a aceptar que mi propuesta podría conducir a un desenlace tan negativo como el que dio inicio a esta situación. Pensé que solo tal vez, si las circunstancias nos favorecían, las cosas concluirían de forma diferente. Pero es algo inevitable... —Veinte, diecinueve, dieciocho...—. Presionarte ha sido un hermoso error del cual no me arrepiento. Tenerte a mi lado en aquella habitación y poder llamarte mío, aunque solo por unas pocas horas, alivió el vacío que había permanecido en mi pecho. Solo al estar contigo me di cuenta de que esa ausencia existía y de cómo tu presencia la llenaba. Pero no puedo ser egoísta. No me perteneces, este no es el mundo que mereces... 

Soltó un tembloroso suspiro, acariciando sus mejillas.

El eco del reloj resonaba por las calles, acompañando el conteo regresivo de la multitud, lo que inundaba a Jinwoo con una sensación abrumadora de desesperación. El ver al rubio comenzar a romperse frente a él, solo provocó que sus lágrimas comenzaran a salir sin permiso. Lo rodeó de la cintura, observando su rostro, queriendo memorizar cada detalle.

—Hyung... Por favor, basta. Detente, no te despidas. —«No me dejes ir. Necesito más tiempo», pensó el mismo.

Diez, nueve, ocho, siete...

—Te mereces mucho más que esto, Kim Jinwoo. Desearía poder brindarte todo lo que necesitas, darte la felicidad que mereces. Pero soy un hombre, un hombre en una sociedad que todavía no está lista para aceptarlo; estar conmigo sería arrastrarte a un mundo de prejuicios que tu familia ni tú deberían enfrentar. No quiero que mi mundo te haga sentir marginado y lo lamento, lo lamento tanto. —Sollozó, cerrando los ojos con fuerza, dejando salir las lágrimas retenidas—. Si tan solo... si tan solo las cosas fueran diferentes, si tan solo las cosas no fueran tan complicadas. Daría lo que fuera por dártelo todo.

—Me enseñaste que realmente hay una razón para vivir. Me has brindado más felicidad en estos seis meses de lo que he sido en años. Viste todos mis defectos y me quisiste con ellos. Me odio por no haber podido darte una oportunidad de que continuaras siendo mi amigo antes. Pero, sobre todo, te agradezco no haberte rendido conmigo, de mostrarme que todos merecemos amor, guste a quien nos guste. —Jinwoo comenzó a sollozar desde el fondo de su garganta; su cuerpo temblaba de dolor; en cualquier momento podría desmoronarse—. Perdóname, Hyung, por no poder ser lo que buscas, por no saber quién soy realmente. Te mereces a alguien que esté seguro y orgulloso de ser quien es, que no tema tomar tu mano y que no dude en proclamar su amor por ti, sin importar las opiniones de esta imperfecta sociedad. Quiero que seas feliz, aunque eso signifique que me olvides.

Cerró sus ojos con fuerza, atrayendo su cuerpo aún más cerca.

Cinco, cuatro, tres, dos... uno.

—Te quiero, Kim Jinwoo. Gracias por permitirme seis meses de felicidad. —Puso el peso en la punta de sus pies, uniendo sus bocas, al mismo tiempo que los fuegos artificiales explotaron a su alrededor en medio del bullicio.

—Hyung... no me dejes ir. —El año había concluido, al igual que el acuerdo que los unía—. Me preparé tantas veces para este momento, y ahora que llegó, estoy muerto de miedo. No quiero vivir una vida donde tengamos que estar separados. No quiero saber lo que es una vida sin ti. Te quiero, Lee Hyusang.

El año había concluido.

Aquel había sido el beso más difícil, amargo y salado por las lágrimas que había tenido que dar. Pero era un beso de despedida, de conclusión. La noche se adornaba de colores alegres, mientras por dentro se estaba muriendo. Jinwoo se aferró sin querer separarse; separarse le daría más peso a la realidad. Pero ambos necesitaban respirar. En medio de su respiración errática y dolorosa.

—Quiero... quiero pedirte algo antes de decir adiós —Jinwoo murmuró mientras le tomó el rostro, volviendo a quitar aquellas lágrimas, junto a su frente con la suya, cerrando los ojos—. Hyung, por favor, permíteme sentirme tuyo una vez más.

Le tomó las manos, poniéndolas sobre su abdomen.

—Quiero que me hagas el amor, quiero que seas el primero, y el único... quiero sentirte, por favor... —Hyusang asintió en modo de respuesta.

Al entrar en la habitación, se dispuso a sostener suavemente el cuello del tatuado desde la parte posterior de su cabeza para reclinarlo delicadamente sobre la almohada. Sus besos recorrieron el cuerpo de Jinwoo, donde lágrimas silenciosas mojaron su dermis. Sus hombros temblaron en silenciosos sollozos de vez en cuando. Se había dedicado a memorizar cada rincón de su cuerpo, desde las cicatrices visibles hasta la constelación de lunares y las imperfecciones que lo hacían único.

Kim Jinwoo representaba el sueño hecho realidad para Hyusang, una experiencia que solo había imaginado vivir en alguna de sus numerosas fantasías desde joven: sentirte amado. Cada suspiro que pronunciaba su nombre le hacía temblar, lleno de un amor inquebrantable por la persona que había decidido entregarse a él de la misma forma en que lo había hecho meses atrás. Deseaba recordar ese instante invaluable, dejando una marca indeleble y permitiendo que su alma rozara la suya, mientras sus manos exploraron las curvas de su cuerpo y la esencia de aquel hombre que alguna vez había considerado inalcanzable.

El suave resplandor de la lámpara de la mesilla de noche iluminaba su cabello rubio con un halo dorado, proyectando una cálida luz sobre la delicada curva de sus hombros al descubierto. Con cada respiración entrecortada, delineaba con la mirada los contornos de su figura, grabando en mi mente cada detalle: la manera en que su clavícula se hundía delicadamente, como la cresta de una suave ola, y cómo su cabello se iluminaba con la luz, creando un efecto cautivador.

—¿Estás seguro? —Su voz rozó la piel de Jinwoo como un susurro, resonando con la misma pregunta que había estado flotando entre ellos; ambos comprendieron que esa noche marcaría el final.

Jinwoo asintió sin palabras, incapaz de confiar en su propia voz. Sus dedos se enredaron en la seda de medianoche de su pelo y tiró de él para acercarlo. Sus labios se unieron en un encuentro profundo, como si intentaran expresar en silencio todo lo que jamás habían tenido el valor de decir; todo lo que sabían que nunca podrían llegar a ser.

Su toque parecía un idioma en sí mismo, narrando relatos de deseo, de instantes furtivos, de un amor que temía revelar su verdadero nombre.

Ambos cuerpos se movían juntos en la silenciosa habitación, una danza tan familiar como desgarradoramente definitiva. Cada caricia era una nota agridulce en una sinfonía de despedidas, cada beso un verso conmovedor. El aire que los envolvía emanaba una mezcla intensa de desesperación y deseo, un aroma que embriagaba sus sentidos y dejaba un sabor agridulce en sus lenguas, al mismo tiempo cautivador y devastador.

Hyusang manejó con tal delicadeza y ternura ese cuerpo, que casi podía jurar que sus labios se entumecían. Sus dedos trazaban un sendero húmedo en ese valle inexplorado, mientras sus labios, hinchados de placer, apaciguaban las zonas erógenas que había descubierto en aquel hombre: su cuello, su pecho, sus costillas. Sus cuerpos se encontraron en una danza íntima, piel contra piel, sus labios uniéndose en un beso profundo y desesperado. Eran conscientes de que esta sería su última oportunidad de amarse sin reservas, sin temor a las críticas de una sociedad que no lograba comprender la profundidad de su amor.

El de cabellos rubios acarició con reverencia el rostro ajeno, memorizando cada rasgo, cada lunar, cada expresión. Sus ojos color avellana resplandecían con lágrimas reprimidas, mostrando el profundo dolor de tener que despedirse.

El hombre de cabello azabache lo abrazaba con intensidad, disfrutando del dulce aroma a vainilla que emanaba de su piel. Grababa cada suspiro y cada gemido que brotaba de sus labios en su memoria, atesorando esos momentos como un placer inigualable. Sus dedos recorrieron con ansia cada curva, cada músculo, como si quisieran retener su esencia para siempre. Las caricias adquirieron una intensidad creciente, una desesperación palpable, mientras se entregaban el uno al otro en una unión final y ardiente. Los movimientos eran lentos, casi reverenciales, como si quisieran alargar el momento lo máximo posible.

Cuando el clímax los alcanzó, Jinwoo se aferró a él con fiereza, deseando poder imprimir su esencia en su alma. A través de la neblina del deleite, una lágrima solitaria asomó por la mejilla de Jinwoo, un silencioso testimonio del sufrimiento que implica entregarse por completo. Ambos se miraron a los ojos, transmitiendo en una sola mirada todo lo que no podían decir con palabras. Las respiraciones se acompasaron y sus frentes se apoyaron la una en la otra. Permaneciendo entrelazados, reacios a desenredarse de la intimidad que estaba a punto de convertirse en un recuerdo.

—Acuérdate de mí —Hyusang murmuró, con una vulnerabilidad en la voz que a Jinwoo le hizo sentir una opresión en el pecho.

—Siempre —el contrario respondió, la palabra más voto que respuesta.

Y fue en ese momento en que, con el sabor de la sal en sus labios y la imagen de su pelo rubio contra su piel grabada y en su mente, Jinwoo comprendió la verdadera profundidad de la tragedia: que el amor, por profundo que fuera, a veces no bastaba para conquistar el mundo que hay fuera de aquella puerta.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas, mezclándose con el sudor mientras se abrazaban; conscientes de que este sería su último encuentro, Hyusang pudo finalmente reclamar como suyo aquel hermoso hombre, aquel que calló sus suspiros en su nombre, aquel que le brindó el paraíso y el infierno en una sola habitación, reduciendo los mismos en un sublime acto ancestral. 

El sonido de sus pieles al rozar creó sonidos celestiales, cuyos gemidos, suspiros y cuyos nombres implicados impusieron una sinfonía imperfecta. Las lágrimas agridulces jamás dejaron de bajar con el rostro del menor y solo entonces se permitió mostrar su fragilidad, mostrar las heridas de su alma, en una madrugada cuyo sol al salir determinaría lo que vendría después.

No supo cuántas veces se corrió, con qué intensidad aquellas sabanas se impregnaron de fluidos de ambos, solo supo que su amante cayó rendido entre sus brazos, por lo que el rubio le limpió y le mimó aún en su inconsciencia para añorar su buen descanso.

Kim Jinwoo era el sinónimo de un sueño para Hyusang, pero como cualquier sueño... Era momento de despertar. Para cuando salieron los primeros rayos del sol, de lo que sería el inicio del 2026, Hyusang se había marchado llevándose consigo las maletas que había preparado esa madrugada, y no se volvió a saber de él los siguientes cuatro meses.

https://youtu.be/H761LZAvaZM

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