36
"LA POSESIÓN DE EROS"
Las pupilas de Hyusang parecían casi engullir sus iris por completo; su respiración artificial se transformó en jadeos anhelantes, como si todo el oxígeno del planeta hubiera desaparecido por completo. Se sentía como pez fuera del agua. Su piel ardía como si estuviera envuelta en brasas del mismo infierno, y en lugar de ofrecerle un calor reconfortante, le causaba un intenso dolor. Cada centímetro de su piel estaba hipersensible, sudorosa, clamando por atención.
Quiso convencerse de que el alcohol que había ingerido antes de su visita había agudizado la sensibilidad de cada terminación nerviosa de su cuerpo. El rubio sintió que su alma casi quería escapar de la trampa de carne que limitaba su existencia en el momento preciso en que aquel Adonis se levantó de su asiento para acercarse a él. Cada lento y tortuoso paso a su dirección se sintió como cien años de cruda agonía. Su cuerpo se tensó con intensidad, provocando dolor, y algunos de sus miembros comenzaron a experimentar calambres como resultado.
—Por favor, conejito. Lo necesito, necesito de tu contacto, necesito que me tomes de nuevo y acabes con esta agonizante abstinencia; lo necesito, solo... Por favor, hazlo, o creo que moriré —suplicó, con lágrimas brotando de sus ojos, sobrepasado por la desesperación. Las cadenas que lo aprisionaban solo intensificaban su dolor, llevándolo al borde del abismo, donde la pérdida de su cordura parecía inminente—. Asumo plenamente la responsabilidad por haberte hecho esperar. Simplemente, actúa. Haz algo por favor.
Mientras Jinwoo contemplaba su cuerpo desnudo, la habitación se sumió en un silencio absoluto. Salvo por su respiración, se convirtió en un auténtico caos y se dirigió hacia él.
El peso de su torso se dejó caer sobre Hyusang, quien, al abrir las piernas, logró arrastrarlo suavemente sobre las sábanas blancas hasta que quedó reclinado. Sus labios van al cuello ajeno, dejando un rastro de besos húmedos desde su hombro hasta el lóbulo izquierdo de su oído. Luego de realizar una intensa inhalación en su dermis, atrapó aquel olor que tan loco lo volvía, acto que Hyusang agradeció para sus adentros. Las caderas de Hyusang pronto se removieron; ni siquiera se sintió avergonzado de estar frotándose contra él como si estuviera en celo.
Jinwoo giró la cabeza y, en ese instante, sus labios se encontraron en un beso incendiario, uno tan intenso que solo les permitió jadear sobre sus bocas, mientras el otro suspiraba con fervor sobre la misma. Sus lenguas se entrelazan y se disipa la escasa paciencia que le quedaba. Los dedos tatuados se deslizan rápidamente por su cuello, apretándolo en el momento en que se separa de su boca, permitiéndole al rubio contemplar aquellos ojos oscuros, colmados de deseo.
Kim era consciente de las expectativas de su jefe y también de sus propios deseos, pero anhelaba que él lo reconociera abiertamente. Se dio cuenta de que solo necesitaba descubrir la manera adecuada de motivarlo.
—No es suficiente. —El contacto visual era adictivo. Sin embargo, su mirada rompió el contacto al descender lo suficiente para apreciar el cuerpo que se encuentra debajo del suyo, luciendo únicamente esa ropa interior oscura que acentúa sus piernas tonificadas.
Parecía que el hecho de no haberlo tocado en días también le ha afectado a su persona. La irritante sensación de la espera, que le ardía en la piel, se entrelazó con su decisión de renunciar. Jinwoo, en medio de esa tormenta de emociones, apenas se dio cuenta de que sus dedos habían dejado a un lado la tela levemente húmeda, arrojándola al suelo sin más. Las yemas de los mismos se han encargado de tocarlo, y en respuesta Hyusang arqueó la espalda. Su entrecejo se frunció al sentir la intensa calidez que recorría sus falanges, mientras una suave humedad se acumulaba en su rosado glande.
—¿Cuántas veces te has tocado pensando en mí, precioso? ¿Cuántas noches? —Aquello salió de sus labios en el instante en que percibió cómo su cuerpo se tensaba y se debilitaba ante el más sutil contacto.
Su espalda se arqueó de nuevo al percibir el delicado roce de sus nudillos contra la suave y húmeda protuberancia rosada. Con un sutil movimiento, su lengua acarició sus labios al tiempo que presionaba el piercing, plenamente consciente de su intenso deseo de "devorarlo vivo" en ese preciso momento. Pero ha aprendido que él debe entender que existe causa y consecuencia. En ese instante, Hyusang estaba experimentando el impacto directo de haberlo separado de su cuerpo y de todas las actividades que realizaban en el hotel y el no saber cómo remediarlo lo angustió.
—Demasiadas... —Hyusang tragó con dificultad—. Pero pude empeñármelas en tu ausencia.
Jinwoo chasqueó la lengua en respuesta.
—Tu cuerpo te traiciona, eres tan débil conmigo —el pelinegro se mofó en palabras susurradas, causando que su aliento le diera cosquilleos en las mejillas al mayor—. Tratas de hacerte el difícil en ocasiones y pretendes que no mueres porque te esté follando; es lo único que hay en esa cabeza tuya.
Su piel chocó con la otra, la cual parecía arder con cada roce. Esa noche, la tensión era palpable, así que apretó los dientes, igual de ansioso. La mano de Jinwoo estaba cubierta por anillos aquella noche, por trazos perfectos y por aquellos fluidos húmedos. No era más que aquel líquido preseminal deslizándose entre sus dedos, un claro reflejo de cuán necesitado había estado.
Su mano abierta rápidamente se posó sobre su mentón, y fue en ese instante que el bailarín se dio cuenta de lo diminuto que se sentía en su palma. Sus dedos acarician su mejilla sonrojada, despertando su atención, mientras él parece perdido en el placer de su propio tacto. A medida que se acercaba, las yemas de sus dedos acariciaban repetidamente el glande, intensificando la conexión entre los dos.
—Te daré a elegir. ¿Quieres que te doblegue o te sobreestimule como castigo? —inquirió aquello, obligándole también a mantener el contacto visual con él.
—No creo que pueda soportarlo —Hyusang susurró.
—Pues no tienes otra opción. —Sin perder mucho tiempo, Jinwoo solo pensó en lo que había estado deseando desde el primer día que se le había negado el tocarlo.
Se deslizó fácilmente hacia abajo a través de su cuerpo, y su boca se topó con su abdomen. Con movimientos fluidos, lo volteó con facilidad, dejándolo boca abajo sobre las sábanas. Elevó sus caderas con su brazo, mientras su rostro se sumía entre sus muslos. La forma en que sostenía sus piernas intensificó la atmósfera y Jinwoo exhaló con fuerza, provocando un estremecimiento en su compañero.
—Mierda, he echado de menos el poder ver ese bonito rostro inocente cuando estoy comiéndote.
—Jinwoo... —Su lengua se precipitó a explorar la piel nívea de sus caderas, un gesto que hizo que sus sentidos chocaran, generando una oleada de placer que recorrió su cuerpo, dejándolo más sensible y rígido que nunca. Golpeó sus muslos al elevarlos, creando más espacio y provocando jadeos entrecortados en el mayor.
Él se presentaba como una visión provocativa, atado a la cama y desnudo, mientras los labios de Jinwoo se deslizaban entre sus piernas, acercándose lentamente a su intimidad, donde unas gotas caían sobre su lengua extendida.
Hyusang hizo un intento fallido por tragar la saliva que no tenía en la boca; era como si necesitara de algún modo consumir aquellas palabras. Cada sílaba que escapaba de los labios de Kim Jinwoo era como un pequeño destello, activando y provocando un éxtasis en cada una de sus terminaciones nerviosas. El calor de su rostro se intensificó mientras apretaba los puños con fuerza; se sentía vulnerable, demasiado para adaptarse a ese repentino cambio de roles.
Desde que asumió el control de su vida sexual, ha liderado cada encuentro, orientando a su pareja hacia lo que le resulta placentero y alentándolo a descubrir sus propios deseos. Estableció normas claras en todo momento: los besos solo estaban permitidos con su autorización previa, de lo contrario, estaban estrictamente prohibidos. Las riendas del encuentro iban por su parte. Él tenía el poder de someter a su pareja y dictar las dinámicas de la relación, eligiendo con total libertad si quería ser el que recibía o si prefería adoptar un rol dominante. El condón era obligatorio. Si la experiencia cumplía con sus expectativas, pasaba a formar parte de su selección de amantes ocasionales, quienes serían visitados de vez en cuando en momentos en que necesitaba liberar el estrés o simplemente disfrutar de un rato ameno.
Cuatro reglas simples que siempre había seguido, pero todo cambió cuando Jinwoo irrumpió en su vida. De repente, lo que había construido con tanto esfuerzo quedó relegado a un segundo plano, como si Jinwoo lo reclamara como propio. Hyusang se encontraba disfrutando de esta nueva dinámica, incluso mientras se daba cuenta de que el castigo que le infligía Jinwoo estaba más allá de su control. Su agenda se había vuelto caótica, y las circunstancias imprevistas lo empujaban a cancelar encuentros de forma abrupta.
—¿Aún me sigues espiando, Kim? ¿Acaso no confías en que ya no tengo a nadie más? —Hyusang murmuró en un tono quejoso.
Sabía que a Kim le gustaba tener control en muchos aspectos de su vida, en especial aquellas que le brindaban una paz que podría verse amenazada. Un ejemplo elocuente de esto fue su relación con Kim Yuna, que despertó en él la sospecha de que, si otorgaba ciertas libertades, podrían surgir emociones menos agradables. Al parecer, no se equivocó al percibir la magnitud del apego que Kim Jinwoo podría desarrollar, ya que las marcas en su piel comenzaron a ser frecuentes. En ese momento, había otros factores que le resultaban difíciles de recordar sobre cómo había comenzado todo.
Un jadeo entrecortado se escapó de sus labios al experimentar la intensa estimulación de aquel hombre; la frialdad de sus anillos al contacto con su piel ardiente lo hizo temblar de manera evidente. Mordió sus labios removiéndose.
—¿Qué tanto has visto con exactitud? —El rubio quiso saber.
—Lo suficiente.
Una parte de él solía reanimarse con llamaradas de fuego cada vez que su rostro estaba entre sus glúteos. Sintió cómo sus caderas se movían, impulsándose por sí solas contra su lengua, y esa sensación lo llevó al borde de la locura, tanto que perdió toda lógica y razón; ni siquiera había anticipado que terminaría así. Lo único que pasaba por su cabeza eran imágenes obscenas de él, siendo el único protagonista de aquellos sucios flashbacks. Ni siquiera solía tomar en cuenta la cantidad de veces en las que pensaba en él de esta forma. Pero Jinwoo siempre solía perder la cuenta. Él nunca había sido lo suficientemente fuerte como para frenarse a sí mismo y parar.
Dejar de verlo y perseguirlo era imposible. Estaba obsesionado.
Parecía que estaba jodidamente hambriento de esto. Su boca buscó con desesperación obtener más de él. Su lengua, llenándose de sus fluidos, saboreó de los mismos como si fuese cualquier dulce impregnado en su paladar. Tan jodidamente bueno. Nunca tenía suficiente de esto; jamás terminaba de saciarse cada vez que lo probaba. Sus labios se cerraron contra su entrada, chupando de modo incesante el punto rosáceo tan punzante, hasta que su rostro había sido literalmente cubierto por los mismos. Esa deliciosa sensación podía ser revivida tantas veces como quisiera, llevando a los ojos de Hyusang a un estado de éxtasis en blanco y haciendo que sus labios se entreabrieran en busca de aliento.
—Sería recomendable que agregues resistencia a esas piernas. No voy a detenerme hasta hacerte chorrear sobre esta cama.
—Maldita sea. —El mayor sintió como el tatuado se removió hasta llegar a su oído, haciendo temblar.
—Y respecto a tu pregunta... Sé que nadie jamás va a llenarte de la manera en la que yo lo haga —Jinwoo susurró con suma complicidad contra su lóbulo—. Tan frustrado como para pasarte por alto.
Con una destreza casi inigualable, sus manos sostuvieron su cintura. Su brazo alzó sus caderas, bajando su abdomen casi enseguida. Así, sus ojos destilaron deleite al encontrarse con sus muslos húmedos y su cuerpo inclinado en señal de total sumisión.
—Eres un...
—Así me gusta tenerte, Kitten, tan entregado a mí, como debe ser.
Hyusang siempre lo había sido. Era tan manipulable cuando Jinwoo lo jodía. Solía ser tan permisivo con su cuerpo y sus manos. Permitía que él lo sometiera y llevara la situación a su antojo. Al rubio le fascinaba ser dominado por él y esa era la razón por la que siempre regresaban al mismo punto de partida.
Sus brazos colgaban hacia arriba, apenas sostenidos por la barra y la cadena que resonaba contra el metal, generando un sonido que Jinwoo consideró sorprendentemente erótico. Sus piernas, sacudiéndose en leves temblores, eran justo el estímulo que necesitaba para mantenerlo de esa manera.
El rostro del mayor pegado a la almohada con el cabello, cayendo sobre su rostro. Algo que no duró mucho tiempo, ya que el tatuado apartó sus mechones de cabello hacia un lado, enroscando su mano alrededor de este. La mano de Jinwoo se estrelló con contundencia contra sus caderas, dejando la marca de su palma abierta en la piel pálida, que dio paso a un sutil carmesí, provocando un jadeo en el mayor.
Era imposible que no se detuviera a compararlo con el mismo tono que se crea cuando él se ha sonrojado. Cinco, diez, quince... Se detiene cuando cuenta quince azotes y cuando él está vuelto un desastre. Sus caderas se desplomaron sobre la cama, mientras su piel adquiría un profundo tono rojo. Las sábanas estaban completamente empapadas. Las pupilas de Jinwoo se dilataron enseguida ante la vista.
—Te he estado deseando como un desquiciado tantas veces. Pero te he extrañado a ti estos días, extrañando solo poder verte cerca de mí, sonriéndome como un tonto. —Una vez más, lo tuvo boca arriba. Jinwoo se encuentra con el rostro empapado en lágrimas y los labios enrojecidos—. Bonito.
Fue todo lo que sus labios se dignan a pronunciar, aunque quiere decirle que por dentro está muriéndose ante lo jodidamente precioso que solía verse a cada maldito segundo. Anhelaba expresarle cuánto deseaba tenerlo cerca y considerarlo suyo, sin necesidad de la desnudez, solo queriendo esa proximidad. Sin embargo, se quedó en silencio, mientras sus piernas se enredaban en su espalda baja y él se deslizaba lentamente en su interior tan apretado que pareció transformarse en una deliciosa tortura. Sus miradas se encuentran. Pareció que han estado teniendo alguna especie de conexión divina cuando hacen contacto visual.
Las yemas de sus dedos rozaron suavemente sus mejillas, y él se quedó inmóvil, sintiéndose un tonto al mirarlo con tanta intensidad. Reparando en cada detalle de su rostro, demasiado agraciado para su propio bien.
La piel de Hyusang le escocía a niveles inimaginables, pero a pesar del dolor de los varios puntos en su cuerpo, nada opacó el protagonismo que tuvo el ser llenado de nuevo por él, solo por él. Sus labios se separaron, permitiendo que un jadeo emergiera, un sonido que contenía un profundo alivio para su cuerpo y su alma. Todo su ser se estremeció en pequeños temblores. Apreció aquellos orbes oscuros que escrutaban su rostro. Analizando cada pequeño gesto que su rostro realizó, se sintió intimidado. Y cómo no, si aquel hombre lo observaba con una mirada oscura y voraz; casi podía asegurar que comprendía el motivo por el cual las personas preferían no cruzar sus ojos con los de él.
—Si me has añorado con tanta intensidad significa que aún no has encontrado a alguien que haga bien su trabajo, ¿no es así? —El rubio ronroneó por lo bajo, sintiendo como su miembro palpitaba en su interior; casi juró sentirlo hincharse. Expandiendo su carne sensible a niveles delirantes—. Es una pena.
Hyusang sabía cómo tocar aquellas fibras del contrario; le gustaba hacerlo ponerse del mal humor, ponerlo en su límite para que desquitara en él su frustración, de tal forma que, cuando terminaban satisfechos, casi podría añadir aquel encuentro junto a los demás que consideraba inigualables, dejando aquella sensación de paz y satisfacción que tanto necesitaron en todos los días de ausencia. Era consciente de que ser boxeador era una labor estresante, y por eso comprendía perfectamente la necesidad de contar con más de un compañero sexual. Era algo que no le dio mucha importancia.
—¿Usaste condón? —Apenas recordó esto.
Jinwoo estaba profundamente ido en aquel momento. Sus ojos afilados observaron cómo se movía bajo él, lo que provocó que perdiera su claridad de pensamiento demasiado pronto, como siempre sucedía sin fallo. Le sonrió con un atisbo de malicia al sujetar su espalda, empujándolo hacia atrás hasta quedar encima de su cuerpo. Su calor era una tentación irresistible, y casi podía jurar que la habitación ardía en llamas.
Como si hubiera esperado toda su vida por ese momento, sus piernas encontraron el camino hacia sus hombros; con una renovada ferocidad, empujó hacia adentro, provocando que Hyusang abriera los ojos en incredulidad. Mantuvo el mismo movimiento fluido. Sus caderas giraron con una rapidez creciente, y la intensa sensación de un golpe interno resultó tan abrumadora que no pudo resistir la tentación de continuar.
Los gemidos que llenaban la habitación fueron tan intensos que, por un instante, su concentración se desvaneció. Los movimientos se tornaron vacilantes, y su mente se sumergió en una ola de placer que arrasaba su cuerpo mientras lo dominaba, disfrutando de un ritmo frenético.
Mantuvo sus manos sujetas por las cadenas con firmeza, evitando que pudiera tocarlo. Una vez más, quería escuchar sus súplicas; adoraba verlo implorar. De alguna manera, la manera en que él perdía la calma cuando lo estaba provocando solo hacía que se volviera incluso más implacable.
—Mierda, nadie se siente tan condenadamente bien como tú, y tú sabes que no importa con cuanta gente te involucres, nada se acerca a esto entre tú y yo. Voy a joderte de esta forma a diario sin falta; me importa una mierda tener que buscarte a Eros a diario, joderte hasta que lo único que puedas sentir sea mi polla perfectamente ajustada aquí dentro. Voy a llenarte... hasta que estas piernas tuyas estén temblando. —Las obscenas palabras sonaron de forma grave.
Hyusang soltó un grito en respuesta; cada vez que estimulaba su próstata, juraba ver pequeñas luces parpadeando en su campo visual. Jinwoo levantó la mirada, todavía sin aliento por la intensidad del momento, para contemplar cómo sus caderas y su cuerpo se movían en perfecta sincronía, fijando su atención en su rostro. Pronto su lengua jugueteó con descuido con la comisura de mi boca, topándose con el metal del arete.
—No cierres los ojos, fíjate en la manera en la que puedo hundirme tan fácil, mira cómo te estoy jodiendo. —Una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro mientras sostenía su mentón, obligándolo a mirar hacia ese punto de conexión entre los dos.
Lo ha estado follando, asegurándose de que sienta cada centímetro en su calor. Su mano nuevamente baja hasta sus piernas.
—Abre bien las piernas y colócalas sobre mi espalda. Ahora te mostraré cómo deberían tratarte los demás —ordenó mientras levantaba sus caderas, acercándose al borde.
Era imposible que no se preocupara por rozar el punto correcto en su interior, porque inconscientemente lo hizo cuando estaba enterrándose hasta el fondo y sus ojos se entrecerraron observando la forma en que Hyusang pudo tragarse por completo la dureza que rezumaba en sus paredes húmedas.
—J-Jinwoo, es demasiado, e-espera, mierda...
No le dio la oportunidad de convertirse en un torbellino de balbuceos mientras lo giraba hacia un lado, aprovechando la nueva postura para profundizar, provocando nuevos jadeos de su parte. Sus labios, deslizándose por su mandíbula, se posaron en la comisura de sus labios, analizando la desesperación con la que sus cuerpos chocaban entre sí, creando un delicioso desorden. Pronto dejó ir su mandíbula, usando la misma mano para ahuecar uno de sus pezones en la palma, haciendo rodar el pezón hinchado entre sus dedos, y una nueva bofetada directa a sus caderas rojas.
—C-condón, ¿tú...?
—No. Y no pretendo usarlo; joderte de esta forma sin nada de por medio es el jodido paraíso. —Hyusang jamás imaginó que podría marcar un antes y un después luego de sentirlo sin aquella envoltura y maldijo el tiempo en que lo forzó hacerlo. Se sentía demasiado bien; luchó por no correrse de nuevo ante la realidad que estaba abordando: Jinwoo no estaba usando condón y jamás pensó que sentiría de esa manera.
Era magnífico.
Jinwoo dirigió su mano a la garganta de Hyusang una vez más; sus largos dedos abrazaron su cuello, apretando lo justo para mantenerlo al borde de la cama, analizando la forma en que aquel mismo sitio está muy húmedo; las sábanas eran un desastre, y se ha vuelto un desastre con olor a sexo cuando él está moviendo sus caderas de tal manera.
Ambos eran un jodido espectáculo obsceno, y todo aquel sitio lo era, lleno de gemidos, gruñidos y de aquel sonido tan lascivo en el que la pelvis de Jinwoo chocaba una y otra vez contra su entrepierna, de manera constante. En aquella posición en la que estaba, podía alcanzar cada maldita parte de su cuerpo caliente contra el suyo.
Sus caderas se movían con maestría contra las de él, mientras sostenía el tobillo de Hyusang con firmeza. Con un movimiento preciso, levantó su muslo, permitiendo que su intimidad alcanzara lo más profundo. Un gemido ronco emanó de su boca cuando entreabrió los labios para tomar aire y entrecerró los ojos en el momento que pudo percibirse estando tan dentro. Su cuerpo pronto se encontró presionándose contra el de él; una de sus manos todavía sujetaba las suyas por encima de su cabeza. Cada embestida provocaba un incesante chirrido de la cama contra la pared, junto al húmedo sonido de sus pieles al chocar, convirtiéndose en la única melodía que resonaba en medio de la torrencial lluvia que había comenzado a caer afuera. Una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Jinwoo al darse cuenta de que todas las circunstancias jugaban en su contra.
—Esto solo ha comenzado; planeo follarte por toda esta habitación; no quedará un solo lugar donde no te haya cogido esta noche y todas las que nos faltan.
«¿Pero qué mierda...?», fue lo que pensó Hyusang ante las acciones ajenas.
Quizás lo había subestimado; había creído que los días de ausencia no le habían afectado de la misma forma que lo hizo con él, pero que tan lejos estaba de realidad. Jinwoo estaba desquiciado; ese hombre lo tomaba como si hubieran pasado años y aquella promesa letal solo lo dejó más abrumado. Sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos.
—Mierda... Solo libérame, Jinwoo; a este ritmo, esas malditas cadenas me rasgarán las muñecas —Hyusang apenas pudo contener el llanto; comunicarse de manera coherente se había convertido en una tarea imposible, especialmente cuando su mente estaba hecha un caos y le resultaba difícil respirar.
Gruñó mientras inclinaba la cabeza hacia atrás, experimentando cómo el glande de Jinwoo no solo acariciaba su punto más sensible; lo estaba frotando con una insistencia y agresividad tales, que de vez en cuando chorros de semen y orina brotaban de su propio miembro, empapando la cama aún más de lo que ya estaba. Los aromas mezclados junto a aquel sonido húmedo de sus sexos chocando lo estaban enloqueciendo. Necesitaba tocarlo, clavar sus uñas en su espalda, tirar de su cabello y morderlo. La añoranza de marcarlo se manifestó como una necesidad enloquecedora.
—Por favor... Desátame, te lo suplico, conejito.
La habitación estaba tan caliente que se asemejaba a la temperatura de una sauna en su punto máximo de calor. Hyusang dejó salir un grito cuando otro orgasmo lo golpeó de forma brutal.
Jinwoo era consciente de que ambos estaban avanzando a una velocidad excesiva, casi agobiante; se sentía deliciosamente envuelto en su cálido abrazo, tan placentero y ajustado. Los empujes empezaron a volverse cada vez más fuertes y largos; estaba a nada de llegar al límite, y sabía que él no era la excepción de eso. Para ese momento, su juicio se había nublado casi en su totalidad. Siempre sucedía cada vez que terminaba de aquella forma con él. Sin embargo, no pudo evitar observar con adoración y entrega el rostro colmado en éxtasis ajeno; supo que le encantaba y se había vuelto adicto a las expresiones que su rostro formaba cada vez que estaba completamente dentro suyo.
Sus dedos se apretaron en sus muslos rojizos, con ciertas marcas alrededor; escuchar cada gemido siendo expulsado por la garganta ajena solo significó que era cuestión de minutos para llegar al límite. Sus manos nunca descansaron; se mantuvieron en el cuerpo ajeno, acariciando cada espacio posible, deleitándose ante la suavidad de la piel contraria.
Solo entonces se echó para atrás. A penas él había convertido sus muslos y abdomen en un desastre, goteando y chorreando de aquella forma obscena bajo su mirada oscura. Ni siquiera le dio espacio para procesar el orgasmo recién obtenido, porque había vuelto a introducirse, persiguiendo su propio límite. No pasó mucho tiempo para que todo cambiara; él la abrazó por la cintura cuando sus caderas se detuvieron abruptamente. Apenas pudo disfrutar de la intensa sensación que lo dejaba en un estado de frenesí, sintiendo cómo lo inundaba hasta el límite, de tal manera que siguió goteando sobre sus muslos. Jinwoo supo que aquella sensación e imagen frente a sus ojos no iban a disiparse con facilidad, no cuando era todo un espectáculo para él.
El solo hecho de haberlo escuchado de aquella forma había creado un colapso mental en él. Se sostuvo de su silueta, sosteniendo su delgada cintura contra su pecho. Su respiración era una mierda aún, con sus labios entreabiertos, y soltando leves jadeos contra el pálido cuello de Hyusang, sus manos yendo y viniendo a través de la suave y bonita piel de su espalda.
Estaba oficialmente perdido en eso.
Aquel hombre de facciones andróginas le tenía a sus pies, y Jinwoo estaba más que dispuesto a seguir permaneciendo de esa forma, cuanto tiempo se le antojase a él.
—¿Cansado? Me has dejado esperando mucho tiempo, tienes que recompensarlo —fue lo que asumió instantes después de haber procesado por completo el reciente clímax que le había dejado sin aliento, y que había causado que su piel se erizara casi por completo. Le había llenado hasta el borde, su entrada goteando de su propio semen. Sin duda, dejó de razonar de manera lógica tras el primer contacto; dedicó tiempo valioso a sobreanalizar las situaciones, lo que permitió que el estrés tomara el control de su vida en esos días.
Cada vez que tenía al rubio cerca, se sentía mucho más ligero de lo normal; quizá la única explicación que encontraba para ello, era que él era una clase de calmante. Sonaba estúpido, viniendo de sus pensamientos completamente sucios, pero era honesto: no había nada que le hiciera dormitar más que escucharlo. Sostuvo aquel cuerpo débil contra su pecho, desatando sus manos enseguida, acariciando con sus largos dedos las marcas rojizas en sus muñecas.
—¿Puedes soportarme una vez más? —inquirió aquello con una pequeña sonrisita amena.
Hyusang le miró mal luego de notar sus muñecas casi en carne viva; el ajeno había hecho caso omiso a sus peticiones, por lo que de seguro tardaría en cicatrizar varios días y para entonces tendría que mantenerlas ocultas.
—No. Fue suficiente. —Se dejó caer de espaldas soltando un pesado respiro; poco a poco el aire acondicionado había vuelto a cumplir su labor en enfriar aquella habitación.
Estaba agotado, el cuerpo le dolía y tal vez seguiría así para los días siguientes; lamiéndose los labios, volvió la vista al contrario, encontrándose con aquella intimidante mirada. Estaba muy agradecido de que aquella habitación contara con regadera, por lo que con un esfuerzo que Hyusang consideró sobrehumano se levantó. Lavó el desastre en que consistía su persona para volver a la habitación usando otra ropa que Jinwoo le dio a disposición. Al volver le echó un vistazo al Adonis que aún yacía en la cama.
—Deberías limpiarte. —Jinwoo gruñó en respuesta clavando su rostro en la almohada.
—No quiero.
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