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Historia 5: Amigos

Todo empezó con un beso, fue una apuesta de una compañera del salón, les habían dicho que no eran capaces de besarse sin sentir asco por el otro. Entonces lo hicieron, primero fue un tope rápido de labios, pero la chica, sin quedar satisfecha por la acción, les dijo que fuese un beso de verdad y no uno como ese. En un principio se negaron, pero ella les insistió hasta que dijo que les pagaría a cada uno una buena cantidad de dinero si lo hacían como ella quería. Uno se negó, el otro lo pensó unos segundos más.

El que se negó sintió que le tomaban el rostro, para suerte del momento, tenía la boca levemente abierta, lo que sirvió para que su amigo introdujera rápidamente la lengua y lo besase de manera voraz. Quedándose unos segundos como piedra, el chico no supo cómo reaccionar ante la acción de su amigo, trató de empujarlo, pero este le sujetaba con fuerza. Pensó "Si no puedo ir en contra, únete" y cerró los ojos para corresponder el beso con la misma fiereza, sujetó el rostro de su amigo para juguetear con la lengua al interior de la boca de este. Continuaron hasta que les faltó el aire y se separaron, no sin dejar un hilo de saliva, marca de la conexión bucal que tuvieron.

Aquel que inició el beso miró a la chica y extendió la mano diciendo "Paga" para luego, de manera disimulada, guiñarle coquetamente el ojo a su amigo. El rostro de este se tornó rojo como un tomate al momento que se mordía el labio inferior nervioso.

Por supuesto, ante tal acción, la chica pagó la apuesta respectiva, satisfecha de cumplir con su fantasía de hace años sobre ellos.

Eso pasó hace un mes, desde entonces, el chico que tomó la iniciativa siguió besando a su amigo cada vez que podía. Se acercaba y juntaba sus labios mientras jugaban videojuegos en la casa de alguno de los dos, cuando conseguían estar solos en algún momento en la escuela. O, en los momentos más privados, lo besaba de manera apasionada, dejando al otro sin aire y con la sensación de querer más.

Así continuaron por otro mes, hasta que los límites empezaron a romperse, aquel que empezaba el beso comenzó a levantar la vestimenta superior de su amigo y apretar el pecho de este, haciéndolo gemir suavemente mientras lo besaban en el cuello, dejando leves chupones en él, mismos que debían esconder al día siguiente.

Un día, para no quedarse atrás en el jugueteo, se atrevió a tocar la entrepierna de su amigo mientras este le mordisqueaba la clavícula. Aquel levantó la cabeza sorprendido de la iniciativa, entonces, se sacó la blusa y se abrió el pantalón mientras que su amigo lo imitaba con el propio. Miró cómo ambos miembros estaban erectos por el jugueteo previo que habían hecho de costumbre, su amigo tomó su mano al mismo tiempo que con la otra entrelazaba los dedos y lo besaba en la mejilla. Entonces, guió ambas manos a las entrepiernas para sujetarlos, empezaron a frotarlos con fuerza, llenándose de placer.

Volvió a besar el cuello de su amigo, lo encontraba bello y largo, como un cisne de tonalidad morena. Hace tiempo que quería hacerlo con él, pero no sabía cómo dar el primer paso, pero llegó la apuesta y aprovechó dicha oportunidad.

Aumento el ritmo y la fuerza, generando que ambos empezacen a liberar pequeños gemidos y gritillos que los llenaban de placer. Se acercaba el gran momento, el chico a quién le besaban el cuello apretó la espalda para liberarse sin miramientos, observó la unión de ambos miembros para descubrir que el de su amigo seguía erecto. Lo miró a los ojos y este lo besó nuevamente para sacarle el pantalón con rapidez, seguido del propio; el chico sabía lo que se avecinaba y en vez de impedirlo, lo siguió. Ya no le importaba nada, solo aquel que era su amigo.

El chico gemía mientras le caían un par de lágrimas mientras el otro preparaba la zona de penetración, con lubricante en mano, hacía lo posible para que no doliera; pero sabía que costaría hacerlo, y más si es la primera vez. Humedeció el lugar, penetró y abrió con los dedos, buscando la prostata con cuidado para llenarlo de placer, lo escuchó gemir, señal de que había llegado al objetivo. Frotó la zona para dilatarla, estuvo un tiempo hasta que su propio cuerpo ya no aguantaba más y le rogaba que entrase en su interior. Sacó un condón de la caja para ponerselo, la que se encontraba en el costado de la cama, junto a la botella de lubricante.

Giró al chico para que estuviese recostado, le limpió las lágrimas y lo beso apasionadamente; tomó la botella para bañar su miembro. Entonces, comenzó a insertarlo en el recto de él, primero la punta sintiendo la estrechez, luego la mitad hasta completar la conexión entre ambos. Sin moverse se acercó a él para preguntarle cómo se sentía y si podía moverse, aquel lo miró y asintió lentamente mientras lo abrazaba por el cuello. Así iniciaron las estocadas, con cada una, este gemía de placer mientras tensaba la piernas, provocando que el miembro de su amigo se apretase más en la zona provocando que cada roce fuese más difícil y, además, le costase aguantar para no correrse inmediatamente.

Al aumentar la velocidad, sentía que cada vez se acercaba más al orgasmo, mientras susurraba palabras de calma, más "Te amo", más besos. El otro, recibía las palabras con el corazón y las repetía con fuerza. Así continuaron hasta que llegaron al momento de cúspide, en el que, al unísono, gimieron con fuerza para explotar, uno desde el interior y el otro en el exterior. Se quedaron así unos minutos, respirando con fuerza, sintiendose completos.

Cuando rompieron la conexión y sacaron la protección, se acostaron uno al lado del otro y se taparon con el edredón, no sin antes compartir un último beso apasionado que los durmió por unas horas, lo suficiente para alcanzar a limpiar y retornar a los hogares.

En la mañana siguiente, la misma compañera los retó nuevamente a un beso, igual que hace meses atrás. Al principio, el que tomó la iniciativa la primera vez se negó con una sonrisa calmada, sentía ya que no era necesario. Les ofreció la misma cantidad de dinero que la anterior vez para convencerlos, el chico repitió su negativa. Sin embargo, ocurrió lo inesperado, su amigo le tomó el rostro y lo beso con pasión, generando el mismo efecto que la primera vez. Al terminar, miró a la compañera y le dijo con una sonrisa "No es necesario que pagues" y le guiñó el ojo hacia su amigo. Ahora era este el que estaba con el rostro carmesí.

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