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Historia 16: Libertad

Se besaron con pasión, tanta intensidad que ella no tuvo más que aguantar la respiración. Con la cabeza inclinada hacia adelante, su amiga acunaba su cabeza en las manos, introducía su lengua en la leve abertura que había entre ambos labios para morderla. Ella la correspondía con lo que podía, jamás la habían besado de esa manera, mucho menos una mujer. Pero sentía que estaba en la cúspide de la felicidad en esos momentos.

Sintió como le tiraban el abrigo hacia arriba, su amiga le regaló leves apretones de labios en el cuello y sonrisas, mientras que, con ambas manos, le desabotonaba la camisa que solía usar para ocultar su hermosa figura. Ella, por el contrario, movía las suyas con timidez para bajarle la pequeña falda y levantarle camiseta que usó ese día. El mismo día en que tuvieron su primera cita.

Su amiga empezó un camino desde su cuello y por su cuerpo, pasó por los pechos de ella, masajeando desde la ropa interior, provocando que ella soltase un leve suspiro. Luego desabotonó el pantalón con cuidado, corrió el cierre con los dientes para bajarlos con lentitud, luego las calzas. Un hermoso calzón de encaje color celeste que le había prestado su hermana pensando que tendría una cita con un hombre, igual cumplió el objetivo, pero con el otro género. Le separó las piernas para que su cabeza quedase entremedio y posicionó los labios en la zona de placer para sorberla y estimularla.

Ante el repentino fuego de placer, ella no pudo más que curvarse de la sensación, le temblaban las piernas y sentía que en cualquier momento se caería. Sujetó la cabeza de su amiga para enterrarla un poco más, acomodándola al punto que sentía que la llama la abrazaba con más fuerza. Separó los labios para resoplar y gemir despacio. Su amiga le dijo que no había necesidad de contenerse en el motel.

Entonces, sus piernas cedieron, deslizándose por la puerta; su amiga la recibió en el suelo con un dulce beso que la felicitaba por resistir sus caricias por tanto tiempo. De ahí la levantó del suelo y la guio a la gran cama que se encontraba en la habitación, ella se ruborizaba con cada paso que daban.

La tendió sobre el colchón, su amiga terminó de desvestirse, ella solo podía admirarla. Con el cabello corto color azabache, nariz respingada y delgada, con un pecho un poco más prominente de lo que su anatomía permitía junto a unos labios carnosos que se estiraban en una sonrisa formando dos pequeños hoyuelos en las mejillas. Abrió la boca ante tal belleza que se presentaba frente a ella, se cubrió el rostro con ambas manos, pero dejando los ojos a la vista para seguir contemplando.

Su amiga, consciente de que esta la observaba, rió con fuerza. Empezó a gatear sobre la cama para acercarse ella, provocando que sus pechos se balanceen cada tanto en tanto, se acercó lo suficiente para estar a centímetros de su rostro, se lo destapó para besarla con pasión. Empezó por la lengua, un leve seguimiento de la comisura para relajarla, luego la abertura de los labios para introducir el músculo del sabor en su interior para alcanzar y juguetear con la de ella. Arriba, abajo y rodeándola hasta que sintió como se caía un leve hilillo de saliva por la boca. Se separó y pasó la lengua para obtener el líquido, no quería perder nada de ella.

Ella sintió como su amiga se acercaba a su oreja para mordisquearla con pasión luego de jugar con su boca, su cuerpo soltó un escalofrío que la hizo tensar todos los músculos del cuerpo. Le regaló un beso en la mejilla, uno suave y lleno de amor.

Su amiga se sentó entre sus piernas, para que no las juntase y cortase la sensación de placer que le regalaría en unos segundos más.

Entonces, su amiga bajó hacia las hermosas prendas que faltaban; empezó por la superior. Era pequeña y combinaba con la inferior, la sacó con cuidado y la dejó caer en el suelo, la acomodó para que estuviese más inclinada y apoyada en las almohadas. Así no se lastimaría.

Tomó uno y los sopeso en las manos, era como si estuviesen hechos a su medida, lo apretó suavemente, sintiendo la curvatura. Articuló los dedos índice y pulgar de cada mano para formas unas pinzas que usó para levantar la punta de los pechos y prepararlas para sus dientes. Ella se sujetó la cabeza mientras gemía cada vez con más fuerza, en vez de ser un leve susurro.

Nuevamente con la lengua, su amiga curvó el pecho y apretó ligeramente la punta, la otra mano seguía jugando con las pinzas, en un acto de pura entretención. Reía triunfal cada vez que ella le gemía por más.

De ahí, apretó las piernas mientras sentía que algo se empezaba a deslizar entre ellas, trató de juntarlas, pero su amiga se lo impedia. Su amiga, al comprender la sensación que había provocado, reacomodó una rodilla para que rozase la zona, un punto de placer que solo provocaba que ella se arquease y sintiese la humedad que todavía salía de su cuerpo.

Entonces, en un acto de completa valentía, tomó pulso y empujó a su amiga para que sea ella la que estuviese sobre el colchón. Solo pudo ver su rostro sorprendido ante el cambio de posición. Le separó las piernas para lamer la zona mientras que la penetraba con suavidad; los dedos volaban, aumentando la velocidad con cada nueva estocada que le entregaba. Su amiga le sujetó la cabeza con una mano y la enterró para que no se detuviese, flectó las piernas y gimió con fuerza mientras que, con la otra, se apretaba un pecho para intensificar la sensación.

Así, hasta que aquella explotó en su rostro, dejando que el líquido saliese sin control de la zona. Ella se lo acercó a los labios y lo probó, no sintió ni gusto ni disgusto por el sabor, simplemente pasión. Escaló el cuerpo de su amiga hasta llegar a los labios, fue recibida entre risas y jadeos; le susurró que ahora le tocaba a ella sentir dicha pasión.

Cambiaron, ahora era ella la que estaba acostada y su amiga sobre ella, acariciando su zona, encendiendo una llamarada que jamás pudo ser manejada correctamente. Hasta ese momento.

Gritó con fuerza mientras sentía que la penetraba con rapidez y destreza mientras lamía el punto exacto que necesitaba para que explotase rápidamente, sintiendo todo ese placer encerrado en su interior. Aquel que le habían educado que era el único que podía sentir, el de un hombre. Lloró de felicidad al sentir que se liberaba al fin de esas cadenas que la ataban al viejo closet de su habitación.

Se besaron para entrecruzar sus piernas y amarse con pasión, ayudándose con una mano mientras que con la otra se sujetaban el rostro para besarse, rozaron sus zonas hasta liberarse nuevamente con la otra. Sus corazones latían al unísono, sus cuerpos vibraban juntos ante las sensaciones que las recorría mientras que su amor llenaba el aire de sensaciones y pasiones que las mantuvo reprimidas por mucho tiempo.

Una, por no ser aceptada por quién era; la otra, por creer que no sería correspondida.

Cambiaron de posición, una arriba y otra abajo para poder darse placer al mismo tiempo, una idea de la amiga que había probado con anterioridad. Se lamían y jugueteaban para no perder la pasión, continuando hasta que los minutos fuesen horas, la tarde pasase a la noche y mintiesen con que se habían quedado a dormir en la casa de la amiga para continuar entregándose plenamente a la otra.

Volvieron a besarse, una lloraba de felicidad, la otra le enjuagaba las lágrimas aceptándola con plenitud.

Entonces, se abrazaron. Ella bajó la cabeza y la posicionó en su pecho mientras que su amiga la abrazaba desde el cuello con unas risas entremedio. Se declararon un profundo amor, prometiéndose que mañana serían las primeras en estar en la marcha de su amor. Bandera al hombro, rostros pintados. ¡Al diablo a aquellos que la rechacen!

No les importaba, solo su amor que derribó fronteras y puertas.

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