Historia 13: Dolor
Nuevamente se masturbaba pensando en él, no podía evitarlo, simplemente lo amaba. Peor, estaba obsesionado. Y ahí se encontraba, en el pequeño baño de la escuela, mordiendo la camisa del uniforme, pantalones abajo y miembro al descubierto, frotándolo con fuerza y apuntándolo hacia el pequeño retrete. Con el miembro levantado, él se frotaba llorando a su amor no correspondido. Solo se escuchaban sus leves sorbidos que, como un susurro del viento, resonaban por todo el baño, pero tan leve e inaudible que nadie podía oírlo.
De repente escuchó unos pasos y se dijo mentalmente que debía aguantar la respiración, sonó un leve golpeteo a las afueras del cubículo, paralizándolo por completo. Sé quedó quieto, tan quieto que parecía una piedra dura, tan dura como su miembro. Escuchó la voz de su amor, tan dulce y tan grave que lo desconcertó, le decía que lo vio irse del salón con rostro lloroso y quería saber si estaba bien. Este abrió la boca y carraspeó mientras las lágrimas caían por sus mejillas, le respondió que estaba bien. Empezó a frotar nuevamente el miembro de forma inconsciente, haciéndolo liberar un leve gemido que su amor escuchó sin entender; le volvió a preguntar si estaba bien y recibió la misma respuesta de antes junto a la orden de que retornara al salón de clases, que ya lo alcanzaría después.
Se sentó en el WC para continuar con su acción, apretó con fuerza el miembro y empezó a soñar con su voz, esa voz que lo enamoró. Se imaginó susurrándole al oído palabras de amor, soñó que era su mano y no la propia la que frotaba hasta que explotó. Tomó papel para recibir el líquido, cuando terminó de expulsarlo lo lanzó y tiró de la cadena.
Sin embargo, no se fue; el chico se subió los pantalones y se sentó en el suelo para continuar con su llanto, sufriendo en silencio. Cerró los ojos mientras se tomaba el pelo con fuerza y abría la boca para disimular un grito sin voz, liberando su corazón de ese dolor.
Cuando al fin pudo salir de su encierro y limpiarse las manos junto con el rostro, vislumbró en el reflejo a su amor que lo esperaba con los brazos cruzados. Lo observaba con ojos cargados de dolor, se acercó y le acarició la mejilla para abrazarlo con fuerza, este le imitó mientras volvían las lágrimas.
Él lo sabía, pero no podía corresponderlo; simplemente se dignó a abrazarlo con fuerza, haciéndole saber que lamentaba su pena.
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