Historia 12: Privacidad
Ya todos se habían dormido y ella lo sabía, se acomodó en la cama tapándose hasta la nariz. Mordió las mantas para evitar soltar algún ruido que despertase al resto, pero lo suficientemente abajo como para no ahogarse. Relajó los hombros y cerró los ojos suavemente.
Levantó las manos y se acarició los pezones, formaba círculos con las largas uñas postizas. Continuó a ritmo pausado, dejando que ese leve placer la inundara lentamente y lubricaba su zona, sentía la húmedad derramándose. Al momento en que se pararon lo suficiente como para formar dos leves montículos sobre la delgada prenda, los apretó con fuerza, haciéndola morderlas mantas; abrió una mano para masajear el pecho completo mientras seguía apretando la punta del otro.
Entonces, deslizó dicha mano suavemente, adentrándose al pantalón y alcanzar la ropa interior. La tomó entre sus dedos y, apretándolo de tal manera que forme una línea, tiró de esta hacia arriba para que rozase el órgano de placer femenino. Arqueó la espalda y reprimiendo un gemido, empezó a dar leves estocadas hacia la prenda mientras continuaba masajeando el pecho.
Así siguió hasta que se cansó de la sensación tan superficial y bajó, con ambas manos la ropa, lo suficiente para dejar el camino libre para el placer. Posicionó la mano hábil sobre la zona y masajeo suavemente de arriba hacia abajo, sintiendo la tensión en su cuerpo. Liberó el otro pecho de sus garras y las guió hasta la entrada y la penetró con un dedo, deslizándose con total ligereza. Entró hasta la base, de ahí se devolvió unos centímetros hasta la zona rugosa y empezó a masajearla.
La otra mano, que había abierto el paso a su gemela, subió hasta el punto de placer formando círculos de pasión, con tranquilidad, disfrutando cada centímetro de movimiento. Nuevamente arqueó la espalda y apretó los dientes mientras se repetía que no debía juntar las rodillas, sino, cortaría el placer.Se liberó de la penetración para estirar la mano hacia el exterior, hacia el pequeño velador para abrirlo con cuidado y extraer su pequeño regalo, su mayor esfuerzo y secreto. Lo examinó en la oscuridad, su tamaño era promedio, largo y de buen grosor; liberó la boca para recibir el objeto y frotarlo en su entrada mientras seguía con el masaje en su zona.
Mantuvo las estocadas bucales hasta que sintió el escalofrío de la pasión, que la llenó de pies a cabeza. En ese punto extrajo el juguete y lo bajó rozando por uno de los pezones hasta alcanzar su objetivo. Lo posicionó frente a la entrada y volvió a morder las mantas, ahora con más fuerza. Empezó por la punta y ya sentía su cuerpo arder, después el tronco, sintiendo cómo se abría su interior; llegó a la base, lo suficiente para poder extraer el miembro falso y volverlo a enterrar. Primero con lentitud, después con ritmo acelerado, sentía su cuerpo arder.
Aprovechó la abertura que generaba el objeto vibrante para igualar su ritmo en el punto de placer. Lágrimas de gozo cayeron hacia la almohada, se decía que continuase, que no parase; por el contrario, que aumentase la fuerza y la velocidad.
Reacomodó la mano que sujetaba el vibrante para generar estocadas más profundas se giró en la cama para quedar boca abajo y morder la almohada. Dejó de mover el miembro para ser ella la que jugase con las caderas, estiró la otra mano y abrió el cajón con menos delicadeza que la anterior vez, ignorando la suavidad de las paredes de su apartamento. Extrajo un segundo objeto y lo humedeció con la lengua.
Se destapó, dejando al descubierto su juego de pasión. Encendió el pequeño aparato que vibraba entre sus manos, lo colocó sobre el punto de placer que ya se encontraba casi en la cúspide.
Ahora no le importaba nada, abrió la boca para gemir con fuerza, contándole a todos qué era lo que hacía consigo misma cada vez que se escondía el sol y salía la luna.
Las estocadas tomaron fuerza, aumentó la frecuencia del pequeño vibrador hasta el grado que empezaba a soltar leves gritillos. Continuó y continuó hasta que alcanzó el placer, temblando y sonriendo.
Sin embargo, no era suficiente. Ahora tiró del cajón, provocando que este cayera al suelo, sin soltar el objeto pequeño y manteniendo el otro en su posición, esperando pacientemente a que ella terminase para volver con su labor. De este chorreaba el líquido de su interior.
Se giró para quedar boca arriba.
Del cajón extrajo un objeto metálico con forma de ocho de tamaño medio, repitió el ejercicio con la boca. Entonces, se le ocurrió una idea, amarró el pequeño cable que sobresalía del objeto vibrante al miembro falso que la penetraba, ajustándolo de tal manera que no se cayese. Levantó el cuerpo y masajeó su otra entrada, adentró dos dedos para abrir la zona. Tomó el objeto y lo fue enterrando hasta que la simple argolla resaltase.
Bajó el cuerpo lo suficiente y deshizo su invento, sentía su mundo arder. Sujetó el miembro para seguir con las estocadas, el vibrador en la zona de placer y el otro en la segunda entrada, apretándolo con fuerza.
Estiró la espalda, tensó las piernas mientras babeaba de placer. Giró el rostro mientras sentía que sus ojos formaban corazones, aumentó la potencia de todo. Sintió cómo goteaba, sintió como el placer la llenaba, sintió que su mente se nublaba mientras explotaba. Manchó la cama, las sábanas, las mantas, pero no le importaba.
Extrajo el objeto más grande y lo lamió con ganas, el objeto vibrante lo introdujo donde estuvo el miembro. Seguía vibrando. Levantó el cuerpo y se concentró en la otra entrada, atravesó la argolla con un dedo y lo extrajo lentamente para introducirlo varias veces, hasta que explotó nuevamente, después lo extrajo completamente. Ahora tomó el miembro falso y lo posicionó en dicha entrada mientras accionaba el máximo del objeto vibrante, lo introdujo suavemente hasta el fondo, todavía no se acostumbraba, por lo que no duró mucho.
Aun así, no se detuvo, solo que no lo movió, simplemente lo mantuvo en la entrada hasta la mitad del objeto. Volvió a tomarse el pecho, apretó los pezones con fuerza hasta gritar, un grito que resonó en las paredes del edificio, un grito que despertó a más de uno.
Extrajo el miembro retornándolo a la entrada principal, hasta el fondo sin miedo y combinándolo con el aparato vibrador. Ya no podía más, pero quería más y la brusquedad se hizo parte de la acción.
Finalmente explotó con fuerza, chorreando por todas partes y quedándose allí con los objetos en su interior para hacerla explotar dos veces, tres veces, cuatro veces sin remordimiento.
Continuó hasta el amanecer, sin parar, sin dormir. Los vecinos sabían cada uno de los detalles que habían sucedido, querían alegar, reclamar por interrumpir su paz.
Pero ella no los escuchó, por lo mismo, cuando volvió a caer la noche, repitió su ejercicio.
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