Capítulo 26
ERNIE
Había mucho humo en el sueño de Ernie. Humo negro y espeso. No podía distinguir nada a su alrededor, salvo un camino verde y brillante. La luz era muy tenue, casi no alcanzaba a distinguir sus propias manos, pero, curiosamente, Ernie seguía el camino verde sin ningún temor o inquietud.
Había perdido la noción de cuánto tiempo llevaba avanzando, podían ser minutos o tal vez horas, y en algún momento, Ernie comenzó a percibir un familiar aroma a limones. No sabía con exactitud de donde provenía, aunque comprendió rápidamente que entre más avanzaba más fuerte se volvía el aroma.
Luego, su pie topó con algo duro y se escuchó un sonido parecido al de un plato deslizándose por el suelo. Desconcertado, Ernie continuó caminando por un par de metros, hasta que divisó a poca distancia un cuenco para sopa volteado en el suelo. A su alrededor estaba desparramado un líquido café y lechoso.
¿Por qué alguien dejaría un cuenco a mitad del suelo? Como cualquier otra mente que se encontrara en un profundo sueño, la de Ernie no logró encontrarle ningún sentido a esa pregunta, aunque la verdad es que tampoco era muy complicada de responder.
De repente, escuchó el sonido de pequeñas y delgadas garritas golpeando contra el duro suelo. Eso fue suficiente para que se le erizara la piel y por fin comenzara a inquietarse. Después, volvió a escuchar el mismo sonido, solo que esta vez logró captar algo por el rabillo del ojo, algo que era pequeño y peludo.
Luego, despertó en su cama y con la frente bañada en sudor.
***
En la mañana, Ernie fue a buscar a su hermano a la torre de Ravenclaw. Temía verse obligado a esperar mucho tiempo en la entrada a que algún alumno de la casa de las águilas saliera de la torre, afortunadamente, un minuto exacto después de su llegada, su amigo Anthony Goldstein apareció al pie de la escalera de caracol.
Ernie llamó su atención y le preguntó por Elber.
-Si, lo he visto recién. Hay muy pocos alumnos en la sala común en estos días, por lo que es fácil percatarse de la presencia de los pocos Ravenclaw que quedan. Esta mañana dos lechuzas le entregaron a tu hermano un par de cartas en la sala común. Creo que todavía sigue leyéndolas junto a la chimenea. No es mi intención entrometerme, pero me pareció verlo un poco alterado. ¿Quieres que vaya a avisarle que estás aquí? -Inquirió Anthony.
-Sería de mucha ayuda -Respondió Ernie, sintiéndose un poco desconcertado.
El chico de Ravenclaw despareció por la escalera de caracol, y cinco minutos después, vio a Elber bajando de ellas, mientras se colocaba alrededor del cuello una bufanda con rayas de color azul y bronce. Tal y como había dicho Anthony, Elber llevaba un par de sobres en la mano. Uno era marrón y con el sello rojo, y el otro era dorado y con un llamativo sello azul. Curiosamente, ambos sobres despertaban un sentimiento familiar en Ernie, pero, en ese momento, su cabeza estaba tan ocupada de otros asuntos que no le dio importancia.
-Ernie, estaba a punto de ir a buscarte al Gran Comedor -Dijo Elber, cuando llegó al final de la escalera-. No tenías que alejarte tanto de tu sala común, rondar por el castillo se ha vuelto un hábito muy peligroso, en especial si consideramos los ataques de las últimas semanas.
-No hay ningún riesgo, Elber. Unos compañeros de Hufflepuff están esperándome en la entrada -Contestó Ernie, encontrando la oportunidad perfecta para hablarle sobre la guardia que había planeado con los otros estudiantes de Hufflepuff.
En realidad, esos compañeros de los que Ernie había hablado eran Cedric y una niña de primero, ya que estos eran con los que había coincidido al momento de sortear los nombres para formar los equipos de la guardia.
-De hecho, quería hablarte sobre algo importante -Habló Ernie, nervioso. Siempre le había resultado difícil convencer a Elber de que hiciera algo por él. Sin importar de que se tratara, su hermano siempre encontraba algún argumento para anular sus ideas o tacharlas de infantiles-. Verás, desde que ocurrió el ataque de Justin he estado elaborando un plan para proteger a los estudiantes de Hufflepuff de futuros ataques del heredero de Slytherin...
Ernie expuso su idea de forma clara y concisa. Había practicado un par de veces antes de salir de su dormitorio, y ahora estaba en listando cada uno de los puntos fuertes de su plan. Sin embargo, la expresión en el rostro de Elber se fue tornando seria conforme Ernie hablaba, y para cuando terminó de hablar, su hermano mayor lucía un evidente ceño fruncido.
-En que lío acabas de meterte, Ernest -Habló con frialdad, dejando a Ernie mudo-. No debiste haber hecho nada. Te has puesto en riesgo a ti y a todos tus seguidores.
-Pero yo...yo solo quiero...
-Quieres hacer algo para honrar la memoria de tu amigo -Lo interrumpió Elber, con severidad-. Eso es algo que puedo entender, pero acabas de poner un blanco en tu espalda. Tal vez tu pequeña e ingenua cruzada tenga éxito en evitar los ataques a hijos de muggles, aunque no durará. ¿Qué piensas que hará el heredero de Slytherin cuando descubra quien es la persona que le ha estado poniendo obstáculos en su misión? ¿Crees que porque eres un mago de sangre pura el heredero de Slytherin no te atacará a ti también? Si ese es el caso, estás completamente equivocado. El heredero no tendrá ningún problema en sacarte del camino con tal de cumplir su misión.
-¡Harry Potter puede hacer conmigo lo que quiera! -Gritó Ernie, molesto. Aunque siempre le habían enseñado que debía obedecer completamente a sus mayores, en ese momento estaba tan indignado que no le importaba lo autoridad que Elber ejercía sobre él-. ¡Ya habrá alguien que lo detenga!
-Si eres tan ingenuo como para llegar a la apresurada conclusión de que Potter es el único candidato posible detrás de los ataques, entonces también eres un completo imbécil. Dado a tus limitados conocimientos, el heredero podría estar en tu propia casa y estás tan ciego de rabia que no te darías cuenta. Y eso no es lo peor de todo, sin siquiera saberlo, te has convertido en el líder de una causa, y cuando el heredero elimine al líder, todos los seguidores serán fáciles de exterminar. Deja de ser tan testarudo y razona de una vez, Ernest. No solo te pones en riesgo a ti, también estás arriesgando a las personas que tienen su confianza en ti.
Elber tenía razón en una cosa, Ernie había sido un completo imbécil por creer que su hermano mayor lo escucharía. Sus hermanos y su padre siempre lo habían tratado como un niño iluso que siempre mantenía la cabeza en las nubes, y nada de lo que decía era tomado en serio nunca. Y aunque en el pasado eso hubiera bastado para que Ernie se quedara de brazos cruzados, no iba a funcionar esta vez.
-No voy a detenerme -Contestó, firme como un roble-. No hacer nada fue lo que permitió que Justin fuera petrificado. Ten por seguro que pondré todo mi empeño en evitar que otro Hufflepuff corra con la misma suerte, si a ti no te interesa lo que les pase a los miembros de tu casa, es tu problema. Ya hablaré después con Anthony Goldstein y trataré de convencerlo a él y a los otros Ravenclaw.
Los ojos de Elber se oscurecieron. Ernie no recordaba la última vez que lo había visto tan molesto.
-No tienes elección -Habló Elber, usando una voz que no contenía emoción alguna-. Le escribí a nuestro padre hace unos días para contarle de los ataques, hoy en la mañana recibí su respuesta. Por supuesto que él hubiera preferido que volviéramos a casa para las fiestas navideñas, pero eso no es posible por el momento. Me encargó que te vigilara y que me asegurara que no te metieras en problemas, y ten por seguro que lo voy a hacer.
-Entonces puedes decirle que, si está tan preocupado, tendrá que venir al colegio y sacarme de las orejas para mantenerme alejado de los problemas, porque voy a seguir con la guardia sin importar lo que pueda ocurrir.
Dicho esto, Ernie dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida de la torre. No volteó la mirada hacia atrás en ningún momento, ni siquiera cuando su hermano exclamaba molesto su nombre. Cuando se reunió con Cedric y la niña de primero, simplemente se limitó a informarles que tal vez no podrían contar con los Ravenclaw par el plan de la guardia.
***
Había evitado a Elber durante todo el día, aunque seguía firme en su decisión de seguir adelante con la guardia de Hufflepuff. Por el momento todo marchaba correctamente y no se había presentado ningún inconveniente, tal vez se debía a que casi ningún alumno se sentía con ánimos de abandonar la sala común por mucho tiempo.
Cuando se reencontraron en la sala común, Ernie le preguntó a Hannah lo que ella opinaba sobre el desempeño inicial de la guardia.
-Creo que empieza a demostrar resultados positivos. Me he sentido un poco más segura, y me parece que los otros Hufflepuffs están menos nerviosos cuando recorren el colegio. Aunque tengo que confesar que me da un poco de pena pedirle a mi grupo que me acompañen a los invernaderos o a la enfermería todos los días, y que encima también deban recogerme.
La noche anterior, Hannah le informó contenta a Ernie que la profesora Sprout y la señora Pomfrey habían aceptado su ayuda para cultivar a las mandrágoras en los invernaderos y para cuidar a las víctimas de petrificación en la enfermería. La profesora Sprout aceptó casi de inmediato, ya que Hannah era una de las mejores alumnas de Herbología de segundo año y confiaba en que haría un buen trabajo de asistente. Sin embargo, la señora Pomfrey fue más difícil de convencer, puesto a que no creía que alguien en colegio además de ella fuera capaz de encargarse de los enfermos, pero Hannah logró hacerla cambiar de opinión cuando le recitó todos sus conocimientos recién adquiridos sobre víctimas de petrificación y los mejores métodos para cuidar de ellas. La enfermera terminó accediendo, aunque solo le asignaba tareas básicas y tediosas. Hannah cumplió con cada una de ellas a la perfección, incluso con las que más le desagradaban como limpiar con un trapo húmedo las extremidades de los pacientes petrificados, con el fin de evitar que pequeños bichos se alojaran en esos lugares.
Los dos trabajos de Hannah eran muy exigentes y consumían mucho tiempo, pero era la primera vez que Ernie la veía tan activa y llena de optimismo desde el ataque de Justin. Él deseaba secretamente que Hannah se mantuviera así.
***
Esa noche todos los Hufflepuffs decidieron ir juntos al Gran Comedor, incluso el fraile Gordo los acompañó durante el camino, y les deseó una feliz Navidad antes de atravesar el muro que conducía a las escaleras móviles. El único ausente era Zacharias, quien se había rehusado rotundamente a ir al Gran Comedor como, según sus propias palabras, un rebaño de ovejas lelas.
A Ernie no le importó en lo más mínimo que no los acompañara, incluso, su ánimo se levantó un poco cuando vio la decoración navideña del salón. Copos de nieve caían desde el techo encantado, en donde se podía observar una pacífica noche de invierno. Había varios árboles decorados distribuidos por las paredes de todo el salón, pero el más grande era el que estaba detrás de la mesa de profesores, el cual lucía una brillante estrella dorada en la punta. También había varias velas y guirnaldas que hacían que el lugar se sintiera muy acogedor.
Igual que todos los años, el banquete era espectacular. Había varios platillos de pavo, puré de patatas, pierna de cerdo, ensalada de frutas, costillas de cordero, pastel de chocolate, y muchos otros más. Era la primera vez en días que Ernie sentía verdadero apetito. Ni siquiera el hecho de ver a Harry Potter cenando junto a su amigo Ron en la mesa de Gryffindor logró hacer que su hambre disminuyera, pero sí hizo que partiera su carne con un poco más de brusquedad que de costumbre.
Estaba tan inmerso en sus propios pensamientos que tardó en darse cuenta de que Hannah le insistía a Susan de que probara la sopa de verduras frente a ella.
-Por favor, Susan. No comiste nada en el almuerzo, no puedes irte a la cama sin comer por lo menos un plato de sopa -Suplicaba Hannah.
A pesar de que Susan parecía estar más tranquila que en días anteriores, la verdad que aún le faltaba mucho para recuperarse. Lucía unas espantosas ojeras, y su piel estaba más pálida que nunca.
-Es que no me parece correcto disfrutar de esta comida, mientras Justin se encuentra inmóvil en una cama -Confesó Susan, con voz llorosa-. A inicios de curso me había dicho que una de las cosas que más esperaba de este año escolar era el banquete de navidad, y no puedo comer sabiendo que tal vez no volverá a probar una comida.
-No digas eso, Susan -Dijo Ernie, colocando suavemente una mano en el hombro de la chica pelirroja-. Él volverá con nosotros cuando las mandrágoras terminen de madurar.
-Al menos termina de beber tu chocolate caliente -Le pidió Hannah, usando un tono de voz suave.
Susan no tenía la suficiente voluntad para seguir discutiendo con sus amigos, por lo que asintió lentamente y extendió su mano hasta la taza humeante de chocolate caliente. Sin embargo, golpeó accidentalmente la tasa con su mano, provocando que esta se volteara y derramara el líquido caliente por el espacio de suelo entre las mesas de Hufflepuff y Gryffindor.
-¡No puede ser! -Exclamó Susan, llamando la atención de todos en la mesa-. ¡Siempre lo hecho todo a perder!
Después, Susan rompió en llanto y salió corriendo del Gran Comedor. No podían dejarla sola, así que Hannah se levantó de su asiento y le dijo a Ernie que le haría compañía a la chica.
Una vez que Hannah se fue, el ambiente en la mesa de Hufflepuff se volvió silencioso y muy incómodo, aunque Ernie se sorprendió con lo rápido que empezaba a acostumbrarse a la incomodidad. Cinco minutos más tarde, Ernie vio a Zacharias atravesar las enormes puertas del Gran Comedor. Caminaba con un aire confiado e imperturbable, como si quisiera demostrar que no le preocupaba la posibilidad de ser atacado por el heredero de Slytherin. Grande fue la sorpresa de todos cuando lo vieron resbalar con el chocolate caliente que Susan había derramado momentos antes. Pero la cosa no terminó ahí, al momento de caer, el brazo de Zacharias golpeó el plato de sopa de verduras en la mesa, causando que se levantara, volara momentáneamente por los aires, y que finalmente cayera sobre los pantalones del mismismo Zacharias.
Ese suceso tan cómico logró liberar a la mesa de los Hufflepuff de su previa incomodidad, y ahora todos reían al ver al altanero muchacho retorciéndose de dolor y ardor en el suelo. Todos menos Ernie, a quien tal escena despertaba en su interior una sensación extrañamente desconcertante.
🦝🦝🦝
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