HANNAH
Habían encontrado a los gemelos Weasley descansando tranquilamente en el patio de la torre del reloj, acompañados de Lee Jordan, el fiel amigo de los gemelos y conocido en toda la escuela por narrar los partidos de Quidditch. Ernie le había pagado ocho galeones a cada uno para que los tres aceptaran ayudarlos a distraer a Filch, más un galeón extra para cada uno por guardar el secreto.
Media hora más tarde, Ernie, Justin y Hannah estaban escondidos en las escaleras que conducían al corredor del segundo piso, esperando la distracción de los gemelos. Hannah sostenía la mano derecha de Ernie, y Justin la izquierda, ya que el collar de salamandra solo los volvería invisibles a los tres si mantenían contacto físico en todo momento.
Subieron las escaleras y recorrieron el corredor con lentitud, tratando de hacer lo más mínimo de ruido posible. Se detuvieron al llegar a la esquina para revisar si Filch se encontraba montando guardia, y efectivamente, el viejo conserje estaba sentado en una silla de madera apoyada en el muro con la inscripción, sosteniendo un viejo bastón entre sus brazos, y vigilando cada rincón del corredor.
Filch siempre había tenido mal aspecto, pero ahora tenía los ojos rojos e hinchados por tanto llorar por su gata petrificada, y en los últimos días había descuidado su higiene personal y su vestimenta.
De repente, los tres escucharon un fuerte estruendo que provenía del exterior del castillo, y vieron luces de colores brillantes en el cielo a través de las ventanas. Eran los gemelos Weasley y Lee Jordan, quienes habían encendido fuegos artificiales en los jardines, causando un gran revuelo que era imposible pasar por alto.
Filch se levantó de su silla con un salto, y sin perder ni un solo segundo, comenzó a correr hacia las escaleras.
-¡Rufianes! -Gritó Filch, blandiendo su bastón en el aire-. ¡Los atraparé esta vez! ¡Van a pagar con sangre todas sus fechorías!
Hannah contuvo la respiración cuando Filch pasó corriendo a su derecha, pero gracias a la magia del collar, el conserje nunca sospechó que hubiera alguien más en el corredor. Escucharon como Filch bajaba a toda velocidad las escaleras, y un momento exacto después, Ernie les soltó las manos a ambos. Ahora los tres habían vuelto a ser visibles.
-Ustedes investiguen el muro, yo voy a montar guardia en las escaleras -Les ordenó Ernie, antes de salir corriendo hacia las escaleras.
Hannah y Justin comenzaron a examinar cada centímetro del corredor en busca de alguna pista, aunque no tenían ni una idea aproximada de lo que debían buscar. Hannah había traído su cámara instantánea para fotografiar el muro y cualquier otra cosa que pudieran encontrar. Estaba apunto de sacar una fotografía de la inscripción cuando escuchó a Justin susurrando su nombre.
-Hannah... acércate a la ventana -Le decía Justin, perplejo-. Encontré algo extraño.
La chica obedeció y dirigió su vista hacia el lugar en la ventana que Justin apuntaba. Había una pequeña grieta en el cristal, lo suficientemente grande para que un pequeño bicho pudiera pasar por él, pero Hannah no entendía que había de interesante en eso.
-No veo que hay de importante en que la ventana esté rota -Confesó Hannah, confundida.
-Una araña podría caber perfectamente por esta grieta -Comenzó a explicar Justin, pero al ver que su amiga no entendía a dónde quería llegar, tuvo que detallar su explicación-. La noche de Halloween, mientras tú y Ernie visitaban a Susan en la enfermería, noté que un grupo de arañas caminaban en línea recta por el patio, lo cual es un comportamiento muy inusual en ellas.
-¿Y que tienen que ver las arañas con lo que le pasó a la señora Norris? -Preguntó Hannah.
-Se alejaban del castillo, Hannah. Tal vez lo que petrificó a la señora Norris le hizo algo extraño a las arañas, y ellas escaparon por esta grieta hasta llegar al patio.
-Interesante hipótesis, Justin. Sin embargo, lo que dices suena muy descabellado, necesitamos encontrar otra pista que nos ayude a darle sentido a todo esto.
-Pues no se me ocurre que otra cosa nos pueda servir -Contestó el muchacho de rizos marrones, frustrado.
No se podían permitir perder más tiempo, así que dejaron el asunto de la ventana y reanudaron la búsqueda. Poco después, Hannah sugirió que utilizaran las reliquias de bronce para tratar de captar algo que le pudiera pertenecer a la persona que escribió con sangre en el muro.
Justin buscó los aretes con forma de ave en los bolsillos del pantalón y de la túnica, pero recordó que los había olvidado en el cajón del mueble junto a su cama. Afortunadamente, Hannah llevaba puesto el anillo con forma de perro.
Ella caminó por todo el corredor con el brazo extendido, esperando sentir algún tipo de vibra o energía siniestra, pero no logró percibir nada.
-El suelo del corredor estaba inundado esa noche -Recordó Justin, de repente.
-Eso no es nada raro -Dijo Hannah, desde la mitad del corredor-. Hay un baño de niñas en este piso. Ninguna de las chicas del castillo lo utiliza porque una fantasma llamada Myrtle la llorona se pasa inundando el baño cada vez que le dan uno de sus episodios de histeria.
Justin se acercó al muro y comenzó a leer la inscripción una y otra vez, esperando que algo más se revelara si lo observaba detenidamente.
-Ya no se escuchan más fuegos artificiales -Anunció Hannah, asomándose por la ventana-. Filch no tardará en regresar.
-Entonces saca una foto de la inscripción antes de irnos, podría servirnos luego -Le indicó Justin.
Hannah se posicionó frente al muro, y colocó su ojo derecho en el visor de la cámara instantánea. Súbitamente, ambos escucharon el sonido de una puerta cerrándose, probablemente la del baño de niñas.
-¿Crees que Myrtle hizo eso? -Le preguntó Justin, nervioso.
-No lo creo, debe haber otra persona en el piso -Concluyó Hannah,
-¡Toma la foto y vámonos de aquí!
De repente, en el corredor se escuchó el sonido de un objeto deslizándose, y gracias a la fuerza del sonido, los dos llegaron a la conclusión de que debía tratarse de un objeto muy grande y pesado.
Un segundo exacto después de escuchar el sonido, Hannah sintió que el anillo de bronce comenzaba a transmitirle una horrible sensación de peligro. El escalofrío provocó que el dedo índice de Hannah apretara el botón de la cámara involuntariamente, lo que resultó en Justin siendo deslumbrado por el flash de la cámara.
Justin soltó un pequeño lamento de dolor y comenzó a frotarse los ojos, pero Hannah estaba tan asustada que no esperó a que los ojos de Justin se compusieran. Sin decirle nada, Hannah agarró el brazo de su amigo y lo arrastró hasta las escaleras.
Quince segundos después, ambos habían llegado a las escaleras y Ernie los recibió con una expresión confundida.
-Filch aún está ocupado con los Weasley, ¿encontraron algo...? -Comenzó a hablar Ernie, pero Hannah lo interrumpió antes de que pudiera terminar su pregunta y lo tomó del brazo.
-¡Eso no importa ahora! ¡Vuélvenos invisibles y escapemos de aquí! -Le ordenó, alterada.
Ernie no se atrevió a cuestionar a Hannah. Rápidamente condujo su mano izquierda hacia el collar de salamandra, y para cuando los tres habían bajado las escaleras, ya habían vuelto a ser invisibles.
Al pasar por el patio, vieron que Filch seguía batallando con los restos de los fuegos artificiales de los Weasley, pero ya no había señal de ellos ni de Lee Jordan. Después, los tres corrieron agarrados de las manos hasta llegar al vestíbulo; por poco se estrellaron contra la profesora Sprout y la señora Pomfrey durante el trayecto, pero lograron esquivarlas a tiempo, aunque ellas si sintieron una sorpresiva corriente de aire.
Seguros de que nadie los observaba, los tres se soltaron las manos y volvieron a ser visibles. Sin embargo, antes de ingresar al vestíbulo se percataron de que había alguien esperando frente a la puerta que conducía al sótano. Se trataba de Elber, quien lucía su brillante insignia de prefecto encima de su uniforme de Ravenclaw.
-¡Lo que nos faltaba! -Exclamó Ernie, desesperado-. Elber nos estorba el paso, y me matará si ve que estoy fuera de la sala común tan tarde.
Ya era considerablemente tarde para que un estudiante se encontrara fuera de la sala común, y debido a los sucesos de los últimos días, los prefectos de cada casa se habían vuelto más estrictos con los estudiantes más jóvenes.
-Dile que estábamos en un trabajo de la patrulla tejón -Susurró Justin.
-No nos va a creer, Elber siempre nota cuando miento -Contestó Ernie, claramente estresado-. Además, no traemos las insignias que lo prueben, y si llega a preguntarle a la profesora Sprout, estaremos fritos.
Sabiendo que era la única opción, Hannah le entregó la cámara a Justin y comenzó a caminar hacia el vestíbulo. Los dos chicos se le quedaron mirando muy confundidos.
-¿Qué haces? -Le susurró Ernie, antes de que entrara.
-Ustedes limítense a volver a ser invisibles, y síganos muy de cerca -Respondió Hannah, decidida.
Ni siquiera se volteó para verificar si Ernie y Justin habían vuelto a ser invisibles. Sabía que, si se atrevía a retroceder, aunque fuera un poco, se acobardaría de inmediato.
Hizo lo mejor por controlar su respiración, y caminó directo hacia la puerta del sótano. No pasó mucho para que Elber notara su presencia.
-Hannah, ¿qué haces fuera de tú sala común tan tarde? -Dijo Elber, sorprendido de verla deambulando por el castillo de noche.
Hannah comenzó a enterrarse las uñas en las palmas de sus manos, un gesto que usualmente hacía cuando mentía, e improvisó la mentira más convincente que se le ocurrió.
-Yo... estaba en los invernaderos -Contestó Hannah, tratando de sonar convincente-. Cuidaba de mi planta carnívora, Venus. Últimamente ha tenido muy mal aspecto y creo que puede estar enferma, pero no tengo idea de que le puede estar pasando. Como sea, perdí la noción del tiempo y se me hizo tarde para la cena.
-No deberías pasear por los corredores del castillo tan tarde, en especial después de lo que pasó con la señora Norris -Le riñó Elber, aunque con bastante suavidad.
-Sí, lo entiendo. Prometo que no volverá a ocurrir otra vez.
Elber se cruzó de brazos y soltó un suspiro de cansancio.
-Bien, supongo que no hay necesidad de hacer un escandalo por un pequeño error. Ve a tu dormitorio y trata de que no se repita -Sentenció Elber, haciéndose a un lado para que Hannah pudiera abrir la puerta.
La chica le agradeció y se adelantó para girar la perilla de la puerta. Sin embargo, sabía que necesitaba distraer a Elber lo suficiente para que Ernie y Justin pudieran pasar sin que se diera cuenta.
-¿Tú que haces vigilando la entrada al sótano? Creía que cada prefecto debía vigilar los alrededores de la sala común, y tú estás muy lejos de la torre de Ravenclaw -Fue lo único que se le ocurrió para conversar, afortunadamente, Elber pareció morder el anzuelo con facilidad.
-Estoy esperando a Ernie. Le envié una carta a nuestro padre para contarle lo que le había sucedido a la señora Norris, y me pidió que lo vigilara y me asegurara de que no se atreviera a pasear por el castillo de noche -Elber hablaba con un notable tono de fastidio-. No vi a Ernie durante la cena, y hace rato le pregunté a Cedric Diggory si lo había visto en la sala común de Hufflepuff, pero él tampoco sabe en dónde está Ernie. Se las verá negras cuando se atreva a aparecerse por aquí.
Hannah se quemó la cabeza para inventar una excusa lo suficientemente creíble.
-Yo hablé con él en la tarde -Mintió ella-. Me dijo que le dolía mucho la cabeza y que pasaría toda lo noche en su dormitorio.
Notó que esta vez Elber no le había creído mucho, pero cuando sintió a Justin y a Ernie pasando a un lado de ella, supo exactamente lo que debía hacer.
-Sí quieres puedo ir a su dormitorio y decirle que venga a verte -Dijo Hannah.
-Sería perfecto, si no es mucha molestia -Respondió Elber, complacido.
Hannah negó con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras del sótano. Sin embargo, cuando iba a la mitad del camino escuchó a Elber llamándola desde la puerta.
-¡Hannah! -Exclamó Elber, con fuerza. Su voz resonó en un eco por las paredes del sótano, y la luz del vestíbulo marcaba su silueta en el umbral de la puerta-. Supongo que tampoco has comido nada, ¿verdad?
-¡Correcto! -Exclamó Hannah, apenada.
-Busca una pintura de un cuenco de frutas en el corredor, después de bajar las escaleras. Es la entrada a la cocina. Si le haces cosquillas a la pera, se transformará en una perilla y podrás acceder a la cocina. Después, pídele a uno de los elfos domésticos que trabajan ahí que te prepara algo para cenar. No se van a negar y no le dirán a nadie.
Hannah sintió como el latido de su corazón se aceleraba, y dio gracias a que las escaleras del sótano estaban en casi completa oscuridad, ya que Elber no podía ver que las mejillas de la chica se habían sonrojado.
-¡Gracias! ¡Lo haré después de hablar con Ernie! -Respondió Hannah.
-Es un secreto de alumnos mayores, trata de no divulgarlo.
Antes de que Elber cerrara la puerta, Hannah lo observó detenidamente por un par de segundos. Elber siempre daba un aire de sabiduría y elegancia, y a Hannah le sorprendió lo mucho que le gustaba como contrastaban los ojos azules del muchacho con su liso cabello marrón oscuro, peinado con la raya al lado.
Aún para su joven edad, Hannah se percataba de que Elber era un joven apuesto, y seguramente crecería para convertirse en un adulto apuesto.
Elber cerró la puerta, y dos segundos después, Ernie y Justin aparecieron junto a ella.
-¿Qué estás mirando? -Le preguntó Ernie a Hannah, después de notar que su amiga seguía contemplando la puerta con una expresión extraña en el rostro.
La voz de Ernie la sacó de sus pensamientos, y comenzó a negar con la cabeza.
-Nada, solo quería asegurarme de que los dos hubieran pasado por la puerta -Respondió Hannah, evadiendo la mirada de Ernie.
Bajaron las escaleras con rapidez, y se detuvieron frente a la pintura del cuenco de frutas.
-Pues nuestra investigación fue básicamente un fracaso -Concluyó Ernie, con un tono cansado-. Perdí casi treinta galeones por nada.
-Nos pusimos en riesgo solo para encontrar una grieta en una ventana -Concordó Hannah.
Justin examinó la cámara instantánea y sacó con cuidado la única foto del muro que Hannah había tomado.
-Salgo con una cara extraña, pero gracias por quemarme los ojos con tu flash, Hannah -Dijo Justin, en tono sarcástico, mientras les mostraba la foto.
-La iluminación es un asco, casi no distingo la inscripción -Comentó Hannah, frustrada.
Acto seguido, se dio media vuelta y comenzó a hacerle cosquillas a la pera en la pintura. Como Elber le había dicho, la pera comenzó a reírse, y un segundo después, se había transformado en una perilla.
-Tengo mucha hambre y estoy cansada. Vayamos por un bocadillo rápido y volvamos a los dormitorios -Dijo Hannah, antes de abrir la puerta.
🦝🦝🦝
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