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Capítulo 8

Durante su trayecto al Gran Comedor, se toparon con los gemelos Weasley. Habían soltado una bomba fétida en el despacho de Filch y ahora se escondían de él.

Se metieron dentro de un aula, y Justin y Ernie hicieron guardia afuera hasta que Filch pasara. El celador se dirigió a ellos refunfuñando y les preguntó si habían visto a los Weasley.

—No los conozco —respondió Justin.

—No los he visto —dijo Ernie.

Filch soltó un gruñido y siguió buscando. Los gemelos les agradecieron y fueron a esconderse en la torre de Gryffindor.

Se sentaron junto a Wayne Hopkins en la mesa de Hufflepuff. No se habían dado el tiempo de conocerse, pero resultó que Wayne era un tipo muy agradable. Vivía en Londres y tenía un familiar que pertenecía al equipo de Quidditch las "Arpías de Holyhead", por lo que podía conseguir boletos para muchos juegos importantes. Se pasaron el tiempo libre comiendo y explicándole a Justin en qué consistía el Quidditch.

Su próxima clase era Historia de la Magia. Una clase bastante pesada, pero a Justin y a Ernie les llamó la atención que un fantasma fuera el maestro.

—Recordar fechas y nombres se me da fatal —le susurró Justin mientras el profesor Binns hablaba sobre el plan de estudios.

—¿Qué hay de los libros de Lockhart?

—Eso es distinto. Las aventuras de Lockhart son dignas de ser recordadas.

Guardaron silencio el resto de la clase. A la hora del té, tuvieron un receso para despejarse de tanto aburrimiento. Justin y Ernie pasaron el rato sentados afuera del salón de transformaciones, su última clase del día.

El padre de Ernie tenía una buena relación con la profesora McGonagall, por lo que debía comportarse impecablemente en su presencia. Convenció a Justin de sentarse en la primera fila, y alimentaron a un par de aves que la profesora usaba para sus lecciones.

—Sobrealimentar a las aves es algo perjudicial para su salud —los sorprendió la profesora.

—Lo lamentamos, profesora —dijo Ernie, volviendo a dejar el alimento para aves en su lugar—. Creíamos que estaban hambrientas.

—Le aseguro, señor...

—Macmillan —ayudó Ernie.

—Le aseguro, señor Macmillan, que todos los animales que utilizo para mis lecciones son perfectamente atendidos —dijo la profesora McGonagall con una mirada inexpresiva—. Vayan a sus asientos.

—¡Sí, profesora! —respondieron al mismo tiempo.

A pesar de las intenciones de Ernie, su comienzo con la profesora McGonagall no fue el mejor.

Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts —dijo McGonagall cuando la clase comenzó—. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya están prevenidos.

De un momento a otro, transformó su silla en un ciervo, y poco después, lo regresó a la normalidad. Toda la clase quedó maravillada, pero la profesora calmó sus ánimos explicándoles que cualquier transformación requeriría mucho estudio y práctica.

Como era el primer día de clases, no tenían deberes que hacer en la tarde. Los muchachos se dirigieron contentos al Gran Comedor, pero Ernie había olvidado su mochila en el salón de transformaciones, por lo que tuvo que regresar sin compañía al salón.

Justo cuando salía del aula, una ráfaga de luz deslumbró sus ojos. Ernie dejó caer sus cosas, soltó un grito y comenzó a frotarse los ojos. Su vista se recuperó después de unos pocos segundos, y descubrió a Hannah frente a él sosteniendo su cámara.

—¡Perdón! —dijo Hannah—. Quería darte una sorpresa.

—Y sí que me la diste —respondió Ernie, recogiendo su mochila del suelo y quitándole importancia al asunto—. ¿Ya funciona tu cámara?

—¡Sí!, una chica de Gryffindor de primer año me vio batallando con la cámara en el Gran Comedor y me enseñó un hechizo para repararla.

—¿Qué hechizo era?

Reparo —respondió Hannah.

—Puede que me sea muy útil en el futuro —confesó Ernie, rascando su cabeza.

—Quería hacerte una foto como agradecimiento por llevar a Olive a la lechucería, pero creo que mejor te tomo otra.

Hannah le mostró la foto instantánea que había sacado, y Ernie enrojeció de la vergüenza.

—Definitivamente debemos tomar otra foto —respondió.

Usualmente, a Ernie le desagradaba la idea de sacarse fotos, pero quería hacer amable con Hannah y se lo permitió. Fueron al pasillo junto al patio para tener mejor luz. Afortunadamente, la segunda fotografía que le sacó Hannah le pareció mucho mejor que la primera.

Ernie le agradeció por la fotografía y la observó detenidamente. Se percató de que uno de los maestros, a quien Ernie no conocía, aparecía en el fondo, pero el hombre no siquiera parecía consciente de que había sido fotografiado. Ernie guardó la foto en su libro de Encantamientos.

—Tal vez pueda sumergirla en una poción para que se mueva —sugirió Hannah—. Puedo preguntarle a un alumno mayor si conoce la poción adecuada.

—Espero que tengas suerte, no creo que el profesor Snape se ofrezca a ayudarte.

—Ese murciélago me asusta mucho —respondió Hannah, y los dos se echaron a reír—. ¿Dónde está Justin? También quiero tomarle una foto.

—Le dije que me esperara en el Gran Comedor mientras yo regresaba por mi mochila. ¿Te gustaría sentarte con nosotros? —sugirió Ernie, usando un tono exageradamente formal y extendiendo un brazo para que ella se agarrara de él.

—Me parecería encantador —respondió la niña, siguiendo el juego. Tomó el brazo de Ernie, y caminaron juntos hacia el Gran Comedor.

***

Encontraron a Justin conversando alegremente con Susan Bones. Al parecer, el muchacho estaba siendo muy divertido porque Susan no paraba de reír.

—¿Interrumpimos algo? —preguntó Ernie, sintiéndose un poco fuera de lugar.

—Para nada —respondió Justin—. Tomen asiento y coman antes de que los platos desaparezcan.

Ernie se sentó junto a Justin, y Hannah junto a Susan.

—Hoy me topé con ese engreído de Malfoy —comentó Susan—. Estaba con sus dos secuaces en el patio del reloj, y no paraba de parlotear sobre lo importante que es su padre. Mi tía Amelia trabaja en el Ministerio de Magia, y dice que el señor Malfoy solo trae complicaciones.

—Mi padre también lo conoce —dijo Ernie, sirviéndose una chuleta de cerdo y zanahorias—. Tampoco le agrada. En general, toda la familia Malfoy es muy detestable.

—¿Son celebridades o algo parecido? —preguntó Justin.

—Solo son una familia adinerada que se creen mejor que todo el mundo, y van por ahí esparciendo su veneno —explicó Ernie.

—Toda la familia Malfoy ha pertenecido a Slytherin por generaciones. Seguramente ha habido muchos magos tenebrosos de apellido Malfoy —continuó Hannah.

—¿Tenebrosos? —dijo Justin.

—Malvados. Seguro que más de un Malfoy debió haber sido un fiel partidario de... —Susan bajó el volumen de su voz—. Ya-saben-quien...

—¡Cambiemos de tema! —la interrumpió Ernie—. ¿Qué les parecieron las clases de hoy?

—Estoy muy emocionada por Encantamientos —dijo Hannah.

Siguieron el resto de la cena platicando acerca de los hechizos que les gustaría aprender.

***

Los cuatro se dirigieron a la sala común de Hufflepuff. Se encontraron con Cedric y otra alumna en la entrada.

—La jefa de la casa nos pidió que les informáramos que quiere tener una conversación con todos los de primer año —explicó Cedric.

Se arrastraron por el pasadizo sin exigir más explicaciones. Parecía que ellos eran los últimos en llegar, ya que Zacharias, Wayne y otras dos chicas se encontraban junto a la chimenea con una bruja de mayor edad.

—¡Finalmente están todos! —exclamó alegre, haciendo una señal para que Ernie y su grupo se acercaran. Era una bruja regordeta y de estatura baja, con el pelo ondulado y canoso debajo de un sombrero viejo. Tenía los guantes y la ropa cubiertos de tierra—. Me presento, mi nombre es Pomona Sprout. He sido la profesora de Herbología y jefa de la casa de Hufflepuff durante un par de décadas, por lo que conozco muy bien ambos oficios.

>>Como podrán ver, hay varias plantas en la sala común, y no me extrañaría que se volvieran prodigios en el arte de la Herbología. Recuerden siempre, las plantas pueden llegar a ser poderosas aliadas en cualquier circunstancia, sin importar que sean mágicas o no mágicas, jamás deben subestimarlas.

La profesora hizo énfasis en sus palabras levantando el dedo índice.

—Al igual que las plantas, los Hufflepuff generalmente somos menospreciados, ignorados y hasta considerados débiles. Estamos condenados a trabajar el doble que las otras casas solo para demostrar que también tenemos valor. Pero créanme que todo el esfuerzo, amabilidad y honestidad de un Hufflepuff resultan en un mago extraordinario. Eso es algo que las otras casas no pueden comprender. Dedican sus vidas a fortalecer una sola cualidad y dejan en el olvido todo lo que no consideran importante. Así que siéntanse orgullosos de ser Hufflepuff y traten de mantener nuestro nombre en alto.

La profesora Sprout sacó su varita y tocó sutilmente la pared en la que colgaba el retrato de Helga Hufflepuff. Inmediatamente, las plantas a su alrededor comenzaron a crecer y formaron la palabra BIENVENIDOS arriba del retrato.

Los alumnos contemplaron maravillados aquel acto de magia. Ernie dirigió su mirada hacia el retrato de Helga Hufflepuff, y la mujer en la pintura le guiñó un ojo mientras sostenía su copa en alto.

Ese momento se quedaría grabado en la memoria de Ernie como fuente de inspiración.

🦝🦝🦝

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