Capítulo 26
Hagrid le había pedido a la profesora Sprout que le diera un buen fertilizante, ya que quería empezar a sembrar vegetales en la huerta detrás de su cabaña. El 23 de abril, la profesora Sprout les encomendó a los miembros de la Patrulla Tejón que se hicieran cargo de esparcir el fertilizante en la huerta. Hannah se mostró muy entusiasmada porque le gustaba todo lo relacionado con las plantas y el cultivo, pero Justin y Ernie no compartían su emoción.
—Deberíamos empezar a estudiar para los exámenes finales en lugar de llenarnos las manos con tierra —dijo Ernie con fastidio
—Tenemos todo mayo para preocuparnos por eso —replicó Hannah, limpiándose el sudor de la frente con la manga de su suéter.
—Tal vez Ernie podría hacerse invisible y buscar las respuestas de los exámenes en los despachos de los profesores —sugirió Justin con un tono burlón.
—¡Jamás me atrevería a actuar de una manera tan deshonesta! —exclamó Ernie—. ¡Además, ser invisible no me servirá de nada si los profesores utilizan encantamientos poderosos para evitar que hagamos trampa!
—Solo estaba bromeando —contestó Justin, alzando las manos hacia arriba en señal de paz.
Continuaron trabajando en silencio durante media hora hasta que no quedó más fertilizante. Hannah y Justin se quitaron los guantes y botas que Hagrid les había dado para trabajar en el huerto.
—Hagrid dijo que los dejáramos en su cabaña al terminar —dijo Hannah, entregándole los guantes y botas a Ernie—. Él los llevará al invernadero en la mañana.
El bosque prohibido le daba mucho miedo de noche, por lo que Ernie corrió hacia la entrada de la cabaña para estar dentro del castillo antes de que anocheciera. Se quitó las botas llenas de tierra antes de entrar y acomodó los tres pares de botas y guantes a un lado de la puerta. Ya estaba por salir de la cabaña cuando algo le llamó la atención.
La chimenea estaba encendida, aunque el par de leños en el fuego estaban a punto de ser consumidos. En el centro de la chimenea, debajo de una cazuela, había algo oscuro y redondo. Ernie se acercó para verlo mejor y se llevó una mano a la boca cuando descubrió lo que era. Un huevo de dragón.
No cabía la menor duda. Su hermano Edrick le había relatado varios casos de magos que criaban dragones ilegalmente y le había enseñado fotos de huevos de dragones que el Ministerio de Magia había confiscado. Podría reconocer uno a cien metros de distancia.
Hagrid tenía un huevo de dragón en su cabaña. Pero eso era contra la ley, aunque Hagrid parecía ser un buen hombre que siempre trataba bien a las personas y a los animales. Seguramente él debía tener una buena razón para poseer un huevo de dragón.
Ernie no le dio más vueltas al asunto y salió de la cabaña. Hannah y Justin lo esperaban afuera para entregarle sus tenis.
—¿Por qué tardaste tanto? —le preguntó Justin.
—Estaba acomodando las botas y los guantes —respondió mientras se ataba los cordones.
Los últimos rayos de sol empezaron a desaparecer. De repente, escucharon el sonido de una rama rompiéndose no muy lejos de donde estaban. Después, a Ernie le pareció ver a una figura encapuchada moviéndose entre la negrura del bosque.
No se quedó para comprobar lo que era. Ernie empezó a correr hacia el castillo sin molestarse en mirar atrás. Hannah y Justin trataron de alcanzarlo, pero se quedaron pasmados cuando el cuerpo de Ernie desapareció frente a ellos.
Ernie no se percató de los gritos de Hannah hasta que llegó a la entrada del puente colgante. Se detuvo en seco y dio media vuelta.
—¡Ernie!, ¡¿dónde estás?! —gritaba Hannah.
Tardó un poco en procesar lo que su amiga estaba diciendo hasta que recordó que traía el collar de salamandra puesto. Levantó una mano frente a su cara para comprobar que había vuelto a ser invisible, y cómo era de esperarse, su mano era completamente transparente.
Justin y Hannah llegaron hasta el puente. Hannah estaba a punto de volver a gritar, pero Ernie se le adelantó.
—Estoy aquí. El collar me hizo invisible —habló con voz entrecortada por el cansancio, asustando a sus amigos.
—¿Por qué se activó? —preguntó Justin, recuperándose del susto.
Ernie se quitó el collar y su cuerpo volvió a materializarse en menos de un segundo.
—Creí ver algo moviéndose entre los árboles y me asusté —confesó apenado—. Pasó algo parecido la primera vez.
—Puede que el collar reaccione cuando estás asustado o en estado de alerta —sugirió Hannah.
—Puede ser. La verdad es que todavía no sé cómo usar esta cosa. ¿Ustedes han tenido suerte con los suyos?
Hannah negó con la cabeza mientras le mostraba el anillo. Justin se rascó la cabeza y le confesó que ni siquiera se había probado los aretes. Ernie volvió a ponerse el collar y les indicó a sus amigos que continuaran su camino hacia el castillo.
***
En mayo ocurrió algo extraño. Una mañana, todo el mundo notó que el reloj de arena colocado en el Gran Comedor, que marcaba los puntos correspondientes a la casa de Gryffindor, estaba inusualmente bajo. Era extraño debido a que el equipo de Gryffindor había ganado dos partidos de Quidditch, y Hermione Granger había acumulado una considerable cantidad de puntos por sus aportaciones en las clases durante todo el año.
Poco después, se empezó a propagar la historia de que Harry Potter y su grupo de amigos habían sido atrapados vagando por el castillo a altas horas de la noche y por esa razón Gryffindor había quedado hasta abajo en la copa de las casas.
Harry había perdido su estatus de leyenda, y junto a sus amigos, se convirtió en un marginado. Nadie en la escuela quería ver a los miembros de Slytherin ganando la copa, por lo que Gryffindors, Ravenclaws y hasta Hufflepuffs se mostraban antipáticos con ellos.
Por su parte, a Ernie le sorprendió lo rápido que la gente puede llegar a despreciarte cuando descubren que has cometido un error, pero también debía reconocer que llegó a considerar la derrota de Gryffindor como una oportunidad para que Hufflepuff ganara la copa ese año.
Ernie se sintió tan apenado por pensar de esa forma tan fría que convenció a Justin, Hannah y Susan de que fueran amables con Harry y sus amigos cada vez que coincidieran en alguna clase o por los pasillos. Incluso, una tarde vio a Hannah consolando a Neville Longbottom (uno de los involucrados) en el gran comedor mientras le pasaba pañuelos para que se secara las lágrimas que caían por sus rechonchas mejillas.
—La profesora Sprout dice que es un muchacho muy dedicado a la Herbología y sentí pena al verlo llorar —le explicó Hannah horas después en la sala común de Hufflepuff.
No pasó mucho tiempo para que dejaran de preocuparse por Harry y sus amigos y empezaran a preocuparse por los exámenes. Las pruebas finales en Hogwarts tenían la reputación de ser infernales, por lo que los alumnos de primer año de Hufflepuff se juntaban casi todas las tardes en la sala común para estudiar, hasta Zacharias Smith ponía de su parte.
—La clase de Pociones será mi fin —decía Hannah.
—¿Tienes problemas para recordar algunos ingredientes? —le preguntó Justin con desdén—. ¡Yo no puedo memorizar nada sobre la invención de los calderos!
—Al menos eres bueno para los encantamientos, yo a duras penas logro hacer que una pluma vuele —señaló Susan.
—No le veo objeto a aprobar Astronomía —declaró Megan Jones—. ¿De qué me sirve estudiar el cielo nocturno?
—Para acercarte a un lindo centauro. Ya sabes que son muy buenos astrólogos —respondió Leanne en un tono juguetón.
—¿Y si pensamos en una manera de hacer trampa? —sugirió Wayne.
—Usaremos plumas con encantamientos antitrampa y los profesores están preparados para prevenir cualquier forma de fraude, idiota —respondió Zacharias de mala gana.
Ernie se limitó a asentir y a repasar su libro para la clase de Transformaciones. Seguía decidido a sobresalir en esa materia, además, quería que su padre siguiera de buen humor con él y una buena calificación por parte de la profesora McGonagall lo lograría. Por suerte, la mayoría de los Hufflepuff tenía la clase de Herbología cubierta.
Finalmente, llegó la semana de exámenes. Ernie se esforzó lo mejor que pudo en todas las clases, pero dio todo de sí mismo para el examen de Transformaciones. Afortunadamente, todo su esfuerzo dio frutos cuando logró convertir a un ratón en una elegante cajita de rapé plateada. Su caja fue de las pocas que no tenían ni un solo bigote.
—Muy bien hecho, Señor Macmillan —le dijo la profesora McGonagall después de terminar su examen.
Esas palabras significaron todo para Ernie.
***
El muchacho estaba tan cansado que decidió ir a su cuarto a dormir en lugar de celebrar con los demás el final de los exámenes. Pasó un largo rato en su cama, acariciando a Jace con una de sus manos mientras examinaba el collar de salamandra con la otra.
Se dio cuenta de que ya era junio y no habían averiguado nada nuevo sobre las reliquias de bronce y el cuaderno de B.T. Sin embargo, Ernie había practicado durante un mes cómo hacerse invisible con el collar y ya casi lo dominaba. Como le había dicho Hannah, el collar reaccionaba instintivamente cuando él sentía miedo, pero también podía lograr que el collar lo volviera invisible cuando enfocaba su mente en esa tarea.
Caída la noche, el estómago de Ernie comenzó a gruñir de hambre. Salió de su cuarto y se dirigió al pasadizo que conducía al sótano. La sala estaba completamente vacía, todos se encontraban celebrando el final de los exámenes en el Gran Comedor.
De repente, a pocos metros de la entrada al pasadizo, Ernie sintió cómo el collar de salamandra comenzó a vibrar en su cuello. Ernie agarró la figurilla de salamandra y una oscura sensación se apoderó de su cuerpo.
Era como un escalofrío que no se iba. Las ganas de comer se esfumaron de un momento a otro. Tenía el presentimiento de que algo andaba mal, o que estaba por ocurrir algo atroz.
Consideró quitárselo, pero parte de él quería averiguar si el collar podía decirle algo más. Se sentó frente a la chimenea y esperó a que algo más ocurriera. Notó en un par de ocasiones que el retrato de Helga Hufflepuff lo veía con intriga, sin embargo, no llegaron a dirigirse la palabra.
Minutos más tarde, Justin y Hannah irrumpieron en la sala común. Ambos parecían estar igual de alterados que Ernie. Rápidamente, Hannah le señaló el anillo en su mano y Justin le mostró que uno de los aretes colgaba de su oreja izquierda.
Ernie los detuvo antes de hablar y les indicó que se retiraran a una parte alejada en la sala común, para evitar que el retrato los escuchara.
—También lo sintieron, ¿verdad? —susurró Ernie.
—Hannah traía puesto el anillo cuando lo sintió. Después yo me probé el arete y ocurrió lo mismo —explicó Justin.
—¿Qué crees que significa? —le preguntó Hannah, asustada.
No supo qué responderle. Lo más probable era que las reliquias fueran talismanes que advertían sobre el peligro, pero eso solo era una teoría. Podría tratarse de otro trol que se metió al castillo, o tal vez algo malo.
—¿Deberíamos advertir a los profesores? —sugirió Ernie.
—No le veo el caso —contestó Justin—. La cena está por terminar. Pronto todos los estudiantes regresarán a los dormitorios. La última vez, el profesor Quirrell descubrió que un trol entró al castillo. Una vez que todos los estudiantes estén en los dormitorios, los profesores se darán cuenta si algo anda mal.
—Es probable que nada malo pase. Tal vez las reliquias están renovando su magia o se trate de algo más —dijo Hannah.
Ernie deseaba creer en las palabras de Hannah. De cualquier forma, no podían decirle a algún profesor sobre su presentimiento sin tener que hablar sobre las reliquias de bronce. Y eso solo los metería en problemas.
Decidieron que esperarían hasta mañana. Hannah fue al dormitorio de niñas, y Justin y Ernie regresaron a su habitación. A diferencia de Justin, Ernie no pudo dormir en toda la noche. Se rehusó a quitarse el collar. Quería estar al pendiente por si sucedía algo más.
A altas horas de la noche, hubo un momento en que la sensación de peligro aumentó. No sabría decir cuánto tiempo duró; solamente supo que llegó a ser agobiante, como un pulso eléctrico recorriendo todo su cuerpo. No le quedó de otra más que quitarse el collar y esperar a que el sentimiento pasara.
Escuchó a Wayne y a Justin retorciéndose entre sueños y se quedó muy quieto para no despertarlos. Ya casi había amanecido cuando decidió volver a usar el collar, y para su sorpresa, no experimentó la sensación de angustia y peligro. Había desaparecido completamente.
Ernie rezó porque nada malo haya ocurrido durante la noche.
🦝🦝🦝
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