Capítulo 21
Ernie pasó toda la mañana en la sala del segundo piso, tirado encima de una vieja alfombra y contemplando los tres objetos de bronce que aquel desconocido hombre le había entregado. Su padre aún no había regresado con su hermano y su prometida, por lo que debía estar atento para recibirlos en cuanto arribaran a la casa.
Jace finalmente se había acostumbrado a su nuevo entorno, incluso había denominado el banco verde junto a la ventana oeste del segundo piso como su territorio. Ya hasta le había propinado a Ernie un rasguño cuando este había intentado retirarlo de ahí.
Pero Ernie se había sentido fuera de lugar desde que había llegado, y aún más desde su encuentro con aquel extraño de acento raro. Las respuestas acerca de cómo aquel hombre había logrado entrar a Smallstar seguían siendo un misterio para él, y lo peor de todo, no podía contárselo a su padre o a otro adulto, ya que seguramente se metería en más problemas de lo que ya estaba.
El control mental que ese extraño había ejercido sobre él aún le erizaba la piel, pero eso no aminoraba su interés por las reliquias de bronce. No había tenido el valor de probarse alguna, aunque era muy probable que no tuvieran ninguna utilidad o valor, ya que aquel hombre prácticamente se las regaló por nada.
De las tres reliquias, la que más le gustaba era el collar de salamandra. La curiosa forma de aquel animal le parecía fascinante y mística. Estaba tan inmerso en el collar que no notó cuando su padre regresó a la casa hasta que empezó a escuchar voces proviniendo del piso de abajo.
Subió las escaleras como un rayo y fue directo a su habitación. No podía permitir que su padre encontrara las reliquias de bronce, ya que no contaba con alguna explicación que lo salvara de algún castigo por desobedecer la orden de su padre de no abandonar la casa.
Rápidamente, metió los tres objetos en la bolsa que alguna vez le perteneció al extraño, y la escondió detrás del viejo armario de madera frente a su cama. Se limpió el sudor que escurría de su frente con el dorso de la mano y bajó hasta el vestíbulo. Durante el camino se topó con Riv Lee, que transportaba por los aires cuatro maletas repletas de equipaje.
—Es usted muy amable, amo Ernie —dijo la criatura cuando Ernie se hizo a un lado para que Riv Lee subiera primero las escaleras.
Su padre, Edrick y Erzulie conversaban alegremente frente a la chimenea. Estaban tan inmersos en sus asuntos que tardaron un par de minutos antes de percatarse de la presencia de Ernie.
—¡Mira qué sorpresa! —exclamó su hermano Edrick al verlo—. Unos cuantos meses en Hogwarts y ya eres una persona totalmente diferente.
—Se podría decir que sí es alguien muy diferente —contestó su padre fríamente.
El parecido entre Elric y sus dos hijos era sorprendente. Edrick tenía el rostro rectangular, ojos azules, cejas anchas y abundante cabello rubio dorado peinado hacia atrás. La cicatriz encima de su ojo izquierdo no disminuía lo atractivo que era.
Erzulie, la prometida de Edrick, lucía muy diferente de lo que Ernie la recordaba, aunque también era verdad que solo la había visto en una ocasión. Era una mujer de piel negra, ojos marrones, cejas exóticas y cabello negro ondulado. La primera vez que la vio iba vestida de negro, con varios brazaletes y collares extravagantes, el cabello trenzado y usando un par de aretes de oro redondos. Pero ahora solo llevaba un sencillo vestido azul, aretes de perla y el cabello suelto. Lo más extravagante en su atuendo era un collar de cuentas negras con un cráneo dorado colgando.
Sonrojado, Ernie cruzó el vestíbulo y fue a abrazar a su hermano.
—Tú también has cambiado mucho —dijo en voz baja.
Se separó de Edrick y agarró cuidadosamente la mano de Erzulie. Después, se inclinó y depositó un suave beso sobre los dedos de la joven mujer, tal y como su padre le había enseñado que debía hacer cuando se presentara ante una Dama.
—Es un gusto volver a verte, Erzulie —dijo tímidamente.
—Lo mismo digo, Ernie —respondió la mujer alagada.
—¿Tuvieron un buen viaje?
—No te imaginas los problemas que tuve para hacer que tu hermano subiera a un avión —confesó Erzulie, esbozando una sonrisa.
—¡Esos aeroplanos no son igual de confiables que las escobas! —se excusó Edrick—. Podrían desplomarse en cualquier momento.
—¿Por qué no usaron un traslador? —preguntó Ernie.
—Detesto la sensación que esos artefactos producen —aclaró Erzulie—. Prefiero pasar un par de horas contemplando las nubes.
Elric Macmillan interrumpió la conversación para invitar a su hijo mayor a que condujera a su prometida hasta la habitación de huéspedes porque, con o sin compromiso, estaba claro que Elric jamás permitiría que durmieran en el mismo cuarto antes de estar casados.
—Está en el segundo piso, Erzulie —siguió hablando Elric mientras ella y Edrick subían las escaleras en el lado izquierdo del vestíbulo—. Pueden desempacar y ponerse cómodos hasta que nuestra elfina doméstica termine de preparar la cena.
—¿Qué debo hacer yo? —preguntó Ernie.
—Pasa el tiempo en tu cuarto, o revisa si Edrick y Erzulie necesitan algo —contestó Elric antes de abandonar el vestíbulo.
Ernie no creía que su hermano y su prometida necesitaran de su ayuda, así que decidió pasar la tarde encerrado en su cuarto, y al pendiente de alguna posible lechuza con alguna carta de parte de Hannah y Justin.
Jace estaba acostado sobre su cama. Cerró la puerta con seguro y volvió a sacar la bolsa de su escondite. En esta ocasión, estaba decidido a probarse el collar de salamandra. Hurgó en el interior de la bolsa hasta dar con el collar y se paró frente al espejo. No acostumbraba utilizar ningún tipo de accesorio, pero le gustaba la forma en que el collar resplandecía en su pecho. Después de pasar un rato con el collar, y que no ocurriera absolutamente nada fuera de lo normal, llegó a la conclusión de que aquel hombre solo era un sujeto loco y paranoico que se había metido a Smallstar de alguna misteriosa forma.
De repente, escuchó el sonido de un objeto metálico golpeando contra el suelo y se dio media vuelta. Se trataba de Jace, que se había metido dentro de la bolsa y tirado el anillo con forma de perro al suelo. Sacó a su gato con cuidado de la bolsa para evitar algún rasguño, y recogió el anillo del suelo.
No le parecía feo, pero no le gustaba tanto como el collar. Tal vez se lo regalaría a Justin cuando regresara a Hogwarts, y puede que a Hannah le gustaran los aretes con forma de ave. Volvió a meter el anillo y los aretes en la bolsa, sin embargo, decidió dejarse puesto el collar, ya que usaba un suéter azul que lo cubría perfectamente.
🦝🦝🦝
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