Capítulo 20
Elric Macmillan le pidió a Riv Lee que limpiara la casa a fondo, ya que Edrick y su novia Erzulie llegarían al día siguiente. Las festividades en la casa Macmillan suelen ser bastante privadas. Normalmente, Elric y sus tres hijos pasaban la Navidad junto a la chimenea del segundo piso. Pero el reciente compromiso del hijo mayor con la mujer americana que había conocido hace seis años cambiaría la tradición. Elber estaba ocupado trabajando, así que no vendría a casa hasta el día antes de Navidad.
Ernie aprovechó que su padre estaba ocupado supervisando la limpieza del hogar para salir de la casa en secreto y liberar a Olive en el bosque. Le había ordenado a Riv Lee que mantuviera a la lechuza oculta de su padre durante un par de días. La elfina la había puesto en su cuarto en la cocina, por lo que Elric jamás se percató de la presencia del ave.
El día de limpieza, Ernie escribió una larga carta dirigida a Hannah y a Justin por la mañana, y esperó hasta la tarde para salir discretamente con Olive por la puerta de la cocina. Afortunadamente, su escape fue todo un éxito.
El patio era muy similar al jardín de la entrada, excepto que tenía la forma de un enorme triángulo isósceles y estaba bordeado por el bosque. Ernie tenía que llegar hasta la punta del triángulo para liberar a Olive, pero no le quedó más opción que avanzar entre los arbustos con forma de unicornio para evitar que su padre lo viera desde la casa.
Aunque se pinchó un par de veces con las espinas de los cardos, logró llegar hasta la punta en menos de quince minutos. Cruzó el linde del bosque y le enseñó la carta en la que había escrito en letra cursiva y con impecable ortografía. Inmediatamente, Olive la atrapó con su pico.
—Regresa con Hannah —le susurró al ave.
Le dio un pequeño impulso con el antebrazo, y la lechuza desplegó sus alas y emprendió vuelo, perdiéndose entre las ramas desnudas de los árboles. Ernie se quedó un par de minutos contemplando el cielo, asegurándose de que la lechuza no volvería.
Cuando finalmente decidió regresar a su hogar, de la nada, escuchó el sonido de un montón de ramas rompiéndose. Al principio, imaginó que se trataba de un venado que merodeaba por el bosque, pero luego empezó a escuchar fuertes pisadas y varias ramitas partiéndose. Entonces pensó en un jabalí salvaje dirigiéndose hacia él.
Ernie dio media vuelta y se preparó para correr. Sin embargo, una extraña idea apareció en su mente.
<<Quédate>> escuchó en su mente <<Ven a mí>>
No podía explicar el origen de esas ideas, y mucho menos la razón por la que decidió obedecerlas. Se sentía como un títere sin cuerdas. Avanzó con lentitud hacia las profundidades del bosque sin algún rumbo fijo. El único sonido que escuchaba era el de sus pisadas sobre la nieve, y de vez en cuando, su hombro chocaba con alguna rama.
Por un momento, consideró regresar por donde vino, pero inmediatamente aparecieron más ideas extrañas en su cabeza.
<<Sigue adelante, no estás muy lejos>>
La luz del sol comenzaba a desvanecerse. La oscuridad del bosque era abrumadora, aunque a Ernie eso no le molestaba. Solo le interesaba obedecer a las órdenes en su mente. Caminó durante otro par de minutos, y finalmente, llegó al origen.
Frente a él se hallaba un hombre herido que se apoyaba en un árbol. Tenía la piel morena, cabello lacio y negro que le tapaba gran parte del rostro, cara ancha, pómulos altos y ojos de un color café oscuro.
Ernie jamás había visto a ese hombre en su vida, por lo que no era posible que viviera en Smallstar ya que él conocía a todos los habitantes. Un miedo repentino surgió en su pecho. Lamentaba haber obedecido a la voz en su cabeza, pero tampoco había podido evitarlo.
—Acércate —le ordenó el extraño con voz profunda.
Hablaba inglés con un curioso acento que Ernie no había escuchado antes. No se parecía al irlandés, al escocés ni al americano. Pero, de todas maneras, el joven muchacho pudo entender perfectamente lo que el hombre decía.
En contra de todos sus instintos, el cuerpo de Ernie volvió a obedecer y se aproximó hasta quedar a unos cuantos pasos de distancia.
Con dificultad, el hombre utilizó su brazo bueno para descolgar una peculiar bolsa de su brazo ensangrentado, y con una mueca de dolor, la extendió hacia Ernie.
—Llévatela, pequeño paal —habló el hombre con un tono enigmático.
Ernie no quería hacerlo, pero una vez más, su cuerpo no escuchó sus deseos y obedeció las órdenes del hombre. Agarró cuidadosamente la bolsa tejida a mano, de la cual se podían apreciar patrones de triángulos en blanco y negro, y se la colgó en el hombro izquierdo.
—Ahora, regresa a tu hogar —volvió a hablar el hombre en voz baja—. Esconde la bolsa y usa su contenido como te plazca. Pero jamás dejes que te la arrebaten, y si alguien viene a reclamarla, no se la entregues por ningún medio.
El extraño se separó de él y comenzó a caminar hacia las profundidades del bosque, perdiéndose en la oscuridad al cabo de un par de minutos. Ernie no trató de llamarlo ni de resistirse; volver a su hogar era la primera orden que quería obedecer.
***
Su padre y Riv Lee no habían notado su ausencia. Se quitó las botas al entrar a la cocina y caminó sigilosamente por toda la casa hasta llegar a su cuarto. Lo primero que hizo fue cerrar la puerta con seguro. Después, se quitó la ropa llena de escarcha y se sentó sobre la cama con la bolsa a sus pies.
Trataba de procesar todo lo que había pasado en la última hora. No podía explicar cómo aquel hombre extraño había logrado entrar a los terrenos de Smallstar. No parecía ser un mago; de lo contrario, habría usado su varita o alguna poción para curar sus heridas. Y había un hechizo a las afueras de Smallstar que mantenía a los muggles alejados.
Tampoco podía comprender cómo aquel hombre había logrado controlar su mente y hacer que obedeciera todas sus órdenes. Y mucho menos, descifraba la razón por la que le había confiado a él su bolsa.
El miedo que Ernie sentía era grande, pero no se comparaba con la curiosidad por descubrir lo que había en esa bolsa.
Con manos temblorosas, recogió la bolsa del suelo, la abrió y metió la mano. Lo primero que tocó fue algo duro y rectangular. Se trataba de un pequeño cuaderno con las iniciales B.T grabadas en la tapa. Ernie lo hojeó durante un rato, pero descubrió que el cuaderno estaba completamente vacío. No había ni una fecha o una palabra escrita, por lo que llegó a la conclusión de que el cuaderno debía ser nuevo. Lo dejó caer sobre la cama y siguió revisando la bolsa.
Al principio creyó que se había quedado vacía, pero después de meter la mano hasta el fondo descubrió que no era así. Su mano agarró un objeto pequeño, frío y duro. Sacó la mano de la bolsa, y vio que se trataba de un anillo.
Parecía antiguo y hecho por artesanos. Era de bronce y tenía la forma de un perro con orejas triangulares y rectas, cuello largo y ojos estirados. Cuando uno se ponía el anillo, parecía que el perro colgara del dedo. Rápidamente, se quitó el anillo y lo dejó encima del cuaderno.
Lo siguiente que encontró en la bolsa fueron un par de aretes, también elaborados en bronce y con un aspecto antiguo. Aunque ambos representaban aves, al observarlos detenidamente, se notaba que el diseño de las dos criaturas era ligeramente diferente. Una de ellas exhibía una cola larga y una cresta en la cabeza, mientras que la otra tenía las plumas de la cola más cortas y carecía de cresta.
El último objeto que halló en la bolsa era un collar de bronce. De la cadena colgaba una pequeña figurilla con forma de una salamandra, aunque a Ernie le parecía más bien un diminuto pez con patitas, cola alargada y varios cuernos en la cabeza.
El collar le había parecido el más bonito de los tres; incluso se vio tentado a colocárselo en el cuello. Pero de repente, empezó a escuchar pasos firmes aproximándose a su cuarto. Era su padre.
Sin perder tiempo, Ernie metió todo de vuelta en la bolsa y la ocultó debajo de su cama. También escondió su ropa llena de escarcha y se metió debajo de las cobijas un segundo antes de que su padre abriera la puerta.
—Voy a salir... —empezó a decir Elric, pero se detuvo al ver el estado en que se encontraba Ernie—. ¿Ya te acostaste?
—Tenía mucho frío, padre —mintió lo mejor que pudo.
—Como decía, pasaré la noche en el Caldero Chorreante para recibir a tu hermano y a su prometida en cuanto salgan del tren mañana. Si tienes hambre, dile a Riv Lee que te prepare algo.
Y volvió a cerrar la puerta.
Ernie no se levantó de la cama. Había vivido tantas cosas en tan poco tiempo que verdaderamente estaba cansado. Al cabo de unos minutos, se quedó dormido.
🦝🦝🦝
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