Capítulo 12
El festín de Halloween resultó ser mejor de lo que Ernie había imaginado. El Gran Comedor estaba decorado con serpentinas, murciélagos, telarañas y calabazas flotantes. El banquete consistió en una gran variedad de dulces, pasteles y manzanas acarameladas.
Ernie y Hannah se emocionaron al descubrir que ambos compartían el gusto por los cromos de rana de chocolate, y aún más cuando vieron una bandeja repleta de ranas de chocolate en la mesa de Hufflepuff. Llenaron los bolsillos de sus túnicas con la mayoría de los cromos de la bandeja, poniendo cara de inocentes cada vez que otros alumnos preguntaban si había más ranas de chocolate.
—¿Qué te pasó en el brazo? —preguntó Hannah cuando la manga de su camisa se levantó mientras se servía una gran rebanada de pastel, revelando finas y rojizas marcas de garras.
—Ayer intenté darle un baño a Jace y me arañó todo el brazo —respondió Ernie, acomodándose la camisa—. Han pasado dos meses, y ese gato no está ni cerca de quererme.
—Vive en un ambiente muy caótico. Necesita más tiempo para agarrar confianza.
Todos los fantasmas de Hogwarts asistieron a la fiesta. El Fraile Gordo los saludó mientras volaba en formación con los otros fantasmas.
De repente, Justin soltó sus cubiertos y se levantó de la mesa.
—Creo que no fue buena idea combinar el filete con los caramelos de maíz —dijo antes de taparse la boca con las manos y tener una arcada—. Voy al baño.
Justin corrió como un rayo hacia la salida mientras Ernie, Hannah y Susan reían discretamente.
—Es muy lindo, pero también muy inocente —comentó Susan.
—¿Lindo? —susurró Ernie.
La chica se sonrojó y su rostro adquirió un tono parecido al de su cabello.
—Bueno, es la verdad.
Ernie volteó a ver a Hannah, quien compartía una mirada cómplice con Susan, y decidió concentrarse en su comida.
Sin previo aviso, se escuchó un gran estruendo y el profesor Quirrell apareció en el Gran Comedor con una expresión de terror. Se dirigió corriendo hacia la mesa de profesores, y antes de desmayarse, le dijo al profesor Dumbledore:
—Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.
Se armó un alboroto en el Gran Comedor. Los estudiantes de todas las casas empezaron a gritar de pánico. Ernie sintió como Susan y Hannah se aferraban a cada uno de sus brazos.
El profesor Dumbledore tuvo que disparar fuegos artificiales de su varita para que el comedor le prestara atención.
—Prefectos —exclamó—. Conduzcan a sus grupos a los dormitorios, de inmediato.
La profesora Sprout se reunió con Dumbledore y los demás profesores, y comenzaron a trazar un plan.
—¡Hufflepuff!, ¡por aquí! —gritaba Gabriel Truman.
Rápidamente, fueron conducidos al sótano de la escuela.
—No entiendo cómo se metió un trol al castillo, son muy torpes criaturas —le decía Megan Jones a Wayne cuando bajaban la escalera que conducía al sótano.
Pero mientras Gabriel tocaba el barril para abrir el pasadizo secreto y los estudiantes se formaban en una fila para cruzar el túnel, Susan y Hannah jalaron a Ernie hasta un rincón.
—¿Qué les ocurre?
—¡Justin! —respondió Susan—. ¡Estaba en el baño cuando nos advirtieron del trol!
—Si llega a toparse con él, lo aplastará como a una mosca —dijo Hannah, llevándose una mano al pecho.
A Ernie se le cayó el alma a los pies y tuvo que recargarse en la pared para no desmayarse de la angustia.
—Debemos ir por él —dijo después de un rato.
—Tú quédate aquí, Susan —le pidió Hannah—. Es más probable pasar desapercibidos si solo somos dos.
—De acuerdo —respondió insegura.
Aprovecharon el caos y la confusión para evadir al prefecto y subir la escalera hasta el vestíbulo. Corrían pegados a la pared y se detenían en las esquinas para revisar que no hubiera nadie en los pasillos. Al poco rato se dieron cuenta de que los bolsillos de sus túnicas producían un notable ruido.
—¡Diablos!, las ranas de chocolate —susurró Hannah.
No les quedó más remedio que tirar todos los cromos en un rincón y seguir con su camino. De repente, les llegó un olor apestoso, seguido por el sonido de fuertes pisadas y un objeto pesado siendo arrastrado.
Hannah y Ernie se asomaron discretamente por una esquina, y vieron al horrible monstruo de tres metros de altura, piel gris, brazos fuertes y pies deformes. El trol llevaba consigo un enorme garrote de madera que arrastraba por todo el pasillo.
Retrocedieron lo más silenciosamente que pudieron, pero ambos soltaron un fuerte grito cuando sus espaldas chocaron contra algo. Giraron asustados y se encontraron con Justin, quien los veía con una expresión de confusión en su rostro.
—¿Qué están haciendo? —preguntó mientras se apartaba los rizos de la cara—. ¿A dónde fueron todos? Fui al Gran Comedor y no había na...
No pudo terminar porque Ernie y Hannah le taparon la boca y lo llevaron hasta la puerta más cercana, que resultó ser el armario de escobas.
—¿Qué les sucede? —preguntó Justin mientras Ernie cerraba la puerta.
—Un trol entró al castillo —explicó Hannah.
—¡¿Un trol?! —replicó incrédulo.
—Y viene para acá —susurró Ernie, pegando una oreja a la puerta—. Sus pisadas se escuchan más fuerte.
Casi al instante, el hediondo aroma se manifestó en el armario.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Hannah asustada—. Nos hará pomada.
Justin abrazó a Hannah para tranquilizarla mientras a Ernie se le ocurría un plan.
Sacó su varita de la túnica y abrió un poco la puerta del armario.
—¡No lo hagas! —le gritaron Justin y Hannah, pero ya era tarde.
Ernie asomó la punta de su varita justo cuando el trol cruzaba la esquina del pasillo.
—¡Vermillious! —exclamó.
Un chorro de chispas rojas bermellón salió disparado de la punta de su varita, llamando la atención del trol y sobrevolando el pasillo. El trol cambió de rumbo y fue hacia donde las chispas rojas habían desaparecido.
Esperaron cinco minutos antes de salir del armario y revisaron que no hubiera nadie a la vista.
—Eso fue brillante, Ernie —lo felicitó Justin.
—Creo que se dirige a los baños —señaló Ernie. No terminaba de creer que el encantamiento hubiera funcionado; lo había leído en un libro en la biblioteca, pero nunca llegó a practicarlo.
—No importa, ya todos los estudiantes han sido llevados a los dormitorios —añadió Hannah—. Los profesores no tardarán en estar aquí, es mejor que regresemos a la sala común antes de que nos hagan algo peor que al trol.
—Susan debe estar arrancándose las uñas de la preocupación —comentó Ernie con cansancio.
—Hay que inventar que nos perdimos al salir del Gran Comedor —sugirió Justin.
Vieron al profesor Snape subiendo las escaleras del vestíbulo y se ocultaron detrás de un par de estatuas de piedra hasta que dejaron de escuchar sus pasos. No se detuvieron a discutir hacia dónde iba Snape; en su lugar, corrieron hacia las escaleras que conducían al sótano.
🦝🦝🦝
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