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Capítulo 11

La desagradable sensación de miedo permaneció en Ernie durante horas. Era curioso cómo se puede temer a algo que nunca has presenciado o, siquiera, comprendes en su totalidad. Se sentía como un niño miedoso y patético.

Trató de distraer su mente, leyendo su libro de Herbología y aprendiendo los diferentes tipos de hongos que la profesora Sprout había enseñado ese día, pero no funcionó.

Estaba completamente solo en la sala común. Las lámparas de cobre se habían apagado, excepto la de su mesa. Tanta oscuridad hizo que Ernie no se diera cuenta de la presencia de Justin hasta que su silueta fue iluminada por la lámpara.

—Me has causado un susto terrible —susurró Ernie, cerrando el libro de Herbología.

—Ya es tarde y no estás en tu cama —le respondió Justin. Iba vestido con la ropa que usaba para dormir: una pantalonera roja a cuadros y la camisa blanca con la foto impresa de un hombre con cola de caballo y una mujer con un curioso vestido negro posando sobre una pequeña silla—. ¿Vas a desvelarte?

—No puse la debida atención en la clase de Herbología de hoy, por lo que voy a estudiar para ponerme al corriente —dijo lo más convincente que pudo, aunque había un poco de verdad en sus palabras.

—¿Seguro que no se trata de...? —Justin hizo una pausa—. El-que-no-debe-ser-nombrado.

Ernie volvió a sentir un escalofrío.

—Por favor, ten la modestia de no hablar sobre eso —le pidió Ernie—. Te dije que no había necesidad de mencionarlo.

—De acuerdo, no hablaré sobre él. Pero dime, ¿por qué no querías que lo supiera?

No respondió de inmediato. Sabía que Justin era nuevo en el mundo mágico, y no quería que su nuevo amigo se asustara y abandonara la magia para siempre.

—Es como la muerte, sabes que ocurre a diario, pero a nadie le gusta hablar al respecto. Los mortífagos y seres malignos viven entre nosotros. Tenía miedo de que si te enteraras sobre ya-sabes-quien, abandonarías Hogwarts y la magia para siempre.

—¿No querías que me fuera? —preguntó Justin, ocupando el asiento junto a Ernie.

—Sé que es un poco egoísta, pero no soy muy bueno haciendo amigos —confesó apenado—. Y realmente creo que eres alguien singular como amigo.

Justin esbozó una tímida sonrisa y se apartó los rizos de la cara.

—Agradezco tu cumplido, pero negar algo no significa que jamás pasó —Justin puso sus oscuros ojos sobre él—. Si se quiere superarlo, primero hay que reconocerlo, Ernie.

—Puedo aceptar que estás en lo correcto, pero él me aterra demasiado —dijo Ernie, subiendo los pies al sillón y frotando sus rodillas—. A veces creo que me asusta más que a los otros chicos de mi edad, por eso me quedé tan impresionado cuando vi a Harry Potter.

—¡Harry!, ¡es verdad! —exclamó Justin—. Pobre de él. Las cosas que ha vivido siendo tan joven. Yo no sé qué haría en su lugar.

Ernie apartó la vista de Justin y habló en voz baja.

—Si soy sincero, hay momentos en los que llego a sentir envidia.

—¡Ernie!, ¿cómo puedes decir algo así? —le recriminó Justin.

—No me malentiendas —se defendió Ernie—. Me siento horrible por los padres de Harry, y no me gustaría vivir lo que él ha vivido. Pero Harry tiene por delante una vida llena de grandeza. Los demás lo reconocen como una leyenda, y lo miran con respeto y admiración. Quisiera tener ese prestigio. Quiero que la gente me vea como alguien a quien admirar, y no como un fracaso que necesita reparaciones.

—Nadie nace especial, Ernie —refutó Justin—. Mírame a mí, hace poco me enteré de que era un mago y nadie me dijo que tendría una gloriosa vida como Lockhart o Potter. Tampoco en mi vida como muggle, incluso, una vez mi profesor de teatro me dijo que jamás llegaría a ser la mitad de bueno que Travolta, y no me importó, lo que será de mi vida depende de mí.

—No siempre depende de nosotros.

—Puede que no, pero vale la pena intentarlo.

Justin se levantó de su asiento y le hizo una señal con la cabeza para que lo acompañara. Después de pensárselo un rato, Ernie apagó la lámpara y siguió a Justin al dormitorio.

***

El resto de septiembre transcurrió bastante tranquilo, excepto por la noticia de que Harry Potter se había convertido en el jugador más joven de Quidditch en Gryffindor desde hace un siglo. Ernie siguió el consejo de Justin y trató de sentirse feliz por Harry, en lugar de compararse con él. Además, le resultó más fácil cuando se enteró de que su amigo Cedric Diggory había logrado entrar al equipo de Quidditch de Hufflepuff.

—Las pruebas fueron brutales, pero me dieron el puesto de buscador —le había comentado Cedric durante el desayuno en el Gran Comedor.

En clase de Herbología, Hannah, Ernie y Justin se habían convertido en los mejores alumnos de primero en Hufflepuff, en especial Hannah, aunque ninguno podía competir contra Hermione Granger. Ernie no le guardaba rencor, ya que se había topado con ella en un par de ocasiones en la biblioteca y le pareció una chica muy interesante. Sin embargo, la profesora Sprout le había regalado a Hannah una pequeña e inofensiva planta carnívora por su esfuerzo en las primeras clases, lo cual hizo que Hannah se emocionara hasta las lágrimas y le prometiera a la profesora que cuidaría perfectamente de ella.

Estudiar el cielo nocturno todos los miércoles a la medianoche para la clase de Astronomía resultaba un poco cansado, pero después de unas cuantas clases, Ernie lo encontró un poco relajante. Pero aprender los nombres de las lunas de Júpiter y diferenciarlas era muy tedioso.

Historia de la Magia y Defensa contra las Artes Oscuras eran consideradas aburridas por la mayoría de los alumnos de primer año, pero Ernie rescataba Historia de la Magia porque muchas historias le parecían interesantes.

Ernie quería sobresalir en la clase de Transformaciones, pero la profesora McGonagall no les había enseñado nada verdaderamente impresionante. Debían dominar la teoría de cada transformación antes de empezar a practicar.

En clase de Encantamientos, Justin demostró tener cierta habilidad. Logró realizar, sin mucho esfuerzo, el encantamiento levitatorio y el encantamiento de ablandamiento. Inexplicablemente, Hannah tuvo problemas con el encantamiento que encendía y apagaba una luz en la varita. Lo que la entristeció mucho, ya que los demás alumnos no mostraban problemas con ese hechizo.

La clase de Pociones era un enorme reto para casi todos los estudiantes, y Ernie y sus amigos no eran la excepción. Les resultó imposible preparar la poción herbicida que encargó el profesor Snape, ya que la poción mataba plantas y Hannah se negó a utilizar una sola planta de la sala común de Hufflepuff para practicar, amenazando a Justin y a Ernie con embrujarlos si se atrevían.

A mediados de octubre, Ernie seguía sin responder las cartas que su familia le había enviado. Simplemente, no se le ocurría qué escribirles a su padre y a sus hermanos. No había logrado nada verdaderamente interesante que contar.

Una tarde de viernes, Ernie acompañaba a Justin hacia la lechucería para entregarle a Arquímedes las cartas que Justin le había escrito a su madre y a su hermana. Pero Hannah los interceptó en el patio de Transformaciones.

—¡Muchachos!, ¡lo logré! —gritaba muy emocionada.

Corría hacia ellos con la varita en una mano y la cámara instantánea en la otra. Cuando los alcanzó, le entregó la cámara a Justin y se sentó en el suelo para recuperar el aliento.

—¿Qué te tiene tan impaciente? —preguntó Ernie.

—Pude hacer el Encantamiento —respondió entre jadeos—. Después de practicar una hora todas las noches en la oscuridad de mi cuarto, por fin pude encender mi varita.

Hannah se puso de pie y se acomodó la túnica.

—¿Mi cabello se ve bien? —les preguntó.

—Perfecto —respondió Ernie.

—Ten lista la cámara, Justin —dijo Hannah, sosteniendo la varita en alto—. ¡Lumos!

Justintomó la foto en cuanto una pequeña luz blanca apareció en la punta de la varitade Hannah

Después de entregarle las cartas a Arquímedes, Justin y Ernie se turnaron para llevar a Hannah en sus hombros hasta el Gran Comedor, celebrando de esta manera su merecido triunfo.

🦝🦝🦝

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