Capítulo 1
Ernie Macmillan jamás olvidará siete momentos cruciales en su vida como mago.
El primero ocurrió cuando su carta de Hogwarts llegó a su hogar después de su onceavo cumpleaños.
La sensación de temblor en sus manos al sostener la carta lo acompañó durante días. Pasó largos minutos contemplando el sello rojo con la forma del escudo de Hogwarts sobre el papel amarillento, incapaz de emitir un solo sonido. Leyó varias veces seguidas el reverso de la carta.
Señor E. Macmillan
Cuarto al final del pasillo, tercer piso,
Residencia Macmillan, No. 3,
Valle Smallstar
Con manos temblorosas e imaginando todo lo que vendría después de abrirla, Ernie rompió ansiosamente el sello y abrió la carta.
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación
Internacional de Magos).
Querido señor Macmillan:
Tenemos el placer de informarle que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Directora adjunta
Inmediatamente después de leerla, Ernie pidió a su padre usar la lechuza de su familia y notificó al colegio lo más pronto que pudo.
Un mes antes del inicio de las clases, Ernie compró su uniforme, un caldero, una balanza, redomas de vidrio y los libros para las clases en Hogwarts en el callejón Diagon.
Lo único que no pudo comprar fueron su varita y la mascota que llevaría al castillo. Su padre le recomendó comprar el animal días antes de que iniciara el curso. Ernie esperó ansiosamente ese día y, cada noche antes de dormir, repasó en su cabeza las ventajas y desventajas que cada animal ofrecía.
Los gatos eran atractivos, pero difíciles de tratar.
Los sapos eran prácticos, pero aburridos.
Las ratas eran perfectas para hacer conjuros, pero muy delicadas.
Las lechuzas eran preciosas y útiles para mandar recados, pero picoteaban. Además, ya tenía la de su familia.
El día de la elección, Ernie estaba tan inmerso en sus pensamientos que terminó chocando contra un enorme y grueso hombre. El impacto lo mandó al suelo, pero el hombre no se movió ni un centímetro.
—¡Ernest! —exclamó su padre— ¡Discúlpate inmediatamente con el señor!
Ernie se levantó en un santiamén y miró al enorme hombre a los ojos.
—Lo lamento mucho, señor —respondió apenado.
—No hay nada de qué preocuparse —respondió de buena gana el hombre de desalineada barba y larga maraña de pelo—. Bestias más grandes que un toro han intentado derribarme antes, y solo pocas lo han logrado.
Después se despidió con un ademán y siguió su camino. Su padre lo volvió a reprender, pero se olvidó del tema cuando llegaron a la tienda de animales. Ernie pasó los siguientes cuarenta minutos evaluando a cada animal dentro del establecimiento, por poco agota la paciencia de su padre y de la dueña de la tienda, pero terminó decidiéndose por un gato atigrado gris.
Lo había escogido porque era el único animal en la tienda que no le prestó atención. Pasó el tiempo dormitando en su jaula, sin demostrarle el más mínimo interés. A Ernie le atrajo el espíritu rebelde del gato. Se dijo a si mismo que si lograba ganarse el cariño de ese gato, podría hacer amigos con facilidad.
Una vez fuera de la tienda, su padre lo condujo hasta la última tienda. Se veía antigua y estrecha. Había una varita sobre un cojín púrpura en el escaparate de la tienda. Se leía en letras doradas:
Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.
Ernie encontró difícil de creer que ese era el lugar donde compraría su varita.
—Entra tú solo. Cuando tengas tu varita, avísame para ir a pagar —dijo su padre, quitándole la jaula del gato.
—¿Yo solo?
—Ya eres un muchacho, no un niño. Debes empezar a hacerte cargo de asuntos importantes como conseguir tu propia varita.
Ernie contempló su reflejo en la polvorienta ventana de la tienda. Su cabello rubio peinado en punta se veía pálido, y su pequeña y robusta figura le daba un aspecto de cachorro de oso indefenso. Tragó saliva y, con un ligero temblor en las manos, abrió la puerta.
Una campanilla resonó, seguida por la voz de un anciano.
—Bienvenido a Ollivander —dijo el anciano con ojos grandes y pálidos, además de una manera particular de hablar.
El segundo momento que jamás olvidaría fue cuando sostuvo su varita por primera vez.
Ollivander había sabido de inmediato cuál era la varita indicada para Ernie.
—La madera es vid; supuestamente, las varitas fabricadas con esta madera confían con vehemencia en su propietario, que pueden activarse sin siquiera ser tocadas. El núcleo es pelo de cola de unicornio, repleto de energía mágica limpia, lo que implica desafíos para la magia oscura.
Al sostener la varita entre sus dedos, Ernie sintió una corriente de energía por todo su cuerpo. Una sensación maravillosa y que resultaba casi poética, como una planta sedienta recibiendo una refrescante lluvia.
Esa sensación lo acompañaría por el resto de su vida.
🦝🦝🦝
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