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Capítulo 7. Nómada.

Por más que había intentado evitar los entrenamientos con Yoongi no había podido. Estaba cansado y altamente frustrado porque los intentos por controlar su magia habían sido en vano. A ello se unía también el mismo sentimiento por no haber podido parar de darle vueltas al asunto de cómo Yoongi había podido ver sus alas el primer día que había adquirido su forma mágica delante de él. La cabeza le iba a mil por hora y el corazón parecía explotarle cada vez que el joven rey lo miraba con aquella incertidumbre y aquella desazón por enseñarle a controlar su magia. No entendía muy bien lo que le estaba pasando, pero se encontraba tan frustrado y tan descontrolado, que esa mañana cuando el sol comenzó a verse por las montañas, Jimin se dio la vuelta y volvió a cerrar los ojos obviando su cita matutina de todos los días.

Acua maulló a su lado cuando la abrazó contra su cuerpo y rozó con sus bigotes la cara del joven queriéndole decir que se levantase, pero Jimin solo la aplastó contra sí y el animal se dejó hacer.

Un rato después, mientras Jimin soñaba con campos de lavanda y bucólicas carreras a cámara lenta, un par de toques en la puerta lo trajeron de vuelta directamente del mundo de los sueños a su habitación en el castillo de Eria. Abrió los ojos perezoso y miró los ojos felinos de Acua que lo observaban desde el mismo sitio en el que se había quedado antes acurrucada a su lado.

-¿Si nos hacemos los dormidos se irá?-susurró hacia la gata que giró levemente la cabeza como si lo entendiese. Unos segundos después una risita al otro lado de la puerta lo distrajo de su plan.

-Jimin, te has olvidado de que mi magia viaja por el aire-advirtió la voz del rey al otro lado. Jimin cerró los ojos dándose cuenta de cómo había pasado ese pequeño detalle por alto y se había delatado a sí mismo. -Abre, ya sé que estás despierto-añadió como si no fuese evidente.

El joven se levantó pateando las sábanas de la cama y se quedó durante unos minutos sentado en el borde hasta que se decidió a levantarse para ir a abrir a Yoongi que seguía allí esperando.

Se colocó la suave bata de seda que tenía en la butaca, abrió despacio y se encontró al rey completamente vestido con los brazos cruzados sobre el pecho mirándole como si esperase a que dijese algo.

-No me obligues a entrenar hoy, por favor, me duelen huesos que no sabía que tenía-gimoteó el silfo abriendo la puerta del todo para dejar pasar a Yoongi. El rey entró con rostro serio, pero luego lo suavizó y ante el puchero de Jimin, que había dejado caer su cuerpo derrotado de nuevo sobre el colchón. Acua bajó corriendo de la cama y se restregó entre las piernas de su dueño.

-Pequeña peluda traidora, últimamente pasas más tiempo con Jimin que conmigo-reclamó al animal que maulló con tranquilidad. Jimin sonrió y la gata se acercó a él para que la acariciase del mismo modo que había hecho Yoongi.

-Esta gata es especial-determinó Jimin mientras acariciaba la cabeza de la gata con cariño. Yoongi no pudo más que asentir embelesado por aquella imagen. Con Jimin y ese aura que le estaba torturando durante esos días, tratando a Acua como si fuese el ser más valioso del mundo.

-Últimamente hay muchos habitantes especiales en este castillo -comentó el rey mirándolo a él directamente. Y cuando se dio cuenta de lo que había dicho retiró la mirada de aquel muchacho y balbuceó como un niño cohibido. Jimin se incorporó un poco estirando su espalda mientras Acua seguía rondando entre ellos y lo miró con una sonrisa mientras este intentaba borrar sus palabras. Negó enternecido y con el corazón encogido en su pecho.

-En serio, ¿te importa si no entrenamos hoy?-preguntó intentando desviar el tema para que a Yoongi no le diese un infarto y dejase de balbucear y sonrojarse.

-Sin problema, además hay algo que tengo que enseñarte desde hace unos días, pero no he encontrado la ocasión, ¿puedes venir?-explicó Yoongi agradecido con el silfo por haber pasado por alto sus palabras.

-Si me das un rato para vestirme te acompaño a donde quieras-aseguró Jimin poniéndose en pie. Yoongi aceptó con un movimiento de cabeza y luego se quedó allí muy quieto sin saber qué decir mientras repasaba ligeramente la silueta del cuerpo ajeno bajo la fina bata. Jimin lo contempló de la misma manera y estuvo a punto de sonrojarse cuando se dio cuenta de cómo el rey lo estaba mirando sin ningún tipo de disimulo. Cuando sus ojos se encontraron en aquel silencioso duelo, dentro de aquella habitación que de pronto parecía tan pequeña, ambos apartaron la mirada del otro como si quemasen. Azul contra azul. Intensidad contra intensidad.

Yoongi carraspeó incómodo. Se dirigió hacia la puerta y la abrió, pero antes de marcharse se giró hacia el chico.

-Estaré en mi despacho, ven cuando puedas y luego iremos a desayunar-pidió mirando de nuevo aquellos ojos azules brillantes.

Jimin asintió y cuando el rey salió por la puerta se dejó caer sobre la cama con un suspiro. La gata maulló a su lado y le olisqueó la cabeza. -Tu dueño va a acabar conmigo-dijo cerrando los ojos ante el contacto del pelaje del animal que maulló de nuevo como si estuviese dándole la razón.

Jimin se miró al espejo por última vez y luego salió de su habitación. Caminó despacio por el pasillo contemplando como el castillo comenzaba a despertar y sus habitantes comenzaban a salir de sus habitaciones. Antes de dirigirse al despacho de Yoongi, pasó por la habitación de Jin que se encontraba despierto. Unos días atrás había comenzado a moverse y a levantarse levemente de la cama con ayuda de Namjoon que le había propuesto comenzar con algunos ejercicios para la rehabilitación de las zonas dañadas de su cuerpo. El joven tritón, cansado de quedarse todo el día en la cama, había aceptado encantado la ayuda de aquel muchacho que lo tenía tan fascinado. Y aunque estaba tan agotado por la falta de agua en abundancia como en el Mar de Ilma y seguía cargando con su secreto a cuestas, Jin había hecho el esfuerzo de levantarse y comenzar a ejercitar su cuerpo para poder recuperarse. Habían pasado ya varios días desde el día en que Jin despertó por completo del letargo en que lo había sumido el ataque de los carroñeros, los mismos días que Jimin llevaba entrenando con Yoongi y los mismos días que llevaba sin verse a escondidas con Namjoon.

Jimin pasó un rato con su amigo hasta que le llevaron el desayuno y luego se puso en marcha para reunirse con el rey que lo estaría esperando en su despacho como había dicho. Al salir, vio al sanador dirigirse con una sonrisa hacia la habitación de su amigo, lo saludó cortésmente con una reverencia regia, como si días atrás no hubiesen pasado el rato envueltos en aquella particular ola de placer que lo había empezado todo y luego cada uno se puso en marcha hacia su destino.

Fue entonces, durante el breve trecho entre la habitación de Jin y el despacho del rey de Eria, cuando Jimin se dio cuenta de que ya no le interesaba conquistar a Namjoon, pero a la vez no quería dejar de jugar a aquel juego de conquista donde se había metido con Yoongi. Disfrutaba viendo al joven rey tartamudear nervioso al hablar de temas de amor y aunque nunca lo admitiría, le gustaba entrenar con él y verlo ponerse serio manejando el aire a su antojo y de esa forma tan intensa. Su forma mágica, tan seria y tan potente le gustaba demasiado. Se dio cuenta de cuán digno era aquel joven de portar el don de la diosa Eria.

Cuando llegó a la puerta del despacho saludó al guardia que custodiaba la puerta y este le respondió regiamente. Tocó un par de veces a la puerta y cuando la voz formal de Yoongi le dio paso, suspiró con nerviosismo y se deslizó hacia el interior de la estancia.

Una dulce sonrisa se extendió por el rostro del rey cuando vio llegar a Jimin y unas cosquillitas se aposentaron en la punta de sus dedos cuando contempló cómo la túnica azulada que el silfo había elegido para aquel día se pegaba a su cuerpo bajo la tela blanca vaporosa que aleteaba a su alrededor. Sin poder evitarlo,  su poder elevó una ligera brisilla en la habitación que no pasó inadvertida para Jimin y que golpeó los cristales de las ventanas.

-¿Estás bien?-preguntó Jimin nada más cerrar la puerta. Yoongi no le quitó la mirada de encima hasta que el silfo estuvo apoyado sobre su escritorio.

-Estoy nervioso, no hay mucha gente a la que haya podido enseñarle esto-excusó señalando un libro de gruesa pasta que se encontraba apoyado entre sus brazos.

-¿Qué es?-preguntó Jimin con curiosidad dando la vuelta al escritorio para verlo más de cerca. Yoongi lo miró un segundo y luego abrió la tapa para enseñarle las primeras páginas.

-Es el libro de la coronación de los reyes de Eria, una reliquia familiar que ha ido trascendiendo de generación en generación entre mi familia. Fue creado por el primer rey de Eria para anotar todo lo relevante de nuestros reinados y aparecen los reyes y reinas más poderosos que este reino ha tenido. Este libro se cede el día de la coronación del nuevo rey y pasó de mi padre a mí el día en que accedí al trono-comenzó a decir Yoongi mientras avanzaba hacia la mitad del libro. Jimin guardó silencio atento a lo que le estaba mostrando.

-Mira, ella es mi abuela Liliana, asumió la regencia cuando mi abuelo murió porque mi padre era aún muy joven como para gobernar-comentó Yoongi señalando a una mujer vestida toda de negro. -Y estos son mis padres, Min Heyung y Min HaAsh, aquí se narra el día de la coronación de mi padre y el día que conoció a la humana de la que se enamoró, es decir, mi madre-explicó de nuevo.

-A veces se me olvida que eres mitad humano también-murmuró Jimin. Yoongi pasó la página y asintió sonriendo mientras pasaba delicadamente las yemas de los dedos sobre las primitivas ilustraciones.

-Este es el día de su boda. Según las costumbres de Eria hasta ese momento, mi padre la tomaba como consorte, pero él no lo permitió, se reveló contra todo el reino y cambió las leyes, así que se casaron como iguales y se enfrentaron a todo el mundo juntos-añadió de nuevo el rey. Jimin lo miró a los ojos un segundo y luego desvió la mirada de nuevo hacia el libro mientras un escalofrío le recorría el cuerpo. Siempre había oído historias sobre los reyes de Eria, pero nunca se había parado a pensar en cuán difícil había sido su camino para estar juntos y su llegada al trono. Paseó la vista por las coloridas páginas y sonrió al ver el dibujo en la parte inferior de la página de su derecha.

-¿Este eres tú?-preguntó señalando el dibujo de un bonito bebé de pelo oscuro.

-Ese soy yo-respondió el mayor con una sonrisa. -Nací unos años después de su matrimonio, justo un día antes del eclipse anual en Eria y todo el mundo lo tomó como una señal de bienaventuranza-añadió con esa dulzura especial con la que contaba las cosas. Al silfo se le caldeó el corazón por la manera en la que Yoongi le estaba contando aquella historia tan importante para él.

-Mis padres murieron cuando yo estaba a punto de cumplir los seis años, así que no hay mucho más escrito sobre ellos hasta el día de su muerte y lo siguiente es mi coronación y los ataques, desde que empezaron hasta ahora-comentó Yoongi girando su rostro un poco para mirar a Jimin que seguía absorto entre las páginas del libro. -Estaba escribiendo cuando has entrado-aclaró tragando saliva por la cercanía del silfo.

-¿Y qué escribías?-preguntó Jimin girándose hacia él. Parpadeó un par de veces ante la fija mirada del joven y la cercanía no planificada de sus rostros. Yoongi tardó unos segundos en decir lo que quería decir, embobado en aquellos ojos azules intensos y perdido en sus largas pestañas aleteando como alas de mariposa bajo la luz del sol.

-Escribía sobre ti y sobre tu llegada-explicó en voz baja sin quitar la mirada de la de Jimin que lo abducía por completo. -Quiero narrar todo sobre tu llegada y nuestro pacto y eso...-añadió balbuceando como un niño. Maldijo por lo bajo y Jimin sonrió por los repentinos nervios del rey. Luego se separó un poco de él y se dirigió hacia la ventana para dejarle su espacio.

-Es emocionante salir en la historia de Eria y que tus futuros descendientes vayan a leer sobre el valiente silfo que se alió contra su padre para vencer a las alimañas-comentó con tranquilidad mientras observaba una partida de guardias salir a caballo por el enorme portón del castillo. Yoongi rió por la ocurrencia de Jimin.

-Dudo mucho que eso pase-dijo mientras sellaba el bote de tinta que había estado utilizando y limpiaba la pluma con un pequeño paño. Jimin se volvió hacia él con una mueca extraña en la cara.

-¿Que? ¿Por qué?-preguntó el más joven sorprendido. Yoongi se volvió para mirarlo a los ojos.

-No estoy interesado en traer descendencia a este mundo-contestó con firmeza. Jimin alzó una ceja.

-Eso decepcionará a los cientos de princesas de todo el reino que se mueren por cortejar al gran rey de Eria-chinchó el joven rubio con una sonrisa encantadora. -Y no nos olvidemos de las muchas hadas y silfos que esperan una oportunidad en el Bosque de Orka para demostrarte que eres su destino-volvió a picar Jimin reprimiendo una sonrisa. Vio a Yoongi tartamudear y trastear con todo lo que encontraba a su paso y se preguntó como el soberano de un reino como Eria podía ser tan tímido y nefasto para hablar de amor.

-No...yo no...-balbuceó. Jimin dejó ir una risita y el rey lo miró cruzándose de brazos y apoyándose sobre el escritorio.

-¿Y tú qué? ¿Planeas casarte pronto? Eres el heredero de Orka así que ¿qué planes tienen para ti-preguntó más interesado y curioso de lo que pretendía sonar. Jimin sonrió altivo y se acercó un poco para ponerse frente al mayor.

-No tengo planes, así que supongo que cuando aparezca mi destino pasará y ya. Como bien sabes, las hadas y los silfos, como todos los seres sobrenaturales de Eria, vivimos muchos años, así que podemos esperar a esa persona especial a la que llamamos...destino-explicó con una ligera sonrisilla. -Además, si quiero darle herederos a Orka, necesito encontrar a alguien que me ame con la pureza y la misma fuerza con la que yo ame a esa persona, solo así mi don se activará y podré traer haditas a este mundo-añadió inclinándose un poco hacia delante para intentar poner nervioso a Yoongi. Este retrocedió unos centímetros y se giró hacia el escritorio.

-¿Nos centramos?- murmuró Yoongi con las mejillas levemente sonrosadas. Jimin se carcajeó a su espalda.

-Cuéntame, ¿qué es eso tan importante que querías enseñarme?- preguntó dispuesto a dejarlo en paz al menos por un rato.

-Hace unos años, cuando empecé a leer lo que mi padre había escrito, descubrí que durante su reinado había descubierto algo que por aquel entonces no tenía sentido. Llevo un tiempo detrás de esta pista, he hablado con todos los sabios de Eria y de las demás poblaciones y nadie sabe decirme nada concreto, pero me he dado cuenta de que los ataques de los carroñeros empezaron tras su muerte, entonces él no sabía que necesitaríamos una solución para acabar con esta invasión-explicó viendo como Jimin avanzaba para mirarlo a los ojos mientras hablaba.

-Enséñamelo, entro en pánico con facilidad-pidió Jimin con una sonrisa. Yoongi asintió contagiándose de aquel gesto y le hizo un hueco a su lado para que pudiese leerlo.

"A la caída del vigésimo eclipse, cuando los elementos junten sus fuerzas, dos luceros azules, con una imperial corona sobre su cabeza, derrocarán a las alimañas de colmillos sangrientos, y llevarán al pueblo diezmado la paz que tanto ha buscado"-leyó el joven en alto. Un escalofrío le recorrió la espalda y se frotó los brazos desnudos bajo la tela transparente de las mangas.

-Encontré esta pista hace solo unos meses mientras repasaba las anotaciones de mi padre y la han estudiado más sabios de los que me gustaría admitir, pero todo el mundo me dice lo mismo, que habla de mí y que esta profecía me ha marcado como el elegido que llevará al ejército y al pueblo de Eria a la victoria-volvió a decir Yoongi. Se cruzó de brazos y se volvió hacia Jimin que no quitaba la mirada del libro.

-Habla de unos ojos azules que combatirán la sangre y los desgarradores colmillos de los carroñeros, alguien con una corona sobre su cabeza-comentó Jimin releyendo la profecía una vez más.

-No soy el único aquí que tiene los ojos azules y una corona sobre su cabeza-dejó caer Yoongi como si fuese lo más obvio del mundo lo que estaba queriendo decirle.

-¿Crees que habla de mí?- preguntó Jimin confuso. Yoongi asintió ligeramente.

-En todas las campañas que he librado contra los carroñeros, nunca he conseguido una victoria absoluta, pero de repente apareces tú, como si algo te hubiese puesto en mi camino, con los ojos más azules que he visto en mi vida y con todo ese poder increíble que podría derribar este castillo solo con un chasquido de tus dedos-argumentó Yoongi todo de carrerilla como si las palabras escapasen de su boca. El silfo lo miró sin parpadear analizando todo lo que le estaba diciendo. -No es casualidad, Jimin no es casualidad que hayas pactado conmigo para ir juntos a la guerra, estás aquí por algo-añadió el mayor. Jimin suspiró frustrado.

-Dice el vigésimo eclipse, los eclipses se cuentan de veinte en veinte y se vuelve al principio-repasó el silfo. El rey hizo una cuenta rápida.

-El vigésimo eclipse es dentro de un año y quince días-expuso ante un Jimin demasiado confundido.

-¿Quieres decir que la gran batalla de la que todo el mundo habla será en tan poco tiempo?-preguntó este con voz temblorosa. Yoongi lo miró fijamente y suspiró intentando contener su frustración.

-No lo sé a ciencia cierta, pero es lo que creo-dijo encogiéndose de hombros bajo la atenta mirada del silfo que no sabía cómo reaccionar.

Un par de golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Yoongi y Jimin que habían estado tan concentrados en mirarse el uno al otro se volvieron hacia la puerta sorprendidos.

-Adelante-dijo el rey girándose hacia la puerta. Jimin retiró la mirada y respiró agitado por toda la información que estaba intentando asimilar.

-Yoongi, perdona que os moleste, hay un joven en la entrada que desea hablar contigo. Dice que viene de muy lejos y yo no puedo ocuparme, han saltado las alarmas alrededor del pueblo ya que han visto a alguien merodeando y tengo que ir con la patrulla-informó Namjoon entrando por la puerta.

-Ve tranquilo, me haré cargo personalmente, Jimin me acompañará-ordenó Yoongi asintiendo hacia su amigo.

El sanador miró a Jimin y sonrió levemente cuando lo vio evitarle la mirada. Ambos se dieron cuenta en ese momento de que tenían una conversación pendiente.

-¿Te veo luego?-preguntó Namjoon en voz baja. Jimin asintió sabiendo que Yoongi lo había escuchado igualmente y luego lo vio salir por la puerta.

El rey de Eria había fruncido el ceño y su rostro se había tornado demasiado serio.

Jimin caminaba muy serio al lado de Yoongi. El ambiente se había vuelto raro y tenso desde que Namjoon había aparecido en el despacho del rey, así que apenas habían hablado nada y habían aparcado por el momento el tema de la profecía.

Se dirigieron por los pasillos hacia la entrada y cuando Jimin alzó la vista del suelo, no pudo creer lo que veían sus ojos. En el patio de armas del castillo, un joven de pelo castaño y tez morena permanecía bastante tenso mirando a todos lados como si esperase encontrar a alguien entre las gentes que pululaban por allí y que no dejaban de mirarlo con asombro sin reconocer al extranjero.

Jimin se adelantó un par de pasos rápidamente dejando atrás a Yoongi que lo miró confundido y se acercó al joven que lo miró con los ojos abiertos exageradamente.

-¿Tae?-preguntó a unos poco metros del joven. El aludido levantó la cabeza al escuchar su nombre y se quedó estático mirando al silfo frente a él.

-¿Jimin?-contestó de la misma manera abriendo los ojos totalmente sorprendido. Sin decir nada más ambos avanzaron los pasos que les separaban el uno del otro para dejarse envolver por los brazos del otro en un cálido abrazo. Un abrazo con muchos significados: Alivio por verse de nuevo, pesar por parte del más joven por no saber dónde estaba su hermano, confianza, cariño...

-¿Os conocéis?-preguntó el rey llegando a su encuentro. Ambos se separaron un segundo y se miraron de nuevo sin llegar a creerse que el otro estuviese allí.

-Sí-contestaron a la vez. Jimin sonrió ampliamente y volvió a abrazar a su amigo que lo correspondió encantado.

-Taehyung, él es Min Yoongi, el rey de Eria-dijo regiamente hacia su amigo. Este miró al joven y realizó una formal reverencia. Yoongi le contestó con un asentimiento de cabeza y abrió los ojos exageradamente cuando Jimin se volvió a abrazar a su amigo que sonrió un poco incómodo por la presencia del mayor.

-Pero ¿qué haces tú aquí?-preguntó el más joven de todos mirando a Jimin. Este sonrió y se miraron como si como si se lo dijesen todo. Taehyung entendió a la perfección que le contaría los detalles cuando estuviesen a solas.

-Te preguntaría lo mismo, pero supongo que buscas a Jinnie ¿no?-preguntó el silfo como si fuese demasiado obvio que estaba buscando a su hermano por todas partes.

-¿Está aquí?-preguntó el joven entre aliviado y nervioso. Jimin sonrió con aquella sonrisa infinita que se extendía por su rostro cuando tenía buenas noticias.

-Si, ven, te llevaré con él-dijo únicamente el silfo. -No te asustes, pero está recuperándose de un ataque de los carroñeros-añadió frotando los brazos de su amigo.

-¿Le atacaron?-inquirió el joven llevándose las manos a la boca asustado. Jimin puso delicadamente su mano en el hombro del joven.

-Sí, lo encontraron malherido en los caminos. Pero tranquilo, aquí lo han curado bien y se recupera perfectamente-explicó delicadamente. Taehyung asintió débilmente. -Ya ha estado haciendo de las suyas-añadió en un susurro. El joven rodó los ojos y eso provocó una risita en Jimin que hizo sonreír también a Yoongi. Unos minutos después, el silfo agarró a su amigo por el brazo y se dispuso a entrar en el castillo.

-Espera, espera Jimin-pidió Yoongi un poco nervioso. El aludido se volvió a mirarle y soltó a su amigo para ir hacia donde el rey se había quedado parado -No le conozco, no puedo dejarlo entrar así como así-susurró cuando el chico se acercó. El silfo lo miró a los ojos y negó levemente con una pequeña sonrisilla.

-Es mi amigo y el hermano de Jin, me responsabilizo totalmente de cualquier cosa que pudiese pasar-murmuró cerca de su oído para que su amigo no pudiese escucharlos. Posó con delicadeza su mano en el antebrazo del rey y lo vio soltar un suspiro frustrado. Luego asintió levemente. No sabía cómo, pero Jimin conseguía hacer que confiase en él plenamente y no pudiese negarle nada.

Los tres jóvenes se giraron dispuestos a marcharse e internarse por la gran puerta del castillo hacia las habitaciones cuando un enorme estruendo de caballos resonó detrás suyo. Se volvieron y contemplaron con confusión como la guardia real traspasaba el umbral del castillo y se internaba rápidamente en el patio.

Jimin alzó una ceja al ver a dos de los guardias bajar a alguien de uno de los caballos y apresurarse a inmovilizarlo y a moverlo forzosamente. Un joven de edad parecida a la suya con el pelo negro largo y la piel cenicienta como la piel de un carroñero los miró con los ojos inyectados en sangre mientras los guardias que lo llevaban preso y el propio Namjoon se acercaban al rey que había avanzado un par de pasos dejando a Jimin y a Tae tras su espalda.

-Te digo que me sueltes, maldita bestia-chilló con voz gruesa el prisionero.

-Y yo te digo que te calles si no quieres morir antes de llegar a los calabozos-respondió uno de los guardias más grandes tironeando del brazo de aquel chico.

-¿Nam? ¿Qué pasa?-preguntó Yoongi cuando todos llegaron a su lado. Miró al joven y un escalofrío recorrió su cuerpo sin saber muy bien porqué. Miró sus ropas rotas y sucias y su pelo sucio y lacio y frunció los labios en un mohín benevolente.

-Hemos encontrado a este camuflándose por el pueblo, no sabemos es, pero algunos habitantes han dicho que les ha faltado ganado, así que lo han acusado de carroñero-informó el guardia con un gesto demasiado serio y demasiado formal para él.

-No soy un bicho de esos-gritó ofendido el joven.

-Cállate-ordenó Namjoon mirándolo seriamente. -Lo interrogaremos-murmuró poniéndose en marcha tras los guardias y el chico.

Cuando pasó por su lado, Taehyung lo miró fijamente y el otro se lanzó hacia él con ira. El joven castaño se alejó y siseó como una fiera mientras el otro le devolvía el siseo asqueado. Yoongi se interpuso entre ellos y el desconocido le sostuvo la mirada fijamente.

-Llevadlo abajo, acompañare a Jimin y a nuestro nuevo invitado a la habitación de Seokjin e iré enseguida-aseguró. La guardia siguió sus órdenes y entre todos forcejearon con el joven que gritaba insultos en un desconocido para Yoongi.

El rey se dio la vuelta y se dirigió con Jimin y el recién llegado hacia la habitación del joven que debía estar descansando aún. Nervioso y un poco asustado, se dedicó a escoltarlos por los pasillos y luego se tomó unos minutos para hablar con Seokjin que volvió a agradecerle tantas veces su ayuda que hasta lo hizo sonrojar.

Un rato después se despidió de ellos y se dispuso a marcharse. Jimin le acompañó a la puerta.

-Yoongi, ten cuidado ¿vale?-pidió Jimin posando su mano encima de la del rey sobre el pomo de la puerta. El mayor contempló el contacto suave de la mano del silfo y luego lo miró a los ojos.

-Tranquilo, no pasará nada-aseguró Yoongi. Jimin asintió y lo vio marchar por el pasillo hacia las escaleras de los calabozos. Sin darse cuenta una sonrisilla tonta se extendió por su rostro y tampoco pudo contemplar el mismo gesto que nació en la cara del mayor.

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¡SORPRESA! ¡FELIZ SAN VALENTIN!

Bueno, bueno, hola a todos :)

Como veis he querido sorprenderos hoy con un capítulo más esta semana por el día del amor y es que con esto, espero devolveros al menos un pedacito de todo el amor que vosotros me dais a mí, con vuestro comentarios, vuestros edits y vuestras lecturas. Mil gracias.

Así que bueno, este capítulo es para ti que me lees y que has llegado hasta aquí, gracias por tu amor de la forma que sea. Y feliz San Valentin. 

Y nada, no tengo más que decir que no hayáis leído ya. El miércoles vuelvo por aquí con el capítulo semanal que será ya el número 8. Espero que os haya gustado. 

¡Nos leemos en el siguiente!

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